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Prólogo de La teoría de la Revolución permanente de León Trotsky

Gabriela Liszt

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Prólogo de La teoría de la Revolución permanente de León Trotsky

Gabriela Liszt

Ideas de Izquierda

Presentamos a continuación el prólogo a la nueva edición de La teoría de la Revolución permanente, de Ediciones IPS-CEIP. Esta vez como Obra Escogida 16 de León Trotsky en homenaje al 83 aniversario del asesinato del revolucionario ruso el 20 de agosto de 1940 en Coyoacán, México.
Esta edición contiene la traducción por primera vez al castellano desde el ruso del folleto "Antes del 9 de enero" donde según el mismo Trotsky esbozó por primera vez su teoría, antes de la Revolución Rusa de 1905.

La formulación más acabada de León Trotsky de su teoría de la revolución permanente fue escrita en 1928-29 en su destierro en Alma Ata, impuesto por Stalin. Fue traducida y publicada con rapidez en numerosos idiomas. En español, diversas editoriales publicaron la traducción realizada por Andreu Nin en 1930 bajo el nombre La revolución permanente. Desde entonces, hasta nuestros días, el libro no ha dejado de ser publicado [1].

Sin embargo, esta no fue ni su primera ni su última formulación. La teoría fue elaborada por Trotsky al calor de distintos acontecimientos revolucionarios y contrarrevolucionarios: desde sus primeras formulaciones previas a la Revolución rusa de 1905 y sus conclusiones, su aplicación práctica en la Revolución rusa de 1917, su comprobación en la Revolución alemana de 1923, su generalización a los países atrasados a partir de la Revolución china de 1925-27, hasta su aplicación posterior en la lucha contra el fascismo italiano y a los procesos revolucionarios en países imperialistas como en España o Francia.

La teoría de la revolución permanente, en este sentido, no es una simple teoría. Es una teoría-programa ligada a la estrategia de la toma del poder por el proletariado, basado en organismos de democracia directa, a través de la lucha de clases, en particular, en los países avanzados, con el objetivo de derrotar al capitalismo mundial e inaugurar el período de la revolución socialista mundial.

Los orígenes de la teoría estuvieron marcados, fundamentalmente, por la discusión con las concepciones de los miembros de la socialdemocracia rusa e internacional (especialmente la alemana) de fines del siglo XIX y principios del siglo XX acerca del carácter y las perspectivas de la revolución rusa en general, y sobre la experiencia de la Revolución de 1905 en particular. En sus inicios, un sector de la II Internacional coincidía total o parcialmente con los planteamientos de Trotsky.

Poco antes, en el Congreso de Londres de 1903, el Partido Obrero Socialdemócrata ruso se había dividido en dos tendencias: los bolcheviques, encabezados por Lenin y los mencheviques, encabezados por Axelrod, Martov, Zasulich y el fundador del marxismo ruso, Plejanov. Aunque la ruptura apareció en un principio como una cuestión organizativa, reflejaba las profundas diferencias existentes en relación al papel de las distintas clases, en la futura revolución rusa. Las polémicas entre los marxistas rusos comenzaban a salir del terreno ideológico y a ponerse a prueba en las calles. Todos coincidían aún en el carácter democraticoburgués que tendría la futura revolución. Sin embargo, las diferencias comenzaban a manifestarse alrededor de cuál sería la clase que encabezaría la alianza que resolvería las tareas democráticas. Trotsky en un principio se alineó con los mencheviques (debido a que sostenía la necesidad de la unidad de ambos sectores en un partido unificado para la revolución) pero rápidamente se separó de ellos y mantuvo, en esos años, una posición independiente frente a las dos fracciones. La primera ruptura pública de Trotsky con los mencheviques, a mediados de 1904, fue alrededor de la actitud que sostenían hacia la burguesía liberal, ya que seguían considerando que la clase que dirigiría la revolución contra el zarismo sería la burguesía. Trotsky fue quien debatió de forma más radical contra estas teorías reformistas. La polémica con la concepción de Lenin y su consigna de “dictadura democrática de obreros y campesinos”, tenía un carácter secundario. Partía de un acuerdo fundamental con él: la burguesía rusa y sus representantes jugarían un rol contrarrevolucionario en la caída del zarismo. Lenin era quien se preparaba, de forma consecuente, para enfrentar todas las implicancias de este hecho, al forjar un partido revolucionario internacionalista realmente apto para estos combates.

Entre las revoluciones de Febrero y Octubre de 1917, se llegará a una síntesis entre la teoría y la práctica, expresada en la unidad teórico-político-organizativa de Lenin y Trotsky en agosto de ese año, cuando se formalizó la entrada de Trotsky y su corriente (la Interdistrital) al Partido Bolchevique.

La Revolución rusa adquirió, con rapidez, una dinámica internacional confirmando así también ese aspecto de la teoría. Era una tarea imprescindible, para los revolucionarios rusos y de otros países, comprender en profundidad las enseñanzas de la Revolución de Octubre. No porque los demás países debieran repetirla (de hecho Trotsky opinaba que las circunstancias específicas que se dieron en el Octubre ruso difícilmente volverían a repetirse), sino porque la primera experiencia de una insurrección obrera dirigida por un partido revolucionario y la fundación de la III Internacional, en medio de una guerra civil encarnizada (tareas que debieron enfrentar los revolucionarios, al mismo tiempo que luchaban contra la Primera Guerra Mundial), no podían ser dejadas de lado por quienes se propusieran luchar por la revolución socialista internacional.

Lenin, antes de llegar a Rusia desde su exilio, en abril de 1917, planteó que la etapa de la dictadura democrática ya se había cumplido entre febrero y abril, y batalló contra los que seguían sosteniendo en el partido la consigna de la “dictadura democrática de obreros y campesinos” cediendo así frente al Gobierno Provisional burgués que se hizo del poder luego de la caída del zar. Era necesario sacar las “lecciones de Octubre”, ya que la troika Stalin-Kamenev-Zinoviev, una vez muerto Lenin, en 1924, se proponía ocultar estas lecciones; en primer lugar, porque las posiciones defendidas por ellos durante Febrero-Octubre de 1917 eran muy cercanas a las de los mencheviques.

Esta lucha fraccional, que comenzó en 1923, llegará a su punto culminante en el VI Congreso de la III Internacional de 1928 (ya rota la troika, y bajo la dirección de centro-derecha de Stalin-Bujarin), en el que Trotsky y los oposicionistas (de forma clandestina) lucharán contra la teoría del “socialismo en un solo país”, que abandonaba el internacionalismo bolchevique y servía de cobertura de la burocracia para defender sus privilegios dentro de las fronteras nacionales e impedir la extensión de la revolución y, por lo tanto, frenar su dinámica permanentista.

La Revolución china le planteará a Trotsky la necesidad de dar un nuevo salto en la formulación de la teoría. En lucha contra la política estalinista de apoyar las diferentes alas de un partido burgués como el Kuomintang, Trotsky aplica la teoría de la revolución permanente a la experiencia china y, basado en las lecciones internacionales de los últimos acontecimientos, la generaliza para los países atrasados.

Nuevos hechos de la lucha de clases y fenómenos políticos le permitieron, a Trotsky, seguir sosteniendo la mecánica de la teoría de la revolución permanente, a la vez que la fue enriqueciendo como teoría-programa, siempre en función de la estrategia revolucionaria: el fascismo, los frentes populares, el nacionalismo burgués y los nuevos agrupamientos centristas. En los últimos años de su vida Trotsky elaboró documentos en los que realizó nuevas síntesis magistrales de los principales problemas de la estrategia revolucionaria de esos momentos. En especial, el documento fundacional de la IV Internacional: el Programa de Transición para la Revolución Socialista Internacional [2]    (1938) y el llamado “Manifiesto de la IV Internacional sobre la guerra imperialista y la revolución proletaria mundial” [3], conocido como “Manifiesto de Emergencia” (1940).

* * *

Los inicios de la teoría en Trotsky

Trotsky describe en Mi Vida su evolución política en la juventud:

Mi primera empresa en Nikolaiev había sido un primer ensayo provinciano hecho a tientas. Sin embargo, el ensayo no fue estéril. Puede que en ninguno de los años siguientes me fuese dado entrar en tan íntimo contacto con los obreros de base como en Nikolaiev. Entonces no tenía todavía un “nombre” ni nada me distinguía de ellos. Los tipos fundamentales que caracterizan al proletariado ruso quedaron fijados en mi conciencia para siempre. (...) En la cárcel tuve que iniciarme en los estudios revolucionarios comenzando casi por el “abc”. Dos años y medio de encarcelamiento y otros dos de destierro me brindaron la ocasión de establecer las bases teóricas de una filosofía revolucionaria. La primera emigración fue, para mí, una alta escuela de política. Bajo la dirección de los mejores marxistas revolucionarios aprendí a contemplar los acontecimientos con el enfoque de las grandes perspectivas históricas y en función de las relaciones internacionales.

Para ese entonces, Trotsky tenía alrededor de 24 años.

En esa época, la influencia de Parvus (A. Helphand) sobre Trotsky será decisiva. Trotsky mantendrá una estrecha relación con el que definió como “uno de los más notables marxistas de fines del siglo XIX”, entre fines de 1904 y principios de 1905, durante su exilio en Munich escribió:

Sus trabajos de la primera época me habían llevado a los problemas de la revolución social y, para mí, transformaron de un modo definitivo la conquista del poder por el proletariado, de una “meta” a una distancia astronómica, en una tarea práctica y actual [4].

El gran aporte de Parvus a Trotsky fue su visión de la existencia de una creciente contradicción entre las fuerzas productivas y los Estados nacionales. Para Parvus, la guerra ruso-japonesa era el comienzo de una serie de guerras en las que los Estados nacionales, movidos por la competencia capitalista, lucharían entre sí por su supervivencia. El desarrollo de la economía mundial era la base que permitiría que, en un país capitalista atrasado como Rusia, el proletariado pudiera apropiarse del poder, incluso antes que en los países avanzados. La conquista del poder por el proletariado había dejado de ser una “meta” astronómica para convertirse en una “aspiración práctica y actual”.

Trotsky recuerda cómo se planteaba la discusión en ese entonces:

—Pero, ¿es que considera usted que Rusia está bastante madura para una revolución socialista? (...). Y yo les contestaba invariablemente:
—No, pero sí lo está, y bien en sazón, la economía mundial en su conjunto y, sobre todo, la europea. ¿La dictadura del proletariado en Rusia nos va a llevar o no al socialismo? ¿A qué ritmos y con qué etapas? Todo esto depende del futuro del capitalismo europeo y mundial [5].

Este punto de vista internacional sobre la Revolución rusa le permitió a Trotsky tener una gran superioridad sobre el resto de los marxistas rusos, particularmente sobre la visión de los mencheviques que seguían repitiendo, de manera dogmática, las “viejas fórmulas” marxistas sin percibir el gran cambio que se había producido en la economía y la política mundiales. Para los viejos marxistas como Plejanov, Rusia debía pasar por una revolución democráticoburguesa, como etapa necesaria e inevitable, dirigida por la burguesía y con el proletariado como “ala izquierda del frente democrático” [6]. La revolución socialista estaría separada de la transformación democrática por varios siglos durante los cuales se desarrollaría el capitalismo. Decían basarse en la “letra” de Marx y Engels, pero solo hacían un mero esquema de la visión que estos sostenían, como se podrá ver en el “Mensaje del CC a la Liga de los Comunistas” [7]. Marx y Engels no veían a la revolución en “etapas” como estos viejos marxistas, sino como una revolución transitoria, es decir, que comenzará por un programa democrático pero que, mediante el mecanismo interno de las fuerzas involucradas, se transformaría en revolución socialista. Como dice Trotsky: Marx y Engels fueron los primeros en plantear la idea de revolución permanente. Sin embargo, la falta de madurez de la época histórica impedía que enunciaran la teoría de la revolución permanente tal cual fue formulada por Trotsky.

Trotsky también compartirá con Parvus, en ese entonces, la visión de que las futuras guerras generarían las condiciones para la revolución proletaria. Este fue el método que le permitió prever no solo la Revolución de 1905, sino, más tarde, los acontecimientos de 1917. “La Revolución de 1905 surgió directamente de la guerra ruso-japonesa y, del mismo modo, la Revolución de 1917 ha sido el resultado de la gran matanza imperialista” [8].

El elemento que diferenció a Trotsky de las formulaciones de Parvus está en los alcances, la dinámica y las tareas que tendría que resolver el proletariado una vez que tomara el poder. Para Parvus, el proletariado solo estaba llamado a instaurar un gobierno obrero, pero sin romper los marcos del Estado capitalista, un gobierno similar al que existía en Australia en esos años.

Trotsky afirma que, en sus rasgos fundamentales, formuló la teoría de la revolución permanente antes de la Revolución rusa de 1905. Esta primera formulación la delineó en el folleto Antes del 9 de enero, escrito entre noviembre y diciembre de 1904 y publicado con un prólogo de Parvus [9], que recién se publicó (debido a la resistencia de los mencheviques) luego del “domingo sangriento” del 9 de enero de 1905, que dio inicio al proceso revolucionario. “El proletariado ruso comenzó la revolución. Sobre él recae su desarrollo y su éxito”, termina Parvus en su introducción de enero de 1905.

En el folleto, Trotsky denuncia que el rol de los liberales burgueses es participar en los zemstvos (órganos municipales dominados por ellos) y las dumas (especie de parlamento otorgado como “concesión” del zarismo luego de la Revolución de 1905) para realizar un “frente único patriótico” con el zarismo y continuar apoyando la guerra ruso-japonesa (incluso con dinero); con el objetivo, a lo sumo, de acordar una monarquía parlamentaria. Pero “la lógica revolucionaria de los acontecimientos no podía refrenarse” [10]. La burguesía, por temor a la revolución, era incapaz de conseguir las mínimas reivindicaciones democráticas para el pueblo, como el sufragio universal, tampoco se pronunciaba por la cuestión agraria. Por lo tanto, era necesario que el proletariado tomara su lugar y agitara el fin de la guerra, la caída de la autocracia y por una Asamblea Nacional Constituyente, “no solo independiente de la corona, sino que también posea plenos poderes”, para implementar una verdadera democracia. “Una democracia verdadera, actuante, en las condiciones del absolutismo solo puede ser una democracia revolucionaria”. Trotsky discute contra los que les ceden a los liberales y plantea que: “No tenemos tradiciones democráticas, es necesario crearlas. Solo la revolución puede hacerlo. El partido de la democracia no puede ser sino el partido de la revolución. Esta idea debe penetrar en la conciencia general…” [11].

Haciendo un balance de la oleada de huelgas económicas de 1903, concluye:

Hay que hacer todo lo posible para atraer la atención y la simpatía de la pequeñoburguesía urbana hacia la entrada en escena de la clase obrera. Durante las pasadas manifestaciones de masas del proletariado, como las huelgas generales de 1903, no se hizo casi nada en este sentido, y fue uno de los puntos más débiles del trabajo preparatorio. Circulaban a menudo, entre la población, los rumores más insensatos sobre las intenciones de los huelguistas, como atestiguan los corresponsales. Los pequeñoburgueses temen las agresiones a sus viviendas; los comerciantes, el saqueo de las tiendas; los judíos, los pogromos. No hay que permitir que esto ocurra. Una huelga política que se lleve a cabo como una lucha unificada del proletariado urbano versus la policía y el ejército, pero con la hostilidad o al menos la pasividad del resto de la población, implicaría un desastre fatal para nosotros [12].

A diferencia de 1903, la guerra estaba causando estragos en la población y en los soldados, lo que crearía una situación más favorable para los revolucionarios, para que el proletariado se convierta en la dirección de las masas.

En primer lugar, hay que establecer que el escenario principal de los acontecimientos revolucionarios será la ciudad. Nadie se atreverá a negar esto ahora. Las manifestaciones solo pueden convertirse en una revolución popular con la participación de las masas, es decir, antes que nada, del proletariado fabril. Debe salir a la calle con la intelectualidad revolucionaria, en particular con los estudiantes y la pequeñoburguesía urbana. Para movilizar a las masas trabajadoras es necesario contar con puntos de reunión. Para el proletariado fabril existen puntos de concentración permanentes: son las fábricas y talleres. Desde ellos hay que partir.
Puede que no consigamos –y de hecho todas las manifestaciones lo han demostrado– reunir a las masas trabajadoras de los barrios en los que viven en un lugar predeterminado. Pero sí conseguiremos –y esto lo confirma la experiencia de la huelga de Rostov y, sobre todo, los disturbios de 1903 en el Sur– sacar de las fábricas y talleres a la masa ya reunida. Lo que hay que hacer no es reunir a los obreros individualmente, ni convocarlos en forma artificial a una hora determinada, sino tomar como punto de partida su “reunión” natural y cotidiana: esta es la salida que nos enseña toda nuestra experiencia pasada [13] .

Así se adelantaba incluso a la creación de los soviets.

La Revolución de 1905, sus Resultados y perspectivas

Con la Revolución de 1905, “La comedia de la primavera liberal terminaba; lo que se abría era la tragedia de la revolución”. Las previsiones del joven Trotsky se confirmaban plenamente. Tras su inmediato regreso a Rusia, al enterarse del “domingo sangriento” (mediado por una estancia en Finlandia en absoluta clandestinidad), Trotsky vivirá este proceso revolucionario como protagonista de sus principales sucesos, presidiendo el Soviet de Petrogrado. “Fue precisamente en el intervalo que separa el 9 de enero y la huelga de octubre de 1905, cuando el autor llegó a concebir el desarrollo revolucionario de Rusia bajo la perspectiva fijada a continuación por la teoría llamada ‘de la revolución permanente’” [14]. Esta teoría surgió al calor de las polémicas sobre el carácter de la Revolución rusa, las que desde sus inicios rebasaron los límites de la socialdemocracia rusa. Kautsky y Mehring, por ejemplo, en esa época, como afirma Trotsky, adherían “al punto de vista de la ‘revolución permanente’” contra las posturas de los mencheviques. Trotsky partía del análisis estratégico de las bases económicas de la Revolución rusa, de sus formas y relaciones de producción, de sus clases sociales, de las fuerzas que entrarían en acción bajo la influencia de la dinámica revolucionaria, o sea, de sus acontecimientos más importantes, expuestos a través de la narración de los principales hechos, en especial, los del momento cúlmine de la revolución: de octubre a noviembre de 1905. Trotsky llega a la conclusión de que, más allá de los flujos y reflujos, la Revolución de 1905 abría para el proletariado la perspectiva de la conquista del poder. Por las tareas que tenía que resolver, la Revolución rusa continuaba siendo burguesa, pero por su fuerza motriz, era proletaria. El triunfo relativo de la huelga de octubre de 1905 había demostrado, a diferencia de las revoluciones de 1789 y 1848, la hegemonía del proletariado en la revolución burguesa, así como la hegemonía política de la ciudad moderna en un país eminentemente campesino. La huelga general política se había comprobado como el método de la Revolución rusa, en la medida en que servía para debilitar al enemigo, acompañada de la barricada. Quedaba demostrada la centralidad de las fábricas, el transporte y la comunicación en la producción y, por lo tanto, del proletariado como la única clase capaz de organizarse de forma independiente y dirigir las tareas democráticas hasta el final. Sin embargo, esto no era suficiente. Al mismo tiempo, había que “poner en pie el ejército de la revolución” con el objetivo de “arrancar el poder a quienes lo detentan y traspasarlo a la revolución” [15].

El Soviet de Petrogrado, que había dado un rasgo distintivo a la Revolución de 1905, era “el embrión de un gobierno revolucionario”. Sin embargo, la revolución aún no triunfaría, no “por defectos en la táctica, sino por el decisivo hecho de que la reacción era mucho más rica en fuerzas materiales que la revolución. El proletariado chocó en su insurrección de diciembre, no con errores de estrategia, sino con algo mucho más real: las bayonetas del ejército campesino” [16].

El Soviet organizó la huelga general, paralizó al país y comenzó a tomar tareas de administración, pero no tuvo una política para ganarse al campesinado que constituía la mayor parte del ejército. Y, sin quiebre del ejército, no había posibilidad de triunfar sobre el zarismo. Los trabajadores pagaron muy duro las consecuencias de esta lección.

Pero será en la cárcel de Pedro y Pablo, la fortaleza a la cual fue llevado detenido, junto a otros dirigentes del Soviet de Petrogrado, donde Trotsky escribirá el capítulo final a los escritos de 1905: Resultados y perspectivas. En ellos expondrá la primera formulación acabada de su teoría de la revolución permanente.

La comparación de las revoluciones francesa de 1789, las europeas de 1848 y el 1905 ruso eran las claves para verificar los diferentes roles que cumplieron las clases sociales en cada una de esas revoluciones. Las posiciones de Marx y Engels, quienes analizaron a la burguesía revolucionaria de 1789 y a sus distintos sectores y vivieron la experiencia de 1848, “están totalmente determinadas por su posición en el campo histórico transitorio del ‘ya no más’ de la revolución burguesa y del ‘todavía no’ de la revolución proletaria” [17]. Trotsky, en cambio, a partir de su estudio y experiencia de la Rusia de 1905, verifica el cambio de época dado por el “ya sí” de la revolución proletaria.

Trotsky basó sus análisis sobre Rusia en la ley del desarrollo desigual, patrimonio en ese entonces de Lenin y la socialdemocracia, pero no la aplicó esquemáticamente (lo que llevaba a los viejos marxistas a afirmar la imposibilidad de una revolución obrera en un país atrasado como Rusia). El método dialéctico del marxismo para analizar la nueva época le permitió, aún sin formular con claridad la ley del desarrollo desigual y combinado como lo haría más tarde [18], ver la combinación de elementos dada la inserción de capitales imperialistas, como el francés y el alemán, que hacían de Rusia un país capitalista con fuertes rasgos feudales pero con un nuevo y vigoroso proletariado. Esta ley será la base para generalizar la teoría de la revolución permanente, tanto en los países imperialistas como en las colonias y semicolonias.

En base a estas conclusiones, Trotsky polemiza, en especial, con los teóricos del menchevismo alrededor del carácter, el rol de las clases y el programa que tendría la próxima Revolución rusa, partiendo de la concepción ya adquirida en 1904 sobre la economía mundial. Contra ellos demuestra que era la debilidad y el atraso del Estado ruso, como parte de la economía mundial, lo que justamente hacía posible la revolución proletaria. De manera secundaria, Trotsky polemiza con la formulación de Lenin de “dictadura democrática de obreros y campesinos” planteando la imposibilidad de esta “dictadura democrática” puesto que el campesinado había demostrado su incapacidad de organizarse de manera independiente, tanto de la burguesía como del proletariado. Para Trotsky, solo el proletariado podía acaudillar a las masas campesinas para la toma del poder en Rusia a través de la dictadura del proletariado, que estaría consagrada, en primer lugar, a resolver las tareas democráticas (como la cuestión de la tierra). Una vez en el poder, el proletariado no se detendría ante los límites de la propiedad burguesa. La profundización de las medidas para resolver las tareas democráticas llevaría, inevitablemente, a la transformación de la revolución democrática en socialista. Esta visión del proceso revolucionario hacía desaparecer, para Trotsky, la vieja división que realizaba la socialdemocracia en el terreno programático:

No porque fuera inadmisible “por principio” –tal actitud carece de sentido–, sino porque sería completamente irreal, porque sería un utopismo de la peor especie, una clase de utopismo filisteo revolucionario, y lo sería por la siguiente razón: durante el período en que el poder pertenece a la burguesía, la división de nuestro programa en uno máximo y otro mínimo expresa una profunda y fundamental cuestión de principios. Así, el hecho de que la burguesía esté en el poder excluye de nuestro programa mínimo todas las reivindicaciones que sean incompatibles con la propiedad privada de los medios de producción. Precisamente, estas reivindicaciones son las que dan el contenido a la revolución socialista, y su condición previa es la dictadura del proletariado [19].

Para Trotsky, lo que sí implicaba el atraso ruso era que, de no desarrollarse la revolución europea, sobre todo la alemana, la dictadura del proletariado en Rusia no podría sostenerse por mucho tiempo:

El proletariado, pues, llegado al poder, no debe limitarse al marco de la democracia burguesa, sino que tiene que desplegar la táctica de la revolución permanente, es decir, anular los límites entre el programa mínimo y el máximo de la socialdemocracia, pasar a reformas sociales cada vez más profundas y buscar un apoyo directo e inmediato en la revolución del oeste europeo [20].

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En este sentido, los acontecimientos en Polonia (si se desarrollaban a favor de la revolución o de la contrarrevolución) serían determinantes para la Revolución rusa y la europea.

El principal defecto que tendrá la formulación de Trotsky en esta época será su posición conciliadora frente a la ruptura entre mencheviques y bolcheviques. El corolario de su concepción sobre la revolución permanente debía ser, necesariamente, un partido tal como lo concebía Lenin ya en esa época. Sin embargo, como explica en su “Prefacio” de 1919 a Resultados y perspectivas [21], en ese momento subestimaba las divergencias entre mencheviques y bolcheviques, y opinaba que el impulso de las masas revolucionarias terminarían por limpiar a las organizaciones de los elementos “osificados” y que esto obligaría a que ambas fracciones se unificaran en una política revolucionaria (posición similar a la de Rosa Luxemburg). Esta posición fue duramente combatida en esa época por Lenin, a través de una lucha política que Trotsky, luego de 1917, reconocerá como en un todo correcta. El mismo Trotsky, en aparente contradicción, había advertido en Resultados y perspectivas sobre la posibilidad de que el partido más grande y con mayor tradición de la socialdemocracia europea, el partido alemán, por su rutinarismo y conservadurismo, se convirtiera en un obstáculo en la lucha del proletariado por el poder y, con ello, de la revolución europea.

De los años de reacción y la Primera Guerra Mundial a la Revolución de Octubre

En los años de la reacción, posteriores a 1905, Trotsky se dedica a reafirmar sus estudios sobre la revolución pasada “y a preparar, teóricamente, el camino para la próxima”.

Trotsky había adquirido un gran prestigio entre los emigrados rusos a la par que en la propia Rusia. Era reconocido como el más importante dirigente del Soviet de Petrogrado y, sobre todo, por la defensa que hizo de este y de la insurrección frente a los tribunales zaristas. En 1907, participa en el último Congreso conjunto de mencheviques y bolcheviques realizado en Londres, con la presencia de 350 delegados, donde se discute alrededor de los problemas centrales de la Revolución rusa. Allí, Trotsky plantea sus posiciones, a las que adhiere la representante del Partido Socialdemócrata polaco, Rosa Luxemburg (a quien conocía desde 1904). Lenin (conocedor de la trayectoria revolucionaria de Trotsky durante la Revolución de 1905) intenta acercar a Trotsky a los bolcheviques al remarcar que su postura, sobre la necesidad de la alianza entre los obreros y campesinos, era la misma que sostenían ellos.

Cuando en 1912, Trotsky viaja como corresponsal a cubrir los inicios de las guerras balcánicas, predice con claridad las crecientes tendencias a una guerra mundial. En 1914, ya frente a la guerra imperialista, Trotsky verá una nueva confirmación de su teoría: “La guerra de 1914 significa la total liquidación del liberalismo ruso y convierte al proletariado en el único protagonista del combate por la libertad. Transforma la revolución, en Rusia, en la primera etapa de la revolución europea” [22]. La traición de la socialdemocracia alemana al votar los créditos de guerra de su país imperialista, y a la que se suma el conjunto de la II Internacional, convierte a la socialdemocracia en socialpatriota. Trotsky se opondrá a esta política. Su internacionalismo lo hará confluir con Lenin en la conclusión de que era necesario la fundación de una nueva Internacional. Para ello se reunieron en la Conferencia de Zimmerwald de 1915. Aunque sus posiciones hacia la guerra eran más cercanas a las de Rosa Luxemburg que a las de Lenin, la coincidencia en el punto de vista internacionalista será la clave para su posterior integración al Partido Bolchevique y a su lucha junto a Lenin por la III Internacional.

Durante 1912-14 se había desarrollado en Rusia una gran oleada de huelgas con combates callejeros. El bolchevismo, que recién salía de su forzada clandestinidad, empezó a crecer con rapidez en las fábricas. En Lecciones de Octubre Trotsky recapitulará sobre este proceso desde la lógica permanentista: rápidamente podrían haberse instituido los soviets, y desde sus inicios podrían haber sido dirigidos por los bolcheviques. Estos habrían tenido una política para quebrar al ejército y ganarse a los campesinos, luchando por la toma del poder. Según esta hipótesis, no estaba prefijado de antemano que el proceso tendría que haber pasado por una etapa como la de Febrero de 1917 (en la que se entregó el poder a la burguesía), sino, por el contrario, podría haberse dado directamente un Octubre ruso. La oleada patriótica que abrió la Primera Guerra Mundial quebró este proceso. Sin embargo, la guerra produjo un escenario mucho más favorable para la revolución, ya que tuvieron que enfrentar a un Estado mucho más débil que el de 1914, con un ejército resquebrajado, compuesto esencialmente por campesinos, que sufrió durante tres años las miserias de la guerra.

La pelea por la dirección de los soviets fue más dura, y la clave de la lucha de los bolcheviques en ellos fue la lucha contra el defensismo (es decir, continuar la guerra y defender el Gobierno Provisional con la excusa del enemigo alemán).

El Febrero ruso de 1917 pondrá a prueba, nuevamente, la teoría de Trotsky, así como sus concepciones sobre el partido.

Trotsky seguirá los acontecimientos desde EE. UU., debido al derrotero de su exilio. Sus discursos y artículos de la época [23] coincidirán en un todo con la visión y la política expresada por Lenin en sus Cartas desde lejos, escritas desde Suiza.

Según A. Brossat, en los años que van de 1905 hasta 1917 no hay un salto cualitativo en la formulación de la revolución permanente de Trotsky. Sin embargo, habrá un proceso de evolución molecular en su concepción de partido que lo hará confluir con Lenin en 1917, luego de que este hiciera girar al partido con las Tesis de Abril [24].

En sus tesis, Lenin coincide, en los hechos, con la teoría de Trotsky. Las tesis eran una lucha contra los “viejos bolcheviques” que seguían sosteniendo su antigua formulación de “dictadura democrática de los obreros y los campesinos” (como Kamenev y Stalin) como argumento para ubicarse como una “izquierda democrática” que apoyaba “críticamente” al gobierno provisional de Kerensky, surgido del Febrero de 1917, negándose a luchar por “¡Todo el poder a los soviets!” o sea, a la toma del poder por el proletariado.

En su primera reunión del 10 de mayo de 1917, luego del regreso de ambos a Rusia, Trotsky y Lenin, acuerdan rápidamente en la lucha contra la unidad con los mencheviques, contra los socialpatriotas y por una nueva Internacional. Trotsky reconocerá su error en cuanto a la concepción de partido, dándole la razón a Lenin. Lenin afirmaría que, luego del ingreso de Trotsky al partido, “no hubo mejor bolchevique que él”.

La onda expansiva de la Revolución rusa de Oriente a Occidente

La Revolución de Octubre de 1917 dio por tierra con las teorías mencheviques, aunque estos y los socialistas revolucionarios (populistas que agrupaban a un sector de los campesinos) se opusieron activamente. El Comité Central del Partido Bolchevique preparó al conjunto del partido para ese momento, pero frente a la necesidad de dar un giro brusco ante el cambio en la situación, se constituyó un ala derecha encabezada por Zinoviev y Kamenev. Ellos se opusieron a la insurrección y a la toma del poder, alegando la falta de madurez existente, la necesidad de “respetar” la democracia de los soviets y la necesidad de transitar una “experiencia democrática”. En todo momento, tanto para Lenin como para Trotsky, la Revolución rusa continuaba siendo parte, o una faceta, de la revolución mundial. El atraso ruso no era impedimento para que el proletariado tomara el poder, aunque sí para llegar al socialismo, ya que esta tarea era imposible si no se desarrollaba la revolución en los países más avanzados (tal como lo había planteado Marx), en particular, en Alemania.

Las condiciones europeas para la revolución hicieron que esta postura tuviera un carácter muy concreto. Durante 1918 y 1919, se desarrollaron procesos revolucionarios en el centro de Europa (Alemania, Austria, Italia y Polonia), la simpatía con la revolución se extendía entre la clase trabajadora de todo el mundo, surgían nuevos partidos comunistas, y la agitación obrera surgía tanto en América como en Oriente. Estos procesos, sin embargo, fueron derrotados debido a las traiciones de la socialdemocracia y a la inmadurez de los nuevos partidos comunistas para enfrentarla. Esta fue una gran señal de alerta para los revolucionarios rusos. Como había escrito Trotsky, en agosto de 1917: “El internacionalismo no es para nosotros una noción abstracta (...) los éxitos decisivos y permanentes son inconcebibles sin la revolución europea” [25], llamando a oponerse con fervor al socialpatriotismo. Desde esta ubicación frente a la revolución rusa, la europea y la mundial, Lenin y Trotsky fundaron, en marzo de 1919, la III Internacional que llegaría a tener influencia en las masas a nivel mundial.

En ese mismo año, desde su tren blindado y mientras dirigía el Ejército Rojo contra las fuerzas contrarrevolucionarias nacionales y extranjeras, Trotsky escribe “En camino: consideraciones acerca del avance de la revolución proletaria”. En él, vuelve a discutir contra las concepciones mencheviques que negaban la posibilidad de una revolución socialista en los países atrasados.

Trotsky aplica la ley del desarrollo desigual y combinado para demostrar la gran posibilidad de que la revolución proletaria avance del este hacia el oeste. En los países avanzados, a pesar de que contaban con un proletariado más fuerte y más concentrado y, en ese sentido, con mejores condiciones para la dictadura proletaria, esas mismas condiciones, generadas por su desarrollo precedente, podían convertirse en un obstáculo para superar a “la fuerza más contrarrevolucionaria de la política europea”, la socialdemocracia, especialmente en Alemania. En los países atrasados, en cambio, la guerra imperialista había alterado el inestable equilibrio capitalista, por lo que la relación de las fuerzas sociales podía romperse por “la línea que ofrecía la menor resistencia”. Las revoluciones en Hungría y en Baviera, el primero un Estado atrasado y el segundo una región atrasada de Alemania del este europeo, eran una demostración de eso. Para Trotsky, la Revolución rusa había sido una revolución no solo contra la burguesía rusa, sino también contra la europea (especialmente la francesa e inglesa) y, por lo tanto, había repercutido en las condiciones revolucionarias del continente; las revoluciones del este, por lo tanto, aunque se dieran en países atrasados también golpearían sobre el oeste. Lejos de una posición “mesiánica” u “orientalista”, ve las revoluciones en estos países como un camino hacia la revolución europea. Por ello tenía expectativas en el próximo Congreso de la Internacional Comunista (IC) que se realizaría en Berlín o París. Trotsky reafirma sus concepciones internacionalistas:

Extendiéndose a escala mundial, el capitalismo estrechó, por lo mismo, las ligaduras que, en la época pasada, unían el destino de la revolución social con el de uno u otro de los países capitalistas altamente desarrollados. Cuanto más une el capitalismo a los países del mundo entero en un solo organismo complejo, más inexorablemente la revolución social, no solo en el sentido de su destino común, sino también de su lugar y momento de origen, depende del desarrollo del imperialismo como factor mundial, y en primer lugar de esos conflictos militares que el imperialismo debe provocar inevitablemente y que, a su vez, sacuden el equilibrio del sistema capitalista hasta sus raíces [26].

Sin embargo, la primera oleada revolucionaria no triunfará y el capitalismo mundial logrará un primer respiro que obligará a la reformulación de la táctica revolucionaria, tal como se expresará en el III y en el IV Congreso de la III Internacional, con la importancia dada a la táctica de frente único en los países capitalistas avanzados y al desarrollo de la revolución en Oriente.

Las devastadoras consecuencias de la guerra imperialista en Europa, la imposibilidad de que esta resurgiera económicamente en los límites de las fronteras nacionales y las intenciones de Estados Unidos de “comprar a Europa por unas pocas monedas” ponían a la orden del día la lucha por “gobiernos obreros y campesinos” en el continente europeo, o este caería en el decaimiento y la esclavización por parte del capital norteamericano. Sin embargo, para Trotsky la consigna de “gobiernos obreros y campesinos” debía estar indisolublemente unida con la lucha por los Estados Unidos de Europa. En el artículo “¿Es apropiado el momento para la consigna: los Estados Unidos de Europa?” [27], escrito en 1923 –después de la invasión del Ruhr y antes de la Revolución alemana de ese año–, Trotsky plantea que, luego de una larga discusión, la consigna de los Estados Unidos de Europa fue incorporada, ese mismo año, al programa de la IC, cuando aumentaban las disputas entre las potencias europeas, como consecuencia de la guerra, y a la espera de que estallara la revolución en Alemania. La importancia de esta consigna residía en que contenía “la condenación de la idea de la evolución socialista reducida a un solo país” [28]; “para superar este caos europeo se debe ir por el camino de los Estados Unidos Soviéticos de Europa: es una de las primeras tareas de la revolución proletaria” [29].

De la derrota de la Revolución alemana a las Lecciones de Octubre

La guerra civil había casi concluido en 1921, y la economía del país se encontraba devastada. Lenin impulsó la llamada Nueva Política Económica (NEP) que, en lo esencial, buscaba (permitiendo la venta de los excedentes agrícolas a los campesinos y la explotación privada en pequeña escala de la industria liviana y el comercio minorista) utilizar los mecanismos del mercado para revitalizar la alicaída economía soviética al final de la guerra. Estas medidas estaban acompañadas por el control estatal de la industria pesada, el transporte, parte importante de la industria liviana y el férreo monopolio estatal del comercio exterior.

El aislamiento internacional de la URSS, el atraso de la economía soviética y la muerte, en la Guerra Civil, de numerosos cuadros y dirigentes del Partido Bolchevique favorecieron el progresivo asentamiento, en el Estado y el partido, del poder de la burocracia. Con Lenin enfermo de gravedad, el “triunvirato” que conformaron Stalin, Zinoviev y Kamenev toma el control del partido. Trotsky bregaba por dar más recursos a la industrialización del país, en caso contrario, según él, sería imposible evitar la “crisis de las tijeras” o sea, un encarecimiento de los productos industriales en relación a los productos del agro, lo que llevaría a que los campesinos retuvieran sus productos y no los enviasen al mercado.

Poco antes de la XIII Conferencia del partido, en octubre de 1923, cuarenta y seis importantes dirigentes bolcheviques firmaron una declaración que criticaba la inacción del partido en el plano económico y la degeneración burocrática en el régimen partidario. Trotsky, que no había firmado la declaración interviene en este debate a través de la publicación de El nuevo curso.

El aparato del partido, respondiendo al “triunvirato”, ataca y persigue a la Oposición. Algunos de sus dirigentes son enviados al extranjero a ocupar puestos en lejanas regiones. En noviembre de ese año, el Partido Comunista alemán había dejado pasar la oportunidad revolucionaria, evaporándose, en lo inmediato, la posibilidad de la conquista del poder del proletariado europeo. Será en el marco de esta derrota y del fallido levantamiento en Bulgaria (y de la lucha interna contra los triunviros) que Trotsky redactará las Lecciones de Octubre, como presentación a un tomo con sus escritos y discursos del año 1917 [30].

La falta de estudio sobre la insurrección triunfante –de la que ya habían transcurrido siete años–, principalmente de sus cuadros dirigentes, pareciera reflejar, para Trotsky, que nadie se propone repetirla en ningún otro país, incluso con sus propias particularidades. Esto ya era una expresión de falta de internacionalismo. Por otro lado plantea que: “Sin el estudio de la gran Revolución francesa, de la Revolución de 1848 y de la Comuna de París, jamás hubiéramos llevado a cabo la Revolución de Octubre, aun mediando la experiencia de 1905” [31]. A partir de definir que: “La gran época de la estrategia revolucionaria comienza en 1917, primero en Rusia, y después en toda Europa” empieza un profundo estudio sobre cómo se llegó a la insurrección de Octubre (teórica, práctica y estratégicamente). Para Trotsky, “ha quedado demostrado que, sin un partido capaz de dirigir la revolución proletaria, esta se torna imposible. El proletariado no puede apoderarse del poder a través de una insurrección espontánea” [32] incluso en un país con un proletariado tan avanzado como el de Alemania.

Era necesario aprender de las condiciones políticas que permitieron el triunfo del Octubre ruso para no repetir derrotas como en el Octubre alemán. No hacerlo “denota, además, cierto carácter de estrechez nacionalista” [33].

Según Pierre Broué, en las Lecciones,

Trotsky (…) elabora un estudio, una especie de denso folleto en el cual, a propósito de Octubre, retoma las “lecciones” que le parecen esenciales, reagrupando, en este trabajo, las ideas principales defendidas por él en lo referente al papel del partido en la revolución en diversas ocasiones y, fundamentalmente, en el transcurso del año 1923 [34].

Analizando las tendencias al interior del Partido Bolchevique, en el período que va de Febrero a Octubre, demuestra las crisis que provocan los giros bruscos del partido, principalmente en el tránsito a la insurrección. Partiendo del concepto de la “insurrección como arte”, llega a la conclusión de que el momento decisivo de saber aprovechar y no dejar pasar el momento revolucionario solo puede estar en manos de una dirección forjada y preparada a lo largo de incansables luchas; una dirección capaz de llevar adelante los giros decisivos necesarios para la victoria de la revolución.

El partido se vuelve aquí, como vemos, irremplazable, se vuelve una necesidad histórica. Sin esta premisa la revolución se perderá indefectiblemente.

La lucha contra “el socialismo en un solo país”

La derrota de la revolución en Alemania en 1923, causada por la pasividad del Partido Comunista, abrió un período de estabilización capitalista en Europa. Esta oportunidad, perdida para el proletariado, daba seguridad a la burguesía europea y mantenía en pie el cerco capitalista en que se encontraba Rusia. Solo una orientación correcta podía romper este cerco y recuperar a la Europa proletaria de esta dura derrota. Sin embargo, la política implementada por la IC desde 1923 llevará al proletariado de Europa a rotundos fracasos. Estos fracasos traerán aparejadas consecuencias de carácter decisivo para la Rusia Soviética.

Por un lado, la burocracia fortaleció su dominio sobre el aparato del partido y del Estado. Por otro lado, las tendencias procapitalistas en el campo y en la ciudad, que habían comenzado a desarrollarse desde la implementación de la NEP y como consecuencia de esta, se fortalecieron en un grado extremo. Los kulaks (campesinos ricos) acrecentaron su dominio económico sobre los campesinos pobres y reforzaron sus posiciones políticas en los soviets locales. La política pro-kulak que realizaba la fracción gobernante de Stalin y Bujarin, al grito de “¡Campesinos enriqueceos!” daba rienda suelta a dichas tendencias a la acumulación capitalista.

Proceso similar ocurría en las ciudades con los llamados nepmen. Las penurias del proletariado y de los campesinos pobres se incrementaron. La “soldadura” (smytchka) entre los trabajadores de la ciudad y los campesinos pobres, sobre la que descansaba la dictadura proletaria, se veía amenazada. Los boicots organizados por los kulaks constituían un serio peligro de guerra civil para el proletariado.

Según Trotsky, era necesaria una política de industrialización más acelerada en base a recursos obtenidos con mayores impuestos a los campesinos ricos. Esta política constituía uno de los ejes de la crítica de Trotsky sobre la política del bloque de centro-derecha de Stalin y Bujarin.

En este marco, las tradiciones políticas de Octubre eran tergiversadas por los funcionarios y la nueva burocracia. Ya desde 1923, la “troika” había desatado una campaña de reacción ideológica focalizada en la persona de Trotsky, que tomó la forma de “campaña contra el trotskismo”. La burocracia opondrá, de manera caricaturesca e históricamente deformada, la teoría de la revolución permanente a la política de Lenin. La campaña contra las tradiciones de Octubre servirá de base para la “teoría” del “socialismo en un solo país”.

La reacción, encarnada en Stalin-Bujarin (seguidos por cuadros y nuevos dirigentes, muchos de ellos hasta entonces desconocidos, o que ocupaban posiciones secundarias antes y durante la revolución), cambia la posición internacionalista de Lenin y Trotsky, y sostiene que el socialismo era posible dentro de las fronteras de Rusia. Esta “teoría” tenía, como consecuencia directa, la desaparición de la perspectiva de la revolución internacional y fue utilizada como cobertura ideológica para la política errática que tendría en esos años la IC.

Ejemplo de esto fue la traición, en 1926, a la huelga general del proletariado inglés, quien fue abandonado a su suerte por el Consejo General de los tradeunions (sindicatos) ingleses. Estos últimos, en alianza con la burocracia soviética en el Comité Anglo-ruso (que tenía por objetivo la “defensa” de la URSS), atarán de manos al Partido Comunista inglés y lo usarán como justificación de su traición.

Trotsky polemiza en decenas de artículos con la idea del “socialismo en un solo país”. En 1926, se formará la Oposición Unificada que reunirá a los Oposicionistas de 1923 junto con los seguidores de Zinoviev y Kamenev que habían roto con Stalin.

Desde mediados de 1926, la Oposición había intentado pasar a la ofensiva. Sus militantes organizaron asambleas en las fábricas, reuniones de las células del partido, etc. A estas reuniones se dirigían sus principales dirigentes, entre ellos Trotsky, para explicar el porqué de la lucha de la Oposición. Sin embargo, la burocracia responderá al golpe.

Recurrirá al control sobre el aparato del Estado y del partido y utilizará métodos represivos y de persecución, contra los oposicionistas y contra todo aquel que se muestre interesado en sus posiciones. Organizará grupos de choque para evitar que los jefes de la oposición tomen la palabra en las asambleas y amenazará a aquellos obreros y militantes, que muestren simpatía con las más duras sanciones. Al cabo de unos meses la Oposición sufre una primera y dura derrota. La mayoría del Comité Central amenaza a la Oposición con la expulsión del partido por violar las resoluciones concernientes a la prohibición de fracciones del X Congreso [35].

La XV Conferencia del Partido Comunista ruso y el VII Pleno del Comité Ejecutivo de la Internacional se reúnen luego de estos acontecimientos. Ambas instancias de decisión servirán a la fracción Stalin-Bujarin para golpear con dureza a la Oposición. Stalin presentará, ante estos dos eventos, un informe en el que la acusará de “fracción socialdemócrata” y pedirá su condena.

Trotsky realiza dos discursos, donde brinda una exposición del método marxista partiendo del análisis de la economía mundial. Analiza la economía soviética y demostrará la subordinación de ella al mercado mundial.

¡El carácter de nuestra revolución, independientemente de las relaciones internacionales! ¿Desde cuándo ha existido este carácter autosuficiente de nuestra revolución? Yo sostengo que nuestra revolución, como sabemos, no existiría para nada si no fuera por dos prerrequisitos internacionales: primero, el factor del capital financiero que, en su gula, ha fertilizado nuestro desarrollo económico y, segundo, el marxismo, la quintaesencia del movimiento obrero internacional que ha fertilizado nuestra lucha proletaria. Esto significa que la revolución fue preparada, antes de 1917, por esas encrucijadas donde las grandes fuerzas del mundo chocaron unas contra otras. De este choque de fuerzas surgió la Gran Guerra, y de esta, la Revolución de Octubre. Y ahora se nos dice que nos abstraigamos de la situación internacional y construyamos nuestro socialismo en casa, para nosotros. Este es un método metafísico de pensamiento. No hay ninguna posibilidad de abstracción de la economía mundial [36].

En las “Tesis sobre revolución y contrarrevolución” [37], escritas en los últimos días de noviembre de 1926 cuando la Oposición acababa de sufrir su primera derrota a manos de la burocracia, Trotsky analiza los fenómenos que sobrevienen en un país luego del triunfo de una revolución. Dentro de estos, los distintos mecanismos de flujo y reflujo de las clases en los períodos revolucionarios y en los posrevolucionarios y la incidencia de la no extensión de la revolución a nivel internacional, lo que conlleva a que la clase burguesa intente distintas formas de restauración. El peligro de una contrarrevolución en Rusia devenía de este aislamiento, que tendría importantes repercusiones, en especial, entre los campesinos y los trabajadores desgastados por el esfuerzo de la revolución y la Guerra Civil. En la medida en que el proletariado no pueda mantener su alianza con el campesinado, se verán favorecidas las fuerzas de la contrarrevolución. Dicho análisis alerta sobre la nueva composición del partido, donde se reflejaban estos elementos conservadores y, también, sobre el rol en el aparato estatal de los viejos bolcheviques, que habían actuado de forma inconsecuente antes y durante la revolución. El conjunto de estos elementos habían provocado la “reorganización” del partido y el desplazamiento de su política hacia la derecha. Este análisis también es adecuado para comprender los golpes sufridos por la Oposición de Izquierda que, en 1927, intentará un nuevo contraataque incorporando, a sus críticas originales, el cuestionamiento a los aspectos más burdos de la política de Stalin en China. Sin embargo, la Oposición es derrotada y Trotsky, junto a gran parte de los oposicionistas, son expulsados del partido antes de la realización del XV Congreso. Zinoviev y Kamenev capitulan ante Stalin.

La Crítica al programa de la Internacional Comunista

Trotsky condensa, sistematiza y eleva a un nivel superior las críticas antes planteadas en ocasión del VI Congreso de la IC, que se reunió en Moscú, en el verano de 1928. Trotsky había sido desterrado en enero de 1928 a la remota ciudad de Alma Ata, en Asia Central. Sin embargo, logró organizar desde esa ciudad, y a través de una vasta red de simpatizantes y adherentes, a los centros clandestinos de la Oposición. Su tarea se verá dificultada, en gran medida, por la vigilancia y censura de la GPU. Pero a pesar de las persecuciones, entablará contacto, a través del correo, con numerosos oposicionistas. El documento fue entregado de forma clandestina a numerosas delegaciones internacionales, lo que favoreció el surgimiento de la Oposición de Izquierda Internacional.

Allí redactará los principales documentos de crítica al VI Congreso de la Internacional. Este Congreso había sido convocado luego de cuatro años de aplazamientos. Stalin y Bujarin pretendían que en él se votara, como correcta, la política de subordinación a la burguesía del Kuomintang seguida por el Partido Comunista chino en la revolución de 1925-27. Además, querían que el Congreso aprobara el “Proyecto de Programa”. Trotsky escribirá una crítica demoledora a dicho proyecto, que será conocida como el “Proyecto de Programa de la IC (Crítica de las Tesis fundamentales)” o solamente como Crítica al Programa de la IC, constituyéndose como uno de los hitos en su formulación de la teoría de la revolución permanente.

Allí realiza la exposición más detallada de la crítica a la idea del “socialismo en un solo país”. Basado en la experiencia histórica que dejaba la Revolución china de 1925-27, generaliza la mecánica interna de la Revolución rusa a los países coloniales.

El documento se divide en tres secciones, tituladas respectivamente: 1. ¿Programa de la revolución internacional o programa del socialismo en un solo país?; 2. La estrategia y la táctica en la época imperialista; y 3. Balance y perspectivas de la Revolución china: sus enseñanzas para los países de Oriente y para la IC [38].

Trotsky, critica un “Programa” que no tiene en cuenta el cambio de época en el siglo XX, donde priman las guerras y las revoluciones y, por lo tanto, los cambios bruscos de las situaciones como ya había sucedido en el Octubre ruso y en la Alemania de 1923. Sin esa visión, los partidos no estarían preparados para la tarea principal que tenían por delante: determinar el momento más propicio para dirigir la insurrección. Por otro lado, critica la concepción bujarinista del “permanentismo” de la revolución, “según la cual no se puede concebir, en el proceso revolucionario, ninguna discontinuidad: periodos de calma, retroceso, reivindicaciones transitorias, etc.” [39]. Nada más alejado de la concepción de Trotsky, quien por ejemplo, profundiza, en esta crítica, las consecuencias de la derrota de la Revolución alemana, el papel del PC en ella y la necesidad de llamar a las “derrotas” por su nombre, a lo que se negaba la dirección de la IC.

La Revolución china y la aplicación de la teoría de la revolución permanente a los países atrasados

Las lecciones de la segunda Revolución china de 1925-27 y la política implementada por el Partido Comunista chino, a instancias de la IC, de cuál debía ser la política de los revolucionarios, fueron la base sobre la que Trotsky elaboró la teoría de la revolución permanente para los países coloniales y semicoloniales.

Alrededor de esta revolución surgió una polémica por correspondencia con destacados oposicionistas, en primer lugar, con Karl Radek. La primera de estas cartas fue escrita a mediados de 1926, y en ella Trotsky niega que la opresión nacional o colonial de China deba tener como consecuencia la subordinación del Partido Comunista chino al Kuomintang, argumento que provenía del arsenal de Stalin, quien había impulsado la disolución del PC chino en ese partido nacionalista burgués, y había nombrado a Chiang Kai-shek como miembro asociado del Comité Ejecutivo de la III Internacional, poco antes de que este masacrara a los comunistas en Shangai y Cantón.

Una segunda carta a Radek, así como otra enviada a Alsky, fueron redactadas en marzo de 1927 cuando los acontecimientos en China se profundizaron en un sentido revolucionario. La fracción gobernante se encargaba, por esos días, de ocultar los acontecimientos que ocurrían en dicho país, lo que dificultaba su comprensión.

En estas cartas Trotsky desarrolla el pensamiento que estaba latente en la primera carta a Radek: el Partido Comunista chino debe ser independiente del Kuomintang, se debe separar a ambas organizaciones para poder liberar las manos de los comunistas chinos y evitar que el partido degenere en el menchevismo: “Para que las masas puedan entender más fácilmente cuán traicionera es la política del Kuomintang, lo que se necesita es un partido completamente independiente, aun pequeño, criticando, explicando, exponiendo, etc.” [40]. Y une el futuro del comunismo en China y de la revolución a la independencia del partido: “la permanencia del Partido Comunista en el Kuomintang, por más tiempo, amenaza tener consecuencias horribles para el proletariado y para la revolución; y sobre todo amenaza al propio Partido Comunista chino con una degeneración total hacia el menchevismo” [41].

Justifica esta política en el análisis de la mecánica interna de la revolución en curso:

De hecho hay tres campos en China –los reaccionarios, la burguesía liberal, y el proletariado– luchando por la hegemonía sobre los estratos más bajos de la pequeño burguesía y el campesinado. (…) Lo que nosotros debemos salvaguardar en el curso de la revolución es, ante todo, el partido independiente del proletariado que constantemente está evaluando la revolución desde el punto de vista de tres campos, y es capaz de luchar por la hegemonía en el tercer campo y, a través de esto, en toda la revolución [42].

.
La correspondencia entre Trotsky y Preobrazhensky se desarrolló en 1928 [43]. Y será en estas cartas donde Trotsky dará un enorme paso en la aplicación de la teoría de la revolución permanente en China. La revolución ya había sido aplastada por Chiang Kai-shek primero y luego por Wan Tin-wei. El Kuomintang había masacrado al proletariado chino y sofocado militarmente las insurrecciones en el campo. El Partido Comunista había quedado enormemente debilitado. La insurrección de los obreros de Cantón, ocurrida en diciembre de 1927, demostraba, al decir de Trotsky, como en una prueba de laboratorio, la justeza de su análisis: la futura revolución depositaría en el poder al proletariado.

La revolución permanente

Mientras se hallaba en Alma Ata, Trotsky se dedicó a la redacción de un libro que tenía por finalidad analizar la polémica sobre el carácter y la mecánica de la futura revolución entablada al interior de la socialdemocracia rusa en los años que iban desde 1905 hasta el triunfo de Octubre: La revolución permanente.

A partir de este análisis, y de la experiencia de 1917, intentaba demostrar las deformaciones deliberadas efectuadas por Stalin y Zinoviev. Y cómo estas deformaciones y la lucha contra la revolución permanente, que los epígonos de Stalin efectuaban, servían de base para la política de sabotaje de la revolución en Oriente. Fue entonces cuando comenzó a circular, entre los oposicionistas, un libro escrito por Radek –todavía una de las figuras importantes de la Oposición– en el que intentaba contraponer a la teoría de la revolución permanente la política sostenida por Lenin antes de 1917. Entonces Trotsky decide abandonar su proyecto original y centrar su crítica en el libro de Radek, ya que la renuncia a la teoría de la revolución permanente, por parte de este, constituía un hecho muy peligroso para la misma Oposición, puesto que “el oportunismo en política es tanto más peligroso cuanto más disfrazado aparece” [44].

Por estos motivos capitales, Trotsky comenzará su obra reconstruyendo la teoría de la revolución permanente tal como había sido formulada en 1905. Colocando a la teoría en relación con el pensamiento de Lenin y trazando las diferencias existentes entre ambos. Todo esto a la luz del triunfo de Octubre.

El libro se compone de siete capítulos, cuya redacción Trotsky comenzó a fines de 1928, dos prólogos escritos a posteriori (1929-30) y un epílogo. Finaliza en una formulación concentrada en catorce “Tesis fundamentales”.

En el primero de los prólogos, Trotsky expone el método marxista de análisis de la economía mundial en oposición a la idea del socialismo en un solo país. En el segundo, desarrolla un análisis de la teoría, tal como fue concebida por él “antes de los acontecimientos decisivos de 1905”, fija su ubicación histórica en relación con la posición oficial al interior del menchevismo y su ubicación con respecto a la postura de Lenin de “dictadura democrática de obreros y campesinos”.

Aquí brinda además una explicación de los llamados tres aspectos de la teoría: el primero de ellos era que “los objetivos democráticos de las naciones burguesas atrasadas conducían, en nuestra época, a la dictadura del proletariado, y que esta ponía, a la orden del día, las tareas socialistas”. De esta forma la revolución democrática devenía en socialista, de allí su carácter permanente.

El segundo aspecto correspondía a la dialéctica misma de la revolución socialista como tal. “A lo largo de un período de duración indefinida y de una lucha interna constante, van transformándose todas las relaciones sociales. La sociedad sufre un proceso de metamorfosis”.

El tercer aspecto incumbe a la cuestión internacional de la misma: “La revolución socialista empieza en la palestra nacional, se desarrolla en la internacional y llega a su término y remate en la mundial. Por lo tanto, la revolución socialista se convierte en permanente en un sentido nuevo y más amplio de la palabra: en el sentido de que solo se consuma con la victoria definitiva de la nueva sociedad en todo el planeta” [45].

Vigencia y actualización de la revolución permanente en otros países

Luego de aplicar la teoría de la revolución permanente a los países atrasados en 1928-29, Trotsky se vio confrontado a un conjunto de agudos problemas políticos, por lo que tuvo la oportunidad de poner a prueba sus postulados teóricos, así como de enriquecerlos.

En 1929, Trotsky, expulsado de la URSS, debió exilarse en la isla de Prinkipo (Turquía). Allí dedicó gran energía a la organización de la Oposición de Izquierda Internacional, que se consideraba una fracción de la IC. La negativa al frente único del Partido Comunista alemán permitiendo el ascenso de Hitler al poder, y la posterior aprobación de esta política como correcta por la Internacional, cambiaba la política de “reforma” de la Internacional que había sostenido la Oposición de Izquierda Internacional (que adoptó el nombre de Liga Comunista Internacional). La lucha al interior de la IC ya no era posible. Era necesaria una nueva internacional. Las lecciones estratégicas de la Revolución china y de la burocratización en la URSS debían servir de base al programa de la nueva Internacional.

Los grandes acontecimientos de la década de 1930 llevan a Trotsky a una nueva reflexión de la revolución permanente. Necesitaba hipótesis adicionales para la ampliación del campo de alcance de la misma, a la vez que actualizaciones de su “letra”, capaces de dar cuenta de los cambios del desarrollo histórico, a la vez que se mantuvieran lo esencial de sus fundamentos.

En los doce años que van desde la última elaboración del conjunto de la teoría de la revolución permanente hasta su asesinato, los acontecimientos de la lucha de clases internacional fueron altamente convulsivos. Trotsky desarrolló ante ellos una vasta producción en donde se encuentran consagradas adquisiciones esenciales para la política marxista revolucionaria. Sus escritos sobre el fascismo, sobre los problemas de la Revolución italiana [46], el nazismo alemán, la situación política francesa (con el ascenso al gobierno del Frente Popular y la gran oleada de tomas de fábrica de junio de 1936), el análisis de la consolidación de la degeneración burocrática de la URSS, la revolución española enfrentando al fascismo y al Frente Popular, y al POUM que le cedió a este último, las tendencias imperialistas que llevaban a la Segunda Guerra Mundial, su posterior estallido y la política de los revolucionarios en la misma, el desarrollo de la clase obrera norteamericana, el análisis de los bonapartismos sui generis en las semicolonias a partir de la experiencia vivida con el gobierno de Cárdenas en México son parte de los fenómenos fundamentales al calor de los cuales Trotsky fue enriqueciendo la teoría-programa de la revolución permanente.

En respuesta a estos fenómenos, Trotsky y sus compañeros de lucha fueron desarrollando un amplio bagaje teórico y programático que sustentó la fundación de la IV Internacional en sus documentos fundamentales, especialmente, como señalamos al comienzo de esta presentación, el Programa de Transición y el “Manifiesto de Emergencia”.

Luego del asesinato de Trotsky, diversas corrientes que se reclamaron seguidoras de su legado realizaron diferentes interpretaciones de la teoría de la revolución permanente. No es el objetivo de esta compilación ni de este prólogo analizar estas interpretaciones. Para ello recomendamos al lector diversos textos en los que nuestra corriente, la Fracción Trotskista-Cuarta Internacional, se ha abocado a esta tarea, reflexionando sobre la lucha de clases internacional luego de 1940 y su relación con la teoría de la revolución permanente [47].

* * *

Esta nueva edición de las Obras Escogidas de León Trotsky está basada en la compilación que publicamos con el título homónimo La teoría de la revolución permanente (Ediciones IPS-CEIP, 2011). Contiene los mismos textos corregidos y mejorados para esta edición con la incorporación del folleto que escribió Trotsky antes de la revolución de 1905: Antes del 9 de enero, traducido del ruso por Guillermo Iturbide especialmente para esta edición y del artículo “Problemas de la Revolución italiana”. Las fuentes bibliográficas utilizadas fueron actualizadas y se presentan al final del volumen junto a breves notas biográficas.

La compilación de textos al igual que el prólogo fue realizada por Gabriela Liszt, este último con la colaboración de Christian Castillo y Matías Maiello. La edición general estuvo a cargo de Nora Dragún con la estrecha colaboración de Rossana Cortez. Laura Salmena realizó las correcciones de estilo y Maximiliano Olivera realizó traducciones del inglés. La diagramación estuvo a cargo de Fernando Lendoiro (B de vaca). El armado de tapa y el resto de la producción editorial fue realizada por Luis Rodriguez.


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NOTAS AL PIE

[1También en la actualidad, existen numerosas páginas web que contienen su texto, entre ellas: www.ceip.org.ar y www.marxists.org.

[2Trotsky, “El programa de transición y la fundación de la IV Internacional”, Obras escogidas 10, Bs. As., Ediciones IPS-CEIP, 2017, p. 43

[3Trotsky, “La Segunda Guerra Mundial y revolución”, Obras escogidas 8, Bs. As., Ediciones IPS-CEIP, 2015, p. 265.

[4Trotsky, Mi Vida, Obras escogidas 2, Bs. As., Ediciones IPS-CEIP, 2012, p. 200.

[5Trotsky, “Introducción” a La revolución permanente, p. 313 de esta edición.

[6Ibid., p. 314.

[7Ver en el Apéndice de este volumen, p. 439..

[8“Prefacio a la edición rusa”, 1905, Bs. As., Ediciones IPS-CEIP, 2006, p. 13.

[9Ver Gaido, Daniel y Day, Richard (comp.), Witnesses of Permanent Revolution, Lieden, Brill, 2009, Donde se muestran las discusiones y aportes de los miembros de la II Internacional (Riazanov, Kautsky, Parvus, Mehring, Luxemburg) que dieron lugar a la formulación de Trotsky de 1905. Según este artículo, la concepción de la revolución permanente estaba inscripta en muchos teóricos de la socialdemocracia (como continuidad de las formulaciones de Marx) que la defendieron especialmente contra el bernstenianismo (reformismo) de inicios del siglo XX.

[10Trotsky, Antes del 9 de enero. Traducido al castellano del original ruso para esta edición.

[11Ibid., p. 63.

[12bid., p. 79.

[13Ibid., p. 84.

[14“Prefacio a la edición rusa”, 1905, op. cit., pp. 13-14.

[15Ibid., “La huelga de octubre”, p. 97.

[16Ibid., “Conclusiones”, p. 221. Trotsky polemizó en sus “Tres concepciones de la Revolución rusa” de 1939 (p. 153 de este volumen) con Stalin que afirmó que la derrota de 1905 se debió a la falta de madurez que hacía imposible la “dictadura del proletariado”.

[17Brossat, A., En los orígenes de la revolución permanente, México, Siglo XXI Editores, 1976.

[18Ver la formulación de esta ley en Trotsky, “Las características peculiares del desarrollo en Rusia”, en Historia de la Revolución rusa, Obras escogidas 11 Tomo I, Bs. As. Ediciones IPS-CEIP, 2017, p. 21.

[19Trotsky, Resultados y perspectivas, p.93 de este volumen.

[20“Prefacio” de 1919 a Resultados y perspectivas, p. 87 de esta edición.

[21La nueva edición de Resultados y perspectivas de 1919 fue traducida a varios idiomas y, según Trotsky, se consideraba al libro como “Una especie de tratado oficial del partido, no solo en Rusia, sino entre los comunistas de los países occidentales”.

[22Trotsky, La guerra y la Internacional, Bs. As., Ediciones del Siglo, 1973.

[23Ver 1917. Escritos en la revolución, Bs. As., Ediciones IPS-CEIP, 2007.

[24Brossat, A., op. cit., p. 117.

[25Trotsky, “Tácticas internacionales”, 1917 (compilación), Bs. As., Ediciones IPS-CEIP, 2007, p. 159.

[26Trotsky. “En camino: consideraciones acerca del avance de la revolución proletaria”, La teoría de la revolución permanente, Bs. As. CEIP, 2000, p. 181.

[27Ibid., p. 193.

[28En 1915, Trotsky plantea, por primera vez, la consigna de Estados Unidos de Europa. La guerra era el caldo de cultivo para nuevas revoluciones en tierra europea. Pero Lenin difiere de esta consigna, no estratégica sino tácticamente, ya que al no existir aún una dictadura proletaria en ningún país podía interpretarse como una revolución simultánea en toda Europa. Luego de la muerte de Lenin y anticipando la “teoría” del socialismo en un solo país, la camarilla estalinista utilizó las diferencias tácticas formuladas por Lenin para demostrar “las diferencias de principio” de Lenin con el “trotskismo”. Esta fue la justificación para quitar la consigna del programa de la IC.

[29Trotsky, Crítica al Programa de la Internacional Comunista, p. 233 de esta edición.

[30Ver Trotsky, 1917, op. cit.

[31Ídem

[32Trotsky, Lecciones de Octubre, p. 171 de esta edición.

[33Trotsky, Idem.

[34Broué, P., Historia del Partido Bolchevique, Madrid, Ayuso, 1973, p. 272.

[35Con el fin de evitar la expulsión, los jefes de la Oposición se ven obligados a maniobrar. El 16 de octubre, se comprometen a continuar defendiendo sus posiciones sin formar fracciones dentro del partido. Este es un compromiso obligado que Trotsky debe hacer, con la finalidad de continuar la lucha sin ser expulsado.

[36Trotsky, “Discurso a la XV Conferencia”, La teoría..., op. cit., p. 278.

[37Ver en p. 225 de esta edición.

[38Estos documentos, junto a los otros que Trotsky redactó en ocasión del VI Congreso, fueron publicados en 1930 en un libro bajo el título de Stalin, el gran organizador de derrotas. La Internacional Comunista después de Lenin. Desde entonces, esta obra ha sido traducida a decenas de idiomas, y reimpresa en varias ocasiones en muchos países. Constituye un objeto de estudio ineludible para la comprensión de la teoría de la revolución permanente. En esta edición publicamos la primera sección.

[39Trotsky, Stalin, el gran organizador de derrotas, Bs. As., Ediciones IPS-CEIP, 2012.

[40Trotsky, “Segunda Carta a Radek”, La teoría…, op. cit., p. 370.

[41Ídem.

[42Trotsky, “Carta a Alsky”, La teoría…, op. cit., p. 374.

[43“Correspondencia entre Trotsky y Preobazhensky”, p. 285 de esta edición.

[44Trotsky, La revolución permanente, p. 301 en esta edición.

[45Ibid p. 427.

[46Ver en p. 431 de esta edición.

[47Cf. entre otros: Estrategia Internacional, Bs. As., N.º 3 (“Polémica con la LIT y el legado teórico de N. Moreno”, 1993), N.º 4/5 (“Los consejos obreros y la revolución socialista”, 1995), N.º 19 (“Trotsky y Gramsci”, 2003), N.º 21 (“Desafiando la miseria de lo posible”, 2004), N.º 22 (“La actualidad del análisis de Trotsky frente a las nuevas (y viejas) controversias sobre la transición al socialismo”, 2005), El programa de Transición y la fundación de la IV Internacional, op. cit., “A 70 años del Programa de Transición (entrevista a Ch. Castillo y E. Albamonte)”, La Segunda Guerra Mundial y la revolución, op. cit.
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Gabriela Liszt

@gaby_liszt
Nació en Buenos Aires. Militó en el PST desde 1981, en el MAS hasta 1988. Una de las fundadoras de PTS y del CEIP "León Trotsky". Investigó, compiló y prologó varias de las publicaciones de Ediciones IPS-CEIP, entre ellas La Segunda Guerra Mundial y la revolución, Mi vida, Lenin, El Programa de Transición y la IV Internacional.