Logo
Logo
Logo

Escritos de León Trotsky (1929-1940)

Sobre la privación de la ciudadanía soviética

Sobre la privación de la ciudadanía soviética

Sobre la privación de la ciudadanía soviética[1]

Carta abierta al Presídium del Comité Ejecutivo Central de la URSS

 

 

1º de marzo de 1932

 

 

 

Con inevitable retraso me enteré por Pravda de su resolución del 20 de febrero de 1932 privándonos, a mí y a los miembros de mi familia, que comparten mi expulsión, mi exilio y mi trabajo, del derecho a la ciudadanía soviética y prohibiéndonos la entrada a la URSS. La resolución no dice en qué consiste mi actividad “contrarrevolucionaria”. Descontando la polémica de rigor contra el “trotskismo”, la prensa soviética cita sólo dos ejemplos de mi supuesta actividad que se podrían caracterizar como contrarrevolucionarios... si realmente hubieran ocurrido.

En Pravda del 2 de julio de 1931 se publicó, con el comentario correspondiente, una reproducción fotostática de la primera página del periódico polaco Kurier Codzienny [Correo Diario], que contiene un artículo, supuestamente escrito por mí, dirigido contra la Unión Soviética. Se supone que a ninguno de ustedes se le ocurrió poner en duda que ese artículo era un fraude más de esa inmunda publicación, muy conocida por sus falsedades. Poco después el mismo periódico falsificó documentos en contra de los revolucionarios galizianos (ucranios). En ese momento hasta un periódico burgués como Manchester Guardian afirmó que Kurier Codzienny había fraguado un articulo atribuyéndoselo a Trotsky. Exigí que Pravda publicara un repudio. No lo hicieron. Con toda intención engañaron a millones de obreros, soldados rojos, marineros y campesinos al apoyar la falsificación de los fascistas polacos. Es preciso recordar que el autor de estos “descubrimientos” de Pravda fue nada menos que Iaroslavski, en ese entonces uno de los supremos guardianes de la moralidad partidaria. Si éste desde entonces tuvo algunos inconvenientes no fue precisamente a causa del fraude sino a lo incompleto de ese fraude.

El segundo ejemplo de mi actividad “contrarrevolucionaria” precedió sólo en unas cuantas semanas a la resolución de ustedes. El 16 de enero de 1932, Izvestia, el periódico del Comité Ejecutivo Central,[2] publicó un cable procedente de Berlín diciendo que yo, en acuerdo con la socialdemocracia alemana, y en especial con Karl Kautsky y Alfred Adler (?),[3] llamaba a apoyar al gobierno de Bruening; en retribución se me habría prometido la visa para entrar a Alemania. Toda esta información, en la que, por supuesto, ustedes, tienen claro que no hay una sola palabra cierta, se tomó de un reaccionario periódico antisemita de Berlín que no merece siquiera que se lo mire mucho menos que se lo cite. Ni una publicación alemana atribuyó la menor importancia a este invento de los purishkeviches[4] de su país. Unicamente Izvestia, periódico que formalmente está bajo el control de ustedes, el control del presídium, publicó esta información reconocidamente falsa, engañando así conscientemente a millones de ciudadanos de la Unión Soviética.

De modo que ustedes no consideraron conveniente adoptar la resolución hasta que dos de los periódicos más responsables de la Unión Soviética -la publicación central del partido y la publicación oficial del gobierno- engañaron al pueblo aprovechando los fraudes fraguados por los fascistas polacos y alemanes.

Pero incluso después de tales preparativos, ustedes creyeron necesario -o así se les sugirió- explicar cuidadosamente su resolución. Esta extraordinaria medida en mi contra estuvo preparada de antemano por la última campaña antitrotskista (no recuerdo qué numero le corresponde dentro de la larga serie de medidas similares). Pero ustedes se vieron obligados a transformarla en un decreto supuestamente dirigido contra treinta y siete personas, que incluye, además de los miembros de mi familia, a otras siete, con el exclusivo propósito de que sirvan de cobertura política. Incluyeron a dirigentes mencheviques expulsados de la Unión Soviética hace diez años con mi participación directa. Aparentemente, a Stalin ésta le pareció una maniobra magistral. En realidad, la intención es demasiado obvia. Al pretender que recién en 1932 se dieron cuenta del carácter de la actividad de Dan y Abramovich,[5] colocaron al presídium del Comité Ejecutivo Central en una posición muy incómoda. No pueden dejar de darse cuenta de esto, pero en este asunto se ven obligados a someterse a la burocracia stalinista, que actúa de manera cada vez más torpe, sin tener en cuenta la dignidad de los organismos superiores del poder soviético.

Resulta demasiado desagradable detenerse en las otras características de la lista fabricada por Stalin; la mezcolanza de nombres hecha con la intención de obtener un “efecto” adicional lo convierte en un documento del mismo nivel moral que las dos falsificaciones mencionadas, que sirvieron para prepararlo.

Sólo una mentalidad policíaca puede relacionar la Oposición de Izquierda con el menchevismo. En el terreno político, el centrismo de ustedes[6] oscila entre la Oposición de Izquierda y el menchevismo. No hay trampa que altere ese hecho. La resolución del 20 de febrero constituye una amalgama consumada al estilo termidoriano. El centrismo, oscilando entre el marxismo y el reformismo nacional, se ve obligado -no podría ser de otra manera- a combinar y relacionar a sus enemigos pequeñoburgueses de derecha con sus adversarios revolucionarios de izquierda para ocultar tras esa amalgama su propio vacío. Deseo recordar que el primero en aconsejar la expulsión del país de los oposicionistas de izquierda no fue otro que Ustrialov,[7] cuando le escribió a Stalin. Esta decisión de ustedes pasará a la historia con el estigma del termidor.

Stalin les dirá que no se trata de hechos “aislados” sino que la decisión se basa en mi actividad contrarrevolucionaria general y la de mi familia, para demostrar la cual no hacen falta pruebas. Si es así, ¿por qué hubo que recurrir a documentos falsos e introducir en la propia resolución elementos propios de una vulgar mascarada? No puede responder a esto. El solo hecho de que, después de nueve años de ininterrumpidos ataques -recuerden que el comienzo de la lucha contra el “trotskismo” coincidió con la muerte de Lenin-, hayan tenido que valerse de las inmundas publicaciones del chovinismo polaco y alemán, y esconderse tras una amalgama para hacer aprobar esta ley excepcional en mi contra y en contra de mi familia, descubre y denuncia la impotencia de todas las campañas contra el “trotskismo” y compromete irreparablemente la última invención de ustedes.

Desde el punto de vista de la venganza personal -y ustedes saben bien que este elemento entra en todas las maquinaciones de Stalin- el decreto no cumplió ningún objetivo. Esta vez Stalin se puso demasiado al descubierto y reveló descuidadamente su verdadera estatura política y moral. Si los forzó a votar este inútil decreto de expulsión -sé que no sin una tímida resistencia de su parte-, fue sólo porque quedó demostrada la profunda corrección de la línea de la Oposición de Izquierda para todos los problemas, nacionales e internacionales, sin excepción, línea contra la que él luchó todos estos años. El gesto aparentemente agresivo de Stalin no oculta más que una desesperada e incluso lamentable necesidad de autodefensa.

La Oposición luchó contra la fracción stalinista por la industrialización, la planificación, la aceleración del ritmo de la economía, por la colectivización en lugar de la dependencia respecto al kulak. Desde que se conformó en 1923, la Oposición exigió que se preparara un plan quinquenal y señaló sus elementos básicos. La Oposición de Izquierda preparó teórica y en parte organizativamente todos los éxitos económicos de la Unión Soviética. Vuestro presidente, Kalinin, que apoyó a Stalin desde la derecha en contra de la Oposición de Izquierda, lo sabe mejor que nadie. Todavía en abril de 1926, Stalin, apoyándose en Molotov, Kalinin, Voroshilov[8] y otros, para luchar en mi contra, declaraba que “necesitamos las Dnieprostrois tanto como un campesino necesita un fonógrafo”. Esta fórmula contiene toda una filosofía de la historia. Por luchar en contra de ella y a causa del fracaso de esta fórmula, Rakovski está confinado en Barnaul, cientos y miles de indoblegables revolucionarios están en la cárcel o en el exilio y se fusiló a varios bolcheviques leninistas.

A nivel internacional la situación no fue muy distinta. En 1923 la Oposición luchó contra la política capituladora de Brandler,[9] apoyado desde la derecha por Stalin. Luchó contra la teoría stalinista de los partidos obrero-campesinos, contra el confinamiento del comunismo chino dentro de la jaula de hierro del Kuomintang, contra el bloque del Politburó con la camarilla de rompehuelgas ingleses.[10] Se opuso a la política oportunista, ruin, vergonzosa, absolutamente traidora de Stalin, que sostuvo a Chiang Kai-shek durante años e intercambiaba atenciones con él la misma víspera del baño de sangre que Chiang Kai-shek provocó en Shangai. Ustedes conocen bien los hechos y saben que no exagero. Por algo se prohibió en la Unión Soviética la historia de la revolución china; cada una de sus páginas le quema los dedos a la camarilla stalinista.

¿En qué consiste nuestra actividad “contrarrevolucionaria”? Entre los cientos de teóricos stalinistas actuales (que trabajan por jornal o a destajo) hay no pocos voluntarios dispuestos a cambiar lo blanco por negro o por cualquier color del arco iris. Sin embargo, no podrán cambiar los hechos históricos ni debilitar los fundamentos del marxismo. La Oposición de Izquierda tiene derecho a enorgullecerse de su lucha contra la fracción stalinista en la URSS y en Alemania, en China, en Inglaterra, en todos los lugares del mundo donde se posó la mano del aparato oportunista.

La burocracia stalinista, después de que los kulakis le golpearon la cabeza, de que su amigo Chiang Kai-shek traicionó sus cálculos, de que los sindicalistas británicos a los que ella rescató le dieron un puntapié en lugar de agradecerle, dio en 1928 un viraje de ciento ochenta grados y cayó en un monstruoso aventurerismo económico y político, por el cual todavía tiene que rendir cuentas.

Los militantes de la Oposición de Izquierda -los únicos bolcheviques leninistas verdaderos en las filas del proletariado internacional- de nuevo enfrentaron rápida y resueltamente este aventurerismo burocrático que se arma con los recursos del estado obrero. Nuestra advertencia contra la irresponsable reducción a cuatro años del plan quinquenal se confirmó plenamente. La aceleración artificial, no preparada teórica ni prácticamente, no sólo hacia imposible la solución de lo que ya era más una competencia deportiva que un problema económico, sino que profundizaba además una serie de desproporciones que ahora se incorporan al Segundo Plan Quinquenal. La Oposición previno contra el peligroso juego de la “colectivización total” y la concepción de la “liquidación de las clases” dentro del período del Primer Plan Quinquenal. Hoy se detuvo la “colectivización total” y se transfirió al nuevo plan la “liquidación de las clases” en dos o tres etapas. Esta idea es también burocrática y utópica. Como consecuencia de la colectivización forzosa y de la violación de las proporciones económicas fundamentales, la alimentación y las condiciones generales de vida de la clase obrera siguen siendo, por desgracia, sumamente insatisfactorias.

Los trabajadores de Rusia tienen derecho a enorgullecerse de las conquistas técnicas realmente grandiosas de los últimos años. Estas se alcanzaron sólo cuando la presión de los acontecimientos obligó a la burocracia a tomar la plataforma de la Oposición de Izquierda, aunque tarde y de manera distorsionada. La conciencia política del proletariado se elevó a un nivel superior. Ninguna fuerza histórica podrá obligarlo a renunciar a los fundamentos sentidos por la Revolución de Octubre y a los métodos de la economía planificada verificados por la realidad. Aplastará a cualquiera que intente hacerlo volver a la democracia burguesa y al capitalismo.

Pero los obreros también se dan cuenta cada vez con mayor claridad de cuál de los grupos políticos fue el verdadero iniciador de la construcción socialista planificada y cuál introdujo los primeros obstáculos burocráticos en la construcción económica lanzándose luego, en medio de las tinieblas, a una carrera aventurera. Los trabajadores quieren dirigir ellos mismos la economía, no ser meros ejecutores de planes que la burocracia stalinista elucubra a espaldas suyas, con la colaboración de incompetentes que provienen de la derecha o de la izquierda. La ansiedad del proletariado, su insatisfacción, su protesta todavía muda, todo esto constituye la esencia de la critica de la Oposición de Izquierda.

El fortalecimiento de los fundamentos económicos de la dictadura, el aumento cuantitativo y el avance de la confianza en si misma de la clase obrera no favorecen, sino que debilitan la situación política de la burocracia. Sus filas están comenzando a dispersarse. Una pequeña minoría se aferra todavía más a Stalin como tabla de salvación. Los demás buscan a su alrededor la forma de reasegurarse. Los Besedovskis, los Agabekovs, los Dimitrievski,[11] arribistas corrompidos, canallas inteligentes, bandidos al cien por ciento -¿cuántos como éstos hay en el aparato?- tratan de encontrar la valla más próxima para saltar al bando del enemigo de clase.

Los elementos honestos del aparato -afortunadamente son mayoría- escuchan las voces de la base, comparan el pasado y las consignas abandonadas de 1923, 1926, 1928, 1930, 1932, todos esos zigzags de la ceguera burocrática, y se dan cuenta con horror de que la “línea general” stalinista es un mito, una ilusión, un reflejo distorsionado de las vacilaciones del propio aparato. Por lo tanto, comienza la etapa de enjuiciamiento a la revisión de las bases del socialismo científico y a la flagrante agresión al partido.

Los errores y crímenes que cometió la burocracia en el transcurso de estos nueve años no quedaron impunes. El régimen stalinista se aproxima a una crisis decisiva. El episodio con el “semitrotskista” Iaroslavski hubiera parecido imposible hace un año o un año y medio, cuando yo escribí sobre la “primera fisura en el aparato”.[12] Hoy este episodio no asombra a nadie; por el contrario, se lo acepta como síntoma inequívoco de un proceso más profundo. El aparato stalinista dejó de ser el aparato stalinista. Se convirtió en un conjunto de contradicciones y rupturas. Cuanto más impacientan a los trabajadores las órdenes de la burocracia, más desconfía el aparato de la dirección de Stalin; ambos procesos están relacionados. En consecuencia, la presionada fracción stalinista se ve forzada a combatir con fiereza para mantener sus posiciones dirigentes.

Ustedes comenzaron la lucha contra el “trotskismo” agitando las banderas de la “Vieja Guardia Bolchevique”. A las supuestas ambiciones de poder personal de Trotsky, ambiciones que ustedes mismos inventaron, le oponían la “dirección colectiva del Comité Central leninista”. ¿Qué queda en pie de esa dirección colectiva y del Comité Central leninista? El aparato, independiente del proletariado y del partido, preparó la escena para la dictadura de Stalin, que es independiente del aparato. Ahora pedir lealtad hacia el “Comité Central leninista” es casi lo mismo que llamar abiertamente a la insurrección. sólo se puede jurar lealtad a Stalin; ésta es la única fórmula permitida. El orador público, el propagandista, el periodista, el teórico, el educador, el deportista deben incluir en su discurso, artículo o conferencia, la frase sobre la infalibilidad de la política del Comité Central “Bajo la dirección de Stalin”, lo que significa la infalibilidad de Stalin, que se monta a horcajadas sobre el Comité Central. Todo afiliado al partido y todo funcionario soviético, desde el presidente del Consejo de Comisarios del Pueblo al más modesto empleado provincial, deben jurar abiertamente que, en el caso de que haya desacuerdos entre Stalin y el Comité Central, él, el abajo firmante, apoyará a Stalin contra el Comité Central. A este nivel quedaron reducidas en la práctica las leyes del partido y la constitución soviética.

Este tipo de cosas va cada vez mas lejos. En el artículo oficial sobre el aniversario del Ejército Rojo (23 de febrero) se afirma que el “Partido Comunista”, con su Comité Central leninista encabezado por el camarada Stalin, es el líder de todas las fuerzas armadas de la Unión Soviética. Se llama al Ejército Rojo a ser leal a las masas trabajadoras, al proletariado y a su vanguardia mientras Stalin permanezca “a la cabeza” del partido. El juramento en nombre de Stalin no puede tener otro significado. Es una nueva etapa en la preparación sistemática, planificada y persistente del bonapartismo. ¡Relean la historia!

Cuando ustedes comenzaron a pelear dentro del partido en nombre de la lucha contra el “trotskismo” formaron en mi contra, dentro del Politburó oficial, un Politburó secreto, el de “los siete”. Tenían sus reuniones secretas, su disciplina secreta, su código secreto para comunicarse con los agentes de la conspiración en las provincias. La persecución a Trotsky y al trotskismo fue paralela al aplastamiento de la independencia del partido; una y otro eran igualmente necesarios para el triunfo de la burocracia.

Ahora se está haciendo lo mismo, como una especie de caricatura del bonapartismo, en una nueva etapa histórica. Sin duda la restringida fracción de Stalin tiene su dirección secreta, sus consignas y contraseñas, sus agentes y códigos; la conspiración contra el aparato marcha a toda velocidad, mientras que el aparato todavía sigue conspirando contra el partido. El despotismo de Stalin, amenazado desde abajo, se apresura a asumir formas cada vez más definidas.

El partido amenaza con intervenir en el conflicto iniciado entre Stalin y el aparato. Si no lo hace, lo hará la clase enemiga. El objetivo de la Oposición de Izquierda es ayudar a que el partido intervenga con toda su fuerza. Stalin tiene un miedo mortal a que esto suceda. Quiere estrangular totalmente al partido antes de arreglar cuentas con el aparato. Por eso la Decimoséptima Conferencia del partido estuvo dedicada a una nueva campaña contra el “trotskismo”. Por eso la conferencia desembocó en una llamada a lista a los que son leales a Stalin. Y por eso fue necesario hacerla culminar con su resolución del 20 de febrero. Esta política significa que todo nuevo golpe contra el partido será inseparable de un nuevo golpe contra el “trotskismo”. He aquí la fuerza de la Oposición; he aquí la condena de Stalin.

Hace mucho que ustedes reemplazaron la democracia interna del partido por la “autocrítica”. Al principio significó que se podía criticar a cualquiera que no estuviese en el Comité Central. Posteriormente, quería decir que se podía criticar solamente a los que el Comité Central ordenaba que había que criticar. Ahora significa que se puede criticar a cualquiera excepto a Stalin y que se debe perseguir a todo miembro del Comité Central que no jure por el nombre de Stalin. Por encima del partido, por encima del aparato, por encima de la crítica... está Stalin. La ley de su infalibilidad asume carácter retroactivo. Se reconstruye la historia del partido alrededor del nuevo eje de la infalibilidad de Stalin. El que no haya conseguido reeducarse caerá inevitablemente en la picota.

Fue necesario transformar un partido revolucionario, que se basaba en una doctrina científica y en una gran tradición, en un templo en el que Kaganovich, en el rol de sumo sacerdote, quema incienso ante el ídolo de la eterna perfección. Todo lo que falta para completar el sistema es que al dogma de la infalibilidad se le agregue el de la inmaculada concepción.

¿Puede haber algo más maligno, más degenerado y más vergonzoso que la introducción de la autoridad supermonárquica en el partido del proletariado? Tal vez no sepa adónde conduce: relean la historia. El dogma de la infalibilidad vitalicia es la expresión más indiscutible, más vergonzosa, de que la dirección de Stalin está en irreconciliable contradicción con el desarrollo económico, político y cultural de la democracia soviética y, lo que no es menos importante, con los problemas históricos de la vanguardia proletaria mundial.

Simplemente piensen en ello. Sólo una década y media después de la Revolución de Octubre, al frente de la Comintern está... Manuilski[13]. Ustedes conocen a esta persona tan bien como yo. Ninguno de nosotros lo tomó alguna vez en serio. En todos los momentos críticos vacilaba, se confundía y se echaba atrás; siempre estaba en busca de un patrón. En 1918 declaró por escrito que Trotsky salvó al bolchevismo de la estrechez nacionalista. En 1923, también por escrito, manifestó que Lenin y Trotsky fueron los fundadores de la teoría y la práctica de la Internacional Comunista. ¿Me dirán que se dejó llevar por razones personales? No voy a discutirlo. Pero en ese caso calculó mal. El “triunvirato” le planteó a Manuilski un ultimátum: o comenzaba una campaña contra Rakovski, que era universalmente respetado, o sería aplastado. Ustedes conocen a Manuilski. Optó por la primera alternativa. Y ahora, asusta pensarlo, ¡Manuilski es el dirigente de la Comintern!

La estrategia de Marx y Lenin, la experiencia histórica del bolchevismo, las grandes lecciones de 1917 son distorsionadas, estropeadas, calumniadas. Los errores de la burocracia en el pasado, ni discutidos ni refutados, pasan a ser una tradición obligatoria y a cada vuelta del camino se convierten en una trampa y un cebo. La dirección de la Comintern se transformó en el sabotaje organizado a la revolución proletaria internacional. Sus crímenes son incontables. Y ahora, ante sus propios ojos, se prepara el mas terrible de todos.

La teoría del social-fascismo,[14] en la que la ignorancia de Stalin va unida a la irresponsabilidad de Manuilski, es un nudo puesto alrededor del cuello del proletariado alemán. Bajo el látigo de la camarilla stalinista, el miserable, confuso, asustado, aterrorizado Comité Central del Partido Comunista Alemán ayuda a los dirigentes de la socialdemocracia a enviar al proletariado de su país a que Hitler lo crucifique (y no puede hacer otra cosa).

¿Creen acaso que con ese falso pedazo de papel del 20 de febrero van a detener el avance de la critica bolchevique? ¿Qué van a impedirnos cumplir con nuestro deber? ¿Qué van a asustar a nuestros compañeros?

En no menos de veinte países hay ya cuadros bolcheviques que con todo derecho se consideran los continuadores de la tradición marxista, de la escuela leninista, de los mandamientos de la Revolución de Octubre. ¡Ustedes no podrán silenciarlos!

Por supuesto, Stalin todavía no dijo su última palabra. Conocemos el arsenal de métodos de que se vale; Lenin los tuvo en cuenta y los caracterizo. Pero ahora sólo le pueden servir para la venganza personal. El arsenal stalinista sirvió para golpear al viejo e intransigente luchador Rakovski, para fusilar al “traidor” Blumkin y remplazarlo por el auténtico stalinista Agabekov, para fusilar a los bolcheviques confinados en las cárceles, para brindar una pequeña, modesta y disimulada colaboración a los enemigos de clase contra el adversario revolucionario. ¡Pero no servirá para otra cosa!.

Ustedes conocen a Stalin tan bien como yo. Muchos de ustedes, conversando conmigo o con camaradas míos, más de una vez caracterizaron a Stalin sin hacerse ilusiones. Su fuerza siempre residió en el aparato, no en él mismo, en cuanto él es representación más acabada del automatismo burocrático. Separado del aparato, opuesto a éste, no representa nada. El hombre que ayer era el símbolo del poder burocrático, mañana, para todo el mundo, será el símbolo de la bancarrota burocrática. Es hora de terminar con el mito stalinista. Es necesario que ustedes depositen su confianza en la clase obrera y en el que es su verdadero partido, no en el partido que se le opone.

Lean nuevamente las resoluciones de los plenarios del Comité Central de los anos 1926 y 1927, lean nuevamente las declaraciones de la Oposición; cuentan con un conjunto de documentos más completo que el que yo tengo. Y se convencerán, una vez más, de que nosotros predijimos cuál seria la evolución del partido, del aparato, de la camarilla stalinista, de que señalamos de antemano los hitos fundamentales. El sistema stalinista se está desintegrando exactamente como lo indicó la Oposición. ¿Quieren avanzar más todavía por la senda stalinista? Pero el camino ya se cortó. Stalin los llevó a un callejón sin salida. No pueden avanzar sin liquidar al stalinismo. Deben apoyarse en la clase obrera y darle a la vanguardia proletaria la posibilidad, por medio de la más absoluta libertad de critica, de revisar todo el sistema soviético y librarlo rápidamente de la basura acumulada. Es hora, por fin, de seguir el último e insistente consejo de Lenin: ¡remover a Stalin!

La Oposición de Izquierda está dispuesta en todo momento a participar directamente en la tarea de regenerar el partido y la democracia soviética. Se le puede tener confianza. Está formada por un conjunto de revolucionarios que apoyan de corazón la dictadura del proletariado. Será una ayuda inapreciable para transformar al partido aplastado y desgarrado, minado desde la cúpula por el oportunismo y el servilismo.

La historia pone nuevamente a la orden del día grandes problemas, en el Lejano Oriente y sobre todo en el centro de Europa, en Alemania. En este momento, en que se hace necesario adoptar grandes medidas políticas, Stalin se contenta con insignificantes medidas policiales. La Oposición pasará por encima del decreto del 20 de febrero así como un obrero camino al trabajo pasa por encima de una baldosa sucia.

¡Bolcheviques leninistas, adelante!



[1] Sobre la privación de la ciudadanía soviética. The Militant, 2 y 9 de abril de 1932. El 20 de febrero de 1932 el Comité Ejecutivo Central de la Unión Soviética dictó un decreto que privaba de la ciudadanía soviética a treinta y siete personas y las prohibía volver a la URSS. En la lista figuraban Trotsky y los miembros de su familia que estaban en el exilio; en realidad, eran los objetivos principales. El decreto apareció apenas unos meses después de las revelaciones sobre el “complot de Turkul” (ver en este mismo volumen Carta al Politburó); evidentemente, la intención era quitarle a Trotsky la protección contra un acto terrorista que la ciudadanía soviética le podía garantizar. Además, aumentaba los riesgos que corría en la Unión Soviética cualquier persona a la que se acusara de estar en contacto con Trotsky.

[2] Izvestia (Noticia): diario oficial del gobierno soviético.

[3] Karl Kautsky. (1854-1938): dirigente de la socialdemocracia alemana, fue considerado el teórico marxista más destacado hasta la Primera Guerra Mundial, cuando abandonó el internacionalismo y se puso en contra de la Revolución Rusa. Colaboró en la formación de Internacional Dos y Media, pero la abandonó en 1922 para volver ala Segunda Internacional. Alfred Adler (1870-1937): psicólogo y psiquiatra vienés que primero fue freudiano y luego formó su propia escuela: la persona a la que probablemente se referían loe autores del cable era Friedrich Adler, el socialdemócrata austríaco

[4] Vladimir Purishkevich (1870-1920): uno de los cabecillas monárquicos en la Duma zarista (parlamento); notorio dirigente antisemita de las bandas de las Centurias Negras y organizador de pogromos.

[5] Feodor Dan (1871-1947): dirigente menchevique del Presídium del Soviet de Petrogrado en 1917; fue un adversario de la Revolución de Octubre. Rafael Abramovich (n 1879): bundista destacado y menchevique de derecha. Se fue de Rusia después de la revolución; Dan fue expulsado en 1922, y ambos se fueron a Estados Unidos.

[6] Centrismo: término utilizado por Trotsky para designar las tendencias del movimiento de izquierda que oscilan entre el reformismo, que es la posición de la burocracia y la aristocracia obrera, y el marxismo, que representa los intereses históricos de la clase obrera. Dado que una tendencia centrista no tiene una base social independiente, hay que caracterizarla de acuerdo a su origen, su dinámica interna y la dirección hacia la que se orienta o hacia la que la empujan los acontecimientos. Hasta alrededor de 1935 Trotsky consideraba al stalinismo una variante especial del centrismo, “centrismo burocrático”. Después consideró que ésa era una caracterización incorrecta de los stalinistas.

[7] Ustrialov: profesor y economista ruso que se opuso a la Revolución de Octubre pero posteriormente trabajó para el gobierno soviético porque consideraba que se vería inevitablemente obligado a restaurar el capitalismo; apoyó las medidas de Stalin contra Trotsky como un paso en esa dirección.

[8] Mijail Kalinin (1875-1946): nombrado presidente del Comité Ejecutivo Central de los soviets en 1919 en remplazo del difunto Sverdlov. Kliment Voroshilov (1881-1969): comisario de guerra de 1925 a 1940 y presidente de la URSS de 1953 a 1960. Ambos ingresaron al Politburó en 1926. Se suponía que simpatizaba con algunas ideas de la Oposición de Derecha, pero siguieron junto a Stalin, tal vez porque este disponía de información que los perjudicaría al ser revelada.

[9] En 1923 Alemania fue sacudida por una crisis prerrevolucionaria que la nueva dirección del Partido Comunista Alemán dejó pasar, permitiendo así que sobreviviera el gobierno. En ese momento Brandler era el principal dirigente del partido.

[10] Partidos obreros y campesinos: fórmula utilizada por los stalinistas en la década del 20 para justificar el apoyo al Kuomintang y a otros partidos burgueses de Oriente. La crítica de Trotsky aparece en La Tercera Internacional después de Lenin y en Problemas de la revolución china. El Kuomintang chino: partido nacionalista burgués fundado por Sun Yat-sen en 1911 y dirigido por Chiang Kai-shek después de 1926. Este año se admitió al Kuomintang en la Comintern como partido simpatizante. El bloque con los rompehuelgas británicos es una referencia al Comité de Unidad Sindical Anglo-Ruso establecido en mayo de 1925 por la burocracia de “izquierda” de los sindicatos británicos y representantes sindicales de la Unión soviética. Para los británicos era una manera poco onerosa de demostrar su “progresismo” y eludir la crítica de la izquierda, recurso que les fue especialmente útil en ese momento, poco antes de que se declarara la huelga general inglesa en 1926 que luego ellos vendieron. El comité se deshizo cuando sus integrantes británicos que ya no necesitaban una cobertura de izquierda, se fueron en 1927.

[11] Bessedovski, Agabekov y Dimitrievski: diplomáticos soviéticos que defeccionaron y fueron al mundo capitalista.

[12] En Una brecha en el aparato, artículo fechado el 13 de abril de 1930, Trotsky llamó la atención sobre los síntomas de desacuerdos en las filas del PC (ver Escritos 1930).

[13] Dimitri Manuilski (1883-1952): secretario de la Comintern desde 1931 hasta su disolución en 1943. Al igual que Trotsky, había pertenecido a la organización marxista independiente Mezhraiontzi (Grupo Interdistrital), que en 1917 se unificó con el Partido Bolchevique. A comienzos de la década del 20 se convirtió en partidario de la fracción de Stalin.

[14] La teoría del social-fascismo: desarrollada por Stalin, sostenía que la socialdemocracia y el fascismo no eran antípodas sino gemelos. Como los socialdemócratas no eran más que una variedad del fascismo, y como todos, salvo los stalinistas, eran de alguna manera fascistas (liberal-fascista o laborista-fascistas, o trotsko-fascistas), era inadmisible que los stalinistas hicieran frente único con cualquier tendencia contra los fascistas comunes y corrientes. Ninguna teoría le podía ser más útil a Hitler en la época en que se preparaba para conquistar el poder en Alemania. Finalmente, sin ofrecer ninguna explicación, los stalinistas dejaron de lado la teoría en 1934 y al poco tiempo estaban cortejando no sólo a los socialdemócratas sino también a políticos capitalistas como Roosevelt y Daladier, a los que pocos meses antes todavía llamaban fascistas.



Libro 2