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Escritos de León Trotsky (1929-1940)

La declaración de los cuatro

La declaración de los cuatro

La declaración de los cuatro[1]

Sobre la necesidad y los principios de una nueva internacional

 

 

26 de agosto de 1933

 

 

 

Con plena conciencia de la gran responsabilidad his­tórica que recae sobre ellas, las organizaciones abajo firmantes decidieron unánimemente unir sus fuerzas para trabajar en común por la regeneración del movi­miento proletario revolucionario a escala internacional. Como base de su actividad, establecen los siguientes principios:

1. La crisis mortal del capitalismo imperialista, que le quitó todos sus puntos de apoyo al reformismo (la socialdemocracia, la Segunda Internacional, la burocra­cia de la Federación Sindical Internacional),[2] plantea imperativamente la ruptura con la política reformista y la lucha revolucionaria por la conquista del poder y la implantación de la dictadura proletaria como único medio de transformar la sociedad capitalista en sociedad socialista.

2. El problema de la revolución proletaria adquiere, por su propia naturaleza, carácter internacional. El proletariado únicamente podrá construir una sociedad socialista total en base a la división mundial del trabajo y a la cooperación mundial. En consecuencia, los abajo firmantes rechazan categóricamente la teoría del "socialismo en un solo país", que socava los fundamentos mismos del internacionalismo proletario.

3. No menos enérgicamente hay que rechazar la teoría de los austro-marxistas,[3] centristas y reformistas de izquierda que, con el pretexto del carácter internacional de la revolución socialista, plantean una pasividad expectante respecto a sus propios países en­tregando así al proletariado en manos del fascismo. En las actuales condiciones históricas un partido proletario que elude la toma del poder comete la peor de las trai­ciones. El proletariado triunfante de un país debe forta­lecer su dictadura nacional con la construcción socialis­ta, que necesariamente será incompleta y contradictoria hasta que la clase obrera tome el poder político, como mínimo, en unos cuantos países avanzados. Simultáneamente, la clase obrera victoriosa de un país debe dirigir todos sus esfuerzos a la expansión de la revolución socialista a otras naciones. Sólo una decidida actividad revolucionaria podrá resolver la contradicción entre el carácter nacional de la toma del poder y el carácter internacional de la revolución socialista.

4. La Tercera Internacional -que surgió de la Revo­lución de Octubre, sentó los principios de la política proletaria en la época del imperialismo y dio al proleta­riado las primeras lecciones de la lucha revolucionaria por el poder- cayó víctima de una sucesión de contradicciones históricas. El rol traidor que jugó la socialde­mocracia y la inmadurez e inexperiencia de los partidos comunistas llevaron al fracaso de los movimientos revo­lucionarios de posguerra en Oriente y Occidente. El aislamiento de la dictadura proletaria en un país atrasado confirió un extraordinario poder a la burocra­cia soviética, cada vez más conservadora y nacionalmente limitada. La dependencia servil de las secciones de la Comintern respecto a la dirección soviética condu­jo, a su vez, a una nueva serie de graves derrotas, a la degeneración burocrática de la teoría y la práctica de los partidos comunistas y a su debilitamiento organiza­tivo. Además, la Comintern no sólo se demostró incapaz de cumplir su rol histórico; cada vez en mayor medida se constituyó en un obstáculo en el camino del movimiento revolucionario.

5. El avance del fascismo en Alemania sometió a las organizaciones obreras a una prueba decisiva. La socialdemocracia confirmó una vez más lo que ya había señalado Rosa Luxemburgo[4] y reveló nuevamente no ser más que "un cadáver maloliente". La supera­ción de las organizaciones, ideas y métodos del refor­mismo es el prerrequisito necesario para el triunfo de la clase obrera sobre el capitalismo.

6. Los acontecimientos de Alemania revelaron con no menos fuerza el colapso de la Tercera Internacional. Pese a sus catorce años de existencia, a la experiencia lograda en gigantescas batallas, al apoyo moral del es­tado soviético y a los poderosos medios de que dispone para su propaganda, el Partido Comunista Alemán, ba­jo las condiciones de una grave crisis económica, social y política -condiciones excepcionalmente favorables para un partido revolucionario-, reveló una incapa­cidad revolucionaria absoluta. En consecuencia, demostró de manera definitiva que, pese al heroísmo de muchos de sus militantes, se había vuelto totalmente incapaz de cumplir con su rol histórico.

7. La situación del capitalismo mundial, la tremenda crisis que hundió a las masas trabajadoras en una miseria sin precedentes, el movimiento revolucionario de las masas coloniales oprimidas, el peligro mundial del fascismo, la perspectiva de un nuevo ciclo de gue­rras que amenaza con destruir la cultura de la huma­nidad: tales son las condiciones que exigen impera­tivamente la fusión de la vanguardia proletaria en una nueva (Cuarta) Internacional. Los abajo firmantes se comprometen a dirigir todos sus esfuerzos a la for­mación de esta nueva internacional en el lapso más breve posible, sobre la base firme de los principios teóricos y estratégicos sentados por Marx y Lenin.

8. Aunque dispuestos a cooperar con todas las organizaciones, grupos y fracciones que realmente evolucionan desde el reformismo o el centrismo buro­crático (stalinismo) hacia la política del marxismo revolucionario, los abajo firmantes declaran al mismo tiempo que la nueva internacional no podrá tolerar ninguna conciliación con el reformismo o el centrismo. La necesaria unidad del movimiento obrero no se logrará mezclando las concepciones reformistas con las revolucionarias ni adaptándose a la política sta­linista, sino combatiendo la política de ambas interna­cionales en bancarrota. Para ser digna de este objetivo, la nueva internacional no debe permitir ninguna desviación de los principios revolucionarios en los proble­mas que hacen a la insurrección, la dictadura prole­taria, la forma soviética del estado, etcétera.

9. Por su base de clase, por sus fundamentos sociales, por las formas de propiedad que indiscutiblemente predominan, la URSS sigue siendo hoy un estado obrero, es decir, un instrumento para la cons­trucción de la sociedad socialista. La nueva internacional inscribirá en su estandarte, considerándolo uno de sus objetivos más importantes, la defensa del estado soviético frente al imperialismo y la contrarrevolución interna. Precisamente la defensa revolucionaria de la URSS es lo que nos exige liberar a las fuerzas revolucionarias de todo el mundo de la influencia corruptora de la Comintern stalinista y construir una nueva internacional. La defensa de la Unión Soviética sólo tendrá éxito si se logra la total independencia de las organizaciones proletarias internacionales respecto a la burocracia soviética y se desenmascara incansablemente ante las masas trabajadoras los falsos métodos que aquélla utiliza.

10. La democracia partidaria es un prerrequisito necesario para el sano desarrollo de los partidos prole­tarios revolucionarios tanto a escala nacional como internacional. No hay partido verdaderamente revolu­cionario sin libertad de crítica, sin la elección de los funcionarios desde abajo hacia arriba, sin el control del aparato por la base.

La necesidad de mantener el secreto bajo condiciones de ilegalidad cambia completamente la forma de funcionamiento de la vida interna de un partido revolu­cionario y hace difíciles, si no totalmente imposibles, la discusión amplia y las elecciones. Pero aun en las condiciones y circunstancias más difíciles mantienen toda su vigencia los requisitos básicos de un régimen partidario sano: información honesta sobre el partido, libertad de crítica y una real unidad interna entre la dirección y la mayoría partidaria. Al suprimir y aplastar la voluntad de los obreros revolucionarios, la burocracia reformista transformó a la socialdemocracia y a los sindicatos en organismos impotentes, pese a que sus afiliados se contaban por millones. Al liquidar la democracia interna, la burocracia stalinista liquidó también la Comintern. La nueva internacional y los partidos que adhieran a ella deberán basar toda su vida interna en el centralismo democrático.

11. Los abajo firmantes crearon una comisión permanente de delegados representantes, asignándole las siguientes tareas:

a) Elaborar un manifiesto programático que sea la base principista de la nueva internacional.

b) Preparar un análisis critico de las organizaciones y tendencias del movimiento obrero actual (comentario teórico al manifiesto).

c) Elaborar tesis sobre todas las cuestiones fundamentales que hacen a la estrategia revolucionaria del proletariado.

d) Representar en todo el mundo a las organiza­ciones abajo firmantes.

Firman:

E. Bauer: Oposición de Izquierda Internacional (bolchevique leninista)

J. Schwab: SAP (Partido Socialista Obrero de Alemania)

P.J. Schmidt:[5] OSP (Partido Socialista Indepen­diente de Holanda)

H. Sneevliet:[6] RSP (Partido Socialista Revolucio­nario de Holanda)



[1] La Declaración de los Cuatro. The Militant, 23 de septiembre de 1933. Firmado por los representantes de cuatro organizaciones el día anterior a la inauguración de la Conferencia de París de la que participaban. La declaración no conquistó más apoyos en la conferencia, en la que representó una posición minoritaria.

[2] La Federación Sindical Internacional (a veces llamada Internacional de Amsterdam o Internacional "amarilla") era le principal organización sindical internacional y estaba controlada por los reformistas. Su rival, dirigida por los stalinistas, era la Internacional Sindical Roja, también conocida como Pro­fintern.

[3] Austro-marxismo era el tipo de reformismo practicado por al Partido Socialista de Austria, sección de le Segunda Internacional.

[4] Rosa Luxemburgo (1871-1919): destacada dirigente del movimiento marxista y adversaria del revisionismo y del oportunismo antes de la Primera Guerra Mundial. Encarcelada en 1915, ayudó a fundar la Liga Espartaco y el Partido Comunista Alemán. Ella y Karl Liebknecht fueron asesinados en enero de 1919 por orden de Gustav Noske, ministro de guerra socialdemócrata en el gobierno Ebert-Scheidemann.

[5] Peter J. Schmidt: dirigente del Partido Socialista Independiente (OSP) de Holanda, que más tarde se unificó con el Partido Socialista Revolucionario pasando a ser la sección holandesa de la Liga Comunista Internacional.

[6] Henricus Sneevliet (1883-1942): uno de los fundadores del movimiento marxista de Indonesia y del Partido Comunista de Holanda. En 1933, mientras estaba preso por haber defendido a los marineros "amotinados", fue electo para el Parlamento holandés. Firmó ese año la Declaración de los Cuatro después de lo cual su partido, el RSP, adhirió a la ICL. En 1938 abandonó el movimiento cuartista y fue ejecutado por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial.



Libro 3