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Cuadernos 15 - Los trotskistas contra Stalin

El VI Congreso y las tareas de la Oposición

El VI Congreso y las tareas de la Oposición

León Trotsky, 18 de septiembre de 1928
Nota: Trotsky continuó evaluando el VI Congreso mientras le seguía llegando nueva información sobre él. El 22 de agosto Varga y Manuilsky dieron informes al congreso sobre el estado de la URSS, apoyando las políticas del PCUS y condenando a la Oposición expulsada. Antes, Kuusinen había presentado sus tesis sobre los países coloniales y semicoloniales. La cita de Lenin sobre los “idiotas obedientes” que leyó Bujarin en el VI Congreso la utilizó para minimizar las concesiones que hizo al admitir que el principal peligro era la desviación de derecha. Bujarin esperaba que se iba a enfrentar una “desviación de derecha” impersonal por medios ideológicos, y no por medios organizativos dirigidos contra individuos. En esta carta, Trotsky explica la dinámica del “giro a izquierda” por las presiones sobre los estalinistas por el movimiento hacia la izquierda de los trabajadores en Europa, así también como por el efecto del trabajo de la Oposición. También aborda la evolución de la dirección del grupo Centralismo Democrático, discutiendo los argumentos de V. N. Smirnov, el dirigente más conocido del grupo, y trata sobre la relación entre la política internacional y el destino de la República Soviética.
Traducido de la versión inglesa del original ruso de The Challenge of the Left Opposition (1928-1929) editado por Pathfinder Press, New York, 1981. Traducción para Cuadernos por Guillermo Crux.

Estimado amigo:

Se han recibido casi todos los informes periodísticos sobre el Congreso. Todavía faltan las tesis podridas de ese podrido de Kuusinen1. Evidentemente, aún están reflexionando sobre estas tesis para darles una apariencia más “elevada”. La imagen general del Congreso se vuelve cada vez más clara, pero eso no la hace más reconfortante. Por supuesto que la parte sobresaliente del Congreso no fue ese programa ecléctico, escrito a las apuradas, que tendrá que ser revisado radicalmente, sino la resolución sobre la Oposición. No esperábamos otra cosa. Teníamos bien claro que la dirección iba a intentar ocultar su obra bajo la más pesada de las “lápidas”. Ahora esto ya se ha consumado. La predicción se volvió un hecho. Hay que sacar conclusiones.
Ya hice algunos comentarios sobre el Congreso en la carta anterior. Ahora quiero completarlos. Desde ya que aquí no estamos hablando de un balance completo. Esa tarea nos va a demandar un tiempo sustancial a todos nosotros, porque será necesario decir todo lo que requieren los intereses del movimiento comunista pero que el Congreso no dijo. Aquí me quiero limitar a lo que me parece que son algunas consideraciones indiscutibles que dimanan de la resolución central del Congreso sobre la Oposición.
¿Cuál fue el plan de acción de los dirigentes hacia la Oposición en vísperas de la “era” de la represión? Eliminar a la Oposición de un solo golpe rápido. “Vamos a expulsar a los dirigentes, unas cien personas, luego exiliaremos a veinte, y ahí se acabará todo.” Un error típico de burócratas: sobreestimar el poder del aparato de influir sobre los hechos.
Hubo una parte adicional del plan de acción, que es de naturaleza deliberadamente provocativa: usar la represión y la calumnia para llevar a los líderes de la Oposición hasta un punto en el que hicieran declaraciones o realizaran acciones que, aunque más no fuera a posteriori, “justificaran” las represalias contra ellos a ojos de las masas de trabajadores y que levantaran una barrera infranqueable entre la Oposición y el núcleo obrero del partido.
Ninguna de las dos partes del plan de acción se ha realizado. Han ocurrido miles de expulsiones, cientos de arrestos y deportaciones. Pero el fin no está a la vista, porque la Oposición continúa saliendo a la luz oralmente y por escrito. Las capitulaciones han tenido un carácter puramente individual. Desde abajo hay un flujo de elementos nuevos. Por otro lado, incluso las provocaciones no han funcionado. La Oposición no ha tomado el camino del “ultimatismo” hacia el partido, no le dio la espalda, y cuando se proyectó el giro a “izquierda” dijo: Estamos honestamente dispuestos a ayudar al partido, es decir, a su núcleo proletario, para que este giro a izquierda vaya hacia un curso bolchevique correcto.
Luego siguió el giro a derecha de julio, que demostró que la actitud conciliadora era algo totalmente inadecuado y transformó en un caso completamente perdido la perspectiva de aplastar las filas de la Oposición y aislar a su dirección.
Estas fueron las condiciones bajo las cuales se reunió el Congreso. En la columna del debe del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista (CEIC) estaban: las derrotas más brutales en todo el mundo, errores de cálculo groseros que se desprendían de la línea política incorrecta, la necesidad en vísperas del Congreso de cambiar de política en Francia y Gran Bretaña en la dirección de la Oposición, el doble zigzag en la política doméstica -como si fuera bajo órdenes- exactamente el día anterior al Congreso. (Este zigzag de febrero-julio se parece terriblemente a un diagrama de ilustración de la política de la Oposición.) Se había llegado a una situación extremadamente desfavorable para el Comité Central del PCUS. Sólo una dirección fuerte y con autoridad, capaz de pensar en el futuro, podría haber vuelto sobre sus pasos, es decir, reabrir la puerta para la Oposición y corregir así el error del XV Congreso del partido, que no produjo para nada los resultados esperados. Pero el débil Comité Central, políticamente en riesgo, vacío de autoridad moral, necesitaba recurrir a medidas “fuertes”. Lo que se arrancó del Congreso a través de los métodos de atropello de Bujarin, Kuusinen y Manuilsky2, un trío que personificaba todos los tipos de debilidades, fue simbólico a su manera. La resolución temeraria sobre la Oposición -jugarse el todo por el todo contra ella- es la expresión más clara de la debilidad y la bancarrota ideológica de la dirección.
Había otra circunstancia que llevaba a una decisión “irreversible”. En el partido y en la clase trabajadora ha estado creciendo una fuerte protesta contra las deportaciones, que transforman a la notoria “autocrítica” en una semicomedia y una semiprovocación. La dirección, vacía de autoridad, quiere tener algo que esconder por adelantado ante esta creciente ola de protesta. “Hasta el próximo Congreso,” intentan decir, “no se puede hacer nada.” Y sin embargo todos saben por la experiencia de los últimos cuatro años que, cuando es necesario, una decisión de un Congreso de la Comintern se anula más fácilmente que una decisión de un comité ejecutivo soviético provincial.
Hay una pregunta que sigue sin responder: ¿cómo puede ser que el Congreso haya tenido acuerdo con esa decisión? Y esta pregunta tiene dos aspectos: 1- la composición y el nivel del Congreso y 2- la situación en la que éste se reunió.
Esto es lo que le dijeron al Congreso: El destino de la Comintern depende del destino de la URSS, y el destino de la URSS está ligado a la dirección del partido gobernante; apoyen a esta dirección hasta el final, cierren sus ojos, y voten.
Si el VI Congreso hubiera estado a la altura de sus tareas y hubiera tenido en cuenta las lecciones del V Congreso, cuando el grupo de Zinoviev ya había llevado a cabo esta especie de experimento sobre la Comintern, el Congreso habría entendido que su tarea no es salvar el “prestigio” de alguna dirección, sino ayudar a que el partido gobernante restablezca una dirección capaz de hacer frente a las tareas históricas. ¿En qué condiciones ha surgido del laboratorio centrista de derecha de los últimos cinco años?
Del informe de Piatnitsky3 finalmente sabemos que la Comintern tiene cuatro millones de miembros. De ellos, hay 1,75 millón en los partidos y 2,25 millones en la Juventud Comunista. A primera vista las cifras no parecen muy desalentadoras. Pero pronto se ve claramente que del total de miembros partidarios, la URSS tiene
1,2 millón, de manera que en todos los demás partidos del mundo hay menos de 600.000. En la Juventud Comunista de la URSS, ya hay más de dos millones de miembros, así que en todos los otros países del planeta hay menos de 200.000. Entonces, todos los países del mundo capitalista dan cuenta de alrededor de un tercio de la Comintern, mientras el PCUS da cuenta de dos tercios. La Juventud Comunista por fuera de la URSS constituye la doceava parte de la Internacional Juvenil Comunista. Esta última cifra es absolutamente devastadora; el progreso del movimiento, el progreso de las ideas revolucionarias, siempre se mide por el flujo de juventud. Porque la juventud es –sin ofender a los burócratas y filisteos- el barómetro de su clase. Si uno tiene en mente las cifras de arriba sobre la Comintern y la Internacional Juvenil, que finalmente se difundieron para que todos la escuchen, y el grado de su dependencia completa del PCUS, entonces no es difícil de entender cuánto la Comintern, con su actual composición, se ve impedida de tomar una posición independiente con respecto a cada dirección sucesiva del PCUS.
La realidad es que los primeros Congresos eran inconmensurablemente más independientes de la dirección leninista que lo que lo fue el V Congreso con respecto a Bujarin y Manuilsky. Basta recordar que durante el III Congreso, Lenin, muy alarmado, discutió conmigo (de manera “fraccional”) el problema de qué tácticas deberíamos adoptar en caso de que nos encontráramos en minoría en el Congreso sobre la cuestión estratégica básica del momento. Y este peligro nos amenazó. Ahora, Manuilsky no corre ningún riesgo de quedar en minoría. Para lograr un resultado tan feliz fue necesario en el transcurso de cinco años desorganizar sistemáticamente y remover del poder la dirección de los partidos comunistas.
En Alemania el Comité Central de Brandler fue removido. Luego, el Comité Central de Maslow-Fischer fue expulsado. Ambos Comités Centrales estaban lejos de ser irreprochables. De entre ellos se podría haber formado una dirección sólo por un proceso de una larga experiencia. Aún así, esos dos comités centrales eran muy superiores al actual de Thälmann.
En Francia se expulsó a los grupos centrales de varios comités centrales; Loriot, Souvarine, Rosmer, Monatte, Treint, Suzanne Girault y otros. Otra vez, en Francia un comité central sólo se podía formar como resultado de una selección partidaria seria sobre la base de la propia experiencia del partido y con la asistencia cuidadosa y meditada de la Comintern. El actual comité central encabezado por Sémard es incomparablemente inferior a los que lo precedieron.
En Bélgica, en la víspera del VI Congreso, se consumó indiscutidamente un golpe partidario, expulsando del partido al grupo fundador de Overstraeten, alrededor del cual se creó el partido. Vujovic me dijo que en vísperas del V Congreso se hizo todo lo posible para derrocar al grupo Overstraeten: pero estaba tan íntimamente ligado con el partido que incluso la dirección de Zinoviev no tuvo éxito con el golpe. Ahora el partido belga está destrozado y Overstraeten ha sido remplazado por Jacquemotte, quien salió recientemente de la socialdemocracia.
En Italia, la única dirección seria que surgió fue el grupo de Bordiga, prácticamente el fundador del partido. Cuántas veces escuché, de tantos y tantos de los actuales Polonios4, declaraciones sobre Bordiga como un “verdadero dirigente.” Ahora se dice que el “bordiguismo” está superado; es decir, que el partido mide una cabeza menos, y tal vez peor aún. En Italia, como en todas partes, se apuesta al burócrata obediente y, en consecuencia, mediocre. Pero el burócrata mediocre no va a conquistar el mundo. Pasa muy a menudo que lo que le preocupa no es tanto conquistar el mundo como evitar perder su puesto.
Y pensar que Bujarin fue lo suficientemente incauto como para presentar, por cualesquiera sean sus motivos privados, a este mismo Congreso una cita de una carta inédita en la que Lenin advertía a Zinoviev y Bujarin que si expulsaban a gente inteligente, pero no necesariamente obediente, para reemplazarlos por “idiotas obedientes”, estarían asegurando la ruina de la Comintern. Pero precisamente el curso que Lenin planteó en esta carta, mostrado como una reducción al absurdo, ahora se ha llevado a cabo en sus tres cuartas partes. En este momento Smeral es una de las figuras dirigentes de la Comintern. La experiencia devastadora del “Día Rojo” ha demostrado lo que es la dirección bajo Smeral del Partido Comunista Checoslovaco. “¿Qué llevó a esta persona hacia nosotros?”, me preguntó una vez Lenin sobre Smeral, considerando mi conocimiento cercano de la vida interna de la vieja socialdemocracia austríaca. (Yo viví en Austria entre 1907 y 1914). Le respondí: “Smeral se volvió comunista simplemente porque durante la guerra, junto con Renner, habían puesto todas sus fichas en la monarquía de los Habsburgo, y no en la república checa. Cuando, a pesar de todo, se fundó la república, se encontró en una posición desesperada frente a la ‘opinión pública’ nacional, así que se compró un boleto de tren para Moscú.” “Eso es muy, muy probable”, respondió Lenin a mi explicación. A Smeral se lo toleró como un punto de apoyo temporario. Ahora que es uno de los principales dirigentes de la Comintern, está expulsando a Rakovsky, Radek, y a otros. Pero sigue siendo el mismo Smeral de siempre, y los hechos demostrarán que esto es así.
El socialdemócrata provinciano Kuusinen, que apuñaló la revolución finlandesa de 1918 y no aprendió nada de la experiencia; Rafes, un ex ministro bajo Petliura, ahora “director” de la revolución china; Martinov, quien no necesita referencias… todos estos son los funcionarios centrales permanentes y los inspiradores diarios de la Comintern. La política de reincidir está ligada inevitablemente con la búsqueda de apoyo en figuras menores.
Thälmann, Sémard, Jacquemotte, Smeral, Ercoli [Togliatti] y los demás, por supuesto que son conscientes de sus propias debilidades y saben que –como resultado de la lucha por la autopreservación dentro de la dirección del PCUS- los grupos fuertes en todos los partidos han sido despedidos de las posiciones de dirección y hasta expulsados de la Comintern. Los dirigentes recién designados entienden que sólo se pueden aferrar a sus puestos recurriendo masivamente a “medidas extraordinarias”. Esta es la razón por la cual ellos mismos tienen un “interés material” en las decisiones que parecen ser “irreversibles”. Aquí su debilidad interna sale al auxilio de la actual dirección débil del PCUS. Y el resultado es claro: la debilidad multiplicada por la debilidad le dio al VI Congreso la apariencia falsa de una “fortaleza de hierro.”
Se habló mucho en el Congreso sobre la desproporción entre la influencia política de los partidos comunistas y la cantidad de militantes que tienen. En tanto esa desproporción exista (y está exagerada groseramente, para disfrazar la terrible debilidad numérica de los partidos comunistas) requiere explicación. El hecho es que existe una desproporción fundamental entre, por un lado, las tareas y las oportunidades de la Comintern, y, por el otro lado, el carácter de su dirección. La Comintern vive a expensas del capital acumulado por la Revolución de Octubre. El giro de las masas hacia el comunismo es grande (aunque no aumenta continuamente, como lo mostrarían los optimistas oficiales). Son contradicciones objetivas las que empujan a las masas hacia el comunismo. Pero la línea equivocada, el régimen despreciable, la fanfarronada burocrática, la falta de voluntad y la incapacidad para aprender que tienen los burócratas, sustituir con órdenes la vida de las ideas… estas son las razones del estancamiento, incluso del declive directo de la cantidad de militantes y, en muchos casos, de la influencia política de los partidos comunistas.
Conocemos muy bien lo difícil que es formar auténticos cuadros de dirección. La sociedad burguesa pudo rescatarse tras la guerra imperialista porque el movimiento revolucionario tuvo insuficientes partidos comunistas y, en segundo lugar, porque los partidos comunistas tuvieron direcciones insuficientemente maduras. Ahora se están haciendo circular latiguillos completamente equivocados y simplemente estúpidos para decir que el problema no está en los dirigentes sino en las masas y que estamos cifrando nuestras esperanzas en “direcciones colectivas”, etc. Esta forma de contraponer dirigentes y masas no tiene nada en común con el marxismo. El proletariado necesitó de Marx, de Engels y de Lenin. Ningún colectivo burocrático partidario de ningún tipo podría haberlos remplazado. A la II Internacional le tomó más de una semana, incluso más de un año, para producir dirigentes tales como Bebel, Jaurés, Victor Adler, etc. No fue por casualidad que durante la guerra imperialista, en parte incluso antes de la guerra, salieron a la luz gente como Loriot, Monatte, Rosmer, Souvarine, Brandler, Bordiga, Overstraeten, etc. Se puede ponerlos entre la espada y la pared y hacer que cometan errores. Pero reemplazarlos por medio del departamento organizativo de Piatnitsky es una tarea imposible. Después de todo, la abrumadora mayoría de los delegados al VI Congreso –es decir, los elegidos de entre los elegidos- llegaron al comunismo (en su mayor parte desde la socialdemocracia) después de la Revolución de Octubre, y muchos de ellos recién en los últimos años. Para la mayoría de los delegados, unos 278, era la primera vez que estaban presentes en un Congreso comunista. La política de apoyarse en el burócrata se complementa apoyándose en la inexperiencia, la falta de preparación, la inmadurez, y la confianza alegre. A todo esto se lo quiere hacer pasar por “dirección colectiva”. Pero por sobre este “colectivo” atomizado se eleva el dominio de un solo hombre, que no se basa en la representación de la línea correcta sino en el aparato.
Por sus políticas y su régimen durante los últimos años, la Comintern le ha desbrozado el camino sistemáticamente a la socialdemocracia, ayudando a consolidarla, y le ha brindado servicios incomensurables al Consejo General del Congreso de Sindicatos5 [de Gran Bretaña] y a Ámsterdam6. Cuando señalamos esto, los que perpetraron este crimen histórico se atreven a hablar de nuestra “desviación socialdemócrata”. La socialdemocracia no podría esperar mejores colaboradores que los de la dirección actual. De seguir este curso no hay salida. Pero la expulsión de la Oposición sólo ha fortalecido este curso.
La decisión “irreversible” del VI Congreso muestra lo lejos que han llegado las cosas, cómo se ha atascado el carro, y lo profundo que tiene que ser el proceso desde abajo para sacar al carro de la Comintern del pantano en el que está y llevarlo a la ruta –por medio de una lucha abierta, sistemática y sin cuartel contra la dirección oficial.
No hay nada más peligroso, bajo circunstancias difíciles, que las ilusiones, que embellecer la situación, o relajarnos confiando en el “curso objetivo de los acontecimientos”. Si la Oposición no le aportara toda la ayuda necesaria a este curso objetivo de los acontecimientos, con toda su energía, totalmente consciente de sus responsabilidades, entonces ella misma se transformaría simplemente en una lastimosa válvula de escape para los burócratas centristas, que están llevando a la Comintern y a la Revolución de Octubre a la ruina.
Un proceso de giro hacia la izquierda por parte de las masas trabajadoras en Europa podría tener una importancia decisiva para el ritmo de nuestros éxitos en la URSS y, si lo consideramos más ampliamente, para el destino completo de la dictadura proletaria. Esperábamos un giro interno hacia la derecha inmediatamente después del XV Congreso partidario. Ese fue un error parcial nuestro, de carácter completamente secundario, dentro de una predicción en general correcta. Al contrario, luego del Congreso partidario le siguió un zig-zag a izquierda que duró cerca de medio año, aunque el zig-zag a nivel internacional no ha concluido, incluso ahora. Es muy probable que el punto más alto del “izquierdismo” haya ocurrido en febrero, como lo muestra no sólo el editorial de febrero de Pravda sino también por las decisiones del pleno de febrero del CEIC. Hay una conexión inmediata entre los dos. La primera etapa del movimiento a izquierda de los trabajadores en Europa ya ha vuelto imposible la política de “frente único” de Stalin y Martínov. El halago frecuente de parte de la socialdemocracia y la burguesía al “realismo” de Stalin era embarazoso para la posición comunista oficial. Era necesario mostrar que la causa por la que se estaba exiliando a la Oposición no era su carácter de izquierda. Este requerimiento sectario y faccioso coincidió con la exacerbación de la crisis del abastecimiento de granos. Se podría haber encontrado una salida rápida a esta crisis hacia la derecha, es decir, haciendo comenzar “julio” en febrero. Como dijimos, esto es lo que esperábamos, subestimando hasta cierto punto las dificultades que nosotros mismos habíamos creado para cualquier giro hacia la derecha. Además, no prestábamos suficiente atención a las necesidades “coyunturales” internacionales del grupo centrista dominante, que se intensificaron por el movimiento hacia la izquierda de los trabajadores europeos, especialmente en las vísperas del Congreso.
El curso interno de la dirección y su curso internacional en febrero eran de la misma especie, principalmente centrista de izquierda. En julio apareció una divergencia: el curso interno giró a la derecha, mientras el curso de la Comintern seguía siendo centrista de izquierda, combinando dentro de él, como ha sido la costumbre, todos los matices que van desde el oportunismo abierto hasta el ultraizquierdismo. El programa también se parece a esto. El lazo de continuidad entre la política hacia el interior del país y a nivel internacional es la hostilidad mortal hacia el ala de izquierda, genuinamente bolchevique, que encuentra expresión en la resolución crucial del Congreso que trata sobre la Oposición.
El VI Congreso, a pesar de todo el trabajo de preparación, selección y camuflaje, a pesar de la unanimidad compulsiva, reveló un proceso de diferenciación que se profundiza dentro de su estrato dirigente. En el período que se aproxima este proceso se profundizará aún más relacionado con el curso general de la lucha de clases y el movimiento hacia la izquierda de las masas trabajadoras. La dualidad de “julio” en relación al curso interno y al curso internacional se acrecentará cada vez más y será evidente para todos. Los agrupamientos fraccionales en la Comintern se volverán más fuertes, en vez de debilitarse. Todo esto creará una gran receptividad hacia nuestras ideas y consignas en la vanguardia proletaria. El VI Congreso no ha concluido la historia de la Oposición; por el contrario, ha comenzado un capítulo nuevo y más importante.
Nuestra responsabilidad más importante es entender que representamos una corriente internacional, y que sólo con ese carácter tenemos derecho a existir y a contar firmemente con la victoria. En relación con esto será necesario, aunque molesto, que nos detengamos en los últimos descubrimientos del teórico ultraizquierdista V. Smirnov. Una carta suya, que está circulando de mano en mano y que recibí hace varios días, tiene un sabor tan fuerte a safarovismo7 desenfrenado que uno tiene el deseo natural de desecharla. Pero en la carta hay algunos puntos de principios que son profundamente hostiles al marxismo sobre los que hay que echar luz en interés de los pocos, pero saludables, obreros revolucionarios que aún siguen a Smirnov.
En su carta, Smirnov intenta mofarse de mi planteo de que las derrotas de la revolución alemana, de la huelga general británica, de la revolución china, etc., se reflejan “directa e inmediatamente” –como escribe él- en nuestro proletariado, intensificando las tendencias centristas en su interior. “¿Cómo? ¿De qué manera?”, se pregunta nuestro perplejo crítico ultraizquierdista. Parecería que para cualquier revolucionario consciente, más aún para un marxista, aquí no hay ninguna pregunta. Durante mucho tiempo nuestro partido educó a los trabajadores para que consideren la Revolución de Octubre como parte de la revolución mundial, y para que contaran con la asistencia inminente de los alemanes y los británicos, que tienen un nivel tecnológico y cultural más alto. “Resistir” y “aguantar” –estas eran las consignas que teníamos en los primeros años. En 1923, especialmente en la segunda mitad, la expectativa de un resultado revolucionario en Alemania estaba en su máxima intensidad. Nuestros periódicos, nuestros oradores, no hablaban de otra cosa. El que piensa que la expectativa de una revolución alemana no tocaba hasta la médula de todo lo más avanzado y consciente de nuestra clase obrera, mira a las masas con los ojos arrogantes del viejo estudiante radical que en en el fondo piensa que lo único que le interesa al trabajador son los convenios de las negociaciones colectivas. De hecho, la cuestión misma del mejoramiento de los convenios colectivos de trabajo en 1923 estaba relacionada con la victoria del proletariado alemán. El aplastamiento de la revolución alemana fue un golpe terrible para nuestros trabajadores, hizo sentir todo su peso sobre ellos y aplazó hasta un futuro más distante sus esperanzas de un cambio en sus destinos. Intensificó una preocupación estrecha sobre las cuestiones laborales locales, aumentó la atomización y la pasividad, y permitió que salieran de lo más profundo de las cavernas el chovinismo, el espíritu de las Centurias Negras, etc. Y como respuesta a esto (aunque, por cierto, no sólo a este tema), nos cayó del cielo la teoría del socialismo en un solo país.
Se promocionó durante mucho tiempo al bloque con el Consejo General8 como una tabla de salvación. Purcell fue nombrado maquinista honorario y muchas otras cosas. La huelga general británica elevó nuevamente las esperanzas de nuestros trabajadores… y otra vez las defraudó. Todo esto fue un golpe en la conciencia revolucionaria de las masas de la forma más directa e inmediata. Una reacción psicológica profunda que afecta a las masas se vuelve un factor político de gran importancia. Las derrotas internas –el nivel de vida, el régimen, los elementos crecientes de doble poder- se amplifican por golpes que son de carácter internacional y reducen el vigor del proletariado como clase.
La revolución china, hasta donde puedo decir, debido a su carácter masivo, su alcance, su duración, levantó a nuestras masas una vez más con las expectativas más tensionadas. Su derrota horrenda fue una catástrofe interna aquí. Aunque tal vez sea invisible para una mirada superficial, no es menos real que también fue una catástrofe para nuestro proletariado. ¿Cómo puede ser que no se logre entender esto? ¿Cómo puede ser que no se vea? ¿Cómo se puede concebir una dirección revolucionaria que no lograra dar cuenta del profundo proceso molecular que se estaba desarrollando en las propias masas?
¿Puede ser, sin embargo, que una explicación justificable de estos procesos recaiga en lo podrido de su dirección? Sólo puede argumentar así un metafísico fatalista que piensa que la dirección simplemente “refleja” los procesos que se desarrollan en las masas. El dialéctico sabe que la dirección, dentro de límites muy amplios pero aún así finitos, afecta estos procesos, los puede acelerar, desacelerar o desviarlos. Esto se puede ver más claramente por el simple hecho de que estas mismas derrotas en Gran Bretaña, Alemania y China fueron el resultado de una dirección oportunista. Los procesos centrífugos en la clase obrera, que se han intensificado debido a estas derrotas, no disminuyen la responsabilidad de la dirección en lo más mínimo; ni tampoco nos liberan para nada a nosotros, los oposicionistas, de la necesidad de contrarrestar activamente las tendencias hostiles, vale decir, de la obligación de nadar contra la corriente. No obstante, estos procesos también explican los “éxitos” temporarios, pero aún así bastante prolongados, de la dirección, centrista de derecha y estrechamente nacional, y de la posibilidad misma de derrotas organizativas “triunfantes” de la Oposición. Por otra parte, sólo una comprensión clara de los procesos objetivos a escala internacional (y la consecuencia de las derrotas se vuelven un factor “objetivo” en la conciencia de los trabajadores); sólo esa comprensión puede brindar la orientación necesaria para la victoria sobre el centrismo y el medio más rápido posible para superar las actuales tendencias centrífugas en la clase trabajadora de la URSS.
Es cierto que las cosas no se pueden reducir para nada a los efectos de las derrotas del proletariado extranjero, las cuales, como ya se dijo, tienen un lazo de causalidad con nuestra dirección nacional. Nuestra Plataforma y varios otros documentos de la Oposición muestran los giros políticos y sociales internos en la URSS como causas y resultados, al mismo tiempo, de la política oficial. Relacionado con esto está el problema que, para ser breve, denominé tentativamente como la movilización política por parte de la “cabeza” centrista de derecha de una “cola” formada por elementos pequeño burgueses, burocráticos, de nuevos propietarios (especialmente en la lucha contra la Oposición), que tendría como consecuencia inevitable que la “cola” burguesa golpee cada vez más contra el aparato centrista, su “cabeza”. El problema del burocratismo soviético está relacionado particularmente con esto. Aquí también V. Smirnov, al igual que Safarov o Slepkov, trata de descubrir en nosotros un deseo de esconder detrás de la “imaginería” de la cabeza y la cola, vale decir, de esta representación condensada, una especie de artilugio nemotécnico, que simboliza las relaciones de clase que ya hemos analizado. En esto, él descubre en nosotros un intento de eludir el análisis de clase. ¿Esto no es casi una payasada? Después de todo, ¿acaso el propio V. Smirnov agregó algo, aunque sea un poquito, al análisis de la Oposición, que no sea su creciente “abstracción del factor internacional”?
Una carta excepcionalmente interesante e importante del camarada Rakovsky al camarada Valentinov, con fecha del 2 de agosto de 19289 está dedicada a analizar la mecánica especial de la degeneración y los métodos de dirección bajo la dictadura, es decir, a factores internos, “superestructurales”, pero decisivos directamente. En una palabra, esta carta describe para seguir investigando algunos temas de importancia excepcional.
Sin embargo, los procesos internos en nuestro país desde el fin de la guerra civil han sido de carácter evolutivo. Los cambios que se han acumulado han ocurrido en forma más o menos inadvertida. Las convulsiones en el mundo fueron, por un lado, conmociones que revelaron o descubrieron “de un plumazo” los cambios que han ocurrido, incluso los cambios ideológicos; por el otro lado, estas conmociones aceleraron o desaceleraron grandemente el ritmo del cambio. Para poder entender la interacción dialéctica entre los factores “internos” y “externos”, es suficiente imaginar qué impacto tendría en nuestras relaciones internas, qué giros políticos dejaría al descubierto y qué realineamientos de fuerza produciría.
La historia del grupo Centralismo Democrático, que en su mayoría está formado por revolucionarios incondicionales, tiene su propia “dialéctica”. Separados de la Oposición y forzados a encerrarse en sí mismos ideológicamente, debido a lo inadecuado de sus fuerzas dirigentes, comenzaron a darles la espalda a las cuestiones internacionales. Algunos de sus representantes directamente nos acusaron de “desviar” la atención de la gente de los problemas internos a cuestiones chinas. Así, los teóricos del grupo, habiendo caído en la introversión y el sectarismo intentan, como en el dicho alemán, transformar en virtud su propia desgracia. Ahora V. Smirnov ha llegado tan lejos como para negarse a entender cómo y de qué manera pueden afectar a nuestro proletariado las derrotas del proletariado internacional, es decir, se niega a entender por qué los grandes sucesos revolucionarios y contrarrevolucionarios siempre producen poderosas oleadas internacionales, por qué la victoria de la revolución en un país alienta las revoluciones en otros países y lo mismo a la inversa. No se puede caer más bajo en la línea de la estrechez nacionalista y ultraizquierdista. Y lo peor de todo, después de meterse en un callejón sin salida, Smirnov pierde su equilibrio espiritual e intenta buscar en una explicación marxista de los procesos que se desarrollan en el proletariado una “justificación” para el centrismo o los ingredientes para el camino de la capitulación. Esto ya es safarovismo de lo más puro, pero en carne viva. Pero ya hemos visto tanto el exterior como las entrañas de Safarov y no encontramos nada de valor.
Pero volvamos a problemas más importantes.
Como resultado de cuatro años de lucha obligamos al CEIC, a último momento, justo antes de levantar la cortina, a modificar a las apuradas el programa, pasando de uno de tipo nacional a uno internacional. En el Congreso, Bujarin explicó que la razón de la capitulación catastrófica a la Oposición (aunque puramente superficial) fue la circunstancia de que, después de todo, por primera vez habían venido a un Congreso de la Comintern delegados de África y Sudamérica, y que esto no era una broma, y entonces el programa debía tener un alcance africano-americano acorde a esto. Parece que Bujarin recién aprendió de estos nuevos delegados que en la época del imperialismo es menos permisible que nunca “abstraerse del factor internacional.” También se “tomó nota” de la hegemonía mundial de los Estados Unidos, tras un retraso de varios años, y fue incluida mecánicamente en el programa. Como ocurrió con la historia de todas las cuestiones internas, esto demuestra que la iniciativa para investigar los procesos económicos y políticos mundiales y la interacción de estos procesos con los giros políticos y sociales de la URSS continúa siendo responsabilidad de la Oposición.
Esto significa que debemos dedicarnos a un trabajo serio. Se debe desarrollar una división adecuada del trabajo; en el sentido de un estudio detallado, concreto, diario, de todos los aspectos básicos de nuestra vida interna, de la vida de los distintos países capitalistas, los países coloniales, su economía, su política, sus movimientos sindicales, sus luchas nacionales, su militarismo, etc. Debemos usar adecuadamente nuestro tiempo para formar cuadros para el PCUS y la Comintern. Una correspondencia precisa y bien organizada con todas las regiones locales, una lectura precisa de los periódicos, incluso de los provinciales, con el objetivo de seleccionar materiales sobre cuestiones particulares y sobre un punto de vista particular; todo esto rendirá frutos invalorables. Será necesario que los camaradas que tienen una predisposición para esto, o que tienen datos relevantes, se pongan a trabajar sobre lenguas extranjeras. Por cierto, esta división del trabajo tiene que tener un carácter internacional. Todos los “centinelas” deben seguir con atención los procesos que se desarrollan y alertarse mutuamente a tiempo.
Por supuesto, incluso en el exilio este trabajo no debe tener un carácter de archivo o académico, sino que tiene que estar unido íntimamente con el trabajo de los partidos comunistas y la lucha de las masas trabajadoras. En cada cuestión importante hay que dejar un firme jalón bolchevique en la conciencia de los trabajadores de vanguardia. Ya se ha hecho algo en este sentido, alrededor de las cuestiones de la industrialización, el kulak y el abastecimiento de granos, el régimen burocrático, los acontecimientos de Alemania, Gran Bretaña, China, etc. Pero la vida no se detiene. Es imposible continuar viviendo sobre los intereses del capital, como hace la dirección actual de la Comintern, que desperdicia el capital fijo del Partido Bolchevique. Se necesita trabajo intenso, colectivo, sistemático. La tenacidad revolucionaria ahora se debe manifestar en ese trabajo, sin importar las condiciones desfavorables. Sin una orientación correcta no puede haber una línea política correcta. Más aún, sólo una línea política correcta le permitirá a los bolcheviques-leninistas, en cada cuestión importante que afecta a las masas, dejar jalones cada vez más profundos en la conciencia de círculos cada vez más amplios de trabajadores avanzados.
Por una parte, este trabajo asume entonces el carácter de investigación teórica en el sentido más amplio del término, es decir, dentro del alcance, aunque limitado, del oposicionista más joven y menos experimentado, y por otra parte, este trabajo va a adquirir un carácter propagandístico, nuevamente en el sentido más amplio del término, incluyendo la agitación militante. En determinada etapa la investigación teórica y el trabajo propagandístico deben traspasar la frontera completamente hasta llegar a ser un trabajo políticamente efectivo, es decir, de masas, o, para decirlo de otra manera, fusionarse con el partido y la clase trabajadora. ¿Cuándo y en qué etapa? Por supuesto, esto no se puede predecir. En distintos países en diferentes etapas. Nuestra época se caracteriza por los giros bruscos. Esto se aplica al movimiento obrero en su conjunto y, por consiguiente, a la Oposición –y en especial a ella–. Para que no nos perdamos la oportunidad cuando nuestras ideas se puedan ligar con un giro de masas en la Comintern y en la clase trabajadora, será necesario observar la regla básica de toda la política, y más aún de la política revolucionaria: se debe escuchar nuestra voz en cada cuestión histórica inmediata o general que afecte los intereses de la clase trabajadora.
En su discurso de cierre en el Congreso, Bujarin declaró que la resolución contra la Oposición significa nuestra “muerte política”. Estas palabras temerarias son producto de la cobardía, de la debilidad, y de una necesidad de autoconsolarse. En política nunca nadie tomó en serio a Bujarin; nunca se tomó en serio a sí mismo y nunca lo hará; estas palabras “intimidatorias” suyas son las que menos que menos se pueden tomar en serio. No le faltaba razón a Zinoviev cuando con mucha exactitud –habría que hacerle justicia– dijo que Bujarin era un histérico y que se podía esperar cualquier cosa de él, incluso que tomara los hábitos monásticos.
Cuando Tseretelli amenazó a los de Kronstadt a comienzos del verano de 1917, le advertí que cuando algún general blanco empezara a preparar la soga del cadalso para el propio cuello de Tseretelli iba a terminar llamando a los marineros de Kronstadt para que lo salven. Como sabemos, durante el levantamiento de Kornilov esta predicción se volvió realidad con mucha mayor exactitud que la que hubiéramos supuesto en el momento.
Las políticas de la dirección actual están llevando a complicaciones mayores. Se está trenzando incansablemente la cuerda burguesa ustrialovista10 al cuello de la dictadura proletaria. Cuando el problema se vuelva serio
–y me temo que esto va a ocurrir más pronto de lo que parece– los mejores elementos del aparato actual van a tener que pedirnos ayuda. Les advertimos esto. No hace falta decir que nos haremos camino incluso sin que nos llamen. Todo lo que necesitamos es que la vanguardia proletaria escuche nuestra voz todos los días y sepa que a pesar de los aullidos histéricos estamos más vivos que nunca. También es necesario que no nos dejemos aislar ni siquiera una hora de los centros del movimiento obrero y sumarnos a la vida y la lucha de la vanguardia revolucionaria. Y para esto necesitamos hacer un trabajo sistemático continuo hacia nosotros y hacia los demás, sobre la base de una división correcta del trabajo y una cohesión ideológica firme.

Saludos cordiales, León Trotsky