SOBRE LA CUESTIÓN DE LA “ESTABILIZACION” DE LA ECONOMIA MUNDIAL

(Discurso del camarada Trotsky sobre el informe del camarada Varga)[1]

 

25 de mayo de 1925

 

 

Camaradas, es muy difícil hablar sobre una cuestión tan compleja, limitada por la estructura del informe de otra persona, especialmente un informe de una base tan abstracta y de una exposición más abstracta aún. Es por esto que por mi parte, habrá inevitablemente algunas improvisaciones acerca de este esquema ajeno que no domino del todo. Todo esto realmente hace mi tarea muy complicada.

Me parece que el defecto principal del informe del camarada Varga es la naturaleza abstracta, no sólo de la exposición, sino también de su contenido. El planteó esta cuestión: están desarrollándose o no las fuerzas productivas del capitalismo; y tomó en consideración la producción mundial de los años 1900, 1913 y 1924 calculada para Norteamérica, Europa, Asia y Australia. Sin embargo, esto no es relevante para resolver la cuestión de la estabilización del capitalismo. No se puede medir la situación revolucionaria en esta forma. Se puede medir la producción mundial, pero no la situación revolucionaria, porque la situación revolucionaria en Europa, en las condiciones históricas actuales, está determinada en un grado importante por los antagonismos entre Europa y Estados Unidos, y dentro de Europa misma -interrelaciones entre la producción alemana y la inglesa, la competencia entre Francia e Inglaterra, etc-.  Como mínimo, las bases económicas de estos antagonismos determinan la situación revolucionaria en una forma inmediata. Que las fuerzas productivas han crecido en los EE.UU. en los últimos 10 años, está fuera de toda duda. Tampoco podemos cuestionar el hecho de que las fuerzas productivas en Japón han crecido durante la guerra y están creciendo ahora. También crecieron y continúan creciendo en la India. ¿Y en Europa? En Europa, no están creciendo ni en general ni en su conjunto. Por lo tanto la cuestión básica se resuelve no calculando la producción, sino por medio de un análisis de los antagonismos económicos. El meollo de la cuestión es éste: EE.UU. y, en parte, Japón, están empujando a Europa a un callejón sin salida, no dejándole ningún mercado para sus fuerzas productivas, que fueron solamente en parte rejuvenecidas durante la guerra. Yo no sé si ustedes han tomado en cuenta el reciente discurso de uno de los más prominentes exportadores norteamericanos, Jules Barnes, que tiene lazos estrechos con el Ministerio de Comercio de EE.UU. Barnes bosquejó, aparentemente en la Conferencia de Comercio Norteamericana, y propuso en la Conferencia de Bruselas de representantes norteamericanos, el siguiente programa de desarrollo: “nosotros queremos aplacar los problemas de Europa, pero al mismo tiempo queremos destinarle ciertos sectores del mercado mundial a algunos países europeos, de forma de que no choquen con los productos norteamericanos”. Estas fueron casi exactamente sus palabras. Para que Alemania no choque con los productos y con el comercio norteamericanos, nosotros los norteamericanos les indicamos a los alemanes que comercien con la Unión Soviética, etc. Estas no son palabras vacías, porque Europa depende de los Estados Unidos en grado extraordinario. Por cierto, EE.UU. no puede organizar exitosamente el caos del mercado mundial y garantizar de tal manera la estabilidad del capitalismo por un tiempo prolongado, o para siempre. Por el contrario, al empujar a los países europeos más y más hacia una estrecha franja del mercado, EE.UU. está preparando actualmente un nuevo deterioro sin precedentes de las relaciones internacionales, tanto entre EE.UU. y Europa como dentro de Europa misma. Pero en la etapa actual del desarrollo, EE.UU. está logrando un conjunto de objetivos imperialistas por vías “pacíficas”, casi “filantrópicas”. Tomemos la cuestión de la estabilización de la moneda, que es el rasgo más claro de la así llamada estabilización del capitalismo. El país más rico de Europa –Gran Bretaña– ha estabilizado actualmente su libra esterlina. ¿Cómo la estabilizó? Por medio de un préstamo de 300 millones de dólares de Nueva York, de modo que si la libra esterlina cae en su valor, el capital norteamericano la debería salvar. La consecuencia de esto es que ahora la libra esterlina se ha vuelto un juguete en las manos de la Bolsa de Valores norteamericana, la cual en cualquier momento podría debilitarla. Lo que se usó oficialmente en las relaciones con Alemania, lo que maduró en las relaciones con Francia -el sistema Dawes[2]- es ahora, al menos parcialmente contemplado en relación a Gran Bretaña. En realidad, esto no significa de ninguna manera que EE.UU. pueda llevar exitosamente adelante esta política hasta el final, y estabilizar una Europa “Dawesizada”. Esto es simplemente impensable. Por el contrario, la “Dawesización” dando hoy predominio a las tendencias “pacifistas”, empeora de hecho las penurias de Europa y está preparando una explosión masiva.

La camarada Aizenshtadt se equivoca de la misma forma cuando argumenta a favor del desarrollo general por igual de las fuerzas productivas de Norteamérica y de Europa. ¿La Catedral de Reims es diferente de los rascacielos de Nueva York? Ellos construyeron rascacielos allí porque la destrucción se llevó a cabo en Europa con la ayuda de la dinamita norteamericana. El flujo de oro hacia América no trajo como consecuencia un desarrollo correlativo de las fuerzas productivas de Europa. No se pueden sumar mecánicamente estos dos fenómenos paralelos, el vaciamiento de Europa y el enriquecimiento de EE.UU. No se puede sumar la riqueza perdida de Europa con la riqueza acumulada en Norteamérica. Aunque la camarada Aizanshtadt objetó al camarada Varga, en realidad solamente amplifica sus errores. Él también combina el valor de Europa y de América, cuando en realidad éstos se oponen uno a otro tanto económica como políticamente -esto es lo que determina en gran medida la situación sin salida de Europa-.

Repito una vez más: si yo cito el programa de J. Barnes con respecto a asignarle a Europa sectores estrictamente definidos del mercado mundial, es decir, darle suficientes suministros a los países europeos para que puedan pagar los intereses sobre los préstamos y los propios préstamos sin fragmentar al mismo tiempo el mercado norteamericano, de esto no puede concluirse que Europa misma esté segura a un determinado nivel y preservada durante un largo tiempo. Nada de eso. Es imposible establecer cualquier grado de seguridad a largo plazo, ya sea en las relaciones internacionales o internas del capitalismo imperialista.

No es necesario  decir que en este punto ninguno de nosotros tiene la menor duda. El sistema Dawes, la restauración de la moneda, los acuerdos de comercio, todo este “pacifismo” y las medidas de recuperación se llevan a cabo con el “apoyo” norteamericano, y están bajo el control de EE.UU. Esto es característico del estadio actual en el desarrollo de Europa. Pero al recuperar sus funciones económicas elementales, los países europeos restauran todos sus antagonismos, afectándose mutuamente. En la medida en que EE.UU. restringe severamente el proceso de recuperación europeo dentro de estrechos límites, estos antagonismos, que llevaron directamente a la guerra imperialista, podrían reavivarse incluso antes de que los niveles de producción y comercio de preguerra fueran alcanzados. Bajo el control financiero “pacifista” de EE.UU., y a pesar de las actuales “apariencias”, ahora se está dando, no un alivio sino un aumento de las tensiones internacionales. Esto se aplica también y no en menor medida a las relaciones internas, es decir las relaciones entre las clases. El II Congreso de la Internacional Comunista[3] ya enfatizó el punto esencial de que la declinación del desarrollo de las fuerzas productivas de Europa en la posguerra no significa ni un freno, ni tampoco un ritmo más lento, sino por el contrario una poderosa intensificación y agudización en el proceso de diferenciación social: la ruina de la pequeñoburguesía y las clases medias, la concentración del capital (sin acumulación nacional), y la proletarización y aún mayor pauperización de todos los nuevos estratos nacionales. Todos los congresos siguientes subrayaron este hecho. Es en este sentido que tiene razón totalmente el camarada Varga cuando dice que en Europa se está dando ahora una más profunda polarización de las relaciones de clase que no ha alcanzado y no puede alcanzar ningún tipo de estabilización. El volumen general de riqueza en Europa no está creciendo, o casi no está creciendo, sino que está siendo amasada cada vez más en menos y menos manos y a un ritmo aún más acelerado que el de antes de la guerra. Una de las capas del proletariado se está transformando en lumpen proletariado. La muestra de esto es Gran Bretaña. Allí observamos un fenómeno de un orden nuevo, precisamente un ejército estable de desocupados que durante todo el período de posguerra no ha bajado de 1.250.000, y actualmente anda cerca de 1.500.000. Pero la estabilización del desempleo no es lo mismo en absoluto que la estabilización del capitalismo. En uno de sus últimos artículos Kautsky* decía que la revolución socialista iba a venir de todos modos en el momento oportuno (dentro de 100 años y en forma progresiva) porque el proletariado está creciendo, su peso en la sociedad está aumentando, etc.; en otras palabras, repite el Programa de Erfurt[4], pero en una forma vulgarizada. Hoy en día vemos que esto es incorrecto. Si el proletariado está creciendo, entonces está creciendo en Gran Bretaña, el país más rico de Europa, como lumpen proletariado. Y no sólo en Inglaterra. Aquí se pueden repetir las palabras de Marx sobre que Inglaterra no hace más que mostrar a los demás países la imagen del futuro[5].

Francia enfrenta la tarea urgente de estabilizar el franco. Esto significa que en un futuro más o menos cercano habrá también desocupación crónica en Francia. Si el proletariado francés está hoy en su conjunto ocupado en la industria, esto se debe a que la industria francesa vive no por sus propios medios, sino con la ayuda de dinero falso, con la ayuda de la inflación. EE.UU. exige a Francia lo que ya ha conseguido de Inglaterra: la estabilidad de su moneda. Esto requiere un flujo de oro hacia el tesoro de Francia. Pero por el oro norteamericano hay que pagar un alto interés, y esto trae consigo un costo adicional generalizado sobre la industria francesa. Este costo adicional sobre la industria francesa tiene como resultado un empeoramiento del mercado, y este mercado, que ahora Francia posee al precio de la ruina de su moneda y a expensas de minar los cimientos de sus finanzas, se paralizará, y por lo tanto habrá allí, inevitablemente, un ejército de reserva estable como en Inglaterra. Si Francia rechazara esto, EE.UU. forzaría a Francia a ir hacia una moneda estable con todas las consecuencias que esto traería aparejado. La expresión más clara del proceso de restauración se da en Alemania, donde la curva capitalista ha caído a su punto más bajo. Pero en Alemania el proceso de recuperación opera dentro de los marcos de una lucha por alcanzar los niveles de preguerra, y en el camino hacia lograr este nivel, Alemania tropezará con muchos obstáculos políticos y económicos. Mientras tanto, debido a su riqueza nacional dilapidada, asistimos a una intensificación cada vez mayor de las contradicciones sociales. Una parte de la exposición del informe del camarada Varga es muy abstracta, pero es correcta. Yo tengo en mente esa parte en la cual el camarada Varga hablaba de una deformación de la sociedad que no puede ser revertida. Para abolir el desempleo en Inglaterra se necesitaría capturar el mercado, mientras que Inglaterra no está ganándolo sino perdiéndolo. Para estabilizar el capitalismo inglés es preciso -nada más ni nada menos- desplazar a EE.UU. Pero esto es fantástico y utópico. Toda la “cooperación” entre  EE.UU. y Gran Bretaña consiste en que Estados Unidos, dentro del marco de la pacífica cooperación “pacifista”, es el que está desplazando cada vez más a Gran Bretaña, usándola como un medio, una herramienta, como un agente intermediario en los campos diplomático y comercial. La porción que dominan hoy del mundo el conjunto de la economía británica y el conjunto de la economía europea está cayendo -a la vez que, la estructura económica de Inglaterra y de Europa Centro-Occidental surgieron de la hegemonía mundial de Europa y dependían de esta hegemonía-. Esta contradicción, que es tan inevitable como imposible de ignorar, se está profundizando progresivamente, y es el prerrequisito económico básico de una situación revolucionaria en Europa.

De esta manera, me parece que es absolutamente imposible caracterizar la situación revolucionaria por fuera del antagonismo entre Estados Unidos y Europa, y este es el error fundamental del camarada Varga.

Pero aquí se planteó la cuestión acerca del origen del propio concepto de estabilización. ¿Por qué hablar de estabilización? Pienso que no se puede contestar esta pregunta sólo en el marco de las categorías económicas; no podemos evitar plantear temas políticos. Tomemos por ejemplo la situación económica europea. ¿Cómo estaba inmediatamente después de la guerra, y cómo está ahora? ¿Ha habido algunos cambios? Seguro que ha habido cambios, y muy serios. En Francia todas las estaciones ferroviarias destruidas fueron reconstruidas, y los departamentos del Norte fueron restaurados en gran medida; en Alemania ahora se viaja sobre neumáticos de goma y no sobre paja. Muchas cosas han sido restauradas, reparadas, mejoradas. Si uno aborda el tema con un punto de vista tan limitado, pareciera que se ha hecho mucho en el período de posguerra. Es como una persona que luego de caer en dificultades extremas e incluso en la pobreza, y cuando tiene una o dos horas libres, cose apresuradamente algunos botones, pone remiendos, se lava, etc. Ahora bien: tomemos toda la situación de Europa de conjunto en el seno de la economía mundial. ¿Ha cambiado? ¿Ha mejorado o no en estos años? No, no ha mejorado. La posición de Europa en la escala mundial no mejoró; este es el punto esencial. Sin embargo ¿por qué hablamos de estabilización? Por sobre todas las cosas, porque aunque Europa no ha escapado de su posición general de decadencia, se las ha arreglado de todas formas para introducir ciertos elementos de regulación en su economía. No podemos ignorarlo. Esto no es indiferente para el destino y la lucha del proletariado europeo, y para establecer las tácticas correctas de los partidos comunistas. Pero no decide el destino general del capitalismo europeo. La estabilización de la libra esterlina con el oro es indudablemente un elemento de “regulación”, pero al mismo tiempo la estabilización de la moneda sólo revela de forma más clara y precisa la decadencia de Inglaterra y su colosal dependencia de Estados Unidos.

¿Qué significa, sin embargo, la regulación del capitalismo europeo, la restauración de sus funciones elementales, etc.? ¿Es esta regulación interna sólo la condición preliminar y necesaria, y junto con esto, un indicador, de una estabilización futura saludable y a largo plazo? No, no hay ningún hecho que apoye una proposición semejante. Para comprender cómo y por qué la burguesía europea fue capaz de “regular” su economía, deben considerarse cuestiones políticas y su interrelación mutua con la economía. En 1918-19 tuvimos en Europa, sobre una base económica sujeta todavía a las consecuencias directas de la guerra, un poderoso alzamiento revolucionario espontáneo de las masas trabajadoras. Esto sacudió al estado burgués hasta sus cimientos y produjo una fuerte falta de autoconfianza de la burguesía como clase dominante -no tuvo siquiera la decisión suficiente como para remendar su vestimenta europea-. Sus pensamientos sobre la estabilización de la moneda quedaron entre el tercer y el cuarto lugar, si es que permanecieron en algún sitio, mientras que la ofensiva del proletariado amenazaba su supremacía. Entonces la inflación fue una medida de autodefensa directa de clase para la burguesía, de la misma forma que el comunismo de guerra fue en nuestro país una medida de autodefensa del poder proletario. El camarada Varga recuerda correctamente que durante el I y II Congreso[6] consideramos que era extremadamente probable la toma del poder por parte del proletariado en Europa. ¿En qué consistió nuestro error? ¿En qué terreno no estábamos preparados? ¿Estaba la economía preparada para una revolución social? Sí, lo estaba. ¿En qué sentido? En un sentido fundamental, podría decirse. Ya en la preguerra el estado de la tecnología y de la economía hacía objetivamente ventajosa la transición al socialismo. ¿En qué consistieron los cambios que tuvieron lugar durante y después de la guerra? Consistieron en el hecho de que, si se toma el desarrollo como un proceso gradual generalizado, las fuerzas productivas de Europa dejaron de desarrollarse. Antes de la guerra se desarrollaban rápidamente y dentro de los marcos del capitalismo. Su desarrollo entró en un callejón sin salida, y esto condujo a la guerra. Luego de la guerra cesaron de desarrollarse en Europa. Tenemos estancamiento con agudas fluctuaciones irregulares de arriba hacia abajo que no permiten siquiera mantener la coyuntura. Si, hablando en forma general, la coyuntura es el pulso del desarrollo económico, una cantidad de temblores coyunturales testimonian que el capitalismo aún vive. En el III Congreso de la Comintern[7] demostramos que los cambios en la coyuntura, inevitablemente continuarían y conducirían a un mejoramiento en la coyuntura. Pero existe una diferencia entre el latido del corazón de un hombre saludable y el de uno enfermo. En 1921 dijimos que el capitalismo no ha muerto, que vive. Por lo tanto, su corazón latiría, y la coyuntura cambiaría. Pero cuando un ser vivo cae en una condición insoportable, su pulso late irregularmente, y le es difícil alcanzar el ritmo necesario, etc. Es lo que hemos tenido todo el tiempo en Europa. Si los cambios cíclicos en Europa se vuelven una vez más regulares y vigorosos (y hablo sobre esto con todas las reservas necesarias y en forma totalmente condicional), entonces, hasta un cierto punto, mostraría que la burguesía había dado algún tipo de paso principista hacia adelante en el sentido de consolidar las relaciones económicas. Pero hasta ahora no se puede hablar de nada similar a esto. La irregularidad, la no recurrencia y la naturaleza no periódica de estos temblores coyunturales muestran que el capitalismo europeo y sobre todo el británico está constreñido en forma insoportable dentro de los límites en que cayó después de la guerra. Las fuerzas productivas, empujando hacia adelante, chocan con los límites del mercado mundial, que son demasiado estrechos para ellas. De aquí las convulsiones económicas. Los espasmos, y los temblores bruscos y agudos sin una periodización regular, que muestra la coyuntura económica.

Pero volvamos al problema: ¿qué fue lo que no tomamos en cuenta en 1918-19, cuando esperábamos que el proletariado europeo tomara el poder en los meses siguientes? ¿Qué fue lo que faltó para la realización de esas expectativas? Los prerrequisitos económicos y la diferenciación de clases no faltaron -las condiciones objetivas estaban suficientemente preparada. También estaba presente el movimiento revolucionario del proletariado. Después de la guerra, el proletariado estaba en un estado de ánimo tal que se lo hubiera podido conducir hacia la batalla decisiva. Pero no había nadie para dirigir ni nadie para organizar esta batalla -no había partido. Este fue el factor que ignoramos, y este fue el error de nuestro diagnóstico. En la medida en que no había partido, la victoria era imposible. Y, por otra parte, no se puede mantener el fervor revolucionario del proletariado todo el tiempo necesario hasta que se haya creado el partido.

El Partido Comunista comenzó a ser creado. Mientras tanto, la clase trabajadora, al no encontrar una dirección combativa en el momento apropiado, fue forzada a acomodarse a la situación que se formó después de la guerra. De aquí que los viejos partidos oportunistas recibieran una nueva oportunidad, en menor o mayor medida, de fortalecerse. El capitalismo también sobrevivió. ¿Qué fue lo que el capitalismo recibió precisamente porque no había ningún partido revolucionario en el momento crucial y el proletariado no pudo tomar el poder en sus manos? Un respiro; es decir, la posibilidad de orientarse más pacíficamente hacia la situación que se estaba formando: restaurar la moneda, sustituir la paja por cubiertas de goma, alcanzar acuerdos comerciales, etc. En suma, tuvieron lugar cambios serios en el estado del capitalismo europeo que no podemos subestimar, pero que están contenidos dentro de los mismos límites de las fuerzas económicas, financieras y militares mundiales que fueron preparadas antes de la guerra, que se determinaron finalmente durante la guerra, y que no han cambiado en lo que concierne a Europa en el último período. No es debido a que el capitalismo haya creado con éxito y por sus propios medios condiciones para el desarrollo mayor de las fuerzas productivas, que no existe hoy una situación revolucionaria en Europa. No hay un desarrollo de las fuerzas productivas, y no hay síntomas serios que apunten a esa dirección. La ausencia de una situación revolucionaria se expresa directamente por cambios en el estado de ánimo de la clase trabajadora, más notablemente en Alemania, en el reflujo de la revolución hacia la socialdemocracia. Este reflujo es una consecuencia del hecho de que la oleada revolucionaria de posguerra, durante y después de los acontecimientos del Ruhr[8], no tuvo éxito. Como resultado de este reflujo, la burguesía pudo reparar los elementos más estropeados de su aparato estatal y económico. Pero su siguiente lucha, aunque más no fuera por el nivel económico de preguerra, está inevitablemente preñada de nuevas y flamantes contradicciones, conflictos, temblores, “episodios” del tipo de los sucesos del Ruhr, etc. El estado de ánimo de la clase obrera, como lo ilustró nuevamente 1923 en Alemania, es un factor incomparable e inconmensurablemente más fluido que la “estabilización” económica de determinado país, lo cual, en cada uno de los estadios subsiguientes, puede poner a los partidos comunistas de Europa frente a nuevas situaciones revolucionarias. 

Aquí el camarada Varga mencionó un hecho importante: la burguesía no puede engordar al estrato superior de la clase obrera. En estos momentos, en Inglaterra, el gobierno conservador de Baldwin* quiere realmente hacer las paces con los obreros. Si uno sigue los últimos discursos de Baldwin, los encuentra llenos de gran preocupación. No hace mucho se escuchó en el Parlamento esta frase clásica: “Nosotros, los conservadores, no queremos tirar primero”. Y cuando la extrema derecha de su propio partido propuso una ley para prohibir a los sindicatos que recolectaran cotizaciones (y los liberales estaban totalmente de acuerdo con esto porque el Partido Laborista que los destruyó depende de ese dinero), Baldwin dijo: no hace falta decir que el hecho de que las cotizaciones políticas sean obligatorias rompe con las tradiciones inglesas, y todo lo demás, pero “Nosotros no queremos ser quienes disparen primero”. Esta fue exactamente su expresión, que no es sólo un mero recurso retórico.

Si uno sigue la economía inglesa, la política, la prensa, el estado de ánimo de Gran Bretaña, se obtiene la impresión de que la situación revolucionaria está avanzando, aunque lentamente, pero con sorprendente regularidad. La situación desesperada del capitalismo británico encontró su expresión en la caída del liberalismo, el crecimiento del Partido Laborista, la aparición de un estado de ánimo nuevo entre las masas trabajadoras, etc. Baldwin construye su política sobre la esperanza de un “compromiso” con los trabajadores.

Mientras tanto, los sindicatos ingleses, que nosotros conocemos como los responsables de haber cerrado acuerdos conservadores (de lo que era para nosotros expresión el sindicalismo -una expresión del más acabado oportunismo en las fábricas) se están transformando gradualmente en un gran factor revolucionario en la historia europea.

El comunismo puede llevar a cabo su misión en Inglaterra sólo a condición de combinar su trabajo con estos procesos que están dándose en los sindicatos británicos. ¿Y qué es lo que determina directamente estos procesos? Precisamente el hecho de que en ese país, donde más que en ninguna otra parte engordó una amplia capa de la clase obrera, ésta ya no puede hacerlo más. De aquí que el estado de ánimo de Baldwin proclive a los compromisos, debería rechazar todas esas modestas leyes (por ejemplo, el salario mínimo para los mineros) propuestas por los representantes del laborismo.

Ayer recibimos por telégrafo noticias de que los conservadores habían rechazado una modesta ley de los representantes laboristas que destinaba 10 millones de libras esterlinas para programas sociales. De aquí se desprende que el fortalecimiento del oportunismo, que es un hecho indiscutible en Alemania y en Francia, no puede ser ni firme ni duradero. Ni Francia ni Alemania pueden crear una situación privilegiada para la capa superior del proletariado. Por el contrario, en todos lados habrá un período de opresión severa sobre la clase obrera.

¿Y en Inglaterra? ¿No es posible que el oportunismo de los actuales líderes del Partido Laborista se consolide por muchos años, incluso décadas? Si vamos a dedicar un par de palabras a este asunto, sería mejor hacer una evaluación general de la situación. En Inglaterra teníamos una Federación Social Demócrata y un Partido Laborista Independiente -dos organizaciones que existieron durante décadas como organizaciones que competían entre sí-. Cada una tenía 15.000, 20.000, 25.000 miembros. Durante los años de posguerra fuimos testigos de algo sorprendente en Inglaterra: la sección de propaganda de ayer, el Partido Laborista Independiente, llegó al poder. A decir verdad, dependía de los liberales, ¡pero en la última elección, justo después de la caída de MacDonald*, juntó cuatro o cinco millones de votos!

Hablo del Partido Laborista Independiente porque es la fracción dominante del Partido Laborista. El Partido Laborista no existe sin el Partido Laborista Independiente. ¿Qué es lo que explica la carrera tan inusitada de los independentistas? ¿Son estables? En Inglaterra tenemos una burguesía que ha subordinado al proletariado, más consistentemente, con mayor inteligencia y mejor que ninguna otra; ha engordado económicamente a la capa superior de la clase trabajadora, y la ha desmoralizado políticamente. No ha habido una escuela igual en la historia, ni a lo que parece, habrá otra igual en el futuro. La burguesía norteamericana difícilmente  será tan capaz de corromper y humillar a la clase trabajadora durante tanto tiempo. ¿A dónde ha llevado el cambio en la situación económica nacional e internacional de Gran Bretaña? A la presión de la masa de trabajadores sindicalizados sobre sus líderes, y esta presión llevó a la creación de un Partido Laborista. Si tomamos hoy al trabajador inglés promedio, muy difícilmente haya rechazado concientemente esos mismos prejuicios que tenía cuando votaba por los liberales. Pero está decepcionado con los liberales, porque los diputados liberales, a la luz de la posición cambiante de Inglaterra en el mercado mundial, fueron incapaces de hablar a favor de él en el Parlamento en la medida que lo podían hacer en el pasado. De aquí nació entonces la necesidad de crear su propio partido. ¿Qué es el Partido Laborista? Es el Departamento Político de los sindicatos. El Partido Laborista/Sindicatos necesitaban un tesorero, un cajero, un secretario, y diputados en el parlamento. Fue la presión de una lucha de clases que se agudizaba y la eliminación del Partido Liberal lo que forzó a los sindicatos a crear su propio Partido Laborista. Pero la burocracia de los sindicatos no fue capaz de crearlo a partir de su propia fuerza en 24 horas. Y en Inglaterra la situación había cambiado en tal forma que era necesario construir un partido prácticamente en 24 horas. Así es como sucedió la asombrosa “unión” entre el Partido Laborista Independiente, que había existido en el curso de muchos años como una sección, y los sindicatos. “¿Uds. necesitan un Departamento Político adjunto a los sindicatos? Estamos a vuestro servicio”. El Partido Laborista se formó de esta manera. El oportunismo de los independentistas recibió una base política gigantesca. ¿Pero por mucho tiempo? Todo apunta hacia la respuesta: “¡No!” El Partido Laborista actual es una consecuencia de un cruzamiento temporario entre el camino del Partido Laborista Independiente y el poderoso ascenso revolucionario de la clase obrera; los independentistas corresponden sólo a un corto período de este ascenso. Ya hemos tenido el gobierno de MacDonald. Se trató de una experiencia episódica, que no se agotó, puesto que el primer gobierno independentista no contaba con una mayoría parlamentaria.

¿Cuáles son las perspectivas futuras? ¿Existen razones para pensar que el actual ministerio conservador será derrocado directamente en una situación revolucionaria? Es difícil de conjeturar, pero incluso sin un empujón fundamental de la historia se podría esperar una lucha revolucionaria por el poder entre la clase trabajadora y la burguesía en el período que se avecina. Si no hay una guerra u otros acontecimientos como una ocupación del Ruhr, el gobierno conservador de Inglaterra, ya sea un año antes o uno después, será reemplazado por uno laborista. ¿Y qué significa un gobierno laborista en tales condiciones? Un ataque extraordinario de la clase obrera, una presión sobre el estado. ¿Y qué significa esto, dada la situación mundial desesperada de Inglaterra? Que la clase obrera inglesa podría exigir el comunismo con la misma energía masiva y la misma velocidad con que exigieron la dirección de un Partido Laborista Independiente. Presentar las cosas como si el número de comunistas en Inglaterra fuera a crecer gradualmente por el curso de décadas es estar radicalmente equivocado. Precisamente el destino del Partido Laborista Independiente, más que ninguna otra cosa, demuestra que en Inglaterra los acontecimientos se desarrollan por otras vías y a otros ritmos. Inglaterra está acostumbrada a ser la dueña del mercado mundial -de aquí el conservadurismo de los sindicatos-. Ahora ha sido relegada, su situación ha empeorado, y la situación de la clase obrera británica ha cambiado radicalmente; toda la órbita de su movimiento se ha alterado. En un cierto estadio esta órbita (la línea del movimiento) interceptó con el curso del Partido Laborista Independiente. Esto crea una ilusión de un Partido Laborista fuerte. Pero no todo el mundo apoyaba a MacDonald -esto fue sólo un hito, una marca en el camino de la clase obrera inglesa-. Es tal vez el proceso que se está dando actualmente en la clase obrera inglesa lo que expresa más claramente el carácter profundamente crítico, es decir, revolucionario, de la totalidad de nuestra época.

Una situación revolucionaria, en el sentido especial de la palabra, es una situación muy concreta. Surge de la intersección de todo un conjunto de factores: una situación económica crítica, una agudización de las relaciones entre las clases, un estado de ánimo combativo entre los trabajadores, incertidumbre dentro de la clase dominante, un estado de ánimo revolucionario dentro de la pequeño burguesía, una situación internacional favorable para la revolución, etc. En su propia esencia, una situación tal puede y debe madurar, y entonces se mantendrá sólo durante cierto tiempo. No puede durar eternamente.

Si no es utilizada estratégicamente, comenzará a desintegrarse ¿Desde dónde? Desde la cabeza, es decir, desde el partido comunista que no fue capaz o no pudo utilizar la situación revolucionaria. Inevitablemente surgirán conflictos internos. Que el partido inevitablemente se debilita es bien conocido, y a veces pierde una parte muy significativa de su influencia. En la clase obrera comienza un reflujo de los sentimientos revolucionarios, así como intentos de acomodarse al orden existente. Al mismo tiempo, una cierta oleada de autoconfianza impregna a la burguesía, lo que también se expresa en su trabajo económico. Es la existencia de estos procesos lo que nos obliga a hablar de estabilización y de ninguna forma algún cambio radical en la base capitalista de Europa, es decir, sobre todo, su situación en el mercado mundial.

Debemos rechazar en nuestro análisis el provincialismo europeo. Antes de la guerra pensábamos de Europa como de quien regía los destinos del mundo, e interpretábamos los problemas de la revolución en una forma nacional, europea -provinciana, según los lineamientos del Programa de Erfurt-. Pero la guerra demostró, reveló, puso al descubierto y consolidó los lazos totalmente interconectados que unen todas las partes de la economía mundial. Este es el hecho fundamental, y no se puede sopesar el destino de Europa por fuera de las conexiones y contradicciones de la economía mundial. Todo lo que ha ocurrido recientemente en el mercado mundial, cada día y a cada hora, muestra el crecimiento de la supremacía norteamericana y la creciente dependencia de Europa hacia EE.UU. La actual posición de Estados Unidos es, en muchos aspectos, similar a la de Alemania antes de la guerra. También fue el nuevo amo que llegó cuando el mundo entero se hallaba ya dividido. Pero Estados Unidos se distingue de Alemania por el hecho de que es incomparablemente más poderoso de lo que era aquella. Puede conseguir muchas cosas sin siquiera desenvainar la espada, sin el uso de las armas. EE.UU. obligó a Inglaterra a dar por terminados los acuerdos anglo–japoneses. EE.UU. obligó a Inglaterra a reconocer la igualdad de su flota con la de EE.UU., cuando toda la tradición inglesa se ha construido sobre la supremacía indisputable de la flota inglesa. ¿Cómo consiguió esto? Flexionando sus músculos económicos. EE.UU. ha maniatado a Alemania con el régimen Dawes. Ha forzado a Gran Bretaña a pagar su aporte. Ha forzado a Francia a pagar su aporte, y la ha obligado a apurar su retorno a una moneda estable, para hacer posible todo esto. ¿Qué significa todo esto? Un nuevo y colosal impuesto sobre Europa a beneficio de EE.UU. La transferencia de poder de Europa a EE.UU. continúa. Aunque el problema del mercado no es la cuestión primaria, Inglaterra descansa en el mercado como en una cuestión de vida o muerte. Sin embargo, Inglaterra no puede resolver el problema del mercado. La desocupación es la úlcera que está minando la fisiología de Inglaterra. Todos los pensadores políticos y economistas burgueses de Inglaterra están totalmente saturados de pesimismo.

Resumiendo. Estoy de acuerdo con la conclusión del camarada Varga en que no existen razones para suponer que Europa va a estabilizarse por un período prolongado. La situación económica europea, a pesar de todas sus mejoras, sigue siendo terriblemente crítica. En los años futuros sus contradicciones van a asumir un carácter profundamente más agudo. Por lo tanto, en relación con, digamos, Inglaterra, el problema de la revolución consiste sobre todo en si habrá el tiempo suficiente para que el partido comunista se forme, se prepare y desarrolle lazos estrechos con la clase obrera antes de que llegue el momento, como sucedió en Alemania de 1923, cuando la situación revolucionaria se vuelve tan aguda que exige una ofensiva decidida. En mi opinión, esto se refiere también a toda Europa. Cualquier “peligro” no vendrá de la consolidación de una estabilización en Europa, del renacimiento de las fuerzas económicas capitalistas, bajo las cuales la revolución sería pospuesta para un futuro distante. No, el peligro es que la situación revolucionaria pueda progresar tan rápidamente y en forma tan aguda que los partidos comunistas no hayan tenido tiempo suficiente de formarse debidamente. Toda nuestra atención debe estar enfocada sobre esta cuestión. Así es como toda la situación europea, en general y de conjunto, se me aparece a mí.



[1] Publicado originalmente en Planovoe Khozyaistvo (La Economía Planificada), junio de 1925. Traducción especial del inglés para esta edición de The Ideas of Leon Trotsky, Hillel Ticktin-Michael Cox, Ed. Porcupine Press, 1995, Londres, pág. 343.

[2] Charles Dawes (1865-1951) fue vicepresidente de EE.UU. entre 1925 y 1929, y fue embajador norteamericano en Londres entre 1929 y 1932. Premio Nobel en 1925. Elaboró lo que se conoció como el Plan Dawes que trató de resolver los problemas de las reparaciones alemanas y el fortalecimiento del capitalismo en Europa occidental. Éste fue aprobado en la Conferencia de Londres el 16 de agosto de 1924. Alemania recibió un préstamo de 200 millones de dólares, y sus pagos de reparaciones fueron fijados a tasas más bajas.

[3] El II Congreso de la Internacional Comunista se reunió en julio-agosto de 1920.

[4] El Programa de Erfurt fue aprobado en otubre de 1891 por el partido socialdemócrata alemán. El programa estaba dividido en dos secciones, la “máxima” y la “mínima”. El programa “máximo” expresaba el objetivo final de la toma del poder por parte de la clase obrera alemana, y la necesidad de ligarla con el socialismo internacional. El programa “mínimo” estaba dirigido hacia las demandas específicas que había que plantear en la época prerrevolucionaria (un sistema electoral democrático, igualdad de derechos para la mujer, el derecho de asosiación, los impuestos progresivos, un servicio médico gratuito, y así sucesivamente).

[5] Trotsky se está refiriendo aquí a la siguiente oración del Prefacio a la primera edición de El Capital: “El país que está más desarrollado industrialmente muestra la imagen de su propio futuro a los menos desarrollados”. (K Marx, Das Kapital, Hamburgo, 1867, pág. 9).

[6] El I Congreso de la Internacional Comunista se reunió en marzo de 1919.

[7] El III Congreso de la Internacional Comunista se reunió en junio-julio de 1921.

[8] El 9 de enero de 1923 el Comité de Reparaciones de la Entente anunció que Alemania no estaba cumpliendo con los términos de sus pagos de reparaciones. Dos días más tarde soldados belgas y franceses comenzaron a ocupar el Ruhr, un área rica en recursos naturales y que contenía grandes plantas industriales. Esto disparó una crisis política en Alemania.