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Escritos de León Trotsky (1929-1940)

Pilsudski, el fascismo y el carácter de nuestra época

Pilsudski, el fascismo y el carácter de nuestra época

Pilsudski, el fascismo y el carácter de nuestra época[1]

 

 

4 de agosto de 1932

 

 

 

Introducción

 

En mayo de 1926 Pilsudski dio su golpe de estado en Polonia. Esta riesgosa operación pareció tan enigmática que la dirección del Partido Comunista, a través de Warski[2] y otros, llamó al proletariado a tomarse las calles en apoyo al alzamiento del mariscal. Hoy parece increíble, pero esta línea derivaba de las raíces mismas de la política de la Comintern en ese momento. Los epígonos habían convertido la lucha por el campesinado en la política de disolución del proletariado en la pequeña burguesía. En China, el Partido Comunista entró al Kuomintang y se sometió humildemente a su disciplina. Para todos los piases de Oriente, Stalin levantó la consigna “partido obrero-campesino”. En la Unión Soviética se luchaba contra los “superindustrializantes” (la Oposición de Izquierda) en nombre de la necesidad de mantener buenas relaciones con el kulak. En los círculos dirigentes del partido ruso se realizaba una discusión bastante abierta sobre la cuestión de si no había llegado el momento de volver, de la dictadura del proletariado, a la fórmula de 1905, “dictadura democrática del proletariado y el campesinado”. Condenada por todo el proceso ulterior, y descartada de una vez y para siempre por Lenin en 1917, los epígonos convirtieron esta fórmula en el criterio principal. Desde el ángulo de la “dictadura democrática” Kostrzewa[3] revisó el legado de Rosa Luxemburgo. Warski, después de un período de vacilaciones, comenzó a marcar con redoblada diligencia el paso que le ordenaba Manuilski. En estas circunstancias se dio el golpe de Pilsudski. El Comité Central del partido polaco tenía un terror mortal a demostrar cualquier indicio de “subestimación del campesinado”. ¡Dios sabe que habían aprendido bien las lecciones de la lucha contra el “trotskismo”! Los marxistas del Comité Central llamaron a los obreros a apoyar la “dictadura casi democrática” del reaccionario regulador del orden.

La política práctica de Pilsudski obligó a los epígonos a rectificar rápidamente su teoría. Ya a comienzos de julio, la Comintern tuvo que dedicarse en Moscú a revisar el “error” del partido polaco. Warski dio su informe en la comisión especial, en el punto de información y “autocrítica”; se le había prometido la exoneración total si asumía plena responsabilidad por lo hecho, ¡descargándola así de los hombros de los jefes de Moscú! Warski hizo lo que pudo. Sin embargo, mientras confesaba su “error” y prometía corregirse, se demostró totalmente incapaz de ubicar las raíces principistas de sus desgracias. El conjunto del debate fue caótico, confuso y en cierta medida deshonesto. Después de todo, el objetivo era lavar la camisa sin mojar la tela.

Dentro de los limites de los diez minutos que se me concedieron, traté de caracterizar el golpe de Pilsudski en relación con la función histórica del fascismo para demostrar de ese modo las raíces del “error” de la dirección del partido polaco. No se publicaron las actas de la comisión. Por supuesto, esto no fue óbice para que se desarrollara en todos los idiomas una polémica contra mi inédito discurso. Todavía no desaparecieron las secuelas de esta polémica. Al encontrar la transcripción taquigráfica de mi discurso en los archivos, llegué a la conclusión -especialmente a la luz de los acontecimientos actuales de Alemania- de que su publicación podía ofrecer todavía algún interés político. Sólo poniendo a prueba a las tendencias políticas en las distintas etapas del proceso histórico se puede evaluar correctamente su contenido real y su coherencia interna.

Naturalmente, no se puede esperar demasiado de un discurso pronunciado hace seis años en una comisión especial, con un límite de diez minutos. Si estas líneas llegan a los camaradas polacos, a los que están destinadas, ellos, por ser los lectores mejor informados, podrán completarlas y corregir las inexactitudes.

Caracterizo en mi discurso el golpe de Pilsudski como un golpe “preventivo” (precautorio). En cierto sentido todavía hoy se puede apoyar esta definición: Precisamente porque en Polonia la situación revolucionaria no alcanzó la misma madurez que la de Italia en 192O y la de Alemania en 1923 y en 1931-1932, la reacción fascista no fue allí tan profunda e intensa. Esto explica por qué Pilsudski, luego de seis años, aún no ha terminado su trabajo.

En relación con el carácter “preventivo” del golpe, expresé la esperanza de que el reinado de Pilsudski no fuera tan prolongado como el de Mussolini. Desgraciadamente, ambos se prolongaron mas que lo que cualquiera de nosotros suponía en 1926. La causa no reside solamente en las circunstancias objetivas sino también en la política de la Comintern. Como verá el lector, en el discurso se señalan los defectos fundamentales de esta política, aunque de manera muy cautelosa; hay que tener presente que, como miembro del Comité Central del Partido Comunista ruso, estaba obligado a acatar la disciplina.

No se puede negar que el rol que jugó inicialmente el PPS[4] en relación con Pilsudski brindó un apoyo espectacular a la teoría del “social-fascismo”. No obstante, aquí también el tiempo trajo las rectificaciones necesarias al sacar a la luz las contradicciones existentes entre los agentes democráticos de la burguesía y sus agentes fascistas. Quien considere absoluta esta contradicción caerá inevitablemente en el oportunismo. Quien ignore esta contradicción se verá condenado a los caprichos del ultraizquierdismo y a la impotencia revolucionaria. Para más pruebas basta con echarle un vistazo a Alemania.

 

Sobre la cuestión polaca (julio de 1926)

 

Deseo recoger dos problemas de importancia general que se plantearon repetidamente en la discusión, tanto en la sesión de ayer como en la de hoy.

El primer problema es: ¿qué es el pilsudskismo y cómo se relaciona con el fascismo?

El segundo problema es: ¿cuáles son las raíces del error cometido por el Comité Central del Partido Comunista Polaco? Cuando hablo de "raíces" no me refiero a cuestiones atinentes a determinados individuos o grupos sino a cuestiones objetivas, derivadas de las condiciones de nuestra época; pero de ningún modo subestimo la responsabilidad de los individuos.

El primer problema: Pilsudski y el fascismo.

Indudablemente estas dos corrientes tienen rasgos en común: sus. grupos de choque se reclutan, sobre todo, dentro de la pequeña burguesía; tanto Pilsudski como Mussolini utilizaron medios extraparlamentarios, abiertamente violentos, métodos de guerra civil; ambos pretenden salvar la sociedad burguesa, no derrocarla. Luego de tener a sus pies a las masas pequeño burguesas, ambos chocaron directamente con la gran burguesía tras la toma del poder. Me viene a la mente involuntariamente una generalización histórica: uno se ve obligado a recordar la definición que dio Marx del jacobismo[5] como arma plebeya para combatir a los enemigos feudales de la burguesía. Eso fue en la época del auge de la burguesía. Hay que decir que ahora, en la época de su decadencia, la burguesía necesita una vez más de un arma “plebeya” para resolver sus problemas, que ya no son progresivos sino, por el contrario, totalmente reaccionarios. En este sentido, el fascismo es una caricatura reaccionaria del jacobinismo.

Cuando surgió, la burguesía no podía crearse una base de crecimiento y predominio dentro de los límites del estado feudal-burocrático. Se necesitaba el modo jacobino de enfrentar a la vieja sociedad para asegurar el florecimiento de la nueva sociedad burguesa. La burguesía en decadencia es incapaz de mantenerse en el poder con los métodos y medios que ella misma creó, el estado parlamentario. Necesita al fascismo como arma de autodefensa, por lo menos en los momentos más críticos. A la burguesía no le gusta resolver sus problemas con métodos “plebeyos”. Adoptó una actitud extremadamente hostil hacia el jacobinismo, ensangrentando así el camino por el que se desarrolló la sociedad burguesa. Los fascistas están muchísimo más cerca de la burguesía en decadencia de lo que lo estaban los jacobinos de la burguesía en avance. Pero a la burguesía ya establecida tampoco le gusta la manera fascista de resolver sus problemas, ya que los choques y disturbios que produce, aunque actúa en interés de la sociedad burguesa, también la ponen en peligro. Esta es la raíz del antagonismo entre el fascismo y los partidos tradicionales de la burguesía.

Es indiscutible que el pilsudskismo, por sus orígenes, sus impulsos y las consignas que levanta, es un movimiento pequeñoburgués. No caben dudas de que Pilsudski sabía de antemano qué camino iba a tomar. No se trata de que sea particularmente inteligente. Sus acciones llevan el sello de la mediocridad.(Walecki:[6] ¡usted se equivoca!) De todos modos, mi objetivo no es caracterizar a Pilsudski; no sé, tal vez haya visto un poco más lejos que los demás. Pero, aun cuando no haya sabido qué quería hacer, por cierto, según todas las apariencias, sabía muy bien que quería evitar, fundamentalmente, un movimiento revolucionario de las masas trabajadoras. Más allá de los limites de lo que él haya sido capaz de comprender, había otros que pensaban por él, tal vez hasta el embajador inglés. De cualquier manera, Pilsudski encontró rápidamente puntos en común con el gran capital, aunque por sus orígenes, impulsos y consignas el movimiento que él encabezó haya sido pequeñoburgués, un método “plebeyo” de resolver los apremiantes problemas de la sociedad capitalista en su proceso de decadencia y destrucción. Aquí el paralelismo con el fascismo italiano es directo.

Warski dijo que la democracia parlamentaria es el terreno en que la pequeña burguesía se mueve más brillantemente. No siempre, sin embargo, y no en todas las circunstancias. Puede perder su brillantez, vaciar y debilitarse cada vez más. Y dado que la gran burguesía también está en agonía, el terreno parlamentario se transforma en un espejo de la crisis y decadencia de la sociedad burguesa en su conjunto. La pequeña burguesía, que le atribuía tanta importancia al parlamentarismo, comienza a sentirlo como una carga y a buscar una salida por vías extraparlamentarias. Por su impulso básico, el pilsudskismo es un intento de solución extraparlamentaria de los problemas de la pequeña burguesía. Pero esto mismo hace inevitable su capitulación ante la gran burguesía. Porque si en el parlamento, una y otra vez, aunque “poco a poco”, la pequeña burguesía muestra su impotencia ante el terrateniente, el capitalista y el banquero, cuando intenta una solución extraparlamentaria de sus problemas, en el momento en que se apodera del poder, su impotencia social queda total y absolutamente al desnudo. Al principio da la impresión de que la pequeña burguesía, espada en mano, se vuelve contra el régimen burgués; pero su revuelta termina con la entrega a la gran burguesía, a través de sus propios dirigentes, del poder que tomó gracias a la sangre derramada. Eso es justamente lo que ocurrió en Polonia, y lo que no comprendió el Comité Central.

A la gran burguesía le desagrada este método, así como a un hombre con la mandíbula desencajada le desagrada que le arranquen los dientes. Los círculos respetables de la sociedad burguesa odiaban la perspectiva de tener que utilizar los servicios del dentista Pilsudski, pero finalmente aceptaron lo inevitable, seguramente con amenazas de resistencia y con mucho regateo sobre el precio. ¡Y he ahí que el ídolo de ayer de la pequeña burguesía se transformó en el gendarme del capital! Lo sorprendente es el ritmo febril de los acontecimientos. la transición asombrosamente rápida de las consignas y técnicas aparentemente “revolucionarias” a la política contrarrevolucionaria de proteger a los propietarios contra los desmanes de los obreros y los campesinos. Pero la evolución del pilsudkismo se adecua en un todo a la ley. En cuanto al ritmo, es la consecuencia de una guerra civil que omitió etapas reduciendo así los plazos.

¿Es el pilsudskismo “fascismo de izquierda” o “no de izquierda”? No creo que esa diferenciación sirva para algo. El “izquierdismo” fascista surge de la necesidad de provocar y nutrir las ilusiones del enfurecido pequeño propietario. En los distintos países, según las diversas condiciones, se lo logra de manera diferente, utilizando diferentes dosis de “izquierdismo”. Pero en esencia el pilsudkismo, como el fascismo en general, juega un rol contrarrevolucionario. Es una contrarrevolución antiparlamentaria y sobre todo antiproletaria, con cuya colaboración la decadente burguesía intenta - y no sin éxito, por lo menos durante un tiempo- proteger y preservar sus posiciones fundamentales.

Dije que el fascismo es una caricatura del jacobinismo. El fascismo se relaciona con el jacobinismo del mismo modo en que el capitalismo moderno, que destruye las fuerzas productivas y disminuye el nivel cultural de la sociedad, se relaciona con el capitalismo joven, que hizo más poderosa a la humanidad en todos los terrenos. Por supuesto, como sucede en general con todas las analogías históricas amplias, la comparación entre fascismo y jacobinismo es legítima sólo dentro de determinados límites y desde ciertos puntos de vista. La pretensión de extender esta analogía más allá de sus limites justificados entrañaría el peligro de llegar a conclusiones falsas. Pero dentro de esos límites explica algunas cosas. Los estratos más elevados de la burguesía no pudieron librar a la sociedad del feudalismo. Para lograrlo fue necesario movilizar los intereses pasiones e ilusiones de la pequeña burguesía. Esta realizó su tarea combatiendo a los estratos superiores de la sociedad burguesa, aunque en última instancia estaba a su servicio. Del mismo modo, los fascistas movilizan a la opinión pública burguesa y a sus grupos armados, total o parcialmente, contra los círculos dominantes y el aparato estatal oficial. Cuanto más amenazada se ve la sociedad burguesa por un peligro revolucionario inmediato, o cuanto mayor la desilusión de la pequeña burguesía que durante un tiempo esperó la revolución, más fácil le resulta al fascismo llevar a cabo su movilización.

En Polonia se dieron condiciones únicas y complejas para esta movilización; surgieron del atolladero económico y político, de las confusas perspectivas de la revolución, que originaron el temor al peligro “moscovita”. Uno de los camaradas polacos aquí presentes - creo que fue Leszczynski[7]- dijo que los verdaderos fascistas no se escondían en las filas de Pilsudski sino en las de los demócratas nacionales, el gran partido capitalista, que dispone de bandas chovinistas que más de una vez lanzaron pogromos. ¿Es éste el caso? Las bandas auxiliares de los demócratas nacionales bastan, por así decirlo, para los asuntos cotidianos. Pero no para arrastrar a las grandes masas nacionales a dar un golpe contra el parlamentarismo, la democracia y sobre todo contra el proletariado, ni para poner el poder del estado bajo el puño militar. Para movilizar a la pequeña burguesía de la ciudad y el campo, así como a los sectores obreros más retrasados, hay que disponer de recursos políticos tales como las tradiciones del socialismo pequeñoburgués y la lucha revolucionaria de liberación nacional. los demócratas nacionales no tienen nada de esto. Por eso la movilización de la pequeña burguesía de Polonia sólo la podía concretar el mariscal Pilsudski, con el PPS a la cola durante un tiempo. Pero una vez ganado el poder, la pequeña burguesía es incapaz de manejarlo independientemente. Se ve obligada a dejarlo escapar bajo la presión del proletariado o, si éste no tiene la fuerza suficiente para apoderarse de él, a entregárselo a la gran burguesía. Pero ya no será el poder disperso de antes sino un poder concentrado.

En Polonia las ilusiones del socialismo pequeñoburgués y del patriotismo eran muy profundas y fueron impetuosamente movilizadas, dado el atolladero económico y parlamentario. El descaro, el cinismo y la “rapidez” con que el jefe victorioso de ese movimiento cayó de rodillas ante la gran burguesía rogándole que lo “coronara” están en relación directa con esa profundidad y esa movilización. Esta es la clave del ritmo febril que siguieron los acontecimientos polacos.

Los éxitos enormes y duraderos de Mussolini sólo fueron posibles porque la revolución de setiembre de 1920, luego de aflojar todos los apoyos y refuerzos de la sociedad burguesa, no se llevó a cabo hasta el final. Mussolini planteó y puso en práctica su plan apoyándose en el reflujo de la revolución, el desaliento de la pequeña burguesía y el agotamiento de los trabajadores.

En Polonia las cosas no llegaron tan lejos. El régimen estaba en un callejón sin salida pero no existía todavía una situación revolucionaria directa, en el sentido de la disposición de las masas para salir al combate. Recién se estaba preparando la situación revolucionaria. Entonces, el golpe de Pilsudski, como todo su “fascismo”, parece una contrarrevolución preventiva, precautoria. Por eso creo que el régimen de Pilsudski tiene menos posibilidades que el fascismo italiano de durar mucho. Mussolini se aprovechó de una revolución que ya estaba quebrada desde adentro, con la inevitable declinación de la actividad proletaria que eso implica. Pilsudski, por su parte, salió al paso de una revolución inminente, se apropió en cierta medida de su fuerza y engañó cínicamente a las masas que lo seguían Esto da base para suponer que Pilsudski será un episodio más de la marea revolucionaria ascendente, no de su retroceso.

El segundo problema que quiero encarar tiene que ver con las raíces objetivas del error cometido por los dirigentes del partido polaco. Indudablemente. la presión de la pequeño burguesía, con sus esperanzas y sus ilusiones, fue muy fuerte durante el golpe de mayo. Esto explica por qué en esa etapa el partido no pudo ganar a las masas y orientar al movimiento por una vía realmente revolucionaria. Pero esto de ninguna manera justifica a la dirección del partido, que se sometió blandamente al caos pequeñoburgués, flotando a la deriva sin brújula ni timón. En cuanto a las causas fundamentales del error, tienen sus raíces en el carácter de nuestra época, a la que llamamos revolucionaria pero todavía no logramos apreciar en su conjunto, con sus giros y variaciones; y sin este conocimiento es imposible dominar cada situación concreta particular. Nuestra época se diferencia de la que precedió a la guerra tanto como una época explosiva y premiada de crisis se diferencia de una orgánica, que se desarrolla con relativa homogeneidad. Antes de la guerra vivíamos en Europa el crecimiento de las fuerzas productivas, una marcada diferenciación de clases, el avance del imperialismo en un polo y el de la socialdemocracia en el otro. Se veía la conquista del poder por el proletariado como la culminación inevitable pero distante de este proceso. Más precisamente, para los oportunistas y centristas de la socialdemocracia la revolución social era una frase sin contenido; para la izquierda de la socialdemocracia europea era un objetivo distante para el que había que prepararse gradual y sistemáticamente. La guerra interrumpió esta situación, revelando todas sus contradicciones; y con la guerra comenzó una nueva etapa. Ya no se puede hablar del avance reglar de las fuerzas productivas, del sostenido crecimiento cuantitativo del proletariado industrial, etcétera. La economía está estancada o en decadencia. El desempleo se ha vuelto crónico. Si hacemos un gráfico de las fluctuaciones del ciclo económico en los países europeos, o de los cambios en la situación política, no obtendremos una curva regularmente ascendente con fluctuaciones periódicas sino una curva febril con frenéticos zigzags hacia arriba y hacia abajo. El ciclo económico cambia abruptamente dentro de los marcos de un capital fijo esencialmente constante. El ciclo político cambia abruptamente encerrado en las garras de la crisis económica. Las masas pequeñoburguesas, que incluyen también a amplios sectores de trabajadores, se vuelcan ora hacia la derecha, ora hacia la izquierda.

Ya no podemos hablar de un proceso orgánico que fortalece incesantemente al proletariado como clase productiva y, en consecuencia, a su partido revolucionario. En las condiciones actuales las relaciones entre el partido y la clase están sometidas a fluctuaciones mucho más profundas que antes. El partido, a la vez que preserva su base de principios, tácticamente es - ¡o tendría que ser! - mucho más flexible y creativo ajeno a todo tipo de rutinarismo. Esta táctica exige inevitablemente cambios pronunciados y peligrosos, que dependerán sobre todo de si entramos en un período de insurrección revolucionaria o, por el contrario, en un rápido retroceso. Toda nuestra época está constituida por esas secciones de la curva cíclica perfectamente delimitadas, unas de alza y otras de baja. Hay que percatarse a tiempo de estos cambios profundos y a veces repentinos. La diferencia entre el rol del Comité Central de un partido socialdemócrata de antes de la guerra y el Comité Central de un partido comunista en las condiciones actuales se parece en cierta medida a la diferencia que media entre un estado mayor general, que organiza y entrena a las fuerzas militares, y un puesto de mando en el campo de batalla, que debe dirigir a esas fuerzas en la lucha (aunque, por cierto, hay grandes intervalos entre una y otra batalla).

Por supuesto, la tarea fundamental sigue siendo la lucha por ganarse a las masas, pero las condiciones de esta lucha son diferentes ahora. Cualquier cambio en la situación interna o internacional puede, en un momento, convertir la lucha por ganarse a las masas en una lucha directa por el poder. Hoy no se puede medir la estrategia por décadas. La situación total de un país cambia radicalmente en el transcurso de uno, dos o tres años. Lo vimos claramente, sobre todo, en el caso de Alemania. Después del intento de provocar una revolución sin las condiciones necesarias (marzo de 1921), observamos en el partido alemán una fuerte desviación a la derecha, desviación que luego naufragó en el pronunciado giro a la izquierda del conjunto de la situación (1923). La desviación oportunista es remplazada por una desviación ultraizquierdista, que coincide con el reflujo de la revolución; esta contradicción entre la situación y la política provoca errores que debilitan un más al movimiento revolucionario. Como consecuencia tenemos una especie de división del trabajo entre los grupos derechistas y los ultraizquierdistas, según la cual cada uno de ellos es derrotado con cada ascenso o descenso brusco de la curva política, cediéndole el lugar al grupo rival. Al mismo tiempo, el método puesto en práctica actualmente - de cambiar la dirección después de cada vuelco de la situación- no les permite a los cuadros dirigentes adquirir una experiencia más amplia, que incluya tanto el alza como la baja, flujo y el reflujo. Y no se puede educar una dirección verdaderamente bolchevique sin esta comprensión sintética, generalizadora, de nuestra época de cambios rápidos y virajes abruptos. Por eso, pese al carácter profundamente revolucionario de la época, el partido y la dirección no supieron ponerse a la altura de las exigencias que la situación les planteó.

El régimen de Pilsudski en Polonia será un régimen de lucha fascista por la estabilización, lo que implica una extrema agudización de la lucha de clases. La sociedad no puede lograr estabilizarse partiendo de la nada; es un problema para la política burguesa. Apenas se lo soluciona en parte, vuelve a surgir. La lucha fascista por la estabilización provocará la resistencia del proletariado. La desilusión de las masas respecto al golpe de Pilsudski creará una situación favorable para nuestro partido, a condición, por supuesto, de que la dirección no se adapte unilateralmente a un alza o una baja circunstancial de la curva política sino abarque en su conjunto la línea básica del proceso. A la lucha fascista por la estabilización hay que oponerle, antes que nada, la estabilización interna del Partido Comunista. ¡Entonces estará asegurado el triunfo!



[1] Pilsudski, el fascismo y el carácter de nuestra época. Intercontinental Press [Prensa Internacional] , 1º de marzo de 1971. Traducido [al inglés] por George Saunders. En 1932 Trotsky encontró una copia del acta de un discurso que se le permitió pronunciar en julio de 1926, ante una comisión especial de la Comintern. La comisión se había formado para considerar los errores cometidos por el Partido Comunista Polaco, que facilitaron la toma del poder por el mariscal Josef Pilsudski el 12 de mayo de 1926. Trotsky escribió una introducción al discurso y publicó ambos con el título mencionado en Biulleten Opozitsi, Nº29 y 30, setiembre de 1932. Cuando buscaba información sobre algunas de las personas mencionadas por Trotsky en este artículo y en Saludo a la Oposición de Izquierda polaca, del 31 de agosto de 1932, el traductor [al inglés] le pidió ayuda a Isaac Deutscher, que en esa época había sido un joven dirigente de la oposición polaca y publicado en su idioma natal estos artículos de Trotsky. En una carta escrita poco antes de su muerte (1967), Deutscher proporcionó parte de la información requerida y una opinión sobre la caracterización política que Trotsky hizo de algunos dirigentes del Partido Comunista Polaco (Warski, Kostrzewa, Walecki, Leszczynski, Lapinski): “El [Trotsky] tenía absoluta razón en cuanto a la esencia de la controversia, pero en la caracterización personal se permitía en el calor de la discusión algunas exageraciones polémicas. Ahora que ustedes vuelven a publicar éstos artículos considero que deben hacer notar dos circunstancias: primero, todos los dirigentes que Trotsky menciona fueron fundadores del Partido Comunista Polaco, fueron fundadores de la Internacional Comunista, activos militantes de los acontecimientos de Zimmerwald y Kienthal, etcétera. En 1925 todos en nombre del Comité Central Polaco, protestaron contra la primera campaña antitrotskista de Stalin y Zinoviev. Además, todos ellos murieron en las purgas stalinistas de 1938. Stalin nunca les perdono el haber protestado por el trato que se le dio a Trotsky. Los denunció a todos de trotskistas, espías agentes de la policía política polaca, etcétera, y a todos se los rehabilito enfáticamente en la era posestalinista. Entre 1925 y 1938, exiliados en la URSS, se adaptaron a la línea de Stalin. Pero lo hicieron con muchas angustias y reservas mentales; muchos de ellos, siempre que podían, aconsejaban a los comunistas polacos que viajaran a Rusia que trabajaran silenciosamente dentro del partido polaco contra la línea stalinista. Sería totalmente erróneo e injusto decir ahora que tenían “características mencheviques”, como lo hizo Trotsky en 1926 o en 1932. Warski[...], al igual que Walecki, Lapinski y Kostrzewa, eran en última instancia bujarinistas o casi bujarinistas, dirigentes de la Oposición de Derecha del partido, pero no tenían características mencheviques [...] No hay necesidad de volver ahora sobre los errores políticos que todos ellos cometieron en su periodo cuasibujarinista. Pero cuando se caracteriza su actividad tres décadas después de su martirio hay que tomar en cuenta toda su trayectoria, no sólo una parte de ella, hay que considerarla objetiva e históricamente, sin impresionarse por un epíteto que Trotsky les aplicó en una situación determinada [...]” Ver la discusión sobre las diferencias de Deutscher con Trotsky sobre el carácter del régimen de Pilsudski en Escritos 1934-35,[tomo VI, p.87]

[2] Adolf Warski (1870-193?): estrecho colaborador de Rosa Luxemburgo durante casi veinticinco años, fue uno de los fundadores del Partido Socialdemócrata de Polonia y Lituania (SDKPiL), que estuvo afiliado durante, un tiempo al Partido Obrero Socialdemócrata Ruso, en cuyo Comité Central actuó. En 1918, cuando el SDKPiL participó en la formación del Partido, Comunista Polaco, se convirtió en uno de sus dirigentes principales.

[3] Vera Kostrzewa: militante del Partido Socialista Polaco de Izquierda

(PPS de Izquierda), que se unificó con el SDKPiL Para formar el PC Polaco.

[4] El PPS (Partido Socialista Polaco): organización nacionalista reformista fundada por Pilsudski y otros en 1892. Un sector radical, el PPS de izquierda, rompió y actuó como partido independiente hasta que se unificó con el SDKPiL en 1918. Bajo la dirección de Pilsudski el PPS se paso a la derecha y después de la Primera Guerra Mundial se volvió agresivamente antisoviético. Luego del golpe de 1926, teóricamente el PPS se ubicó en la oposición, pero no luchó activamente contra el régimen.

[5] Popularmente se llamaba jacobinos a los miembros de la Sociedad de Amigos de la constitución, de la que salió la dirección de la Revolución Francesa. Los jacobinos de izquierda (la Montaña) estaban dirigidos por Robespierre y Marat, los de derecha (la Gironda) por Brissot y os centristas (el Llano) por Danton.

[6] Maximilian Walecki (1877-193?): ingresó al Partido socialista Polaco en 1895 y se convirtió en dirigente del PPS de Izquierda después de la ruptura. En 1918, cuando se formó el PC Polaco, llegó a ser un destacado militante suyo, autor de su plataforma programática y representante suyo en la Comintern.

[7] Julian Leszczynski (1890-193?): dirigente del SDKPiL y luego figura destacada del PC Polaco. A diferencia de varios de sus colegas polacos, fue un notorio vocero de la Comintern durante el “tercer período” y en loe primeros años del Frente Popular, pero también pereció en las purgas.



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