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Clásicos de León Trotsky online

Alemania, la clave de la situación internacional

Alemania, la clave de la situación internacional

Escrito el 26 de noviembre de 1931, fue publicado por primera vez en el Biulleten Oppozitsii, nº 25-26, noviembre-diciembre de 1931.

 

El objeto de estas líneas es indicar el sesgo, siquiera a grandes rasgos, que toma actualmente la situación política mundial debido a las contradicciones complicadas y agudizadas por la grave crisis comercial, industrial y financiera. Las consideraciones rápidamente bosquejadas más adelante están lejos de abarcar todos los países y todos los problemas, y serán posteriormente el objeto de un estudio colectivo y serio.

1. La revolución española ha creado las premisas políticas generales para la lucha directa del proletariado por el poder. Las tradiciones sindicalistas del proletariado español se han revelado inmediatamente como uno de los principales obstáculos en el desarrollo de la revolución. Los acontecimientos han cogido desprevenida a la Internacional Comunista. El partido comunista, totalmente impotente al principio de la revolución, ha adoptado una posición errónea en todas las cuestiones fundamentales. La experiencia española ha mostrado -recordémoslo- que la dirección actual de la Internacional Comunista es un terrible instrumento de desorganización de la conciencia revolucionaria de los obreros de vanguardia. El retraso extraordinario de la vanguardia proletaria con respecto al desarrollo de los acontecimientos, la dispersión en el nivel político de las luchas heroicas de las masas obreras, la asistencia mutua que se prestan de hecho el anarcosindicalismo y la socialdemocracia, son los principales factores políticos que han permitido a la burguesía republicana aliada a la socialdemocracia poner en pie un aparato represivo y, golpeando sucesivamente a las masas sublevadas, concentrar un poder político importante en las manos del gobierno.

Este ejemplo muestra que el fascismo no es en absoluto el único medio de que dispone la burguesía para luchar contra las masas revolucionarias. El régimen que existe hoy en España corresponde esencialmente al concepto de kerenskismo, es decir, el último (o «penúltimo») gobierno de «izquierda» que la burguesía puede sacar a escena en su lucha contra la revolución. Un gobierno de este tipo no significa necesariamente debilidad y postración. En ausencia de un potente partido revolucionario del proletariado, la combinación de seudorreformas, frases de izquierda, gestos todavía más de izquierda y medidas de represión puede rendir a la burguesía más servicios reales que el fascismo.

Es inútil decir que la revolución española no ha terminado aún. No ha cubierto todavía sus tareas más elementales (cuestiones agraria, nacional, religiosa) y está lejos de haber agotado los recursos revolucionarios de las masas populares. La revolución burguesa no podrá dar nada más de lo que ha dado hasta el presente. Desde el punto de vista de la revolución proletaria, la situación actual de España puede ser calificada de prerrevolucionaria. Es bastante probable que el próximo desarrollo de la revolución española se prolongue más o menos. Con ello, el curso de la historia abre un nuevo crédito al comunismo español.

2. La situación en Inglaterra puede igualmente ser calificada, no sin razón, de prerrevolucionaria, con la única condición de admitir que entre una situación prerrevolucionaria y una situación directamente revolucionaria puede mediar un período de varios años, con flujos y reflujos parciales. La situación económica de Inglaterra ha alcanzado un grado de extrema gravedad. Pero la superestructura política de este país ultraconservador va considerablemente retrasada con respecto a los cambios que han tenido lugar en el nivel de la base económica. Antes de lanzar nuevas formas y métodos políticos, todas las clases de la nación inglesa tratan todavía de hurgar en los viejos desvanes, de volver a las viejas costumbres del abuelo y la abuela, etc. El hecho es que, en Inglaterra, no existen de ninguna forma, a pesar del terrible declive nacional, ni un partido revolucionario importante, ni su antípoda, el partido fascista. Esto es lo que ha permitido a la burguesía movilizar a la mayoría del pueblo bajo la bandera «nacional», es decir, bajo la consigna más vacía que existe. En la actual situación prerrevolucionaria, el conservadurismo archiobtuso ha adquirido una preponderancia política gigantesca. Con toda probabilidad hará falta más de un mes, tal vez más de un año, para que la superestructura política llegue a estar de acuerdo con la situación económica e internacional real del país.

No hay ninguna razón para pensar que el hundimiento del bloque «nacional» -y tal hundimiento es inevitable a más o menos corto plazo- provocará inmediatamente, bien la revolución proletaria (no puede haber, evidentemente, otra revolución en Inglaterra), bien el triunfo del «fascismo». Por el contrario, es mucho más probable que, en la vía hacia el desenlace revolucionario, Inglaterra conozca un largo período de demagogia radical democrática, social y pacifista, al estilo de Lloyd, George y del Labour Party. El desarrollo histórico de Inglaterra ofrecerá todavía, sin duda alguna, un respiro importante al comunismo británico para que se transforme en un auténtico partido del proletariado, cuando ya el desenlace se anuncie como muy próximo. Eso no implica en absoluto que pueda continuar perdiendo su tiempo en experiencias peligrosas y en zigzags centristas. En la actual situación mundial, el tiempo es la más preciosa de las materias primas.

3. Francia, a la que los sabios de la Internacional Comunista habían situado, hace un año y medio o dos, «en primera fila del ascenso revolucionario», aparece de hecho como el país más conservador de Europa y puede ser que también del mundo entero. La solidez relativa del régimen capitalista francés se explica, en gran medida, por su carácter atrasado. La crisis se ha manifestado menos violentamente que en los demás países. En el terreno financiero, París tiende incluso a igualar a Nueva York. La «prosperidad» financiera actual de la burguesía francesa encuentra su causa inmediata en el saqueo organizado en Versalles. Pero la paz de Versalles disimula la amenaza principal para todo el régimen de la república francesa. Existe una contradicción flagrante, que conducirá inevitablemente a una explosión, entre la cifra de la población, las fuerzas productivas y la renta nacional francesas, por una parte, y su lugar a escala internacional, por otra. Para mantener su efímera hegemonía, Francia, tan «nacional» como radicalsocialista, está obligada a apoyarse en las fuerzas más reaccionarias del mundo entero, en las formas de explotación más arcaicas, en la inmunda camarilla rumana, en el régimen corrompido de Pi1sudski, en la dictadura de la junta militar en Yugoslavia; está obligada a defender la partición de la nación alemana (Alemania y Austria) y el corredor polaco en Prusia oriental, a ayudar a la intervención japonesa en Manchuria, a excitar a la camarilla militar japonesa contra la URSS, a aparecer como el enemigo principal del movimiento de liberación de los pueblos coloniales, etc. La contradicción entre el papel de segundo plano de Francia en la economía mundial y sus privilegios y sus pretensiones monstruosas en política mundial aparecerá cada día más claramente, acumulará los peligros, conmoverá su estabilidad interior, suscitará la inquietud y el descontento de las masas populares y provocará cambios políticos cada vez más profundos. Estos procesos aparecerán verdaderamente en las próximas elecciones legislativas.

Pero, por el otro lado, todo permite suponer que, en ausencia de acontecimientos importantes fuera del país (la victoria de la revolución en Alemania o, al contrario, la victoria del fascismo), las relaciones interiores en la misma Francia evolucionarán de un modo relativamente «armonioso». lo que permitirá al comunismo beneficiarse de un período importante de preparación para reforzarse hasta la aparición de una situación prerrevolucionaria y revolucionaria.

4. En los Estados Unidos, que es el país capitalista más poderoso, la crisis actual ha puesto al desnudo con una violencia asombrosa contradicciones sociales aterradoras. Los Estados Unidos han pasado sin transición de un período de prosperidad inaudita, que produjo estupefacción en el mundo entero por un fuego de artificio de millones y miles de millones de dólares, al paro de millones de personas, a un período de miseria biológica espantosa para los trabajadores. Una sacudida social tan importante no puede dejar de marcar la evolución política del país. Hoy resulta todavía difícil, al menos desde lejos, determinar cuál puede ser la importancia de la radicalización de las masas obreras americanas. Se puede suponer que las masas mismas se han visto hasta tal punto sorprendidas por la crisis coyuntural catastrófica, hasta tal punto aplastadas y aturdidas por el paro o por el miedo al paro, que no han logrado todavía sacar las conclusiones políticas más elementales del infortunio que se ha abatido sobre ellas, Pero las conclusiones serán sacadas. La crisis económica gigantesca, que ha tomado el aspecto de una crisis social, se transformará inevitablemente en una crisis de la conciencia política de la clase obrera americana. Es totalmente posible que la radicalización revolucionaria de amplias capas obreras se produzca no cuando la coyuntura esté en el punto más bajo, sino, al contrario, cuando se dirija hacia una recuperación y un nuevo ascenso. De una forma u otra, la crisis actual abrirá una nueva era en la vida del proletariado y el pueblo americano en su conjunto. Podemos esperar serios trastornos y arreglos de cuentas en el seno de los partidos dirigentes, nuevas tentativas de crear un tercer partido, etc. El movimiento sindical, desde los primeros síntomas de cambio de la coyuntura, sentirá vivamente la necesidad de arrancarse el torniquete de la burocracia corrompida de la AFL. Simultáneamente, el comunismo verá abrirse ante él inmensas posibilidades.

En el pasado, América ha conocido ya en varias ocasiones explosiones violentas de movimientos de masas revolucionarios o semirrevolucionarios. Estos movimientos volvían a caer rápidamente cada vez, bien porque América entraba en un nuevo periodo de ascenso económico impetuoso, bien porque esos movimientos se caracterizaban por el empirismo grosero y la impotencia teórica. Estos dos fenómenos pertenecen ahora al pasado. Un nuevo ascenso económico (no podemos excluirlo de antemano) deberá apoyarse no sobre un «equilibrio» interior, sino sobre el actual caos económico mundial. El capitalismo americano entrará en una fase de imperialismo monstruoso, de carrera armamentista, de injerencia en los asuntos del mundo entero, de sacudidas militares y de conflictos. Por otra parte, las masas radicalizadas del proletariado americano encuentran en el comunismo -o, para ser más exactos, encontrarán si se desarrolla una política correcta- no ya la vieja mezcla de empirismo, misticismo y charlatanería, sino una doctrina fundamentada científicamente y que está a la altura de los acontecimientos. Estos cambios radicales permiten prever con certidumbre que la crisis revolucionaria en el proletariado americano, crisis inevitable y relativamente próxima, no será ya simplemente una llamarada, sino el comienzo de un verdadero incendio revolucionario. El comunismo americano puede marchar con seguridad hacia su glorioso porvenir.

5. La aventura zarista en Manchuria ha estado en el origen de la guerra ruso-japonesa, y la guerra estuvo en el origen de la revolución de 1905. Actualmente, la aventura japonesa en Manchuria puede llevar a la revolución en el Japón.

A principios del siglo, el régimen feudal y militar servía todavía satisfactoriamente a los intereses del joven capitalismo japonés. Pero durante el primer cuarto del siglo xx, el desarrollo capitalista ha provocado una extraordinaria desagregación de las viejas formas sociales y políticas. El Japón, después de esta época, se ha embarcado ya varias veces en el camino de la revolución. Pero faltaba una clase revolucionaria potente, capaz de hacer frente a las tareas nacidas del desarrollo. La aventura de Manchuria puede acelerar el derrumbamiento revolucionario del régimen japonés.

La China actual, por muy debilitada que esté por las camarillas del Kuomintang, es profundamente distinta de la China que Japón, siguiendo a las potencias europeas, había violado en el pasado. China no está capacitada para rechazar inmediatamente el cuerpo expedicionario japonés, pero la conciencia nacional y la actividad del pueblo chino han crecido considerablemente: centenares de miles, millones de chinos han hecho el aprendizaje de las armas. Van a improvisar armas cada vez más nuevas. Los japoneses se sentirán sitiados. Los ferrocarriles servirán mucho más para objetivos militares que para objetivos económicos. Habrá que enviar cada vez más tropas. Cobrando mayor amplitud, la expedición a Manchuria agotará el organismo económico del Japón, reforzará el descontento interior, agravará las contradicciones y acelerará por este medio la crisis revolucionaria.

6. En China, la necesidad de defenderse contra la intervención imperialista tendrá también serias consecuencias políticas en el interior del país. El régimen del Kuomintang ha surgido del movimiento nacional revolucionario de las masas, al que ha utilizado en su provecho y que después ha sido estrangulado por los militaristas burgueses (con el concurso de la burocracia stalinista). Es precisamente por esta razón por lo que el régimen actual, vacilante y minado por sus contradicciones, es incapaz de toda iniciativa militar revolucionaria. La necesidad de defenderse contra los invasores japoneses se volverá cada vez más contra el régimen del Kuomintang y alimentará un estado de espíritu revolucionario entre las masas. En estas condiciones, la vanguardia proletaria puede recuperar la ocasión tan trágicamente perdida en 1924-1927.

7. Los acontecimientos actuales en Manchuria prueban especialmente la total ingenuidad de los señores que exigían de la Unión Soviética el simple retorno a China del ferrocarril de China oriental. Eso significaría entregárselo deliberadamente al Japón, en cuyas manos se convertiría en un instrumento de primera importancia tanto contra China como contra la URSS. Lo que retenía hasta el momento a las camarillas militares de Japón de intervenir en Manchuria, y lo que puede mantenerlas hoy dentro de los límites de la prudencia, es precisamente el hecho de que el ferrocarril de China oriental sea propiedad de los soviets.

8. La aventura de Japón en Manchuria ¿no comporta el riesgo de desembocar en una guerra contra la URSS? Evidentemente, esto no está excluido, por muy prudente y razonable que sea la política del gobierno soviético. Manifiestamente, las contradicciones internas del Japón feudal y capitalista han hecho perder el equilibrio a su gobierno. Los instigadores (Francia) no han faltado. Y la experiencia histórica del zarismo en el Extremo Oriente nos ha enseñado de lo que es capaz una monarquía militar burocrática que ha perdido su equilibrio.

La lucha que se desata en el Extremo Oriente no es una lucha por los ferrocarriles; es el destino de toda China lo que está en juego. En esta lucha histórica gigantesca, el gobierno soviético no puede permanecer neutral; no puede tener la misma actitud con respecto a China que con respecto a Japón. Debe alinearse entera y totalmente al lado del pueblo chino. Sólo el apoyo indestructible del gobierno soviético a la lucha de liberación de los pueblos oprimidos puede proteger eficazmente a la Unión Soviética de los ataques provenientes del Este, de parte del Japón, de Inglaterra, de Francia y de los Estados Unidos.

La forma que tome la ayuda del gobierno soviético a la lucha del pueblo chino en el próximo período dependerá de las circunstancias históricas concretas. Pero habría sido tan estúpido entregar por las buenas el ferrocarril de China oriental al Japón como subordinar toda la política en Extremo Oriente al problema del ferrocarril de China oriental. Todo demuestra que la conducta de la camarilla militar japonesa tiene en torno a este punto un carácter claramente provocador. El gobierno francés se encuentra directamente en el origen de esta provocación, que intenta atar las manos de la Unión Soviética en Oriente. El gobierno soviético no debe mostrar sino más reserva y perspicacia.

Las condiciones fundamentales de Oriente: inmensos territorios, masas innumerables, atraso económico, confieren a todo este proceso un carácter lento, dilatado, serpenteante. Ningún peligro inmediato o grave, proveniente del Extremo Oriente, amenaza en todo caso la existencia de la Unión Soviética. En un futuro inmediato van a producirse importantes acontecimientos en Europa. Si bien Europa ofrece grandes posibilidades, presenta también peligros muy amenazadores. Por el momento, sólo Japón tiene las manos atadas en el Extremo Oriente. Es necesario que la Unión Soviética conserve las manos libres.

9. La situación de Alemania destaca claramente sobre el fondo político mundial que, sin embargo, está lejos de ser pacífico. Las contradicciones económicas y políticas se han agudizado de forma inaudita. El desenlace está próximo. Ha sonado la hora en que la situación prerrevolucionaria debe convertirse en revolucionaria o en contrarrevolucionaria. El giro que tome el desenlace de la crisis alemana determinará para muchos años no solamente el destino de Alemania (lo que ya es mucho), sino también el destino de Europa y del mundo entero.

La construcción del socialismo en la URSS, el curso de la revolución española, la evolución de una situación prerrevolucionaria en Inglaterra, el porvenir del imperialismo francés, la suerte del movimiento revolucionario en la India y en China, todo esto nos lleva directamente a la pregunta: ¿quién vencerá en Alemania en el curso de los próximos meses, el comunismo o el fascismo?

10. Después de las elecciones al Reichstag de septiembre del año pasado la dirección del partido comunista alemán afirmaba que el fascismo había alcanzado su punto culminante y que iba a derrumbarse rápidamente, dejando el campo libre a la revolución proletaria. La Oposición Comunista de Izquierda (los bolcheviques-leninistas) se burlaba entonces de este optimismo irreflexivo. El fascismo es el producto de dos factores: una crisis social aguda, por una parte, y la debilidad revolucionaria del proletariado alemán, por otra. La debilidad del proletariado, a su vez, se descompone en dos elementos: el papel histórico particular de las socialdemocracia, ese representante siempre poderoso del capital en las filas del proletariado, y la incapacidad de la dirección centrista del partido comunista para agrupar a los obreros bajo la bandera de la revolución.

El factor subjetivo es para nosotros el partido comunista, ya que la socialdemocracia constituye un obstáculo objetivo que hay que apartar. Efectivamente el fascismo volaría en pedazos si el partido comunista fuese capaz de unir a la clase obrera, transformándola así, en un potente imán revolucionario para el conjunto de las masas oprimidas del pueblo. Pero las carencias políticas del partido comunista no han hecho sino aumentar desde las elecciones de septiembre: las frases vacías sobre el «socialfascismo», los coqueteos con el chovinismo, imitación del verdadero fascismo, para competir con este último en su propio terreno, la aventura criminal del «referéndum rojo», todo esto impide al partido convertirse en el dirigente del proletariado y el pueblo. En estos últimos meses, no ha reunido tras de su bandera más que a los elementos a los que la formidable crisis empujaba casi a la fuerza a sus filas. La socialdemocracia, a pesar de las condiciones políticas desastrosas para ella, ha conservado, gracias a la ayuda del partido comunista, a la mayoría de sus partidarios, y aguanta por el momento con pérdidas realmente importantes pero, a pesar de ello, secundarias. En cuanto al fascismo, ha dado desde septiembre del año pasado un nuevo y gigantesco salto adelante, no importa lo que puedan decir Thaelmann, Remmele y los otros, confirmando las previsiones de los bolcheviques-leninistas. La dirección de la Internacional Comunista no ha sabido preverlo ni evitarlo. No hace más que registrar las derrotas. Sus resoluciones y otros documentos no son, ¡ay! mas que la fotografía del trasero del proceso histórico.

11. Ha sonado la hora de la decisión. Sin embargo, la dirección de la Internacional Comunista no quiere o, más exactamente, teme darse cuenta del verdadero carácter de la situación mundial actual. El presidium de la Internacional Comunista no se cansa de publicar hojas de agitación vacías. El partido dirigente de la Internacional Comunista, el Partido Comunista de la Unión Soviética, no ha tomado ninguna posición. Se diría que «los jefes del proletariado mundial» se han tragado la lengua. Se refugian en el silencio. Se preparan para emboscarse y confían así en esperar a que pasen los acontecimientos. Han sustituido la política de Lenin... por la política del avestruz. Nos acercamos a uno de los momentos más cruciales de la historia: la Internacional Comunista ha cometido ya una serie de errores graves pero «parciales» que han conmovido y barrido las fuerzas acumuladas durante sus cinco primeros años de existencia; hoy se arriesga a cometer un error fundamental y fatal que puede eliminarla del mapa político como factor revolucionario para todo un período histórico.

¡Que los ciegos y los cobardes no se den cuenta! ¡Que los calumniadores y los periodistas a sueldo de los stalinistas nos acusen de colusión con la contrarrevolución! Todos saben que la contrarrevolución no es lo que refuerza el imperialismo mundial, sino lo que estorba la digestión del funcionario comunista. La calumnia no asusta a los bolcheviques-leninistas, no les detiene en el cumplimiento de su deber revolucionario. No hay que dejar pasar nada en silencio, no hay que disimular nada. Hay que decir a los obreros de vanguardia con voz alta y clara: después del «tercer período» de aventurismo y fanfarronadas, he aquí el «cuarto período», de pánico y capitulación.

12. Si se traduce en lenguaje claro el silencio de los dirigentes actuales del Partido Comunista de la Unión Soviética, significa: «Dejadnos tranquilos». Las dificultades económicas y sociales no allanadas se acentúan. La desmoralización del aparato, consecuencia inevitable de un régimen plebiscitario, ha tomado dimensiones amenazantes. Las relaciones políticas, fundamentalmente las relaciones dentro del partido y las relaciones entre el aparato desmoralizado y las masas dispersas, están tensas hasta estallar. Toda la sabiduría del burócrata consiste en esperar y en hacer que las cosas se prolonguen por más tiempo. La situación en Alemania está manifiestamente preñada de trastornos, en los que el aparato stalinista se fija antes que en ninguna otra cosa. «¡Dejadnos en paz! Dejadnos zafarnos de nuestras contradicciones internas, que están tan exacerbadas. Allá abajo... ya veremos.» Éste es el estado de animo de las esferas dirigentes de la fracción stalinista. Esto es lo que esconde el silencio escandaloso de los «jefes», en el momento en que su deber revolucionario más elemental exigía de ellos que se pronunciasen de forma clara y precisa.

13. No hay nada de sorprendente en que el silencio miedoso de la dirección moscovita haya provocado el pánico de los dirigentes berlineses. Hoy, cuando hay que prepararse para conducir a las masas hacia combates decisivos, la dirección del partido comunista alemán manifiesta su desarraigo, tergiversa y se escurre con frases vacías. Esta gente no tiene la costumbre de afrontar sus responsabilidades. Hoy, suenan con demostrar, poco importa cómo, que el «marxismo-leninismo» exige rechazar el combate.

No parece que, sobre este punto, hayan encontrado ya una teoría acabada. Pero está en el aire. Se transmite de boca en boca, y transpira en los artículos y en los discursos. El sentido de esta teoría es el siguiente: el fascismo crece de forma irresistible; su victoria es en todo caso inevitable, será mejor retirarse prudentemente y dejar al fascismo tomar el poder y comprometerse. Y entonces -¡oh, entonces!- apareceremos nosotros.

La postración y el derrotismo han sucedido al aventurismo y la ligereza, conforme a las leyes de la psicología política. La victoria de los fascistas, que se declaraba impensable hace un año, es considerada ya hoy como segura. Un Kuusinen cualquiera, aconsejado entre bastidores por un Radek cualquiera, prepara para Stalin una fórmula estratégica genial: retirarse en el momento oportuno, retirar las tropas revolucionarias de la línea de fuego, tender una trampa a los fascistas en forma de... poder gubernamental.

Si esta teoría fuese definitivamente adoptada por el partido comunista alemán y determinase su curso político en los próximos meses, seria por parte de la Internacional Comunista una traición de una amplitud histórica igual al menos a la de la socialdemocracia el 4 de agosto de 1914, con consecuencias todavía más espantosas.

El deber de la Oposición de Izquierda es hacer sonar la alarma: la dirección de la Internacional Comunista lleva al proletariado alemán hacia una catástrofe gigantesca: la capitulación en medio del pánico ante el fascismo.

14. La llegada al poder de los «nacionalsocialistas» significará sobre todo el exterminio de la élite del proletariado alemán, la destrucción de sus organizaciones y la pérdida de confianza en sus propias fuerzas y en su porvenir. Como las contradicciones y los antagonismos han alcanzado en Alemania un grado extremo de gravedad, el trabajo infernal del fascismo italiano aparecerá como una experiencia realmente pálida y casi humanitaria en comparación con los crímenes de los que será capaz el nacionalsocialismo alemán. ¿Retroceder? dicen ustedes, profetas ayer del «tercer periodo». Los jefes y las instituciones pueden batirse en retirada. Las personas aisladas pueden esconderse. Pero la clase obrera no sabrá adónde retroceder ni en dónde esconderse del poder fascista. En efecto, si se admite como posible lo monstruoso e increíble, es decir, que el partído se retire efectivamente de la lucha y entregue así al proletariado a su enemigo mortal, esto no puede significar más que una cosa: estallarán luchas salvajes no antes de la llegada de los fascistas al poder, sino después, es decir, en condiciones cien veces más favorables al fascismo que hoy. La lucha del proletariado, traicionado por su propia dirección, cogido de improviso, desorientado y desesperado, contra el régimen fascista se transformará en una serie de convulsiones terribles, sangrientas e irreparables. Diez sublevaciones proletarias, diez derrotas sucesivas debilitarían y agotarían menos a la clase obrera alemana que su retroceso hoy ante el fascismo, cuando la cuestión de saber quién va a ser el amo en Alemania no está todavía resuelta.

15. El fascismo no está todavía en el poder. El camino del poder no está abierto todavía para él. Los jefes fascistas tienen todavía miedo de arriesgarse al golpe: comprenden que la apuesta es difícil, y que va en ella su cabeza. En estas condiciones, sólo un estado de ánimo capitulacionista en las altas instancias comunistas puede simplificarles y facilitarles la tarea de forma inesperada.

Hoy, incluso los círculos influyentes de la burguesía dudan de la experiencia fascista, porque no desean ni una sublevación ni una larga y terrible guerra civil; la política capitulacionista del comunismo oficial, que abre la vía del poder al fascismo, provoca el riesgo de hacer inclinarse del lado del fascismo a las clases medias, a las capas todavía vacilantes de la pequeña burguesía e incluso a sectores enteros del proletariado.

Está claro que, un día u otro, el fascismo triunfante caerá víctima de las contradicciones objetivas y de su propia inconsistencia. Pero, en un futuro más inmediato, en los próximos diez o veinte años, la victoria del fascismo en Alemania provocaría una ruptura en la herencia revolucionaria, el naufragio de la Internacional Comunista, el triunfo del imperialismo mundial en sus formas odiosas y sangrientas.

16. La victoria del fascismo implicaría forzosamente una guerra contra la URSS.

Sería una verdadera estupidez pensar que, una vez en el poder, los nacionalsocialistas alemanes se lanzarían primero a una guerra contra Francia o contra Polonia. Durante todo el primer período de su dominación, la guerra civil contra el proletariado alemán atará las manos al fascismo en su política exterior. Hitler tendrá tanta necesidad de Pi1sudski como Pi1sudski de Hitler. Se convertirán los dos en instrumentos de Francia. La burguesía francesa teme ahora la llegada al poder de los fascistas alemanes como un salto a lo desconocido; pero el día de la victoria de Hitler, la reacción francesa, tanto «nacional» como radical-socialista, apostará enteramente por el fascismo alemán.

Ningún gobierno «normal», parlamentario burgués, puede arriesgarse actualmente a una guerra contra la URSS: esta empresa estaría preñada de inmensas complicaciones interiores. Pero si Hitler llega al poder, si aplasta en un primer momento a la vanguardia de los obreros alemanes, si dispersa y desmoraliza para años al proletariado en su conjunto, el gobierno fascista será el único gobierno capaz de emprender una guerra contra la URSS. No es preciso decir que formará un frente común con Polonia, Rumania, los otros estados limítrofes y con Japón en Extremo Oriente. En esta empresa, el gobierno de Hitler aparecerá como el simple ejecutante del capital mundial. Clemenceau, Millerand, Lloyd George, Wilson, no podían emprender una guerra directamente contra la Unión Soviética, pero han podido apoyar durante tres años a los ejércitos de Kolchak, Denikin y Wrangel. En caso de victoria, Hitler se convertiría en el superWrangel de la burguesía mundial.

Es inútil, e incluso imposible, intentar hoy adivinar cuál sería el final de este duelo gigantesco. Peto es evidente que si la guerra de la burguesía mundial contra los soviets estallase después de la llegada de los fascistas al poder en Alemania, esto implicaría para la URSS un aislamiento terrible y una lucha a muerte en las más penosas y peligrosas condiciones. El aplastamiento del proletariado alemán por los fascistas comportaría ya, al menos en un cincuenta por cien, el aplastamiento de la república soviética.

17. Pero, antes de que la cuestión sea trasladada a los campos de batalla europeos, debe resolverse en Alemania. Es por esto por lo que afirmamos que la clave de la situación está en Alemania. ¿En manos de quién? Por el momento, todavía en manos del partido comunista. Todavía no la ha dejado escapar. Pero todavía puede perderla, y su dirección le empuja por ese camino.

Todos los que predican un «repliegue estratégico», es decir, la capitulación, todos los que toleran semejante propaganda son traidores. Los propagandistas de la retirada ante los fascistas deben ser considerados como agentes inconscientes del enemigo en las filas del proletariado. El deber revolucionario elemental del partido comunista alemán le obliga a decir: el fascismo no puede llegar al poder más que por medio de una guerra civil a muerte, despiadada y destructora. Los obreros comunistas deben comprender esto sobre todo. Los obreros socialdemócratas, sin partido, el proletariado en su conjunto debe comprenderlo. El Ejército Rojo debe comprenderlo por adelantado.

18. La lucha, ¿es desesperada? En 1923, Brandler exageró terriblemente la fuerza del fascismo y, con ello, trataba de justificar la capitulación. El movimiento obrero mundial ha sufrido las consecuencias de esta estrategia hasta el momento actual. La capitulación histórica del partido comunista alemán y de la Internacional Comunista en 1923 está en el origen del crecimiento del fascismo. El fascismo alemán representa hoy una fuerza política infinitamente más poderosa que hace ocho años. Hemos puesto en guardia sin descanso contra una subestimación del peligro fascista, y no seremos nosotros quienes neguemos ahora ese peligro. Es por esto por lo que podemos y debemos decirles a los obreros revolucionarios alemanes: vuestros jefes caen de un extremo al otro. 

Por el momento, la fuerza principal de los fascistas se limita a su número. En efecto, recogen numerosos votos en las elecciones. Pero la papeleta del voto no es decisiva en la lucha de clases. El ejército principal del fascismo está siempre constituido por la pequeña burguesía y las nuevas capas medias: los pequeños artesanos y comerciantes de las ciudades, los funcionarios, los empleados, el personal técnico, la intelectualidad, los campesinos arruinados. Sobre la balanza de la estadística electoral, 1.000 votos fascistas pesan tanto como 1.000 votos comunistas. Pero sobre los platillos de la balanza de la lucha revolucionaria, 1.000 obreros de una gran empresa representan una fuerza mucho más grande que la de 1.000 funcionarios, empleados de ministerios, con sus mujeres y sus suegras. La masa fundamental de los fascistas está compuesta de polvareda humana.

En la revolución rusa, los socialistas revolucionarios eran el partido de los grandes números. En los primeros tiempos, todos aquellos que no eran burgueses conscientes u obreros conscientes votaban por ellos. Incluso en la Asamblea Constituyente, es decir, después de la revolución de Octubre, los socialistas revolucionarios tenían todavía la mayoría. También se consideraban como un gran partido nacional. De hecho, no eran más que un gran cero nacional.

No tenemos la intención de poner un signo de igualdad entre los socialistas revolucionarios rusos y los nacionalsocialistas alemanes. Pero tienen indiscutiblemente rasgos comunes, esenciales para aclarar nuestro problema. Los socialistas revolucionarios eran el partido de las esperanzas populares confusas. Los nacionalsocialistas son el partido de la desesperación nacional. La pequeña burguesía pasa muy fácilmente de la esperanza a la desesperación, arrastrando tras de sí a una parte del proletariado. La masa principal de los nacionalsocialistas, como la de los socialistas revolucionarios, es polvareda humana.

19. Cediendo al pánico, nuestros mezquinos estrategas olvidan lo principal: la superioridad social y combativa del proletariado. Sus fuerzas no están gastadas. No solamente es capaz de luchar, sino también de vencer. Las discusiones sobre el descorazonamiento que, según se dice, reina en las empresas, reflejan generalmente el descorazonamiento de los observadores mismos, es decir, de los funcionarios desconcertados del partido, Pero hay que tener en consideración el hecho de que los obreros no pueden dejar de sentirse turbados por la compleja situación y la confusión reinante en la cumbre. Los obreros saben que una gran lucha exige una dirección firme. No les asustan ni la fuerza de los fascistas ni la necesidad de una lucha difícil. Lo que les inquieta es la falta de firmeza y la inestabilidad de la dirección, sus vacilaciones en el momento crucial. Cuando el partido eleve su voz con seguridad, firmeza y claridad, no habrá más huellas de abatimiento ni de descorazonamiento en las fábricas.

20. Es indiscutible que los fascistas disponen de cuadros formados para el combate y de destacamentos de choque experimentados. No hay que tomarlo a la ligera: los «oficiales» juegan un gran papel incluso en el ejército de la guerra civil. Pero no son los oficiales, sino los soldados quienes deciden la suerte de la batalla. Y los soldados del ejército proletario son infinitamente superiores, más seguros y mas dueños de si mismos que los soldados del ejército de Hitler.

Después de la toma del poder, el fascismo encontrará fácilmente a sus soldados. Con la ayuda del aparato del estado se puede formar un ejército a partir de los hijos de la burguesía, los intelectuales, los empleados de oficinas, los obreros desmoralizados, los lumpenproletarios, etc. El fascismo italiano es un buen ejemplo. De todos modos, hay que hacer la precisión de que la milicia fascista italiana no ha probado todavía su valor militar en una escala histórica seria. Por el momento, el fascismo alemán no está todavía en el poder. Tiene que conquistarlo enfrentándose al proletariado. ¿Es posible que el partido comunista utilice en este combate cuadros inferiores a los del fascismo? ¿Y se puede admitir siquiera por un instante que los obreros alemanes, que detentan los poderosos medios de producción y de transporte, que, por sus condiciones de trabajo, forman el ejército del hierro, del carbón, del ferrocarril, de la electricidad, no probarán en el momento decisivo su inmensa superioridad sobre la polvareda humana de Hitler?

La idea que se hace el partido o la clase de la correlación de fuerzas en el país es un elemento importante de su propia fuerza. En toda guerra, el enemigo intenta imponer una imagen exagerada de sus fuerzas. Este era uno de los secretos de la estrategia de Napoleón. Hitler, en todo caso, miente tan bien como Napoleón. Pero sus fanfarronadas no se convierten en un factor militar más que a partir del momento en que los comunistas se las creen. Hoy es importante sobre todo apreciar las fuerzas de manera realista. ¿Con quién pueden contar los nacionalsocialistas en las fábricas, en los ferrocarriles, en el ejército, cuántos oficiales organizados y armados tienen? Un análisis preciso de la composición social de los dos campos, el recuento permanente y atento de las fuerzas, estas son las fuentes infalibles del optimismo revolucionario.

La fuerza de los nacíonalsocialistas en la actualidad no reside tanto en su propio ejercito como en la división que reina en el seno del ejército de su enemigo mortal. Son precisamente la realidad y el crecimiento del peligro fascistas su carácter inminente, la conciencia de la necesidad de apartar cueste lo que cueste este peligro, lo que empuja a los obreros a unirse para defenderse. La concentración de las fuerzas proletarias se hará tanto más rápidamente y con mayor éxito cuanto más sólido sea el pivote de este proceso, es decir, el partido comunista. La clave de la situación está ahora en sus manos. ¡Ay de él si la deja escapar!

En estos últimos años, los funcionarios de la Internacional Comunista gritaban a propósito de todo, y a veces por razones realmente fútiles, que un peligro militar amenazaba directamente a la URSS. Hoy en día, este peligro se está volviendo de todo punto real y concreto. Todo obrero revolucionario debe considerar como un axioma la afirmación siguiente: el intento de los fascistas de apoderarse del poder en Alemania debe traer consigo una movilización del Ejército Rojo. Para el estado proletario, se tratará de la autodefensa revolucionaría en el pleno sentido del término. Alemania no es solamente Alemania. Es el corazón de Europa. Hitler no es solamente Hitler. Puede convertirse en un superWrangel. Pero el Ejército Rojo no es solamente el Ejército Rojo. Puede convertirse en el instrumento de la revolución proletaria mundial.

Postscriptum
 

La obra ¡Contra el comunismo nacional! del autor de estas líneas, ha encontrado algunas aprobaciones equívocas por parte de la prensa socialdemócrata y democrática. Sería no sólo extraño sino paradójico que, en el momento en que el fascismo alemán ha utilizado con tanto éxito los errores más groseros del comunismo alemán, los socialdemócratas no intentasen utilizar la crítica franca y violenta de estos errores.

Es innecesario decir que la burocracia stalinista de Moscú y de Berlín se ha apoderado de los artículos de la prensa socialdemócrata y democrática consagrados a nuestro folleto como de un verdadero regalo del cielo: por fin tienen la «prueba» de nuestro frente único con la socialdemocracia y la burguesía. Estos individuos que han hecho la revolución china cogidos de la mano de Chiang Kai-chek, la huelga general en Inglaterra con Purcell, Citrine y Cook -¡aquí no se trata de artículos, sino de gigantescos acontecimientos históricos!- se ven obligados a limitarse con gritos de alegría a los incidentes de una polémica de prensa. Sin embargo, no tememos una confrontación ni siquiera en este terreno. Hay que razonar y no emitir ladridos, analizar y no agobiar con injurias.