León Trotsky
11 de julio de 1936
Carta al CC del POI. Biblioteca de Harvard, con el permiso de la Houghton Library. Original en francés. El punto 1 había sido publicado en el boletín interno del POI nº 3, 25 de julio de 1936. (Nota original del francés).
Traducido especialmente para este boletín por Rossana Cortez, de “Les difficultés de la section française”, en Œuvres N.º 10, junio-julio de 1936, París, Publication de L’Institut León Trotsky, 1979, p. 222. Las notas fueron preparadas para esta edición, salvo las que tengan aclaración en contrario.
Camaradas
1.Las protestas de algunos camaradas referidas a mi carta en la que he querido “desligar mi responsabilidad” no pueden más que alegrarme. Demuestran que finalmente, en la base empiezan a preocuparse por vigilar a la dirección. Esta es una condición necesaria para la cohesión de la organización. ¿Merezco estos reproches? Verdaderamente, no estoy seguro. El plenario internacional, con mi participación, se ha pronunciado por la expulsión de R[aymond] M[olinier] de nuestra organización. La comisión creada por el Secretariado Internacional y presidida por mí ha declarado públicamente que La Commune y su organización se encuentran por fuera de la IV Internacional. Después de la fusión con el PCI, el SI ha declarado que mantiene su decisión con respecto a R.M. hasta la conferencia internacional. En estas condiciones, R.M., después de haber fracasado en su increíble e incalificable intento de imponer a nuestra sección el nombre y el periódico de su “partido”[1], sin embargo pone su estampilla en vuestro periódico, es decir, nuevamente demuestra que se burla de las cuestiones formales, de los compromisos tomados y de la opinión de nuestra organización internacional, como así también de la sección nacional, por otra parte. Yo soy colaborador de vuestro periódico. Pero también soy miembro del plenario internacional. Creo que, en estas condiciones muy precisas, tengo no sólo el derecho sino el deber de “desligar mi responsabilidad”. La disciplina internacional domina, en todos los casos, la disciplina nacional. Si lo he hecho de alguna manera que ha podido ofender quizás el sentimiento democrático de la organización, soy el primero en lamentarlo sinceramente, pero espero que esta explicación aclare el malentendido. Si esto puede serles útil, pueden publicar esta explicación en el boletín interno[2].
2. No creo que sean los “negocios” de Molinier los que estén a la orden del día en vuestra organización. Que deje sus negocios o que siga con ellos eso no tiene gran importancia, por lo menos para mí. Ha hecho tantas promesas y tomado tantas obligaciones sin futuro, que una más o una menos no pesaría mucho más en su balance. Lo que hay que constatar, es la incompatibilidad total entre sus concepciones (las verdaderas), sus métodos de actuar, su actitud respecto a la organización y a los camaradas individualmente: todo esto es lo que hace de él un factor de destrucción de la organización. En el plenario, he sido el último en defender, no sus métodos, que son indefendibles, sino la necesidad de un último intento de colaboración. Ahora bien, la experiencia de La Commune y la actitud de R.M. luego del lamentable fiasco de esta aventura, traidora por su misma esencia, demuestran que no hay nada en común entre R.M. por un lado, y nuestros principios, nuestra política, nuestros métodos y nuestras reglas de moralidad revolucionarias, por el otro –nada en común, repito. El hecho de que toda la organización esté obligada a cada momento a ocuparse de R.M. y no de cuestiones más importantes demuestra la incompatibilidad entre R.M. y la organización revolucionaria. No, no se trata de sus “negocios” en sí mismos. Se trata sobre todo de su política de presión financiera en su propia organización. El hecho es cierto, indiscutiblemente. La comisión de control lo ha constatado formalmente. Si el Secretariado Internacional, incluyéndome, ha consentido en subordinar la cuestión de R.M. a los intereses de la fusión, era precisamente para darle a toda la base, sobre todo a la base, la ocasión de hacer su propia experiencia con R.M. Me parece que la experiencia ya está hecha. Hay que sacar el balance definitivo. Esta es mi opinión.
3.En cuanto a la moción política, debe ser menos insuficiente si permite que vote por ella un grupo de camaradas que, en las vísperas, se han pronunciado en sentido contrario, y con qué vehemencia, por no decir, con qué brutalidad. Una nueva prueba de que los principios no son nada para R.M. y su grupo cuando se trata de dificultades personales. Se vota todo, se pronuncian discursos melosos y se prepara un nuevo complot. La unanimidad ficticia no da nada en casos semejantes e incluso impide que la organización se eduque. Esto es un poco la repetición de los errores de la experiencia antes del complot de La Commune.
4.Cuando leo L´Humanité y el Populaire me repito: imposible que nuestra sección francesa no tenga éxitos sorprendentes. El informe de vuestras discusiones sobre el caso de Lille hecho por F[rédéric] demuestra un nivel muy elevado[3]. Se aprende rápido bajo la presión de los grandes acontecimientos. Lo que hace falta ahora es un núcleo firme en la dirección, capaz de decidir, comandar y de dejar inmovilizados a los “francotiradores”, los aventureros y los “facciosos”.
5.Trotsky les ha enviado su tercer artículo[4]. Está escrito en un tono muy “objetivo”, muy moderado en la forma. Este tono, me parece, corresponde a este período transitorio entre dos etapas. Es necesario explicar. Todos los que estén alrededor de ustedes deben comenzar a reflexionar. Por la seriedad de vuestros análisis, ganarán a los mejores.
6. Acabo de escuchar en la radio las medidas preparatorias de Salengro[5] contra los huelguistas “en sus lugares de trabajo” (convocatoria a los prefectos, etc.). Los conflictos son inevitables. El deber de los revolucionarios es orientar estos conflictos hacia un desenlace político y no físico, es decir, lo menos físico que sea posible. Encontrar cada vez la línea entre la debilidad y el aventurerismo anárquico no es fácil. Por otra parte, vuestra influencia sobre las masas todavía es muy limitada. Pero los peores accidentes provocados por las autoridades servirían para el desarrollo revolucionario, con la condición que la vanguardia sepa, con la ayuda de los obreros en cuestión, devolver la responsabilidad sobre el enemigo de clase y exponer, al mismo tiempo, todas las lecciones políticas que se derivan de ello. Los obreros confiteros de Lille[6] podrían dirigir un manifiesto a los obreros de Francia, explicándoles que la dirección de las fábricas en manos de los propios obreros es una cosa totalmente realizable, con la condición de que los bancos y las industrias claves estén a disposición del pueblo. Se pueden dar algunas citas de los respectivos programas de los socialistas y comunistas y concluir en el sentido del gobierno obrero y campesino: si los burgueses radicales se oponen a él, hay que apoyarse en el pueblo verdadero, en los cuatro o cinco millones de sindicalizados, etc. Este manifiesto no debe criticar forzosamente al gobierno, debe hacerle propuestas por la positiva, en nombre de una fábrica que está haciendo una experiencia muy grande. Semejante manifiesto podrá tener grandes repercusiones. Sería citado, criticado, etc. en toda la prensa obrera y burguesa. Si se le cede a último momento a la fuerza física, es decir si los obreros se dejan evacuar uno por uno, sin entrar naturalmente en una batalla con las fuerzas públicas, el manifiesto conserva su importancia para el futuro. También creo que, en casos parecidos, la fábrica (o el grupo de fábricas) comprometido en una lucha, que por el momento no tiene salida, podría enviar delegados para defender su causa ante los sindicatos, los partidos obreros y naturalmente, también ante el vuestro.
7. Los TPPS[7] desaparecieron en su momento sin dejar rastros, porque su dirección era técnica y no política. Creyeron que por “la acción misma” ganarían a los obreros. Pero el obrero, como cualquier otra persona, quiere entender para actuar. El lado político domina y determina la lucha física. De ningún modo se trata de predicar la falta de firmeza o buscar cubrir la cobardía personal con exegesis sabias. Sino que hay que comprender bien las leyes que determinan la evolución de las masas. Hay que acelerar esta evolución con argumentos políticos y no contrarrestarla con proezas inoportunas (al mismo tiempo, no hay que olvidar que, en este período, también se necesitarán muchas proezas).
8.Me parece que ustedes no han concebido una acción metódica y especial para penetrar en los ambientes comunistas. Leí ayer, luego de una larga interrupción, Que faire? (julio de 1936). Ellos afirman que reina un gran descontento dentro del PC. Que faire? es totalmente incapaz de utilizarlo y de orientarlo, porque esta empresa puramente académica no tiene ninguna orientación firme[8]. Es necesario tener un servicio especial para entrar en los ambientes comunistas. Una explosión es inevitable, pero si ustedes no están preparados de antemano –como en Saint-Denis- no podrán aprovecharla[9]. ¿No podrían hacer un boletín especial con las informaciones y los rumores concernientes a la vida del Partido Comunista?
9. Explicar, educar, preparar los ánimos, dar consignas correctas. El periódico, incluso de pequeño formato, puede bastar para esta necesidad y se aprende a decir lo que es estrictamente necesario. Imagínense que ya están fuera de la arena legal. Vuestro periódico ilegal tendrá necesariamente un pequeño formato. Pero al mismo tiempo, podría desempeñar un gran papel, asegurando la cohesión de la organización con consignas que se correspondan a la situación.
10. Hay que evitar también otro peligro: el intento de imponerle vuestro propio calendario a los acontecimientos. Toulon y Brest, como la huelga de junio, son improvisaciones de la clase obrera, contra todas las organizaciones oficiales e inconscientemente, contra la vuestra. ¿Qué va a improvisar, este proletariado magnífico, lleno de recursos, de reminiscencias, de imaginación y de fantasía? Es necesario confiar en él. Por eso hay que seguir con extremada atención todos los movimientos, todos los síntomas, incluso los falsos rumores que pasan en la clase obrera. Hay que organizar un servicio de informaciones: recortes de periódicos, cartas, informes, ecos personales, etc. Es necesario que cada uno se ocupe de eso incansablemente: clasificar la documentación, estudiarla, trazar la curva del movimiento, etc. Esta es la única posibilidad de tomar el pulso de la clase obrera. También es la única posibilidad de educar a los diferentes servicios del “gran cuartel general”. Ustedes me dirán que es más fácil dar consejos generales que orientarse prácticamente día a día. Sí, queridos camaradas, no lo voy a negar. Los errores son inevitables. No hay que perder ni la cabeza ni la valentía –incluso en la peor calamidad-, este es el último consejo que puedo darles en esta carta ya bastante larga.
P.D. Esta carta, salvo el primer párrafo, no está destinada necesariamente a ser publicada. Pero ustedes pueden utilizarla como quieran.