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1989: Las revueltas y la revolución

1989: Las revueltas y la revolución

Facundo Aguirre

El período de "revueltas y estallidos" abierto en 1989
Las revueltas y las luchas del movimiento obrero en el siglo XX
"Fuerzas elementales"
Las fases de la revolución proletaria. Las revueltas y la revolución permanente
Las revueltas actuales y su relación con la revolución
Las tendencias a la irrupción del movimiento obrero
¿Cuáles pueden ser los caminos de la irrupción de la clase obrera?
Un programa para la revolución socialista
La revuelta y el partido revolucionario

El período de "revueltas y estallidos" abierto en 1989

Nuestra corriente ha definido al período que caracteriza la etapa abierta en la situación mundial a partir de los procesos del ‘89-91, como un período de revueltas y estallidos, una de cuyas máximas expresiones ha sido la misma caída del Muro de Berlín. Las revoluciones políticas fueron, en sus inicios, meras revueltas que, por la crisis en que se encontraban los Estados obreros deformados y degenerados, combinado con grandes "brechas en las alturas", se transformaron en revoluciones*.
Este período de revueltas puede verse claramente en el impulso que tomó la Intifada palestina (que comenzó en 1987), el Caracazo en Venezuela de 1989, las revueltas del hambre en Rosario, Argentina en el mismo año, así como la rebelión negra en los Angeles en 1992.
El "Santiagueñazo" del 16 de diciembre de 1993 en la Argentina y la rebelión de Chiapas en enero de 1994 marcaron nuevos hitos en este período. También se sucedieron las revueltas estudiantiles en Francia contra las leyes Balladur en 1994, los disturbios continuos de jóvenes marginales e inmigrantes en Francia e Inglaterra, las revueltas campesinas en Brasil y Bolivia en el ‘95, las revueltas provinciales en la Argentina a lo largo del ‘94 y del ‘95.
Todos estos son claros ejemplos de que las piedras y el fuego han sido los símbolos de la lucha de clases en el período**.
Los acontecimientos del ‘89 a la fecha muestran que de forma lenta, con bajo nivel de conciencia y si se quiere tortuosa, la resistencia de las masas después del ‘89 tiende a ir del Este hacia el Oeste frente a los ataques "globalizados" del imperialismo, percibiéndose una tendencia a generalizar la resistencia de la clase obrera mundial y los pueblos oprimidos.
Las revueltas demostraron como fue (y es) imposible avanzar en la constitución de un "Orden Mundial" imperialista estable si no se derrota decisivamente a las masas. Una muestra palpable de esto es que donde más consiguieron avanzar los planes imperialistas fue en China (mediante la masacre del movimiento de la plaza Tien An Men en 1989), en Medio Oriente (mediante la derrota de Irak en el ‘91 que llevó a los posteriores acuerdos entre la OLP e Israel), y en la ex-Yugoeslavia (mediante la derrota del movimiento nacional de los musulmanes bosnios que llevó a los reaccionarios acuerdos de Dayton).
En el marxismo hay quienes consideran a las revueltas como los últimos estertores de una clase que se encuentra en retirada, con su conciencia y organización destruídas y planteándose como tarea la reconstrucción de las mismas como en los orígenes del movimiento obrero, es decir mediante la propaganda del socialismo y la reconstrucción de la unidad con el programa mínimo. Por otro lado, están los que niegan las revueltas como tales y las consideran como una lucha económica más, parte de un proceso de "recomposición" de la clase obrera, recomposición que ven desde una óptica sindicalista. Ambas visiones desconocen las grandes lecciones de lucha del proletariado en el último siglo. Basándonos en ellas, intentaremos en este trabajo demostrar la relación precisa que existe para nuestra corriente entre este período de revueltas y la revolución proletaria.

Las revueltas y las luchas del movimiento obrero en el siglo XX

En el siglo XX, en la época imperialista, que los marxistas denominamos como de crisis, guerras y revoluciones, las revueltas fueron factores actuantes, junto a otras manifestaciones de lucha, como expresión de la más primitiva espontaneidad de clase. Intentaremos marcar los períodos del movimiento obrero en el siglo cruzados por revueltas, para ver los límites y potencialidades de la actual fase de resistencia que expresan las mismas.
Desde pincipios del siglo hasta la derrota de las revoluciones en Europa del ‘23-24, la clase obrera pasó por diversas manifestaciones de lucha y de construcción y crisis de sus organizaciones. Tal como manifiesta Lenin (y demostramos en otro artículo de esta revista), para tomar sólo un ejemplo, la clase obrera rusa pasó por distintas fases en su lucha, donde las revueltas se combinaban con luchas económicas, luego con la revolución de 1905 -donde prima la huelga política-, la insurrección de febrero del ‘17, hasta culminar en la Revolución de Octubre del mismo año. Al calor de estos enormes acontecimientos se fue fogueando el bolchevismo.
Fue en este período convulsivo en el que comenzaron a sacar sus lecciones los grandes maestros del marxismo revolucionario de nuestro siglo: Lenin, Trotsky, K. Liebneckt y Rosa Luxemburgo. Estas lecciones se transformaron en programa y estrategia de la Internacional Comunista (y luego de su degeneración, tuvieron su continuidad en los escritos de Trotsky y en los trabajos de la Cuarta Internacional). La III Internacional, bajo la dirección de Lenin y Trotsky, tiende a superar la crisis de dirección revolucionaria del proletariado, e integrar las revueltas espontáneas en la estrategia de la revolución proletaria.
Un segundo período se abre con la stalinización de la III Internacional, en la década del ‘30, donde la crisis de dirección revolucionaria comienza a primar. Sin embargo, en este período, por la debilidad del stalinismo como aparato mundial (por los errores cometidos en el "tercer período" ultraizquierdista) y por la ofensiva contrarrevolucionaria del gran capital vuelven a manifestarse procesos de revueltas que, al decir de Trotsky, constituían "eventos revolucionarios" que anunciaban el inicio de la revolución proletaria. Los levantamientos del Llobregat en el ‘32, los motines de Cataluña y Casas Viejas en el ‘33, Asturias en el ‘34, todos en España. Toulon, Brest, Le Havre en el ‘35 en Francia, las guerras campesinas en China, fueron episodios de las heroicas revoluciones que, como en Francia y España, intentaron frenar el avance de la contrarrevolución y la guerra interimperialista sin conseguirlo. Es sobre estas grandes lecciones revolucionarias sacadas al calor de las traiciones al proletariado por el stalinismo y la socialdemocracia, que se forma la IV Internacional.
Luego del fin de la Segunda Guerra Mundial se abre un tercer período signado por el acuerdo contrarrevolucionario entre el imperialismo y la burocracia stalinista (Yalta y Potsdam), donde la espontaneidad de las masas es ahogada por el peso terrible del stalinismo, la socialdemocracia y los nacionalismos burgueses y pequeñoburgueses. Estas direcciones traidoras, se apoyaron en el prestigio logrado por el stalinismo tras la derrota del fascismo y también en las concesiones que debió hacer el imperialismo a fines de la guerra (que llevó a la reconstrucción de grandes sindicatos de masas). Los movimientos reformistas controlaron la espontaneidad de las masas y, basados en las conquistas parciales conseguidas, generaron la conciencia de que para conseguir algo no era necesario derrotar al imperialismo, llevando todo a la vía muerta de la estrategia reformista de la mera lucha de presión dentro de la política de "coexistencia pacífica". Sólo cuando este carácter de la lucha era superado, en el mundo semicolonial por ejemplo, frente a condiciones de miseria inaudita, stalinistas y pequeñoburgueses se ponían al frente de los movimientos revolucionarios abortándolos en su etapa de "independencia formal" o, en algunos casos contados, expropiando a la burguesía, pero cuidándose de derrotar físicamente a la vanguardia revolucionaria y a sus partidos para impedir que estos acontecimientos cuestionaran el acuerdo contrarrevolucionario de Yalta. En cualquiera de estos casos, lo que primó durante Yalta fue un fuerte control sobre la espontaneidad de las masas y, por lo tanto, no primaron las revueltas.
El ascenso del ‘68-76 viene a marcar el fin de este período, abriendo un proceso de auge proletario y revoluciones clásicas. Su desviación en el centro (Francia, ascenso europeo, revolución portuguesa) y su derrota en las semicolonias (Cono Sur de América Latina), dio tiempo al imperialismo yanqui para recuperarse de la tremenda derrota sufrida en Vietnam, y relanzar un ataque reaccionario a gran escala en la década del ‘80 (1).
El año 1989, como dijimos más arriba, está signado por el resurgir de la espontaneidad de las masas y por la enorme crisis de dirección y de las organizaciones del movimiento obrero.

"Fuerzas elementales"

Las "revueltas" contienen en germen elementos de "insurrección" que no logran desarrollarse por el estadio defensivo de la lucha de clases que estas representan. Es decir que contienen en sí la posibilidad de superación de las mismas como acciones de resistencia o como meros actos de "presión extrema".
Las "revueltas" son la manifestación de "fuerzas elementales" que pueden llegar a expresarse como "jalones de insurrección" e, inclusive, llegar a la "insurrección espontánea", como un acto en el proceso de la revolución. Para Trotsky la insurrección surge "por el ímpetu ‘elemental’ de una revuelta general..." (Historia de la Revolución Rusa, Ed. Sarpe, pág. 358).
Las revoluciones antiestalinistas de 1989 son una clara expresión de cómo las "revueltas" pueden ser una fase de un proceso revolucionario, es decir que no hay ninguna "muralla china" entre ambos. La revuelta es, si se quiere, la más inmadura y defensiva de sus fases, pero donde queda claro cómo de éstas se puede pegar un salto a un nivel superior. Por ejemplo, estas "revueltas-revoluciones" antistalinistas del 89-91 se extenderían, también como revueltas, al conjunto del mundo capitalista a partir de esa fecha.
Los sucesos de 1989 comenzaron en China como una revuelta general de los estudiantes que arrastraron tras de sí a los obreros de Pekín, siendo sangrientamente reprimidos por los tanques del "Ejército Popular de Liberación", aplastando el proceso revolucionario en sus comienzos. Sin embargo esta derrota de gran magnitud, no fue suficiente para impedir que en Europa del Este se desatara una catarata de movilizaciones ultramasivas pero pacíficas (a excepción de Rumania), que se transformaron en el inicio de un proceso revolucionario.
Fue por las brechas abiertas en las alturas (elemento al cual Lenin le daba gran importancia), entre las distintas fracciones de la burocracia y de éstas con el imperialismo (recuérdese que Gorbachov lanzó la perestroika en el ‘85), junto a las condiciones de putrefacción de los Estados obreros burocratizados (2), endeudamiento masivo, crisis de la planificación burocrática, comienzo de ruptura en el monopolio del comercio exterior, junto al comienzo de la disgregación de los regímenes stalinistas de partido único. Fue por todo esto que las revueltas no necesitaron de mayor energía de las masas para derrocar a los régimenes de partido único, es decir, para convertirse, de "meras" revueltas en procesos revolucionarios.
Trotsky, refiriéndose a las insurrecciones espontáneas que expresaban a las fuerzas elementales de las masas, definía como insurrección de las fuerzas elementales "a un movimiento de masas que, ligado por su hostilidad al antiguo régimen, no tiene perspectivas claras, ni métodos de lucha elaborados, ni dirección que conduzca conscientemente a la victoria, la insurrección de las fuerzas elementales no puede salir de los límites del régimen burgués" (L. Trotsky, Historia de la Revolución Rusa, pág. 358/359).
¿Cómo llevar esta formulación al ‘89? Sin perspectivas claras, ni métodos de lucha elaborados, ni dirección revolucionaria, las "insurrecciones de fuerzas elementales" sólo llegaron a derrocar el "régimen de partido único", pero no pudieron acabar con el dominio de la burocracia y sus FFAA, ni mucho menos regenerar de forma revolucionaria a los Estados obreros degenerados y deformados.
De aquí surgen dos lecciones de capital importancia: la primera es que las revueltas y las revoluciones tienen la misma dinámica, tanto en los Estados obreros deformados y degenerados como en los Estados capitalistas. Y la segunda es que si en el capitalismo no pueden salir de los límites del régimen burgués, en los Estados obreros deformados y degenerados tampoco pueden salir de los límites de una lucha contra las formas del Estado -en este caso los regímenes de partido único en los Estados obreros deformados-, que sin acabar con el dominio de la burocracia no pueden romper con los marcos del Estado obrero deformado y degenerado, siendo impotentes para frenar la descomposición de los mismos y más aún, para lograr su regeneración revolucionaria.
Trotsky hacía esta definición: insurrección de fuerzas elementales, para diferenciarla de la "insurrección como arte" que debía combinar la espontaneidad de las masas, con la dirección de un partido revolucionario. Señalaba que la insurrección era un acto de la revolución y que las insurrecciones espontáneas dejaban sin resolver la cuestión del poder que garantizara la victoria. Sin embargo, aclaraba que no podía existir una insurrección de fuerzas exclusivamente elementales, diciendo que ésta "para la mayoría de sus participantes, es fecundada por aquellas ideas en las que los insurrectos vean una salida para los dolores de su existencia" (Idem, pág. 358). Trotsky planteaba este análisis para explicar cómo Febrero del ‘17 había contado con el fermento que significaban los obreros avanzados educados por el bolchevismo en las lecciones de la revolución de 1905, que fueron la vanguardia de ese gran acontecimiento.
Volviendo al ‘89 cabe preguntarse ¿Por qué ideas fue "fecundado"? Por un lado por el odio creciente hacia la burocracia, a quien identificaban como la responsable de todas sus penurias y de su opresión. Pero, desgraciadamente, y gracias al rol del stalinismo, identificando a éste con "el socialismo", lo que constituyó la base para el crecimiento de la influencia de las Iglesias católica, ortodoxa y protestante, que echaron las culpas a la nacionalización y no al dominio de la burocracia. También fue "fecundado" por la televisión occidental que mostraba lo bien que se vivía bajo el capitalismo en... Suecia y Alemania Occidental. Luego estas ideas reaccionarias fueron reforzadas por el rol de los Foros Cívicos, de la burocracia reciclada en restauracionista e incluso por opositores salidos de las prisiones como Havel o Peter Uhl (que gozaban del prestigio ante las masas por su cautiverio), que al principio plantearon soluciones utópicas "terceristas" (ni capitalistas ni socialistas), para plantear poco después que no había otra salida que el capitalismo. Estos elementos de "conciencia" (es decir, de terrible atraso de la misma) fueron los que le dieron un "color" tan reaccionario a estos procesos, que hizo que algunos "marxistas" no vieran que se trataba de una resistencia frente a la ofensiva imperialista, con la burocracia transformada en agente directa de ella, sino que, confundiendo las movilizaciones objetivas con la conciencia atrasada y sus direcciones pequeñoburguesas y restauracionistas, concluyeron que desde el inicio se trataba de una contrarrevolución social (3). Se trató de fuerzas predominantemente elementales: odio a la opresión de la burocracia y a las condiciones cada vez más degradadas de su existencia. "Fuerzas elementales" que entraron en movimiento con una conciencia ultra atrasada, altamente contradictoria, porque durante décadas las masas fueron identificando progresivamente al stalinismo con el "socialismo" (4).
A pesar de los límites de estos movimientos revolucionarios antiestalinistas: desincronización con el proletariado de Occidente, bajo nivel de conciencia, con sus conquistas en descomposición y atacadas una tras otra, estas manifestaciones de elementalidad de las masas bastaron para causar la caída del orden contrarrevolucionario pactado en Yalta y terminaron de descalabrar al aparato stalinista mundial. Abrieron un período que los mismos analistas burgueses definen como de "desorden" e "impredecibilidad", muy lejos del "fin de la historia" que predicaban Fukuyama y otros charlatanes por el estilo, inmediatamente después del triunfo imperialista en la "Guerra del Golfo".
Desde ya que esas "revueltas-revoluciones" no pudieron frenar el proceso de descomposición de los Estados obreros. La falta de sincronización entre Oriente y Occidente, la subjetividad del proletariado seriamente dañada por decenas de años de traiciones bajo el dominio stalinista, socialdemócrata y de los nacionalismos burgueses y pequeñoburgueses, y la degeneración centrista del movimiento trotskysta, por no haber sacado las lecciones de los acontecimientos de la posguerra incluído el ensayo general "anti-Yalta" del ‘68/76, todo eso explica por qué el ascenso del ‘89 no se dio sobre bases "clásicas", sino bajo las formas inmaduras de las revueltas que expresaron la situación de crisis en la que se viene arrastrando el proletariado desde hace casi siete décadas.
Es decir que sólo con una visión lo más honesta posible de la realidad, se puede no culpar a las masas por el carácter elemental -aunque feroz- de su resistencia, sino a las direcciones y a los que se postulan para dirigirlas, únicos culpables de su "atraso".
Como revolucionarios nos disponemos a actuar sobre la lucha de clases tal cual se da, y no sobre situaciones "ideales". Por eso teorizamos sobre las revueltas y las revoluciones actuales, para definir la estrategia, la política y el programa en la actual etapa.

Las fases de la revolución proletaria
Las revueltas y la revolución permanente

Las revueltas entonces son acciones espontáneas, con alto nivel de violencia e inclusive salvajes, pero defensivas por cuanto no tienen como objetivo reemplazar el orden existente sino presionarlo para obtener algo.
Sin embargo, la diferencia entre la revuelta y la revolución como proceso abierto, se distingue por el carácter defensivo y ofensivo de cada una respectivamente. Sobre las revueltas espontáneas que liberan las energías de las masas y su violencia actúan la profundidad de las brechas en las alturas, que si son pocas no le permiten a las mismas, por lo embrionario de sus tendencias revolucionarias que se manifiestan sólo en germen, expresarse en forma ofensiva. Y si "las brechas lo permiten", los pactos y las treguas, los acuerdos entre los burócratas y dirigentes del movimiento de las masas con los gobiernos y regímenes de turno, actúan para desviarlas, transformándose en la política imperialista contrarrevolucionaria más utilizada para frenar esta expresión aguda pero elemental de la lucha de clases.
La revolución es un proceso ofensivo donde todo tiende a resolverse con las armas en la mano. El método de la clase obrera es el de la huelga política, la insurrección y la guerra civil. Sin embargo en esta época que (a pesar de los altibajos de la historia) no ha dejado de ser de crisis, guerras y revoluciones a lo largo de todo el siglo la distancia entre la revuelta y la revolución abierta no está determinada como una fase de aprendizaje y organización necesaria e inevitable, tal como fue en los orígenes del movimiento obrero, sino que, en este siglo XX constituyen dos fases diferenciadas de un mismo proceso. ¿Qué queremos decir? En el siglo XIX, las causas condicionantes de la revolución, para el marxismo, estaban determinadas por la combinación de crisis cíclicas del capital que abrían brechas en las alturas y un período de crisis política, haciendo excepcionales las posibilidades revolucionarias del proletariado. Por el contrario, en esta época imperialista, las crisis constituyen la norma y no la excepción. A la inversa de la época del capitalismo en ascenso, la época imperialista está signada por largos períodos de crisis y pequeños períodos de recuperación. Es en este sentido que ya no hay lugar para las reformas y que se establecen las condiciones objetivamente revolucionarias de la época y objetivamente anticapitalistas de cualquier reivindicación seria del proletariado y las masas. Estas condiciones son la base objetiva para que el proletariado pueda elevarse de los niveles más bajos de conciencia y organización, a los niveles más altos de lucha política en un corto tiempo (en la Revolución del 17 sólo hubo 8 meses entre el "inmaduro" Febrero y el "organizado" y "conciente" Octubre). En nuestra época -como tendencia general-, la relación entre espontaneidad y conciencia está determinada por el enfrentamiento abierto y la acción recíproca entre revolución y contrarrevolución. Las condiciones para el triunfo de la revolución proletaria están determinadas, entonces, por la existencia o no de una dirección revolucionaria. Es que en esta época imperialista (siempre hablando como tendencia general) la revolución y la contrarrevolución se moldean mutuamente. Esto destruye toda visión evolutivista o de separación mecánica entre la "propaganda socialista" y la agitación y organización hacia las amplias masas, a la que hoy son afectos tantos pseudo marxistas, alejando de su perspectiva la revolución proletaria.
Para nosotros las revueltas constituyen una fase no imprescindible, en esta época de crisis, guerras y revoluciones, de la revolución proletaria; fase que contiene en germen todas las formas superiores de lucha. Plantean, desde sus fases iniciales, sean cuales fueren, la necesidad de pasar a la contraofensiva, organizando el frente único para la lucha política de las masas, las milicias obreras y el programa revolucionario para la lucha por el poder mediante la insurrección y la instauración de la dictadura del proletariado. La existencia de un partido obrero revolucionario que se temple y masifique al calor del combate y que se asigne como tarea la de derrotar al principal factor contrarrevolucionario al interior del movimiento obrero: las direcciones traidoras del proletariado (5), es una condición necesaria para evitar que las revueltas se extiendan durante años y se conviertan en acciones aisladas e impotentes.
Como señalara magistralmente Trotsky: "Sean las que fueren las primeras etapas episódicas de la revolución en los distintos países, la realización de la alianza revolucionaria del proletariado con las masas campesinas sólo es concebible bajo la dirección política de la vanguardia proletaria organizada en Partido Comunista. Esto significa, a su vez, que la revolución democrática sóo puede triunfar por medio de la dictadura del proletariado, apoyada en la alianza con los campesinos y encaminada en primer término a realizar objetivos de la revolución democrática." (L. Trotsky. La Revolución Permanente, Tesis 4).
Estas son las condiciones de la victoria que plantea Trotsky para el proceso abierto de la revolución en los países atrasados, más allá de las etapas episódicas que pudieran sucederse como lo son, por ejemplo, las revueltas. Como puede verse, Trotsky no determina el carácter del proceso tan sólo por el tipo de tareas a resolver (objetivistas) ni por si las masas poseen una conciencia socialista desde el vamos (subjetivistas), sino por una combinación de las condiciones objetivas y la necesidad de una dirección revolucionaria que ayude a evitar o superar toda etapa episódica o intermedia no necesaria en el camino del triunfo de la revolución proletaria.
La cooptación al Estado burgués de las organizaciones obreras a través de las direcciones reformistas, reduciendo, por ejemplo, a los sindicatos a la impotencia; el reciclaje de la burocracia stalinista de agente indirecto en agente directo del imperialismo; la demolición progresiva de la conciencia proletaria durante décadas por los partidos comunistas, la socialdemocracia y los nacionalismos burgueses y pequeñoburgueses durante el "reinado" de Yalta; la inexistencia de partidos obreros revolucionarios, aunque sea de unos pocos miles, en ningún país y mucho menos de una Internacional Revolucionaria; todo esto es lo que provocó la actual situación caracterizada no por la ausencia de luchas (inclusive importantes), sino porque éstas se dan con el grado de elementalidad con que se dan.
Que la situación después del ‘89 no es de retroceso sino de resistencia, incluso de resistencia generalizada, puede verse con la explosión de los Estados del Este que dieron pie al reverdecer de la cuestión nacional en esta parte del planeta así como en su reanimamiento en occidente, tanto en Europa, como en Irlanda o aún en el caso del País Vasco -más como acciones de vanguardia-, o como en los EE.UU. con la rebelión negra de Los Ángeles o incluso con la "Marcha del Millón" donde se rechaza, a pesar de su dirección, el carácter ultra-limitado de la democracia imperialista.
Lo vemos hoy también en los campesinos de Chiapas, Paraguay, Brasil, que para conquistar la tierra se arman enfrentando a las instituciones del Estado burgués. También en los obreros de Tierra del Fuego en Argentina, donde se ven obligados a atacar la propiedad de los capitalistas tan sólo para mantener la fuente de trabajo.
Inclusive vemos cómo para luchar contra la desocupación y por el trabajo (una causa central de las revueltas y las luchas huelguísticas) es necesario levantar la escala móvil de salarios y de horas de trabajo para enfrentar la descomposición de la clase obrera. Sin embargo, ninguna dirección con peso significativo levanta esta política y esto lleva, frente a nuevos ataques, a revueltas periódicas y recurrentes.

Las revueltas actuales y su relación con la revolución

El actual ciclo de revueltas se da en un momento donde se hace de nuevo evidente para cualquiera, como en los ‘30, que la crisis de las fuerzas productivas no tiene salida dentro de los marcos del capitalismo, lo que lleva a la destrucción de las mismas mediante cracks, crisis y guerras permanentes (6), para tratar de abrir paso a un nuevo proceso de concentración y centralización del capital y de reconversión de los Estados. Esta crisis es el motor del ataque recurrente al proletariado.
Las actuales revueltas son producto de que el imperialismo, lejos de sostenerse sobre el avance "impetuoso" de la tecnología como afirman alegre y fetichísticamente sus apologistas, lo hace descargando una brutal ofensiva contra las conquistas y el nivel de vida del proletariado y las masas oprimidas (7).
Por definición las revueltas son acciones defensivas donde se nota la falta de centralidad de la clase obrera, la conciencia de ser un movimiento de "presión extrema", altamente violento, en defensa del viejo status quo como salida a una situación desesperada. El fuego simboliza una conciencia de destruirlo todo para hacerse escuchar y obtener algo.
Al igual que las revueltas que dieron origen al movimiento obrero, los levantamientos actuales expresan en su conciencia la añorada estabilidad del pasado y el espanto a un futuro siempre peor. En este sentido las revueltas no logran desarrollar organizaciones estables que expresen el frente único de las masas y por su fugacidad, impiden que un pequeño partido obrero revolucionario pueda "dirigirlas" o construirse mecánicamente sobre ellas.
Si bien estas revueltas no logran avances cualitativos en la recomposición del movimiento obrero, preanuncian por lo general con su mera existencia gérmenes de un estadio superior que muchas veces cristaliza en acciones más amplias y ofensivas de las masas. Ellas son un terreno fértil para el surgimiento de luchadores de vanguardia que mantienen viva su conciencia y son el basamento de futuras acciones superiores (8). En este sentido la participación de los pequeños grupos revolucionarios (como los que componen nuestra Fracción) es esencial para sacar junto a la vanguardia que se politiza, lecciones estratégicas comunes.
Trotsky, analizando en agosto del ‘35 la situación francesa y las revueltas de los marinos, planteaba que: "Los eventos revolucionarios de Toulon, Le Havre y Brest... son de capital importancia y pueden ser de una importancia decisiva.
La situación objetiva de Francia es revolucionaria. Este hecho ha sido negado por los reformistas, y particularmente por los stalinistas, quienes han tratado de conciliar su política detrás de una alegada falta de espíritu de lucha entre las masas.
Siempre hemos afirmado que la rebelión está creciendo entre las masas trabajadoras y que son precisamente las organizaciones obreras, los partidos y los sindicatos los que los están privando de encontrar una salida para su voluntad de lucha... Una fuerte organización revolucionaria llamaría inmediatamente a la clase obrera de todo el país a apoyar a los marineros en revuelta. No cabe la menor duda de que las masas hubieran respondido con una vigorosa huelga general. El resto depende de la estrategia de ambos lados y la relación de fuerzas, que se despliegue en el curso de la lucha" (León Trotsky, "La crisis de la sección francesa"). Es decir que para Trotsky tomada en un sentido histórico se trataba de los primeros destellos de la revolución, que en 1936 se desarrollaría plenamente con la oleada de huelgas con ocupación de fábricas posteriores al triunfo del Frente Popular.
Haciendo analogía y tomadas en un sentido histórico la Intifada palestina, el Caracazo en Venezuela o las revueltas del hambre en Rosario, Argentina, fueron las precursoras de las revueltas y luchas de masas, que se viven hoy dentro de América Latina y tomados de conjunto fueron simultáneas o precursoras del ascenso obrero de finales del ‘93 en Europa que recorriera Francia, Bélgica, España e Italia. También las revueltas y movilizaciones de los jóvenes franceses contra las leyes de precarización del trabajo de Balladur, que arrasaron París hasta derrotar esas leyes, la huelga de Air France, las revueltas de los "casseurs" (destructores) jóvenes inmigrantes y marginales que se enfrentan a la policía y destruyen todo cuanto encuentran a su paso, así como la resistencia argelina que se expresa en el corazón de Francia o la lucha antimperialista de los jóvenes tahitianos contra las pruebas nucleares del imperialismo francés, todas estas luchas prepararon las condiciones de la huelga general política que sacudió a Francia en diciembre del 95, poniendo sobre el tapete el "fantasma del ‘68" y la posibilidad de que se planteara abiertamente la lucha por la caída del gobierno y la apertura de un proceso revolucionario. Como vimos en este ejemplo, las revueltas adquirieron un carácter preparatorio y episódico para la entrada de la clase obrera y las masas en una lucha superior.
En el mismo sentido, la revuelta negra de Los Angeles del año ‘92 no logró estructurar un movimiento negro que fuera continuidad del que en los ‘70 atemorizara al imperialismo yanqui, pero puso al desnudo a la racista democracia imperialista despertando a millones de oprimidos embotados por la miseria extrema y la acción del Partido Demócrata, expresando en el pueblo negro el odio a las instituciones represivas del Estado norteamericano. Sobre esta base se da la "marcha del millón" que, a pesar de la dirección reaccionaria de Farrakhan, es un gran evento potencialmente revolucionario.
Las revueltas en las provincias argentinas que, tomadas separadamente, han sido derrotadas o aisladas, permitieron "ganar tiempo" empantanando el plan imperialista (herido también fuertemente por el "efecto tequila") y fueron precursoras del surgimiento de un creciente movimiento democrático, que se ha venido expresando en los últimos meses contra la justicia patronal y la policía.
Es decir, entonces, que las características comunes de las revueltas actuales con las que dieron origen a la clase obrera, es formal, por la manera en que se expresa la espontaneidad de las masas en la lucha, por su salvajismo y su violencia, por la conciencia de ser instrumentos de presión extrema. La diferencia es de contenido, ya que en el siglo XX bajo condiciones de una época de crisis, guerras y revoluciones, en las revueltas se expresan en forma defensiva, la huelga política y gérmenes insurreccionales que plantean a la clase obrera el problema de la autoorganización y del poder.

Las revueltas son una lucha política que se expresa, de forma defensiva, debido a que la parcialidad de sus reivindicaciones se ve superada por la acción unitaria de las masas contra la institucionalidad burguesa. Las revueltas demuestran "didácticamente" que los explotados para conseguir algo deben destruir todo, demostrando que en esta época las conquistas de las masas son subproducto de luchas revolucionarias. Por otro lado, demuestran su otra cara, su impotencia como medidas extremas de presión.

Ante la crisis de dirección y la profundidad del ataque surgen aquellos que ven en las revueltas los últimos combates de un proletariado derrotado o, como dijimos, los que ven en ellas la continuidad mecánica de la lucha económica. Nosotros decimos que las revueltas son eventos revolucionarios que constituyen una respuesta defensiva de las masas, que frenan y empantanan los planes capitalistas y burocráticos coyuntural y parcialmente, aunque son impotentes para derrotarlos. Que requieren del rol dirigente del proletariado y de un partido revolucionario. Es decir, del trotskismo y de la Cuarta Internacional.

Las tendencias a la irrupción del movimiento obrero

Los partidos reformistas y muchos centristas cansados de luchar, alegan una falta de combatividad de las masas, mientras hacen todo lo posible por contenerlas dentro del marco del régimen burgués. Los centristas, lamentablemente, les hacen el juego hablando el mismo lenguaje de los reformistas: el de la lucha parcial, el de la subordinación a los sindicatos y las organizaciones dirigentes, por "no estar maduras las condiciones". Todos ellos se lamentan por el "bajo nivel de conciencia del proletariado". Mientras tanto discuten interminablemente sobre cuáles son los caminos de la "recomposición" del movimiento obrero.
La salida reaccionaria a la crisis de la economía imperialista que quiere imponer la ofensiva del gran capital, es decir, la liquidación de las conquistas sociales y laborales, la liquidación de las organizaciones de clase, cooptación de las mismas y de la burocracia, desocupación, flexibilización laboral, etc., encontraron a la clase obrera sin organizaciones ni dirección para frenar la brutal ofensiva capitalista.
Como dijera Trotsky: "... todo obrero comprende, que, con 2 millones de desocupados y semiocupados, la lucha sindical por los convenios colectivos es una utopía. En las condiciones actuales, para obligar a los capitalistas a hacer concesiones serias es necesario quebrar su voluntad y no se puede llegar a esto más que mediante una ofensiva revolucionaria. Pero una ofensiva no puede desarrollarse únicamente bajo consignas económicas parciales...
La tesis general marxista: las reformas sociales no son más que subproductos de la lucha revolucionaria, en la época de la declinación capitalista tiene la importancia más candente e inmediata. Los capitalistas no pueden ceder algo a los obreros, más que cuando están amenazados por el peligro de perder todo.
Pero incluso las mayores "concesiones" de las que es capaz el capitalismo contemporáneo (acorralado él mismo en un callejón sin salida) seguirán siendo absolutamente insignificantes en comparación con la miseria de las masas y la profundidad de la crisis social. He aquí por qué la más inmediata de todas las reivindicaciones debe ser la expropiación de los capitalistas y la nacionalización (socialización) de los medios de producción. ¿Qué esta reivindicación es irrealizable bajo la dominación de la burguesía? Evidentemente. Por eso es necesario conquistar el poder." (L. Trotsky. ¿A donde va Francia?)
La actualidad de esta afirmación, junto a la terrible crisis de dirección del movimiento obrero y sus organizaciones, plantean una respuesta al por qué son los aliados del proletariado o a lo sumo franjas relativamente pequeñas de la clase obrera los que intervienen bajo las formas de la revuelta y a por qué los grandes batallones del proletariado no son el actor central de la lucha de clases, dejando su impronta a través de su método y sus organizaciones.
Sin embargo, aún en estas terribles condiciones, la profundización de la crisis y la ofensiva del gran capital obligan al proletariado a luchar, como comenzamos a ver en Bolivia, Paraguay, Brasil o en los países centrales donde vimos en los EEUU la triunfante huelga de la Boeing, la gran huelga francesa de diciembre del 95, o la lucha actual del proletariado alemán contra el plan de austeridad de Kohl.
Esto nos permite plantearnos hipótesis acerca de los posibles escenarios por donde la clase obrera pueda irrumpir masivamente, recuperando sus fuerzas y su subjetividad.

¿Cuáles pueden ser los caminos de la irrupción de la clase obrera?

1) Que ante el ataque capitalista a los proletariados no derrotados de los países centrales, como el ataque a la seguridad social en Europa o al nivel de vida de la aristocracia obrera, se generalice un proceso de huelgas y luchas masivas, que ya se expresaron como tendencia a fines del ‘93 en Europa y que constituye una tendencia ya real, marcada por la huelga general de los trabajadores franceses de los servicios a fines del ‘95 y que hoy se plantea como tendencia ante la ruptura del pacto social entre la patronal y los poderosísimos sindicatos alemanes, o si se quiere en la huelga de la General Motors en los EE.UU.

2) El surgimiento revolucionario del proletariado de China y el Sudeste asiático (como preanuncian las más de 2400 huelgas, muchas de ellas salvajes, del proletariado chino del año ‘95, y los durísimos enfrentamientos entre estudiantes y policías en Corea del Sur), como proletariados sometidos a condiciones casi esclavas de trabajo pero con un altísimo peso en la economía de sus países, y por las enormes contradicciones sociales que el proceso de restauración capitalista está introduciendo en China. Esto afectaría al mundo capitalista por la importancia del mercado chino en la economía mundial.

3) Un resurgimiento del proletariado latinoamericano en países de gran tradición de lucha en condiciones de extrema dureza, como el proletariado boliviano, que viene de una nueva huelga general, o el argentino que aún no entró en escena pero esta acostumbrado a las luchas duras contra dictaduras y gobiernos reaccionarios. Junto al surgimiento de nuevos movimientos obreros como el paraguayo o el brasileño, que adquirieron gran dinámica en los ‘80 y ‘90 respectivamente, por el débil control de las mediaciones sobre el movimiento de masas, beneficiándose mucho más rápidamente que otros, de la caída del stalinismo.

4) El resurgimiento del poderoso proletariado ruso, en el cual el voto al neostalinista Partido Comunista Ruso de Ziuganov quizá esté expresando deformadamente (con ilusiones en la demagogia del PCR, tan restauracionista como Yeltsin), su decisión de defender sus conquistas frente a la ofensiva burocrático-imperialista, retomando los hilos del proceso de la revolución política del ‘89-91.

Sean las que fueren las tendencias a la irrupción generalizada del proletariado, desde el ‘89 a esta parte hemos asistido a la resistencia feroz de sus aliados en su lucha contra el capital: los campesinos, los pobres urbanos, las razas y etnias oprimidas y los pueblos semicoloniales, los que fueron protagonistas centrales de las revueltas más importantes del período, que han permitido ganar tiempo a la clase obrera frente a la ofensiva del capital, creando condiciones para su irrupción. También las guerras nacionales que expresan las tendencias de los pueblos oprimidos a emanciparse, hacen que el proletariado no se encuentre solo para enfrentar al imperialismo y sus brutales ataques.

Un programa para la revolución socialista

La combinación de las revueltas con la tendencia de entrada en escena del proletariado ponen en cuestión la estrategia, de que partiendo de las demandas más sentidas por las masas, eleve la lucha desde sus fases defensivas a una guerra abierta contra el capitalismo, sus gobiernos, regímenes, Estados y agentes nacionales, como única manera de defender el más elemental derecho de las masas: la supervivencia.
La teoría de la revolución permanente y el Programa de Transición plantea la forma de superar esta elementalidad, un programa para "unir" las distintas demandas de las masas hacia la toma del poder por la clase obrera, dándole unidad al proceso de la lucha de clases mundial sin negar las especificidades nacionales ni las tareas concretas que se deben resolver, uniendo así las distintas reivindicaciones, cada vez más amplias, dadas por el carácter de la ofensiva capitalista en la perspectiva de la dictadura del proletariado. Las reivindicaciones mínimas, que empujan a las masas frente al ataque burgués imperialista más y más a la acción, como la defensa de las conquistas o el salario, las democráticas formales como libertad de palabra o reunión o estructurales como la liberación nacional y la reforma agraria, se combinan para su resolución efectiva con las transitorias, como nacionalización bajo control obrero, etc., en el marco de una perspectiva que unifique a las distintas capas de los explotados alrededor de sus organizaciones para el combate.
Es que en la época del dominio imperialista, que como lo definía Lenin es "reacción en toda la línea", ninguna demanda de las masas puede ser resuelta de forma íntegra y efectiva más que por la dictadura del proletariado. Es decir que no se trata sólo de hacer "propaganda socialista", sino de levantar un programa transicional, si no se quiere caer en un propagandismo estéril o en la adaptación directa a las direcciones reformistas, o en una combinación de ambas.
¿Qué le plantean las revueltas al marxismo revolucionario? La superación del carácter elemental y de resistencia de la misma mediante un programa que unifique las filas de la clase obrera, la convierta en caudillo de las demandas democráticas más radicales y las eleve mediante la autoorganización y el armamento a la lucha por la dictadura del proletariado.
Es necesario imponer la más amplia unidad obrero-campesina y popular, para enfrentar los planes del imperialismo y sus agentes. Levantando las demandas de todo el pueblo oprimido acaudillado por la clase obrera.
Para esto son insuficientes el fuego y las piedras. Hace falta poner en pie los organismos del frente único para la contraofensiva, que unifiquen las filas obreras organizando a los sectores más explotados tras banderas de clase.
Es necesario romper todos los pactos y las treguas que contienen la acciones de resistencia de las masas, que impiden el desarrollo de sus tendencias revolucionarias, es necesario formar nuevas organizaciones para la lucha, que superen los estrechos marcos de los sindicatos y los límites que le imponen a la lucha las burocracias traidoras, transformando la resistencia en contraofensiva. Es necesario desarrollar la autoorganización y la acción directa de las masas.
Es necesario crear en el seno de los sindicatos (aptos sólo para épocas de paz), tendencias revolucionarias que luchen por sindicatos revolucionarios independientes del Estado burgués, enfrentados a los intereses de la burocracia y aristocracia obreras, luchando por la democracia directa.
Hay que plantear la perspectiva de construir los consejos de obreros y pobres de la ciudad y el campo, con su armamento y sus milicias, que unifiquen al proletariado por regiones y lo coordinen nacionalmente poniendo en pie el poder proletario capaz de destruir el Estado burgués y construir un nuevo Estado proletario.
Son insuficientes las revueltas y las rebeliones espontáneas que cuestionan las instituciones del Estado capitalista. Hay que preparar la huelga general política para elevar la lucha a un plano nacional, y una dirección que levante la perspectiva de la insurrección para la toma del poder por los consejos obreros.
Es necesario reagrupar a la vanguardia preparándola para el avance revolucionario alrededor de las tres condiciones indispensables para la lucha revolucionaria por la dictadura del proletariado "el partido, el partido y por último el partido".

La revuelta y el partido revolucionario

Siempre que las masas tienden a responder con energía y violencia a la ofensiva imperialista, son frenadas por las direcciones traidoras y por carecer de una alternativa revolucionaria que dirija concientemente esta energía hacia la victoria.
El heroísmo de las masas no encuentra eco en sus partidos y organizaciones dirigentes. La violencia en las calles de las masas con sus revueltas son respondidas desde los círculos dirigentes con llamados a la democracia formal y a la conciliación.
Los campesinos de Chiapas encuentran en el EZLN un llamado a abandonar la lucha por la tierra y aceptar los acuerdos de paz. El movimiento negro de USA encuentra en Farrakhan un vocero reaccionario que plantea un utópico "capitalismo negro". Los heroicos combatientes de la Intifada son entregados al Estado sionista por la OLP, en nombre de una ficticia independencia en la franja de Gaza. Las huelgas y luchas obreras encuentran en las burocracias, dirigentes traidores a sueldo de la patronal.
La época de crisis, guerras y revoluciones no sólo puso al rojo la necesidad de la revolución social y su programa, sino que creó la herramienta capaz de garantizar la victoria mediante una estrategia revolucionaria: un partido bolchevique-leninista, que eduque a sus cuadros y militantes en la lucha inclaudicable por librar a las masas del chaleco de fuerza de sus direcciones, que los eduque y los forme en el combate por la estrategia el programa y la teoría del marxismo, un partido insurreccionalista que, como el de Lenin, sea capaz de romper con sus concepciones equivocadas en favor de su estrategia insurreccional que guiaba su acción revolucionaria. Que retome las tradiciones del bolchevismo, la Tercera Internacional de Lenin y Trotsky y de la Cuarta Internacional. Lamentablemente aquellos que hablan en nombre del trotskysmo han arriado la bandera de la lucha por un partido bolchevique, en pos de una estrategia que los conduce por el camino de transformarse en las alas izquierda de los aparatos sindicales y de las organizaciones de masas dirigentes. Las conclusiones de estas direcciones frente a las revueltas preparan sus capitulaciones ante los futuros combates.
"No queremos sólo luchas heroicas, sino, ante todo, la victoria", decía Trotsky. Esta es la insignia que está inscripta en las banderas de la IV Internacional. Es necesario un partido capaz de sacar las lecciones revolucionarias de las revueltas para saber "orientarse en forma crítica a cada nueva etapa y apoyar las consignas que apoyen las tendencias de los obreros a una política independiente, profundicen el carácter de clase de esta política, destruyan las ilusiones reformistas y pacifistas, refuercen la ligazón de las vanguardias con las masas y preparen la toma revolucionaria del poder" (El Programa de Transición) Es necesario superar la impotencia de la subordinación a los aparatos sindicales y de los partidos reformistas. Es necesario luchar por recuperar las tradiciones revolucionarias del movimiento proletario, su programa y estrategia. Es necesario luchar por la reconstrucción de la Cuarta Internacional.

* Hasta ahora, esos procesos fueron desviados esencialmente por métodos democrático-burgueses por la contrarrevolución democrática imperialista, lo que viene provocando una acelerada descomposición de esos Estados.
** Todas estas revueltas, sin embargo, se combinan con otras formas de lucha como son la guerra por la autodeterminación nacional del pueblo checheno; otras guerras nacionales, como la de la ex-Yugoslavia (hoy derrotada); y los conflictos desatados tras la caída del stalinismo (por ejemplo en el Cáucaso y en Asia central). En los dos últimos años hemos visto, incluso, cómo las revueltas se combinan con formas de lucha superiores como la gran huelga política de los trabajadores franceses de fines de 1995 -que estuvo a punto de voltear al gobierno de Juppé planteando la posibilidad de abrir una situación revolucionaria, o más recientemente, las huelgas generales políticas de Bolivia y Paraguay.
1. Esta ofensiva reaganiana-thatcherista provocó el pasaje progresivo de la burocracia soviética (y de todas las burocracias) de agentes indirectos a agentes directos del imperialismo. Es así que, según nuestra concepción, 1989 es la resistencia en la última trinchera a esta ofensiva.
2. Trotsky señala, en relación al inicio de la revolución española: "Pero la dictadura llevaba en sí el vicio incurable de la monarquía española: fuerte frente a cada una de las clases por separado, era impotente frente a las necesidades históricas del país. Esta fue la causa de que la dictadura se quebrara contra los escollos submarinos de las dificultades financieras y de otro género antes de que fuera alcanzada por la primera oleada revolucionaria". Podríamos establecer aquí una analogía que ilustra bastante bien cómo se dio el proceso del ’89. Nótese que la economía planificada y la nacionalización en manos de la burocracia, se habían estrellado contra las "rocas submarinas" de la crisis económica provocada por el endeudamiento masivo con Occidente.
3. Es decir, caracterizan a la revolución no por su mecánica (incluida la dirección), sino que abstraen antidialécticamente al elemento "conciencia atrasada" y lo unen al resultado, "avance de las fuerzas restauracionistas", para justificar su caracterización de contrarrevoluciones desde un principio.
Algunos más "sofisticados" citan el trabajo de Trotsky "Estado obrero, Thermidor y bonapartismo" para afirmar que Trotsky consideraba que el socialismo, a diferencia del capitalismo se construía "concientemente". Con esto, Trotsky sólo subrayaba una obviedad: la contradicción entre la anarquía de la producción en el capitalismo y la planificación conciente de la economía en la transición al socialismo; nunca se le hubiera ocurrido pensar que algunos epígonos lo citaran para negar la dinámica de los procesos revolucionarios o para sostener que las revoluciones políticas debían darse "con un alto nivel de conciencia desde un principio".
Estos "teóricos" apresurados no reparan en que si tomamos su interpretación al pie de la letra debemos negar no sólo las revoluciones anti-stalinistas del ’89, sino otras que, con niveles de conciencia mayores que las del ’89, tampoco tenían una conciencia "puramente" socialista. Como se ve, fue y es la interpretación del Departamento de Estado Norteamericano de las revoluciones anti-stalinistas de Berlín del ’53, Hungría del ’56, la primavera de Praga del ’68, Polonia del ’80-’82, etc. Estos, apoyándose en algunas ambiguedades políticas y programáticas inevitables, hacían propaganda de que todas ellas eran procapitalistas.
Sin embargo, debemos reconocer que el imperialismo utilizaba esto sólo como propaganda para consumo del público Occidental para impedir que la revolución política pudiera superar sus fases episódicas y sus ambiguedades, siempre se alió con la burocracia contrarrevolucionaria que, en este sentido, era mucho más segura. El que tenga dudas de que ésta fue y sigue siendo la política del imperialismo, le convendría pasar unas plácidas vacaciones en los campos de concentración de la burocracia china, país con el rango de "nación más favorecida" después de la masacre de Tien-An-Men.
4. ¿A qué se debe la falta de ideas progresivas, o más bien la fuerte presencia de ideas tan reaccionarias? En primer lugar, podemos afirmar que estas ideas no surgieron de un día para el otro. Ya que a pesar del aplastamiento de la clase obrera en la URSS de los ’30 y la liquidación física de la vanguardia proletaria en el Este en la segunda posguerra, si tomamos el desarrollo de las revueltas y revoluciones anti-stalinistas desde el levantamiento metalúrgico en Berlín Oriental en el ’53, la revolución de los Consejos obreros húngaros del ’56, la primavera de Praga del ’69 en Checoslovaquia, etc., llegando hasta la revolución polaca del ’81-’82, veremos una evolución de la "conciencia" de izquierda a derecha, siendo a pesar de su caracter "elemental" mucho más clásicos los primeros y más cercanos a las ideas reaccionarias de la iglesia católica la revolución polaca del ’81-’82.
Sin embargo, no es la primera vez en la historia que las revueltas y las revoluciones comienzan con un nivel de conciencia tan bajo que evolucionan al calor del combate. En la España ocupada por las tropas napoleónicas, los campesinos se levantaban al grito de ¡vivan las cadenas! rechazando la opresión francesa que se erguía bajo las banderas de libertad, igualdad y fraternidad. O en 1978 la revolución iraní bajo la dirección de Khomeini y con la reaccionaria ideología del Corán, se derribó al regimen del Sha, que actuaba como uno de los gendarmes imperialistas en Medio Oriente, dando lugar a los Shoras, verdaderas organizaciones de tipo soviético, que fueron liquidados tras ocho años de guerra con Irak. O el caso de 1905 que, con el domingo sangriento, abrió paso a la revolución obrera al pedido de padrecito Zar, danos de comer (que desarrollamos en el artículo siguiente) durante el mes de enero, dando lugar en octubre a la constitución de las organizaciones de lucha y poder más "perfectas" creadas por las masas, los soviets, y que, vistos desde una perspectiva histórica, ya pasados los acontecimientos, se las considera revoluciones tomando el proceso de conjunto.
5. Es decir, que no es un problema de conciencia en abstracto, sino una lucha contra instituciones reformistas concretas que terminan apuñalando por la espalda, desde adentro, el proceso revolucionario, como fue trágicamente el Mayo Catalán del ’37, para tomar tan solo un ejemplo histórico.
6. Para tomar un ejemplo actual, ver el enorme proceso de desindustrialización de Alemania Oriental.
7. La tecnología, como lo demuestra Marx, no "crea" nuevos valores, sólo el trabajo humano es capaz de hacerlo.
8. Salvo cuando se dan inmediatamente después de la derrota de un movimiento de masas revolucionario donde expresan los últimos estertores del proceso o cuando se trata de un putch ultraizquierdista.



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