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Cuadernos Nº 14 (Noviembre 2010)

La trampa de la supuesta imparcialidad

La trampa de la supuesta imparcialidad

Léon Trotsky

 

Carta a Cannon y Shachtman, 29 de marzo de 1937, Oeuvres 13, p.135-138. Traducida especialmente para este boletín electrónico.

Queridos camaradas:


No puedo disimular mi consternación con respecto a la suerte de la Comisión de Investigación. Es necesario que hagamos un balance objetivo del trabajo anterior. El envío de una comisión a México ha sido la primera prueba seria ¿Qué ocurrió? Los amigos liberales y socialdemócratas se demostraron cobardes y prefirieron quedarse a un lado. Un solo hombre de los círculos liberales ha demostrado ser un hombre verdadero, el viejo Dewey. Es una excepción, pero todo el trabajo depende de su persona: está viejo, puede enfermarse, etc.
El comité busca gente absolutamente imparcial. Si entendí bien, ha encontrado que la srta. LaFollette no era lo bastante “imparcial”. No puedo entender qué se quiere decir con esto ¿La srta. LaFollette es parcial con respecto a Hitler y al Mikado? Yo creo que no. Si bien, admitámoslo, ella simpatiza con el programa de la revolución permanente, debe ser cien veces más hostil a todo tipo de compromiso con la reacción. Y la cuestión a la orden del día no es saber si la teoría de la revolución permanente es buena o mala, sino si Trotsky está o no ligado a Hitler y al Mikado.
Es mil veces más probable que un Waldo Frank sea no solamente parcial a favor de Stalin, sino que esté directamente ligado a la GPU por una organización intermedia o alguna otra. Es más probable que Stolberg, LaFollette y los demás sean parciales frente a una alianza de los trotskistas con la reacción.
Toda la gente que es inteligente, pensante, activa, tiene simpatía por un campo o por el otro. La gente absolutamente imparcial sólo puede ser idiota y no tiene el menor interés por el comité.
Si la comisión estuviera compuesta por Dewey, Ross, el rabino Israel[1], Waldo Frank y esta clase de gente, no podría más que romperse ante los primeros golpes de los acontecimientos o de los estalinistas. Solamente las personas activas, apasionadas, firmes, pueden resistir a los inevitables obstáculos y guiar la investigación hasta el final. Pero estas personas son más o menos parciales políticamente. La cuestión no está en una “imparcialidad absoluta” que no existe, sino en la honestidad personal, la devoción al socialismo, a la revolución.
En todo caso, los estalinistas dirán que la comisión es parcial. Sus agentes (del tipo de Waldo Frank) quizás lo repetirán. Para ellos, la institución más importante es la GPU o sus anexos. Si, en la composición de la comisión, nosotros nos adaptamos al espectro de Waldo Frank, que no es más que la sombra de Browder[2], que no es más que la sombra de Vyshinsky, inevitablemente nos traicionaremos a nosotros mismos.
La Comisión ganará su caso por su trabajo, por la propia investigación, por la publicación de documentos, testimonios, confesiones, etc. La Comisión podría comenzar como un organismo muy modesto, de tres o cinco trabajadores sólidos, honestos, con algunos intelectuales honrados y competentes. Las primeras publicaciones serias y sus primeras conclusiones influirían a los liberales dubitativos, los sociólogos, los abogados y los rabinos, mil veces más que nuestra adaptación permanente a los liberales ¿Tienen ustedes a estos tres sólidos trabajadores o no?
Debo confesar que el hecho de que Pioneer Publishers sólo haya vendido 10.000 ejemplares de mi discurso del Hipódromo me parece una verdadera catástrofe y, al mismo tiempo un indicador objetivo seguro de una mala orientación. Si el 99% de nuestras fuerzas estuvieran consagradas al trabajo de masas y no a coquetear con los liberales, habría sido posible movilizar estas fuerzas en los calurosos días luego del mitin del Hipódromo y vender 50.000 ejemplares. Desde el punto de vista del trabajo de masas, es incomparablemente mejor vender 50.000 ejemplares de un mismo folleto que 20 folletos editados en tiradas de 5.000 ¿Qué hace falta para llegar a esto? Una movilización revolucionaria general de todos los camaradas. Pero ésta sólo es posible si la atención hubiera estado concentrada en el trabajo de masas y no en las maniobras personales con los liberales.
Los hechos materiales son más convincentes que las abstracciones jurídicas. Para la comisión mexicana, ustedes tienen ahora a Stolberg, Ruehle, quizás un abogado mexicano (un agente estalinista) y en este caso también a Walker, con LaFollette como secretaria ¿Dónde están los miembros imparciales de la comisión? No veo a ninguno, salvo a Dewey (e ignoro el grado de su “imparcialidad”).
La verdad está de nuestro lado. Del otro lado, están los mayores criminales de la historia y sus agentes o semiagentes del tipo Waldo Frank. Nosotros empezamos la campaña, pero estamos demasiado dispuestos a permitirle a un liberal o a un Waldo Frank que dicten sus “condiciones”. Waldo Frank ha exigido “imparcialidad”, pero nosotros necesitamos echarlo a patadas, porque es el lugarteniente de Browder.
Es un gran honor para él estar invitado a participar en una investigación semejante a pesar de su miserable pasado. Con todas nuestras actitudes debemos demostrarle que este criterio de imparcialidad, dictado por la GPU, no es el nuestro. Pero, para llegar a ello, primero tenemos que evitar caer en la trampa de la supuesta imparcialidad.
Queridos camaradas: es posible que ustedes tengan la misma opinión que yo y que mis argumentos no sean necesarios para ustedes. Pero las cartas vienen del comité y mis discusiones con Solow me demuestran que el espíritu que prevalece en los círculos del comité no es bueno, no es militante, es absolutamente inadecuado para la gran tarea que tenemos ante nosotros.
Necesitamos tener la mayor cantidad posible de trabajadores firmes y sólidos en la comisión y la menor cantidad posible de liberales vacilantes que desertarán en la primera ocasión. Esta es mi firme convicción.

P.D. Me parece casi increíble que el comité busque contar con Waldo Frank a cualquier precio, y que al mismo tiempo elimine a LaFollette por partidaria. La única manera de ser partidario que nosotros no podemos admitir es la dependencia material ante Hitler o la GPU. Ignoro si Waldo Frank depende de las Ediciones de Estado soviéticas (una cuestión muy importante), pero está claro que LaFollette no depende de la casa editorial trotskista.



[1] Edward A. Ross (1886-1951), sociólogo, profesor universitario, se había encontrado con Trotsky en Petrogrado en 1917. Miembro del comité de defensa, había aceptado formar parte de la subcomisión de investigación. Edward L. Israel (1896-1941), presidente de la Conferencia de Rabinos Norteamericanos, miembro del ejecutivo del Congreso Mundial Judío, era el jefe del liberalismo judío. Pertenecía a la American League for Peace and Democracy, a la que dejó en 1937 para protestar contra la influencia del PC. Con frecuencia era árbitro en los conflictos laborales. Se había unido al comité de defensa. (Nota de la edición en francés).

[2] Earl R. Browder (1891-1973), era el dirigente indiscutido del PC norteamericano desde el final del “tercer período”. (Nota de la edición en francés).