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Boletín Anual (2008)

La Revolución española y la IV Internacional - parte 1

La Revolución española y la IV Internacional - parte 1

 

Mónica Torraz y Titín Moreira

 

 

 

España vivió a partir de 1930 un proceso revolucionario que se desarrolló hasta culminar en la guerra civil de 1936-39. Mucho se ha escrito sobre esta rica y trágica experiencia. Pero en la inmensa mayoría de esos artículos, libros, y películas se evita profundizar las verdaderas cuestiones que llevaron a la derrota a esta revolución. ¿Era inevitable el triunfo de Franco? ¿Era posible la victoria de las masas españolas? El movimiento comunista internacional se dividió frente a la revolución española. El cada vez más stalinizado comunismo oficial fue, junto a los socialistas reformistas, el máximo responsable de su derrota. El ala revolucionaria, la Oposición de Izquierda Internacional, liderada por el deportado y exiliado León Trotsky, librará una batalla incansable no sólo contra los reformistas (“los mencheviques de la primera y segunda horneada” para referirse a socialdemócratas y stalinistas) sino también contra los anarquistas.

La Revolución Española será testigo también de una implacable lucha del trotskismo contra las vacilaciones de las organizaciones y dirigentes que criticaban a los reformistas y sus políticas pero que no adoptaban un claro camino revolucionario, el llamado “centrismo”.

Sus lecciones revolucionarias tienen tanta vigencia como cuando sucedieron los hechos. Presentamos en dos notas lo central de este combate político, programático, teórico y organizativo realizado al calor de una de las revoluciones más emblemáticas del siglo XX que, de haber triunfado hubiera sido un freno implacable contra el ascenso del fascismo en Europa.

Breve situación de la “vieja” y atrasada España

La monarquía de Alfonso XIII sólo administraba la decadencia de la vieja España Imperial, uno de los países más atrasados de la Europa imperialista, casi sin colonias y poco industrializado salvo excepciones como Barcelona o Bilbao; con un campo que mantenía una estructura semifeudal y una enorme masa de campesinos pobres sin tierra que correspondía a un 70% de la población. Esta situación es la que va a empujar, en el marco de la crisis mundial abierta a partir de 1929, a la bancarrota del viejo régimen.1 A partir de ahí se inicia en España una lucha generalizada contra la monarquía y por la república que culminará con movilizaciones multitudinarias en las principales ciudades de la península, después del triunfo electoral de los partidos republicanos en los comicios municipales del 12 de abril de 1931. El rey Alfonso XIII huye al extranjero y el 14 de abril se instaura la Segunda República en España.

Los partidos y la revolución

La revolución española será el telón de fondo de una intensa confrontación de programas y estrategias entre reformistas y revolucionarios y provocará incluso una importante lucha política entre el Secretariado Internacional y la Oposición de Izquierda española.

Instaurado el gobierno republicano, las corrientes del movimiento obrero dejarán ver sus estrategias frente al nuevo régimen. El Partido Socialista no sólo brindará su apoyo sino que además integrará este gobierno ajeno a los intereses de las masas que mantendrá la propiedad de la tierra en manos de los grandes terratenientes y la Iglesia, la opresión sobre las colonias como Marruecos, y que sólo dará recortadas libertades a las nacionalidades oprimidas como las de Cataluña y el País Vasco.2 En tanto el stalinismo va a sostener su política sectaria y ultraizquierdista del 3º período (que mantuvo hasta 1934), tratando de socialfascista a los socialistas y negando la lucha por las demandas democráticas como motor de la revolución. En este período su organización será débil y poco numerosa. La pelea política central de la Oposición Internacional contra el stalinismo hispánico girará alrededor del carácter de la revolución española y de la importancia de las demandas democráticas. Sobre el carácter de la revolución, el PC oficial afirmaba que en España estaba planteada una “revolución obrero y campesina”, una reedición de la política que llevara adelante durante la revolución China (ver LVO 278). Trotsky se preguntaba qué significaba esta afirmación: ¿tal vez que entre el régimen republicano y la dictadura del proletariado habría una revolución específica, intermedia? Trotsky -quien ya había generalizado su teoría de la revolución permanente-, va a atacar esta orientación de manera implacable afirmando que “La Oposición de Izquierda tiene el deber de criticar, de denunciar sin piedad y de expulsar de la conciencia de la vanguardia obrera la fórmula de una ‘revolución obrero y campesina’ distinta tanto de la revolución burguesa como de la proletaria”3, señalando que la única perspectiva posible era la lucha por la dictadura del proletariado. Y en otro texto reafirmaba: “impulsar una lucha resuelta, audaz y enérgica por las consignas democráticas (...).

Al defender las reivindicaciones democráticas, el proletariado no expresa la creencia de que España deba pasar por una revolución burguesa (...) España ha pasado ya el estadio de la revolución burguesa.

Esto tendrá una importancia decisiva en lo que se refiere al campesinado que no entregará a priori su confianza al proletariado con la única garantía de la dictadura del proletariado. (...) en las cuestiones nacionales, el proletariado (...) está dispuesto a apoyar, por la vía revolucionaria, el derecho de los diferentes grupos nacionales a la autodeterminación, incluido el derecho a la separación”.

Estas afirmaciones iban directamente contra el sectarismo y el ultraizquierdismo del PC que también llevaban adelante los anarquistas. En este sentido Trotsky reafirma: “en la actual etapa de la revolución, en el terreno de las consignas políticas, el proletariado se distingue de todos los agrupamientos ‘izquierdistas’ de la pequeño burguesía, no precisamente porque combata la democracia como hacen los anarquistas y sindicalistas, sino porque lucha resuelta y abiertamente a favor de esta consigna, denunciando siempre las vacilaciones de la pequeño burguesía.”

Tener en cuenta las demandas democráticas en la revolución era un factor de vital importancia ya que involucraba a uno de los sectores más importantes a tener en cuenta por el proletariado, el campesinado y junto con esto la cuestión de la naciones oprimidas.4 De esta manera, plantea con precisión los tres aspectos pendientes que la burguesía no pudo ni quiso resolver en los siglos anteriores ni mucho menos en el ya avanzado siglo XX: “Al apoyar todo movimiento realmente democrático y revolucionario de las masas populares, la vanguardia comunista debe desarrollar una lucha intransigente contra la burguesía que se autoproclama republicana, desenmascarando su perfidia, su doble fuego y su carácter reaccionario, y haciendo frente al esfuerzo de aquella por influir sobre las clases trabajadoras.”5

La Oposición de Izquierda española

Los seguidores de Trotsky en España eran un pequeño grupo encabezado por Andreu Nin y Juan Andrade. El catalán Nin había dirigido en los años ‘20 la Internacional Sindical Roja (y tenía una relación personal con Trotsky desde aquella época habiendo adherido a la Oposición de Izquierda Internacional). Desde el comienzo de la revolución ambos mantuvieron una nutrida correspondencia sobre el tema hasta la ruptura de sus relaciones con Trotsky y el Secretariado Internacional en 1935. Nin, como dirigente de la Oposición, se declaraba en acuerdo con las concepciones generales de Trotsky. Sin embargo en el transcurso del proceso español, la orientación concreta del dirigente catalán, se alejará cada vez más de la recomendada por el dirigente ruso.

Una de las propuestas más audaces que le hiciera en este primer período, cuando el comunismo oficial no había completado su burocratización y aún era reformable, fue la táctica de unidad de las filas comunistas, “Es necesario -afirmaba Trotsky en mayo de 1931- reunificar las filas comunistas sobre la base de una discusión abierta y honrada. Es preciso preparar un congreso de unificación del Partido Comunista Español”. Esta era la mejor manera para que los revolucionarios pudieran influir sobre la base y sectores honestos del PC oficial. El fundamento central de estas políticas era la necesaria construcción de un fuerte núcleo revolucionario, capaz de estar preparado para cuando la revolución apareciera en toda su plenitud. Una carrera contra reloj donde la clave para Trotsky será “El partido, el partido y el partido.”

En este sentido va a recomendar, además, una política audaz de frente único de las organizaciones obreras, en especial con la CNT y la UGT 6, política que debía estar acompañada de una constante crítica contra sus jefes.

Sin embargo, los oposicionistas españoles jamás implementaron esta orientación. Nin, por el contrario, va a privilegiar el acuerdo con un pequeño grupo catalán liderado por Maurin (Bloque Obrero y Campesino) que provenía del ala derecha del stalinismo. Esta unión tendrá más adelante consecuencias catastróficas no sólo frente a la revolución, sino contra el trotskismo.

La emergencia del “centrismo de masas”

Mientras que el proceso revolucionario seguía su curso, las masas hacían sus primeras experiencias con la República. El gobierno comenzó a reprimir las manifestaciones; el ascenso obrero se expresaba en numerosas huelgas y en la heroica lucha de Casas Viejas, donde el régimen republicano fusiló a mansalva a 25 campesinos en 1933 para sofocar la rebelión.

Esta experiencia con el régimen burgués dará como resultado un giro político de derecha a izquierda de las masas. Y tanto en España como en Francia, surgirán corrientes de masas a la izquierda de los reformistas y en ruptura con aquél, conocido como “centrismo” (que oscilan o “centrean” entre la reforma y la revolución). Concretamente, en España, emerge un ala izquierda del Partido Socialista Obrero Español -PSOE- y en especial en la juventud, (a la vez que miles de obreros radicalizados afluyen hacia la CNT). Su expresión más importante se dio en las decenas de miles de jóvenes socialistas que marcharon por las calles de Madrid con pancartas que reivindicaban a Lenin y Trotsky y bregaban, ante la debacle de la IIª y la IIIª internacionales, por una nueva, la IVª. Trotsky va a dar enorme importancia a estas tendencias, recomendando al grupo de revolucionarios españoles de Andreu Nin, el ingreso dentro de ellas, pero reafirmando que este “entrismo”, no podía hacerse de otra forma que no fuera a bandera desplegada, con una estrategia y programa claros, combatiendo y desenmascarando sin cuartel a los jefes centristas por su inconsecuencia y vacilaciones para enfrentar al ala derecha. 7

Pero Andreu Nin se negó a esto. En esta etapa preparatoria, la oposición española se alejaba de las bases comunistas, anarquistas y socialistas y por esa vía de las masas, llevándola detrás de una política organizacional sectaria e impotente, pese a que el grupo de Nin crecía en fuerzas e influencia, llegando a ser más de 2.000 militantes, la mayoría concentrados en Cataluña. Esta política errada era complementaria de vacilaciones programáticas y estratégicas.

La insurrección de Asturias y el Bienio Negro

El gobierno republicano se va desgastando ante las masas, y esta situación es aprovechada por la derecha, que gana las elecciones del ‘33. Las medidas reaccionarias que va tomando hacen reverdecer la efervescencia obrera. A su vez el triunfo de Hitler en Alemania ese mismo año, obliga a los dirigentes españoles a buscar un frente único entre las organizaciones obreras y de izquierda. Surge la Alianza Obrera, entre la CNT, la UGT y el ala izquierda socialista, encabezada por Largo Caballero, junto a los partidos obreros. Esta política de frente único fue impulsada por Nin y su aliado Maurín. La entrada de 4 ministros derechistas al nuevo gobierno se convierte en la señal esperada. La CNT y la UGT lanzan la huelga en toda España. Es octubre de 1934 pero la cobardía de los socialistas hace que el movimiento fracase en Madrid y dure sólo un par de días en Barcelona. Sin embargo en Asturias, en la cuenca minera, la huelga general toma carácter insurreccional. El proletariado asturiano y los campesinos pobres toman más de 70 cuarteles de la temida Guardia civil, consiguiendo así 2 objetivos: armarse ellos y desarmar a la reacción. Pero aislada del resto de España, la Comuna de Asturias, como se la conoció, es derrotada por el ejército republicano que bajo las órdenes del Gral. Franco (desde Madrid), ahoga a sangre y fuego este ensayo revolucionario. Son los días del llamado Bienio Negro de la República. Un gobierno reaccionario que encarcela a más de 20.000 luchadores, cierra la prensa de los partidos de izquierda, etc. El PC, siguiendo la línea de la IC, abandona su política de “tercer período”. Busca aliarse a los socialistas, y prepara su giro a la política de Frentes populares, que vota en 1935: el apoyo del movimiento obrero y de los comunistas a sectores burgueses antifascistas. Una política de abandono completo de los principios de clase. El stalinismo ya era una corriente contrarrevolucionaria que había que combatir intransigentemente.

León Trotsky, se preocupa ante el rol de los trotskistas frente a sucesos como los de octubre del ‘34. Es consciente de que los acontecimientos se aceleran, de que hay enfrentamientos armados y el partido revolucionario aún es un proyecto. Días después escribe: “... Peor es la pasividad de nuestra sección española (salvo raras excepciones) de cara a importantes acontecimientos (...) No nos cansamos de repetir que lo peor de las faltas cometidas ... es de la sección española al no adherirse a tiempo al partido socialista desde el inicio de la preparación de la lucha armada” y en otra carta de febrero del ‘35, se queja amargamente: “Durante las sacudidas revolucionarias, la dirección de nuestra sección española se ha distinguido, durante todo este período, por su doctrinaria pasividad. Muchos de nuestros camaradas han luchado de forma individual. Pero la sección española en su conjunto se ha distinguido más por su crítica ‘objetiva’ que por su actitud revolucionaria.” Y si la insurrección de Asturias puso al descubierto la debilidad del grupo español, el año ‘35 traerá nuevas disidencias entre Trotsky y Nin. Relata Broué: “Trotsky se inquieta: desde abril de 1935, el Secretariado Internacional ha notado que había signos inquietantes, en las juventudes socialistas, de una influencia y de posibilidades de maniobra por parte del PC (...) sus camaradas han cometido, a sus ojos, el error más importante al rehusar el entrismo cuando aún estaban a tiempo: así como lo había previsto, el stalinismo está trabajando, desorganizando a la izquierda socialista que los trotskistas no han fecundado(...) para él, sus antiguos camaradas ‘vegetan’ en el Bloque (en realidad POUM8, N de R), un partido de algunos miles de militantes, mientras que el stalinismo desvía el enorme potencial revolucionario que representaban las decenas de miles de jóvenes socialistas” (España 1930/1936-Pierre Broué).

El frente popular español

Finalmente, ante la pasividad de los trotskistas españoles, el PC logra la unificación con la Juventud Socialista y su líder Santiago Carrillo, que rompen con el PSOE y se llaman Juventudes Socialistas Unificadas. El stalinismo logra un triunfo espectacular. La política de Frente popular lleva a que el PC, junto al PSOE llamen a la burguesía republicana a presentar un bloque electoral de izquierda para las elecciones de febrero del ‘36 para enfrentar a la derecha. El recientemente fundado POUM llama a un frente electoral exclusivo de los partidos obreros. Pero tanto el PC como el PSOE se niegan. Sin embargo el POUM a principios del ‘36, se integra al frente electoral de colaboración de clases con la burguesía republicana.

“Si el rechazo de los trotskistas españoles a practicar el entrismo, luego de su unificación con los maurinistas en el seno del POUM, no habían provocado ningún estallido y ni siquiera una polémica pública, la firma por el POUM del pacto electoral de las izquierdas, los calificativos lanzados por Trotsky contra sus viejos camaradas y discípulos –y sobre todo la acusación de ‘traición’- marcan una ruptura espectacular, en la que Trotsky no consigue la unanimidad de los partidarios de la IVª internacional”(España 1030/1936 Pierre Broué).

 

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1 En mayo de 1930, León Trotsky señalaba: “La dictadura de Primo de Rivera ha caído por sí misma, sin revolución. En otros términos, esta primera etapa es el resultado de las enfermedades de la vieja sociedad y no de las fuerzas revolucionarias que gestan la nueva sociedad” (España 1930-1936 compilación P. Broué).
2 “Durante los dos primeros años de la República, a imagen de los partidos socialistas occidentales, los socialistas españoles colaboraron en el gobierno con los republicanos. Largo Caballero fue ministro de trabajo en un gobierno de Azaña que no vaciló en perseguir a los militantes de la CNT” (La revolución y la guerra en España. P. Broué, E.Témime).
3 España 1930-1936 Compilación P. Broué.
4 “En una determinada fase –plantea Trotsky-, el campesinado, clase numerosa y oprimida, ve forzosamente en la consigna de democracia la posibilidad de dar a los oprimidos la preponderancia sobre los opresores. El campesinado identificará la consigna de democracia política con el reparto radical de la tierra. El proletariado debe asumir abiertamente el apoyo a estas dos reivindicaciones... Incluso en las cuestiones nacionales, el proletariado defiende hasta el fin la consigna de la democracia, declarando que está dispuesto a apoyar, por la vía revolucionaria, el derecho de los diferentes grupos nacionales a la autodeterminación, incluido el derecho a la separación” (ídem).
5 Ídem.
6 CNT: central sindical dirigida por los anarquistas; UGT: la central sindical socialista dirigida por el PSOE.
7 Ver sobre el tema “La táctica de entrismo en Trotsky y la construcción del partido revolucionario”, Andrea Robles- Ver en esta página en sección, Investigaciones, Ensayos y Debates. 
8 El POUM: Partido Obrero de Unificación Marxista, es la fusión de la Izquierda Comunista de Nin y Andrade con el BOC (Bloque Obrero y Campesino de Joaquín Maurín), no se define por la IV Internacional y adherirá luego a la Internacional “centrista” de Ámsterdam. León Trotsky critica al POUM por su programa, y política confusa desde su fundación.



La década del 30: Revolución, fascismo y guerra