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Escritos de León Trotsky (1929-1940)

Por nuevos partidos comunistas y una nueva internacional

Por nuevos partidos comunistas y una nueva internacional

Por nuevos partidos comunistas y una nueva internacional[1]

 

 

27 de julio de 1933

 

 

 

Hasta ahora nos hemos desarrollado como fracción de la Tercera Internacional. Después de la expulsión nos consideramos una fracción y nos dimos como objeti­vo la reforma de la Internacional Comunista. Esta etapa fue absolutamente inevitable. Aun si, desde hace tiempo, algunos de nosotros, hubiéramos estado convenci­dos de que la Comintern estaba condenada al fracaso, nos habría sido imposible proclamarnos como nueva internacional. Era necesario demostrar lo que valemos, lo que valen nuestras ideas, preparar a los cuadros. Solo podíamos hacerlo como fracción. Fue una etapa ine­vitable.

Tenemos que liquidar esta etapa tanto interna­cional como nacionalmente. Veíamos la posibilidad teó­rica de que los acontecimientos históricos, explicados de antemano por nosotros, podían producir, junto con nuestra critica, un cambio radical en la política de la Comintern. Estos grandes acontecimientos ya tuvieron lugar. Ocurrió lo de China, pero en ese momento la crítica de la Oposición fue como un libro cerrado para los obreros de Occidente, que apenas se enteraron. Ocurrió lo de Alemania. Seguimos paso a paso los he­chos, y los previmos con mayor o menor exactitud. Si la reforma era posible, ésta era la situación clásica para emprenderla.

El 5 de abril [de 1933], después de la resolución del Comité Ejecutivo de la Comintern,[2] tendríamos que haber proclamado: ¡la Internacional Comunista está muerta! Perdimos varios meses que, pese a todo, tie­nen cierta importancia. ¿Por qué esta demora? En pri­mer lugar, porque nuestra declaración acerca de la ne­cesidad de un nuevo partido en Alemania provocó dife­rencias entre nosotros. La cuestión era lograr dar ese giro decisivo sin que hubiera rupturas. La primera eta­pa fue la proclamación de un nuevo partido para Alema­nia. Además teníamos que comprobar también cómo influía la catástrofe de Alemania sobre las otras secciones de la Comintern.

Nuestra actitud de espera se explica por la cautela necesaria para dar un giro como ése. La catástrofe ale­mana tenia que provocar un cambio en la Comintern, ya sea posibilitando la reforma o acelerando su desintegra­ción. La Comintern no puede seguir siendo lo que era antes de esa catástrofe. Ahora ya está bien definido el camino que tomó. No se puede esperar un milagro. Es­tá condenada a la derrota. Hay que abandonar la idea de la reforma, nacional e internacionalmente, para el conjunto de la Comintern, ya que ésta no es mas que una inescrupulosa casta burocrática que se convirtió en el mayor enemigo de la clase obrera mundial. Es absolutamente necesario liberar a la vanguardia prole­taria de la dictadura de la burocracia stalinista.

¿Qué significa en esencia este giro? Dejamos de ser una fracción, ya no somos la Oposición de Izquierda,[3] pasamos a ser los embriones de nuevos partidos. Nuestra actividad ya no está limitada por la idea de la fracción. Esto nos traerá inestimables ventajas. Las organi­zaciones stalinistas se reducen cada vez más. La clase obrera arranca de su corazón a la Comintern. Estamos condenados al fracaso si seguimos ligados a ella. Algunas organizaciones y grupos se oponían a nosotros solamente porque estábamos a favor de la reforma. Se me dirá que son confusionistas, pero entre ellos también hay elementos sanos que no siguieron nuestro camino. Tenemos que librarnos del control formal de la burocracia stalinista.

¿Se trata de proclamar ahora la ruptura? No podemos hacerlo. No contamos con fuerzas suficientes. En los partidos socialistas se está formando una tendencia hacia la izquierda. Tenemos que orientarnos hacia estas corrientes. La Internacional Comunista se formó con es­tos elementos centristas que ayer se volcaron a la revolución. En 1918 la situación general era mucho más favorable. El ritmo de desarrollo era mucho más rápido. Ahora estamos frente a la mayor de las derrotas del movimiento obrero. Si bien el proceso es mucho más lento, la socialdemocracia y la Comintern, paralelamente, entran en bancarrota a la vez que se produce la bancarrota catastrófica de la sociedad capitalista.

Somos los embriones de la formación de una organi­zación revolucionaria. Tomemos, por ejemplo, la confe­rencia que el SAP[4] y otros grupos similares de distin­tos países proyectan realizar en Bruselas. Tenemos que aceptar sus invitaciones. Si afirmamos la necesidad de ser fracción de la Comintern se constituirá un frente único contra nosotros en base a un punto que ya carece de todo contenido. Debemos actuar de otro modo. Hay que ir allí y decir: "Ustedes nos reprochan estar a favor de la reforma. Ahora entramos en una nueva eta­pa histórica en la que la política de la reforma quedó agotada. No discutamos las posiciones del pasado. Las diferencias ya están liquidadas."



[1] Por nuevos partidos comunistas y una nueva internacional. Boletín Interno, Liga Comunista de Norteamérica, N° 13, 1933. Esta es una transcripción taquigráfica sin corregir o un resumen de las observaciones de Trotsky durante una discusión que se realizó en Saint-Palais tres días después de la llegada de Trotsky a Francia, con la que este contribuyó a la discusión que se llevaba a cabo dentro de la Oposición de Izquierda.

[2] ­Respecto a la resolución del Comité Ejecutivo de la Comintern sobre la toma del poder por Hitler, Trotsky escribió: "Durante todo un mes ni un solo periódico comunista, sin exceptuar al Pravda de Moscú, dijo una palabra so­bre la catástrofe del 5 de marzo. Todos esperaban la palabra del presidium del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista […] Al fin […] se anunció la resolución: ’La línea política […] del Comité Central, encabezado por Thaelmann, fue totalmente correcta antes y durante el golpe de estado de Hitler’." (The Struggle Against Fascism in Germany, Pathfinder Press, 1972. En español, La Lucha contra el fascismo en Alemania, Buenos Aires, Ediciones Pluma, 1974.)

[3] La Oposición de Izquierda Internacional (bolcheviques leninistas), [ILO] surge en 1930 como extensión de la Oposición de Izquierda Rusa, formada en 1923, y un antecedente de la Cuarta Internacional (Partido Mundial de la Revolución Socialista). En 1933 cambió su política original de luchar por reformar a la Comintern, proclamó la necesidad de una nueva internacional, se cambió el nombre por el de Liga Comunista Internacional (ICL) y se abocó a la tarea de nuclear fuerzas en todo el mundo para formar los nuevos partidos revolucionarios. Trotsky propuso que se fundara la Cuarta Internacional en una conferencia de la Liga que se reunió en Ginebra en julio de 1936, pero ésta no estuvo de acuerdo y se formó en cambio el Movimiento por la Cuarta Internacional. La Conferencia de Fundación de la Cuarta Internacional se llevó a cabo en París en septiembre de 1938. Hubo una reunión internacional más en vida de Trotsky, una Conferencia de Emergencia del Hemisferio Occidental, que se reunió en mayo de 1940 y aprobó un manifiesto acerca de la Segunda Guerra Mundial escrito por Trotsky (ver Escritos 1939-1940).

[4] El Partido de los Trabajadores Socialistas (SAP) fue uno de los que apoyó la realización de una conferencia de partidos y grupos independientes que se iba a reunir en agosto de 1933; primero se fijó Bruselas y luego París como lugar de realización de esa conferencia. El SAP se formó en octubre de 1931, después que los socialdemócratas expulsaron a varios izquierdistas encabe­zados por Max Seydewitz. En la primavera de 1932 hubo una ruptura en la Oposición Comunista de Derecha de Alemania (KPO, los brandleristas) y un grupo de ochocientos militantes dirigidos por Jakob Walcher entró al SAP. Cuando Seydewitz y otros de los fundadores se fueron, los ex brandleristas tomaron la dirección del SAP, que reclamaba contar con catorce mil miembros; después que Hitler tomó el poder se vieron muy reducidos. En la conferencia de París de 1933 el SAP, junto con la Oposición de Izquierda y dos par­tidos holandeses, firmó una declaración que proclamaba la necesidad de una nueva internacional, y simultáneamente votó una resolución opuesta. Trotsky insistía en la fusión de la sección alemana de la Oposición y el SAP, pero los dirigentes del SAP se negaron. Posteriormente, el SAP, junto con otros afiliados a un agrupamiento centrista internacional, la Comunidad Internacional del Trabajo (IAG), se convirtió en un activo adversario de una nueva interna­cional revolucionaria.



Libro 3