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Escritos de León Trotsky (1929-1940)

¿No hay límites para la caída?

¿No hay límites para la caída?

¿No hay límites para la caída?[1]

Resumen del decimotercer plenario del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista

 

 

18 de enero de 1934

 

 

 

El plenario del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista, que se reunió a fines de diciembre, aprobó una resolución ("El fascismo, el peligro de guerra y las tareas de los partidos comunistas"). Esta resolución parece un epitafio: "Aquí yacen los restos de lo que fue una vez el partido del proletariado internacional." Atestigua la ausencia de cualquier concepción general orientadora. ¿Pero de dónde podría haber salido esa concepción? Se utiliza como directivas para la clase obrera mundial los restos de todos los viejos zigzags descuidadamente reunidos. Lo único que le queda por hacer a la crítica es denunciar la insuficiencia de cada uno de estos elementos aislados y su mutua incompati­bilidad como conjunto.

1. La resolución jura solemnemente una vez más -¡evidentemente hay unos cuantos que no lo creen!- que la política del Partido Comunista Alemán fue incondicionalmente correcta antes, durante y después del golpe de Hitler. Sin embargo, en un parén­tesis se nos dice que Remmele y Neumann[2] están entre los "oportunistas y derrotistas de derecha en su caracterización de las perspectivas de la revolución alemana". Si esto no es un milagro, ¿qué es? En los últimos años la Comintern encomendó oficialmente la dirección del Partido Comunista Alemán (así se deduce de la última edición de la "enciclopedia" alemana) a tres personas: Thaelmann, Remmele y Neumann. Ahora se nos informa, al pasar, que dos de los miembros del triunvirato que dirigió "correctamente" al partido alemán antes y durante el golpe son, casualmente, "oportunistas y derrotistas". Sólo los gruesos muros de la prisión fascista evitaron al tercer miembro sufrir el mismo accidente. Pero realmente, ¿a quién quieren engañar los dirigentes de la Comintern? ¿Es que se están poniendo en ridículo a sí mismos?

2. Según la resolución, "el avance del fascismo y su llegada al poder en Alemania y en algunos otros países capitalistas implican una profundización de la crisis revolucionaria y una creciente indignación de las más amplias masas contra la hegemonía del capital". Ordinariamente esto se llama borrar las propias huellas. Ahora ya es historia vieja que el avance del fascismo sería imposible sin el avance de la crisis social del capitalismo. Pero el triunfo de Hitler ("la llegada al poder del fascismo") no fue producto de la "indigna­ción de las más amplias masas contra la hegemonía del capital" sino de la impotencia de estas masas, paralizadas por el reformismo y el aventurerismo, por la falta de una dirección revolucionaria y por la criminal y despreciable política de la Comintern. "Sin Stalin no habría triunfado Hitler." Ningún subterfugio burocrá­tico puede disimular la profundidad de la derrota alemana ni la responsabilidad que le cabe a la Comin­tern.

3. "La socialdemocracia -reza la resolución- sólo pretende engañar y desarmar a los obreros negando la fascistización de la democracia burguesa y contrapo­niendo en principio (!) los países democráticos a aqué­llos con dictadura fascista." Con esta mezcla intencio­nal de problemas diferentes, esta confusa formulación sirve al mismo propósito: justificar la política "correc­ta" del stalinismo alemán, que durante la época de Braun-Severing-Bruening[3] afirmaba que el fascismo ya había triunfado porque no hay diferencias "de prin­cipios" entre el régimen de la socialdemocracia y el del nacionalsocialismo. Aparentemente estos señores no saben qué quiere decir "diferencia de principios". Ayudémoslos. El zarismo fue el dominio del estado por los terratenientes feudales y el gran capital. El Gobier­no Provisional de la república de febrero siguió siendo el gobierno de los terratenientes y el gran capital. ¿Ha­bía diferencias de "principios" entre ambos? Obvia­mente no. En ese caso, ¿valió la pena haber hecho la Revolución de Febrero? O digámoslo de otra manera ¿se puede dar un significado de principios a la Revolu­ción de Febrero? Sin embargo, sin la Revolución de Fe­brero la de Octubre hubiera sido imposible. En Alema­nia gobernó el gran capital bajo la vil democracia de Mueller-[4] Severing-Bruening y ahora gobierna el gran capital con Hitler. Es evidente que no hay diferencias "de principios" entre ambos regímenes. Pero después del golpe fascista el proletariado se encontró privado de toda posibilidad defensiva u ofensiva.

El decimotercer plenario nos ofrece el razonamiento clásico del anarquismo durante la etapa de su primitiva estupidez; los señores Kuusinen,[5] Manuilski y etcétera no son anarquistas, le atribuyen gran importancia a la colaboración de la GPU en la lucha contra los marxistas revolucionarios. Pero la lógica de sus errores, subterfu­gios y negativas los llevó a la filosofía anarquista: ¡los cambios de régimen político carecen de todo signifi­cado "principista"! No hay duda de que los comunistas que no están parando en el Hotel de Luxe[6] sino en el campo de concentración ven las cosas de manera diferente.

4. La resolución nos enseña que la diferencia entre la socialdemocracia y el fascismo reside sólo en "las formas y métodos de fascistización". ¡Eso es todo! A diferencia de los fascistas, los social-fascistas "defien­den la conservación de las formas parlamentarias mientras impulsan la fascistización de la dictadura burguesa". Pero, pese a estas "formas y métodos", el fascismo lucha a muerte contra la socialdemocracia, asesina a sus dirigentes, se apodera de sus locales y fondos y confina a los obreros en los campos de concen­tración. Sabemos que la socialdemocracia es un partido que se adapta a todos los poderes políticos y se arrastra incluso, ante los representantes coronados de las clases dominantes. ¿Por qué, entonces -podemos preguntarnos-, este partido totalmente oportunista que lucha por la fascistización se convierte en víctima del fascis­mo en vez de adaptarse a él? ¿Es sólo a causa de "las formas y métodos" no principistas? Los perspicaces lideres de la Comintern se fijaron en "las formas parla­mentarias", pero se olvidaron de las organizaciones políticas y económicas del proletariado. En ningún momento se acuerdan de que la socialdemocracia no puede vivir ni respirar -es decir, no puede usufructuar la democracia ni traicionar a los trabajadores- sin apoyarse en las organizaciones políticas y sindicales de la clase obrera. Esta es precisamente la razón de la irre­conciliable contradicción entre la socialdemocracia y el fascismo; ésta es la razón que hace ineludible la etapa de frente único con la socialdemocracia. El inten­to de saltar esta etapa le costó la cabeza a la Comin­tern.

5. "La socialdemocracia" -según la resolución- "sigue jugando, también en los países donde existe una dictadura fascista abierta, el rol de principal apoyo social (?!) de la burguesía." Es difícil imaginar idiotez más provocadora. A la socialdemocracia la echaron de todos los puestos, la aplastaron y la pisotearon precisa­mente porque había dejado de servirle de apoyo a la burguesía. La posición que ocupaba la burocracia obrera que se apoyaba en las organizaciones reformis­tas del proletariado y recibía jugosas prebendas del capital financiero lo ocuparon los asesinos fascistas que se apoyan en la pequeña burguesía desenfrenada. La esencia del cambio consistió en suplantar un "apoyo social" por otro, para usar la terminología de los dirigentes de la Comintern; en realidad ellos no se refieren al apoyo social sino al político.

Evidentemente, los sabihondos quieren expresar la idea de que el fascismo se apoya en la falta de confianza en sí mismos de los trabajadores, y de que el reformismo es culpable de esta abyecta situación del proletariado. Históricamente es cierto. Pero también es cierto que la Comintern se fundó en 1919 con el fin de liquidar la influencia fatal de la socialdemocracia. Hasta 1923 cumplió con éxito esta tarea. Desde enton­ces, durante los últimos diez años, se ha venido siste­máticamente abajo.[7] Al desprestigiar los métodos revolucionarios ante la conciencia de las masas trabajado­ras, la Comintern provocó una de las condiciones más importantes para el triunfo del fascismo. Por supuesto, esto no implica que la Comintern juegue hoy el rol de "principal apoyo social" de Hitler, pero sí que para derrocar a Hitler hay que terminar con la Comintern.

6. "Pero -nos reconforta la resolución- ella [la socialdemocracia] ya está en proceso de descomposición en la mayoría de los países." En un breve comu­nicado del decimotercer plenario se aconseja al Partido Comunista británico "redoblar la lucha por el frente único, atrayendo a los obreros que todavía (!) siguen al Partido Laborista y a la burocracia sindical". La pala­brita "todavía" pone al descubierto el universo fantas­mal que habitan los burócratas de la Comintern. El Partido Comunista británico no es más que un triste mito. Y por otra parte el Partido Laborista, con toda su carga de traiciones, se está preparando para asumir una vez más el poder y volver a traicionar. En 1926-1927 la Profintern le adjudicaba al ala izquierda de los sindicatos "un millón" de trabajadores. Hoy no queda nada de ese movimiento. No nos referiremos a la catás­trofe del partido alemán, que -¡por cierto!- no se salvará con el esfuerzo de unos cuantos cientos o miles de trabajadores abnegados.

En Francia la ruptura del Partido Socialista no ayudó en lo más mínimo al Partido Comunista en descomposición. Los sindicatos unitarios (CGTU) bajaron de medio millón a menos de doscientos mil afiliados, mientras que la federación reformista (CGT) aumentó de trescientos mil a ochocientos mil.[8] En Bélgica el Par­tido Comunista no existe políticamente; el partido del ministro de Su Majestad Vandervelde continúa domi­nando el movimiento obrero. En Austria la socialdemo­cracia arrastra consecuentemente al proletariado a la catástrofe total, mientras que el Partido Comunista nunca emergió de la nada. Pese a que en Suecia y Dinamarca la socialdemocracia estuvo en el poder durante años, los partidos comunistas oficiales de estos países siguen siendo nulidades.

En Noruega el pérfido reformista Tranmael, que en 1923 tenía un poco menos de apoyo que la sección orto­doxa de la Comintern, recibió en las últimas elecciones el cuarenta y cinco por ciento de los votos de toda la población, mientras que el Partido Comunista degeneró en una secta lamentable. En Suiza la socialdemocracia viene ganando un cantón tras otro mientras el Partido Comunista queda cada vez más sumergido en la oscu­ridad. En España, donde en estos últimos años la socialdemocracia se convirtió en la responsable directa del estrangulamiento de las masas revolucionarias e indudablemente se debilito, donde el anarco-sindicalis­mo reveló su incapacidad en una escala sin preceden­tes, el Partido Comunista no logró emerger de la nada; todo parece indicar que al pasarse a la oposición el Partido Socialista Español reconquistará una vez más las posiciones perdidas.

El Partido Comunista Polaco, que todavía en 1931 era una fuerza política importante, dejó que se disipara totalmente su influencia entre las masas; el PPS [Partido Socialista Polaco] recuperó plenamente la dirección de la clase obrera.[9] El periodista Kuusinen podría describir con elocuencia cómo en Finlandia, bajo su dirección, el Partido Comunista quedó en el limbo. La resolución del decimotercer plenario menciona sólo un país donde parece que "la mayoría de la clase sigue sólida y unificadamente al Partido Comunista"; este país es... ¡Bulgaria! Pero incluso en Bulgaria los obreros no reaccionaron en lo más mínimo ante las medidas terroristas dictadas contra el Partido Comunista. Estos son los hechos.

7. Los "libros de contabilidad" de la Comintern daban hace unos años los siguientes datos respecto a la fuerza numérica de los partidos comunistas:

 

Año  Afiliados
Alemania 1921  360.000
1923  400.000
1926  150.000
Gran Bretaña  1921 10.000
1923 4.000
1926 5.000
Francia 1921 90.000
1923 52.000
1926 (?) 83.000
Checoslovaquia 1921 (?) 360.000
1923 154.000
1926 93.000
Noruega 1921 97.000
1923 20.000 (después de la ruptura)
  1926 7.000

   

   

 En 1926 se detienen las estadísticas de la Comintern y la publicación de sus informes anuales; al borde del abismo es mejor cerrar los ojos. Pero la verdadera decadencia, que se hizo irresistible durante el "tercer período", tan solo comenzó entre 1925 y 1926. No es exagerado decir que fuera de la URSS, donde el estrangulamiento burocrático liquidó el partido, la Comintern cuenta con el diez por ciento de los afiliados que tenía en su período de apogeo. En cuanto a la Profintern, la proporción es todavía más deprimente. La Krestin­tern [Internacional Campesina] abandonó su sello ya hace mucho y hasta su nombre quedó fuera de circu­lación. Sin embargo, las cifras citadas están lejos de dar un panorama completo de la catástrofe teórica de la Comintern y de la decadencia de su prestigio revo­lucionario.

8. ¿Cómo explica estos hechos la propia Comin­tern? No los explica; guarda silencio sobre el tema. Hace un comentario al pasar; sólo al referirse a los objetivos del "trabajo de masas" de los partidos comunis­tas, el decimotercer plenario remarca que "todavía (!) su aspecto más débil […] es el trabajo en las fábricas y en los sindicatos", es decir en el proletariado. ¿Cuál es su aspecto más fuerte? Evidentemente el trabajo en el circo de Muenzenberg y en el Hotel de Luxe de Moscú. ¿Qué significa la palabra "todavía"? La época en que los partidos comunistas ganaban los sindicatos y los comités de taller y la Profintern era una potencia imponente es cosa del pasado, no del futuro. No se puede volver al pasado. La política de Zinoviev-Bujarin-­Stalin-Manuilski-Kuusinen arruinó a la Comintern.

9. De la fuerza ya disipada no queda más que un fraudulento optimismo prefabricado. "Sería un error oportunista de derecha -dice como un oráculo el decimotercer plenario- no ver ahora las tendencias objetivas de la intensa maduración de la crisis revolu­cionaria en los países capitalistas." ¿Y qué significa "intensa"? ¿Lo es en relación a la situación anterior al ascenso de Hitler? ¿Y esta catástrofe fue consecuen­cia de la inexistencia de "tendencias objetivas hacia una crisis revolucionaria"?

Si desde 1929, o incluso desde 1930 o 1931, la Comintern hubiera fundamentado su política en la ob­jetiva irreconciliabilidad entre la socialdemocracia y el fascismo o más exactamente entre el fascismo y la socialdemocracia, si basándose en esto hubiera aplica­do una política sistemática y constante de frente único, Alemania en unos cuantos meses se habría cubierto con una red de poderosos comités de defensa proleta­ria, es decir de soviets obreros en potencia. Si el gobier­no de la URSS hubiera anunciado a tiempo que consideraría la conquista del poder por Hitler; como el prelu­dio de un ataque al Este; si, utilizando la situación favo­rable en Europa, al mismo tiempo hubiese adoptado los recaudos militares necesarios en su frontera occi­dental, los obreros alemanes se habrían sentido doble­mente asegurados y Alemania habría tenido todas las oportunidades de transformarse en una república soviética. Ahora Europa y todo el mundo presentarían un aspecto muy diferente. En lugar de esto, la Comin­tern stalinista y la diplomacia stalinista ayudaron por todos los lados a Hitler a ascender. Después de eso a Piatnitski[10] se le iluminó la mente y explicó: los obreros alemanes se sometieron al verdugo sin librar una sola batalla porque... no había una situación revolucio­naria. Señores Estrategas, ¿cuántas "situaciones revo­lucionarias" están dispuestos a arruinar? Por suerte se les han acortado considerablemente las manos.

10. "La locura fascista de la burguesía -nos enseña el decimotercer plenario- dificulta y al mismo tiempo acelera el desarrollo revolucionario." A esta frase equívoca se le agrega la siguiente posdata melancólica: "En este momento, en Alemania, el odio revo­lucionario del proletariado se manifiesta de manera menos franca" (!) ¡Así es! Al día siguiente del golpe fascista se nos prometió una insurrección proletaria en los meses próximos, si no en las semanas próximas; en realidad se predijo que coincidiría con Octubre. Al que se negaba a creerlo se lo tachaba de contrarrevo­lucionario. Posteriormente, en el plebiscito, Hitler reci­bió cuarenta y tres millones de votos contra tres millo­nes de la oposición.[11] "No se nos puede culpar", repli­caron todos los Kuusinens. "Como ustedes ven, Hitler esta aplicando el terror." ¡Qué sorpresa! Hitler tomó el poder precisamente para poder valerse del terror!. Pero si -como afirmaban originalmente los Señores de la Bancarrota- la toma del poder por los fascistas "acelera la revolución", esto se hubiese manifestado antes que nada en la imposibilidad de aplastar a los obreros con medidas terroristas, tanto más que todavía no se trataba de barricadas sino de votar por la oposi­ción. Pero resultó que el fascismo, después de reunir bajo la democracia diecisiete millones de votos, pudo aterrorizar a otros veinticinco millones. Si esto es "aceleración de la revolución", entonces ésta no se diferencia en nada de la profundización de la contra­rrevolución. "¡Pesimismo! ¡derrotismo! ¡capitula­ción!", aullarán una vez más los oportunistas a los que se les paga su invariable disposición para llamar contra­rrevolución a la revolución cada vez que se lo exigen sus patrones. ¡Obreros, aprended a despreciar a esa basura burocrática!

11. Sin embargo, las directivas de la Comintern -que no superan el nivel de sus análisis teóricos- se contradicen con ellos en todos sus puntos. El decimotercer plenario recomienda a los partidos comunistas "explicar incansablemente la esclavitud económica y política que reserva la dictadura fascista para los trabajadores". Hasta ahora se nos explicó "incansable­mente" que no hay diferencias "de principios" entre la democracia y la dictadura fascista, y que la socialdemocracia asusta a los obreros con la destrucción fascista solamente para engañarlos mejor. Súbitamente, sin ninguna transición lógica, los dirigentes de la Comintern, a coro con los socialdemócratas, se dedican a asustar "incansablemente" a los obreros con la esclavitud que implica el triunfo del fascismo. No se puede menos que leer con repulsión y vergüenza este galimatías político, que sin embargo no es más que el hijo legítimo de la famosa teoría de los gemelos socialdemocracia y fascismo.

12. El plenario encarga a los partidos comunistas la tarea de "impulsar a las masas a defender oportunamente los sindicatos, la prensa obrera, los hogares obreros, el derecho de huelga, el derecho de reunión […] creando grupos obreros de autodefensa para rechazar a las bandas terroristas". Evidentemente, no se trata de defender sólo los sindicatos, periódicos y hoga­res comunistas sino también las organizaciones obreras en general. Y dado que el interés de la socialdemo­cracia en defender sus propios sindicatos, periódicos y hogares obreros no es menor que el del Partido Comu­nista, se plantea imperiosamente la política del frente único. ¿No constituye entonces una obligación dirigirse ya a los partidos socialistas y sindicatos de los países en los que el fascismo se dispone a salir a la ofensi­va con la propuesta de la defensa común, del funcionamiento unificado de las milicias obreras? Pero la reso­lución no dice nada al respecto. No se atreve a mencio­narlo por temor a dejar al descubierto toda la serie de crímenes de la Comintern.

13. El Comité Ejecutivo recomienda luchar por el derecho de huelga y el derecho de reunión, en otras palabras, por los derechos democráticos del proletaria­do. A esto hay que agregar la defensa de las elecciones libres y la inviolabilidad de los diputados comunistas, en consecuencia la defensa del propio parlamentarismo contra los ataques fascistas y bonapartistas. ¡En qué manera cobarde, confusa, circunspecta y misteriosa encaran los desgraciados dirigentes de la Comintern el problema de la defensa de las conquistas democráti­cas del proletariado! Estas disimuladas semiconcesio­nes son totalmente insuficientes para la conformación de una política correcta, pero alcanzan para acusar a la Comintern.

14. La resolución exige que los partidos comunistas acaben con el "desprecio oportunista y capitulador (!) al trabajo sindical y, en particular, al trabajo dentro de los sindicatos […] reformistas". En el decimoquinto aniversario de la Comintern, el plenario se ve obligado a explicar a los partidos comunistas que es inadmisible "despreciar" las organizaciones de masas de la clase obrera. Ni a sus más rabiosos enemigos se les ocurrió nunca algo más aniquilador para la Comintern que estas pocas palabras. "Desprecio" hacia el proletariado y sus organizaciones de masas; ése es el resultado, el cerebro y la médula de toda la política del aventure­rismo burocrático.

15. ¿Y qué pasa con las perspectivas? Sobre este punto, la resolución nos hace volver al problema de si el triunfo del fascismo acelera la revolución proletaria. De la misma manera se podría sostener que un naufragio "acelera" la travesía entre Europa y América. Es obvia la gran importancia de esta cuestión: si el fascis­mo "acelera", es admisible repetir en Francia, España, Bélgica, Holanda, etcétera, la política aplicada con tan­to éxito en Alemania. No se puede dudar del feliz resul­tado. ¡Los bolcheviques leninistas deben ser implaca­bles al explicarle al movimiento obrero la teoría y la práctica del aventurerismo burocrático!

Es evidente que el proletariado aplastado por el fascismo superará la derrota, pero sólo al costo de te­rribles sacrificios, que equivalen a la ruina política de toda una generación. La experiencia de Italia lo atestigua.

Como para desmentir el ejemplo italiano, el plenario adelanta la siguiente concepción: "A diferencia de la primera oleada de fascistización de los países capitalis­tas, que ocurrió durante la transición de una crisis revo­lucionaria a una estabilización parcial, el mundo capi­talista de hoy está pasando del fin de la estabilización capitalista a la crisis revolucionaria […]" El mínimo de verdad que incluyen estas palabras se diluye en las mentiras que lo acompañan. El triunfo de Hitler no coincide para nada con la transición de la estabilización a la crisis, porque la crisis mundial sin precedentes comenzó en 1929 y Hitler subió al poder unos cuatro años después, en el momento en que un reanimamiento coyuntural logró mitigar nuevamente por un tiempo la crisis social general del capitalismo. De todos modos una cosa es indudable: las contradicciones del capitalis­mo, internas e internacionales, se agudizaron mons­truosamente, y todos los regímenes burgueses, el fas­cista incluido, se encaminan a experiencias y pruebas terribles. 

Sobre este punto la resolución señala: "En cualquier momento puede sobrevenir el cambio que significaría la transformación de la crisis económica en crisis revolucionaria. La idea en sí misma no es nueva; los bolcheviques leninistas explicaron hace tiempo cómo y por qué nuestra época se caracteriza por los vuelcos políticos. Pero hoy en día esta idea es totalmente inapli­cable justamente a Alemania. En cualquier otro país de Europa puede surgir una situación revolucionaria antes que en Alemania, donde el proletariado necesita un período considerable para recuperarse de las ruinas y la desmoralización, para volver a sentir confianza en sus propias fuerzas. Demás está decir que el triunfo del proletariado en cualquier otro país aceleraría inmensamente el proceso de la resurrección revolucionaria de Alemania.

Sin embargo, el eje de la situación no reside en el orden con que despierten a la revolución las distintas naciones. En cualquier país en que se dé, "la transfor­mación de la crisis económica en revolucionaria" no decide la cuestión. Para que la crisis revolucionaria se transforme en revolución proletaria y no en un nuevo golpe fascista hace falta una política correcta y, en con­secuencia, un verdadero partido revolucionario. Hace falta una nueva internacional.

16. No es precisamente motivo de orgullo el que después de quince años de la fundación de la Tercera Internacional haya que comenzar, en cierto sentido, todo de nuevo. Pero la culpa de un retroceso tan grande la tiene la dirección de la Comintern. No se puede remediar el pasado. Hay que partir de la situación tal como es para consolidar la vanguardia revolucionaria internacional en una nueva etapa histórica.

Es tan necesario para la revolución mundial como para la salvación de la URSS. Hoy la mayor amenaza para la situación del primer estado obrero consiste en depositar alguna fe en la parasitaria Comintern. Cuan­do llegue la hora de peligro para la URSS se puede esperar la misma ayuda de Cachin y Jacquemotte[12] que de León Blum y Vandervelde.

17. El plenario tampoco dejó de señalar el problema de la nueva internacional. Después de hacer notar la "tendencia hacia la izquierda de los obreros socialdemócratas" y "las riñas de perros entre los dirigentes social-fascistas" que aquélla provoca, la resolución advierte sobre el intento de "formar una nueva Interna­cional Dos y Media" con los elementos que rompen por la izquierda. El razonamiento político de los dirigentes de la Comintern no supera el nivel de estas observacio­nes baratas. Sin embargo, se abre ante nosotros una nueva etapa del movimiento obrero mundial.

El aflujo de obreros a la socialdemocracia, aunado con el peligro mortal del fascismo, rompe el equilibrio del reformismo y engendra en él nuevas corrientes y diferenciaciones. El avance actual de la socialdemocra­cia anuncia nuevas crisis en su seno, mucho más agu­das. Hay que ir a su encuentro con un claro plan estra­tégico, no dejarla pasar conformándose con vacías observaciones sobre las "riñas de perros entre los diri­gentes".

Hay que comprender que la socialdemocracia nunca se vio atrapada en un trance tan tremendo como el ac­tual. No es casual que en el minuto anterior a la catástrofe Stampfer[13] haya telefoneado al consulado sovié­tico pidiendo ayuda contra Hitler. La tradicional división del trabajo entre Blum y Renaudel[14] se convirtió en una ruptura. Blum, que dirigió la ponzoñosa lucha contra el "imperialismo" soviético, se ve obligado a anunciar que la socialdemocracia francesa conduce ahora su "lucha por la paz" en frente único con la URSS. La socialdemocracia belga plantea el reconocimiento de la URSS como una de sus consignas princi­pales. Entre los mencheviques rusos se fortalecen las tendencias en favor del reconocimiento del estado soviético como estado obrero. Al mismo tiempo, en la burocracia reformista de izquierda se está despertando un interés en parte simulado y en parte sincero por las ideas de los bolcheviques leninistas. Hasta entre los mencheviques rusos aparecen "innovadores" que, des­cubren los aspectos progresivos del... "trotskismo".

Habría que ser un niño para aceptar todo esto en bloque como moneda fuerte; habría que ser un Kuusi­nen para no ver en ello nada más que "riñas de perros entre los dirigentes social-fascistas". Hay que tomarse de las palabras de los confusos reformistas e impulsar a las masas reformistas a la acción, golpear al enemigo con sus propias armas.

De esta perspectiva no se deduce en absoluto hacer­les la corte a los burócratas socialdemócratas, ocultar sus crímenes, exagerar sus "servicios", etcétera. Esta política es digna del centrismo de izquierda, que siente que no es más que la sombra del reformismo y teme contraponérsele realmente. El que busca el cami­no hacia las masas adaptándose a los líderes reformis­tas seguramente será hecho a un lado por las masas junto con los dirigentes comprometidos. ¡Lucha conse­cuente contra el reformismo! ¡Ni la menor concesión al centrismo! Estos son los lemas inscriptos en las banderas de la Cuarta Internacional.

18. En las condiciones actuales, si no existiera el freno de la burocracia stalinista la izquierda socialdemócrata evolucionaría rápidamente hacia el comunis­mo. Al no entender la dialéctica histórica de la degene­ración de la Comintern, muchos "grupos" de izquierda se quedan a mitad de camino con ideas sobre la fusión de las dos internacionales, la creación de una interna­cional intermedia y otras fantasmagorías igualmente reaccionarias.

Pero junto a estas corrientes que están con un pie en un lado y un pie en el otro, a las que les espera una difícil evolución plagada de inevitables rupturas internas, hay en este momento grupos más progresivos que se plantean como objetivo la creación de la Cuarta Internacional, es decir, el restablecimiento de la política de Marx y Lenin a un nivel histórico nuevo y superior.

El decimotercer plenario también advierte graciosamente la existencia de esta tendencia: "El mercenario de la burguesía contrarrevolucionaria, Trotsky, con sus patéticos intentos de crear una Cuarta Internacional [...] pretende sin éxito detener la transición al comunismo de los obreros socialdemócratas." Entra bien en el estilo de la gente que quiere presentar el triunfo de la contrarrevolución como "aceleración" de la revolu­ción pretender hacer pasar como contrarrevoluciona­rios a los marxistas. No vale la pena detenerse en esto. Hay otro aspecto del asunto que es más interesante. Parece que la "burguesía contrarrevolucionaria" (¡evidentemente hay una burguesía que es revoluciona­ria!), cuyo principal "apoyo social" es la socialdemo­cracia y que al mismo tiempo encarga al fascismo que aplaste a su "principal apoyo" aunque no hay diferen­cias "de principios" entre ambos, exige antes que na­da... la Cuarta Internacional. De todos modos, resulta consolador que los esfuerzos de los contrarrevoluciona­rios no logren frenar "la transición al comunismo de los obreros socialdemócratas" y que ésta avance día a día y hora a hora... Sólo quien escupe sobre la opinión pública de la clase obrera puede mentir tan cruda y estúpidamente.

Las resoluciones del decimotercer plenario están impregnadas del espíritu del cinismo burocrático. La Comintern está muerta para la causa revolucionaria. Tampoco la revivirá el Séptimo Congreso, que finalmente fue convocado para "fines" del corriente año. El movimiento revolucionario seguirá otro curso. Los bolcheviques leninistas tienen derecho a enorgullecerse de que la historia les haya confiado la misión de abrir los nuevos caminos a recorrer.



[1] ¿No hay límites para la caída?. The Militant, 10 de marzo de 1934.

[2] Hermann Remmele (1880-1937) y Heinz Neumann (1902-¿1937?): dirigentes del Partido Comunista Alemán en la época en que los nazis ascendieron al poder. En 1933 huyeron a la Unión Soviética; en 1937 Remmele fue ejecutado por la GPU y Neumann fue arrestado y desapareció el mismo año.

[3] Otto Braun (1872-1955): primer ministro socialdemócrata de Prusia de 1920 a 1921, de 1921 a 1925 y de 1925 a 1932. Karl Severing (1875-1952): ministro socialdemócrata del interior en Prusia de 1919 a 1926 y de 1930 a 1932. Ambos fueron depuestos por el golpe de estado que dio von Papen al 20 de julio de 1932. Heinrich Bruening (1885-1970): dirigente del Partido Católico de Centro; en marzo de 1930 Hindenburg lo nombró canciller de Alemania. Gobernó de facto desde julio de 1930 hasta que renunció en mayo de 1932.

[4] Hermann Mueller (1876-1931): fue, de 1928 a 1930, el último canciller socialdemócrata de la Alemania prenazi; lo sucedió Bruening.

[5] Otto Kuusinen (1891-1964): socialdemócrata finlandés; huyó a la Unión Soviética después de la derrota de la revolución finlandesa de Abril de 1918. Se convirtió en vocero stalinista y fue secretario de la Comintern de 1922 a 1931.

[6] En el Hotel de Luxe de Moscú se alojaban los funcionarios no rusos de la Comintern.

[7] Algunos de nuestros críticos plantean lo siguiente: parece que bajo la dirección de Lenin todo andaba bien, pero después de su muerte todo se fue al diablo; ¿qué tiene de marxista esta explicación? Nosotros dilucidamos hace mucho las causas de la degeneración burocrática de la URSS y de la Comintern, y nadie ofreció una explicación diferente; pero los procesos históricos objetivos se realizan a través de las personas, y las influencias personales específicas pueden acelerar o retrasar estos procesos. Sigue siendo un hecho histórico irrefutable que la reacción burocrática, que se abrió camino a través de la furiosa lucha contra "el trotskismo", utilizó ampliamente la enfermedad de Lenin. [Nota de León Trotsky.]

[8] La Confederación General del Trabajo (CGT) era la principal federación sindical de Francia, dominada por una dirección reformista. En 1921 hubo una ruptura y se formó una federación rival, la Confederación General del Trabajo Unitaria (CGTU), más radicalizada pero más pequeña; en 1936 se reunifi­caron.

[9] El Partido Socialista Polaco (PPS) era una organización nacionalista reformista formada por Pilsudski y otros en 1892. En 1906 se separó un sector de izquierda; en 1918 el PPS de izquierda se unificó con el Partido Socialdemócrata de Polonia y Lituania para formar el Partido Comunista. El PPS llevó a cabo sistemáticamente una propaganda anticomunista y apoyó la política de agresión contra la Unión Soviética. Después del golpe de Pilsudski de mayo de 1926 el PPS pasó teóricamente a la oposición, pero no libró ninguna lucha activa contra el régimen.

[10] Osip Piatnitski (1882-1939): viejo bolchevique, fue secretario de la Comintern de 1922 a 1931 y encabezó el Buró Organizativo, cuyo objetivo era controlar el trabajo práctico cotidiano de los distintos partidos comunistas.

[11] El 12 de noviembre de 1933 se hicieron nuevas "elecciones" para el Reichstag; había una sola lista de diputados, la nacionalsocialista, de modo que los electores sólo podían votar por "sí" o por "no". Al mismo tiempo se hizo un plebiscito en el que los votantes tenían que establecer si apoyaban o no la política exterior de Hitler, cuyo supuesto fin era preservar la paz. Como lo señala Trotsky, una abrumadora mayoría votó por "sí".

[12] Marcel Cachin (1869-1958): ardiente social-patriota durante la Primera Guerra Mundial, en 1920 se pasó al PC con la mayoría del Partido Socialista, se hizo stalinista, y durante la Segunda Guerra Mundial volvió a ser un ardiente social-patriota. Jean Jacquemotte: se convirtió en dirigente del Partido Comunista Belga después de la purga de oposicionistas que se hizo en 1928.

[13] Friedrich Stampfer (1874-1957): dirigente de la Socialdemocracia Alemana y director de su periódico Vorwaerts (Adelante).

[14] Pierre Renaudel (1871-1935): dirigente del ala derecha del Partido Socialista francés, el grupo Neo que fue expulsado en noviembre de 1933.



Libro 3