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Escritos de León Trotsky (1929-1940)

Contribución a una discusión sobre las concepciones teóricas fundamentales de la Liga Comunista Internacional

Contribución a una discusión sobre las concepciones teóricas fundamentales de la Liga Comunista Internacional

Contribución a una discusión sobre las concepciones teóricas fundamentales de la Liga Comunista Internacional[1]

 

 

4 de diciembre de 1933

 

 

 

1. Sin ninguna duda la vieja controversia "entre Lenin y Trotsky" sobre las perspectivas de la Revolu­ción Rusa no reviste más que un interés histórico, y de ningún modo los miembros de la Oposición de Izquier­da están obligados a tomar partido. No obstante, el que quiera asumir una posición definida tiene que analizar el problema en relación con la situación concreta de la lucha de clases y de los agrupamientos revolucionarios de la Rusia de esa época.

2. De las viejas disputas, que atravesaron varias etapas, los epígonos dedujeron unas cuantas reglas de estrategia revolucionaria y las plantearon haciendo una antítesis entre leninismo y trotskismo. Pero éste ya no es un problema histórico sino del presente y del futuro. El camarada L.P. se declara (por lo menos en principio) de acuerdo con las posiciones estratégicas que los stalinistas llaman "trotskismo", que constituyen en realidad la aplicación del marxismo a las condiciones actuales. Como lo demostró la experiencia, esta solidaridad es mucho más importante que las diferencias de opinión sobre una cuestión superada hace mucho.

3. Sin embargo, cuando el camarada L.P. se refiere en sus tesis a la controversia histórica comete algunos errores. "En realidad -escribe- quienes derrocaron al zarismo fueron de hecho las masas obreras y campesinas." Aquí ve la prueba de que la posición de Lenin era correcta, en contra de la mía. Sin embargo, sobre este punto no había diferencias entre nosotros. Ya en la polémica con Radek,[2] traté de señalar que toda "gran" revolución, es decir toda verdadera revolución popular, fue y es obra de las masas proletarias (preproletarias) y campesinas (pequeñoburguesas). Esta tesis era la base común de la que partía la polémica. El úni­co problema residía en qué clase tomaría la dirección y en consecuencia también el poder. L.P. admite que el proletariado ruso realmente tomó el poder antes que el de Europa occidental, pero señala que esto no sucedió en la "revolución contra el zarismo sino en la segunda revolución, contra la burguesía". ¿Qué impli­ca esto? Los marxistas rusos dignos de tal nombre entendían por revolución burguesa, sobre todo, la solu­ción de la cuestión agraria. Esta concepción básica, que los diferenciaba de los liberales y de los mencheviques, era común a Lenin y a Trotsky (ver las actas del Cuarto Congreso del partido). Ningún pronóstico podía prever que en febrero las clases poseedoras, entre ellas la nobleza con los príncipes incluidos, sacrificarían (temporariamente) a la monarquía en interés de su autoconservación. El problema de la tierra, es decir el de la revolución democrático-burguesa, ocupó luego de la abdicación de Nicolás II[3] el lugar predominante, después del de la guerra, en la vida política. Fue preci­samente en base a esta revolución que el proletariado llegó al poder.

4. Se sigue entonces que en los países que, pese al atraso, como China e India, están divididos en las cla­ses fundamentales (burguesía, pequeña burguesía, proletariado) no se puede llevar a su conclusión la emancipación nacional y la revolución democrático-burguesa sin la dictadura del proletariado. Precisamente en esto reside la continuidad (permanencia) en­tre la revolución burguesa y la socialista. En China la revolución atravesó una serie de etapas, en la India su camino no será menos complicado y tortuoso. Por supuesto, tenemos que seguir y analizar cada etapa. Pero el objetivo del pronóstico estratégico no es deducir las etapas y episodios concretos sino formular la ten­dencia básica del proceso revolucionario. Esa tendencia básica esta indicada en la formulación de la revolución permanente, que se apoya en tres conceptos:

a) La burguesía nacional, que en las etapas iniciales pretende utilizar la revolución en beneficio propio (Kuomintang, Gandhi)[4] a medida que se desarrolla el proceso revolucionario invariablemente se pasa al otro lado de la barricada, junto a las clases feudales y los opresores imperialistas.

b) La pequeña burguesía (campesinado) ya no puede jugar un rol dirigente en la revolución burguesa y, en consecuencia, ya no puede tomar el poder. De aquí el rechazo de la consigna de dictadura democrático-bur­guesa del proletariado y el campesinado.

c) Bajo la dictadura del proletariado, la revolución democrático-burguesa se transforma en revolución socialista, y ésta sólo podrá triunfar totalmente como eslabón de la revolución mundial.

La transgresión de estos principios ya fue muy perniciosa en China, India, Japón y otros países.

5. Según el camarada L.P. el hecho de que, en dieciséis años, el campesinado, contrariamente a los viejos temores de Trotsky, no haya logrado derrocar la dictadura del proletariado refuta la teoría de la revolu­ción permanente. También este argumento se pasa de la raya. Tanto antes como después de la Revolución de Octubre, Lenin dijo docenas de veces que sin el rápido apoyo del proletariado mundial el proletariado ruso sería derrocado. Se trataba de evaluar empíricamente factores numerosos y contradictorios, imposibles de prever según un calendario. Que gracias a una serie de circunstancias el poder soviético se haya mantenido durante dieciséis años en un solo país no constituye una evidencia contra el carácter internacional de la revolución, como tampoco contra el hecho de que la capacidad de resistencia de la dictadura proletaria es menor a medida que el campesinado se hace más numeroso.

6. El camarada L.P. se acerca mucho al argumento de Bujarin,[5] ya largamente refutado, de que a escala internacional la proporción entre obreros y campesinos no es más favorable que dentro de las fronteras de la Unión Soviética. Esto es escolasticismo. Lo que decide no son las fuerzas estadísticas, sino sociales, no es el promedio de obreros en todo el mundo sino el orden en que cada uno de los países se ve arrastrado a la revo­lución. Por ejemplo, si en 1923 la dirección de Brandler no hubiera llevado al desastre la revolución alemana, naturalmente la proporción estadística entre proleta­riado y campesinado a escala mundial no habría cam­biado, pero las fuerzas de la revolución proletaria se habrían multiplicado muchas veces. La Alemania soviética habría empujado a Europa a la revolución. La transformación de Europa en una fortaleza socialista habría cambiado, en todo el mundo, la relación de fuerzas. Los países atrasados habrían entrado a la revolu­ción en las condiciones más favorables, las convulsio­nes contrarrevolucionarias habrían sido infinitamente menos peligrosas.

7. Respecto al problema del socialismo en un solo país, el camarada L.P. hace una cantidad de formula­ciones ambiguas. Comienza trayendo a colación, sin comentarios, la famosa cita de Lenin de 1915 sobre la posibilidad de "el triunfo del socialismo primero en unos pocos países o incluso en un solo país"[6] Como ya se sabe, Stalin basó en esta cita toda su teoría. En la literatura de la Oposición de Izquierda se demues­tra irrebatiblemente que, en éste como en otros casos, Lenin entendía por "triunfo del socialismo" la toma del poder por la clase obrera, es decir, la creación del esta­do socialista no la construcción de la sociedad socialista. ¿Tiene alguna duda sobre este punto el camarada L.P.? La disipará leyendo cuidadosamente la cita.

8. El camarada L.P. intenta reducir la teoría del socialismo en un solo país a una abstracción vacía. Si no se concretan la intervención extranjera ni la contrarre­volución interna, la tecnología de los soviets seguirá avanzando, el nivel de vida y la cultura de las masas continuarán elevándose a ritmo continuado y el socia­lismo se realizará. Pero como el mismo camarada L.P. reconoce, esta posibilidad abstracta no existe, dada la extrema aspereza de los antagonismos de clase a escala mundial. En su opinión, el "atraso" de Rusia no tiene nada que ver. Se puede superar el atraso nacional sin superar la agudización de la guerra de clases en todo el mundo.

Pero ése es justamente el problema. Superar el atraso lleva mucho tiempo; mientras tanto, el desarrollo de la lucha de clases mundial no le garantiza a la URSS un respiro ilimitado. Además, la superación del atraso echa cargas terribles sobre las espaldas de las masas trabajadoras. El hecho de que dieciséis años después de la revolución los trabajadores rusos no tengan lo suficiente para comer asusta a los obreros de otros países, frena el desarrollo de la revolución mundial y aumenta el peligro para la URSS.

9. ¿Cómo hay que entender esa "posibilidad" abstracta de construcción del socialismo en un solo país? Si Rusia estuviera sola en el mundo no se hubiera hecho la revolución en 1917. Si no se tiene en cuenta la economía mundial posterior a la Revolución de Octubre no se puede entender por qué Rusia no volvió al capitalismo. Porque dentro de los marcos de la Unión Soviética el capitalismo ya había agotado de lejos todas sus posibilidades. En el terreno de la producción el régimen soviético recién está "alcanzando" a los países capitalistas. La dictadura del proletariado se mantiene en Rusia porque la economía mundial, de la que formaba parte el capitalismo ruso, llegó a un callejón sin salida. Pero esa misma razón hace que la dictadura esté ame­nazada por un peligro mortal (el fascismo).

10. El problema real "no esté en la posibilidad del socialismo en un solo país sino en la unidad internacional de la lucha de clases revolucionarias". En esta formula L.P. transforma la unidad internacional en una abstracción similar a aquélla a la que redujo antes la construcción del socialismo en un solo país. Si se ense­ña a los obreros que evitando la intervención militar se garantiza el triunfo total y definitivo del socialismo en la URSS, el problema de la revolución mundial pierde importancia y la política exterior no se ocupa más que de prevenir la intervención. De este modo la burocracia stalinista llevó la Comintern a la ruina y puede hacer lo mismo con el estado soviético. En realidad la teoría del socialismo en un solo país y la unidad internacional del proletariado se excluyen recíprocamente.

11. La burocracia de la URSS no es un factor moral ni tecnológico sino social, es decir de clase. La lucha entre las tendencias socialistas y capitalista se expresó fundamentalmente en la oposición entre los intereses sociales representados por el estado y los intereses personales de los consumidores, los campesinos, los empleados públicos y los propios obreros. Dada esta situación, la superación de los antagonismos de clase implica armonizar los intereses sociales de la produc­ción con el interés personal de los consumidores, pero en la etapa actual del proceso el interés personal sigue siendo el motor fundamental de la economía. ¿Se alcan­zó esta armonía? ¡No! El avance del burocratismo refle­ja el avance de la contradicción entre los intereses privados y los sociales. La burocracia, que representa los intereses "sociales", los identifica en gran medida con los suyos propios. Establece la distinción entre lo social y lo privado de acuerdo a sus intereses privados. Esto aumenta la tensión entre las contradicciones y en consecuencia conduce a un mayor burocratismo. En el fondo de estos procesos está el atraso de la URSS y su aislamiento dentro del entorno capitalista.

12. Los empíricos dicen que durante dieciséis años el poder soviético ha hecho grandes avances, y si sigue así seguramente se completará el socialismo. Nosotros replicamos que, "si sigue así", el proceso inevitablemente llevará a una explosión interna, probablemente con la colaboración del exterior, pero incluso sin ésta. Hablando en general, la intervención militar sólo es peligrosa en la medida en que, primero, se encuentre dentro de la Unión Soviética con una extrema agudización de las contradicciones y, segundo, cree una bre­cha para la intervención de las mercancías capitalistas baratas. Ambas condiciones demuestran que el proble­ma del socialismo no se resuelve y, dado que no per­tenece al dominio de la abstracción sino al de la rea­lidad, no se resolverá sin la revolución internacional.

13. Tomándose de estas consideraciones, algunas personas particularmente astutas sacan la conclusión de que les estamos robando sus "perspectivas" a los obreros rusos. Otras van más lejos y nos acusan de ne­gar la utilidad y necesidad de la construcción socialista en la URSS; para qué construir si de todos modos (!) no se logra nada (¡!) No vale la pena responder a tales absurdos. Si digo que el organismo humano no puede vivir sin respirar aire fresco no niego por eso las venta­jas de la nutrición ni la importancia del estómago como órgano digestivo.

14. En cuanto a la URSS y la Comintern, lo que dice el camarada L.P. sobre la dependencia de la Comintern respecto a los intereses de la burocracia soviética es en un todo correcto; al contrario de lo que él afirma, la literatura de la Oposición de izquierda lo señaló repeti­damente. No obstante, aun en esto el camarada L.P. se permite formulaciones ambiguas, si no errores. Así, dice que la burocracia soviética transfirió artificialmente a la Comintern sus controversias internas. Aun dejando de lado los métodos criminales de la burocracia (la liquidación de la crítica, el fraude, la traición, las acusaciones fraguadas, la venalidad), sigue en pie el hecho de que las fracciones internas del partido Comu­nista de la Unión Soviética eran esencialmente de carácter internacional. Esto es especialmente cierto respecto a la Oposición de Izquierda. Es verdad que se desarrolló sobre la base inmediata de los problemas ru­sos: el ritmo de industrialización y el régimen de funcionamiento del partido. Pero también estos problemas adquirieron inmediatamente importancia internacional. El problema del burocratismo afectó directamente a la Comintern. Entré 1924 y 1925 la lucha se centró totalmente en el problema de la revolución alemana (Lec­ciones de Octubre). En 1926 se agudizó alrededor de los problemas del Comité Anglo-Ruso y del golpe de estado de Pilsudski en Polonia. 1927 estuvo totalmente signa­do por la revolución china. Durante todo este lapso peleamos las cuestiones de los "partidos obreros y campesinos"[7] para Oriente, de la Krestintern[8] (de pa­so, ¿qué se hizo de ella?), etcétera. 1928 es el año de la lucha por el programa de la Comintern. 1929-1933: ultraizquierdismo en la política económica de la URSS, "tercer período", revolución española, fascismo. La Oposición Comunista de Derecha (KPO) ignoró los problemas más importantes de la estrategia revolucio­naria internacional, y desgraciadamente esto se refleja hoy de manera muy negativa en la dirección del SAP.

15. Respecto al centrismo, el camarada L.P. comete un error metodológico importante al negarse a recono­cer la división, aparentemente "rusa", del campo comunista en izquierda, centrismo y derecha. En su opinión, en Rusia la derecha es liquidacionista. Sin embargo, en la derecha de Occidente el porcentaje de liquidadores no es grande. "El curso tomado por el mejor sector de la KPO, que a través del SAP se acercó mucho a la Oposición de Izquierda [...] habla por sí mismo." Todas estas consideraciones, independien­temente de si son o no esencialmente correctas, no niegan sino confirman nuestra clasificación, especialmente la división de los centristas en derecha e izquier­da. Para que el SAP se aproximase a las ideas de la Oposición de Izquierda sus dirigentes tuvieron que romper con los brandleristas y sus militantes con el ala izquierda de la socialdemocracia. Sin embargo, ideoló­gicamente, este proceso no ha concluido.

Si el camarada L.P. quiere decir que no todos los brandleristas están perdidos para la revolución, lo admitiremos muy contentos. Para tomar el camino de la revolución (que en las condiciones históricas actuales es el de la nueva internacional) tienen que romper con el centrismo de derecha, especialmente con las peculia­ridades y métodos centristas (el desdén por la teoría, la incomprensión de la organización internacional, el no considerar los problemas de estrategia revolucionaria o suplantarlos por cuestiones tácticas, etcétera).

Hay que dejar establecido como regla general que la antipatía hacia el concepto centrismo o hacia las ulterio­res subdivisiones del centrismo es típica de las tenden­cias que son centristas ellas mismas o no se han libe­rado totalmente de su ambigüedad intelectual.

16. El colapso de la socialdemocracia alemana y del Partido Comunista Alemán inició un período de degeneración, fermentación y recristalización de la vanguardia proletaria. Pero en este caso "fermentación" no significa otra cosa que atravesar etapas de desarrollo intermedias o centristas. Depende de la orientación en que se desenvuelva este movimiento -de izquierda a derecha, de derecha a izquierda, etcétera- que cada caso sea de degeneración o de recristalización revolucionaria. De aquí la necesidad de diferenciar entre el centrismo de derecha y el de izquierda, etcétera. Por supuesto, estos conceptos no son absolutos. Pero, aunque relativos, resultan indispensables para orien­tarse de manera marxista, no vulgar y empírica. La política proletaria no puede prescindir de ellos así como el marino no puede prescindir del mapa y el compás.

17. Tomemos dos ejemplos: el Partido Laborista Noruego (NAP) y el Partido Comunista Independiente de Suecia. El NAP está pasando del centrismo al reformismo. Para dar este paso sin explosiones internas Tranmael necesitó una máscara tras la cual ocultarse. La obtuvo ligándose a los partidos socialistas indepen­dientes de otros países. Hoy, que se siente firmemente asentado en la montura, está comenzando a darles el puntapié a quienes le sostuvieron los estribos, una experiencia de ningún modo nueva.

Constituye un grave error oportunista de los diri­gentes del SAP y el OSP haber firmado junto con Tranmael la resolución de luchar en común por el resurgimiento del movimiento revolucionario (!). Este error es consecuencia de la actitud empírica vulgar hacia el objetivo de nuclear fuerzas y de la falta de caracterización marxista de las tendencias y la orienta­ción del proceso.

El Partido Comunista Independiente de Suecia, por lo que puedo juzgar en base al material sumamente escaso con que cuento, está yendo de la posición de Brandler hacia la izquierda. Está demás decir que todo internacionalista revolucionario debe pelear con todas sus fuerzas para que este proceso lleve a ese partido a acercarse a nosotros y a la actividad en común por los principios de la nueva internacional. Pero es inadmisi­ble confundir esperanzas con hechos y un mañana posible con el día de hoy. El partido sueco votó la misma resolución que Tranmael y se negó a firmar la declaración por la Cuarta Internacional. Aunque en prin­cipio están de acuerdo con la necesidad de una nueva internacional, sus dirigentes consideran "prematura" su proclamación. En realidad, tras esta actitud se esconde una vacilación centrista. Hoy no se trata de proclamar la nueva internacional sino su necesidad y de formular sus principios básicos ante la clase obrera de todo el mundo.

En estas condiciones, el SAP y el OSP, al firmar con una mano la declaración por la nueva internacio­nal y con la otra la declaración conjunta con Tranmael, Balabanov, Paul Louis[9] y otros, impiden que haya la claridad necesaria; dan a los vacilantes un nuevo ejemplo de vacilación; retrasan el desarrollo revolucionario del partido sueco y de muchas otras organizaciones. No es posible guiarse sólo por la ambición de juntar a la mayor cantidad posible de gente. Hay que trabajar con mapa y compás políticos. La cantidad numerosa sólo tiene que resultar de la cualidad de los principios.

18. El camarada L.P. tiene mucha razón cuando insiste en que las secciones de la vieja Oposición de Izquierda tienen que dejar de considerarse solamente como una oposición o como auxiliares de la Oposición rusa. Tienen que actuar como cuadros (como parte de ellos) de los nuevos partidos nacionales y de la nueva internacional. En este sentido el camarada L.P. se diferencia favorablemente de los empíricos que no comprenden el rol de vanguardia de la Oposición de Izquierda porque se dejan llevar por criterios, en última instancia, puramente sindicales (el criterio de los simples números) en vez de por criterios marxistas, que parten del rol decisivo de los principios, la teoría y el método.

19. Es falsa la idea del camarada L.P. de que lleve­mos un registro de las secciones vivas y muertas de la Comintern. Ya tratamos suficientemente este problema en la discusión. Si en tal o cual país logramos captar la mayoría de la sección nacional, no será a través de la idea de la reforma sino de plantear abiertamente la nueva internacional. Así captó la Tercera Interna­cional en su momento a la mayoría de la socialdemocra­cia francesa.

20. Es cierto que en la literatura de la Oposición de Izquierda no se trataron problemas muy importantes derivados de los estudios más modernos de economía y política. Los trabajos de ese carácter presuponen el crecimiento de los cuadros, la asimilación de nuevas fuerzas, una división del trabajo más amplia que inclu­ya la labor teórica.

Por otra parte, hay que aceptar que tanto la tarea teórica de las distintas tendencias como el desarrollo de la política y la economía mundial en la última déca­da no produjeron nada que contradiga los principios programáticos y estratégicos más importantes de la Oposición de Izquierda o su perspectiva revolucionaria. Esta es la mayor garantía del éxito de la futura cons­trucción.



[1] Contribución a una discusión sobre las concepciones teóricas fundamentales de la Liga Comunista Internacional. Boletín Internacional, Liga Comunista Internacional, edición en inglés de la Liga Comunista de Norteamérica, N° 2, septiembre de 1934. Una nota editorial identifica el artículo como la respuesta de Trotsky a "las tesis del camarada L.P., que antes estaba cerca de los brandleristas y hoy simpatiza con nuestra organización". El nombre com­pleto de L.P. era Ladislaus Pforzoli.

[2] Karl Radek (1885-1939): perteneció al ala izquierda de las secciones polaca, alemana y suiza de la Segunda Internacional antes de la Primera Guerra Mundial, fue un destacado propagandista de la Comintern en la época de Lenin y hasta 1929, cuando Trotsky fue deportado a Turquía, perteneció a la Oposición de Izquierda rusa. Luego capituló ante Stalin y actúo como abyec­to apologista del Kremlin, especialmente de su política exterior. Fue acusado y declarado culpable en la purga de Moscú de 1937. "La polémica con Radek" es el libro de Trotsky La revolución permanente.

[3] Nicolás II (1886-1918): de la dinastía Romanov, fue el último zar ruso.

[4] Mohandas Gandhi (1869-1948): dirigente del movimiento nacionalista que luego se convirtió en el Partido del Congreso de la India. Organizó la oposición de las masas al dominio británico, pero insistió en los métodos pacíficos, no violentos, de resistencia pasiva.

[5] Nicolai Bujarin (1888-1938): viejo bolchevique y segundo presidente de la Comintern (después de Zinoviev, entre 1926 y 1929) Se unió con Stalin contra la Oposición de Izquierda pero rompieron en 1928 y Bujarin formó la Oposición de Derecha antes de ser expulsado en 1929. Capituló, pero fue acusado y ejecutado después del juicio de Moscú de 1938.

[6] Ver el artículo de Lenin "Sobre la consigna de los estados unidos de Europa" de agosto de 1915.

[7] Los partidos obreros y campesinos biclasistas fue una formula utilizada por los stalinistas en la década del 20 para justificar el apoyo al Kuomintang y a otros partidos burgueses de Oriente. Trotsky hace la crítica correspondiente en La Tercera Internacional después de Lenin y en Problemas de la Revolución China.

[8] La Internacional Campesina (Krestintern), formada por la Comintern en 1923, fue un experimento que no tuvo mucho éxito. Desapareció silenciosamente, en algún momento en la década del 30.

[9] Angélica Balabanov (1878-1965): dirigente ruso-italiana del Partido Socialista Italiano antes de la Primera Guerra Mundial. Durante la guerra fue delegada a las conferencias de Zimmerwald y Kienthal y luego secretaria de la Comintern en las primeras épocas de ésta. En 1921 rompió con la Inter­nacional, después de la rebelión de Kronstadt, y entró al grupo Serrati del Partido Socialista Italiano. Paul Louis (1872-1948): periodista y autor de libros de historia del movimiento obrero, fue miembro del centrista Partido de Unidad Proletaria (PUP).



Libro 3