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Cuadernos del CEIP N°2 (Agosto 2001)

En los frentes

En los frentes

Informe leído en Moscú, en el Salón de las Columnas de la Casa de los Sindicatos1 - 24/2/1919

Ante todo, acepten mis sinceras disculpas por mi retraso, la responsabilidad por el mismo no ha sido todavía establecida. Existe una opinión que sostiene que yo soy el responsable.
Pero me permito disentir con esto: yo creo que otra persona es la responsable. Determinaremos eso más tarde, con toda honestidad... La puntualidad es una cosa grandiosa, especialmente en la esfera militar, y no puede haber ninguna duda de que nuestro principal infortunio, nuestro error fundamental, podríamos decir, consiste en la impuntualidad, en no estar acostumbrados a llevar adelante una orden precisa y puntualmente, en tener una total falta de atención hacia el tiempo. Aún así, el tiempo es una condición fundamental para el éxito. En las operaciones militares, el ganar un día, una hora, cinco minutos, puede algunas veces tener una importancia decisiva para el resultado de una batalla. Hoy en día nuestra educación pública, y nuestra educación militar en particular debe consistir en desarrollar el hábito del desempeño preciso en todo aquello que una persona tenga el deber de hacer. Una vez más debo expresar mis disculpas por abusar de vuestro tiempo, el cual es tan necesario para vuestro trabajo, así que voy a ir directo al corazón del problema que tenemos ante nosotros.
Camaradas, celebramos ayer el aniversario de la formación de nuestro Ejército Rojo de los Obreros y los Campesinos y, en el curso de entrenamiento en el edificio de la antigua Escuela Militar Alekseyevsk, tuve oportunidad de decir que, en gran medida, tenemos todo el derecho de mirar hacia atrás con satisfacción moral hacia los doce meses que han pasado en nuestro trabajo común y conjunto para construir el Ejército Rojo.
Diferentes pueblos en diferentes épocas se han hallado en una posición difícil, camaradas, pero no creo que un historiador pueda encontrar otro ejemplo donde un gran pueblo haya estado en una situación tan terrible, tanto internacional como interna, como en la que se encontraba el pueblo ruso al final de la carnicería imperialista.
El colapso de nuestro viejo ejército era inevitable. Aquellas personas con mentalidad policíaca a la antigua usanza podrían suponer que fueron los “agitadores” los que llevaron al viejo ejército a la ruina. En realidad, los agitadores no hicieron más que poner en palabras lo que estaba sucediendo en la realidad incluso sin ellos. Una vez que la revolución se había producido, una vez que el campesino se había alzado contra el terrateniente y el funcionario, y el obrero contra el capitalista y el banquero, ese mismo obrero y campesino, en la forma del soldado, tenía que rebelarse contra el hijo de ese mismo noble o burgués, que lo enfrentaba en la forma de un oficial del viejo ejército. Estos tres procesos estuvieron estrechamente relacionados entre sí. Una vez que la masa de soldados se hubo alzado contra el viejo aparato de comando, creado por la vieja monarquía y que servía a ésta -en el caso de algunos de sus miembros por temor, en el de otros a conciencia- una vez que esa revuelta había tenido lugar, el ejército estaba destinado a estallar en pedazos. Que esto no se debió a causas accidentales podemos verlo ahora a partir del ejemplo de otros países, del ejemplo de Alemania y de Austria-Hungría, donde está teniendo lugar el colapso del viejo ejército, o más bien, ha tenido lugar, en la misma forma en que se produjo aquí; y no ha quedado ni rastro de un ejército que era incomparablemente más fuerte que nuestro viejo ejército zarista, ni en Alemania ni en Austria-Hungría.2 Basta con echar una mirada: hoy, Prusia, el país más altamente militarizado, el mejor armado y disciplinado de todos, no puede lanzar siquiera unos pocos regimientos para defender su frontera oriental de la invasión de las legiones polacas.
Así, el proceso de desintegración del viejo ejército construido por las viejas clases dominantes es idéntico en todos los países. Este hecho nos permite extraer dos conclusiones y fijarlas firmemente en la memoria. Primero, que nuestro viejo ejército, como el austro-húngaro y el alemán también, se desintegró no por razones accidentales sino por profundas causas internas, y que este estallido era inevitable: la gran cadena que ataba, en un vínculo de esclavitud, a la clase oprimida a los explotadores se rompió, y el viejo ejército colapsó. No hay vuelta atrás con esto. Esa es la primera conclusión. La segunda conclusión, que es también de enorme importancia, es que después del colapso de nuestro viejo ejército ruso, después del colapso de los ejércitos austro-húngaro y alemán, seguirá en forma inevitable por igual el colapso de los ejércitos de Italia, Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos; de todos los ejércitos del imperialismo en general, esto es, de los ejércitos construidos por monarcas o por burgueses republicanos en diferentes países, a través de la esclavización y el sometimiento de su propio pueblo, para la conquista y el saqueo de otros pueblos. Esta conclusión no es una frase, tal como a veces es agitada de modo casual en las reuniones, no es un mero slogan agitativo, sino una conclusión de la ciencia histórica, que fue predicha antes, en el propio comienzo de la guerra y que ahora ha sido confirmada por la experiencia de Rusia, Alemania y Austria-Hungría y que mañana será inevitablemente confirmada por la experiencia de Francia, Gran Bretaña y otros países burgueses. La certidumbre que tenemos en este punto le da alas a nuestro espíritu en la actual lucha contra el imperialismo de los países de la Entente: la historia no le permitirá sobrevivir al imperialismo.
El viejo ejército se desintegró en un momento en que la vida de nuestro país había sido sacudida hasta lo más profundo de sus cimientos económicos. Nuestro país agrícola está lejos de haber agotado sus recursos agrícolas, pero su red de ferrocarriles, todo el aparato de su sistema de transportes y sus comunicaciones industriales y comerciales han sido arruinados, y el país se ha visto así desmembrado. Tenemos algunas provincias que son indescriptiblemente ricas en alimentos, y otras que no pueden escapar del flagelo del hambre. La desorganización de la provisión de alimentos es, por supuesto, una condición desfavorable para crear un ejército. Pero esto no es todo. El colapso del viejo ejército dejó detrás de sí un feroz odio hacia el militarismo. El viejo ejército, que había sufrido bajas increíblemente enormes, había conocido sólo la derrota, la humillación, la retirada, millones de muertos y heridos, miles de millones de gastos. No es sorprendente que esta guerra dejara en la mente del pueblo un rechazo visceral contra el militarismo, contra todo lo que tiene que ver con la guerra. Y fue bajo aquellas condiciones, camaradas, que comenzamos a crear un ejército. Si nos hubiera tocado en suerte construirlo en tierra virgen, hubiera habido mayores esperanzas y posibilidades desde el mismo comienzo. Pero no, tuvimos que construir el ejército sobre un terreno cubierto por la mugre y la sangre de la vieja guerra, un terreno de penuria y agotamiento, en una situación donde el odio hacia la guerra y al militarismo se había apoderado de millones y millones de obreros y campesinos. Esa fue la razón por la cual mucha gente, no sólo los enemigos sino también los amigos, dijo en ese momento que el experimento de formar un ejército en los años siguientes aquí en Rusia seguiría siendo infructuoso. Nosotros respondimos: “No puede haber lugar para ninguna duda. Ni Alemania ni Francia ni Gran Bretaña esperarán por décadas: en consecuencia, quien diga que el pueblo ruso no creará para sí mismo un ejército en los próximos meses está diciendo que la historia ha acabado con el pueblo ruso, y que su cadáver está destinado a ser descuartizado por los aviones del imperialismo de Europa Occidental”.
Naturalmente, el gobierno soviético y el partido que está en el poder, el Partido Comunista, no podían aceptar que nada resultaría de estos esfuerzos. No, no teníamos ninguna duda de que el ejército sería creado, a condición de que le fuera dada una nueva idea, un nuevo cimiento moral. Aquí, camaradas, se hallaba el punto nodal de esta cuestión.
Un ejército es, por supuesto, una organización material ensamblada, en cierto grado, según sus propias leyes internas y armada con aquellos instrumentos de la técnica que le proveen el estado de la industria en general, y en particular, la ciencia técnico-militar. Pero ver en un ejército sólo hombres que realizan ejercicios, que hacen maniobras y que combaten, esto es, ver sólo sus cuerpos, ver sólo sus rifles, sus ametralladoras y cañones, significa no ver el ejército, ya que todo eso no es nada más que la expresión externa de una fuerza interior diferente. Un ejército es fuerte si está cohesionado por un vínculo ideológico interno. En los primeros días del establecimiento del nuevo orden obrero y campesino, el poder soviético decía que, a pesar de las terribles calamidades que el país había sufrido, a pesar del agotamiento y de la aversión universal hacia el militarismo y la guerra, los obreros y campesinos rusos crearían un ejército en un corto período de tiempo si ellos sentían y apreciaban que este ejército era necesario para defender la más fundamental de las conquistas del pueblo trabajador, si esta idea penetraba en sus conciencias, si todo obrero y campesino pensante entendía que el ejército que estaba siendo convocado a construir era su propio ejército.
Fue desde este punto de vista que en esa época evaluamos también la paz de Brest-Litovsk.3 Firmamos aquel tratado de paz sabiendo que no había otra salida, ya que no teníamos fuerza. Pero al mismo tiempo dijimos: con esta experiencia todos los obreros y los campesinos se convencerán de que el gobierno soviético se ha visto obligado a hacer las concesiones más radicales para ganar un respiro, aunque sea un breve respiro, para el pueblo exhausto: y si, después de haber ofrecido la paz de modo honesto y abierto a todas las naciones y después de haber acordado las más pesadas concesiones; si, después de todo eso, nos atacan, entonces quedará claro para todos que en verdad necesitamos un ejército.
Al principio esta conciencia se apoderó de las masas trabajadoras sólo gradualmente. Muchos de ustedes sirvieron, en el pasado, en nuestros regimientos del primer período, y recordarán cómo eran aquellos regimientos a comienzos del año pasado. Los regimientos eran por entonces algo así como lugares de paso. Bajo la consigna del enrolamiento voluntario entraron a las filas de aquellos regimientos, seguramente, algunos obreros muy corajudos y concientes. Pero también entraron otros que eran personas sencillamente incapaces de hallar una ubicación en alguna parte, ex soldados que no habían podido hallar ninguna aplicación para sus capacidades, frecuentemente aventureros, buscadores de oportunidades fáciles. Los regimientos no eran unidades de combate, y muchas veces sucedía que, cuando un regimiento era enviado a la batalla, se desintegraba en el primer momento. Se nos demostraba desde todos los ángulos el estado de ánimo antimilitarista de las masas. Incluso algunos viejos especialistas militares, viejos generales, llegaron a la conclusión de que el pueblo ruso no era, hablando en general, un pueblo guerrero y que la experiencia de la última guerra había demostrado este hecho una vez más. Desde otro ángulo, los obstáculos prácticos nos fueron señalados: la falta de personal de mando y, finalmente, la falta de los equipos necesarios, especialmente la artillería. Y realmente quedamos aislados de todo y rodeados de obstáculos. Pero cuando los obreros y los campesinos se vieron frente a frente con el peligro del aplastamiento completo y el desmembramiento de la Rusia soviética, apareció entonces la voluntad de crear un ejército, y también aquel mismo espíritu de combate que alguna vez se había dicho que era extraño al pueblo ruso.
En el pasado, el espíritu de combate del soldado ruso, centralmente del campesino ruso, había sido pasivo, paciente y sufrido. Lo arrancaban de su aldea, lo ponían en un regimiento y lo entrenaban, enviaban al regimiento en una cierta dirección, y el soldado iba con su regimiento, disparaba, decapitaba, mutilaba, y moría... y cada hombre era individualmente inconciente de las razones por las cuales estaba luchando. Cuando el soldado comenzó a reflexionar y a criticar, se rebeló, y el viejo ejército desapareció. Para volver a crearlo fueron necesarios nuevos cimientos ideológicos: era necesario que todo soldado supiera por lo que estaba combatiendo. Esa fue la razón por la cual esta terrible amenaza de destrucción fue una precondición necesaria para el restablecimiento de nuestro ejército. Convocamos a los mejores obreros, a los más avanzados, de Petrogrado y de Moscú para pelear en nuestros frentes en la época de nuestros mayores desastres, en el verano de 1918, y de esta manera gráfica forzamos a la masa de obreros y campesinos a comprender que lo que estaba en juego era una cuestión de vida o muerte para nuestro país. Después de eso, aproximadamente en agosto de 1918, llegó el cambio que nos salvó, un cambio que comenzó no en la retaguardia (en la retaguardia, camaradas, estamos incluso ahora muy por detrás del frente), sino en el frente. No fueron las unidades que habían sido formadas en forma más o menos tranquila, bajo condiciones cuartelarias, las que demostraron ser las más disciplinadas y las más dispuestas al combate: no, fueron aquellas unidades que habían sido agrupadas en el frente, directamente bajo fuego; después de vacilaciones y retiradas, algunas presas del pánico, ellos rápidamente adquirieron, bajo la dirección política de los proletarios avanzados y sacrificados, el temple interior necesario.
La enorme importancia de una idea moral para la creación de un ejército ha sido reconocida no sólo por todo comandante genuino, sino también por todo comentarista de asuntos militares. Ustedes leen en los manuales escolares, también, que un ejército puede ser fuerte sólo si está cohesionado por alguna gran idea. Pero ese concepto se transformó en un cliché de los viejos manuales militares, y muchos de los profesores que repiten voluntariamente la frase de que un ejército es fuerte a través de una idea moral, a través de su espíritu, a menudo no tienen conciencia de cuál es la idea moral, el espíritu de nuestro ejército actual. Y por esta razón, cuando comenzamos a construir el ejército mediante la conscripción, pasando del principio voluntario al servicio obligatorio, y cuando excluimos a los burgueses y a los kulaks del ejército, algunos de los especialistas militares nos dijeron que un ejército semejante sería inviable, porque era un ejército de clase, y lo que nosotros necesitábamos era un ejército “de todo el pueblo”. A eso respondimos que para tener un ejército de todo el pueblo uno debe tener una idea que sea común a todo el pueblo, ¿y dónde estaba, entre nosotros, la idea que pudiera unir hoy en día a nuestros regimientos Rojos con los regimientos de Kolchak4 y Krasnov? Krasnov traicionó a Rusia entregándola a los Aliados primero, después a los alemanes, después otra vez a los franceses y a los británicos. Kolchak traiciona a Rusia entregándola a los norteamericanos, Shcherbachev5 a los rumanos, y así sucesivamente. Yo pregunto, ¿dónde está esa idea común que podría inspirar al mismo tiempo tanto al general Krasnov y a nuestros soldados obreros y campesinos? Semejante idea moral no existe. Estos dos campos están separados por una enemistad de clase irreconciliable. Cada uno de estos dos ejércitos, el Rojo y el Blanco, tienen su propia idea: uno tiene la idea moral de la liberación, el otro la idea inmoral de la esclavización. Pero unirlos en un único ejército de todo el pueblo es impensable. Es una noción falsa, utópica, quimérica.
Vivimos en una época en la cual un ejército fuerte y durable sólo puede ser un ejército de clase, esto es, un ejército del pueblo trabajador, de los obreros y los campesinos que no explotan el trabajo de otros. La liberación completa del pueblo trabajador por sus propias fuerzas armadas es la idea altamente moral que sirve de cimiento a nuestro ejército. Todo intento de crear un ejército sobre bases diferentes revela su podredumbre interna. Hetman Skoropadsky6, quien, felizmente, ya pertenece al terreno del pasado, contrapuso a nuestro ejército de clase su propio ejército compuesto de granjeros ucranianos que poseían no menos de 25 deciatinas7 de tierra. Movilizó a los kulaks, a la burguesía. Pero la Asamblea Constituyente8, que hoy quedó en el recuerdo, trató, en los Urales, en Ufa y en Siberia, de construir un ejército no sobre el principio de clase sino como un ejército del pueblo en su conjunto.
De este modo vemos ante nosotros, como en un experimento químico realizado en un laboratorio, tres ejércitos: nuestro propio ejército Rojo, el cual conquistó al ejército kulak de Skoropadsky en Ucrania (un ejército que demostró ser insignificante) y el ejército “aclasista” de “todo el pueblo” de la Asamblea Constituyente, el cual se desintegró. Todo lo que quedó fue el ejército contrarrevolucionario de Kolchak, y los hombres de la Asamblea Constituyente, los eseristas de derecha, se vieron forzados a desertar de sus camaradas de armas y huir hacia nosotros, al territorio de la Rusia soviética, para buscar refugio allí9. Y si somos capaces de brindarles hospitalidad y protegerlos de Kolchak, esto es sólo a causa de que no hemos construido un ejército “de todo el pueblo”, mezclando el fuego con el agua, sino nuestro propio Ejército Rojo Obrero y Campesino, el cual ha asegurado la libertad y la independencia para la Rusia soviética. Al construir nuestro ejército nos atuvimos firmemente al principio de clase como base, a un ejército puramente de clase que está compenetrado con la idea de los obreros, de la lucha por los intereses de los trabajadores y que está vitalmente ligado a las masas obreras de todo el país. Estos son simples hechos, ideas simples, pero al mismo tiempo son fundamentales e inamovibles; sin ellas nuestro ejército nunca hubiera sido creado. Ya que, en las condiciones en las cuales lo construimos, camaradas, en este país despedazado, después de la carnicería imperialista, lo que se necesitaba era la idea más clara, la más sagrada y la más indiscutida, la que tocaría el corazón de todo obrero, para permitirnos construir el ejército.
Un terrible peligro nos acechaba, como ustedes recordarán, a finales del verano de 1918. En el Oeste, los alemanes habían ocupado, no sólo Polonia, Lituania y Letonia, sino también Bielorrusia, y una parte considerable de la Gran Rusia estaba bajo el puño de hierro del militarismo alemán. Pskov estaba en manos alemanas. Ucrania se había transformado en una colonia austro-alemana. En el Este tuvo lugar la revuelta de los checoslovacos en el verano de 1918. Esta fue organizada por los franceses y los británicos pero, al mismo tiempo, los alemanes nos dijeron abiertamente a través de sus representantes que, si esta revuelta se aproximaba a Moscú desde el Este, los alemanes avanzarían sobre Moscú desde el Oeste, desde Orsha y Pskov: nos encontrábamos literalmente entre el martillo de los alemanes y el yunque del imperialismo anglo-francés. En el Norte, el verano presenció el desembarco de las fuerzas anglo-francesas en Murmansk y en Arcángel, y la amenaza de que estas avanzarían hasta Vologda. En Yaroslavl estalló una revuelta de guardias blancos, organizada por Savinkov 10 bajo las órdenes del embajador francés Noulens, con miras a permitir que las fuerzas Aliadas se ligaran, a través de Vologda y Yaroslavl, con los checoslovacos y las guardias Blancas en el Volga, vía Vyatka, Nizhny-Novgorod, Kazán y Perm. Ese era su plan. En el Sur, sobre el Don, se estaba desarrollando una revuelta dirigida por Krasnov. Krasnov estaba entonces en una alianza directa con los alemanes, jactándose abiertamente de esto y recibiendo ayuda financiera y militar de parte de ellos. Pero los británicos y los franceses se dieron cuenta de que si lograban descender por el Volga hasta Astrakán y su flanco izquierdo después daba la vuelta adentrándose en el Cáucaso Norte y en el país del Don y se ligaba con Krasnov, este último se pasaría rápidamente al campo anglo-francés, ya que para él era lo mismo a quién se vendía: necesitaba ayuda para mantener el dominio de los terratenientes sobre el Don y para restaurarlo a lo largo y a lo ancho del país. Así, desde el mismo comienzo, nuestro frente empezó a amenazar con transformarse en un anillo que se cerraría más y más estrechamente alrededor de Moscú, el corazón de Rusia.
En el Oeste estaban los alemanes, en el Norte y en el Este los anglo-franceses y las guardias Blancas, en el Sur estaba Krasnov, igualmente dispuesto a servir a cualquier campo: en Ucrania estaba Skoropadsky, el secuaz del imperialismo alemán. Lo que nos salvó en ese momento fue el hecho de que Gran Bretaña, Francia y Alemania todavía estaban combatiendo entre sí (si bien incluso entonces nuestras guardias Blancas formaban un nexo entre ellos). El mayor peligro era que a nuestras espaldas, esto es, a espaldas de la Rusia aplastada y crucificada, el imperialismo alemán y anglo-francés llegaran a un acuerdo antes de que el proletariado europeo se rebelara. En ese período nuestro país había quedado reducido casi a los límites del viejo Gran Ducado de Moscovia, y todavía se seguía encogiendo. El peligro más inmediato nos amenazaba desde el Este, donde los batallones checoslovacos formaron un eje al cual se aferró la contrarrevolución. Nuestros primeros esfuerzos estuvieron dirigidos hacia el Este, hacia el Volga.
¿En qué consistían estos esfuerzos? Como ya he mencionado, camaradas, nos dirigimos a los mejores obreros de Petrogrado y Moscú, tomamos de los cursos para instructores a los entusiastas, a los mejores elementos entre los voluntarios, a los más valerosos, y formamos pequeñas unidades compuestas de comunistas. Partimos del concepto de que el ejército no es más que la vanguardia armada de la clase obrera misma, y así nos dirigimos a los obreros y les dijimos la verdad sobre la situación y les exigimos que mostraran iniciativa y energía. Bajo los golpes de nuestros enemigos, frente a Simbirsk y Kazán, a pesar del hecho de que teníamos, quizá, una cierta superioridad en los números, nos retiramos con frecuencia, en medio del pánico, porque del otro lado estaba la superioridad en el entrenamiento y en el conocimiento, y también la superioridad en la furia y el odio de parte de los dueños de propiedades que habían sido privados de éstas, contra el ejército de los obreros y los campesinos. Finalmente ellos tenían la enorme ventaja de que nosotros nos estábamos defendiendo mientras que ellos nos estaban atacando, de modo tal que ellos podían elegir nuestro punto más débil. Elegían el lugar del territorio soviético que ellos designaban, y el momento que ellos preferían. Nosotros poseíamos la ventaja teórica (sólo más tarde ésta se transformó en una ventaja real y genuina) de que estábamos operando desde el centro, siguiendo líneas operativas internas, a lo largo de líneas radiales11. Al estar desconectados entre sí, nuestros enemigos operaban y están operando en lugares diferentes, no como un frente compacto, sino en grupos de choque. Nos vimos obligados por la lógica de las cosas a formar gradualmente un frente compacto, y este frente nuestro ahora se extiende a lo largo de 8.000 verstas12. No sé si los historiadores de la guerra conocen otro caso donde un frente se haya extendido a lo largo de una distancia tan inmensa.
De parte de nuestros enemigos la guerra podía ser librada, y ha sido librada, en forma de guerrillas, en el sentido de que pequeños destacamentos, habiendo seleccionado un cierto objetivo, un blanco particular, golpeaban contra éste para causarnos daño. La significación de la guerra de guerrillas se halla en debilitar al lado más fuerte. La guerra de guerrillas en cuanto tal no puede llegar a la victoria completa, esto es, a la victoria contra un ejército organizado. La guerra de guerrillas, hablando en general, no se propone ese objetivo: acosa, inflinge estocadas, irrita, destruye las vías de ferrocarril, ocasiona el caos; esta es la ventaja de la guerra de guerrillas como arma del más débil contra el más fuerte. Esta tenía la intención de provocarnos daño y de debilitarnos.
La defensa hubiera sido incomparablemente más fácil si hubiéramos tenido a lo largo y a lo ancho del país una milicia, esto es, un ejército local, puramente territorial, compuesto de obreros y campesinos armados y entrenados en el mismo lugar, de modo tal que un regimiento se correspondiera a un volost o a una fábrica, mientras que un uyezd se correspondiera a una división o dos... Entonces podríamos haber combatido en todas partes con fuerzas locales. La milicia no significa un ejército más débil, menos perfecto, como algunos militares profesionales suponen. Un ejército tipo milicia está formado sobre la base del entrenamiento militar obligatorio realizado afuera de los cuarteles, en las localidades, de modo tal que los entrenadores y los entrenados no son arrancados de las fábricas y los campos: son obreros-soldados y campesinos-soldados. Si hubiéramos tenido una milicia organizada, las estocadas inflingidas por nuestros enemigos, sus incursiones guerrilleras en ésta o aquélla dirección, se hubieran encontrado de inmediato con el rechazo organizado y planificado en los lugares donde se producían. Este es el ejército ideal hacia el cual nos moveremos, el ejército que debemos lograr. Pero fuimos incapaces de organizarlo así desde el principio, y nos vimos obligados a arrancar a los obreros y campesinos de sus propios hábitats cotidianos y enviarlos apresuradamente al frente.
Nos vimos obligados, como he dicho, a dirigir nuestro ejército antes que nada hacia el Este: teníamos que vencer allí a cualquier costo. Como ustedes saben, esto fue hecho; ¿pero cómo? Poniendo fin, entre nosotros mismos, al amateurismo y al pequeño localismo en los asuntos militares. Si bien el enemigo, también, estaba operando según el método de las incursiones semi-guerrilleras, tenía a su disposición unidades con un alto porcentaje de oficiales, excelentemente organizados y capacitados, dirigidos por habilidosos comandantes. Este método de guerrilla empleado por el enemigo presentaba una seria amenaza para nosotros, dado que el estado de cosas “científico” y correcto, estaba en su bando. Para protegernos contra esto, para explotar nuestra posición central, necesitábamos poner punto final a nuestros hábitos guerrilleros, tipo amateur, caseros, en el ejército revolucionario. En lo que concernía a este problema, dos tendencias chocaban en nuestras filas; en alguna medida en los frentes pero, en particular, en la retaguardia. Al principio algunos de nuestros camaradas decían: “Bajo las condiciones actuales no debemos formar un ejército centralizado con un aparato centralizado de administración y comando, no tenemos ni siquiera el tiempo o los medios técnicos para ello. En consecuencia, debemos limitarnos a formar fuerzas pequeñas bien organizadas tipo regimiento, sólo que más grandes y enriquecidas con todos los tipos de unidades técnicas especiales”. Esa era la idea original de muchísimos camaradas: fuerzas separadas, cada una contando con 2, 3 o 4.000 soldados, combinando en forma apropiada las diferentes armas. Este era un método endeble de combate: si no era posible acabar con el enemigo, barrerlo de la faz de la tierra, lo que podíamos hacer al menos era preocuparlo, inflingirle algún daño. Los alemanes eran más fuertes que nosotros en el momento que lanzaron su ofensiva, y todo lo que podíamos hacer era echarles nuestros destacamentos encima como para frenar su avance, y hacer incursiones guerrilleras en su retaguardia. Pero no podíamos detenernos en ese punto. Teníamos que destruir, mediante acciones planificadas, al enemigo que nos estaba aislando de las provincias más fértiles y más ricas de Rusia. La variedad de nuestros enemigos significaba que estábamos completamente rodeados en todos los frentes. En el Este, los checoslovacos; en el Norte, la fuerza expedicionaria Aliada; en el Oeste, la ofensiva alemana; en el Sur, Krasnov; en Ucrania, Skoropadsky. Esto demostraba que debíamos concentrar fuerzas en gran escala en el centro del país, como para ser capaces de enviarlas, siguiendo las líneas que irradiaban desde el centro, a donde fueran necesarias en cualquier momento dado. Pero para estar en posición de disponer en forma eficiente de nuestras fuerzas armadas en cualquier momento, teníamos que deshacernos de una vez y para siempre, del amateurismo en la forma de unidades independientes. Seguro, estas unidades independientes pronto volvieron a denominarse a sí mismas “regimientos” y “divisiones”. Lo que existía, no obstante, era meramente el nombre de una división: no había ninguna división genuina sino sólo unidades guerrilleras que no reconocían ningún comando centralizado desde arriba y que operaban siguiendo la iniciativa de sus propios caudillos o líderes. Experimentamos muchas dificultades y conflictos en relación con este asunto, porque entre los círculos guerrilleros amateurs había una tremenda desconfianza hacia la dirección central que mantenía una cerrada vigilancia sobre ellos y que trataba de controlarlos: “¿No socavarán nuestro poder?”, se preguntaban, “¿No nos traicionarán?”. Este era el primer punto. El segundo punto era que estas unidades habían prestado grandes servicios en el pasado en la lucha contra la burguesía rusa, contra la contrarrevolución; habían demostrado un gran heroísmo y tenían líderes que habían demostrado, en pequeña escala, a nivel de la guerra de guerrillas, ciertos talentos y cualidades militares, por lo menos algunos de ellos. De aquí sus dudas, su exagerada confianza en sí mismos y su exagerada desconfianza hacia el mando superior. Tuvieron que darse severas experiencias de derrotas en las operaciones guerrilleras contra los alemanes y en otros frentes, tuvo que librarse una batalla ideológica, y tuvo que haber medidas represivas impuestas desde arriba, antes de que algunos de los nuevos comandantes se vieran obligados a apreciar que un ejército es un organismo centralizado, que el cumplimiento de las órdenes de arriba es la garantía necesaria de la unidad en la acción. Debió ser hecho este tipo de trabajo preliminar para que pudiéramos pasar de la retirada al avance, para que pudiéramos operar simultáneamente en Kazán, en Simbirsk y en Samara. Sólo después de eso comenzamos a tener éxito: limpiamos el Volga y comenzamos a aproximarnos a los Urales.
En este punto debo, de pasada, elogiar en alto grado el trabajo realizado por nuestros aviadores rojos en el frente. Hubo, ciertamente, casos de traición, de pasarse al enemigo, pero estos fueron casos aislados, y sucedieron principalmente en el primer período de la guerra. La abrumadora mayoría de los aviadores están trabajando honesta y devotamente. Yo observé su trabajo especialmente de cerca en Kazán, y en las muy difíciles semanas de agosto de 1918: entonces, cuando nuestros regimientos eran todavía demasiado débiles, con poca capacidad de combate, los destacamentos de aviadores que estaban operando en Kazán hicieron literalmente de todo para sustituir a nuestra infantería, caballería y artillería; ellos despegaban con todo tipo de clima, volaban en círculos sobre Kazán y sobre la flotilla del enemigo, arrojaban pesadas bombas, establecían las comunicaciones con nuestras tropas que estaban operando al noreste de Kazán y que estaban aisladas de nosotros. En las situaciones más difíciles nuestros aviadores rojos han demostrado también ser héroes en los últimos meses: nuestra flota aérea roja, la cual había sido completamente destruida, ha reunido a sus miembros dispersos, y se ha reunificado, de manera tal que ahora tenemos guerreros rojos del aire de quienes nuestros enemigos hablan con odio.
En el frente Sur se repitieron los mismos fenómenos que en el Este. Varias unidades que habían venido desde Ucrania estaban operando allí contra Krasnov y sus filas incluían algunos combatientes dedicados y experimentados. Pero no había ningún sistema de comunicación y de disciplina común para todo el ejército, para todo el frente. “Cada hombre era su propio modelo”. Consideraban a cualquier comandante enviado desde arriba para establecer la unidad operativa como un personaje altamente sospechoso, preferían jugar por tanteo: si sentían presión, se retiraban; se arrastraban sigilosamente para descubrir dónde era fuerte el enemigo; allí donde éste era débil, ahí avanzaban ellos. Desarrollaron una cierta habilidad en este tipo de maniobras de guerra. Entre tales destacados combatientes estaban, por ejemplo, nuestros desaparecidos camaradas Sievers y Kikvidze, quienes desarrollaron sus métodos bastante efectivos en el combate contra los cosacos: ellos sabían cómo seguir un rastro, cómo emprender acciones evasivas, cómo retirarse, cómo avanzar por el flanco, cómo destruir. Pero todo esto estaba dentro de los límites de las pequeñas escaramuzas, que traían aparejadas con ellas pequeños éxitos o pequeños fracasos. Y la lucha, después de todo, se seguía desarrollando durante meses y exigía sacrificios colosales, sin que hubiera cambios reales en la situación.
Después de la primera afluencia de los mejores obreros de Moscú, Petrogrado y otros lugares del Sur, la masa de hombres del Ejército Rojo aprendió bajo su dirección que lo que se estaba librando era una guerra a muerte, y entonces cerraron filas y salieron adelante. Pero esto no era todavía suficiente: necesitábamos reeducar a los comandantes, a quienes habíamos reclutado de tres fuentes. Habían sido movilizados, por un lado, comandantes tomados de entre los oficiales regulares y, por otro lado, teníamos a los nuevos comandantes que ya he mencionado, quienes habían aprendido su oficio como líderes de los destacamentos guerrilleros. Finalmente, nosotros estábamos educando a nuestros propios oficiales rojos. La mayor parte de éstos demostraron ser excelentes soldados, líderes confiables para el futuro, pero al principio no tenían experiencia, y en consecuencia sólo podían ocupar las posiciones más bajas de la cadena de mandos; como mucho, podían llegar a ser comandantes de un pelotón o, en algunos casos raros, comandantes de una compañía. Hubo muchos casos donde los camaradas oficiales Rojos, después de pasar cierto tiempo en una posición de mando, solicitaban que se les diera permiso para luchar como soldados rasos durante unas pocas semanas. Si bien éstos eran obreros muy valiosos, no contaban con experiencia de combate. Los antiguos suboficiales que pasaron por los cursos de instructores tenían una ventaja inmensa sobre ellos en que ya habían obtenido aquella experiencia. En general, los oficiales Rojos son un material excelente, y hemos logrado obtener de entre ellos muchos buenos comandantes subalternos en los últimos tres meses.
Los viejos oficiales regulares, de los cuales se movilizó un considerable número, nos han provisto de muchos obreros concientes y comandantes experimentados. Por razones que ustedes comprenderán, no les voy a dar ninguna cifra, pero diré que miles y miles de dirigentes y comandantes de rangos inferiores, medios y más altos, han surgido de entre ellos, y están luchando valientemente y en forma muy sacrificada en nuestros nuevos frentes, junto con los hombres del Ejército Rojo. Este ha sido especialmente el caso en aquellos ejércitos que estaban bien organizados y firmemente cohesionados. Allí, nadie preguntaba: “¿era usted un oficial del viejo ejército, o es usted un oficial Rojo, o proviene usted de los soldados o de las guerrillas?”. En aquellos ejércitos ha habido una completa integración en la batalla.
El cambio en el estado de ánimo de los mejores elementos del viejo cuerpo de oficiales, tuvo lugar gradualmente. Durante un largo período estos vacilaban, llenos de dudas, sobre el poder soviético: estaban influenciados por los periódicos burgueses que proclamaban que el poder soviético estaba traicionando a Rusia, entregándola a los alemanes. Escuchaban esta misma calumnia de boca de Miliukov13, de Tseretelli14, de todas aquellas “autoridades” pequeñoburguesas, y entonces vacilaban, no sabiendo por quién tomar partido, qué camino seguir... Cuando estábamos rodeados por un anillo de enemigos por todos los flancos, cuando parecía que los días del poder soviético estaban contados, un gran número de antiguos oficiales se pasó del lado de nuestros enemigos, algunas veces pasándose con nuestras unidades. Por supuesto, tratamos implacablemente a aquellos que capturamos. Más de uno entre ellos fueron ejecutados. Pero cuando algunos camaradas excesivamente apresurados decían: “paren de incorporar oficiales al Ejército Rojo”, nosotros respondíamos: “No, esa es una mala idea. Necesitamos líderes con conocimiento, el ejército no puede comenzar por la primera letra del alfabeto cuando estamos rodeados por un anillo de enemigos”. No era posible que, entre las decenas de miles de antiguos oficiales regulares, no pudiéramos encontrar unos pocos miles de soldados honorables que sintieran que tenían un vínculo con las masas obreras y campesinas de la Rusia trabajadora y que fueran incapaces de vender su país a los imperialistas alemanes, franceses o británicos. Las traiciones individuales, si bien fueron numerosas, no nos hicieron cambiar nuestra política en este asunto en lo más mínimo. Y ahora podemos decir, con completa confianza, que esta política de atraernos a los elementos más limpios y honorables de los antiguos oficiales para el trabajo de construir nuestro ejército, y de incorporarlos a nuestra comandancia operativa de allí en más, ha demostrado estar completamente justificada.
Finalmente, de entre los guerrilleros autodidactas, se han desarrollado buenos comandantes, sólidos y disciplinados. Tenemos un ejército en el cual el comandante es un antiguo suboficial y el Jefe del alto mando es un antiguo general del Estado Mayor. Otro ejército está comandado por un antiguo general, y su subalterno es de la camada de los autodidactas. Tenemos todo tipo de combinaciones, no hemos permitido que se establezca ninguna regla inmutable con respecto a este asunto: en todas partes hemos tratado de incorporar en la cima a aquellos dirigentes que son enérgicos, capaces y honestos. Los comisarios son de una ayuda enorme para aquellos comandantes que no tienen experiencia o que no son firmes políticamente. Esta también es la situación en nuestras divisiones. Al mando de una división se halla un ex soldado que ni siquiera era un suboficial, y el comandante que está junto a él es un antiguo coronel del alto mando, y entre los dos hay excelentes relaciones y respeto mutuo, porque cuando los hombres derraman su sangre juntos, eso forma el vínculo de unión más estrecho posible.
Esta situación no fue alcanzada de un solo golpe. Durante un período de dos o tres meses pusimos orden en el frente Sur por medio de un intenso trabajo, frente a las tropas de Krasnov, en un área donde el enemigo era especialmente tozudo y fuerte. Nosotros mismos éramos suficientemente fuertes en términos numéricos, pero no estábamos centralizados. Las fuerzas de Krasnov, que estaban bien dirigidas, operaban por medio de incursiones aisladas, propinando vigorosas estocadas que eran muy dolorosas para nosotros, y tuvieron éxito hasta el punto de que temíamos por el destino de Voronezh, después de que ellos hubieran tomado Novokhopersk y Borisoglebsk e incluso bombardeado Tsaritsyn, donde teníamos acumulados todo tipo de pertrechos militares. En los mejores momentos del conflicto, desde su punto de vista, su ejército no sobrepasaba la cifra de cien mil hombres, incluyendo a todos los reservistas. Pero ellos poseían la tremenda ventaja de la iniciativa y la sorpresa, dos condiciones de las más importantes para el éxito militar. No mantuvieron un frente. Después de realizar una incursión hacia Voronezh y de desordenar nuestras filas, dejaron una fuerza de protección muy débil en los alrededores y desplazaron sus fuerzas principales hacia Balashov y Tsaritsyn. Nuestras tropas permanecieron en general pasivas, porque no poseíamos ni una sola unidad realmente organizada de la que se pudiera decir con justicia que perteneciera ya sea al ejército de Voronezh o de Tsaritsyn. Además, no teníamos ningún frente unificado. Nuestro principal esfuerzo estaba dirigido a obtener esto. Era necesario un vigoroso trabajo organizativo y agitativo, por un lado, para contrarrestar a los infiltrados y a los bribones que estaban tratando de abrirse camino dentro del ejército con el objetivo de socavar su moral desde adentro, para desintegrarlo y para volverlo impotente y, por otro lado para contrarrestar los hábitos de la guerra de guerrillas: tratar de trabajar de acuerdo con la propia voluntad de uno, negarse a tomar en cuenta los requerimientos operativos del conjunto del ejército dado o de todo el frente. En estas dos direcciones tuvimos un éxito rotundo. En el curso del trabajo, se destacaron comandantes honestos y capaces que llegaron hasta la cima, mientras que los bribones que habían entrado con el propósito de traicionar fueron identificados y fusilados. Los mejores elementos provenientes de las guerrillas se convencieron de que no era posible ir muy lejos sobre bases guerrilleras. Eliminamos firmemente a aquellos que no estaban dispuestos a reconocer las exigencias de la unidad operativa. Como resultado de este trabajo, se produjo un cambio en el estado de ánimo de todo el frente. En todas las direcciones, en Voronezh, en Balashov o Tsaritsyn, en todas partes, había ahora un sentimiento de unidad de mando contra el enemigo común, de unidad en la elaboración de las operaciones y de unidad en la forma en que estas eran llevadas adelante. “Ahora, finalmente, sentimos que tenemos un frente”, dijeron todos, los comandantes de alto y bajo grado por igual, con regocijo, cuando los tres ejércitos del frente Sur se unificaron internamente y comenzaron a trabajar en armonía.
Después de eso, pasamos, en el frente Sur así como en el Oriental, de la retirada al ataque, y nuestro ataque demostró ser cada vez más victorioso. Febrero fue el mes decisivo. Ahora podemos decir que el ejército de Krasnov ya casi ha dejado de existir. Su núcleo básico ha sido completamente destruido y ha huido en desbandada. Ustedes saben que Krasnov mismo ha renunciado y se ha retirado desde Novocherkassk a Novorossiisk, principalmente a causa de que tiene miedo de la venganza de sus antiguos dirigidos. No sólo ha caído en nuestras manos toda la línea ferroviaria que va desde Novokhopersk a Tsaritsyn, y Tsaritsyn se ha unido otra vez con el resto de la Rusia soviética mediante la conexión ferroviaria, sino que también el ferrocarril que va desde Tsaritsyn a Likhaya, una línea muy importante que había estado en manos de los krasnovistas, ha sido casi enteramente conquistada por nosotros ahora, con la adquisición de muchos prisioneros y un gran botín de guerra. Lo que queda es destruir con todo vigor lo que haya quedado del ejército de Krasnov. Hay una tarea más compleja que enfrentar en la cuenca del Donets, donde el enemigo consiste en parte, de los vestigios más sustanciales de las fuerzas de Krasnov, pero centralmente de unidades del Ejército de Voluntarios de Denikin que han sido trasladadas allí desde Caucasia del norte. Están tratando de defender la cuenca del Donets y, junto con esta, Rostov y Novocherkassk, porque todavía no han perdido el último rayo de esperanza de recibir ayuda de parte de los Aliados. Pero aquí, tampoco puede haber ninguna duda de que, después de la liquidación del poder burgués en Ucrania, y después de la liquidación del frente de Krasnov, la preciosa cuenca del Donets no permanecerá aislada de nosotros, y los obreros y los campesinos del Donets gobernarán allí15.
Además de lo que ya les he dicho sobre el frente sur, debo añadir unas pocas palabras sobre el frente del Caspio y el Cáucaso. Allí hemos sufrido algunos reveses muy serios los últimos dos meses, que podrían parecer bastante inesperados, ya que no hace mucho tiempo, habíamos conquistado un extenso territorio en Caucasia del Norte, con algunos lugares muy importantes. Pero este revés se sufrió, centralmente, en forma bastante legítima, ya que fue el resultado de la crisis y el colapso del guerrillerismo. En Caucasia del norte poseíamos un ejército muy sustancial, compuesto de aquellos mismos refugiados de Ucrania, junto con unidades provenientes del Don, de Terek, y de otros territorios. Entre ellos había no pocos revolucionarios honestos y dedicados, pero había también bastantes aventureros y un número incluso mayor de personas a quienes la contrarrevolución había desquiciado y atraidas ante todo por el rancho de los soldados. Los hábitos de la guerra de guerrillas, la falta de familiaridad con una organización formal y precisa y con relaciones formales correctas, se establecieron allí más firmemente que en ninguna otra parte, debido a la lejanía del centro. Ya en el otoño pasado di instrucciones formales a la delegación de las tropas del Cáucaso Norte para que retengan en el ejército a no más de un tercio de los miembros con los que contaba por entonces, brindándoles a éstos una adecuada formación, o dando de baja al resto o enviándolos al norte. “Cuando ustedes sean sólo un tercio de lo numerosos que son ahora serán el triple de fuertes”, le aseguré a la delegación. Lamentablemente, sin embargo, este asunto no fue más allá de la persuasión, debido a la extrema lejanía del frente y a la completa ausencia de una apropiada comunicación con éste. La inercia del guerrillerismo demostró ser demasiado fuerte. El ejército mantuvo su enorme fuerza numérica y sin librar ninguna batalla seria, logró algunos éxitos bastante notables. Se le enviaron instructores desde Astrakán –especialistas militares confiables y serios- pero los devolvieron a Astrakán sobre la base de que no eran necesarios. El Ejército Rojo no tiene ningún enemigo más peligroso que la autocomplacencia del guerrillerismo autosuficiente que no quiere aprender, que no quiere progresar. Y ahora vemos el resultado: un ejército inflado, o más bien una horda, ha chocado con las tropas adecuadamente organizadas de Denikin y en pocas semanas ha sido reducido a cenizas. Tenemos que pagar una vez más un alto precio por las ilusiones del guerrillerismo. Pero esta lección no ha sido en vano. Se está emprendiendo un intenso trabajo en Caucasia del norte que, esperamos, tendrá su efecto en muy poco tiempo. Lo que hemos perdido allí nos será devuelto con intereses.
En el frente norte, camaradas, después de la pérdida de las áreas de Murmansk y de Arcángel, hemos permanecido relativamente pasivos. Es verdad, en semanas recientes, disfrutamos de algún que otro éxito con la captura de Shenkursk. Esta fue una página gloriosa, aunque menor, en la historia de nuestro combate. En condiciones muy difíciles, en las cuales el enemigo, en sus propias palabras, consideraba imposible mover siquiera una cocina de campaña, nuestros soldados, arropados en overoles blancos, avanzando a través de la noche helada, arrastraron un cañón de seis pulgadas montándolo en un trineo, penetraron profundamente en la retaguardia enemiga y lo forzaron a huir de Shenkursk. Tomaron prisioneros y un enorme botín e hicieron retroceder al enemigo a 80 o 90 verstas en dirección al Norte. Todo eso, no obstante, equivalió sólo a un éxito parcial: en general permanecimos pasivamente a la defensiva en nuestro frente norte16.
Con un frente de 8.000 verstas de longitud, deberíamos haber mantenido, para conducir una estrategia activa, un ejército numeroso aquí, allí y en todas partes. Pero no poseemos un ejército tal. En consecuencia, algunos sectores de este frente de 8.000 verstas de longitud, permanecen, por el momento, pasivos y nuestra actividad está concentrada en otros sectores que son, por el momento, más importantes. En esto subyace la ventaja de nuestra posición central en relación con todos los frentes; somos capaces de modo constante de transferir y concentrar nuestras fuerzas. Pero esta ventaja fue creada y realizada sólo después de que montamos el Consejo Revolucionario de Guerra de la República, con un único Comandante en Jefe para todos los frentes, después de que se hubo establecido la unidad de mando en todos los frentes y la unidad de mando en los ejércitos de cada frente. Sólo después del establecimiento de una dirección operativa común y de la práctica del estricto cumplimiento de las órdenes militares que bajan desde arriba, llegaron a sentir todos, llegó a sentir cada soldado individual, en la realidad, en el lugar, la tremenda ventaja que posee un ejército centralizado sobre los métodos guerrilleros y amateurs. Junto con esto obtuvimos la posibilidad de calcular y elegir el punto en el cual debíamos desarrollar nuestro combate más activo en cada momento dado. Después de nuestros éxitos en el Volga, nuestros principales esfuerzos fueron desplazados, como ya he dicho, hacia la línea del frente del Don. Esta es la razón por la cual hemos permanecido pasivos en el Norte y esto todavía más porque en estos dos últimos meses se han abierto dos nuevos frentes, con respecto a los cuales, si bien los esperábamos, no podemos prever cuándo serán transformados otra vez en sectores activos, es decir, el frente ucraniano y el frente occidental.
La cuestión militar fue planteada nuevamente en Ucrania por un evento político central; la revolución en Alemania, que llevó a la revuelta en Ucrania. Aquí pudimos ver en forma especialmente clara el nexo directo entre nuestras operaciones militares y su terreno natural, la revolución obrera y campesina. Estamos librando una guerra. Pero ésta no es una guerra como las otras guerras, en la cual el territorio pasa de una mano a la otra pero el régimen permanece igual. Nuestra guerra es la revolución organizada de los obreros, defensiva u ofensiva; una revolución que defiende o extiende sus conquistas. A cualquiera que haya olvidado esto, los eventos en Ucrania se lo han recordado ruidosamente. Allí, nuestro frente cobró vida repentinamente y presionó en dirección al Sur, si bien al principio, seguramente, casi sin participación de ninguna unidad regular. Enfrentábamos una tarea urgente allí; deshacernos de la burguesía local que todavía no se había organizado, no permitirles organizarse después de que el Ejército alemán, que había apoyado a la burguesía ucraniana, hubo sufrido primero la desintegración y después la re-educación revolucionaria, y hubo retornado a Alemania. En ese momento los destacamentos guerrilleros jugaron un rol enorme y absolutamente fructífero en Ucrania. Allí como en otras partes, por supuesto, desde antes, unidades más regulares de las fuerzas soviéticas hicieron su aparición en escena y las guerrillas operaron cada vez más como un satélite alrededor de un planeta. Comenzaron a agruparse alrededor de las unidades regulares que aparecieron allí, en respuesta al llamado de los obreros y campesinos ucranianos, y al comando ucraniano ahora se le ha asignado la tarea de unificar a los destacamentos guerrilleros en unidades establecidas, divisiones regulares. Y este trabajo está avanzando en Ucrania con gran éxito porque los funcionarios militares allí poseen la ventaja de nuestra experiencia de un año: han aprendido mucho de nuestros errores y de nuestros logros. De una u otra manera, sin embargo, el frente ucraniano ha absorbido fuerzas comparativamente grandes; en su mayoría, por supuesto, tropas ucranianas17.
Fue en estas circunstancias que nos enfrentamos con la activación del frente occidental. En el Oeste, las operaciones militares eran comparativamente pocas y acarreaban pocas bajas. Allí, lo que contaba principalmente era nuestro acuerdo con los soldados alemanes que se oponían a los comandantes alemanes con espíritu revolucionario, y nuestra directa confraternización con los soldados-comunistas alemanes. Todo esto, no obstante, fue acompañado de choques armados en cualquier lugar donde las guardias Blancas alemanas o los elementos burgueses locales se nos oponían con la fuerza armada. Como resultado de estas operaciones políticas militares combinadas, despejamos un territorio muy extenso en el Oeste. Pero nuestra tarea allí está lejos de haber terminado. La burguesía de la zona occidental se recuperó de sus primeras impresiones, despertó del estupor, y con la ayuda de Europa Occidental -Gran Bretaña y Francia, y en alguna medida Alemania- tuvo éxito en reagrupar algún tipo de unidades con las cuales amenazaba, por un lado, Yamburgo, y por el otro, Pskov, y trataba de crear una amenaza sobre Riga. En Estonia, el ejército Estonio-Soviético está siendo atacado no sólo por las Guardias Blancas estonias, sino también por la burguesía finlandesa e, incluso, por pequeños destacamentos de suecos, junto con las guardias blancas rusas y alemanas; en pocas palabras, hay toda una internacional, la Internacional de los Guardias Blancos, por ahí en los países lindantes con el Mar Báltico, que opera con el apoyo de la armada británica.
Si hubiéramos permitido que este frente se fortaleciera, se podría haber desarrollado un considerable peligro allí, y unas pocas semanas atrás se podría haber dicho que este peligro estaba, de hecho, presente. Yo pasé las últimas semanas en ese sector del frente, y contemplé allí también el mismo cuadro que había observado en otros frentes. No pudimos destacar unidades templadas de otros frentes, debilitando aquellos frentes para enviar aquellas unidades a Estonia, de modo tal que las que fueron allí eran unidades más jóvenes, organizadas de apuro con campesinos recientemente movilizados, que todavía no habían tenido experiencia de batalla y que todavía no habían estado sujetos, tampoco, a ningún trabajo político; y estas unidades se dispersaron de inmediato ante el primer golpe serio del enemigo. Como siempre sucede en tales casos hubo algunas traiciones directas; por ejemplo, en la división que peleaba en la dirección de Narva, un comandante de regimiento, llevó a que parte de su regimiento se rindiera, de modo tal que, naturalmente, la otra mitad huyó presa del pánico. En una palabra, hemos tenido allí hace un mes y medio o dos meses atrás, la situación que ya se había visto en otros frentes hace seis meses. Hablo sobre todo esto con semejante franqueza, camaradas, porque ustedes necesitan conocer claramente todos los aspectos de la construcción del ejército y de su vida, incluyendo todos los costados menos atractivos. Los reveses no nos deben descorazonar en absoluto. En una época revolucionaria, un ejército revolucionario es, esencialmente, un ejército altamente tensionado que vive a los saltos; casos de crisis y pánico ocurren en él más frecuentemente que en los tiempos normales... Pero, por otro lado, si este ejército joven, altamente tensionado, se mantiene cohesionado, se le da una idea, se le da el temple necesario, se le permite ganar su primera victoria, entonces su naturaleza altamente tensionada se transforma en una poderosa fuerza ofensiva, pugna por avanzar y se vuelve invencible. Esta es la razón por la cual las dudas, las vacilaciones e incluso las retiradas llenas de pánico de las unidades más jóvenes no llenan nuestros corazones con pesimismo. Dos o tres semanas de enérgico trabajo por parte de los comandantes y comisarios en los sectores de Narva y Pskov, en el frente Estonio, fue todo lo que se necesitó para regenerar a ese frente, y aquellos soldados que, simplemente porque no estaban familiarizados y carecían de la experiencia más elemental, habían huido presas del pánico, ahora han sido recuperados y no sólo han reconstituido sus unidades sino que las han regenerado internamente. Yo visité la misma unidad dos veces, con un intervalo de diez días, y en la segunda ocasión no la reconocí. En esto subyace el tremendo poder de la idea revolucionaria y de los métodos revolucionarios de construcción. En ninguna otra parte, en ningún país ni en ningún ejército en absoluto, puede el comandante de un regimiento decirle a cada soldado: “usted debe dar su vida, si usted es convocado a hacerlo, porque usted está peleando por los intereses de su familia, de sus niños, por el futuro de sus nietos: esta es la guerra de los oprimidos y del pueblo trabajador por su propia emancipación”. Estas simples palabras, con las cuales apelamos a las mentes y los corazones de cada soldado, logran genuinos milagros.
En cada regimiento y en cada compañía hay elementos de calidad variable: los más conscientes, los más sacrificados, son por supuesto, una minoría: en el otro polo hay una pequeña minoría de elementos hostiles, ignorantes, corruptos, interesados en sí mismos, que algunas veces están compuestos por kulaks, contrarrevolucionarios. Entre aquellas dos minorías, que son como polos opuestos, están aquellos que simplemente no tienen la suficiente conciencia, los que están presos de la incertidumbre, los vacilantes, los que en su pensamiento y su sentimiento son buenos, honestos ciudadanos trabajadores de la tierra soviética, pero que tienen necesidad de entrenamiento político y militar. Y cuando el comandante de algún regimiento, o algún comisario me dice: “no puedo responder por mi regimiento, son todos egoístas en él, y cuando tienen que entrar en acción dicen: no nos han dado esto, no nos han dado aquello. Es un regimiento malo”; yo respondo con completa confianza: “si el regimiento es malo, entonces debe ser que el comandante es malo y que el comisario es malo, ya que estos hombres son los mismos que se encuentran en otros regimientos: también ellos son, centralmente, obreros y campesinos honestos”. Si ellos ven que sus líderes flaquean, si la duda empieza a corroerles la mente acerca de si el comandante está dirigiendo el regimiento en forma adecuada, si ellos no tienen ningún respeto moral por el comisario del regimiento, entonces, por supuesto, se produce la desintegración: los egoístas ganan la delantera, los mejores elementos, descorazonados, quedan a la deriva, y los elementos intermedios no saben de qué lado ponerse, y en caso de peligro ceden al pánico. Cuando los comandantes, especialmente los de menor rango, son buenos, cuando son honestos y firmes, cuando el comandante y el comisario de un regimiento son buenos, cualquier regimiento demostrará que está a la altura de su tarea. Denme la peor especie de regimiento, denme tres mil desertores, tomados de cualquier lado que quieran, y llámenlo un regimiento. Yo les daré un buen comisario de regimiento, honesto, un comisario combativo, les daré los comandantes de pelotón de compañía y de batallón correctos; y yo afirmo que en cuatro semanas esos tres mil desertores brindarán a nuestro país un regimiento espléndido. Y eso no es una esperanza, no es un programa, no es una idea, ha sido demostrado por la experiencia, y en las últimas semanas lo hemos demostrado otra vez mediante nuestra experiencia en los sectores de Narva y de Pskov del frente, que ahora están en manos de unidades que han sido soldadas por la unidad.
Hay otro frente potencial más del cual no he dicho nada hasta ahora, esto es, el frente de Karelia o finlandés. No se están realizando ningún tipo de operaciones militares allí. Finlandia no está directamente en guerra con nosotros, si bien está combatiendo contra nosotros indirectamente enviando sus tropas a Estonia, desde donde están atacando Yamburgo junto con las Guardias Blancas, estonias y rusas. Pero no hay ningún frente, en el sentido estricto de la palabra, en el istmo de Karelia. No obstante, en semanas recientes sí ha habido en Finlandia una frenética (en el sentido estricto de la palabra) agitación a favor de una ofensiva contra Petrogrado. Ellos piensan que somos más vulnerables allí, ya que hemos perdido el dominio del Mar Báltico y entonces el acceso a Petrogrado está ahora mucho más desprotegido. Cuando estaba en el poder el año pasado, la clase obrera de Finlandia era el mejor escudo de Petrogrado. Pero ahora, por el momento, la burguesía domina en Finlandia, y su líder, Mannerheim, un ex general ruso, ha venido llevado adelante una campaña de agitación a favor de un ataque contra Petrogrado, y la prensa burguesa finlandesa y sueca ha estado diciendo que Petrogrado podría ser tomada con un golpe corto y contundente, mediante una incursión; tarea para la cual, dicen ellos, sería suficiente asignar sólo una o dos divisiones. Además, el general Mannerheim ha ordenado a sus fuerzas que realicen maniobras cerca de nuestra frontera, en Terijoki, y la prensa burguesa finlandesa ha escrito abiertamente sobre esto en tono desafiante. Por supuesto, no ha habido una gran alarma en Petrogrado a este respecto, ya que es cómico y absurdo hablar de que la burguesía finlandesa, que apenas logró (con la ayuda de las bayonetas Hohenzollern) contener la revolución de la clase obrera finlandesa, la burguesía de un país con una población de no más de dos millones y medio de habitantes, esté en condiciones de librar batalla con la Rusia soviética revolucionaria. No obstante, surgió una profunda indignación entre los obreros de Petrogrado por la idea de que las Guardias Blancas finlandesas, cuyas espadas están todavía húmedas con la sangre de los obreros finlandeses, se atrevan a amenazar a la clase obrera de Petrogrado, nuestra capital revolucionaria, roja.
En respuesta a las maniobras de Mannerheim realizamos nuestras maniobras en nuestra frontera con Finlandia. Convocamos a todos a agruparse en defensa de Petrogrado. La respuesta más ardiente y más grande a este llamado provino de los camaradas que están participando de los cursos de entrenamiento militar en Petrogrado. Ante su solicitud unánime, la actividad normal de estos cursos fue suspendida, y todos estos cadetes fueron agrupados temporalmente en una unidad móvil de calidad soberbia. Pasamos revista a esta unidad en la antigua Plaza del Palacio, ahora llamada la Plaza Uritsky, y en esta revista participó un oficial del ejército francés, el capitán Sadoul, que ha roto con su gobierno, con la misión militar francesa, para defender al poder soviético, y ahora está trabajando en nuestro departamento de inspectores militares. Este capitán Sadoul, parado a mi lado y contemplando a nuestros futuros oficiales rojos y su espléndido rendimiento militar, el entusiasmo que se trasluce en sus rostros, el inspirador espíritu de disciplina en sus filas, nos dijo deleitado que éste era uno de los espectáculos más sublimes que él había visto en su vida, añadiendo: “Qué pena siento que la misión militar francesa, encabezada por el general Niessel, no esté aquí: si ellos llegaran a ver a vuestros futuros oficiales rojos, formados en esta unidad de combate, le dirían a su gobierno: cuidado con atacar a Rusia, Rusia no está indefensa, ella tiene sus propios oficiales y soldados rojos!” Y ante estos cadetes, estos jóvenes camaradas de Petrogrado, yo prometí que si Petrogrado llegara a estar realmente amenazada desde el frente de Olonets, Karelia o Yamburgo, la tarea de confrontar esa amenaza recaería en ellos; ellos serían los primeros en la defensa del Petrogrado rojo, y ellos respondieron a este compromiso como dignos y honorables soldados de la revolución. Ellos asumieron esta responsabilidad con regocijo, y en particular, llevaron adelante las maniobras en que participaron en forma espléndida.
¿Pero qué sucedió? Lo que sucedió fue que la temeraria empresa de Mannerheim terminó en un gran fiasco. Se desplazó unos pocos pasos en dirección a nuestra frontera, pero los regimientos finlandeses de Guardias Blancas realizaron un mitin -¡horror!- en Terijoki, en el cual declararon: “Ustedes nos están llevando no a hacer maniobras sino a la guerra con el Ejército Rojo: nosotros estamos dispuestos a defendernos, pero no queremos atacar Petrogrado” Y Mannerheim tuvo que retirar sus tropas. En sus maniobras eventualmente participaron no más de... dos compañías. Así, este experimento terminó en un colapso miserable. Al día siguiente, o al otro día, apareció una entrevista con el general Mannerheim en los periódicos, en la cual dijo que por consideraciones internacionales y de otra índole el ataque contra Petrogrado... sería pospuesto hasta la primavera. En consecuencia podemos esperar más o menos tranquilamente en ese frente hasta que llegue la primavera. En cuanto al terrible general Mannerheim, es apropiado recordar en lo que a él concierne la expresiva frase de nuestro famoso satírico Saltikov-Schedrín: “Proclamó que se tragaría al mundo entero y acabó comiéndose un gorrión”. Así sucedió con el general Mannerheim: prometió tomar Petrogrado con un solo golpe corto y contundente, pero en realidad se encontró con que tenía un par de compañías para realizar maniobras cerca de Terijoki.
Sin embargo, si la situación de la burguesía finlandesa, o la presión de la burguesía anglo-francesa sobre ella, los llegara a empujar a lanzar una ofensiva contra Petrogrado, entonces, por supuesto, tendríamos un nuevo frente. No puede haber ninguna duda de que en ese caso no nos deberíamos confinar a medidas defensivas, sino propinar nosotros un golpe corto y contundente en Helsingfors, ya que la clase obrera finlandesa está esperando ayuda proveniente de las tropas rojas de Petrogrado. En los cursos de instructores de Petrogrado, cuando se enteraron de las órdenes de Mannerheim de lanzar una ofensiva, los cadetes finlandeses (ellos tienen su propia escuela militar) pidieron ser enviados al frente contra ese verdugo. Además de estos cadetes tenemos algunas buenas unidades compuestas enteramente de obreros finlandeses. Lo que es todavía más instructivo es el hecho de que de los 17.000 hombres movilizados obligatoriamente por Mannerheim (junto con la guardia burguesa), según la propia prensa burguesa finlandesa, el 90 por ciento son rojos. Es real que, como dicen nuestros camaradas finlandeses, esto es una exageración, que el ejército contiene no un 90 sino sólo un 70 por ciento de rojos. Pero incluso eso ya es suficiente. No es por nada que Mannerheim se haya abstenido de armar a los conscriptos. Una ofensiva de las fuerzas rojas contra Helsingfors sería apoyada con entusiasmo por el conjunto de la clase obrera finlandesa. Declaramos en Petrogrado que no vamos a tratar de crear un nuevo frente entre Finlandia y Petrogrado, pero si este frente cobra vida a iniciativa de nuestros enemigos, entonces tomaremos medidas para asegurar que Petrogrado sea salvaguardada del bando finlandés de una vez para siempre, y hay sólo una forma de hacer eso: estableciendo en Finlandia el poder de los obreros y los campesinos pobres.

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Resumiendo la situación en nuestros frentes, puede decirse que la situación es completamente favorable. El trabajo que ha sido logrado por el Ejército Rojo es colosal. En agosto de 1918 nuestra situación militar era de lo más complicada; era la época de la caída de Kazán. Después de eso, en curso de siete meses, el Ejército Rojo despejó un territorio inmenso, cerca de 130 uyezds y 28 provincias, con área total que supera las 850.000 verstas cuadradas y una población de 40 millones. En términos de superficie, esto es equivalente a Italia, Bélgica y Grecia juntas, y en población es equivalente a Francia. Según la información brindada por el Alto Mando de toda Rusia, en la cual yo confío, las ciudades recuperadas en las provincias llegan a 166, mientras que las localidades habitadas no urbanas superaban las 164.000. Entre las ciudades más importantes les nombraré las siguientes: en el frente occidental: Pskov, Riga, Vilna, Minsk, Gomel, Chernigov; en el frente sur: Kiev, Poltava, Jarkov, Yekaterinoslav, Aleksandrov, Kupiansk, Bakhmut, Lugansk; en el frente oriental: Kazán, Simbirsk, Syzran, Samara, Ufa, Orenburgo, Uralsk. Desde el punto de vista económico, la región Lugansk-Bakhmut-Slavyansk-Nikitovka es de enorme importancia, por sus depósitos de sal gema, carbón, mercurio y yeso: también importante es el área de Ufa-Orenburgo, y las provincias de Vyatka, Kazán, Samara y Orenburgo, con sus depósitos de mineral de hierro, y el área del arco de Samara, con sus depósitos de asfalto. En la porción recuperada de la provincia de Yekaterinoslav hay acerías metalúrgicas importantes. Finalmente, la línea del frente ha alcanzado Krivoy Rog, que es rica en yacimientos de hierro. En el frente oriental hemos ocupado muchas fábricas de gran importancia militar, tales como las acerías Izhevsk y Votkinsk en el área de Samara, y en el frente sur la fábrica de cartuchos en Lugansk. Finalmente, la toma de Orenburgo abre la puerta al Turkestán, del cual podemos obtener el algodón necesario para nuestra industria textil. Todo el este y el sur son ricas áreas agrícolas. Este es el territorio que el Ejército Rojo obrero ha atravesado y ha ganado para la Rusia obrera.
¡Camaradas! No podemos concluir de todo esto que nuestra tarea haya sido completada. ¡No, lejos de eso! Hoy el poder soviético está realizando un esfuerzo denodado para asegurar la paz tan pronto como sea posible, incluso a costa de concesiones gravosas, ya que nada puede ser más gravoso para un pueblo exhausto y hambriento que esta terrible guerra que nos ha sido impuesta. Hace un año firmamos la paz de Brest-Litovsk para ganar un respiro para nuestro pueblo y nuestro país. El respiro fue demasiado breve, ya que de inmediato tuvimos enemigos que nos atacaban desde el otro lado. No hace mucho tiempo, el Comisario del Pueblo para Asuntos Exteriores repitió en forma precisa, oficial, la declaración realizada por el gobierno soviético a todos los gobiernos que están combatiendo contra nosotros. La esencia de la declaración era esta: “Ustedes están peleando contra los obreros y campesinos rusos; ¿para qué? ¿Quieren el interés sobre vuestro capital? ¿Concesiones, territorio? ¿Qué es lo que ustedes desean? Dígannos, y conversaremos en forma ordenada sobre lo que nosotros podemos, lo que estaremos obligados a cederles para que al pueblo ruso se le permita trabajar en paz.”
Ustedes y yo sabemos, por supuesto, que todo lo que cedemos ahora nos será devuelto más tarde, porque la Rusia soviética sólo está cediendo ante los imperialistas temporalmente. Bajo la paz de Brest-Litovsk, entregamos temporalmente una zona inmensa en el oeste, junto con Ucrania entera, al imperialismo alemán y austro-húngaro. En ese momento, nuestra burguesía, que caminaba de la mano del imperialismo alemán allí donde podía, nos acusó de traición, de entregar al país. Nosotros les respondimos: “No hay ejército, entonces estamos obligados a ceder. Pero lo que estamos dando volverá a nuestras manos”. Y si bien los regimientos alemanes llegaron a Rusia como opresores y esclavizadores, bajo la insignia amarilla del imperialismo, volvieron a casa como regimientos revolucionarios, bajo el estandarte rojo del comunismo. Lo mismo sucederá, en el final, como resultado de nuestras concesiones a Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos. Le decimos a Wilson18, Lloyd George19 y Clemenceau20: “Todo lo que ustedes nos quitan, los obreros británicos, franceses y norteamericanos nos lo devolverán dentro de un mes o dos, dentro de seis meses, dentro de un año, cuando establezcan el poder soviético en sus países.”
Me preguntan, en relación con esto, cuál es la posición concerniente a la isla de los Príncipes21. Las Islas de los Príncipes están, como ustedes saben, en el Mar de Mármara, y los imperialistas anglo-franceses y norteamericanos nos iban a invitar a ir allí para negociaciones concernientes al destino de Rusia. Ellos decidieron, por supuesto, invitar no sólo al gobierno soviético sino también a todos los otros denominados gobiernos, el Blanco y el Negro, que todavía no han perecido porque están apoyados por el imperialismo extranjero. Krasnov respondió que él no participaría de una conferencia con bolcheviques. Dio esta respuesta muy orgullosamente hace unas pocas semanas, pero ahora él mismo ha tenido que abandonar el Don, como un exiliado, y buscar refugio en Novorossiisk. Los hombres de la Asamblea Constituyente estaban previamente combatiendo contra nosotros, pero ahora han venido a buscar refugio y protección en nuestro territorio. El mismo destino le aguarda a Kolchak y a Krasnov. Nosotros hemos declarado que estamos dispuestos a ir a la Isla de los Príncipes, y ante todo el mundo explicaremos allí qué es lo que nos mantiene en el poder: nunca hemos sido apoyados por gobiernos burgueses extranjeros y no hemos buscado tal apoyo, sino que por el contrario lo hemos rechazado categóricamente. Todos nuestros enemigos -Krasnov, Skoropadsky, Dutov22, Denikin23, Petliura24- todos se mantuvieron en el poder exclusivamente con el apoyo de la burguesía extranjera. Nosotros nos hemos mantenido y nos seguimos manteniendo parados sobre nuestros propios pies. Y estamos dispuestos a decir eso, y a demostrarlo en cualquier parte: en Moscú o allá, donde ellos están, en las Islas de los Príncipes. Pero ellos mismos, aparentemente, han cambiado de idea, o están vacilando sobre si invitarnos a ese lugar; quizás porque saben que las negociaciones en Brest-Litovsk le prestaron un gran servicio a la causa de la revolución alemana. No estamos preocupados por lo que ellos decidan. Si ellos deciden convocar la conferencia de la Isla de los Príncipes, iremos allí, y continuaremos allí la obra que hicimos en Brest-Litovsk. Si cambian de idea y deciden no hacer la conferencia, debemos esperar. Con cada día que pasa el número de estos falsos gobiernos Blancos está disminuyendo, ya que el poder soviético los está barriendo de la faz de la tierra. Con respecto a las Islas de los Príncipes, no nos resulta muy atractiva, aunque sólo sea en razón de su nombre principesco. Quizás, mientras estos caballeros están cavilando, nosotros encontraremos nuestras propias islas soviéticas a las cuales enviaremos a los imperialistas de todos los países; pero no con el propósito de negociaciones.
En este momento, no obstante, el poder soviético no prevalece en Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos, y nosotros anunciamos abiertamente que estamos dispuestos a negociar con las bestias de presas y los verdugos que han puesto un cuchillo en la garganta de la Rusia soviética. Eso significa, camaradas, que nuestra guerra es, en todo el sentido de la palabra, una guerra de defensa revolucionaria: nos están atacando, y nosotros nos estamos defendiendo. Incluso en relación con la pequeña Finlandia, con sus grandes crímenes, no estamos tomando medidas ofensivas, los soportamos porque sabemos que el tiempo está de nuestro lado. La política de la paz es la política del poder soviético. Pero esta política de paz no es una política de rendición, una política de ceder las conquistas de la revolución a sus enemigos mortales. No, la política de paz presupone la disposición a defender las conquistas de la revolución hasta nuestro último aliento, si el enemigo llegara a atacarlas. Debemos oponernos al espíritu de la agitación deshonesta que se está realizando en nuestro país y en nuestros regimientos por ciertos grupos partidarios tales como los mencheviques y los eseristas de izquierda y de derecha, quienes escriben en sus periódicos que, como el país es pobre y está exhausto, deberíamos “detener la guerra civil”. “No hay ninguna necesidad del Ejército Rojo”, dicen los eseristas. Una vez más déjennos recordar con quiénes estamos en guerra: en el sur con Krasnov; en el este, con Kolchak; en el oeste, con las Guardias Blancas finlandesas y estonias. Todos nos están atacando y nos tratan de estrangular. Detener la guerra civil, deponer las armas, significaría volvernos impotentes frente a nuestros enemigos. Tenemos todo el derecho de decirles a los caballeros mencheviques: “¿Así que ustedes están por detener la guerra civil? Entonces por favor diríjanse a Kolchak y a Krasnov y díganle a ellos que detengan la guerra civil.”
Nuestra guerra civil es la auto-defensa revolucionaria. Nos hemos dirigido personalmente a todos nuestros enemigos, informándoles de nuestra disposición de conseguir la paz al precio de las mayores concesiones y sacrificios. Pero nuestros enemigos han probado no estar dispuestos a llegar a ningún acuerdo, porque ellos han considerado al gobierno soviético un enemigo mortal, si bien al mismo tiempo creen que son lo suficientemente fuertes como para lidiar con nosotros. Esa es la razón por la cual no han querido llegar a ningún acuerdo con nosotros.
Recientemente, no obstante, se han empezado a escuchar diferentes melodías en su campo. Lloyd George dijo no hace mucho que era peligroso atacarnos, porque el resultado de este ataque ha sido que millones de campesinos se han agrupado alrededor del poder soviético, y defenderán a su país con toda su fuerza. Nos enteramos por los diarios que el presidente de Estados Unidos, Wilson, ahora considera que el ataque de los señores “Aliados” contra Arcángel fue un error. Después de nuestra captura de Shenkursk, los soldados norteamericanos y británicos cayeron presa de la desmoralización, dejaron sus posiciones y retrocedieron a la disparada hacia Arcángel. Ha habido una revuelta abierta en Murmansk. En el frente de Odessa, según la información que hemos recibido, los regimientos franceses están exigiendo la repatriación, mientras que las tropas de soldados negros no pueden soportar el clima y ya han sido enviados de retorno a casa desde Odessa. Wilson y Lloyd George están comenzando a darse cuenta que cometieron un error. Además, el conflicto interno se está desarrollando entre estos caballeros. Hoy en día ha sido anunciado el programa de paz de Japón: si bien no exigen que Siberia oriental les sea transferida, Japón insiste con que ningún país debe tener ninguna preferencia o concesión especial en Siberia. Esto significa que estos caballeros se han visto forzados a limitar sus impulsos agresivos en lo que concierne a la Rusia soviética. ¿Por qué? Porque nos hemos vuelto más fuertes que antes, y ellos se han debilitado. Bajo condiciones muy dificultosas hemos creado un ejército fuerte, mientras que sus ejércitos están en desbandada por todos lados. Y esto está sucediendo en su retaguardia también.
En consecuencia, nuestra posición internacional ha mejorado en todos los aspectos. Pero esta conclusión no debe dar lugar a la complacencia, a la relajación despreocupada: no, no tenemos derecho a dormirnos en los laureles. La carnicería mundial está lejos de haber terminado, puede estallar otra vez con llamas terribles; en el este, a iniciativa de Japón, en el norte, a iniciativa de Gran Bretaña y Estados Unidos, y en el sur y el oeste a iniciativa de Francia, Rumania y Polonia. Todavía puede haber intentos de darnos un golpe mortal, desde esta dirección o aquella, en Petrogrado o en Moscú.
La burguesía está moribunda. Pero las convulsiones de un organismo moribundo son muy violentas. El aguijón de una abeja moribunda es muy doloroso. La burguesía todavía es peligrosa. Tenemos que temerle al golpe final que puede propinarnos. Necesitamos ser fuertes. Necesitamos buenos regimientos. Necesitamos un cuerpo de comandantes bueno, militante y joven. ¡Eso significa que los necesitamos a ustedes, camaradas! En este momento no tenemos todavía necesidad de arrancarlos prematuramente de vuestros bancos escolares y enviarlos de apuro al frente antes de que vuestro curso haya terminado. Somos lo suficientemente fuertes como para poder dejarlos continuar tranquilamente vuestro entrenamiento militar detrás del escudo que nos brinda nuestro frente. Pero lo que se requiere de ustedes es una actitud absolutamente concienzuda hacia vuestro trabajo. Nuestro ejército es un ejército obrero y campesino, pero eso no significa un ejército ingenuo, ignorante; no, este ejército no rechaza la ciencia militar y la técnica militar. Por el contrario, nuestro ejército proletario y mujik25 debe estar equipado y ser entrenado de acuerdo con la última palabra de la ciencia militar. Cada uno de ustedes, después de pasar por un breve curso aquí, y después de haber obtenido una cierta cantidad de experiencia de combate en el frente, debe concentrarse con dedicación una y otra vez a los estudios militares, en la academia militar o en la escuela para los cadetes del Comando General que estamos abriendo. El destino nos ha obligado a preocuparnos por los asuntos militares. Como tenemos que ser soldados de la revolución, un deber de honor nos manda ser soldados bien informados, con una educación integral. ¡Debemos trabajar, debemos estudiar!
En nuestros regimientos, rojos ustedes descubrirán que las exigencias que se les hacen son mayores que antes. Ya poseemos algunos comandantes, y los soldados han tenido experiencia. En consecuencia, los recién llegados a la comandancia están sujetos a exigencias mayores. Ustedes necesitarán estar a la altura de las expectativas de los soldados cuyo destino se les confía en tanto comandantes. Ustedes tendrán que mantener una actitud concienzuda y honorable hacia la tarea que han sido convocados a desempeñar.
Es muy posible que todavía tendrá que pasar un largo tiempo antes de que podamos deponer nuestras bayonetas. Europa ofrece un espectáculo de un sombrío conflicto entre las clases y los pueblos. Pasarán meses o años, y entonces Europa será liberada de la vieja opresión y la vieja explotación. Se establecerá una república federal obrera y campesina a lo largo y a lo ancho de Europa, y nosotros formaremos parte de esa república. Cuando llegue ese momento no tendremos ninguna razón para temer por la seguridad de nuestra frontera. Allí donde miremos, sólo veremos amigos y hermanos.
Esta no es la situación todavía hoy en día. El enemigo no ha sido desarmado. No tenemos ningún amigo o hermano entre las clases dominantes de Europa y el mundo entero. Todavía debemos aferrar firmemente nuestro fusil, y todos deben mantener hacia sus responsabilidades la actitud de un soldado valiente y honorable de la revolución. Ustedes, especialmente, como futuros comandantes rojos, a quienes la clase obrera -la clase obrera no sólo de nuestro país, sino del mundo entero- contempla con fe y esperanza. La prensa burguesa de todos los países declaraba al principio que no seríamos capaces de crear un ejército, porque no teníamos hombres para los puestos de comando. Ahora, no obstante, la prensa burguesa de Europa y Estados Unidos ha reconocido que estamos formando comandantes de primera categoría a partir de nuestros obreros concientes, los campesinos honestos y lo mejor de nuestros soldados. ¡Esos son ustedes, camaradas! Yo creo que ustedes demostrarán estar a la altura de la tarea que se les ha encomendado. Pero que ninguno de ustedes se olvide jamás que nuestro ejército está fundado en una idea sagrada, elevada: servir honorablemente, con las armas en la mano, los intereses de las masas obreras oprimidas. Tengan esto firmemente presente: aquello que era la esperanza de los pueblos oprimidos, el sueño íntimo de los trabajadores, su fantasía religiosa, aquellas cosas sobre las que ellos cantaban; la esperanza de salvación, de liberación, que el pueblo oprimido y trabajador de todos los países nunca cesó de anhelar; esto ha comenzado a realizarse ahora. Estamos empezando a aproximarnos a este nuevo reino de libertad. Nuestros enemigos están tratando de liquidar esta realización de los ideales más sagrados, más apreciados del pueblo trabajador. Ustedes son la vanguardia convocada para defender la conquista revolucionaria del pueblo ruso. En esta terrible hora el poder obrero y campesino se dirige a ustedes, camaradas cadetes, a ustedes, camaradas comandantes, con las palabras: “El peligro acecha a la República Soviética”, ustedes responderán: “Presente”, y combatirán y morirán heroicamente, oponiéndose a los enemigos del pueblo trabajador.

1 Traducción al español para esta edición de «Cuadernos», tomada de How the Revolution Armed, Vol. 2, pág. 15, New Park Publications, Londres, 1979 (NdE).
El 23 de febrero de 1919, se realizaron grandes actos en Moscú en ocasión de la celebración del aniversario de la organización del Ejército Rojo. El camarada Trotsky habló a los estudiantes de los cursos para comandantes en el edificio de la antigua escuela militar Alekseyevesk. Al día siguiente, el 24 de febrero, dio su informe titulado “En los frentes”, en el Salón de las Columnas de la Casa de los Sindicatos, ante una reunión de cadetes pertenecientes a todos los cursos de Moscú. Este informe fue publicado como folleto separado por la editorial soviética Sovetsky Mir, Moscú, 1919.
2 La desintegración del ejército alemán comenzó con las tropas que ocupaban Ucrania y nuestras fronteras occidentales. La revolución de noviembre en Alemania aceleró el proceso, el cual se desarrolló bajo la influencia del movimiento revolucionario en Rusia. Los soldados alemanes frecuentemente se negaban a luchar contra los insurgentes ucranianos, y elegían soviets de diputados soldados y comités de regimiento. El alzamiento de las fuerzas de ocupación tuvo un efecto considerable en la ruptura del ejército alemán en su conjunto.
3 El 26 de octubre de 1917, al día siguiente de la revolución, el II Congreso de los Soviets aprobó un “Decreto sobre la paz”. El Comandante en Jefe Dujonin, al haberse rehusado a iniciar negociaciones con los alemanes, fue depuesto, y el 14 de noviembre el recientemente designado Comandante en Jefe, Krilenko, envió la primer delegación bajo la bandera de una tregua para abrir negociaciones. El 20 de noviembre, nuestros delegados tuvieron una reunión con los alemanes, y el día 22 se firmó un armisticio. El Consejo de Comisarios del Pueblo publicó dos proclamas dirigidas a los gobiernos de la Entente, invitándolos a sumarse a las negociaciones en Brest. Al no recibir ninguna respuesta, el gobierno soviético continuó negociando separadamente. Estas negociaciones se prolongaron, sin interrupciones, hasta el 3 de marzo de 1918, cuando la Rusia soviética fue obligada por la fuerza de las bayonetas a aceptar condiciones muy severas. ¿Cuáles fueron los motivos que impulsaron a nuestros delegados a prolongar las negociaciones y por qué no firmaron el tratado de paz antes de que comenzara la ofensiva alemana? En enero comenzó una huelga general en Alemania. Hubo poderosos disturbios en Austria. El significado agitativo de las negociaciones, que se basaban en la expectativa de una revolución en Alemania en un futuro cercano, alimentaba la esperanza de escapar a la guerra. El Comité Central de nuestro partido demostró no tener unanimidad en ese momento de crucial importancia para la revolución. El camarada Lenin fue el único que insistió desde el comienzo que debíamos hacer la paz con Alemania, incluso sobre la base de condiciones que eran duras para nosotros. El 9 de enero la mayoría del Comité Central votó por seguir prolongando las negociaciones, y este punto de vista fue respaldado por el III Congreso de los Soviets. El 10 de febrero se rompieron las negociaciones en Brest. Trotsky se rehusó a firmar la paz leonina, pero declaró que Rusia no continuaría con la guerra y que estaba desmovilizando a su ejército. En la noche del 17 de febrero, esto es, unas pocas horas antes de que comenzara la ofensiva alemana, el camarada Krilenko le preguntó al Comité Central qué acciones se tomarían en la eventualidad de una ofensiva tal. Sólo cinco miembros (Lenin, Stalin, Sverdlov, Sokolnikov y Smilga) se declararon a favor de proponerle inmediatamente a Alemania reemprender las negociaciones con miras a firmar un tratado de paz. Los otros seis miembros del CC votaron en contra de esto. Durante la noche del 17-18 de febrero las tropas comenzaron a avanzar todo a lo largo del frente. El 19 de febrero, después de una ulterior discusión en el CC, se emitió un mensaje por radio acordando firmar la paz inmediatamente. Los alemanes estaban avanzando sin encontrar ninguna resistencia; no sólo marchando sino que también viajaban por los ferrocarriles. No habiendo recibido ninguna respuesta de parte del gobierno alemán, el Consejo de Comisarios del Pueblo convocó al país a defender la patria socialista. La respuesta enviada por los alemanes el 22 de febrero establecía condiciones todavía peores que las presentadas anteriormente. El 23 de febrero el CC discutió la propuesta de Von Kühlmann. El camarada Lenin habló a favor de aceptar inmediatamente las condiciones alemanas. El camarada Trotsky lo apoyó. Bujarin continuó defendiendo la postura de guerra revolucionaria. El resultado de la votación fue: 7 por aceptar las propuestas alemanas, 4 en contra, y 4 abstenciones. El 3 de marzo se firmó el tratado, que fue luego ratificado por el VII Congreso del Partido y el IV Congreso Extraordinario de los Soviets.
Según las cláusulas del tratado de Brest-Litovsk, Rusia era privada de Ucrania, Curlandia, Estonia y Livonia. Las ciudades de Kars, Batum, y Ardan fueron cedidas a Turquía y las islas Aaland fueron cedidas a Alemania. La Rusia soviética fue obligada a desmovilizar a su ejército y a desarmar a su armada dentro del menor tiempo posible. La revolución de noviembre de 1918 en Alemania anuló al Tratado de Brest, justificando en consecuencia completamente la línea táctica del camarada Lenin.
4 Kolchak, A.V. (1873-1920), era un almirante zarista que luego de que el poder soviético había sido temporariamente derrocado en Siberia surgió allí como títere de los Aliados. En noviembre de 1918, los atamanes (caudillos) lo designaron comandante supremo. Cuando la contrarrevolución fue derrotada, fue abandonado por los Aliados y fue arrestado durante una insurrección en la provincia de Irkutsk. Kolchak fue ejecutado en febrero de 1920 por orden del Comité Revolucionario de Irkutsk. (N de E)
5 El general ruso Shcherbachev ayudó a las tropas rumanas a tomar la ciudad de Kishinev, luego de que aquellas fueran detenidas varias veces por las fuerzas revolucionarias. Los rumanos se anexaron así la región de Besarabia y proclamaron la independencia de la República de Moldavia mientras todos los disidentes eran arrestados y fusilados. (N de E)
6 El general ruso Skoropadsky fue designado soberano (hetman) de Ucrania con el consentimiento de las tropas alemanas en abril de 1918. Este pidió a las tropas alemanas que ocuparan el país para garantizar el orden. Cuando éstas se retiraron, su gobierno colapsó en noviembre de 1918. (N de E)
7 Una deciatina equivale a 1,08 hectáreas. (N de E)
8 Luego de que los bolcheviques disolvieron la Asamblea Constituyente en 1918, los eseristas de derecha y otras fuerzas burguesas rusas intentaron mantenerla en oposición a los soviets.
9 A finales de marzo la situación en el frente Oriental era la siguiente. Después de 8 meses de combate activo contra los checoslovacos y contra el Ejército Popular de la Asamblea Constituyente, nuestro ejército Rojo había logrado resonantes victorias en todo el flanco sur del frente Oriental. El frente había avanzado desde el Volga hacia los Urales, y en su extremo sur la República Soviética se había ligado con el Turkestán. Sólo en el sector norte había logrado tener éxito el enemigo; éste había tomado Perm después de un combate tenaz y estaba, en consecuencia, amenazando el flanco de nuestro grupo de Ufa (el Quinto Ejército). La situación de nuestras fuerzas también había mejorado considerablemente durante el invierno. Lo que habían sido Unidades Rojas desorganizadas que operaban separadamente, sin ligazón entre ellas, se transformaron en ejércitos regulares que exitosamente superaron las difíciles condiciones geográficas y la resistencia tenaz del enemigo. Alrededor de marzo de 1919 se habían producido grandes cambios en el campo enemigo. El colapso del Ejército de la Asamblea Constituyente frente a Samara, obligó al gobierno eserista establecido en Samara a tomar parte de una conferencia realizada en Ufa en la cual todas las fuerzas contrarrevolucionarias fueron unificadas sobre la base de una plataforma de lucha contra los bolcheviques. Se formó un Directorio compuesto del general Boldyrev, el cadete Astrov, el socialista-popular Chaykovsky, el nacionalista siberiano Vologodsky y el eserista Avksentiyev. Lo que quedaba del Ejército de la Asamblea Constituyente fue transferido al general Boldyrev. El directorio comenzó a seguir una política cada vez más reaccionaria, y a su gabinete se sumó A. V. Kolchak, en el puesto de Ministro de Guerra. El 18 de noviembre de 1918 el gobierno provisional de toda Rusia estalló. Lo que quedaba del grupo Asamblea Constituyente, que se había mudado de Samara a Ekaterinemburgo, fue arrestado y llevado a Cheliabinsk, y de allí a Ufa. Kolchak fue elegido unánimemente como el “Gobernante Supremo” de Rusia. Desde ese momento, junto con el aplastamiento de todas las organizaciones obreras, los interminables arrestos y ejecuciones, el enérgico trabajo dirigido a la formación de un ejército prosiguió con la estrecha colaboración proveniente de los Aliados. A comienzos de marzo de 1919, Kolchak, tomando ventaja del desvío de nuestras fuerzas hacia otros frentes y sin esperar a que sus propias fuerzas estuvieran completamente concentradas, lanzó una vigorosa ofensiva hacia el Volga con el objetivo último de tomar Moscú. La iniciativa operativa de los Blancos quedó dividida en dos direcciones: hacia Vyatka, para ligarse con el grupo de Arcángel de los Aliados, y hacia Samara, para ligarse con Denikin.
Después de concentrar fuerzas sustanciales contra el flanco izquierdo del Quinto Ejército, al norte de Ufa, Kolchak lanzó un ataque y el 13 de marzo capturó esa ciudad. Nuestras fuerzas entonces, comenzaron a retroceder a lo largo de todo el frente Oriental. Alrededor de mediados de abril, bajo presión enemiga, nuestras fuerzas se hallaban a 80 verstas de Kazán, a 60 verstas de Samara y a 40 verstas de Oremburgo.
10 Savinkov (1879-1925): terrorista social-revolucionario durante la revolución de 1905; se transformó en ministro del Gobierno Provisional de Kerensky pero se sumó al golpe contrarrevolucionario de Kornilov; después de Octubre dirigió tropas insurgentes contra el poder soviético, fue capturado y se suicidó en prisión.(N de E)
11 La ventaja de que disfruta el bando que opera sobre líneas operativas internas consiste en la posibilidad de combatir, unidad por unidad, en los momentos más favorables, contra las fuerzas del enemigo que avanza. La movilidad y el vigor en la acción siempre permiten que una situación así sea explotada beneficiosamente. Durante la guerra mundial, Alemania, haciendo uso de su densa red ferroviaria, brindó un ejemplo brillante de acciones emprendidas a lo largo de líneas operativas internas. El rasgo básico de esta condición operativa en la cual el Ejército Rojo se hallaba durante la guerra civil era que estaba completamente rodeado por sus enemigos. Esta ventaja teórica se volvió práctica tan pronto como se hubo organizado un aparato centralizado para dirigir las operaciones militares, cuando fuimos capaces de usar todas las fuerzas y los recursos del país (ferrocarriles, áreas fortificadas, etc.); en pocas palabras, desde el momento en que nuestro ejército se transformó en un ejército regular y todo el país entero fue transformado, material y moralmente, en un campamento armado.
12 Poco más de 8.500 kilómetros. Una versta equivale a 1.067 metros. (N de E)
13 Miliukov, Pavel (1859-1943), historiador y líder del Partido Cadete. Ministro de Relaciones Exteriores del Gobierno Provisional ruso entre marzo y mayo de 1917. (N de E)
14 Tseretelli, Iraklii (1882-1959): menchevique georgiano. Después de la revolución de febrero fue uno de los dirigentes de los llamados «defensistas revolucionarios». Tuvo distintos cargos en el Gobierno Provisional de Kerensky. Emigró en 1919. (N de E)
15 El oasis del Donets no logró resistir en esa ocasión. Después de concentrar el Ejército de Voluntarios en Kubán y Caucasia, Denikin lanzó una fuerte ofensiva contra el flanco izquierdo del frente Sur (el Décimo Ejército) en Tsaritsyn. Nuestras fuerzas, debilitadas por el continuo ataque enemigo, resistieron sólo con dificultad. La aparición de un enorme regimiento de caballería en nuestra retaguardia obligó el Décimo Ejército a retirarse en dirección al Norte. El 19 de mayo de 1919 Denikin comenzó su ofensiva contra el flanco derecho de nuestro frente en Yuzovka, la brigada de Majno, que tenía este sector bajo su control, no resistió el golpe, y la caballería enemiga irrumpió por la brecha que se había abierto. A pesar de su fuerte resistencia, los obreros del Donets tuvieron que sufrir una vez más durante seis meses el dominio de los Blancos.
16 Alrededor del 1° de enero de 1919 a la fuerza expedicionaria británica se le habían sumado fuerzas norteamericanas e italianas y un destacamento de serbios, antiguos prisioneros de guerra. Además de apoderarse del territorio y de las riquezas de nuestro norte, los Aliados siguieron tratando de avanzar hacia los Urales y el Volga, para ligarse con Kolchak. El 1° de enero el enemigo, que ya había tomado Shenkursk, estaba 70 verstas al norte de Vologda. Nuestro Sexto Ejército estaba en ese momento abocado sólo a tareas defensivas. Sin embargo, este ejército no sólo repelió al enemigo, sino que también a veces inflingió severas derrotas a los guardias Blancos. Nuestro primer éxito fue la captura de Shenkursk. Bajo condiciones topográficas muy difíciles, con nieve hasta las rodillas, pasando la noche a cielo abierto con 37° bajo cero, los hombres del Ejército Rojo tomaron por asalto Vysokaya Gora y expulsaron al enemigo de las posiciones fortificadas que éste mantenía. En el curso de un solo mes (hasta mediados de febrero) nuestro ejército avanzó 150 o 200 verstas. Todavía no había llegado la hora de las operaciones decisivas.
17 A finales de diciembre de 1918, el gobierno soviético ucraniano tenía las siguientes tropas regulares a su disposición: una división de infantería comandada por Kropivyansky y otra comandada por Aussem, esta última también incluía un regimiento cosaco rojo.
18 Wilson, Woodrow (1856-1924), presidente de Estados Unidos por el Partido Demócrata de 1913 a 1921. Decidió la entrada de EEUU en la Primera Guerra Mundial. Fue uno de los organizadores de la interveción militar contra la Rusia Soviética. (N de E)
19 Lloyd George (1863-1945), perteneciente al Partido Liberal, fue Primer Ministro británico desde 1916 hasta 1922; fue junto a Clemenceau, co-autor del Tratado de Versailles luego de la Primera Guerra Mundial y apoyó la intervención en la guerra civil rusa. (N de E)
20 Clemenceau, George (1841-1929), Primer Ministro francés a fines de la Primera Guerra Mundial, fue el principal inspirador de la paz de Versailles. Aplastó los motines en el ejército francés e instigó el bloqueo y la intervención contra la Unión Soviética. (N de E)
21 El proyecto para un conferencia entre los grupos contendientes en Rusia generalmente es designada como el ‘Plan Prinkipo’, por el nombre de la más grande de las Islas de los Príncipes; donde Trotsky estaba destinado a pasar la primera fase de su exilio.
22 Dutov, líder cosaco de las fuerzas contrarrevolucionarias en los Urales. (N de E)
23 Denikin, Anton (1872-1947), general zarista. Uno de los principales jefes militares del Ejército Blanco en el sur de Rusia. (N de E)
24 Petliura, Semión (1877-1926): socialdemócrata de derecha y jefe del gobierno burgués central ucraniano que se opuso al poder soviético en Ucrania durante la guerra civil; durante la guerra ruso-polaca peleó del lado de los polacos bajo las órdenes de Pilsudski. (N de E)
25 Campesino pobre. (N de E)