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León Trotsky y su defensa de la dialéctica materialista

Gabriel Piro

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León Trotsky y su defensa de la dialéctica materialista

Gabriel Piro

Ideas de Izquierda

Entrevistamos a algunos de los integrantes del equipo de edición de la última obra escogida de León Trotsky, Su moral y la nuestra. En defensa del marxismo: Andrea Robles, Nicolás Bendersky, Magdalena Ramos, Milagros Lamberti y Romina Barabini.

Con la publicación de Su moral y la nuestra/En defensa del marxismo ya son trece los volúmenes de las Obras Escogidas de León Trotsky, que viene editando Ediciones IPS. ¿Qué es lo que aportan desde la temática o las ideas, estos textos a la colección de conjunto?

Andrea: Al recorrer la obra de Trotsky, uno se encuentra con una abundante literatura sobre los grandes desafíos políticos y teóricos que se le presentaron a los revolucionarios a lo largo de las álgidas cuatro primeras décadas de lucha de clases del siglo pasado y que concentró los fenómenos característicos de la época imperialista. Este volumen incluye buena parte del último combate de Trotsky, cuando los distintos imperialismos logran subordinar a las mayorías trabajadoras detrás de la salida de la guerra para definir un nuevo reparto de la riqueza y el predominio político mundial al que se postulaba principalmente Estados Unidos detrás de una engañosa oposición al fascismo. En este marco, son textos de combate ideológico, en particular hacia los sectores que precisan atacar a la izquierda marxista para justificar su realineamiento detrás de la democracia imperialista. En Su moral y la nuestra, Trotsky demuestra cómo esta operación se da por la vía del amparo en preceptos supuestamente universales, morales, para igualar fascismo y bolchevismo o estalinismo y trotskismo.

Magui: En defensa del marxismo está escrito en un contexto en el cual, ante la degeneración estalinista y el ascenso del fascismo, se da al interior de Socialist Workers Party –sección norteamericana de la IV Internacional– el abandono de la teoría marxista, desplazando la lectura dialéctica por la del sentido común y renunciando con ello a la estrategia socialista, al reducir la realidad a un mero hecho empírico sostenido por la supuesta universalidad de preceptos morales. Siguiendo las palabras de Trotsky, una claudicación de la lucha ideológica en pos de resolver “problemas políticos concretos”, que se asume a sí misma como “realista” a la vez que vuelve a la historia “una serie de incidentes extraordinarios y la política una serie de improvisaciones”.

Nicolás: A su vez, Trotsky va a discutir en torno a una visión materialista respecto de la cultura a lo largo de la historia y también en el Estado obrero. Una visión dialéctica entre la herencia cultural que lega el capitalismo, sus avances y límites. Así como también de la negativa a hablar de “cultura proletaria”, frente a la cual sostiene que el proletariado debe, como clase universal, asimilar las culturas anteriores –en particular la elaborada durante el capitalismo– pero sustrayendo su contenido de clase y haciendo propios todos los avances.

El título de En Defensa del marxismo casi que obliga a la pregunta: ¿de qué había que defenderlo? Y por otra parte, ¿cómo entendía ese legado marxista Trotsky?

Nicolás: Trotsky defiende al marxismo de un ataque dirigido hacia sus bases teóricas y políticas: teóricamente, hacia la dialéctica materialista y políticamente, hacia la cuestión de la defensa de la URSS y sus conquistas. Trotsky parte de definir a la dialéctica materialista como la ciencia de las formas de nuestro pensamiento para comprender los problemas profundos y contradictorios de la realidad, y plantea que “el entrenamiento dialéctico de la forma de pensar, es tan necesario a un revolucionario como los ejercicios de dedos para un pianista”. Sostiene que, de quién abandona o reemplaza este método en términos teóricos, es esperable todo tipo de desviaciones, revisionismos o claudicaciones en el terreno de la política revolucionaria. Es esto lo que le sucede a la minoría dentro del SWP: su desdén hacia la dialéctica materialista –y su reemplazo por el sentido común y el pensamiento vulgar– los lleva a cuestionar el carácter de clase de la URSS como Estado obrero, a pesar de ser gobernado por la burocracia estalinista.

Andrea: En este marco, la defensa de la URSS como conquista era una tarea imprescindible de la clase trabajadora para obtener otras nuevas. Es decir, que el texto que publicamos constituye una parte vital de su legado revolucionario, ya que se podría leer como un alegato en defensa del marxismo, del materialismo histórico, de la lucha de clases como motor del cambio social y de la dialéctica materialista como método científico.

Romina: Mi aporte en este libro estuvo centrado principalmente en el intercambio de cartas de Trotsky con los miembros del SWP. Además de ser un gran teórico marxista y revolucionario fue un gran escritor. Sin embargo, dentro de un espacio más personal e íntimo como sus cartas a distintos dirigentes del partido norteamericano, expresa sus emociones y explicaciones teóricas de una manera particular. En cada carta puede observase cómo aumenta su intensidad en los debates, su enfurecimiento contra la posición que negaba la defensa de la URSS, los zigzags y las presiones del SWP, contra los que luchaba. Al mismo tiempo puede leerse cómo busca apasionada y científicamente demostrar la necesidad de la dialéctica para comprender los cambios y transformaciones de los fenómenos históricos. También hay un Trotsky sarcástico y agudo, que no tiene reparos en demoler con el mejor de los estilos a quienes retrocedían y abandonaban la causa revolucionaria por las presiones de la “democracia” imperialista.

Magui: Esta defensa de la dialéctica también va a ser graficada por Trotsky mediante los ejemplos del desarrollo científico tanto del químico Mendeleiev como de Darwin, reivindicando su método materialista y su “inconsciente” uso de la dialéctica para llevar adelante en sus investigaciones y avances científicos. No obstante, subraya el error de ambos en trasladar mecánicamente los métodos de la química o la biología a la sociedad, desconociendo las leyes propias del proceso social y las ciencias sociales. Resulta paradójico que en casi ninguna carrera universitaria actual se estudie la dialéctica como uno de los métodos más avanzados del pensamiento humano, ¡ni siquiera en la carrera de Filosofía!

Esta obra se enmarca en la pelea de Trotsky, en los últimos años de su vida, por construir la IV Internacional. ¿Cómo se relacionan las discusiones planteadas en este libro con esa pelea? ¿Por qué esa “lucha ideológica” iba de la mano de la lucha política por construir esa organización?

Andrea: La decisión de Trotsky de construir una nueva internacional ante la debacle de la III estalinizada fue en parte consecuencia de su concepción del marxismo como la unidad inescindible de la teoría y la práctica. A diferencia de lo que plantea Isaac Deutscher, su extraordinario biógrafo, que “la infatigable labor en favor de la IV internacional” fue un error y un acto voluntarista y que Trotsky debía haberse refugiado en el desarrollo teórico, el propio Trotsky responde que el rol más importante que jugó en toda su vida (aún más que en la Revolución rusa) fue dedicar sus últimos esfuerzos en poner en pie una dirección revolucionaria que se preparara para intervenir en la Guerra Mundial y preparar el triunfo de la revolución cuando esta emergiera, como sucedió.

Nicolás: Recordemos también que en la segunda mitad del siglo XX se va a producir una separación tajante de la unidad entre la teoría y la práctica, y van a surgir muchos intelectuales marxistas que, dándole la espalda a la política (producto de las dificultades que encarnaba la lucha contra el estalinismo), se dedicaron al desarrollo del arte, la filosofía, la ciencia y la literatura desde sus cátedras universitarias. Me refiero al llamado marxismo occidental, como lo denomina el historiador Perry Anderson.

Romina: Incluso hoy en casi todas las universidades se promueve este divorcio entre el marxismo como teoría científica para “analizar” el mundo y como teoría política para transformarlo de raíz.

Mili: Trotsky durante toda su vida se caracterizó por concebir las luchas ideológicas y las políticas como un todo, y por eso les dedica la misma pasión, tiempo y entusiasmo, como se refleja en la Obra Escogida número 13 que acabamos de publicar, donde busca que la discusión sea educativa para los jóvenes y cuadros de la IV Internacional. Retomar este legado y tradición revolucionaria del marxismo es parte de los desafíos actuales.

En general el proceso detrás de las publicaciones editoriales es poco conocido. ¿Qué importancia opinan que tiene la labor de la editorial como parte de los desafíos de la izquierda en la actualidad?

Andrea: Los libros que publicamos hace más de 20 años de existencia de Ediciones IPS son el resultado del estudio, la formación, la difusión de las ideas marxistas de nuestro partido, el PTS, actualizadas al calor de la época que nos toca vivir. En este sentido, venimos publicando además de clásicos toda una serie de elaboraciones donde modestamente intentamos contribuir a su recreación y a los debates actuales. Por ejemplo, en libros como El marxismo de Gramsci de Juan Dal Maso, Estrategia socialista y arte militar de Emilio Albamonte y Matías Maiello.

Romina: Es un trabajo en equipo de meses que busca alcanzar la excelencia y, por supuesto, retomar y dar vigencia a estudios que restablecen las mejores tradiciones del marxismo revolucionario. Fue siendo parte del equipo editorial de este libro que comprendí el enorme trabajo que implica una nueva publicación y la necesidad del trabajo en equipo entre compañeros y compañeras que se dedican a la corrección de estilo, traducción y cotejo en diferentes idiomas, compilación, edición, revisión, diseño, etc.

Mili: En Argentina, si uno va hoy a las principales librerías del país se encuentra con libros de Trotsky, y son Ediciones del IPS. Esto es posible, por un lado, porque la actualidad está signada por el agotamiento de las ilusiones de las masas en el neoliberalismo y la proliferación de elementos de crisis de su hegemonía, lo que lleva a que cada vez más sectores busquen respuestas alternativas al régimen tal cual es. Por otro, porque existe una izquierda trotskista que entiende que para avanzar necesita desarrollar los elementos de la crítica para dar respuesta desde el marxismo revolucionario a los desafíos de nuestro tiempo. Retomando las palabras de Eduardo Grüner, que hace unos años escribía a propósito de la publicación de Mi vida, obra que integra esta misma colección: “Esta serie de obras del revolucionario […] se publicará como parte del esfuerzo […] por poner al alcance de nuevas generaciones que, lejos del ‘ya fue’, vuelven a reclamar su lugar en la historia”.

Magui: Hoy nos encontramos en un escenario en el cual se nos presentan nuevas fórmulas políticas que terminan siendo reediciones de otras viejas. El libro cobra una actualidad furiosa porque, tras el derrotero del siglo XX, en el marco ideológico imperante el capitalismo continúa presentándose ante el sentido común como el único sistema económico y político viable, que al asumirse como un orden natural inmutable, niega toda posibilidad de alternativas. Ante esto, y tras el fracaso de las promesas del mundo globalizado, retomar la defensa de la teoría marxista como herramienta de emancipación política se vuelve una tarea urgente.


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Gabriel Piro

Nació en Buenos Aires en 1990. Licenciado y profesor en Historia de la UBA. Miembro del staff del suplemento Armas de la Crítica.