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Escritos de León Trotsky (1929-1940)

Hay que poner punto final

Hay que poner punto final

Hay que poner punto final[1]

 

 

Publicado el 18 de septiembre de 1933

 

 

 

El 19 de agosto el plenario (Secretariado Internacional) aprobó una resolución de gran responsabilidad política: la ruptura con la Comintern y la orientación hacia una nueva internacional. El primer resultado de esta orientación fue el documento principista de las cuatro organizaciones, que inicia la era de preparación de la nueva internacional. La segunda consecuencia fue la adhesión a la organización internacional bolchevique leninista del Partido Socialista Revolucionario de Holanda (RSP), que cuenta con alrededor de mil miembros. En varios países (Inglaterra, Suecia, Checoslovaquia, Suiza...) la nueva orientación nos abrió amplias perspectivas. Todo nuestro trabajo previo fue de carácter preparatorio. Estamos entrando en una nueva época en el pleno sentido de la palabra; estamos dejando de ser círculos propagandísticos para pasar a ser combativas organizaciones políticas del prole­tariado.

En esta situación se inició la discusión en la Liga francesa. En ese país es evidente la crisis del Partido Comunista, la abundancia de elementos propios de la descomposición revolucionaria (grupos, sectas, camarillas sin ideas ni futuro), la cantidad de grupos naciona­les de inmigrantes especialmente afectados por la desintegración del comunismo. Todo esto, combinado con la carencia de una dirección firme y consecuente determinó que la vida interna de la Liga francesa, casi desde el comienzo de su existencia, se viera afectada por una serie de crisis que nunca llegaron al nivel de los principios pero se caracterizaron por su extrema acritud y emponzoñaron la atmósfera de la organiza­ción, rechazando así a los trabajadores serios pese a sus simpatías por las ideas de la Oposición.

La crisis actual de la Liga, pese a que por lo menos en su primera etapa presenta similitudes exteriores con otras crisis anteriores, se diferencia profundamente de éstas en que coincide con un gran vuelco de toda la política de nuestra organización internacional. La enorme y progresiva importancia de la nueva orientación consiste en parte en que permite poner a prueba a los viejos grupos, tendencias e individuos, no por casualidad y guiándose por criterios subjetivos sino de acuerdo a infalibles criterios objetivos originados en nuestro propio proceso de desarrollo. Más allá de cuál haya sido el origen del descontento, los conflictos, los roces personales, etcétera, ahora los antiguos desacuerdos deben necesariamente plantearse alrededor de dos alternativas básicas: hacia adelante, hacia la amplia perspectiva de la Cuarta Internacional, o hacia atrás, hacia los pequeños círculos que se cocinan en su propia salsa.

Los elementos sectarios y agotados de la Liga fran­cesa y también de otras secciones sienten que les tiembla el piso. La salida a un terreno más amplio los asusta, ya que toda su sicología se adapta a la atmós­fera de los círculos cerrados. Algunos de los defensores de la vida sectaria se rebelan abiertamente contra la nueva orientación y descubren en ella tendencias hacia la Segunda Internacional; bajo la máscara de las fórmulas ultrarradicales tomadas de los stalinistas se esconde la capitulación frente a los nuevos objetivos, dificultades y perspectivas. Otros aceptan de palabra la nueva orientación pero deciden su política indepen­dientemente de ella, haciendo bloques con sus adver­sarios o planteando los criterios de ayer como si nada hubiera cambiado en el mundo exterior y en nuestra línea. Los indecisos dicen: "La nueva orientación no cambió prácticamente nada en Francia." ¡Gran error! Pese a la lentitud y retraso en la diferenciación interna del movimiento obrero francés, éste ha ido acumulando numerosos elementos revolucionarios que esperan una nueva bandera y una nueva orientación. La lucha actual entre los dirigentes socialistas refleja los profundos reagrupamientos que se dan en la misma clase obrera. El estandarte de la nueva internacional se convertirá en una irresistible fuerza de atracción tam­bién para los obreros revolucionarios de Francia; ¡sólo hace falta tomar firme y confiadamente este estandarte en las propias manos!

Repetimos; para la Liga la nueva orientación es muy importante porque le permite librarse de todo lo acci­dental, personal, secundario, al plantear de conjunto los problemas de principio y separar inequívocamente a los elementos vivos y creativos de los desesperados productos de la vida sectaria.

Por supuesto, los problemas de la vida interna de la Liga, de los métodos de trabajo y de la composición de la dirección no pierden su importancia; por el contrario, son inseparables de la nueva orientación. Habría sido una reacción miserable intentar construir y recons­truir la organización interna de la Liga independiente­mente del objetivo fundamental del período que se inicia. De ahora en adelante, en Francia como en las demás secciones, sólo se debe admitir en la dirección de la Liga a los elementos que comprendieron la impor­tancia de la nueva orientación, que hacen de ella la base de su actividad, que están dispuestos a superar todos los obstáculos que surjan en el camino y que impulsen a la organización con ardiente entusiasmo, impidiendo a los reaccionarios de adentro que la hagan retroceder.

En estrecha conexión con esta orientación, es necesario plantear de manera distinta los problemas de organización, disciplina y dirección.

Indudablemente, la dirección de la Liga francesa, como la de buena cantidad de otras secciones, no adquirió los métodos necesarios, el continuo contacto ideológico con la organización, la constante y oportuna información a todos sus miembros sobre los pasos importantes y cambios tácticos propuestos, etcétera. Este serio inconveniente en el trabajo conduce inevita­blemente a una separación entre los dirigentes y la organización, hace surgir malentendidos y conflictos innecesarios y obstaculiza la educación política de los militantes. La información correcta y oportuna consti­tuye la base de la democracia partidaria. El desarrollo de la Liga se ve no menos penosamente afectado por otra característica de la dirección: se tolera pasivamente a elementos que se sabe son extraños y perturban la actividad. Una organización revolucionaria no puede avanzar sin una limpieza interna, en las condiciones de trabajo legal, cuando frecuentemente se nuclean bajo las banderas de la revolución elementos casuales, ajenos y degenerados. Además, como la Oposición de Izquierda se formó en la lucha contra el monstruoso burocratismo, muchos cuasi­oposicionistas sacaron la conclusión de que dentro de la Oposición "todo está permitido" En la Liga francesa y en su periferia prevalecen prácticas que nada tienen en común con una organización proletaria revolucio­naria. Hay grupos e individuos aislados que cambian fácilmente de posición política o en general no se inte­resan por ella, dedicando su tiempo y esfuerzos a desacreditar a la Oposición de Izquierda, a las peleas personales, las insinuaciones y el sabotaje organizativo. Durante los últimos tres años el Grupo Judío[2] se convir­tió en un ejemplo de tal "política". La impunidad de que gozan este grupo y los elementos afines a él refleja una grave falla de la dirección de la Liga fran­cesa, así como una inadmisible debilidad y ambigüedad organizativa.

Algunos miembros de nuestra organización califi­caron como stalinismo cualquier medida defensiva con­tra los elementos en descomposición, cualquier llamado a la disciplina, cualquier represión. Con esto sólo demostraron estar tan lejos de entender el stalinismo como el espíritu que debe guiar a una organización verdaderamente revolucionaria. La historia del bolche­vismo fue desde sus primeros pasos la de la educación de la organización en una disciplina de hierro. Origi­nalmente se llamaba "duros" a los bolcheviques y "blandos" a los mencheviques, porque los primeros estaban a favor de una dura disciplina revolucionaria mientras que los segundos la sustituían por la indul­gencia, la lenidad y la ambigüedad. Los métodos organizativos del menchevismo son tan enemigos de una organización proletaria como el burocratismo stalinista. El Grupo Judío y los elementos ligados a él sostienen e inculcan concepciones puramente mencheviques sobre la organización, la disciplina y la dirección. Esas prácticas están bien para el grupo de Souvarine y otras organizaciones "democráticas" (de espíritu socialdemócrata). Los bolcheviques leni­nistas rechazan la democracia sin centralismo como una expresión de contenido pequeñoburgués. Para ser capaces de encarar las nuevas tareas es necesario purificar a las organizaciones bolcheviques leninistas de los métodos anarquistas y mencheviques.

Estamos efectuando un importante cambio revolu­cionario. En momentos como éste son inevitables las crisis internas y las rupturas. Temerlas significa susti­tuir la política revolucionaria por el sentimentalismo pequeñoburgués y los esquemas personales. La Liga atraviesa esta primera crisis cobijada por sus grandes y claros criterios revolucionarios. En esta situación la ruptura de un sector será un gran paso adelante. Se rechazará todo lo enfermo, mutilado e incapacitado; se dará una lección a los elementos vacilantes e indecisos; se templará a los mejores sectores de la juventud; se limpiará la atmósfera interna; se abrirán ante la Liga nuevas y grandes posibilidades. Lo que coyunturalmente se pueda perder se recuperará multiplicado por cien en la próxima etapa. La Liga obtendrá finalmente la posibilidad de transformarse en una organización de lucha de los trabajadores.



[1] Hay que poner punto final. De un boletín interno sin número ni fecha de los bolcheviques leninistas británicos, 1934. Firmado "G. Gourov".

[2] El Grupo Judío de la Liga Comunista de Francia hacia propaganda a las ideas de la Oposición de Izquierda entre los trabajadores judíos de ese país; durante un tiempo publicó un periódico en yidish, Klorkeit (Claridad). Trotsky escribió una fraternal carta para este periódico en mayo de 1930; se publica en Leon Trotsky on the Jewish Question (Pathfinder Press). Posteriormente el Grupo Judío formó una fracción en la Liga francesa y Trotsky lo acusó de que­rer convertir a la Liga en una federación de grupos nacionales (ver Escritos 1932).



Libro 3