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Boletín Nº 5 (Diciembre 2003)

Luchas sociales y Asamblea Popular en Bolivia 2

Luchas sociales y Asamblea Popular en Bolivia 2

 

CONTINUACION

B. Del Comando Político a la Asamblea Popular

El Comando político de la clase trabajadora y del pueblo, y sobre todo, su prolongación, la Asamblea Popular, representan otra faceta de la movilización y de la independencia de clase, a un nivel que se sitúa de entrada en un terreno centralizado y nacional. Estos dos organismos hunden sus raíces en el XIV Congreso de la F.S.T.M.B. y en el IV Congreso de la COB y las tesis que surgen de él, luego de la ‘apertura democrática’ del gobierno, iniciada con Ovando el 26 de septiembre de 1969, [que] permitió -no se lo puede negar- que las organizaciones políticas y sindicales entraran en un proceso de franca reconstrucción. La destruida Central Obrera Boliviana resurgió nuevamente, tratando de alcanzar el poder y la vigencia de 1952.106

El Comando, luego la A.P., representan de manera centralizada y nacional a las direcciones sindicales y partidarias que supuestamente asumen una línea política revolucionaria, reconociéndose en las tesis de la COB de 1970. La A.P. sigue siendo así la figura emblemática del proceso revolucionario boliviano, reivindicada íntegramente por algunos, criticada y vilipendiada por otros, objeto de todas las pasiones en el seno de las fuerzas progresistas bolivianas. Será desmantelada con el putch de agosto de 1971 sin lograr que ni el F.P.N., Banzer ni sus sucesores borren el duradero recuerdo de esta. La A.P. rechaza en sus textos constitutivos el parlamentarismo tradicional y la política de reforma constitucional, doble cara de las patologías que sufren los países semicoloniales. Cristaliza así para toda una generación, e incluso más allá, la utopía de la representación directa y democrática de los productores por sí mismos, constituidos en doble poder en relación con aquel, institucional, que defiende en última instancia, intereses de clases antagonistas. Para la generación de 1970 que ambiciona reanudar el funcionamiento de la COB de abril de 1952107, se considera que la A.P. debe funcionar a semejanza de un verdadero órgano de poder de las masas (...) [que] deja de ser parlamento para confertirse en autoridad capaz de resolver los problemas [nacionales] y al mismo tiempo, ejecutar sus decisiones a través de los métodos propios de la clase obrera108.

1. El Comando político, entre oportunismo y radicalidad

El Comando político nace en el transcurso de las jornadas de principios de octubre de 1970, mientras que la amenaza de putch es cada vez más manifiesta. Se trata de la estructuración de una unidad de hecho entre las direcciones de los sindicatos obreros, universitarios y campesinos independientes, que manejan las tendencias políticas organizadas de izquierda o consideradas como tal, a saber, el M.N.R., el P.R.I.N., el P.C.B., el P.C.B.(M.L.), el P.O.R. (Masas), el P.D.C.R., así como Espartaco. A esto se agregan las estructuras sindicales que, lejos de actuar como entidades trade - unionistas, tienen una aparición política tanto como los grupos constituidos. Este es el caso del sindicato de prensa, Federación Nacional de los Trabajadores de la Prensa, que adopta por primera vez en su historia, posiciones obreristas al optar por las tesis socialistas de la COB en su IV Congreso realizado en Cochabamba durante el gobierno de Ovando109. Andrés Solís Rada, dirigente del sindicato, toma distancia del lechinismo y lo critica duramente desde el órgano de su sindicato, Prensa, lo que le cuesta la prisión durante el gobierno de Ovando. Esta toma de posición supera ampliamente su compromiso sectorial. Algunas direcciones van a elegir así entrar en el seno del Comando sobre bases verdaderamente revolucionarias de oposición al gorilismo así como de oposición al ovandismo y al nacionalismo de izquierda que abre el camino a la reacción. Para otros, se trata de una participación táctica, bajo la presión de su base, pero también porque un endurecimiento del régimen y la supresión de las libertades formales tanto sindicales como políticas perjudicaría su rol de correa de transmisión de la política gubernamental en un período llamado democrático.

Esto es particularmente destacable cuando Torres llega al poder. El 7 de octubre de 1970, a la tardecita, Gallardo Lozada se encarga de frenar los movimientos de huelga así como las acciones urbanas y rurales, y de negociar la entrada de los partidos de la izquierda reformista del Comando en el nuevo gabinete. El quinto punto de las tesis de la COB afirma que Los trabajadores rechazamos toda posibilidad de volver a la experiencia negativa del llamado "cogobierno" [del ´52 con la participación de Lechín], que cerró el camino de la clase obrera a la conquista de todo el poder, y que [se convirtió] en un instrumento de control y freno de la pequeño burguesía sobre los trabajadores (...)110.

Ciertas formaciones están por aceptar esta propuesta de cogobierno en total oposición con las resoluciones del IV Congreso. En el caso del P.C.B., se trata de una experimentada estrategia de apoyo a los gobiernos nacionalistas burgueses en virtud de la pertenencia al campo progresista de ciertos sectores de las clases dominantes, ya que estas también sufren la opresión imperialista. Así, para el P.C.B., "el gobierno actual del General Torres por su origen es la expresión de la ruptura de la unidad política de las FF.AA. que proyecta un sector patriótico y progresista"111. Estas posiciones son desarrolladas de manera implícita en algunos capítulos de las tesis socialistas, presentadas conjuntamente por el P.O.R. (Masas) y el P.C.B. en mayo de 1970, creando una cierta confusión política.

Para el P.O.R.:

"Los stalinistas han conseguido introducir párrafos que están en total contradicción con la tesis expresada más arriba ["las tesis de la COB abren la perspectiva de la lucha por el socialismo, no para un futuro lejano e indeterminado sino para el presente, como resultado del proceso político que estamos viviendo"]; ellos [el P.C.B.] alimentan la ilusión que sería posible conseguir la transformación del régimen nacionalista por medio de presiones, etc., pero estas escorias desaparecerán en el mismo curso de la lucha de clases."112

Estas afirmaciones en parte son ciertas, como lo demuestra la resistencia popular de octubre de 1970, perfectamente inesperada. Pero:

"En ese momento el Comando estaba muy lejos de ser la expresión de las masas y de sus organizaciones de base, su estructura y su orientación se definían por la posición que adoptaban las organizaciones políticas, no todas revolucionarias por cierto."113

Así, el 7 de octubre de 1970, frente a la oferta de un 30% de puestos en el gabinete de Torres, es la fracción porista la que impulsa el rechazo y rechaza los tratos que vienen del ministerio del Interior. Queriéndose constituirse una base social entre los relevos políticos reformistas cueste lo que cueste en el seno del movimiento obrero, Torres propone ahora la mitad de las carteras ministeriales al Comando, o sea ocho ministerios. En ese momento, la presión de la base no es suficiente para rechazar categóricamente sin perder un cierto crédito frente al movimiento popular. Sin embargo, como destaca Guillermo Lora:

"La propuesta de gobierno paritario era más ilusoria que real: el general Torres y su equipo guardaban para ellos las posiciones claves del poder ejecutivo (ministerio del Interior, de Finanzas, COMIBOL, y otras empresas públicas). Pero el fondo del problema residía en que la integración de la clase obrera [por medio del Comando político] al gobierno nacionalista pequeño burgués lo identificaba con este, lo obligaba a abandonar sus propias banderas, a levantar otras que le eran extrañas, y un hecho más grave, le sacaba la perspectiva de la construcción de su propio gobierno." 114

El Comando se reunió en los locales de la F.U.L. paceña para deliberar. El debate dura veinte horas. Gallardo Lozada da cuenta de la "miopía política del extremismo infantil" así como de "la ciega maniobra de ciertos dirigentes extremistas que a toda costa querían boicotear la participación obrera y política de izquierda en el gobierno de Torres"115. El P.O.R. maniobra efectivamente para que el 8 de octubre se presente una lista de 24 dirigentes de segunda línea al gobierno, sacando a Torres toda posibilidad de apoyarse en el peso político de tal o cual líder ampliamente reconocido y que gozara de un amplio apoyo, como lo hiciera Paz Estenssoro con Lechín en 1952.

Se ve bien así como el Comando sigue siendo la expresión política eminentemente contradictoria de una movilización popular que lo supera en radicalidad y por sus objetivos pero que el mismo Comando contribuye en parte a impulsar. No obstante, sirve de palanca a la movilización, utilizada por el P.O.R. para hacer romper a las bases movimientistas con las cúpulas, o más bien con algunas instancias directivas del partido116. Efectivamente, los desacuerdos no cesaron con la escisión prinista, y entre las fracciones fieles a la línea de Siles Suazo, de Paz Estenssoro en el exilio en Lima o aún aquellas que siguen la línea obrerista del Comando laboral, las divergencias son múltiples. El 19 de abril, el M.N.R. que está representado en el seno del Comando es expulsado del mismo, con excepción de su Comando laboral, en ruptura con las posiciones de Lima. Paralelamente a la batalla política llevada en el seno del Comando político, se aborda varias veces la necesidad, a partir de las jornadas de enero de 1971, de pasar a un nivel superior de organización, teniendo en cuenta la radicalización creciente de la base, cuyas posiciones localmente van más allá de las directivas nacionales de los partidos reformistas. Es así como el P.O.R. va a plantear la cuestión de la A.P.

2. La constitución de la Asamblea Popular

La A.P. nace a través de los estatutos adoptados por el Comando político en febrero de 1971, sobre la base de un contrasentido semántico. “En el curso de las grandes movilizaciones de enero, el Comando se ha transformado en un organismo (...) defectuosamente llamado A.P.”,117 mientras que la A.P. se afirma como un órgano de poder del pueblo, lo que no indica claramente el término de Asamblea Popular que deja ver una ambigüedad en cuanto a su naturaleza real. Las Bases para la constitución de la A.P. se presentan al Comando conjuntamente por las fracciones poristas y comunistas pro Moscú, y son votadas por unanimidad. Para algunos debe tratarse de una:

"Organización en constante proceso de transformación (...), tomada como una tendencia cuyo desarrollo y realizaciones dependen del grado de movilización, radicalización y madurez de las masas." 118

Otros olvidan, a semejanza de los delegados del M.N.R. antes de su exclusión, así como para la dirección del P.R.I.N., que "la A.P., concebida como órgano de poder popular debe cimentarse en los comités revolucionarios instaurados en los centros obreros y populares".119 Pretenden utilizarla como un trampolín hacia el gobierno y transformarla en una variante parlamentaria que sepa tomar el lugar del antiguo poder legislativo esclerosado, disuelto por Ovando. La A.P. no está exenta entonces de los mismos desacuerdos y oposiciones políticas flagrantes que recorren el Comando político.Un cierto entusiasmo se apodera de los actores sociales más politizados en vista de la elección de delegados para la apertura de la A.P. En los sindicatos, cuyos congresos se desarrollan entre febrero y mayo de 1971, la batalla es áspera entre las diferentes fracciones políticas constituidas en el seno de los gremios. En el VII Congreso del Sindicato de Trabajadores de los restaurantes (Federación Nacional de Gastronómicos) que tiene lugar entre el 19 y el 22 de marzo, las tesis adoptadas son aún más radicales que las de la COB, en la medida en que constituyen una clara moción de desconfianza y sin ambigüedad con respecto al gobierno.A la inversa, en el IV Congreso de los Trabajadores Gremiales en abril, que agrupa según las cifras del ministerio de Trabajo de Torres a 120.000 afiliados entre ellos, 80.000 pequeños comerciantes y 40.000 artesanos, el combate político es mucho más rudo. Mientras que el representante oficial del gobierno secundado por el delegado prinista Mario Carrasco pide que el Congreso apoye al torrismo, con dificultad se vota una resolución de congreso cercana de las tesis socialistas de la COB por impulso de la Federación de Sastres con el apoyo de la de Sombrereros, Fotógrafos y la Federación Regional de Tarija fuertemente implicada en el seno del Comité revolucionario local. Al final, los tres puestos de los representantes a la A.P. los obtienen un movimientista, un prinista y solamente uno cercano al P.O.R., Alejandro Grover, testimoniando la esencial influencia que siguen ejerciendo los partidos reformistas sobre los sectores de la clase media, incluso cuando estos se confrontan a una pauperización sin precedentes.Es totalmente distinto si se mira el lado obrero a semejanza del Sindicato de Metalúrgicos de Potosí en que es un acercado al P.O.R., Julio García, también Secretario General de la C.O.D. local, quien es elegido a la cabeza del gremio luego del cambio de la dirección sindical en junio de 1971. Su lista se impone con 604 votos contra 272 para su rival más cercano. Se ve bien así la dinámica de renovación política que impulsa la perspectiva de la convocatoria de la A.P., al igual que se puede constatar en los hechos como la movilización y la radicalidad son desiguales en función de los sectores sociales estudiados.La apertura de la primer sesión inicialmente prevista para el 1 de mayo debe ser retrasada, a causa de las disensiones internas en el seno del Comando, a las presiones gubernamentales así como por problemas de organización. Hemos visto como la política de Torres supo oscilar antes de la misma apertura de la A.P. A esto se agregan las reticencias de la dirección del P.R.I.N. a la convocatoria de la A.P. que sería un obstáculo suplementario para negociar un apoyo cercano al gobierno. Es necesario mencionar también las directivas a las que debe suscribir el P.C.B. frente a las presiones que ejerce el Partido Comunista chileno integrado en el gobierno de Unidad Popular desde septiembre de 1970, que teme que la movilización autónoma de los trabajadores, campesinos y estudiantes se propague al país limítrofe120. Por supuesto, las organizaciones sindicales deben atender por ellas mismas los desplazamientos y las finanzas de sus delegados sin recurrir al gobierno, por lo que se dan muchos obstáculos económicos que hacen un bloqueo a la apertura de la A.P. para principios de mayo de 1971, conformando así a la posición lechinista. Es todo un combate el que llevan adelante localmente, entre los meses de mayo y junio, sindicalistas y militantes políticos para que los delegados sectoriales sean elegidos efectivamente en la base. La primera sesión se abre el 22 de junio en condiciones que distan de ser óptimas, algunas delegaciones no pudieron llegar a la capital para las primeras jornadas de debate, en un contexto de fuerte tensión política, de ataques y de atentados subversivos de extrema derecha y amenazas golpistas.

3. La primera sesión y sus prolongaciones

El 23 de junio comienza con la elección más que agitada del viejo Juan Lechín en la presidencia de la Asamblea, a pesar de las vivas críticas que emanan de las filas de los delegados de la F.S.T.M.B. Sobre todo, Filemón Escobar denuncia las responsabilidades del lechinismo al lado del M.N.R. como ya se había denunciado en mayo de 1970 en el congreso de la COB. Reunidos en el recinto del antiguo Palacio legislativo, los delegados organizan las discusiones y los debates que continúan hasta el 7 de julio, fecha de cierre fijada. La dirección y la hegemonía obrera se decretan en el seno de la A.P. en la medida en que el 60% de los votos y de los puestos de responsabilidad en el seno de las diferentes instancias dirigentes y comisiones previstas deben ser ocupados por delegados salidos de organizaciones obreras. La representación política -13 delegados mandatados por su partido- se reduce allí al mínimo, de manera que el espacio político no sea acaparado por los líderes más visibles. Se trata de medidas de precaución impuestas por el P.O.R. que no dan sus frutos en el curso del primer período de la A.P. hasta el final de la primer sesión, pero que deben apreciarse en la lógica de un desarrollo posterior de este órgano de legislación y de decisión popular.

Los puestos de la A.P. son ocupados de la siguiente manera:

Composición sindical y partidista de la A.P., La Paz, 22 de junio-7 de julio de 1971, 222 delegados populares:

A. delegados de las siguientes organizaciones proletarias:

1. C.O.B., 7 delegados.

2. C.O.D. La Paz, 4...

3. C.O.D. Interior, 5...

4. Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia, 38...

5. Confederación General de Trabajadores Fabriles, 24...

6. Confederación Sindical de Trabajadores Ferroviarios, Aeronavegación, Aeropuertos, Luz y Fuerza y Teléfonos, 17...

7. Confederación Nacional de Trabajadores de la Construcción, 13...

8. Confederación Nacional de Trabajadores Harineros, 4...

9. Federación Nacional de Gráficos, 5...

10. Federación Nacional de Petroleros Fiscales y ex - privados, 12...

TOTAL, 132.

Los delegados de estas organizaciones serán elegidos en la siguiente forma: 4 por la organización nacional respectiva, y el resto por las bases en Asambleas generales en proporción al número de afiliados

B. Delegados de las siguientes organizaciones de clase media:

1. Confederación Nacional de Trabajadores Bancarios de Bolivia, 3...

2. Federación Nacional de Maestros urbanos de Bolivia, 4...

3. Confederación Nacional de Maestros rurales de Bolivia, 3...

4. Federación Nacional de Trabajadores de Prensa, 2...

5. Confederación Nacional de Telecomunicaciones, 1...

6. Federación Nacional de Sanitarios,1...

7. C.U.B., 5 ...

8. Federación Nacional de Trabajadores en Universidades, 1...

9. Confederación de Gremiales, 3...

10. Federación Nacional de Trabajadores del Estado, 1...

11. Federación Nacional de Trabajadores de Comercio, 1...

12. Federación Nacional de Gastronómicos, 1...

13. Federación Nacional de Trabajadores de Radio y Televisión, 2...

14. Federación Nacional de Institutos Profesionales, 1...

15. Federación Nacional de Artistas y Escritores, 1...

16. Federación Nacional de Trabajadores Municipales, 1...

17. Federación Nacional de Comerciantes minoristas, 1...

18. Federación Nacional de Cinematografistas, 1...

19. Confederación Nacional de Profesionales, 2...

20. Delegación Conjunta de la Universidad Revolucionaria, 14...

21. Confederación Nacional de Choferes, 8...

22. Confederación Nacional de Cooperativas Mineras, 4...

23. Confederación Nacional de Estudiantes de Secundaria, 1...

TOTAL, 53.

Los delegados de estas organizaciones serán elegidos en la siguiente forma: 2 por la organización nacional respectiva y el resto por las bases en Asambleas generales en proporción al número de afiliados.

C. Delegados de las siguientes organizaciones campesinas:

1. Confederación Independiente de Campesinos de Bolivia (B.I.C.), 18...

2. Federación Nacional de Seringueros, 1...

3. Federación Nacional de Cooperativas Agrícolas, 3...

4. Federación Nacional de Cooperativas de Colonizadores, 1...

5. Unión de Campesinos Pobres (integrada posteriormente), 1...

TOTAL, 23 - 24.

D. Delegados de los siguientes partidos políticos revolucionarios:

1. Comando Laboral, 2.

2. P.R.I.N., 2.

3. P.C.B., 2

4. P.C.B.(M.L.), 2.

5. P.O.R., 2.

6. P.D.C.R. (posteriormente, Movimiento de la Izquierda Revolucionaria, M.I.R.), 2

7. Espartaco, 1.

TOTAL, 13.

Cada partido acreditará a sus representantes.

Adoptado por el Comando político en La Paz, febrero de 1971.

La prensa cercana al régimen habla de "parlamento popular" mientras que en el seno del hemiciclo los delegados de la línea dura subrayan varias veces que no se trata para nada de un organismo de apoyo a Torres. El diario de Oruro La Patria repite así en su edición del 22 de junio las declaraciones de Benigno Ojeda, delegado de la C.O.D. orureña:

Expresando el pensamiento del máximo organismo laboral de Oruro, dijo [Ojeda] que los delegados de la C.O.D. sustentarán la defensa de la independencia de la clase obrera, enfatizando que la A.P. no debe ser ‘ni un sustituto del Poder Legislativo ni una caja de resonancia del actual gobierno’ (...)121.

De facto, se constituyen tendencias políticas en el curso de los primeros votos. Fioravanti destaca así una dicotomía entre lo que llama el bloque filo - oficialista y los que se oponen a él. Las divergencias estallan en el seno mismo de los grupos estructurados. Así:

"...muchos delegados del Comando de Trabajadores del MNR votaron por las resoluciones más radicales, conservando una autonomía total al interior del partido, y aproximándose a las posiciones de la extrema izquierda." 122

La influencia del Comando Laboral supera efectivamente a los dos delegados nombrados por sus instancias políticas. Fioravanti evalúa en 53 el número de diputados populares que se alinean sistemáticamente detrás de las posiciones de esta tendencia. A esto se agrega en parte la confusión política que hace pesar una minoría de delegados de la F.S.B., representando sindicalmente a la Confederación Nacional de Profesionales, dando cuenta de la crisis que atraviesa también el partido de Mario Gutiérrez.Negando la naturaleza de clase de la A.P. como lo hacía el P.C.B.(M.L.), algunos afirman que el alcance de este organismo no superó nunca el marco político tradicional de la izquierda boliviana y aseguran que:

"Las discusiones burocráticas incesantes hacían aún más ineficaz a esta Asamblea Popular que nunca fue un contrapoder eficaz frente a los militares. Sin embargo, esta Asamblea tuvo el mérito de dar a los obreros, a los mineros, a los campesinos, la ocasión de reunirse, lo que no se había producido desde hacía mucho tiempo." 123

En primer lugar, la A.P. no había aparecido espontáneamente o no había nacido de la idea de algún dirigente político. Es el fruto de las luchas contra Siles, Salinas y Ovando, es el producto de la convergencia renovada de los obreros, mineros, campesinos y estudiantes que data de mucho antes de junio de 1971 como intenta hacerlo entender la cita precedente. Benigno Ojeda, consciente de los límites de la A.P. subraya efectivamente en julio las deficiencias del organismo, poniendo de relieve no obstante, que la A.P. como principal objetivo ha buscado consolidarse y en el término de esta primera sesión vemos que lo ha conseguido haciendo posible el funcionamiento del poder obrero, objetivo para el cual fue creada la A.P.124

Es así como la primera sesión, a pesar de todo, da lugar a la toma de decisiones importantes, como la participación obrera mayoritaria en la COMIBOL o las resoluciones sobre la universidad única, cuyo impacto efectivo estudiaremos a continuación el. Sin ser exhaustivo, se puede constatar, con la lectura de los documentos surgidos de la primera sesión, que los delegados se hicieron cargo de los problemas más variados concernientes al país en su conjunto. La resolución Nº 2, votada el 23 de junio, así como la respuesta al general Roque Terán adoptada el 25, exigen que se haga justicia en lo que concierne al papel del ejército durante el gobierno bicéfalo Barrientos-Ovando, luego con Barrientos, cuando tuvieron lugar las masacres populares que llevaron a cabo las fuerzas de represión. Con otro registro, la resolución del 2 de julio pide reparaciones y la restauración de los frescos murales de Miguel Alandio Pantoja125, Hacia el mar de la Cancillería, Historia de la mina del Palacio de Gobierno, Historia del parlamento burgués del Palacio Legislativo y El espíritu de la revolución de la sede del sindicato minero de Milluni, destruidos durante la era barrientista. Para no citar más que un ejemplo, como el tiempo de deliberación de la primera sesión se había juzgado como demasiado breve, quince días solamente a causa de los gastos que debían cubrir las organizaciones de base para enviar su delegación, la fracción porista exige que los delegados continúen siendo remunerados por sus patrones y su empresa durante el período de su mandato. Esta resolución, votada por unanimidad, refuerza ante los ojos del movimiento popular la legitimidad de facto de sus representantes en La Paz, y afirma, en consecuencia, la primacía de la hegemonía política de los delegados populares, obreros y campesinos sobre las antiguas estructuras políticas y económicas que parecen encarnar Torres y su gabinete.Sin embargo, los delegados son eminentemente conscientes de los límites de la A.P., incluso algunos tratan de utilizar estas deficiencias para enterrar la experiencia y ponerle fin. No obstante, estos ejemplos demuestran bien cuales son las potencialidades de desarrollo de la A.P., no considerada de manera antidialéctica como un organismo esclerosado, sino en perpetua mutación y evolución en función del nivel de movilización de clase. Las diversas resoluciones votadas en el transcurso de la primera sesión reflejan bien hasta qué punto ciertos delegados entendieron ocupar el centro de la escena política nacional haciendo jugar allí todo el peso de la hegemonía de clase que ellos representan.

A partir del 7 de julio, con el regreso de las delegaciones a las provincias, la movilización continúa en la base.

La A.P. es un éxito en la medida que todos los planteamientos se hagan llegar a las bases, y creo que hasta ahora lo hemos logrado porque todos los obreros del país están enterados de todo lo que se ha planteado hasta ahora.126

Esta declaración del secretario general de la C.O.D. de Oruro es sin dudas, muy optimista en cuanto a la difusión real del conjunto de las resoluciones de la A.P. sobre todo el territorio nacional, y sobre todo hace abstracción de la gruesa mayoría del campesinado que permanece políticamente desfasado del proceso hasta agosto de 1971. Sin embargo, es seguro que tuvieron lugar efectivamente Asambleas Populares Regionales en el curso del invierno de 1971, en las capitales de los departamentos y de los distritos de Riberalta, Tupiza, Camiri, Oruro, Cochabamba, Uyuni, en donde los ferroviarios son particularmente activos, Potosí norte (Llallagua), así como en Potosí y en Santa Cruz. Los debates más profundos y las reuniones populares más seguidas tienen lugar tanto en Oruro como en Potosí, en donde las discusiones y las elecciones de nuevos delegados se refieren principalmente a la cuestión de la coparticipación obrera mayoritaria y el problema del armamento. Localmente, es sobre todo en las concentraciones manufactureras de los altos de La Paz así como en los centros mineros en donde tienen lugar las asambleas de base que se pueden designar así entre julio y agosto de 1971. En las minas, los obreros reafirman su derecho al control de los delegados y los eligen de nuevo, sensiblemente más radicales, para la sesión de Septiembre. Este tipo de Asambleas Populares locales se realizan tan puntualmente en el resto del territorio a través de las estructuras preestablecidas de los comités revolucionarios locales, pero de manera menos espontánea y sistemática. Sin embargo, el P.O.R. afirma, a mediados de agosto, que:

"Los delegados que llegarán a La Paz en Septiembre serán indiscutiblemente los representantes más auténticos de las masas, más que en junio cuando algunos de ellos habían sido meramente nombrados por los dirigentes sindicales"127.

C. Concretización de los cambios de las relaciones sociales en el curso del trienio revolucionario, la Revolución Universitaria y la coparticipación obrera mayoritaria

La transformación de las relaciones sociales es una constante de los procesos revolucionarios, cualquiera sean ellos. Estas metamorfosis, a veces brutales e inesperadas, se hacen sentir de manera más o menos aguda y resultan en función del alcance de la radicalización popular, en función de su profundidad. En el caso boliviano, estos cambios superestructurales anticipan efectivamente, sobre un modo social, las conmociones políticas que atraviesan al país en el curso del trienio revolucionario. Estos cambios en las relaciones sociales son visibles en todos los escalones de la sociedad, yendo de las primeras crispaciones de la patronal y del ejército en Bolivia durante el gobierno de Ovando hasta la seguridad que ganan en el filo de los acontecimientos los sectores más radicalizados de los trabajadores urbanos, mineros, estudiantes y campesinos. Estas transformaciones conciernen así a todos los sectores sociales en lucha. El contraste no es más que sorprendente en relación al período precedente del barrientismo en la medida en que las mujeres y los hombres, hasta ahora amordazados, tienden a erguirse progresivamente, haciendo frente ellos mismos a los problemas nacionales, rompiendo el hielo represivo de las instituciones y de un sistema económico y político del que no habían sido sujetos actuantes hasta entonces.Las transformaciones son particularmente sorprendentes si se consideran las fracciones más avanzadas del movimiento popular, los sectores más implicados en la dinámica de movilización y de independencia de clase de la que es portador el proceso boliviano. Esto es particularmente cierto en el caso de los mineros y de los estudiantes y universitarios que más se identifican con los acontecimientos revolucionarios y participan de todos sus combates, hasta agosto de 1971 e inclusive después, actuando como bastiones de resistencia a la contrarrevolución banzerista. Sin embargo, contrariamente a lo que quisieran escuchar los analistas espontaneístas, la metamorfosis efectiva de las relaciones sociales, a escala individual y colectiva, no surge de la nada o de cualquier decreto. Este es el fruto de una dinámica de clase profunda que encuentra en un momento dado su cristalización a través de un proyecto político concreto por una movilización de masas efectiva. Esto es tanto más necesario señalar cuanto que las experiencias más resueltas quizás de independencia de clase que nos proponemos estudiar aquí, son sistemáticamente silenciadas, ya sea en las memorias de los institucionalistas de la época, como en el testimonio de Jorge Gallardo, o en los estudios y análisis de los autores filo-foquistas o reformistas. Es necesario detenerse aquí sobre dos ejemplos paradigmáticos de evolución de las relaciones sociales en el filo de los acontecimientos revolucionarios: el proceso de la Revolución Universitaria y la cuestión de la coparticipación obrera mayoritaria.

1. La metamorfosis política de la universidad boliviana, un caso de escuela mariateguista

En uno de sus artículos de Amauta, compilado en el célebre Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana, José Carlos Mariátegui descompone el movimiento de la Reforma Universitaria de América latina en el curso de los años veinte, en tres momentos. El primero, al salir de la Primera Guerra Mundial, está dominado por la influencia de las "ilusiones demoliberales y reformistas"128.

Más tarde, la proletarización de las clases medias y los intelectuales, anticipando el fin del corto espejismo del crecimiento económico latinoamericano impulsada por el conflicto interiimperialista, condujo a una cierta radicalización de una nueva generación llevada a "sentir estos problemas con una intensidad y un apasionamiento que las anteriores generaciones no habían conocido". Luego, es a través de la "vinculación efectiva de la universidad con la vida social" así como "la colaboración cada vez más estrecha con los sindicatos obreros" y "el acercamiento de las vanguardias estudiantiles a las clases trabajadoras", que el movimiento de la juventud universitaria supo definir una orientación ideológica clara superando "objetivos exclusivamente universitarios" para alzarse en una crítica social más global anunciando "la profunda renovación latinoamericana". La elevación de la acción estudiantil que pasa de simples inquietudes universitarias a reivindicaciones colectivas y sociales:

"Reanimó e impulsó en las aulas [en el caso peruano] las corrientes de revolución universitaria, acarreando el predominio de la tendencia izquierdista en la Federación de Estudiantes (...) y sobre todo en las asambleas estudiantiles que alcanzaron entonces un tono máximo de animación y vivacidad."129

A medio siglo de distancia, el proceso revolucionario boliviano mantiene la misma relación dialéctica de influencia y de movilización alrededor de la juventud universitaria. Tradicionalmente dominada por los sectores liberales y masónicos, identificados con las viejas camarillas profesorales y con las burocracias estudiantiles ligadas al M.N.R. y al P.D.C., la universidad boliviana es, en primer lugar, sensible al impacto del Cordobazo. Pero el surco que deja detrás de él Ernesto Guevara tampoco es para subestimar, con la aureola que le confiere la revolución cubana a pesar de la derrota de la implantación foquista del E.L.N. Las primeras disensiones en las filas del aparato político universitario boliviano se hacen sentir a fines de la era barrientista a través de la escisión del P.D.C.R. sobre bases guevaristas así como la del pequeño grupo Espartaco, que se desfasa de la izquierda movimientista, y se aproxima al castrismo. Estos grupos, que se fusionaron en el curso del último período de la A.P. para formar el M.I.R., conservarán hasta el final, y mucho después del putch del 21 de agosto, una posición dominante en el seno de las instancias sindicales universitarias bolivianas, al punto de ser bautizados "partidos universitarios". La crisis social y política que atraviesa el país así como el ascenso de la combatividad obrera arrastran tras su huella al movimiento estudiantil que las había anticipado en el curso de las primeras luchas políticas minoritarias llevadas adelante en el gobierno de Barrientos.

En mayo de 1970, mientras que estalló localmente desde hacía dos meses un conflicto estudiantil en la facultad de Derecho paceña que comienza a agitar la UMSA, la juventud universitaria se reunió en Oruro paralelamente al Congreso cobista que se reunió en La Paz. Luego de una lucha política exacerbada para ganar la adhesión de los delegados universitarios de base, es el informe de la primera comisión el que es adoptado durante est primer Encuentro de la Juventud Universitaria de Bolivia. Conducida por Benigno Ojeda, Víctor Sosa por la facultad de Derecho de La Paz y Alfredo Rojas en calidad de secretario general, la delegación porista que constituye la primera comisión obtiene el apoyo de la mayoría de los delegados. La resolución final afirma que:

"Visto que la causa de los obreros del mundo es una sola y que es nuestra, buscaremos vincularnos estrechamente con el movimiento de liberación latinoamericano y la rebelión de la juventud norteamericana. Condenamos el racismo y todas las formas de opresión nacional y social, tanto como apoyamos el heroico pueblo vietnamita y camboyano en su lucha contra el imperialismo yankee (...) ¡Vivan los Estados Unidos Socialistas de América latina! Ahora y siempre es nuestro el lema: el socialismo será obra de los trabajadores mismos ."130

Sobre la marcha, la C.U.B. suscribe y adopta las IV tesis de la C.O.B.131, trazando una línea de división entre el movimiento universitario y sus tutores tradicionales liberales y democristianos, decretando por allí el divorcio entre los estudiantes y el gobierno nacionalista de Ovando. Este último, sin poder sufrir la pérdida de influencia de sus partidarios en el seno de la universidad boliviana impulsará los ataques llevados adelante por comandos de la F.S.B. en el curso del invierno de 1970 con el apoyo del ministerio del Interior y del Comando general del Ejército, amenazando con suspender el año en curso. El proceso de metamorfosis política que se encara, no obstante, se revela irreversible, la brutal represión llevada por el gobierno en contra del movimiento estudiantil, lejos de liquidarlo, por el contrario acentúa su radicalidad, tanto desde un punto de vista ideológico como militar. Es en esta época cuando nacen las primeras brigadas universitarias de autodefensa que se unirán a los primeros destacamentos de milicias obreras y campesinas durante el gobierno de Torres.

2. ¡Viva el poder estudiantil! Y la Universidad única bajo control obrero

El proceso revolucionario propiamente dicho nació en el seno de la facultad de derecho de la UMSA, "la mayor concentración estudiantil del país, moviéndose en el centro político más activo"132, en marzo de 1970. Un conflicto de intereses entre dos profesores que se disputaban prebendas salariales encendió la mecha. Dos estudiantes, Reinaldo Peters de la izquierda movimientista y Victor Sosa, responsable de la juventud del P.O.R. y futuro miembro fundador de la fracción sindical U.R.U.S. (Unión Revolucionaria Universitaria Socialista), aprovechan este acontecimiento que no tiene nada de excepcional para exigir que cesen las prácticas caciquistas y las presiones políticas de las redes de influencia que son moneda corriente dentro de la facultad boliviana:

"En realidad, un conflicto entre dos sectores de la misma camarilla fue el pretexto que abrió las esclusas que contenían al torrente del descontento estudiantil. Vanos fueron los intentos de la vieja dirección universitaria por neutralizar el movimiento de los estudiantes. Rápidamente, las demás facultades del país fueron plegándose al movimiento iniciado en la Facultad de Derecho. En cada facultad, la lucha adquirió ribetes particulares. Los estudiantes comenzaban abordando problemas propios de su facultad, para relacionarlos inmediatamente con el problema general de la universidad, y finalmente, llegar a la misma conclusión consignada en las Bases ideológicas. Una a una, las direcciones estudiantiles y docentes fueron desconocidas y sustituidas por otras nuevas elegidas directamente por aclamación en las asambleas estudiantiles. "133

En el recinto de la Facultad de Derecho, el primero en ser destituido por el Comité revolucionario elegido en asamblea general es el decano Alipio Valencia Vega134. En consecuencia se elige un Comité Central Revolucionario según las mismas modalidades para el conjunto de la UMSA y se transforma en dirección universitaria del movimiento. Los estudiantes cercan los locales administrativos y expulsan de ellos físicamente al personal y a los responsables que dependen directamente del gobierno, sobre todo la vieja troika dirigente de la universidad paceña y su rector, Carlos Terrazas. El rectorado es así reemplazado por un Consejo Supremo Revolucionario que reúne a los decanos así como a los delegados estudiantiles electos en asambleas en cada facultad. Se decreta el cogobierno paritario de la facultad entre profesores y estudiantes electos por la base. Se introduce el veto estudiantil que permite destituir a todo profesor reconocido culpable de actos que vayan en contra del movimiento revolucionario o de la autonomía universitaria, tales como los catedráticos que no habían protestado contra la ocupación de las universidades por las milicias controladas por el M.N.R. en 1954 y 1955.

"Muchos consideraron a la revolución universitaria como estrictamente pedagógica y administrativa (...) Eso buscaban los demócratas, los nacionalistas y otros elementos proburgueses (...) La revolución universitaria fue, sobre todo, una gran movilización multitudinaria bajo la presión de la clase obrera y, seguramente sin que muchos dirigentes estudiantiles esperasen o quisiesen, rebasó los límites del claustro universitario y desembocó en la gran avalancha boliviana en busca del socialismo. Inicialmente, todos los planteamientos fueron limitadamente académicos y administrativos, impuestos en forma nada académica, utilizando la violencia sin atenuantes; pero, estas mismas reivindicaciones adquirieron rápidamente un radicalismo insospechado y se confundieron con planteamientos indiscutiblemente políticos. El poder y veto estudiantiles concluyeron subordinando a los catedráticos a la voluntad de sus alumnos, se hizo públicamente una selección política en el seno del cuerpo docente, la enseñanza fue concentrada alrededor de los problemas bolivianos y se utilizaron gran parte de los recursos materiales para efectivizar la unidad de la universidad con las masas."135

El movimiento universitario se une efectivamente al Comando Político luego de los acontecimientos de octubre de 1970 en el seno del cual juega un rol dinámico nada despreciable. En consecuencia, además de su presencia en la mayoría de los comités revolucionarios locales, el movimiento universitario cuenta con 20 delegados dentro de la A.P., de los cuales 5 por la C.U.B., 14 delegados por la delegación conjunta de la universidad revolucionaria electos entre los Comités Centrales Revolucionarios de las diferentes facultades del país, así como un representante de la Confederación Nacional de Estudiantes de Secundaria. En el curso de la primera sesión de la A.P., la delegación de la F.S.T.M.B., que tenía como proyecto la constitución de la universidad obrera del siglo XX, se hizo eco de la experiencia llevada adelante en Potosí desde el comienzo del año universitario de 1971. La Revolución universitaria se implantó allí duraderamente, al punto de convertirse en una apuesta de primera importancia para el movimiento popular potosino. La simple autonomía universitaria garante de los derechos democráticos de los estudiantes y de los profesores en período de despotismo estatal fue superada en el seno de la universidad Tomás Frías. La dirección efectiva de la facultad potosina descansa en 19 delegados obreros, que representan la F.S.T.M.B., la C.O.D. y los otros sindicatos obreros, así como 9 delegados estudiantiles y 9 representantes del cuerpo profesoral. Esta nueva modalidad de gestión tiene por objetivo instituir una mejor utilización más democrática y transparente de los fondos públicos dirigidos desde siempre por un arbitrario consejo universitario nombrado por el gobierno central. El cogobierno obrero mayoritario de la universidad Tomás Frías de Potosí se propone también asegurar a los profesores capaces, en función de sus competencias universitarias, y no en función de sus amistades movimientistas o demócrata cristianas, la posibilidad y la libertad de reorganizar la enseñanza superior y universitaria al servicio del movimiento popular136. La consigna de Universidad única bajo control obrero, es decir, la generalización de la experiencia potosina al resto de las facultades bolivianas y la expropiación de todas las universidades e institutos de enseñanza superior privados bajo control estudiantil, es popularizada dentro de la A.P. por la fracción de los mineros dirigida por Filemón Escobar. A pesar de las reticencias de la tendencia mirista y la franca hostilidad de los delegados maoístas, el decreto sobre la Universidad única es votado en la primera sesión.

Se trata de una apuesta de importancia capital para la tendencia revolucionaria y obrerista en el seno de la A.P. El ejemplo de Potosí así como la resolución sobre Universidad única deben servir de palanca para ganar a las bases estudiantiles para una política de clase y hacerlas romper con el izquierdismo o el foquismo. Las direcciones de los "partidos universitarios" oscilan constantemente entre el insurreccionalismo y el apoyo a la A.P. se vuelven a encontrar en falso frente a su propia base pero siguen siendo hegemónicos en el seno de la mayoría de los delegados estudiantes de izquierda137. El IV Congreso estudiantil que tuvo lugar en Trinidad en julio de 1971 se salda sin embargo con un aislamiento relativo en el seno de la dirección estudiantil de U.R.U.S. en provecho de los partidos universitarios que temen perder pie en el seno de sus bastiones tradicionales. En todos los casos, la Revolución Universitaria boliviana demuestra bien la capacidad y las potencialidades del movimiento universitario y estudiantil para actuar como un poderoso disparador de movilización social. El proceso boliviano destaca asimismo como, solamente el apoyo del movimiento popular y la garantía de la movilización obrera pueden permitir al movimiento estudiantil superar su límite congénito: la simple Reforma universitaria, reivindicación transitoria en la medida en que "el problema educacional no es sino una de las fases del problema social; por ello no puede ser solucionado aisladamente"138. Esto es hacia lo que los estudiantes y los universitarios bolivianos han tendido efectivamente, hasta a defender esta convicción con las armas en la mano en el curso del putch de agosto de 1971139.

3. La coparticipación obrera mayoritaria, ¿el camino hacia el control político?

Otra de las medidas guía adoptadas por la A.P. a propuesta de la delegación de la F.S.T.M.B. es la resolución referente a la coparticipación obrera mayoritaria en todas las escalas de la producción y del aparato administrativo de las minas estatizadas. En este caso también, a semejanza de la Revolución universitaria, se trata de una medida popularizada en las filas mineras bolivianas y llevada por la base sindical. La resolución votada en la primera sesión no es más que la respuesta a la propuesta de Torres referente a la coparticipación obrera paritaria en el seno de Y.P.F.B. y de COMIBOL.

El objetivo del decreto rubricado y publicado el 14 de enero de 1971 después de una movilización obrera y popular sin precedentes de los días 11 y 12 de enero es doble. Por un lado, el presidente cree responder a la radicalización obrera en modo demagógico ofreciendo a las direcciones sindicales la posibilidad de intervenir en el seno del órgano decisivo de las dos empresas nacionales con la meta de someterlos a las decisiones tomadas por el estado - patrón; por otro lado, se trata de una tentativa de aumentar, con la misma argumentación, la productividad de las empresas nacionales bajando los costos de producción, es decir oprimiendo la masa salarial de los trabajadores que tienen la ilusión de participar en la gestión de la empresa140. La propuesta encuentra eco favorable entre los trabajadores petroleros, las instancias dirigentes de la Federación Nacional de Petroleros Fiscales (Y.P.F.B.) y los ex - privados, antiguos empleados de la GULF141.

Los mineros lo rechazan. Conservan el recuerdo del control obrero movimientista impuesto por intermedio de Lechín que apuntaba a hacer creer a los trabajadores que eran virtualmente propietarios de su instrumento de producción y los disuaden por eso de luchar por el mejoramiento inmediato de sus condiciones de trabajo. Los límites del mal nombrado control obrero instaurado a partir de 1952 residían en la extrema burocratización de los delegados obreros -no respondiendo a su mandato frente a ninguna instancia sindical de base- es decir, en el carácter individual y no colectivo del control, escapando a la base y apuntando a la cooptación de las direcciones sindicales por parte del gobierno M.N.R.-patrón. Pero ¿porqué los trabajadores del subsuelo y las fracciones políticas más radicales no han respondido positivamente a la oferta de Torres de enero de 1971 si -en el marco de los países semicoloniales- las nacionalizaciones efectuadas por los gobiernos nacionales al igual que la participación obrera de las empresas estatizadas se chocan no solamente al vedado del imperialismo, al menos parcialmente, sino que permiten movilizar las masas alrededor de la perspectiva del control de la economía y del poder por los trabajadores? Una respuesta positiva no habría representado por cierto un acto de "colaboracionismo clasista, sino un falso presupuesto de que las minas se encontraban en el poder de los sindicatos"142.

Efectivamente, dado el grado de radicalización y de movilización de los mineros, era posible ir mucho más lejos que lo que concedía el decreto de Torres que habría sido indudablemente progresista en un período de tranquilidad social.Los mineros hacen su propia proposición. Deciden hacer inclinar la balanza en su favor al pedir que la designación del director se haga por el sindicato. Asimismo, reclaman la anulación del derecho de veto del presidente en el seno del órgano directivo de la COMIBOL. Piden que los delegados de los productores, presentes en todas las instancias decisivas, respondan con su mandato frente a las asambleas generales de base. El proyecto de integración vertical del conjunto de la rama minera en COMIBOL es encarado, al remitir a la sesión de septiembre de la A.P la discusión del proyecto ampliamente apoyado. La integración de la ENAF (Empresa Nacional de Fundiciones), del Banco Minero, del Instituto Metalúrgico y de otras pequeñas sociedades de capital mixto toma gran importancia en un país como Bolivia. Hasta entonces, solamente COMIBOL -de hecho los mineros- soportaba los costos de extracción. En contrapartida, la ENAF -por el alto horno de Vinto, por ejemplo- podía comprar un mineral con alto contenido a precios de curso mundial, pronto revendido, transformado en el mercado internacional a un precio muy superior. Para la fracción porista de la A.P., el control de la principal fuente de entrada de divisas, el control de las minas reglamentando la vida económica del país volvía a abrir el camino hacia el control político. Según el esquema proyectado por el P.O.R., en caso de debilidad extrema de Torres o de aplicación de la medida votada por la A.P., las fricciones entre la dirección obrera de COMIBOL y el gobierno por el control de las riquezas minerales tenían que apresurar el desenlace de la crisis política boliviana abierta por la situación revolucionaria.La propuesta de la F.S.T.M.B. ha representado una poderosa palanca de movilización, tanto para los mineros como para los sectores sociales que gravitan alrededor de las minas, tanto en un plano económico como geográfico. En la Semana Antiimperialistas del Siglo XX, la agitación alrededor de la consigna de coparticipación mayoritaria ha permitido meter una cuña entre la fracción reformista del sindicato, brillando por la ausencia de su secretario general Constancio Apaza, y el resto de los mineros. Al mismo tiempo, los sindicatos periféricos que evolucionan alrededor del gigantesco campamento minero, el de los pequeños comerciantes y artesanos (gremiales), de los choferes, de los panaderos, el B.I.C. y el Sindicato Minero 20 de octubre hacen bloque alrededor de la reivindicación de la coparticipación mayoritaria, juzgada como tabú y demasiado audaz por los bonzos sindicales que ven ahí con clarividencia una amenaza para sus prebendas alrededor de la dirección de COMIBOL. Por otra parte, la radio Voz del Minero se hará eco en el curso de toda la semana de la reivindicación de los mineros de base143. La movilización de los trabajadores del subsuelo arrastra otros sectores de los pozos tradicionalmente menos combativos o dominados por direcciones sindicales corporativistas. Los mineros y los militantes obreros de las minas del estado imponen una mordaz desmentida a las aserciones sociológicas de June Nash, afirmando que existe una "neta ruptura entre los obreros hasta contramaestres, por un lado, y los técnicos e ingenieros, por otra"144. Así, en el momento de las huelgas de técnicos, de los mandos intermedios y de los ingenieros de COMIBOL, particularmente seguida en la región de Oruro, contra el gobierno, en mayo de 1971, la respuesta de los mineros es clara:

(...) la habilidad está en que los dirigentes [políticos] y obreros sepan distinguir a los [huelguistas] identificados con la clase obrera de aquellos reaccionarios que se han constituido en agentes del imperialismo. Los obreros deben analizar con criterio objetivo y político la situación presentada en COMIBOL; pues no se debe ignorar que al presente se está librando una sorda lucha entre la nueva promoción de técnicos e ingenieros y la burocracia parasitaria (...) que llegó a las esferas administrativas no con el deseo de impulsar la minería nacionalizada sino con el propósito de enriquecerse rápidamente (...) Es deber de los obreros y revolucionarios alentar a [aquellos] nuevos profesionales para que reciban la influencia de la revolución.145

Más allá de la propuesta de coparticipación mayoritaria que nunca pudo entrar en vigencia y ser aplicada por los mismos trabajadores, la victoria del golpe de estado de agosto no lo permitió, la contrarrevolución no pudo sufrir las migajas - aún las más reformistas - acordadas bajo la presión de los trabajadores en materia de intervención en la vida económica del país. El F.P.N. da testimonio por allí de su odio con respecto a toda medida susceptible de transformarse en palanca de movilización popular. A partir del mes de Septiembre de 1971, Banzer interviene, rubricando los decretos supremos, testimoniando la prisa y la rabia del gobierno, por abrogar todo lo que de cerca o de lejos tienda a parecerse a la participación de los productores en las estructuras económicas y en el control de sus herramientas de producción. Esto es lo que sucedió para el Instituto Nacional del Café (INBOLCA), Y.P.F.B. o la Empresa Nacional de Azúcar146.

En el caso de INBOLCA, su origen se remonta a fines del año 1970, cuando los campesinos del Alto Beni se movilizan, procediendo con repetidos cortes de rutas que unen las yungas a La Paz y multiplican los obstáculos en las redes secundarias. Un número importante de ex mineros que habían sido despedidos luego de las masacres blancas que juegan entre ellos un rol motor, los colonos del departamento de La Paz representan con los del Chapare, departamento de Cochabamba, la segunda tendencia del sindicalismo campesino independiente147. Los colonos del Alto Beni se constituyen así en febrero de 1971 en Confederación Nacional de Colonos de Bolivia (C.N.C.B.), afiliada a la COB. Bajo la presión de sus acciones, Torres se ve obligado a responder al impasse en el que se encuentran estos pequeños productores de café con la creación del INBOLCA (Instituto Boliviano del Café). Teniendo como finalidad comercializar y tomar a cargo la exportación del café boliviano, el INBOLCA se choca frontalmente con los intereses de algunas gruesas empresas agro - industriales que reinan hasta ese momento como amos sobre el mercado boliviano del café. Sin embargo, el Decreto Supremo del 16 de Septiembre de 1971 restablece la libre comercialización interna y externa del café148. En el mismo orden de ideas, Banzer vuelve desde su entrada en función sobre la coparticipación obrera paritaria en el seno de Y.P.F.B. La centralización administrativa en parte había vaciado de su contenido la coparticipación inicial, ya que la presidencia de la empresa petrolera estatizada era asumida por el mismo Torres, desde el 19 de mayo de 1971, Banzer vuelve también sobre la cogestión paritaria, al destacar que:

"Uno de los objetivos del gobierno nacionalista [F.P.N.] es el de devolver al país a su normalidad institucional, determinando en consecuencia que las empresas públicas desarrollen sus actividades dentro de la autonomía que les fijan sus estatutos y disposiciones legales." 149

Las masas populares durante el trienio boliviano se introducen en el camino de la liberación, rompiendo sus cadenas de sumisión al antiguo orden económico y político degradado de las clases dominantes, incapaces de resolver de otro modo que no sea un golpe de estado sangriento la crisis abierta por la situación revolucionaria. Se trata de un proceso desigual, lejos de ser lineal y homogéneo como hemos podido constatar. Pero durante estos tres años de ascenso de luchas sociales, el movimiento popular, obrero y campesino independiente y particularmente la juventud universitaria y el proletariado minero dan pruebas de la creatividad de las masas, de su capacidad para reestructurar un aparato económico y político que condena al país a la dependencia, a la pobreza y a la miseria endémicas, a la represión política más feroz. La tendencia general del proceso boliviano reside en esta lección, dada a todas las escalas populares, nacionalmente pero también localmente, en teoría, pero también en la práctica. Se trata de una mordaz desmentida dirigida a todos aquellos que creen en pasar por mediaciones y etapas múltiples -juzgando a las masas de un país semicolonial como demasiado incultas o no suficientemente maduras- para "humanizar" un sistema inhumano. El proceso boliviano representa, por el contrario, la capacidad de los productores y de la juventud para desarrollar una razón y un proyecto político autónomos que les permita tender puentes para pasar del estado de eternos gobernados a las funciones gobernantes. El golpe de estado fascista de 1971 pondrá término a las esperanzas que nacieron en el techo de los Andes.

Causas y fundamentos de la derrota del Movimiento Popular Bolivariano

El proceso revolucionario boliviano es violentamente sorprendido por las jornadas de agosto de 1971 que ven el triunfo de la contrarrevolución extendiéndose desde Santa Cruz al resto del país en el espacio de tres días. El golpe de estado no está verdaderamente dirigido contra el general Torres y su gabinete, que finalmente no son otra cosa que el último fusible de seguridad que garantiza la dominación económica y política de la burguesía local y del imperialismo sobre las clases populares. Una vez que el fusible hizo cortocircuito por la movilización e independencia de clase, les incumbe a los sectores abiertamente reaccionarios de las clases dominantes, en línea con el Estado mayor en estrecha colaboración con los gobiernos de Washington, de Buenos Aires, de Asunción y de Brasilia, restaurar la estabilidad social para restablecer la hegemonía de la burguesía. El putch de agosto es, en cierta manera, la respuesta y la salida elegidas por las clases dominantes para ordenar la crisis abierta por el proceso revolucionario boliviano, paliar la incapacidad de gobernar y canalizar el movimiento popular que caracteriza los últimos meses del gobierno torrista.

En la medida en que las formas múltiples de doble poder se acentúan, se instaura un vacío de gobierno, intolerable a los ojos de la clase dominante. La salida decisiva que desarrollaba sus elementos esenciales sólo podía inclinarse en uno de los dos sentidos: ya sea el establecimiento de un gobierno obrero-campesino sobre la base de la Asamblea Popular,150 ya sea la restauración sangrienta del orden barrientista. Cincuenta años antes, Gramsci afirma además crudamente a la luz de la experiencia consejista italiana que:

"La fase actual de la lucha de clases (...) es la que precede, ya sea la toma del poder por el proletariado revolucionario, para pasar a nuevos modos de producción y de distribución (...); ya sea una terrible reacción de parte de la clase poseedora y de la casta gubernamental. Ninguna violencia será descartada para someter al proletariado industrial y agrícola a un trabajo servil: se buscará inexorablemente quebrar los organismos de la lucha política de la clase obrera (...) e incorporar los organismos de resistencia económica (sindicatos, cooperativas) en los engranajes del Estado burgués." 151

En esta alternativa entre socialismo o fascismo, socialismo o barbarie, es la segunda opción considerada por Gramsci la que triunfa en Bolivia. La toma del Palacio Quemado por las tropas facciosas anuncia los funestos días siguientes para el conjunto de los procesos revolucionarios que atravesaron de manera desigual a América Latina en el curso de los años ’70. Pinochet y Videla, sólo serán los discípulos de Banzer.

Sin embargo, se puede preguntar si se trata más de un fracaso del proceso revolucionario boliviano que de una derrota política y militar del movimiento popular y de los diferentes partidos y organizaciones de izquierda que supuestamente encarnan sus intereses, tanto en el seno de los organismos salidos del proceso como en la calle, a través de las diversas movilizaciones. La apuesta es fuerte. Suscribir al primer análisis, afirmar que se trata de un fracaso del proceso revolucionario, es negar toda posibilidad de transformación profunda de las relaciones económicas y sociales en el sentido del progreso en un país semicolonial. Esto puede conducir incluso a hacer reposar el peso de la responsabilidad de la victoria del fascismo sobre el movimiento popular mismo que habría “favorecido indirectamente la instalación de regímenes de fuerza en los que, como recompensa, ha sido trágicamente, la víctima mayor”.152

Toda perspectiva de emancipación y de salida del marco estrecho de la dominación, por no decir de la dictadura, del capital, es así rehusada al movimiento popular, obrero, campesino y a la juventud de los países semicoloniales que no sabrán contentarse con un statu quo preestablecido.

Acordar con la segunda afirmación, analizando las jornadas de agosto como la derrota política y militar del movimiento popular, corresponde con concluir que:

"La derrota del proletariado revolucionario en este período decisivo es debido a las deficiencias políticas, organizativas y estratégicas del partido de los trabajadores. Debido a estas deficiencias, el proletariado no logra ponerse a la cabeza de la insurrección de la mayoría de la población y hacerla desembocar en la creación de un Estado obrero (...). La victoria del fascismo (...) debe ser considerada entonces no como una victoria ganada sobre la revolución sino como la consecuencia de la derrota sufrida por las fuerzas revolucionarias debido a sus debilidades intrínsecas."153

Evidentemente, el proceso boliviano no obedece de manera caricaturesca al esquema que Gramsci establece en 1926. Sin embargo, se trata de una interesante pista para el análisis del trienio.El análisis de la derrota del movimiento popular debe articularse así alrededor de un estudio que remonte a la raíces y a las causas tanto objetivas como subjetivas –desde el punto de vista del movimiento popular- de la victoria de la contrarrevolución. Se trata en primer lugar, de analizar los límites intrínsecos del movimiento popular, de sus partidos y organismos que supo destilar. También es importante estudiar atentamente en un segundo momento, a través del espectro del antagonismo de clase, más allá de las declaraciones y de los posicionamientos tácticos, el rol jugado por los gabinetes nacionalistas de izquierda así como por la reacción abierta en la derrota popular. ¿Aquellos que preconizan la transición pacífica al socialismo no son los primeros en dejar el campo libre a la contrarrevolución? Finalmente, se trata de no olvidar de analizar el problema militar patente, no considerado in abstracto, sino como la continuidad violenta de la política llevada por los sectores sociales opuestos frente a frente.

A. Límites intrínsecos de las expresiones del movimiento popular bajo sus diversos aspectos, partidarios y sindicales:

No caer en la idealización del proceso boliviano transformando un estudio histórico y político en panegírico, en analizar los límites y obstáculos intrínsecos, es esencial para comprender la importancia del trienio revolucionario. Se pudo verlo en el análisis de las tendencias locales a la expresión de la dualidad de poder. También es necesario ejecutar este estudio en todas las escalas del proceso, tanto en el plano subjetivo como objetivo. Se entiende por “subjetivo” las respuestas políticas aportadas por los partidos de izquierda y las diferentes fracciones sindicales del movimiento popular, como su programa concreto llevado a adelante y propuesto en la movilización popular, obrera, campesina y universitaria en relación con los tres gobiernos sucesivos que conoce el trienio. Por “objetivo”, se comprende el estudio de los límites del proceso mismo, es decir, la desigualdad de la movilización de clase en función de los sectores sociales involucrados. Se trata más particularmente del análisis de la actitud política de la mayoría del campesinado boliviano, que a diferencia de las movilizaciones rurales de 1953 no tuvo tiempo de romper completamente sus lazos tradicionales de manera de integrarse plenamente a la dinámica revolucionaria. Por otra parte, son incluso los primeros signos de agitación en las filas de los campesinos oficialistas, sobre las ruinas del pacto campesino-militar luego del VI Congreso de Potosí de agosto de 1971, los que van a precipitar el levantamiento de Santa Cruz. En lo que concierne a la cuestión militar –problema a considerar desde el punto de vista de las FFAA como desde el punto de vista del armamento popular- se le consagrará un lugar particular posteriormente, incluso si ella pone de relieve esta misma problemática de la relación entre política y situación objetiva. Los debates y las divisiones que esta cuestión ha generado, ameritan efectivamente que se le de dedicación a esto en detalle.

1. Rol y actuación de los partidos populistas y reformistas con influencia de masas en el curso del trienio

La primer dificultad del estudio del proceso boliviano reside en la politización extrema puesta en juego a la cual ningún analista puede escapar. La segunda consiste, sin duda, en la paradoja aparente que reside en la fuerza y en el enraizamiento popular de los partidos populistas y reformistas –especialmente los tres principales, MNR (Comando laboral), PRIN y PCB- a pesar de la radicalización política creciente de las masas en el curso del proceso. Aquí nos esforzaremos en estudiar dos casos precisos, el del PRIN y el del PCB; el primero, debido a la estatura histórica de su dirigente, Juan Lechín Oquendo, el PCB en función de las repercusiones latinoamericanas de las políticas impulsadas por Moscú y de sus implicancias a escala regional.El trienio es así dominado por la figura omnipresente de Juan Lechín, que conserva en el curso de los acontecimientos un prestigio inigualado al punto de acumular las funciones de secretario general de la FSTMB, de la COB y de presidente de la AP. Puede parecer contradictorio que las diversas instancias de dirección de organismos cuyo objetivo proclamado es la toma del poder a través del gobierno obrero-campesino, continúen siendo monopolizados por aquel cuyo proyecto se resume “ante todo [en] una tentativa constante de dialogar con los gobiernos y participar en las decisiones políticas –en una palabra, en reformismo- no incitando a la toma directa del poder político”.154 Los prinistas conservan, efectivamente, un rol importante en el seno de la burocracia de la FSTMB así como cierta audiencia entre los delegados de base, más allá de los campamentos y los pozos, en el seno de los sindicatos obreros y entre los funcionarios y los docentes. Es así como la COD de La Paz es la primera que exige al gabinete de Ovando, el derecho al retorno del exilio de Lechín. La represión barrientista efectivamente había tocado menos severamente a los partidarios del aliado táctico de los generales Barrientos y Ovando en 1964 que a otras esferas militantes golpeadas horizontalmente. Esto explica en parte el vigor y el peso numérico militante sobre el cual el PRIN puede apoyarse luego de la apertura democrática de 1969.El congreso cobista de mayo de 1970 refleja sin embargo otra realidad, una evidente pérdida de influencia del viejo líder en la medida que los sectores más avanzados del proletariado comienzan a enfilarse dispuestos a la batalla. Lechín hace su mea culpa en la tribuna, criticando su participación en los gobiernos movimientistas, su rol en la nacionalización con indemnización de las minas, en la adopción del código Davenport y del Plan Triangular. A pesar de esto, luego apaga durante once horas consecutivas el fuego continuo de las críticas de numerosos delegados: críticas de Andrés Solis Rada por el Sindicato de prensa, de Cirilo Jiménez del PCB (ML), las del porista Filemón Escobar y del comunista Simón Reyes por la FSTMB. Sin embargo, como lo destaca Ricardo Catoira, “se va comenzando a notar el cansancio de la sala. Es que la mayor parte de los delegados obreros pertenecen a los sectores atrasados políticamente”155 y al final, Lechín es elegido a la cabeza de la COB. Esta elección inesperada se explica en parte por el vacío generacional militante que ha dejado la represión del régimen precedente así como por el retraso político de la mayoría de los delegados arrancados de toda estructura organizativa durante la noche barrientista. Además, el PCB no presenta un candidato alternativo a la presidencia cobista en la medida en que Lechín encarna para la dirección del partido, la política de conciliación de clases impulsada desde Moscú y que será defendida a pesar de la base del partido en ruptura con esta estrategia de colaboración policlasista.

La misma escena se repite durante la apertura de los trabajos de la AP, mientras que los tres primeros días de sesión son ocupados por el debate sobre la presidencia:

"Iba de despejarse una incógnita. ¿Las nuevas promociones de dirigentes sindicales y políticos tendrían acceso a la dirección de tan importante organismo? De lo contrario se repetiría la historia del IV Congreso Nacional de Trabajadores (...) cuando el viejo líder y entonces discutido dirigente máximo de los trabajadores Juan Lechín (...) recibió las duras críticas de algunos delegados. (...) Por primera vez, tan espectaculares acusaciones (...) buscaban desacreditarlo ante la opinión de la clase trabajadora del país."156

Para reemplazar a Lechín, estarían Víctor López, minero de Siglo XX, independiente, elegido al segundo puesto de la FSTMB detrás de Lechín, Humberto Pabón, obrero paceño, Secretario Ejecutivo de la Confederación de Trabajadores Fabriles, del PCB o aún Francisco Mercado, del Comando Laboral, líder obrero y dirigente cobista de primer orden. Sin embargo, Gallardo Lozada explica que “por más que durante los últimos años hubieran acumulado prestigio (...) no los elevó a un nivel suficientemente alto como para promocionarse a disputar la dirección de la AP.”157, sobretodo sin el apoyo de su respectivo partido. El vacío generacional es agravado por la ausencia de algunos muertos en torturas bajo Barrientos, como César Lora, dirigente de gran carisma que habría podido afrontar, en la opinión de todos, al viejo líder en igualdad de condiciones. Además, las críticas que fueron hechas al prinismo pueden ser consideradas como puramente retóricas en la mayoría de los casos. Pocos delegados cuestionaron abiertamente la oscilación de la dirección del PRIN durante las jornadas de octubre de 1970.158 En cierta medida, se le acuerda a Lechín un cheque en blanco sin que las direcciones de las otras tendencias de izquierda apoyen abiertamente sus delegados en su condena del lechinismo. Para cerrar este estudio del PRIN a la cabeza de los organismos que destiló el trienio, se puede retomar el análisis de José Luis Alcázar y José Baldivia:

"No se pretende (...) hacer una valoración positiva o negativa (...) de la conducta de Juan Lechín. Se trata simplemente de describir el fenómeno tal como fue, aunque es obvio que este populismo ejerció un papel negativo desde la perspectiva revolucionaria, y que la conducta de Lechín fue contradictoria en algunos casos, vacilante en otros y objetivamente entreguista en algunos. (...) De todas maneras, Lechín no logró recuperar la importancia que tuvo en la década de los ’50 y una serie de factores, entre los cuales su relativo desprestigio, el surgimiento de nuevos líderes y el propio ascenso de las masas, condicionaron su actuación, ofreciéndole menor margen de maniobra."159

En lo que concierne al PCB, su rol político es por otra parte más interesante para estudiar como encarna la estrategia moscovita de coexistencia pacífica y de estabilidad social aplicada a la realidad boliviana. Sin embargo, esta política es restringida por los partidos más a su izquierda y el movimiento popular mismo, lo que contribuye a hacer romper elementos de su base mientras que la dirección boliviana se someterá desde septiembre de 1970 al Comité Central del PC Ch. con la línea más ortodoxa. Además, para el Kominform, Bolivia sólo es un laboratorio en gran escala para poner a prueba su política de conciliación de clases en un contexto de movilización social. Las lecciones que saca serán de gran ayuda para elaborar la política de aislamiento de los comandos comunales y de los cordones industriales en Chile. La experiencia boliviana será de una gran utilidad para impulsar la estrategia de integración de amplias fracciones de las FFAA en los gabinetes frente populistas, como el de Allende, como tantos supuestos garantes constitucionales de la neutralidad de los militares. Se sabe a qué masacres condujo esta política.La línea eminentemente conciliadora del PCB, que no cesa de intentar negociar su apoyo a los gobiernos de Ovando, luego de Torres, sin ser desacreditado en su base tradicional, es de la misma inspiración del PC Ch presionando sobre Allende para integrar a Augusto Pinochet al gabinete de la UP, el 23 de agosto de 1973. En el caso boliviano, sin embargo, sufre a su izquierda la presión directa del POR, que influye sobre su base minera permeable a las posiciones de Filemón Escobar. El PCB no podrá desarrollar integralmente su programa, lo que logrará hacer su homólogo chileno desde septiembre de 1970. La diferencia esencial expresaba la situación social y el grado de movilización popular. A diferencia del proceso chileno que se abre por elecciones y la victoria de la UP el 4 de septiembre de 1970, es decir, por una movilización popular pasiva a favor de reformas, las masas bolivianas intervienen directa y activamente en el proceso político, dejando al PCB sólo un margen de maniobra reducido, no pudiendo integrar desde el inicio posiciones claves de canalización popular en el seno del aparato de Estado.Como lo analiza Lora:

"El PCB sufre las presiones de las clases en lucha y [su] actitud refleja, en cierta manera la mayor radicalización de las masas. Su conducta, contradictoria al extremo, es doble: desarrolla tesis indiscutiblemente reaccionarias tanto al interior de sus filas (en su último congreso, logra rehabilitar el equipo de Monje y combatir implacablemente las posiciones del Che Guevara, seguramente para prevenir un nuevo peligro de escisión proveniente de los focos de guerrillas) como en sus relaciones con los otros partidos comunistas, pero frente a las masas se presenta con un punto de vista radical."160

Esta estrategia de oposición abierta a las expresiones de la movilización de clase independiente al no poder ser desarrollada desde el interior debido a la presión de los acontecimientos, será ejecutada por intermedio de otros medios moscovitas.161 Se vio así el rol jugado por la delegación del PC CH cerca de Torres en el curso del mes de mayo de 1971. Es el CC del partido chileno a través de Volodia Teitelboim que jugará este rol, ya que el PCB no puede arriesgar todo rompiendo las actitudes de desconfianza frente al torrismo impulsadas por los manifestantes durante el desfile del primero de mayo.162 A otra escala, la colaboración activa de las burocracias soviéticas y de las democracias populares cerca del gabinete torrista tenía un objetivo similar. Los proyectos de colaboración de Checoslovaquia, de la RDA y de Polonia163 en materia de transformación de los minerales bolivianos –especialmente el antimonio de Vinto y el zinc de la Matilde- ya están bien iniciadas mientras que varios acuerdos ya habían sido firmados con la URSS en los sectores farmacéuticos, petroleros y militares.164 Por otra parte, ellos no serán cuestionados ni por Moscú ni por Banzer después del putch de agosto. La política eminentemente contradictoria del PCB pero también del PRIN tendía finalmente a apoyar –indirecta y secretamente, visto el contexto de la movilización- al gobierno nacionalista revolucionario de Torres. Paralelamente, sus bases respectivas, elementos centrales de los comités revolucionarios locales, se encontraban en una situación inestable frente a tal comportamiento de colaboración interclasista.

2. La revolución boliviana y la estrategia del POR (Masas)

Por el contrario, hablar del rol subjetivo de los partidos revolucionarios en el curso de los acontecimientos es igualmente difícil. Para algunos, el carácter revolucionario o reformista de las tendencias que han contribuido a estructurar la radicalización política del trienio se decreta a priori.165 Aquí nos proponemos estudiar el rol del POR (Masas) en el curso de los acontecimientos. No se trata de considerar al POR (Masas) como el único privilegiado de este calificativo de revolucionario o como el único grupo que supo desarrollar una línea política consecuentemente revolucionaria adecuada perfectamente a los acontecimientos. Es el partido de extrema izquierda no stalinista más importante, en implantación militante en los sectores estratégicos de la economía boliviana, integrado al movimiento popular y más particularmente presente e influyente en el seno del proletariado obrero y minero y cuya historia organizativa concuerda con las grandes citas de la lucha de clases en Bolivia desde 1946. El POR puede ser considerado así, desde el punto de vista revolucionario, como la tendencia que tuvo más responsabilidad histórica para asumir en el curso de los acontecimientos. Entre las principales críticas que se le han dirigido166, nos interesamos en dos de ellas: la cuestión de la “alianza” con el PCB así como la sostenida sobre la caracterización sovietista que hace el POR de la AP. En lo que concierne a la política militar del POR la cuestión será abordada aparte, más adelante.

El POR apenas comienza a levantarse y estructurarse, bajo Siles Salinas, después de la represión barrientista en el curso de la cual perdió cuadros y militantes de un gran valor. Bajo Ovando, su política consiste en recuperar todos los espacios políticos y sindicales formales y luchar por el reconocimiento de los derechos democráticos de base, no como un fin en sí mismo pero de tal forma de desarrollar y defender una política de independencia de clase. Se trata en esta primera fase de acompañar el ascenso popular alrededor de la lucha para la reconquista de sus órganos de clase más inmediatos, los sindicatos. Tomado al pie de la letra de su estrategia de apertura democrática, Ovando se reencuentra luego del congreso de la FSTMB y de la COB frente a mociones y tesis políticas finales –escritas en acuerdo entre el POR y el PCB- críticas con respecto a su gobierno cuando se trata de aseveraciones del PCB, hasta claramente hostiles al nacionalismo revolucionario en general en los pasajes dirigidos por los poristas. En la perspectiva de las reivindicaciones económicas y políticas de la tesis cobista de mayo de 1970, el POR preveía desde noviembre de 1969 en Masas que:

"Dos problemas sensibles van a incitar a las masas a descender a las calles y a tomar posiciones siempre más radicales, por un lado, la desocupación que toma proporciones inquietantes, por el otro, el nivel muy bajo de los salarios y el alza del costo de vida. En las condiciones actuales, toda reivindicación de carácter económico puede rápidamente transformarse en un conflicto político y en un enfrentamiento con el poder." 167

La alianza táctica con el PCB luego de los dos congresos sindicales que fue reprochada al POR se coloca en esta misma actitud transitoria: aprovechar una situación abierta para hacer romper a las masas con sus tutores tradicionales. Se trata de saltar el abismo entre el nacionalismo revolucionario, sus variantes reformistas y el movimiento real de las masas. Apenas reintegrados en la producción, no habiendo podido controlar las reuniones preparatorias de los dos congresos, los militantes del POR –a pesar de una serie de concesiones acordadas al PCB que conciernen a su teoría de revolución por etapas- logran hacer votar una resolución cuyo eje central mantiene el programa boliviano de la revolución permanente mostrando que el camino de la liberación de toda opresión, nacional y social, no pasa por un cambio de fachada del régimen sino por la movilización en vistas de la instauración del gobierno obrero y campesino.Los poristas aplican la misma política luego de las jornadas de octubre de 1970. El POR, a pesar del repliegue táctico de los gorilistas, no decretó la insurrección que deseaban algunos grupos izquierdistas. Por el contrario, impulsó la constitución del Comando político junto a los reformistas. El POR tiene intención de utilizar el Comando como una tribuna de agitación, en el marco de movilización popular sin precedentes, para llevar a cabo una decantación progresiva entre la base de estos partidos y su dirección dispuesta a colaborar con Torres.La crítica sostenida sobre la caracterización que dan los poristas de la AP puede parecer más fundada. Lora y la dirección del POR describen varias veces la asamblea como un “soviet real y viviente”.168 Se trataba efectivamente de una expresión política popular estructurada al margen del poder central, de un organismo de características soviéticas. Sin embargo, a diferencia de 1952 donde la consigna “todo el poder a la COB” habría podido ser lanzada, la AP no reagrupa a un nivel nacional delegados de base del conjunto del territorio, como la COB en 1952 que además organizaba, a la cabeza del movimiento popular, a los obreros sindicalistas, los sindicados y los independientes, como en un verdadero órgano soviético. La AP sólo preveía la participación activa de los sectores sindicados del movimiento popular ya que las elecciones pasan por puestos sindicales más que por asambleas de base. En ningún momento el POR propone la participación directa de los delegados salidos de los comités revolucionarios locales para parar las maniobras burocráticas y antidemocráticas de las cliques sindicales y de los partidos reformistas. La dirección porista quiere apoyarse en la renovación de delegados de la sesión de septiembre mientras que sin duda, habría sido necesario intervenir en el sentido de una participación más directa de la base desde junio de 1971 y no en un segundo momento como lo preveían los estatutos de la AP. Por otra parte, Víctor Sosa testimonia que:

"Entre los mineros, los dirigentes de la FSTMB, bajo el impulso de nuestro camarada Filemón Escobar, han emprendido inmediatamente una campaña sistemática de explicación y de movilización alrededor de la AP y han ido personalmente a los diferentes centros y pozos [antes de la primera sesión]. Allí han creado efectivamente comités de base y sostuvieron asambleas que eligieron a 38 delegados representando a los mineros en la AP. Los resultados de estas elecciones expresaron un primer movimiento de radicalización consciente (...) y fueron sensiblemente diferentes de los de las elecciones sindicales que habían tenido lugar algunas semanas antes. Entre los 38 delegados de los mineros, se encuentran cinco miembros del POR y varios militantes próximos a él.Por otra parte, en los otros sectores de la clase obrera, en la industria manufacturera o en los servicios públicos, sólo se pudieron sostener asambleas a nivel nacional para elegir delegados de diferentes corporaciones [contraveniendo los estatutos de la AP]. (...) En otros sectores, las direcciones sindicales intentaron proceder de manera totalmente burocrática y designar los delegados."169

De la misma manera añade, en lo que concierne al abismo real existente entre el rol del POR como dirección política del proceso y su hegemonía efectiva entre los delegados de otras tendencias, que:

"Por un lado están las propuestas del POR, los documentos y resoluciones preparados y presentados por él que sirvieron de base al conjunto de los trabajadores de la AP y que fueron adoptados por ésta con pocos cambios (...). Por otro lado, sin embargo, desde que se trata de pasar a la elección de los órganos de dirección de la AP, las propuestas del POR se chocan con la más viva oposición y al momento de contar los votos es evidente que el POR representaba solamente alrededor del 20% de los delegados, quizás un poco más, pero menos en todo caso que la estimación que ustedes [OCI] han afirmado en IO (...)"170

Sin embargo, para luchar contra el peso de las tendencias reformistas, trade unionistas y populistas en el seno de la AP, el POR no considera en ningún momento que el modo de organización popular, que toman las formas de la izquierda tradicional, de tipo comando político o AP como en junio-julio de 1971, han dado todo lo que podían ofrecer de progresista, y que era necesario, en consecuencia, impulsar una política de oposición contra estos mismos organismos apoyándose en las bases populares locales. El POR analiza que la situación política no está bastante madura, rehusa caer en el aventurerismo y acepta esperar hasta la segunda sesión de la AP en septiembre de 1971. Con respecto a esto, en contrapunto, el análisis de Fioravanti es relativamente aclaratorio. Él afirma que “la AP se apoyaba en un poder real que emanaba del proletariado, sin un poder militar real, contrapuesto a un poder político militar real [el del gobierno de Torres], garantizado por el ejército burgués reaccionario”171 Su crítica sostenida sobre la actitud demasiado timorata del POR que según él “[abrigaba] todavía una concepción defensiva de la toma del poder (...) El golpe de agosto demostró que el proletariado y las clases populares no debían esperar el asalto de la reacción”172 El POR, efectivamente, conjeturó quizás demasiado sobre la capacidad de sobrevida de Torres frente a la reacción, así como sobre sus propias capacidades para obligar a las tendencias reformistas y populistas mayoritarias en el seno de la AP a una política revolucionaria en ruptura con el gobierno. Esto es acompañado además por un pesado silencio con respecto a los órganos locales de doble poder, mucho más radicales que la AP de La Paz. La dirección del POR no los considerará en ningún momento como potenciales órganos de dirección del levantamiento para tomar de sorpresa al banzerismo, e implícitamente al torrismo, que hasta el final rehusará defenderse condenando al país a la contrarrevolución.

3. Rol y participación del campesinado en el trienio, ¿obstáculo objetivo o falta de audacia de la política de la AP con respecto a las masa rurales?

Filemón Escobar, delegado minero porista a la AP central en junio y julio de 1971, afirma a posteriori en diciembre de 1971, exiliado en Santiago, que:

"La verdadera fortaleza de la AP radicaba en la expresión del pensamiento político del proletariado, particularmente del minero. Pensamiento dominante que se arranca (...) a partir de la Tesis de Pulacayo (1946) hasta la Tesis política de la COB (1970) y las bases constitutivas de la AP (1971) [y] ayudó a la clase obrera a estructurarse alrededor de una línea política, que, al mismo tiempo, es un severo análisis crítico del nacionalismo revolucionario (...)"173

Tendría que volver sobre sus propósitos preguntándose si, por el contrario, la verdadera debilidad de la AP no residió en el hecho de que no supo convertirse en la expresión política de los intereses de las masas rurales bolivianas y del resto de los sectores oprimidos del país. Efectivamente, puede parecer paradójico, por tomar sólo un ejemplo, que los putchistas cruceños hayan logrado movilizar alrededor de la conspiración un número no despreciable de campesinos y de pequeños propietarios sin que las fuerzas progresistas y la AP local de Santa Cruz hayan tenido la fuerza de sustraer la mayoría del campesinado pobre y asalariado rural del dominio de la FSB y del Comité cívico de la capital del departamento.174 Ya se ha visto cómo la movilización de las amplias fracciones del campesinado puede ser desfasada en el tiempo con relación a una dinámica social más global.175 Sin embargo, las rupturas campesinas del BIC así como de las federaciones de colonos afiliados a la COB son otros de los tantos síntomas de una verdadera radicalización del campesinado desde 1969. Seguramente, como lo entiende Silvia Rivera Cusicanqui:

"La mayoría del movimiento campesino quedaba al margen del proceso de radicalización de las fuerzas populares alrededor de la AP mientras que el BIC asumía en su seno una representatividad totalmente desproporcionada respecto a su base social." 176

Ella añade también que:

"Ni el BIC ni la CNCB [Confederación de colonos] exprimían la voluntad y las esperanzas del campesinado comunitario o parcelario, que seguía vinculado al aparato sindical paraestatal y subordinado al pacto militar campesino." 177

Se trata aquí de dos problemáticas diferentes. Por un lado, los escasos dieciocho delegados del BIC no eran, efectivamente, el reflejo exacto de la real movilización del campesinado sino de su movilización reducida. Tal como lo entendían Tomás Chambi y Casiano Amurrio, debían supuestamente servir de órgano de dirección para acelerar la ruptura del campesinado con el pacto barrientista y utilizar la AP como una tribuna revolucionaria de agitación y de movilización.178

Los países con desarrollo desigual y combinado, como Bolivia, reposan sobre una estructura dual. Desde un punto de vista social, las masas rurales junto a una pequeño burguesía semicapitalista representan los estratos sociales numéricamente dominantes. Desde el punto de vista económico, es un modo de producción capitalista, cuya expresión boliviana reside en la explotación de los minerales, que asume el rol de motor de la economía nacional. La tarea consistente en ganar a los sectores sociales más importantes numéricamente es una condición sine qua non para asegurar la victoria de la hegemonía popular y obrera frente a la reacción. Es allí donde se sitúa el error de la política desarrollada por la AP. La delegación de los trabajadores del subsuelo estaba efectivamente persuadida que la importancia capital de la producción minera transformaría el proyecto de co-gestión con mayoría obrera en una reivindicación de envergadura susceptible de arrancar, sobre la base de la defensa de la economía nacional, a los campesinos de sus tutores políticos tradicionales.

La política de la AP concuerda con una subapreciación de la capacidad revolucionaria del campesinado o de cualquier otra clase oprimida en un país semicolonial que no pueden ser ganadas en una dinámica para un programa sin responder a sus intereses inmediatos. Es para esto que las Tesis de Pulacayo apoyan la reforma agraria y la independencia nacional efectiva, reivindicaciones susceptibles de movilizar, además de medidas transitorias que conciernen a los mineros mismos, a la “mayoría nacional”.179 Pues en ningún momento el Comando político o la AP reivindican la expropiación inmediata de los grandes propietarios cruceños que participaron en las sucesivas conspiraciones, o el monopolio de Estado sobre el comercio exterior para defender la pequeña producción nacional y artesanal de manera de ganar el apoyo decisivo de la mayoría del campesinado y de la pequeño burguesía urbana y rural desde octubre de 1970.180

El reducir la totalidad del proceso revolucionario a la materialización de una sola tarea –la cogestión [obrera mayoritaria]- pese a su enorme importancia movilizadora en el seno de los mineros era completamente insuficiente por sí misma para desarrollar la movilización revolucionaria del conjunto de las clases oprimidas de la ciudad y del campo.181

La concepción obrero-centrista de la AP se ha incluso acrecentado luego del VI Congreso de Cochabamba de la CNTCB. La influencia exterior del proceso revolucionario habiendo sacudido profundamente hasta sus cimientos, el pacto militar-campesino, el campesinado afiliado al oficialismo comienza entonces a romper con la vieja dirección filo-barrientista, desacreditada a los ojos de los pequeños propietarios que conocieron un empobrecimiento sin precedentes mientras que sus dirigentes habían “engordado” a la sombra de los gobiernos militares. Desde febrero, Torres ya siente soplar el viento de la protesta campesina que ya no se limita a los sectores geográficos influenciados por el BIC o la completamente nueva CNCB. Él reclama en su discurso de ratificación del pacto militar-campesino del 16 de febrero de 1971, la ampliación de la alianza al “proletariado revolucionario boliviano y a la clase media”,182 afirmando que:

"Las fuerzas interesadas en destruir la unidad de los trabajadores del agro [los ‘seudo revolucionarios’ según Torres], se han puesto en activa campaña para desprestigiar el Pacto militar–campesino. [Estos] no vacilarán en derrocar mi gobierno respaldando o alentando a futuros gorilas".183

La ruptura, sin embargo, ya está bien encaminada en febrero de 1971. Para sólo tomar un ejemplo del departamento de La Paz, los centros provinciales de Aroma, Murillo, Pacajes u Omasuyos comenzaron a escapar de las manos de las viejas direcciones campesinas desde fines de 1969. A nivel departamental, son muy jóvenes dirigentes como Genaro Flores o Macabeo Chilas para La Paz y Oruro que ganan a las direcciones de las federaciones. Teniendo el beneficio de la educación primaria y secundaria, influenciado por la temática katarista184 por los rurales aymarás, los jóvenes campesinos son más sensibles a los anacronismos y a las distorsiones heredadas del sindicalismo de 1953, especialmente al “pongueaje político”. Los delegados de las sub-centrales y de los centros provinciales llevan así a la cabeza del secretariado ejecutivo de la CNTCB a Genaro Flores, que parece el mejor para encarnar las aspiraciones campesinas. En la prolongación del Congreso del 2 de agosto de 1971 que provoca la ruptura del pacto, significando la desconfianza frente a Torres,185 Flores intenta una aproximación con la COB y la AP pero la asamblea permanece a la defensiva frente al oficialismo campesino, inflexible frente a la demanda insistente de adhesión que presenta la CNTCB.Banzer por el contrario, atrapará de un solo golpe todo el alcance de la protesta campesina, apresurándose a hacer renunciar de sus funciones a los dirigentes elegidos en Potosí, calificados de extremistas y forzados al exilio o a la clandestinidad como la mayor parte de los líderes y de los militantes del movimiento popular que pudieron escapar a la caza de brujas. El apoyo activo del campesinado, incluso si este último tardó en romper con su adhesión al régimen, habría contribuido seguramente a un aislamiento menor de las fuerzas populares luego del golpe de estado de agosto de 1971. La débil movilización del campesinado pobre en tanto que clase social y no a título individual como pasó en el curso de las tres jornadas de resistencia de agosto de 1971, contribuyó sin duda a debilitar al movimiento popular antes incluso que la mayoría del ejército se haya pronunciado a favor de Banzer. La política de la dirección de la AP y de los partidos revolucionarios en dirección al campesinado así como el retraso objetivo de la movilización de las masas rurales se entremezclan, actuando considerablemente en la derrota de agosto de 1971.

B. La reacción boliviana, aspectos multiformes de una política proimperialista

Como intentamos analizar previamente, agosto de 1971 determina la derrota política y militar del movimiento popular más que el fracaso del proceso revolucionario mismo. Sin embargo, es cierto que en última instancia, el golpe fatal dado por el FPN al movimiento popular es el fruto y la obra de la reacción boliviana aliada a los gobiernos de Washington, Río de Janeiro, Buenos Aires y Asunción. Estudiar el rol y la estrategia de la reacción boliviana consiste en abordar dos aspectos políticos en el análisis de la situación. Por un lado, se trata de saber si los gabinetes nacionalistas y más particularmente el de Torres, representaban o no una muralla contra la reacción gorilista. Este debate lleva al final a la naturaleza última de estos gobiernos –más allá de su retórica antiimperialista y progresista- y sobre la posibilidad de la transición pacífica al socialismo, tal como Torres pudo planearla a la imagen de su homólogo chileno. Por otro lado, la segunda vertiente engloba un aspecto más metodológico y cuestiona cierta visión de Bolivia que tendería a afirmar que “la historia de Bolivia no es la historia de la lucha de clases; es la historia de sus luchas regionales”.186 El golpe de estado de agosto de 1971 coincide efectivamente con la creciente influencia de la capital del oriente boliviano sobre el tablero político del país. Suscribir la interpretación de Roca y de aquellos que se encuentran allí vuelve a fin de cuenta a borrar todas las relaciones de clase del proceso boliviano al punto de hacer una caricatura de lucha geográfica entre collas y cambas,187 una lucha entre la cruceñidad y los Andes. Este debate no tiene nada de innovador y Mariátegui incluso lo ha resuelto en su ensayo sobre el regionalismo. Sin embargo, una coyuntura política e ideológica reaccionaria, el reflujo obrero y popular después de las jornadas de marzo de 1985 sacó provecho de numerosos intelectuales que intentaron hacer olvidar que las relaciones políticas son gobernadas en última instancia por relaciones sociales. Para estos analistas, el carácter de clase del estado y de las instituciones que emanan de él se convierten en la expresión del localismo, lo que vuelve a silenciar sus características profundas. Es en función de esta óptica que conviene estudiar los aspectos multiformes de la política y de la estrategia adoptada por la reacción boliviana entre 1969 y 1971.

1. Los gabinetes de Ovando y de Torres, cooptar al movimiento popular para retomar mejor la experiencia de 1952

El Mandato Revolucionario de las FFAA proclamó como objetivo reconsiderar la dependencia económica y política mantenida respecto a la metrópoli estadounidense después del barrientismo que produjo la interrupción final de la estrategia de desarrollo autónomo que preconizaba el MNR en 1952. Debido al fracaso y la debilidad de la pequeño burguesía nacional en su tentativa de emancipación, sólo fracciones resueltas del ejército pueden intentar impulsar, en el marco restringido de la economía capitalista y del mercado mundial, una renegociación del rol de las clases dirigentes bolivianas en los intercambios internacionales. Para sacudir la dominación norteamericana sin cuestionar las relaciones de producción capitalista, conviene diversificar las tutelas económicas y políticas internacionales –así será hecho en el Bloque del Este o los países vecinos.188 Pero los gobiernos bonapartistas también tienen recursos para una movilización popular contenida. Es cooptando y controlándola, que pueden intentar emanciparse de la lógica del patio trasero estadounidense, un juego peligroso que será fatal para Ovando.

Apoyarse en una movilización social preexistente para asegurar al régimen una base popular, supone evidentemente la canalización del movimiento impulsado desde arriba en el camino de colaboración de clases. En otros términos, esta necesita utilizar o cooptar al movimiento popular por el intermedio de sus direcciones reformistas. Los dos gabinetes militares harán la experiencia. Ovando se prueba desde marzo de 1970 organizando, por intermedio de su ministro de Asuntos Sociales Valdivia Anaya, un proyecto de Comité de vigilancia de la CNSS (Caja Nacional del Seguro Social). Efectivamente, propone a las direcciones sindicales integrar las direcciones de la CNSS en tanto que observadores como mejor forma de dar la ilusión de un control obrero sobre el sistema de seguridad social. “No se trata para el gobierno, de que los trabajadores intervengan como clase en la orientación y manejo de la CNSS sino que queden anulados como fuerza beligerante y de presión”.189 El órgano porista vuelve a añadir: “como en las mejores épocas del MNR se busca reemplazar a la clase por algunos elementos amaestrados por el mandón en turno”.190 Cuando Ovando es forzado a constatar que ni su carisma ni su política de cooptación del movimiento popular son efectivos –el fracaso más patente es la ofensa del congreso cobista-, comenzará su giro hacia la derecha tan poco eficaz para quebrar las luchas estudiantiles, obreras y campesinas.

Torres toma el relevo y vuelve de nuevo con esta estrategia, aún más en la medida en que su régimen está fuertemente en crisis por la inestabilidad política reinante en la base a medida en que se afirman los embriones locales de doble poder. El Secretario del gabinete de la Coordinación política, Hugo Torres Goitia, así como el ministro del Interior, serán encargados de conducir a buen término esta política de canalización a nivel local y nacional en estrecha colaboración con las direcciones reformistas. En julio de 1971, Gallardo intenta neutralizar las crispaciones de la base proponiendo a los sectores más radicalizados formar una Alianza Popular Revolucionaria para golpear de raíz la dinámica popular que ve la luz luego de la primera sesión de la AP. El ejemplo de La Paz, tal como lo hemos podido ver, dio efectivamente nacimiento a múltiples ramificaciones locales. Se trata, por lo tanto, de asambleas cuyas resoluciones políticas son mucho menos previsibles que las tomadas luego de la primera sesión nacional, especialmente en las zonas de fuerte polarización social. El primer terreno de operación elegido es en consecuencia Santa Cruz, donde Gallardo intenta encontrar un acuerdo de tipo frente populista de apoyo al gobierno y detener las ocupaciones salvajes con la dirección de la AP para terminar con los miedos de los patrones locales de la agroindustria. Rompiendo con las directivas nacionales de sus propios partidos, los dirigentes de la AP cruceña rehusan disciplinarse y afirman a través de Miguel Callaú, presidente, miembro del PDCR y de Guillermo Capoviendo, dirigente de la FUL de la Universidad Gabriel Moreno, su defensa incondicional de la independencia de clase. Ellos anuncian de esta manera, su apoyo a las luchas campesinas del norte del departamento, su voluntad de poner en pie milicias obreras y estudiantiles y su fidelidad a conducir a buen término a la revolución universitaria. Torres se choca con la misma resistencia en Tarija, Yacuiba, Sucre y Potosí.191 Superado por la base, el gobierno intenta paralelamente alinearse a las direcciones políticas por medio de acuerdos secretos en vistas de “ejercer una estrategia común en el seno de la AP donde nuestra ‘Unidad Popular’ trataría de ganar a los sectores independientes”.192 Gallardo demuestra que esta propuesta global fue hecha al PCB, al PS de Marcelo Quiroga Santa Cruz, al Comando laboral, así como a los grupos Octubre, Siglo XX así como a la tendencia dirigida por Amadeo Vargas. Las negociaciones con Lechín y la dirección prinista recién comienzan hacia fines de julio de 1971 pero este último responde positivamente a la invitación.

"Todos los grupos [añade el ministro del Interior], tendrían una participación porcentual de ministerios por medio de la reestructuración del gobierno del 7 de octubre de 1971, al cumplirse un año de nuestro ascenso al poder." 193

Es aquí que se lo puede juzgar más claramente al punto débil de la estrategia del POR (Masas). Él se mantiene persuadido que no está en la medida de ganar un apoyo popular decisivo rompiendo con el PRIN o el PCB. En lugar de buscar activamente un apoyo popular apoyándose en las AP y los comités locales resueltamente ganados a la independencia de clase, intenta hacer ceder a las direcciones reformistas que negocian en secreto con el gobierno después del 30 de mayo de 1971.

Torres intentó así vanamente, hasta el final, salvar la unidad nacional detrás de su gobierno. Contribuyó a allanar el camino de la reacción que resistió con la conspiración gorilista frente a la incapacidad del gobierno de restaurar una aparente estabilidad social. De una punta a la otra del proceso, el gabinete nacionalista revolucionario busca ganarse un apoyo exterior al Este para paliar la debilidad de sus apoyos internos, reasegurando a su aliado estadounidense indemnizando la Gulf y rehusándose a avanzar en el camino de las estatizaciones. En el plano interior, el esfuerzo desesperado de coordinar un frente de apoyo policlasista a su gabinete para remediar la carencia de apoyo de la base y reasegurar la empresa privada boliviana y sus aliados es sintomático del abismo existente entre Torres y las aspiraciones populares. Todavía era necesario que una dirección política radical sepa ofrecer un proyecto político audaz para concretizar las esperanzas de los dirigentes locales tales como Callaú o Capoviendo.

Los gobiernos burgueses, incluso progresistas no se transforman del interior en su contrario –en gobiernos al servicio de la población- sobretodo si la reacción interna no es derrotada política y militarmente. Estos gobiernos pueden como mucho servir de última carta de la reacción para salvar el sistema político y económico en crisis y para canalizar por vías del tipo frente populistas o UP la radicalización del movimiento popular para librarlo mejor, en última instancia, desarmado, a un golpe de estado previsible y previsto por todos.194 Esta es la triste finalidad del torrismo, de sus colaboradores y de sus puestos en el seno mismo del movimiento popular. La incapacidad de Torres de “encuadrar oficialmente al movimiento obrero (...) y romper su autonomía de clase [significaba] una pérdida de confianza entre los sectores nacionalistas de las FFAA y la determinación de la naturaleza del golpe”.195 Afirmar como lo hace Gallardo Lozada o sus colaboradores –que han perdido la vida por algunos bajo los golpes del banzerismo- que “las negociaciones [para constituir la ‘UP’ boliviana] iban por muy buen camino [cuando] nos enfrentamos al golpe que los conjurados habían adelantado en más de 12 días”196 puede emparentarse a la irresponsabilidad política, en el mejor de los casos, o a un franco cinismo en relación a todos aquellos y aquellas que están muertos, desaparecidos y torturados bajo el gabinete del FPN.

2. Banzer, ¿paladín de la cruceñidad o punta de lanza de la reacción?

Aquellos que borran el carácter de clase de los gabinetes nacionalistas revolucionarios son a veces los mismos que terminan por vaciar el golpe de estado de agosto de su contenido de clase, llegando incluso a hacer de él la expresión de un simple regionalismo cruceño. Es así habitual escuchar que “la oposición de la centro-periferia o La Paz-Santa Cruz estructura entonces un conjunto de conflictos generadores de inestabilidad”,197 y que consecuentemente, al momento:

"Del golpe de estado de Banzer, el oriente y la casi totalidad del ejército que sostiene a los putchistas están asociados contra un centro paceño apoyado por los mineros, más ampliamente por la COB y algunas fracciones de regimientos.198

Es innegable que el putch estalló en la capital del oriente boliviano y que numerosos artesanos del golpe de estado eran originarios o por lo menos ligados a los intereses económicos de la patronal local. Se busca así confundir la apariencia del discurso regionalista del Comité pro-Santa Cruz, de Mario Gutiérrez199 o la cuna geográfica de los facciosos con sus verdaderas motivaciones. Analizar el putch con tales criterios, es la mejor manera de olvidar los objetivos sociales del trienio, la peor manera de borrar conscientemente la naturaleza del golpe de estado y limpiar al resto de las clases dominantes bolivianas de su responsabilidad en la subversión fascista y la represión que le siguió. Jean-Pierre Lavaud con respecto a esto, hace una justa constatación: “antes de 1971, la política local sufrió las imprevisiones de la política nacional, a partir de 1971, es la política nacional que sufre las presiones locales [de Santa Cruz de la Sierra]”.200 Sin embargo, él termina por considerar a los cruceños como un agente de inestabilidad política entre tanto otros: los mineros, el ejército, los campesinos o los estadounidenses, sin explicar, más allá de la descripción, las razones de este cambio de situación política.

Parece necesario decir que la “neo-oligarquía” tal como es habitualmente llamada, es ante todo una fracción privilegiada de la burguesía nacional, con sus propias especificidades, pero que está integrada al estado boliviano. La burguesía cruceña emerge a la sombra de los sucesivos gobiernos del MNR que impulsan y favorecen la agro-industria local hasta allí embrionaria con la ayuda de una gran cantidad de fondos y de ayudas públicas que no llegarán jamás a los pequeños propietarios cambas. El movimientismo estimula especialmente la industria azucarera por intermedio de préstamos del Banco Agrícola que jamás serán reembolsados por los finqueros. Las ayudas también son desbloqueadas bajo la forma de fondos de financiamiento del Banco del Estado a partir de 1967, destinadas a los grandes propietarios algodoneros. La principal fuente de enriquecimiento de la burguesía cruceña reside en el Estado central, que lo hace además, desde 1955, con la entrada en vigor del Código del petróleo, otro regalo. A partir de 1960 y la inauguración de los primeros campos petrolíferos de la Gulf, los empresarios locales que también son latifundistas son generosamente regados de royalties depositados por la multinacional. Se comprende mejor la dureza de los cruceños frente al anuncio de la nacionalización de la Gulf o la decisión de estatización de la industria azucarera, el 24 de julio de 1971. Se trata de crispaciones que no difieren fundamentalmente de las amenazas proferidas por la Confederación de Empresarios Privados –donde los cruceños están ampliamente representados- durante su congreso de abril de 1971 contra el movimiento popular. Mientras que la patronal paceña pone en pie sus grupos de choque, el Ejército Cristiano Nacionalista, los empresarios cruceños financian los comandos de la FSB para defender las millares de hectáreas no cultivadas de sus fincas de las ocupaciones campesinas. Los hombres de Mario Gutiérrez no hacen distinciones entre los collas altoperuanos y los Cambas asalariados agrícolas.

Las lecciones de octubre de 1970 y de enero de 1971 también son asimiladas por la burguesía boliviana. Ella sabe que el fracaso de un nuevo golpe de estado mal preparado podría serle fatal, tanto como a su tutor norteamericano o a las dictaduras vecinas. La burguesía boliviana aprende también la unidad de acción de clase. La Asociación de los productores de algodón del oriente deposita así importantes fondos para la subversión, como la de los hermanos Gasser, patrones de la azucarera La Bélgica, que gozaban de un apoyo considerable entre la comunidad alemana del departamento, del cual una parte sumerge sus raíces en la emigración nazi de postguerra. Sin embargo, contrariamente a los que algunos querrían hacer creer, la burguesía cruceña no es la simple instigadora financiera del putch. La patronal paceña, deposita 300.000 dólares a los facciosos de los cuales el 40% son destinados a comprar a los oficiales de las guarniciones y de los regimientos del Altiplano.201 Esta unión sagrada no impedirá que las diferentes facciones de la burguesía manufacturera, minera y agro-industrial se libren a una lucha encarnada por la distribución de los futuros cargos ministeriales. Los apoyos financieros exógenos de los putchistas son múltiples y superan las fronteras nacionales. La patronal paulista considera de una manera favorable para sus negocios la colocación de un gobierno fantoche en La Paz, e incluso la anexión del oriente boliviano en caso de fracaso temporario del putch. Tropas brasileras y paraguayas se desplazan hacia la mitad de agosto de 1971 a lo largo de sus fronteras respectivas, dispuestas a intervenir. Finalmente, el panorama no sería completo si se olvida el rol jugado por los consejeros del Pentágono. El pasaje de fondos transmitido por Washington a los facciosos se hace incluso a la vista de todos. La ayuda norteamericana destinada a los militares pasa a 2 millones de dólares en 1971. El Congreso que vota esta ayuda mientras que Torres está aún al comando del país, sabe pertinentemente que ella subvencionará los futuros regimientos facciosos. Paralelamente, la ayuda al desarrollo cae de 10 millones de dólares.202

Si es necesario entonces hablar de cruceñidad, es necesario disipar la ambigüedad a que conduce este término geográfico-sociológico. “El regionalismo no aparece como una reivindicación popular sino más bien como una reivindicación del gamonalismo y de su clientela”.203 Parece que Banzer, cipayo de la cruceñidad, y Gutiérrez, su lacayo, fueran la ilustración caricaturesca de la afirmación de Mariátegui. Este último incluso, continúa afirmando que en el fondo

El gamonalismo dentro de la República central (...) es el aliado y el agente de la capital en las regiones y en las provincias. De todos los defectos, de todos los vicios del régimen central, el gamonalismo es solidario y responsable.204

El golpe de estado, que se inició en Santa Cruz, fue la respuesta a una rivalidad política entre el movimiento popular que disputa el poder central a las clases dominantes más que una rivalidad entre dos ciudades, la capital altoperuana y el centro administrativo del oriente boliviano. El golpe de estado es sin duda, por otra parte, más la obra de las clases dominantes bolivianas –industriales, mineras, agro-exportadores-, de Henry Kissinger y Alfredo Stroesnner que de una supuesta cruceñidad. Este concepto, hecho a medida, tiene el único objetivo de encubrir la verdadera naturaleza del putch, que no ha sido propiamente cruceño, ni “nacionalista tolerante” o “liberal-represivo”,205 sino simplemente fascista.

“El fascismo sólo modifica el programa conservador y reaccionario (...) en la estricta medida en que concibe de forma diferente el proceso de unificación reaccionaria”.206 Las clases dominantes bolivianas se encontraron presionadas por la dinámica revolucionaria del trienio, por el vacío de gobierno y la debilidad de Torres, incapaz de canalizar suficientemente las aspiraciones populares en el marco del más estricto respeto a la propiedad privada de los grandes medios de producción. Sólo les quedaba encontrar un coronel y substituir “a la táctica de los acuerdos y compromisos (...) el proyecto de una unidad orgánica de todas las fuerzas de la burguesía en un solo organismo político”,207 y represivo, se podría añadir, el FPN. Sin embargo, debido a la debilidad intrínseca de las clases dominantes bolivianas y de la rápida recuperación, desde 1974, del movimiento popular enriquecido con la experiencia del trienio, el gran consenso reaccionario no tardará en estallar.

C. El ejército boliviano, el estado mayor y la cuestión del armamento popular

Debido a la brutalidad extrema de las relaciones de clase, de la tensión predominante en el curso del trienio, del ardor de los combates de agosto de 1971 que sólo son la expresión de la violencia característica de la historia social convulsionada de Bolivia, la cuestión militar –en el sentido amplio del término- es un eje importante para realizar un estudio coherente del proceso revolucionario boliviano. Esta problemática es interesante por varias razones. Ante todo, desde el punto de vista de los hechos, desde una perspectiva descriptiva de la batalla a muerte que se libra entre la revolución y la reacción. Pero también desde un punto de vista historiográfico y político; es efectivamente habitual escuchar dos discursos, dos interpretaciones del último acto de la revolución boliviana que derivan al final de un mismo análisis sociológico e impresionista de la realidad social boliviana.Por un lado, el golpe de estado sólo sería la resultante del corporativismo dominante en el seno de las FFAA bolivianas, de la crispación del Estado mayor en función de un interés de casta del ejército. Este análisis consiste en autonomizar las FF.AA.B. con relación a todo contexto social y a sólo condenar únicamente la violencia putchista militar, como si la dictadura de Barrientos o de Banzer no fueran ante todo la expresión de la dictadura del capital. Por otro lado, la segunda vertiente del discurso habitual sostenido sobre la cuestión militar confirma una apreciación errónea que daban como regla general la mayor parte de los grupos izquierdistas de los años ’70 y los intelectuales que ellos influenciaban ideológicamente.208 En este preciso caso, la problemática militar es caricaturescamente reducida a una simple preocupación insurreccionalista o foquista. Tal análisis político substituye la acción necesaria, directa y armada de las masas mismas, por las maniobras de un grupo o de una esfera de influencia radicalizada que actúa en lugar y reemplazo del movimiento popular. Por el contrario, se trata de considerar la problemática militar en el marco de la exacerbación del conflicto de clase, que se encamina siempre más hacia el enfrentamiento abierto. Esto puede servir para comprender mejor la naturaleza de la reacción gorilista y las razones de la victoria militar del putch sobre el movimiento popular. La agresión militar final sólo es la continuidad política de la guerra larvada llevada por la reacción boliviana, bajo todos estos aspectos, contra los bastiones avanzados de la revolución boliviana en el curso del trienio. Es aquí que esta problemática militar que cubre dos aspectos a la vez historiográficos y políticos, merece toda nuestra atención. El putch de agosto no es ni un momento particular ni un paréntesis violento en el seno de un proceso político. Se trata del punto culminante de una tensión de clase, el último acto trágico de la revolución boliviana.

1. ¿Ejército de casta o ejército de clase?

Las FFAA bolivianas ocupan un lugar central en la historia de la Bolivia moderna y más aún en el curso del trienio revolucionario. La tendencia historiográfica, que a partir de la frecuencia de los golpes de estado y de los pronunciamientos militares tiende concluir que existe una patología boliviana endémica, tiene el mérito de ser descriptiva aunque sin aclarar cuál es el rol y las motivaciones verdaderas de las FFAA. Una segunda escuela tiende a considerar y a estudiar el ejército como una entidad social a parte o como un factor en sí de inestabilidad, trascendiendo toda contradicción y relación de fuerza sociales al punto de poder llevar su propia política. Se demuestra entonces el corporativismo que estructura a la institución. Esto es lo mismo que, cuando se analiza los períodos oscuros y represivos de la historia boliviana y especialmente el período de los gabinetes de mayoría militar, estigmatizar únicamente a las FFAA acordando un salvo conducto al sistema y a la clase social que los han segregado: el imperialismo y la empresa privada boliviana.

Se olvida frecuentemente que Bolivia es uno de los raros países donde las fuerzas y las instituciones de represión han sido liquidadas bajo los asaltos del movimiento popular, como fue el caso en 1952. Se conoce los límites y los obstáculos con los cuales se han chocado las masas de abril. Sin embargo, la burguesía boliviana y su tutor norteamericano no han guardado de él un doloroso recuerdo. Desde que el reflujo de la movilización obrera y campesina fue bastante importante, los gobiernos del MNR se precipitan a reconstruir un ejército a la sombra del Pentágono, desmantelando las milicias obreras que quedaban. La exacerbación de las contradicciones del modelo nacionalista revolucionario civil y la inestabilidad social marcó un punto de ruptura con el silencio en el cual se mantenía, por la fuerza de los hechos, el Estado mayor boliviano desde su reconstitución bajo la presidencia de Siles Suazo. El golpe de fuerza bicéfalo Ovando-Barrientos de 1964 muestra así que las FFAA, hacen mucha política pero no a título de casta militar. Las FF.AA.B. surgen entonces en el frente de la escena política como la expresión vigorosa y estructurada –entre otras características que hacen falta a la burguesía boliviana- de la reacción contra el movimiento popular.

Ovando y Torres asumen a su turno un rol político de primer orden. Ellos esperan reanudar con la experiencia de 1952 bajo una forma militar como lo clama y fuerte el proyecto de desarrollo capitalista del estado del Mandato Revolucionario o también el proyecto de Plataforma económica y política del gobierno revolucionario propuesto por Hugo Torres Goitia en mayo de 1971.209Ellos encarnan, después de haber adherido al modelo barrientista, las aspiraciones de una pequeño burguesía nacional que intenta emanciparse, en los límites del sistema económico capitalista, de la pesadez de la tutela norteamericana. La experiencia, que ya había fracasado bajo el movimientismo, aborta más rápidamente aún bajo los gabinetes militares de izquierda. La experiencia se vuelve corta debido a la ruptura política entre las masas y los gobiernos, pero debido también al endurecimiento brutal de las clases dominantes que ponen término a la experiencia a través del putch de agosto. Lo que caracteriza este cambio de funciones entre militares no es tanto el espíritu de casta sino más bien el hecho que hasta el final, el Estado mayor intentará salvar, canalizando o reprimiendo el movimiento popular cuando esto se vuelva necesario, la propiedad privada de los grandes medios de producción.La institución militar sin embargo, no sale indemne del proceso revolucionario. En parte porque la expresión de todos los sectores del ejército no se resume en las intrigas de su Estado mayor. Sino también porque la dinámica revolucionaria penetró hasta el interior de las filas de las FF.AA.B. Tanto el PRIN como el PCB estaban persuadidos que sectores llamados “patrióticos” de los oficiales podían permanecer leales al gobierno –en las circunstancias actuales de las ilusiones en cuanto a su naturaleza de clase- de tal modo que ellos darán poca importancia a las señales de rupturas políticas en la base. Estos signos precursores de corte profundo entre la tropa, los suboficiales y los cuadros militares testimonian el hecho que el mismo ejército es una caja de resonancia social. Signos de descontento se hacen sentir así en el seno de los cuerpos de suboficiales de la aviación basada en El Alto. A partir de la primera sesión de la AP departamental, sólo para dar otro ejemplo, una parte de la tropa cochabambina compuesta de militares de carrera y de conscriptos, pide su integración a la AP departamental, sin por ello constituir comités de soldados. En agosto, los oficiales facciosos sin embargo tendrán dificultad para movilizar a las tropas de la guarnición en Cochabamba, algunos destacamentos rehusan obedecer a las órdenes de los putchistas.

El caso más interesante es seguramente el del Manifiesto de los Cabos y sargentos del Ejército, rápidamente seguido del Manifiesto de las clases y suboficiales de la aviación que se reclama de la Vanguardia Militar del Pueblo. Estos manifiestos rinotipeados citados por todos los historiadores del período y reproducidos parcialmente o integralmente en algunas obras, circulan de mano en mano en diferentes guarniciones del país, pero sobretodo en La Paz, a partir de julio de 1971. Allí es denunciada la explotación desvergonzada de la tropa y de los suboficiales con un objetivo lucrativo, a veces mafioso, por los cuadros militares. Las relaciones jerárquicas en el seno del ejército que son descriptas como relaciones de sumisión de clase son estigmatizadas, así como el carácter gorilista del Estado mayor. Algunos han querido ver allí un acto subversivo que apunta a aumentar el clima de tensión para acelerar el putch. Para otros –y su tesis populista es invalidada por el golpe de estado- se trata del surgimiento de amplias fracciones de la tropa, lo que habría demostrado que era posible contar con el apoyo de regimientos constitucionalistas en caso de pronunciamiento. La Vanguardia, según los más prudentes y en la opinión del mismo Gallardo, estructuraba de hecho el Regimiento Colorado que contaba con algunas radios nacionales y otros elementos aislados que no tuvieron tiempo de estructurarse. Los manifiestos más bien denuncian un estado de hecho antes que proponer un programa revolucionario. Sin embargo, su fidelidad anunciada con respecto al gobierno no impidió a Torres querer perseguir a los que preconizaban la destrucción del ejército burgués de clase.210La resolución por la depuración de estas tensiones internas del ejército recaerá sobre Selich, encargado del trabajo sucio del banzerismo. Hasta último momento, sin embargo, Torres rehusará apoyarse sobre estas tendencias centrípetas que atraviesan la base de las FF.AA.B. En el plano militar, él opta por la misma táctica que en el plano político y económico: mantener hasta el final y al precio de la vida de sus partidarios un sistema institucional, económico y político que prepara su derrocamiento. Es en esta medida que se puede seguir a Fioravanti cuando afirma que en el fondo “Torres evitó la destrucción política de la derecha. Se mantuvo la unidad en el seno de la fuerzas armadas.”211El golpe de estado al que había abierto el camino podía estallar.

2. La estrategia militar del movimiento popular:

En una fase aguda de movilización de clase, el problema del armamento popular se plantea por sí mismo. En la medida en que una parte del movimiento popular actúa al margen de la legalidad burguesa. En la medida también en que las relaciones sociales puestas al desnudo tienen tendencia a escapar a los canales habituales de cooptación de la radicalización popular pasada rápidamente por encima por la independencia de clase, las capas poseedoras tienen entonces el recurso de medios ilegales para defender sus prebendas. La historia social boliviana es así trágicamente recubierta de una larga serie de masacres de obreros, campesinos y estudiantes.212

No se trata de una excepcionalidad andina o de una tradición no constitucionalista propia del ejército o de las clases dominantes bolivianas que se ha querido frecuentemente oponer a las FF.AA. chilenas, en todo caso hasta septiembre de 1973, adheridas a la legalidad democrática. En armonía con la crisis económica, en el marco de las relaciones de producción estrechas propias de los países semicoloniales, toda reivindicación democrática o económica lleva consigo indirectamente a un enfrentamiento abierto que el Estado sólo puede resolver a través del ejercicio del monopolio de la violencia legítima, no pudiendo canalizar estos sobresaltos sociales a través del juego institucional burgués tradicional. Por otro lado, la historia del movimiento obrero y popular boliviano es rica en una tradición de independencia de clase cuya piedra angular coincide con las Tesis de Pulacayo y la revolución de abril, que subrayan en la teoría y en la práctica que sólo el armamento de los explotados es la condición sine qua non para defenderse de la reacción. Es sintomático, por otra parte, que numerosos elementos de la izquierda boliviana exiliados en Chile, habiendo sacado las lecciones del putch de 1971, subrayaban que el slogan “El pueblo unido jamás será vencido” era una precondición pero insuficiente para la victoria. Proponían efectivamente, reemplazar el refrán de la famosa canción escrita y compuesta por Sergio Ortega, fuertemente impregnada por la ideología policlasista de la UP, por “El pueblo armado jamás será aplastado”.La necesidad del armamento es frecuentemente instalada localmente por la base popular, especialmente a partir de octubre de 1970. Los mineros, que por su trabajo en los pozos accedieron a la TNT y a los explosivos, toman la delantera política rápidamente, al punto que Combate de Oruro es el primer órgano obrero de amplia difusión en abordar esta necesidad.213 Sin embargo, la mayor parte de los partidos políticos y de las tendencias reformistas y populistas presentes en el seno de la AP silencian la cuestión del armamento. Plantear de manera política y racional la perspectiva del armamento sugiere colocarse tarde o temprano en una lógica de enfrentamiento abierto con la reacción pero también con la oposición al gabinete de Torres que teme más que nada al trastocamiento militar de la relación de fuerza y que no ejerce más que un poder político teórico desde el Palacio Quemado en la medida en que se acentúa la crisis de su régimen.

La política nacional del POR (Masas) no está exenta de una cierta ambigüedad. En la resolución “Huelga general contra la conspiración” votada por unanimidad por los delegados de la AP el 22 de junio de 1971, no hace ninguna alusión a la estructuración concreta de los primeros centros de milicias obreras, campesinas y universitarias. El primer punto afirma simplemente que “ante la eventualidad de un golpe, la AP como expresión del poder obrero, asumirá la Dirección Política y militar de las masas en combate y luchará hasta expulsar del país definitivamente a la derecha, al fascismo y al imperialismo”.214 Lora, por otra parte, abunda en este sentido asegurando que:

"En ese entonces era idea generalizada –compartida hasta por nosotros marxistas- que las armas serían cedidas por el equipo militar gobernante [es decir por Torres], por considerar que sólo apoyándose en las masas y dotándolas de una capacidad de fuego podría, por lo menos, neutralizar a la derecha gorila"215.

Los hechos destacan bien que Torres temía mucho más al armamento popular que a la derecha gorilista, demostrando de esta manera que había elegido bien su campo. La declaración de Lora muestra bien hasta qué punto la estrategia torrista de cooptación del movimiento popular podía penetrar hasta las instancias dirigentes más radicales del movimiento popular mientras que la base, o por lo menos sus sectores más avanzados, ya había roto con el gabinete militar. Lora justifica la política porista afirmando que “las condiciones políticas no habían madurado para (...) la conquista por parte de la AP de un sector considerable de las Fuerzas Armadas”.216 Se puede reconocer al POR (Masas) el mérito de no haber caído en el aventurerismo decretando la insurrección desde octubre de 1970. Se puede sin embargo objetar a Lora que el ejército, excluyendo los grados altos, a través de los soldados o los suboficiales, no habría podido escindirse en dos bajo la presión popular sin la constitución previa de embriones de milicias de autodefensa en el momento oportuno, cuando la amenaza fascista se expresaba. La ausencia de batallones populares, armados y estructurados, facilitó fuertemente la tarea de la reacción en agosto. Esto contribuyó por ejemplo a desorientar considerablemente a las milicias paceñas, sin entrenamiento, que contaban hasta último momento con el apoyo de los sectores constitucionalistas del ejército.

La otra interpretación de la política militar popular se lee en la deformación guerrillerista de una amplia franja de la extrema izquierda boliviana –PCB (ML), POR (Combate), MIR y ELN-. Las tareas políticas para estas tendencias se reducían abusivamente –de manera caricaturesca en los elenos- a la constitución del “ejército popular”, despreciando totalmente la necesidad de la efectiva movilización popular. La tradición propiamente boliviana salida de las jornadas de abril de 1952 que condujo a la destrucción física del ejército de la Rosca vuelve así a encontrarse compenetrada por las teorías foquistas e insurreccionalistas que tuvieron cierta audiencia en los sectores de la pequeño burguesía radicalizada. Penetrando particularmente en el seno de la universidad boliviana e incluso entre elementos politizados de los sectores mineros provenientes del PCB, el foquismo aborda la necesidad del armamento frente a la reacción pero anula la necesidad de la organización política previa de los trabajadores sin la cual todo foco es aislado, pudiendo recaer incluso la represión sobre el conjunto del movimiento popular. La política izquierdista de algunos de estos grupos provocó una crispación política de la patronal boliviana, lo que hizo el juego varias veces a la reacción.En lo que concierne al aura de la que gozó el ELN, su rol fue bastante sobrestimado por un cierto número de historiadores ampliamente impregnados por el renombre mítico del cual se beneficiaba su fundador. Los elenos jamás se recompusieron del fracaso de Teoponte. Sin embargo, subsistieron células ultra minoritarias, organizando operaciones de guerrilla urbana, dando prueba de una relativa capacidad militar. El ambicioso atentado contra el coronel Quintanilla en Hamburgo (RFA) o el secuestro del millonario Von Bergen, PDG de La Papelera SA son testimonio de ello. Sin embargo, estas acciones realizadas al margen de la efectiva movilización del movimiento popular, más allá de una vaga simpatía que ellos podían generar en las filas de la izquierda boliviana, permitieron a la derecha legitimar las acciones del Ejército Cristiano Nacionalista, a partir de 1971, para impulsar un clima de tensión. Además, el aparato militar y perfectamente antidemocrático del ELN, a pesar de su fraseología obrerista, contribuyó a crear cierta confusión en las filas populares, especialmente luego del asesinato del joven estudiante revolucionario Demetrio Miranda el 2 de marzo de 1971 en Oruro, sobre el cual jamás dieron explicación,217 o también durante sus declaraciones estrepitosas sobre la AP. La constitución de las AP o comandos revolucionarios locales terminó por marginalizar políticamente al ELN, revelando su ausencia de base popular real. En ningún momento, los grupos dotados de un aparato militar clandestino han ayudado verdaderamente a la estructuración del ejército popular tan deseado.

En diferentes escalas, ninguna de las tendencias revolucionarias bolivianas logró apoyarse en la tradición del armamento obrero y popular para impulsar una estrategia militar consecuente capaz de enfrentar la reacción. La influencia de los populistas, las ilusiones de algunos en el gabinete torrista, la ideología foquista de otros, fueron un obstáculo en la constitución de milicias obreras, campesinas y estudiantiles como en 1952 y 1953. Estas eran los únicos medios de presión y de garantía de las conquistas y de la dinámica revolucionaria de un proceso, frente a las convulsiones y a las crispaciones de la reacción que no retrocedía ante nada, que recurría a las masacres en masa, torturas, desapariciones, para mantener la estabilidad y la “paz” social necesaria para la defensa de sus intereses. Es lo que nos proponemos estudiar para terminar.

3. El enfrentamiento final de agosto de 1971

El punto culminante político y militar del proceso revolucionario se desarrolla en el curso de las jornadas de agosto, en pleno invierno austral, entre el 19 y el 22. Ellas marcan el fin de los combates y los primeros rastrillajes falangistas y movimientistas en la ciudad mientras que en el campo y en los campamentos mineros las FFAA llevan adelante una caza de brujas sistemática llegando incluso a cercar a los militantes más allá de la frontera chilena donde ellos intentan encontrar refugio. En homenaje a aquellos y aquellas que cayeron con las armas en la mano o en las cárceles banzeristas, intentaremos mostrar un panorama descriptivo de los enfrentamientos de agosto lo más preciso posible, día a día. El putch sumergió al conjunto del país en un caos sin precedente. De esta manera es difícil mostrar un cuadro exhaustivo del conjunto de los escenarios de enfrentamientos. Nos contentaremos entonces aquí, a partir de las fuentes periodísticas de la época y testimonios militantes, con detallar los combates tales como se desarrollaron en la región de Santa Cruz, Oruro y en la capital.

Jueves 18 de agosto: En Santa Cruz, un millar de personas próximas a los medios falangistas se reúnen en el curso de la mañana en el centro de la ciudad con la complicidad pasiva de las unidades locales del ejército para protestar contra el arresto de Banzer, Gaser, rico propietario, y otros 45 oficiales y civiles facciosos. Los enfrentamientos se generalizan entre los comandos falangistas que reciben el apoyo de la tropa y las milicias organizadas precipitadamente por la AP local. El combate es desigual, la estación emisora en manos de la COD es incendiada mientras que los obreros y los estudiantes se protegen en el recinto de la universidad Gabriel Moreno.A nivel nacional, la ausencia de informaciones oficiales desorienta a los comités locales, que no saben cómo actuar. A pesar de todo, los mineros de Catavi y Siglo XX hace saber que ellos quieren brindar un fuerte apoyo a los obreros y estudiantes cruceños. En Oruro, la AP local ordena la movilización general. En La Paz, nada se filtra desde el Palacio Quemado. Unos cuarenta facciosos son arrestados en los medios militares y patronales. Los primeros signos de sublevaciones se hacen sentir en los cuarteles. Se estima que Torres conserva el apoyo del 20% de los oficiales. Las otras unidades esperan que el pronunciamiento se establezca para volverse contra el gobierno.

Viernes 19 de agosto: Gallardo Lozada hace el anuncio oficial de la sublevación a través de la radio y decreta el estado de emergencia: “El gobierno revolucionario comunica que ha estallado el golpe fascista en Santa Cruz, encabezado por Mario Gutiérrez, jefe de la FSB y grupos minoritarios de la derecha del MNR”.218 Como se lo ve, el gobierno atenúa los hechos para no provocar una reacción popular explosiva. Torres llama sin embargo, al conjunto de las fuerzas de izquierda a alinearse detrás de su gabinete.La AP tarda en actuar, atravesada por profundas tensiones entre los defensores de la línea oficialista que no quieren ver fracasar su proyecto de “UP” mientras que otros reclaman el armamento inmediato y la formación de milicias. El Comando militar de la AP es ampliado a los representantes de los partidos políticos que sesionó en junio y julio. Se reúne de forma permanente en los locales de la COB. Ninguna decisión clara es tomada.En el curso de la jornada, la dirección sindical de los mineros de Siglo XX y de los alrededores decreta el estado de emergencia y forma milicias armadas encargadas de defender los campamentos y los locales sindicales. Cesa el trabajo en varios pozos y la huelga general con manifestación armada en Oruro es votada para el día siguiente.En la tarde, los líderes facciosos aparecían públicamente en Santa Cruz, frente a sus simpatizantes. Un atentado que apunta a Banzer en la tribuna, fracasa. Los Rangers del Guabira, que dominan totalmente en la ciudad, reciben entonces la orden de irrumpir en la universidad donde están recluidos los últimos resistentes, que son fusilados.A las 23 hs., en la capital, el Comando político de la AP lanza un llamado a la huelga general nacional indefinida y a la movilización popular para el día siguiente. Los regimientos de Riberalta, Camiri, Bermejo, Tarija se pronuncian a favor de Banzer en el curso de la noche, mientras que los oficiales de Cochabamba y Oruro retiran su apoyo al gobierno paceño. El país está dividido en dos sin que el movimiento popular del interior haya sido advertido de la inminencia del peligro, para disponer de un principio de organización militar.

Sábado 20 de agosto: La manifestación antifascista en La Paz se desarrolla de 11 a 15 hs. y no termina frente a los locales de la AP como estaba previsto inicialmente sino sobre la Plaza Murillo por iniciativa del presidente de la AP. Lechín es silbado por los manifestantes que reclaman armas.219 Los participantes, sin embargo, parecen confiados en sus propias fuerzas para hacer retroceder a la reacción como en octubre de 1970 y en enero de 1971.220 Rápidamente en la mañana, los pozos de la región de Oruro están en ebullición. La participación es amplia, ya que alrededor de treinta camiones salen por ejemplo de Siglo XX hacia las 10 hs. para reunirse en la capital departamental. Un destacamento avanzado de los obreros de San José constata que la ciudad cayó completamente en manos de los Rangers en el curso de la noche. Los camiones se repliegan frente a las fábricas de la ENAF en Vinto. Se decide enviar tres delegados a la capital para recibir instrucciones del sindicato. La retirada de los trabajadores del subsuelo y de los obreros se continúa a las 20 hs. en Huanuni donde se organiza un comando militar centralizado reagrupando a los pozos Siglo XX, Catavi, los talleres de San José y representantes de los mineros movilizados de Santa Fe, Japo, Machacamarca y de las minas de mediana importancia de la región. En la noche, los locatarios de Catavi se unen al comando.A las 20 hs., mientras que el conjunto de las fuerzas populares de la capital se encuentran a la expectativa, todavía más aislados del resto del país, el Comando Político sostiene una sesión extraordinaria en el lugar de la Federación de los mineros, avenida 16 de julio. Decidió enviar una última delegación al Palacio Quemado para reclamar armas. Torres intenta ganar tiempo, pensando que podía recuperar Oruro con el apoyo de las tropas constitucionalistas. Las negociaciones duran hasta medianoche, entre el gabinete y la delegación compuesta por Lechín, Lora, Mercado, obrero paceño, alto responsable de la COB Comando laboral, Reyes, delegado minero, el PCB, Eid, rector revolucionario de la UMSA y López, representante de Siglo XX. El presidente subraya que él no dispone de armas. Gallardo, juzgando tal actitud como suicida, recibe el acuerdo oficial para realizar una distribución selectiva de un pequeño lote de fusiles comprado a cuenta del ministerio del Interior que Gallardo contaba para aprovisionar al MIR.221

Domingo 21 de agosto: A las 24 hs., la operación “Cien pies aguilita voladora” que apunta a retomar Oruro es desencadenada. Ella debe llegar finalmente a la toma de la capital del departamento en la mañana junto con los mineros estacionados en las puertas de la ciudad, en Vinto. Los regimientos enviados desde Viacha se vuelven de hecho contra el gobierno que continúa sin embargo difundiendo mensajes a través de Radio Illimani a lo largo de todo el día, haciendo creer a los mineros de los alrededores de Oruro que la operación comenzó a retrasarse y los llama a continuar su resistencia.Al inicio de la mañana, Torres es abandonado por la división blindada de Viacha estacionada a 25 km. de La Paz así como por el Colegio Militar. El Gran Cuartel de Miraflores no responde más a las invectivas de Torres desde la víspera. La presidencia ya sólo está verdaderamente sostenida por el mayor Ruben Sánchez y su regimiento Colorado, es decir, un total de 400 hombres repartidos en 4 compañías. Se derrumban así, las ilusiones sobre el carácter constitucionalista de algunas fracciones de los altos cuadros militares y del comando, diseminadas por el PCB y el PRIN.A las 9 hs., una asamblea general del comando centralizado de la región de Oruro se sostiene en Siglo XX y elige una dirección político-militar encargada de determinar la estrategia a llevar adelante. Se vota el ataque a Oruro pensando poder contar con la operación desencadenada desde La Paz. Los convoyes parten poco después. A la altura de Machacamarca, exploradores afirman que un tren militar faccioso cargado de refuerzos del regimiento Loa de Uyuni se encamina hacia la estación desde Antequera. El convoy de los mineros se escinde en dos, una parte intenta tomar por sorpresa el tren tendiendo una emboscada en la estación. Las milicias mineras son forzadas a replegarse después de librar un combate desigual. En las puertas de Oruro, escaramuzas enfrentan la tropa con los trabajadores mal armados. Algunos destacamentos, que penetran efectivamente en la ciudad, se encuentran aislados del resto de las milicias desde que la dirección político-militar opta por el repliegue estratégico con el fin de no correr el riesgo de una carnicería aún más importante. Son los poristas elegidos a la cabeza de la dirección los que toman esta decisión de pesadas consecuencias.

(...) la retirada táctica y temporal fue decidida por la dirección porista, ella presionó sobre su militancia y los cuadros obreros medios en ese sentido. (...) La historia social boliviana está llena de masacres de obreros, ocasionadas generalmente porque éstos resistieron desarmados a las tropas del ejército o arremetieron contra ellas. En agosto de 1971 deciden no librar batalla en pésimas condiciones y se repliegan ordenadamente. (...) En Masas se sostiene que los trotskistas tomaban para sí la responsabilidad de esa maniobra de grandes dimensiones. Los acontecimientos posteriores han probado que lo hecho por los mineros sirvió para preservar el porvenir de la revolución y dejar sentadas las premisas para un nuevo y rápido ascenso de las masas.222

Los mineros dejan sobre el terreno una centena de los suyos luego de los combates orureños.

En La Paz, Lechín lanza a las 13 hs. un llamado radiodifundido a la resistencia popular y pide que las milicias constituidas se reúnan en el Estadio Hernán Siles en el límite de Miraflores y del centro de la ciudad. Según las fuentes, entre 2.000 y 10.000 obreros, universitarios y militantes responden al llamado y se reúnen en el estadio y sobre la avenida Saavedra a las 15 hs. Gallardo asegura el apoyo de los Colorados para retomar la colina de Laika-Cota, transformada entretanto en un nido de ametralladoras por el regimiento faccioso Castrillo que protege el Q. G. paceño de los golpistas. El Comando militar se instala en las proximidades del estadio para coordinar las acciones de las milicias, sin embargo, “en el terreno de las [informaciones, el comando] dependía exclusivamente de la cadena radial timoneada por Radio Illimani que difundía falsedades por razones tácticas.223 La preocupación central continúa siendo el armamento. Un primer lote de 1.500 mausers es distribuido. Las milicias toman por asalto la Intendencia de Guerra en la avenida Saavedra y logran tomar 1.200 viejos fusiles de la guerra del Chaco. Nadie sabe aún que a las 13.30 hs. el más alto responsable militar de Torres, el general Reque Terán, ha requerido al presidente abandonar el poder224.A las 16.30 hs. un grupo de estudiantes y de mineros de Milluni que logran reunirse en la capital se lanzan sobre el ministerio de Defensa para recibir allí eventuales fusiles. El ministerio, que cayó en manos de los facciosos un poco más temprano, ametralla a los destacamentos populares desarmados.Una cierta confusión se instala. El G.A.C. de El Alto retira totalmente su apoyo a Torres hacia las 17.30 hs. y comienza a bombardear las posiciones populares y coloradas que continúan lanzándose contra Laika-Cota. El sol desaparecía sobre La Paz pero a pesar de las duras condiciones de combate, nuevos reclutas son unidos a las fuerzas populares. A las 18 hs. Gallardo pide que las unidades acantonadas en los alrededores del Estadio Hernán Siles se replieguen más abajo, hacia el Parque triangular, para presionar sobre el cuartel de Miraflores. Paralelamente, francotiradores falangistas tomaron posición sobre los techos de los inmuebles del cuartel residencial y atacan reiteradamente a la concentración popular. El comando militar constitucionalista y el de la AP ya no controlan la situación, a falta de informaciones precisas.Numerosos destacamentos se repliegan, caída la noche, hacia los altos barrios populares de la capital, armados de dinamita. Sin embargo, es para caer frente a los carros de asalto del regimiento Andino Motorizado Viacha y los de Tarapacá que los han alcanzado. Ellos siembran la desolación a partir de las 20 hs. en los barrios de Munaypata y Villa Victoria225. El Comando Político que permaneció en los alrededores de Miraflores intenta un repliegue hacia el local de la FSTMB para informarse mejor de la situación. Sin embargo, ni Lechín ni Alandia, ni Lora llegarán allí ya que la avenida 16 de julio defendida con dinamita cae en el mismo momento. Tres tanques ocupan entonces la Plaza Murillo y otros cuatro se dirigen hacia la universidad y a la colina Laika a la que no lograrán aproximarse debido a la oscuridad total. Radio Illimani deja de emitir.Torres abandona poco tiempo después el Palacio Quemado, alrededor de las 20.45 hs., mientras que en el mismo momento la colina Laika cae en manos de las milicias populares a la cabeza de las cuales se encontraron grupos elenos paceños y el aparato militar clandestino del MIR. La conquista de esta posición estratégica sobre las alturas de La Paz será de corta duración.

Lunes 22 de agosto: Todo el país está en manos de los facciosos. Los combates, que perdieron su intensidad en el curso de la noche –el ejército no se arriesga a acciones en un terreno aún poco seguro-, se retoman con más fuerza al inicio del día. La resistencia heroica de Laika-Cota es barrida por la aviación que limpia en la mañana las últimas bolsones de resistencia. Los blindados se instalan en la universidad y la ocupan militarmente. En el interior, algunos puñados de estudiantes junto a sus profesores aún resisten. El ejército no se arriesga a intervenir mientras que las protestas comienzan a elevarse en el campo de la comunidad internacional bajo la presión de la UP chilena.En el distrito de Siglo XX, los mineros desobedecen al estado de sitio decretado por el ejército. Los delegados y los dirigentes de Siglo XX, Catavi y el sindicato de los arrendatarios XX de octubre defienden sus derechos sindicales y políticos en una declaración transmitida a COMIBOL y a la presidencia. Un Cabildo abierto similar se lleva adelante el miércoles 25 en Llallagua.En La Paz, Banzer organiza una manifestación de apoyo al nuevo gobierno putchista. Un número considerable de personas, la burguesía y las clases medias de la capital, se reúnen en la plaza Murillo frente al Palacio Quemado, en adelante ocupado por los fascistas. A su lado, se encuentra:

"Esa habitual masa de desocupados que en Bolivia se moviliza después de cualquier cambio de régimen en la espera de hacer notoria su presencia y poder obtener alguna colocación en las empresas estatales (...), [se trata] del ejército de reserva del capital."226

Jeeps de la policía cargados de militantes falangistas y de pistoleros del MNR realizan rastrillajes en las ciudades, munidos de listas negras preparadas por el DIC. Los Rangers de Selich hacen lo mismo al este boliviano.

Martes 23 de agosto: Una comisión que agrupa al arzobispo de La Paz, la Cruz Roja y representantes universitarios intenta negociar la salida de los estudiantes armados cercados en la UMSA. Durante este tiempo, hacia las 12 hs., los últimos resistentes bloquean la avenida Villazón que bordea al edificio principal de la facultad. La asamblea docente-estudiantil defiende el principio de autonomía universitaria y reitera su adhesión a los principios de la Revolución universitaria de 1970. Algunas de las 500 personas presentes votan la resolución a mano levantada, sentados frente a los cañones de los tanques del ejército. Un primer tiro es lanzado. Los militares tiran desde muy cerca contra los asambleístas y arrestan a los sobrevivientes. Jamás habrá un balance oficial. Lacónicamente, Banzer se contentará con declarar luego que:

(...) al pretender implantar sistemas foráneos en el país, no adecuados a su propia realidad, personas carentes de ideología y respaldo popular lo llevaron irresponsablemente, mediante un régimen de extrema izquierda, al borde de su desintegración en un ambiente de anarquía y de caos. Frente a este sombrío panorama, las FFAA junto al pueblo boliviano, bajo el liderazgo del Coronel [entre tanto autoproclamado general] Banzer, se levantaron en la ciudad de Santa Cruz de la Sierra para dos días después derrocar al extremismo227.

CONCLUSION

"Es herencia de nuestro pasado la experiencia de autogobierno que tienen los ayllus, la democracia directa que impera en las organizaciones de masas y tenemos esa rica experiencia de el Asamblea Popular"228

En los últimos tiempos, un conjunto de circunstancias hicieron aparecer, en las entrelíneas de la prensa internacional, los nombres de algunos de los principales actores del trienio que marcaron con una herida duradera la historia boliviana contemporánea. Banzer dimitió oficialmente de la presidencia el último 6 de agosto por razones de salud. El puso las riendas del país en las manos de su fiel aliado, el vicepresidente Jorge Quiroga para ganar tiempo frente al ascenso de las luchas sociales y reestructurar el aparato estatal golpeado debido a los asaltos repetidos desde el inicio del año 2000 del movimiento campesino, obrero y estudiantil en un contexto de crisis sin precedentes. El último 7 de junio, Víctor Paz Estenssoro moría en Tarija mientras que entre la Plaza San Francisco y la Plaza del Estudiante de la capital, 12.000 mineros y sus familias, armados de dinamita, gritaban venganza contra el gobierno “corrupto y explotador”229 y reclamaban un plan de salvataje de las minas privatizadas por el mismo Estenssoro a partir de 1985. Finalmente, Juan Lechín Oquendo moría el 29 de agosto, dejando a las clases dominantes bolivianas huérfanas de su principal interlocutor en el seno del movimiento popular.

En todos los casos, el trienio revolucionario permaneció en la sombra, incluso en las columnas de la prensa boliviana. Este proceso, que sirvió de telón de fondo sobre el cual evolucionaron estos tres protagonistas, fue ocultado y enmascarado como lo han sido decenas de millares de actores anónimos de las luchas del trienio, llevados por el deseo y la certidumbre que el cambio para Bolivia era posible. Esta dinámica vehiculizada por el trienio no aparecía como un cambio para un futuro lejano, siempre descartado para más adelante, en vistas de una revolución social hipotética que sus defensores contribuyeron ampliamente a traicionar. Los actores populares del trienio se ubicaban en la perspectiva de un cambio para el futuro inmediato, sobre la base del ascenso de las luchas sociales desde 1969 y a partir del conjunto de los organismos de poder dual que el trienio produjo, especialmente a partir de octubre de 1971.

Es necesario subrayar que en el marco convulsionado de los años 1970, Bolivia no parece ser la excepción en la escena mundial. A nivel internacional, el mundo occidental sufre aún los contragolpes de las revoluciones coloniales y de los procesos de independencia, mientras que el gobierno estadounidense se encuentra en un conflicto que se convierte en emblemático, Vietnam. Los países centrales además de afrontar un conjunto de movimientos de protesta como los acontecimientos de mayo de 1968 en Francia pasan por el “otoño caliente” (autunno caldo) y el “mayo rampante” (maggio rampante) italianos, o aún las luchas estudiantiles y obreras en España franquista, para sólo dar algunos ejemplos. El Este conocía conmociones semejantes a través de la primavera de Praga y las luchas obreras polacas de inicios de los años ’70.

A nivel propiamente latinoamericano, el fin de los años ’60 y ’70 marcan también un ascenso de las luchas sociales. Se trata de movimientos aún más inquietantes para las clases dominantes locales, que tienen a veces tendencia a sobrepasar los marcos de referencia habituales y tradicionales del proletariado, del campesinado y de las masas en general. Se puede pensar, efectivamente, en las rupturas de izquierda con las corrientes nacionalistas burguesas tradicionales, como la de los Sindicatos Clasistas de Córdoba, en Argentina, que salen a la luz entre 1969 y 1971, dando luego nacimiento a las comisiones internas de fábrica (secciones sindicales de fábrica) autodenominadas “clasistas” siguiendo el ejemplo de la sección de la UOM (Unión Obrera Metalúrgica) de Villa Constitución luego del Villazo de 1974. Reagrupadas en Coordinadoras que se forjan a través de las luchas contra los planes de austeridad del gobierno de Isabel Perón a partir de 1975, estas diferentes experiencias implican el inicio de la ruptura entre el movimiento popular y el peronismo, abierta después del Cordobazo. Se puede del mismo modo pensar en las direcciones orgánicas de la clase obrera, tanto socialdemócratas como comunistas así como en sus articulaciones sindicales, sobrepasadas en Chile hacia fines de la Unidad Popular por la creación de los Cordones Industriales y de los Comandos Comunales.

Así, las convulsiones bolivianas de 1969-71 se entrelazan con las huelgas y las manifestaciones de carácter insurreccional que conoce Uruguay entre 1968 y 1969. Se puede también citar el gran movimiento mexicano de 1968 o las tensiones sociales exacerbadas peruanas abriendo el período del velasquismo. Lo que da sin embargo el verdadero puntapié inicial de este proceso continental es el Cordobazo argentino de mayo de 1969, que provoca la huelga general del 30 de mayo de 1969 y la caída un año más tarde del presidente Onganía. Se trata de la primera manifestación de la crisis profunda en la cual van a encontrarse los principales regímenes del Cono Sur y más particularmente el gabinete militar nacido del golpe de estado de 1966, lo que lleva a hacer volver del exilio a Juan Domingo Perón como canalizador del descontento social. Finalmente, no se puede hacer abstracción de la Unidad Popular chilena de 1970-73 que marcó de una forma duradera la historia social latinoamericana.

En el seno del surco trazado por estos procesos, la influencia de la experiencia boliviana no es despreciable y es necesario, para terminar de aprehender toda la extensión y el carácter anticipatorio del trienio andino, describir en grandes líneas las otras dos experiencias que marcaron los años ’70 en el Cono Sur, las de Chile y las de Argentina, para inscribir en un marco histórico regional más global el proceso boliviano. El hecho de que se trate de experiencias ligeramente posteriores a los acontecimientos bolivianos pone aún más de relieve la radicalidad de la situación andina así como la madurez de los actores sociales.Los Cordones Industriales y los Comandos Comunales chilenos efectivamente funcionaron como embriones de doble poder frente al gobierno de Salvador Allende y a las prerrogativas de la patronal industrial y de los grandes latifundistas. Los Cordones comienzan a surgir a partir de junio de 1972.230 Se trata de estructuras que reagrupan a los delegados de las diferentes empresas y fábricas de las zonas urbanas, llegando incluso a organizar a los pequeños talleres o a los campesinos de los grandes dominios en el campo. Los Cordones llegan progresivamente a coordinarse con los comités barriales, estudiantiles, sobrepasando así los límites impuestos por las categorías profesionales o los obstáculos tanto geográficos como políticos tradicionales, para realizar la unidad de acción de clase por la base. Estos instrumentos organizativos permiten así la más amplia de las democracias y que los trabajadores se encarguen ellos mismos de los problemas cotidianos. En el seno de los Cordones, los debates giran alrededor del aprovisionamiento, del alza de los precios, de la organización de la producción y de la ocupación de los lugares de trabajo o aún de la puesta en marcha de la autodefensa frente a la agresión de pistoleros a sueldo de los empresarios privados o de los grupos de choque Patria y libertad. Los Cordones comienzan así a superar a las directivas de la CUT (Central Única de los Trabajadores) ligada al PC Ch. Así como a las direcciones de los aparatos políticos unidos en el seno de la UP. En un testimonio, un delegado de base, militante del Partido Comunista Chileno pero también del Cordón Industrial de O’Higgins declara en junio de 1973:

"Nosotros estábamos dispuestos a defender al compañero Allende hasta las últimas consecuencias. Yo quiero decir algo sobre los militares. Está bien que el viernes una parte defendió al gobierno [tras el fallido tanquetazo encabezado por el coronel Supper. Después de la intentona, suerte de ensayo general para los golpistas de septiembre, Augusto Pinochet ingresa al gabinete de la UP a petición del mismo Allende presionado por el PC Ch.]. pero yo tengo muy bien entendido que las FFAA están para defender los intereses de la burguesía y eso nadie me lo va a quitar de la cabeza, ni el compañero Allende ni el partido al que yo pertenezco... Cuando fuimos la concentración, me pareció que el compañero Allende no tuviera confianza en los trabajadores... Hay que organizarse más. Hay que tomar las armas para defender el gobierno por las buenas o por las malas." 231

Los Cordones, aunque trágicamente desarmados militar y políticamente por el mismo gobierno de Allende, serán los últimos en resistir durante los días siguientes al golpe de estado del 11 de septiembre de 1973.Las Coordinadoras del proceso argentino nacen alrededor del Gran Buenos Aires en 1975 en la dinámica de la exacerbación de las luchas contra el gobierno peronista de Isabel. Ellas comienzan a federar, en el norte y el sur del estado bonaerense, las bases de los sindicatos más combativos. Se trata de comisiones internas llamadas clasistas, en reacción a la política de colaboración de la hegemónica central sindical peronista, la CGT (Confederación General de los Trabajadores) con el gobierno. Ya en este período, el gobierno prepara el golpe de estado, única salida viable para la burguesía frente a la crisis institucional y sobretodo económica que atraviesa el país y que lleva finalmente el 24 de marzo de 1976 a una derrota sangrienta para el proletariado y el movimiento popular en general, la dictadura que provoca más de 30.000 muertos y desaparecidos. Sin embargo, en el curso del período anterior, la clase obrera industrial hace un último esfuerzo de autoorganización. Como lo describe un obrero metalúrgico que participó en los acontecimientos de la época:

"Las Coordinadoras eran algo que fue surgiendo naturalmente. Ante el hecho que la burocracia [sindical] sistemáticamente boicoteaba y obstruía el movimiento, la gente rápidamente hace la experiencia y se empieza a dar la coordinación del activismo. Primero entre las fábricas del mismo gremio y después se hace más general. El eje en la zona [sur del gran Buenos Aires] lo hacen las fábricas metalúrgicas. (...) Las fábricas más grandes: Propulsora, Saiar, Offa, eran las tres más importantes. Estaban dirigidas por la oposición combativa. Principalmente sectores ligados a Montoneros232 y después al resto de la izquierda. (...) Resulta que la Coordinadora empieza a tomar un peso tal que largaba paros generales en la zona de La Plata, Berisso y Ensenada. Empieza a funcionar como una corriente de oposición. (...) Largaba un paro y la CGT no lo estaba largando y la gente paraba"233.

En el marco del ascenso de las luchas a fines de los años ’60, si se hace excepción del caso brasilero donde la dictadura ahogó desde 1967 todo vestigio de protesta y del Paraguay al que el régimen del general Stroessner “transformó (...) en un vasto campo de concentración”,234 Bolivia es así el primer país en conocer un golpe de estado reaccionario de carácter fascistizante. Para sólo dar algunos ejemplos, es recién en febrero de 1973 que el presidente Juan María Bordaberry es depuesto de facto por una junta militar en el país de los Tupamaros. El golpe de estado de Pinochet en Chile, después de varios ensayos infructuosos de otras fracciones de las FFAA, recién tiene lugar en septiembre de 1973. En el caso argentino citado anteriormente, recién es en marzo de 1976 que el poder es transmitido por Isabel Perón a la camarilla militar dirigida por Videla. Fueron los golpes de estado y putchs a los cuales las clases dominantes criollas y el imperialismo recurrieron para parar la eventualidad de una degeneración de las situaciones sociales y políticas profundamente degradadas en crisis revolucionarias abiertas. El golpe de estado boliviano del 21 de agosto de 1971 es así un ataque para quebrar el ascenso popular, desarticula sistemáticamente y liquida físicamente a todos los cuadros portadores de una potencial protesta popular.

Las similitudes entre los ciclos y los procesos de radicalización en América Latina y particularmente en Chile, en Argentina y en Bolivia no son sólo formales. En la carrera de velocidad entre revolución y contrarrevolución, las fuerzas de la reacción ganaron una victoria histórica y duradera sobre el movimiento popular. En el curso de estos diferentes procesos, la idea central que habita en los partidarios legalistas, constitucionalistas, oficialistas y otros reformistas que quieren abrir una transición pacífica e institucional hacia el socialismo o según el modelo chileno, estalla bajo la presión de los acontecimientos. Sin embargo, en ningún momento, a diferencia del trienio andino, una importante vanguardia de los movimiento populares podrá romper con sus direcciones tradicionales para seguir el camino de la independencia de clase. Posteriormente, en los años ’80, las dictaduras a sueldo de las clases dominantes que surgen de la derrota de los movimientos populares de los años ’70 logran su metamorfosis y su autoreforma a través de los procesos de transición hacia la democracia formal, canalizando las aspiraciones de las masas a través de la colaboración de las burocracias sindicales y de los aparatos políticos de izquierda hacia reivindicaciones superestructurales. Esto permite especialmente la apertura del ciclo neoliberal que golpea a estos países y se profundiza en el curso de la década siguiente.

Parece, sin embargo, que esta situación que condujo a una amplia ofensiva contra el movimiento popular, hoy tiene tendencia a invertirse. Los últimos conflictos que han recubierto la actualidad boliviana sólo han hecho confirmar el hundimiento del país en la crisis, pero también su rol primordial y ejemplar en el seno de la tormenta social andina, y más ampliamente, latinoamericana que atraviesa desde estos últimos meses a la región. Se puede así pensar en la doble insurrección campesina e indígena que conoció Ecuador con un año de intervalo entre abril y febrero de 2001. En Colombia, país limítrofe, la economía nacional estuvo paralizada durante la huelga general del 22 de marzo de 2001 mientras que el régimen parecía cada vez más incapaz de controlar y encuadrar la situación a pesar del apoyo aportado por el Pentágono a través del Plan Colombia, mientras que amplias porciones de su territorio en manos de las guerrillas campesinas escapan de facto a Bogotá. Se puede del mismo modo pensar en la crisis política e institucional que atraviesa Perú. Cristalizada contra Fujimori, se refleja en las reivindicaciones democráticas ampliamente compartidas por el conjunto de la población que no ocultaron por esto las contradicciones económicas y sociales en el origen de la situación altamente deteriorada que conoce el país. Se podría aún hacer alusión a la cólera de los pequeños campesinos en Paraguay, multiplicando las marchas en Asunción, o para concluir, a la crisis económica y social que toca a la Argentina donde el nuevo gobierno se encuentra confrontado a un movimiento de desocupados fuertemente radicalizado y a múltiples huelgas generales desde su entrada en función en diciembre de 1999; estas son unas de las tantas respuestas a los planes de austeridad impuestos allí como en otras partes del continente. En el seno de este panorama no exhaustivo de las luchas que conoce América Latina, Bolivia no es la excepcionalidad.Como analiza Eduardo Molina en un reciente artículo que consagra a las últimas luchas sociales latinoamericanas y más precisamente a las experiencias bolivianas, ecuatorianas y argentinas235 :

Las condiciones actuales que enfrenta el movimiento obrero y de masas tras dos décadas de ofensiva del capital, hacen más difícil el comienzo de la lucha, pero como vemos, las masas inician su experiencia de autoorganización y democracia directa desde las fases iniciales del movimiento, lo que puede facilitar una preparación más amplia y autónoma de la clase obrera y de sus aliados, antes de que se abran etapas directamente revolucionarias de la lucha de clases. Esto es una importante diferencia con el gran ensayo de los ’70 pues entonces, esas conquistas de autoorganización aparecieron tardíamente, próximos ya los enfrentamientos decisivos, y no pudieron madurar.236

Es en esta medida que las experiencias de los años ’70 son extremadamente ricas en enseñanzas, aún más el proceso boliviano que es el que ha ido más lejos en este camino, a pesar de sus propios límites intrínsecos subjetivos y objetivos que contribuyeron a allanar el terreno a la contrarrevolución. Es importante, sin embargo, sacar hoy todas las lecciones, en el momento en que aquellos que anunciaban el fin de las ideologías y el reino sin restricciones de un sistema único, han fracasado visiblemente, pero también en el momento en que la idea de un cambio global de orden político y social, matizado sin embargo del respeto a los marcos establecidos por el sistema capitalista, retoma cierto vigor. A pesar de que el hilo generacional clasista se ha roto, fruto de las derrotas acumuladas por el movimiento popular y obrero desde hace casi dos décadas, no es menos necesario retomar, analizando y criticándolas, a las grandes gestas populares latinoamericanas de los años ’70, como otros tantos hitos para el futuro y para la construcción de una alternativa.237

En las condiciones de sofocamiento económico del sistema actual, de exacerbación de los antagonismos sociales que se fundan en una explotación cada vez más importante de los países semicoloniales por los tutores centrales, el camino hacia una reforma consensuada de la sociedad parece más que nunca en una situación crítica. Es lo que nos enseñan los jóvenes guerreros del agua de Cochabamba así como los cocaleros del Chapare o los jóvenes desocupados y desocupadas argentinos en agosto último. Incluso sin son figuras como las de Allende quienes han conservado el mayor peso en el imaginario popular y las de los intelectuales progresistas, por el contrario, es el camino del trienio boliviano y de los cordones chilenos el que es necesario retomar. Seguramente, es necesario tener presente el espíritu que:

En los ’70, la fortaleza relativa del movimiento obrero, altamente sindicalizado, con escasa desocupación y con gran experiencia de lucha acumulada [dejaba vislumbrar] la posibilidad de una sociedad distinta para millones, y en la vanguardia impactaban el ejemplo de revoluciones como la cubana y la vietnamita. Pero esta subjetividad relativamente alta estaba moldeada al calor de las concesiones económicas y sociales que posibilitaba la prosperidad capitalista de la posguerra [forjada mediante una importante parafernalia de medidas contracíclicas]. Es cierto que éstas [concesiones y conquistas] se obtuvieron y se defendieron al precio de extraordinarias y constantes luchas –como la revolución de abril del ’52 en Bolivia o la resistencia del 56-59 en Argentina. Pero el subproducto de las mismas era una subordinación cada vez mayor de las organizaciones obreras y populares al Estado y el estrechamiento de los lazos entre sus direcciones y el orden burgués. En estas condiciones, la subjetividad formalmente fuerte del proletariado se fue moldeando bajo el control del stalinismo y el nacionalismo238.

En este marco, las experiencias chilena y sobretodo boliviana que tendieron a superar las mordazas políticas y organizativas impuestos por el stalinismo y el nacionalismo bajo sus aspectos reformistas civiles y militares, son un precioso testimonio sobre las posibilidades y los límites de una profunda dinámica y movilización. Ciertamente, hoy la subjetividad obrera y más ampliamente popular, es mucho menor que la de los años ’70. No es menos verdad que la pérdida de dinamismo de las antiguas mediaciones stalinistas y nacionalistas, así como una nueva dinámica de autoorganización y de democracia popular como lo testimonian las últimas luchas sociales, son otras tantas señales prometedoras para concretizar un cambio necesario. Más que nunca, la alternativa entre el socialismo o barbarie, sostenida por los campesinos del Comité Revolucionario de Chané en 1971, por los estudiantes bolivianos que tuvieron que enfrentar desarmados al fascismo, por los fabriles de los barrios populares de La Paz o por la resistencia de los mineros orureños, es de actualidad. Parecería por otra parte que algunos huaynos cantados durante las manifestaciones de los cooperativistas de junio de 2001 sean cantos tradicionales, especialmente el que dice:

Para el minero no hay justicia,
Para el minero no hay perdón.
Más bien tratan de aplastarnos
Los gorilas sin vergüenzas.

El minero llora sangre
Por la muerte de un minero.
El minero es César Lora
Asesinado en San Pedro. (...)

Esa sangre vengaremos
Con el fusil en la mano.
Aunque no quieran los gorilas
Esa muerte vengaremos. (...)

Los salarios del minero
Nunca podrán rebajarnos
Ni con la bala, ni con la metralla,
Nunca podrán rebajarnos.239

En el curso del trienio, con en este huayno, la lucha de clases tal como pudimos caracterizarla en el curso de este estudio, es representada como una trágica carrera de velocidades entre una salida progresista a la crisis abierta por la situación revolucionaria y la respuesta que dará la reacción. Cuando amplias franjas contestatarias del movimiento popular hacen su legítima aparición autónoma en la escena de la historia, las contradicciones sociales puestas al desnudo sólo le dejan a las clases dominantes un pequeño margen de maniobra en función de su propia situación: coptar al movimiento, intentar desviarlo para canalizarlo, o en última instancia reprimirlo –como fue el caso en el Altiplano en septiembre del 2000- de tal manera de conservar hasta el final sus prebendas. La Razón publicaba sobre este tema una editorial evocativa luego del movimiento campesino de septiembre de 2000:

En abril, los movimientos sociales [el de Cochabamba y los demás] no habían ido tan lejos. Ahora, gracias a un concurso de circunstancias, han ganado el mano a mano con el poder. Pero el vértigo de la victoria los está llevando a la irracionalidad.240

El análisis es sin duda un poco precipitado ya que el poder, aunque fue fuertemente cuestionado y deslegitimado, tiene muchos recursos para vovler a ponerse en pie. Lo que sin embargo asusta, es esta “irracionalidad” que no es otra cosa más que una lógica de clase, opuesta a la de las clases dominantes y sus aliados, los gobiernos de los países centrales que condenan a las masas de los países periféricos y a las propias, a la precaridad, a la desocupación y a la miseria. “La irracionalidad” de los cocaleros, de los insurrectos de Cochabamba, de los mineros cooperativistas, de los campesinos del Altiplano estigmatizados por la prensa, es una irracionalidad prometedora y portadora de grandes cambios, tanto para la “mayoría nacional” como para la minoría de los poseedores que se le oponen. Ella asusta a las clases dominantes pues posee resueltamente una alternativa a la fría lógica neoliberal a la que suscribieron todos los gobiernos que se sucedieron en el país desde 1985.Son tales aspiraciones las que el imperialismo y la burguesía criolla han temido y reprimido desde fines de los años ’60. Cuando Rafael Archando, analista, o María Antonieta Piza, presidente del Colegio de Abogados de Bolivia, sostenedores del oficialismo, afirman que “el fracaso del estado de sitio ante las protestas sociales muestra el fin del sistema económico y político impuesto en 1985 con el D.S. 210160”,241 esperemos que estos mismos movimientos de protesta social sabrán extenderse y retomar, para superarla y llevarla hasta el final, la experiencia del trienio revolucionario boliviano de 1969-71.

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“La Patria”, Oruro, 1971.

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“Rebelión”, La Paz, 1971.

6. Periódicos, revistas y artículos que tratan sobre la situación boliviana actual :

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“Jornada”, La Paz, 2000.

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106 Alcázar, Luis José y Baldivia, José, op. cit. p. 90.

107 En el análisis del Comando que data de febrero de 1971, la COB "después del 9 de abril [de 1952]" funciona y actúa como una Asamblea Popular, ver "Bases para la constitución de la A.P....." en Hombre nuevo Nº 10, La Paz, junio-julio de 1996, p. 3.

108 "La Asamblea Popular y el Poder Ejecutivo, La Paz, 26 de abril de 1971", citado en Hombre nuevo Nº 10, op. cit, p. 8.

109 El ministro del Interior de Torres, Jorge Gallardo Lozada, ve con malos ojos esta desviación política en el seno del sindicato "que por primera vez actuaba con posiciones pro obreras". Ver Gallardo Lozada, Jorge, op. cit. p. 336.

110 "Tesis de la COB, capítulo II, Socialismo y capitalismo de estado, mayo de 1970", citado en Alcázar, Luis José y Baldivia, José, op. cit. p. 83.

111 "Tesis del Tercer Congreso del P.C.B., octubre de 1970", en Documentos, selección 1971 - 1979, P.C.B., La Paz, 1979, p. 7.

112 "Respuesta del C.C. del P.O.R. al B.P. de la O.C.I., agosto de 1971", tomada de La correspondencia internacional, Nº 2-3, París, marzo de 1972, p. 27. Ver también el análisis del congreso de la COB publicado en el Nº 375 de Masas.

113 Lora, Guillermo, op. cit. p. 55.

114 Lora, Guillermo, "Bolivia, de la AP al golpe de estado", en Del nacimiento del POR a la AP. EDI Ediciones, París, 1972, p. 215.

115 GALLARDO LOZADA Jorge, op. cit. p. 87.

116 "Es oportuno recordar que con anterioridad el P.O.R. fue de los partidos que más batalló para evitar la exclusión del M.N.R. del Comando, cuando el planteamiento partió del oficialismo con la oculta intención de ocasionar su prematura fractura y total destrucción. Entonces añadimos que era de interés para los revolucionarios tener al M.N.R. dentro del [Comando] para poder, a través de la práctica y las experiencias diarias, arrancarle a los elementos de base que todavía seguían a la dirección pequeño - burguesa (...) En poco tiempo se pudo fisionomizar dentro del M.N.R. una tendencia obrera de izquierda, que corresponde a la denominación de Comando Laboral, y que se esfuerza en identificarse con el programa político [cobista]" en Masas, nº 390, La Paz, 22 de abril de 1972, p. 2. Ver también Masas Nº 389, "Censura al M.N.R. y ocurrencias de Ultima Hora", p. 5.

117 Masas Nº 386, La Paz, 15 de febrero de 1971.

118 Lora, Guillermo, Obras completas, tomo XXIV, La Paz, p. 72.

119 "Bases para la constitución de la A.P....", citado en Hombre Nuevo Nº 10, op. cit. p. 4.

120 En el momento en que tendrían que abrirse los trabajos de la A.P. en mayo de 1971, el P.C. chileno envía una delegación encabezada por Volodia Teitelboim que le asegura al gobierno todo su apoyo.

121 La Patria, Oruro, 22 de junio de 1971.

122 Fioravanti, Eduardo, op. cit. p. 107.

123 Lavaud, Jean-Pierre, "Bolivia bajo Ovando, Torres y Banzer", in Bolivia hoy, Estudios y Documentos, C.N.R.S., S.I.n.d., p. 8.

124 Jornada, La Paz, 3 de julio de 1971.

125 Es revelador que el viejo pintor y militante del P.O.R. llamado Miguel Alandio Pantoja haya sido elegido a la cabeza del Comando Miliar de la A.P. Delegado del sindicato de Artistas y Escritores, Alandio Pantoja había sido uno de los primeros revolucionarios de la constitución de la COB en el curso de las jornadas de abril. Su elección encabezando el embrión de dirección militar del que se dotó la A.P. indica la voluntad militante de los delegados de reanudar la experiencia interrumpida de 1952.

126 Testimonio de Benigno Ojeda, publicado en Jornada, id.

127 Cita sacada de Masas, reproducida en "La correspondencia internacional, Nº 2-3", op. cit. p. 35.

128 Todas las citas de Mariátegui que siguen están sacadas del capítulo "la reforma universitaria" del IV ensayo titulado "El proceso de la instrucción pública". Se trata de las páginas 109 a 138 de Mariátegui, José Carlos, Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana, Ediciones Era, México, 1998.

129 Ibid, p. 128.

130 Ver los documentos del primer encuentro reproducidos en la obra de Fioravanti, Eduardo, op.cit. La cita está sacada del VII punto de las tesis adoptadas, titulado "Solidaridad internacional", p. 178 de dicha obra.

131 "Por primera vez desde el período barrientista, los estudiantes exponían su posición política en el confronte de la lucha de clases que se desarrollaba en Bolivia (...)". Ibid, p. 91.

132 Lora, Guillermo, Obras completas, tomo XXIV, Ediciones Masas, La Paz, 1997, p. 138.

133 "Homenaje de la juventud del P.O.R. a la Revolución universitaria", suplemento de Masas Nº 427, S.I.n.d. (edición clandestina), probablemente abril de 1973.

134 "La ironía estudiantil lo llamaba "Valencia Paga" por su insaciable sed de acumular cargos y sueldos", Jornada, La Paz, 3 de abril de 1970.

135 Lora, Guillermo, op. cit. p. 141 - 142.

136 Según las cifras dadas por el departamento de Educación de COMIBOL en 1971, el porcentaje de analfabetos en los campamentos mineros es de 36% para los hombres de más de 40 años y de 67% para las mujeres de igual edad. Es de 5% para los varones de 15 - 19 años y de 20% para las mujeres de la misma franja de edad. Ver Alberti, Pilar, "La mujer del minero boliviano", en Indigenismo Nº 1, ICI, Madrid, 1982, p. 13.

137 En el momento de las elecciones preparatorias al Congreso de Trinidad en julio de 1971, U.R.U.S. minoritaria en la UMSA, no obtiene la mayoría más que en Derecho, de donde parte el movimiento en marzo de 1970. Ver Qué Hacer, Nº 6, La Paz, 21 de julio de 1971, p. 2.

138 Declaración de los estudiantes de la facultad de La Plata, luego de la insurrección de los estudiantes de Córdoba en 1918. Citado por Mariátegui José Carlos, op. cit. p. 136.

139 "Una vez victorioso el fascismo y a la cabeza del gobierno, una feroz represión se ha organizado. Las ocho universidades del país fueron tomadas por el ejército, barrida la autonomía universitaria, fueron interrumpidos los cursos hasta febrero de 1972, los profesores y el personal administrativo obligados al desempleo. La universidad de Santa Cruz fue presa de asalto por los Rangers que ametrallaron a todos los universitarios que se encontraban en su recinto. La universidad de La Paz fue bombardeada por la aviación, atacada con cañones por los blindados y sometida a tiros de bazookas. Todo esto después del fin de los combates. El odio de la Universidad y contra lo que ella representa fue bien expresado por los fascistas". Testimonio del secretario general del P.O.R. (Combate), Hugo Gonzalez Moscoso, luego del putch. Publicado en Rouge Nº 128, septiembre de 1971.

140 "La tarea inmediata más importante era llegar a la sensible disminución de los costos de producción; la participación proyectada habría permitido descargar sobre los débiles hombros de los trabajadores la solución del problema. (...) Los gobiernos militares, ante todo en búsqueda de medios para financiar el gobierno sacando el jugo a las empresas del estado, nunca tuvieron otros recursos más que hacer trabajar siempre más a los obreros mediante el empleo de la violencia o de la demagogia. Esta segunda solución es la que ha elegido Torres" Ver Lora, Guillermo, "Bolivia, de la A.P. al golpe de estado fascista", en Bolivia, del nacimiento del P.O.R. a la A.P., op. cit. p. 225.

141 "Los petroleros, debido a la excesiva burocratización de sus organizaciones sindicales, al hecho de que sus cuadros dirigentes se reclutaban entre los empleados, muchos de ellos de confianza de la empresa y bien remunerados, y a su escasa politización, cayeron en la trampa y entusiasmados, aprobaron el decreto gubernamental" ver Lora, Guillermo, Bolivia, de la A.P. al golpe del 21 de agosto, Ediciones OMR, Santiago de Chile, 1972, p. 54.

142 Lora, Guillermo, Obras completas, tomo XXIV, op.cit. p. 98.

143 Ver entre otros la pequeña obra de Alfonso Gumucio sobre el rol de la propaganda obrera y política y el impacto que tienen para la población nacional las 23 radios mineras que difunden localmente, como Radio Vanguardia de Colquiri, Radio 21 de diciembre de Catavi, o aquí rado Voz del Minero del Siglo XX, provistas de relevos en Oruro, Potosí y La Paz para algunos de ellos. Ver Gumucio Dagron, Alfonso, Bolivia, radios mineras, CIMLA, La Paz-Méjico, 1983.

144 Retomado por Lavaud, Jean-Pierre, La inestabilidad política en América latina..., op. cit. p. 150.

145 Combate Nº 10. Oruro, 25 de mayo de 1971.

146 Ver la declaración de Banzer concerniente al desmantelamiento de la Empresa Nacional de Azúcar en Hoy, La Paz, 18-09-71.

147 Ver Rivera Cusicanqui, Silvia, Oprimidos pero no vencidos, luchas del campesinado aymará y quechua de Bolivia, 1900 - 1980. UNRISD, Ginebra, 1986, p. 114 - 118.
148 Ver la declaración presidencial en El Diario, La Paz, 17-09-71.

149 Citado por Lora, Guillermo, op. cit. p. 105.

150 Es lo que afirma, o al menos desea Rebelión, órgano de la COB en su número de mayo-junio de 1971: “La AP deberá significar poder obrero”.

151 Gramsci, Antonio, “Por una renovación del PSI, Ordine Nuovo, 8 de mayo de 1920”, en Textos, Ediciones Sociales, París, 1983, p. 56.

152 Lavaud, Jean-Pierre, ïbid, p. 169. Lavaud hace alusión aquí particularmente a los mineros.

153 Gramsci, Antonio, “Tesis de Lyon, III° Congreso del PCI, enero de 1926”, Íbid, p. 71

154 Lavaud, Jean-Pierre, íbid., p. 168.

155 Catoira Marín, Ricardo, op. cit., p. 95.

156 Gallardo Lozada, Jorge, op. cit. P. 335-336.
157 Íbid., p. 337.
158 Se trata de la participación que consideraban los partidos de Lechín y de Monje en el gabinete torrista, que se volvió imposible por las maniobras del POR en octubre de 1970.

159 Alcázar, José Luis y Baldivia, José, op. cit., p. 91.

160 Lora, Guillermo, Bolivia, del nacimiento del POR a la AP, op. cit. P. 221.

161 Lora ilustra este propósito afirmando que “lo que sucedió en realidad fue que la poderosa presión de las masas obligó al stalinismo a adoptar posiciones insospechadas para él, lo que de ninguna manera importaba que se hubiese trocado en revolucionario”, ver OOCC, tomo XXIV, p. 44. El análisis a posteriori que da Lora de Lechín y del PCB –que habría podido ir más lejos de lo que quería bajo la presión de las masas- es sin embargo un elemento eminentemente discutible del análisis porista de la historia política boliviana. Ver el párrafo siguiente dedicado a este tema, “La revolución boliviana y la estrategia del POR (Masas)”.

162 La visita de Teitelboim anticipa incluso la reapertura de las relaciones diplomáticas con el país vecino prevista al principio para el 15 de octubre de 1971 por el ministro de Asuntos Extranjeros torrista.

163 El ministerio del Interior, por otra parte, reacciona muy mal frente a la publicación del artículo “Polonia”: el poder a los Comités obreros” apoyando la huelga y las acciones de los comités de huelga de los obreros de los arsenales Szeczecin. Ver Masas N° 384, 19/01/71, p. 8.

164 Ver el capítulo “La política extranjera del gobierno” en Gallardo Lozada, Jorge, op. cit. P. 320-323.

165 Para Jean-Pierre Lavaud por ejemplo, la reconstitución de la COB después de 1969 se hace sobre la base reformista de los partidos como el POR (Masas) –que él denomina POR/Lora-, el PCB, el PRIN y la izquierda del MNR, mientras que el PCB (ML), el POR (Combate) y el PDCR adoptan según él, líneas políticas revolucionarias. Las perspectivas que establece después de noviembre de 1971 y la constitución del FRA (Frente Revolucionario Antiimperialista) se resumen en la formación de una “base campesina de vanguardia” cinco años después de la derrota del ELN de Guevara. Ver “Bolivia bajo Ovando, Torres y Banzer, luchas actuales”, op. cit. En el prefacio de la obra de Fioravanti, la línea editorial y política de Jaca Books de Milán considera que la UCAPO es la tendencia política más a la izquierda en función de la radicalidad de las acciones conducidas por los maoístas. Tal método de análisis, confundiendo la radicalidad verbal o práctica de los grupos con el carácter revolucionario sólo puede llevar a una visión impresionista y fragmentaria de las políticas en curso de un proceso revolucionario.

166 Ver con respecto a este tema “Una crítica revisionista al POR, respuesta a los pablistas”, vuelto a publicar en 1972 en el exterior en “América India N°1”, París, enero de 1972, p. 51-52.

167 Masas N° 363, noviembre-diciembre de 1969, citado por Chesnais, François y Catherine, “Introducción”, en Lora, Guillermo, Bolivia, del nacimiento del POR a la AP, EDI, París, 1972, p. LXXX.

168 Ver el capítulo “Organización sovietista” en Lora, Guillermo, OOCC, tomo XXIV, op. cit. En la misma obra “Como se ha visto, la AP comenzó autodefiniéndose como organización sovietista, es decir, como órgano de poder del proletariado y de las masas. Los críticos posteriormente desarrollaron la tesis de que eso de los rasgos sovietistas de dicha organización fue una invención a posteriori de los teóricos poristas”. Íbid., p. 76.

169 Entrevista de Víctor Sosa publicada en Informations Ouvrières N° 527, 7/7/71, nuevamente publicado en “La Correspondance Internationale N°2-3”, París, 1972, p. 33-34.

170 Íbid., p. 34. Sosa habla aquí de la actitud ambigua y turbia de los grandes partidos presentes en el seno de la AP. Lora testimonia esta esquizofrenia política caracterizando así a los grupos izquierdistas: “mientras que la Asamblea [el Comando Político] discutía las bases constitutivas y que los delegados maoístas que estaban presentes tomaban parte del voto [a favor de estos estatutos], (...) se distribuía un texto del PCB (ML) que rechazaba la AP como organización reformista. Los posadistas [POR de Amadeo Vargas], los pablistas [POR (Combate) de Hugo González Moscoso] (...) observaban la misma actitud de rechazo. Sin embargo, más tarde, cuando la AP muestra su fuerza, todas estas personas [especialmente los grupos de Vargas y de Moscoso] emplean todos los medios para entrar allí. Ver Lora, Guillermo, Bolivia, del nacimiento del POR a la AP, op. cit., p. 193.

171 Fioravanti, Eduardo, op. cit., p. 131.

172 Íbid., p. 112.

173 Escobar, Filemón, “La Asamblea Popular, conquista y lección”, en “América india N°1”, París, 1972, p. 21.

174 Algunos hablan de 45 camiones cargados de campesinos, comprados o fieles apoyos del populismo falangista, que habrían sido armados y movilizados por el FPN para ocupar Santa Cruz en el curso del putch de agosto de 1971. Ver LOR-CI, Bolivia, lecciones estratégicas de 50 años de revolución y contrarrevolución, LOR-CI, La Paz, 1999, p.6.

175 El ejemplo más chocante es el de la falta de correspondencia entre la intervención obrera y minera en abril de 1952 y las primeras revueltas campesinas a partir de 1953 mientras que las movilizaciones urbanas conocen cierto reflujo.

176 Rivera Cusicanqui, Silvia, Oprimidos pero no vencidos, luchas del campesinado aymará y quechua de Bolivia 1900-1980, UNRISD, Ginebra, 1986, p. 114.

177 Íbid., p. 118.

178 Tomás Chambi y Casiano Amurrio eran los dos militantes del POR (Combate). El primero, Secretario en la defensa del BIC, es muerto con las armas en la mano junto a otros 15 militantes del grupo de Hugo Moscoso luego de las jornadas de agosto de 1971 en La Paz. El segundo, también miembro del BIC fue elegido segundo vicepresidente de la AP, el 25 de junio de 1971. Estos dos delegados campesinos son el ejemplo concreto de la politización efectiva de sectores rurales de vanguardia que rompieron con la tutela movimientista.

179 “La revolución proletaria en Bolivia no quiere decir excluir a las otras capas explotadas de la nación, sino la alianza revolucionaria del proletariado con los campesino, los artesanos y otros sectores de la pequeño burguesía ciudadana [siendo la clase obrera el caudillo nacional]” en “El tipo de revolución que debe realizarse”, Tesis de Pulacayo (1946), Ediciones Amuyaña, París, 1999, p. 8-9.

180 En lo que concierne al monopolio del comercio exterior, se trata de una de las reivindicaciones del Congreso de los Gremiales de abril de 1971. “Las masas artesanas y del comercio minorista soportan la más tremenda miseria como consecuencia de que la producción capitalista foránea acapara todo el mercado interno, de la incapacidad del gobierno para defender la producción nacional y los trabajadores artesanos y el comercio minorista de la opresión imperialista que soporta el país y le impide industrializarse (...) (punto 7) “Siguen, entre otras, las reivindicaciones concernientes a la mecanización del trabajo artesanal para elevar la calidad y la cantidad de la producción, el crédito bancario a baja tasa de interés, la cooperativización del trabajo (punto 8). Tantas otras reivindicaciones silenciadas por la AP. Ver Confederación de Gremiales de Bolivia, “Tesis política, 1971” en Masas N° 391, La Paz, 9/5/71, p. 15-16.

181 LOR-CI, Bolivia, lecciones estratégicas de 50 años de revolución y contrarrevolución, Lor-ci, La Paz, 1999, p. 6. Frente a tal objeción, el POR se justifica desde 1972 a través de Guillermo Lora luego de la Conferencia Latinoamericana que se sostuvo en Santiago. “Es necesario no fiarse de todo esquematismo con respecto al campesinado [afirma el líder porista]. La movilización del campesinado es indispensable para permitir al proletariado conservar el poder, pero él bien puede tomarlo sin ayuda de este y hacer de la toma del poder el acto que haga balancearse al campesinado” [Los términos están subrayados por el autor]. Se puede considerar que tal análisis obrero-centrista es una lectura errónea de la dinámica de la revolución en un país semicolonial. Ver OCI (François Chesnais [Marc] y Stéphane Just), Rapport de la délégation française, Ronéo, S.I.n.d., p. 22.

182 Torres, Juan José, Sólo la unión de los sectores progresistas consolidará el frente antiimperialista, Servicio de prensa, Presidencia de la república, La Paz, 1971, p. 9.

183 Íbid., p. 8-9.

184 El katarismo emerge como ideología indigenista y hace su aparición por primera vez a fines del trienio. Luego se afirma como un movimiento estructurado que jugará un rol relativamente importante luego del ascenso de las luchas sociales, a partir de 1974 y luego de la caída de la dictadura. En 1971, sólo se presenta en forma difusa, en el Colegio Fiscal de La Paz y en la UMSA, reagrupando en el seno del Movimiento 15 de Noviembre a los estudiantes salidos del campesinado aymará. El grupo informal se transforma el 12 de agosto de 1971 en Centro Campesino Tupac Katari, en homenaje a la resistencia del cacique del mismo nombre, ejecutado en el Altiplano Norte en Ayo Ayo el 15 de noviembre de 1781. Para más detalles ver Rivera Cusicanqui, Silvia, “Luchas campesinas contemporáneas en Bolivia: el movimiento katarista, 1970-80”, en Bolivia hoy, op. cit.

185 Gallardo Lozada explica en sus memorias que su ministerio rehusó movilizar a los campesinos del Altiplano Norte y enviarlos en camión hacia La Paz luego del desfile del 1° de mayo de 1971 de la capital para inflar artificialmente el número de partidarios de Torres en el cortejo. El ex ministro del Interior se justifica diciendo no haber tenido recursos para esta corriente práctica movimientista para no provocar a los fabriles, los estudiantes y el BIC. Se puede calcular que en mayo de 1971, el gobierno sobretodo ya no tiene las capacidades y el crédito político para movilizar a los campesinos del departamento que, incluso si no se alinean explícitamente en su mayoría detrás de la AP, ya no apoyan al gabinete torrista. Ver Gallardo Lozada, Jorge, op. cit., p. 299-302.

186 Según el historiador boliviano José Luis Roca, citado por Lavaud, Jean-Pierre, La inestabilidad política en América Latina, el caso boliviano, op. cit., p. 201, ver especialmente el capítulo III titulado “Los cruceños”.

187 Es la manera en que son llamados los bolivianos, de raíz u origen indígena, provenientes del Altiplano o del oriente tropical.

188 Ovando piensa proceder así a una aproximación política y económica con el Perú limítrofe en vistas de una unidad estratégica, llamando en octubre de 1969 a la Confederación Perú-Bolivia, dos países andinos. Al mismo tiempo, Torres no eligió como partenaire a Velasco Alvarado sino a Salvador Allende para intentar encontrar una salida oceánica al aislamiento económico andino.

189 Masas N° 368, La paz, 17/3/70, p. 8.

190 Íbid., p.8.

191 Ver el testimonio del principal artesano de esta política en Gallardo Lozada, Jorge, op. cit., p. 311-312.

192 Íbid., p. 374.
193 Íbid., p. 374.
194 Ver el artículo “¿Para cuándo el golpe?” en Masas N° 396, 24/7/71, p. 4. “Bien seguro que la reacción, esta vez personificada por la alta jerarquía castrense gorila, está conspirando activamente. Los últimos datos que se tienen hacen saber que el alto mando viene presionando activamente para que el general Torres se incline acentuadamente a la derecha e inclusive se habla de que podría prosperar la exigencia en sentido de que el ejército designe y controle el 50% del gabinete. En los últimos días la inquietud ha llegado a su punto culminante. El gobierno pretende utilizar la amenaza para lograr votos de apoyo de algunas organizaciones sindicales [y también partidarias, lo que no se sabe o no quiere revelar el POR]. Las noticias sobre la inminencia del golpe fueron difundidas desde el mismo Palacio de Gobierno”.

195 Íbid., p. 128.

196 Gallardo Lozada, Jorge, op. cit., p. 375.

197 Lavaud, Jean-Pierre, La inestabilidad política en América Latina, el caso boliviano, op. cit., p. 216.

198 Íbid., p. 218.

199 El líder falangista, apologista de la cruceñidad, es conocido por estas interpretaciones animistas y racistas de la sociedad boliviana. Los habitantes de los climas fríos del Altiplano son considerados por las mismas como inferiores en relación a los originarios de las llanuras tropicales del oriente.

200 Íbid., p. 216.

201 Ver los detalles dados por Gallardo Lozada, Jorge, op. cit., en los últimos capítulos de sus memorias consagradas a la preparación del putch cuyo gobierno estaba perfectamente al corriente.

202 Cifras dadas en dólares de la época por Lavaud, Jean-Pierre, La inestabilidad política en América latina, el caso boliviano, op. cit., p. 262.

203 Mariátegui, Juan Carlos, “regionalismo y centralismo”, en Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana, op. cit. p. 175.

204 Íbid., p. 183.

205 Ver la tipología de los regímenes militares establecida por Lavaud, Jean-Pierre, La inestabilidad.... op. cit., p. 105.
206 Gramsci, Antonio, “Tesis de Lyon, III Congreso del PCI, enero de 1926”, op. cit., p. 72.

207 Íbid, p. 72.

208 El ejemplo más chocante es sin duda el de Régis Debray, ‘Danton’ para sus compañeros de guerrilla. El rasgo común en su producción intelectual de la época, particularmente presente en su mayor obra Révolution dans la révolution (François Máspero, París, 1966) es sin duda su toma de partido ideológica tendiente a confundir la infraestructura y la superestructura, especialmente desde el punto de vista político. Por ello habla de los campamentos mineros como “territorios libres de América Latina”. En plena dictadura barrientista, Debray debe ciertamente confundir la tradición y la conciencia de clase de los mineros bolivianos con sus campamentos militarizados al extremo, a merced de la represión. Esto equivale a transformar la realidad. De allí seguramente, la idea de reunir en Bolivia un maquis que apunte a propagar la guerra popular prolongada en zonas rurales deshabitadas.

209 Ver el detalle en Gallardo Lozada, Jorge, op. cit., a partir de la pág. 351. Se notará sin embargo en este programa la influencia de “el área de propiedad social” salida de la experiencia de los gobiernos de la UP, a mitad de camino entre las nacionalizaciones tradicionales y la estrategia de cooptación del movimiento popular a través de la participación pasiva de los trabajadores por medio de las instituciones sindicales tradicionales.

210 Allende actuará del mismo modo librando a la justicia militar a los marinos de Valparaíso y de Talcahuano que habían tenido el coraje de denunciar el tanquetazo del coronel Supper del 29 de junio de 1973. El propondrá sostener la cohesión interna del ejército chileno a través de la integración de 4 generales a su gabinete.

211 Fioravanti, Eduardo, op. cit. p. 98.

212 Se puede considerar, efectivamente, que la historia social boliviana moderna debuta con la primera huelga general impulsada por los mineros de Uncia en relación con la Federación Ferroviaria –fuertemente influenciada por las ideas de Luis Emilio Recabarren. El 4 de junio de 1923, la huelga es aplastada en sangre por las tropas enviadas por el presidente Saavedra.

213 Ver especialmente los números 8 y 9 de Combate “Organicemos el ejército proletario”, Oruro, 13/04/71.

214 “Huelga general contra la conspiración”, resolución del 22/06/71 reproducida en Masas N° 394, 30/07/71, p. 9.

215 Lora, Guillermo, Bolivia, de la AP al golpe del 21 de agosto, ediciones OMR, Santiago de Chile, 1972, p. 93.

216 Lora, Guillermo, OOCC tomo XXIV, op. cit., p. 87.

217 Ver el artículo publicado en La Patria, Oruro, 03/03/71 que retranscribe el elogio fúnebre pronunciado por Benigno Ojeda.

218 Comunicado publicado al día siguiente en El Nacional, La Paz, 20/08/71.

219 Ver Última Hora del 22/08/71, cuya redacción era entonces favorable a Lechín. “Lechín habló entre rechiflas y voces de definición política. Este veterano dominador de multitudes con su oratoria revolucionaria, esta vez fue incapaz de imponer su dominio. Dijo, tal vez, conceptos diferentes a los que esperaba hacerlo, alcanzando a pedir la unidad de todas las fuerzas de izquierda y que se apoderen de las propiedades y empresas de quienes se hubieran alistado en la conspiración”.

220 “La marcha antifascista tuvo un rostro sonriente, explicable si se tiene en cuenta que todos, hombres de la calle y gobierno, estaban seguros que sus descomunales dimensiones habían ya aplastado a la conspiración fascista. (...) El trabajador de base fue víctima de una ilusión: estaba seguro de que se estaban repitiendo las jornadas de octubre de 1970, cuando la sola presencia de los explotados definió el porvenir de la revolución. Este malentendido empujó a grandes sectores de las masas a la inactividad”.

221 “Les vamos a entregar armas [cuenta Gallardo en su autobiografía], pero ¡por favor! únicamente a tú [Lechín], Simón Reyes, Oscar Eid de la CUB y a Víctor López de los mineros”. Gallardo Lozada, Jorge, op. cit., p 18. Es interesante destacar que un comando de armas pasadas bajo Ovando, un número considerable de blindados ligeros (carros de asalto), había sido mantenido por Torres. Sin embargo, el presidente pone los blindados a disposición de la unidad antiguamente comandada por el coronel Banzer y no a disposición del Regimiento Colorado del mayor Sánchez, el único hombre de confianza del ejército, como lo sugería Gallardo.

222 Lora, Guillermo, OOCC tomo XXIV, op. cit., p. 131.

223 Lora, Guillermo, Bolivia, de la AP al golpe del 21 de agosto, op. cit., p. 97.

224 Ver Última Hora, La Paz, 23/08/71.

225 “La marcha de estos monstruos de fuego causaron la mayor cantidad de muertos”, Lora Guillermo, íbid, p. 100.

226 Alcázar, José Luis y Baldivia, José, op. cit., p. 173.

227 Banzer, Hugo, Cuatro años de creación, Presidencia de la República, Secretariado de Prensa, la Paz, 1975, p. 20-21.

228 Lora, Guillermo, entrevista, Jornada, La Paz, 16/10/2000

229 Ver Los Tiempos, 08/06/01.

230 El primer Cordón que aparece es el de Cerrillos-Maipú que sale a la luz el 28 de junio de 1972 en los alrededores de Santiago de Chile. Luego, surgen otros, especialmente el de Vicuña-Mackenna cuyo órgano de publicación es evocativo por su mismo título: El cordonazo. Se trata de una referencia al Cordobazo argentino que había marcado fuertemente la conciencia de los militantes chilenos, demostrando así implícitamente la dimensión regional de este nuevo período de la lucha.

231 Testimonio tomado de Quiénes fueron responsables del Golpe, obra colectiva, Ediciones Clase contra clase, Santiago de Chile, 1999, p. 20.

232 Los Montoneros adquieren un peso considerable en el curso de los últimos momentos del gobierno de Isabel Perón. Se trata de una fracción de oposición que reagrupa a los militantes peronistas de izquierda, frecuentemente armados, opuestos a la política antiobrera de los sucesivos gabinetes. Su consigna más conocida es sin duda “Perón, Evita, la Patria Socialista”. Opuestos a la dictadura de Onganía y apoyando el retorno de Perón, luego se oponen al “Pacto Social” y pasan a la clandestinidad a la muerte de Perón.

233 Testimonio extraído de Estudios Inconformistas sobre la clase obrera argentina (1955-1989), Pozzi, Pablo y Berrotaran, Patricia, Editorial Letrabuena, p. 193-194. Retomada en Astillero Río Santiago, su historia y su lucha relatada por sus trabajadores, bajo la dirección de Montes, José, Ediciones La Verdad Obrera, Buenos Aires, 1999, p. 28-29.

234 Se trata de la siniestra imagen a la cual el escritor uruguayo Eduardo Galeano recurrió en 1970 para dar una idea del régimen reaccionario de Alfredo Stroessner y del Partido Colorado. Las venas abiertas de América Latina, Editions Terre Humaine, París, 1993, p. 269.

235 El paralelismo que establece entre estos tres procesos recientes –los levantamientos ecuatorianos, las dos semi-insurrecciones bolivianas y el movimiento piquetero argentino- es analizado a través de un prisma latinoamericano más amplio. Uno de los subtítulos del artículo es además evocativo: “Retomar el camino de los años ‘70”. Ver Molina, Eduardo, “Ecuador, Bolivia, Argentina, lucha de masas y autoorganización. Una reflexión en torno a tres experiencias recientes en América Latina” en Estrategia Internacional N° 17, otoño (austral) de 2001, Buenos Aires, p. 95-112.

236 Íbid., p. 109.

237 Numerosos intelectuales y algunas corrientes políticas desearon ver en el curso de los últimos quince años una “desproletarización” de la sociedad moderna, anunciando la caducidad de la lucha de clases. Tal análisis vuelve, por un lado, a no tener en cuenta la profunda reconfiguración del proceso de producción que tuvo lugar en el curso de los últimos quince años y que fortaleció objetivamente el lugar decisivo que ocupan los asalariados en el modo de producción. Además, se pretende con esto, silenciar el hecho que la “crisis del movimiento obrero”, lejos de ser social –anunciando una transformación del modo de producción capitalista- es ante todo política. Las últimas grandes derrotas del movimiento obrero organizado de mitad de los años ’80 permitieron una atomización política y social de la clase de los productores que no ha desaparecido por esto. Ella conoció un período de profundo reflujo. Los últimos acontecimientos sociales bolivianos, si se permanece en el marco andino, permitieron demostrar que esta situación se puede modificar cuando los productores tienden a expresarse como tales cuando salen a la escena nacional, invalidando las tesis de los que anunciaban el fin de toda posibilidad de protesta. Ver especialmente sobre este tema el estudio de García Linera, Alvaro, Reproletarización. Nueva clase obrera y desarrollo del capital industrial en Bolivia (1952-1998), Muela del diablo editores, La Paz, 1999.

238 Íbid., p. 109.

239 Vengaremos a César Lora, huayno, folklore tradicional. Las palabras son reproducidas en el N° 390 de Masas del 22/04/71, una semana antes del desfile del 1° de mayo. Cantada clandestinamente en los campamentos de Catavi-Siglo XX desde 1965, el canto es popularizado por el congreso de la FSTMB de Siglo XX en 1970. Se trata de uno de los huaynos más cantados en el curso de las reuniones y manifestaciones del período de 1969-71, difundido ampliamente en todo el territorio.

240 La Razón, 03/10/2000.

241 Declaraciones tomadas de Presencia, La Paz, 22/04/2000.