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Escritos de León Trotsky (1929-1940)

El caso Diego Rivera (XIII)

El caso Diego Rivera (XIII)

El caso Diego Rivera (XIII)

Declaración del Comité Panamericano

 

 

5 de abril de 1939

 

 

 

La rectificación del 20 de marzo del camarada Diego Rivera referente a la creación del Partido Revolucio­nario Obrero y Campesino sólo sirve para hacer aun más claras las diferencias fundamentales que mantiene con nosotros, y que se refieren no solamente a la cues­tión de las elecciones sino también a principios fundamentales de la lucha de clases del proletariado.

No es necesario iniciar una discusión sobre quién tomó la iniciativa de la creación del nuevo partido: los obreros de la Casa del Pueblo o el propio Diego Rivera. Basta el hecho de ser el secretario político del partido y de tener, por consiguiente, toda la respon­sabilidad de la organización y su línea.

Consideramos que un partido proletario es el principal instrumento de la liberación de la clase obrera. Los fundamentos de un partido de estas características deben incluir no solamente demandas empíricas y coyunturales sino un programa de consig­nas de transición[1] y, lo que es más importante, el programa de la revolución social. La idea de que alguien pueda crear un partido “ad hoc” para una coyuntura determinada es absolutamente increíble y esencialmente oportunista. Un partido obrero con un llamado programa mínimo es eo ipso un partido bur­gués. Es un partido que hace que los obreros apoyen la política o los políticos burgueses.

Un partido obrero marxista revolucionario podría discutir la cuestión de si es o no aconsejable, en una situación determinada, apoyar a uno de los candidatos burgueses. Creemos que, en las actuales condiciones, esto sería erróneo. Pero la cuestión que nos plantea la actividad de Diego Rivera es muchísimo más importante. En realidad, el camarada Rivera organizó y dirige un nuevo partido sobre la base de un programa pequeñoburgués, reformista, sin ninguna conexión internacional, con un nombre antimarxista (un partido de obreros y campesinos), y se opone a la Cuarta Internacional diciendo que su política para las eleccio­nes es oportunista.

Imaginemos por un momento que nuestra política para las elecciones es falsa; pero ésa es una cuestión episódica. ¿Es posible imaginar a un marxista poniendo esta diferencia de segundo o tercer orden por sobre el programa de la revolución mundial, rompiendo sus conexiones internacionales, y participando como secre­tario político en un nuevo partido?

Este solo hecho muestra que las divergencias son muchísimo más profundas de lo que cree el camarada Rivera en sus fantásticos impulsos.

Debemos agregar que, antes de la creación absolu­tamente inesperada del nuevo partido, elaboró otro programa para una alianza con la CGT que se proclama anarquista. Este programa del camarada Rivera con­tiene inadmisibles concesiones a las doctrinas anarquistas. Como sabemos, la alianza no se realizó porque los supuestos aliados, los jerarcas de la CGT, abando­naron su declamado anarquismo por una política abiertamente reaccionaria y burguesa.

Después de esto, el camarada Rivera elaboró un documento en el que acusó a la Tercera Internacional de Lenin y a la Cuarta Internacional de transformar en burgueses reaccionarios a los “anarquistas”. Por supuesto, no podíamos aceptar esta apología de los farsantes burgueses anarquistas ni tales acusaciones contra las internacionales marxistas.

Ahora el camarada Rivera invoca cartas del camarada Trotsky. No podemos entrar en ese terreno, que no tiene nada que ver con nuestras divergencias fundamentales. Simplemente mencionamos que las cartas del camarada Trotsky fueron escritas después de la renuncia de Diego Rivera y, por lo tanto, no pudieron haberla causado.

Luego de su renuncia, el camarada Rivera declaró que continuaría siendo un activo simpatizante. Si el lenguaje humano tiene algún sentido, un simpatizante activo debería significar una persona que ayuda al partido desde afuera. ¿Pero podemos llamar simpatizante a quien crea un nuevo partido oponiéndolo a la Cuarta Internacional y a la sección mexicana? ¿Es posible creer que el secretario político de un partido de obreros y campesinos con un programa reformista pequeñoburgués no tiene divergencias con la Cuarta Internacional?

Todos nosotros hicimos lo posible para evitar que Diego Rivera diera pasos irreparables. No hemos tenido éxito. Llevado por su propio temperamento y su mente quimérica, cometió una serie de errores; y cada error era una razón más para que buscara una suerte de milagro que pudiera mostrarle a la gente que era él quien tenía razón. Con este fin trató de oponer la Casa del Pueblo a la Cuarta Internacional, de ganarse a la CGT, y ahora esta liderando el Partido Revolucionario de Obreros y Campesinos. Resulta absolutamente obvio para cualquier marxista que la nueva empresa será un fiasco inevitable, razón por la cual no podemos asumir ante los trabajadores de México y del mundo la más mínima responsabilidad. Debemos declarar abiertamente que Rivera no sólo renunció a la Cuarta Internacional, sino que por su actividad política se ha colocado fundamentalmente al margen de la misma. En cuestiones de principios no podemos permitir ninguna concesión, ni aun tratán­dose de una figura tan importante como Diego Rivera.

No podemos conjeturar si la nueva e inevitable catástrofe le enseñará al camarada Rivera el camino de regreso a la Cuarta Internacional o si será defini­tivamente absorbido por la corriente de intelectuales que está rompiendo actualmente con el marxismo para enrolarse en una mezcla de anarquismo, liberalis­mo, individualismo, etcétera. Demás está decir que esperamos que la primer alternativa se haga realidad.



[1] Consignas transicionales son aquéllas que no se pueden lograr bajo el capitalismo. o se pueden lograr sólo parcialmente, pero la movilización alre­dedor de ellas tiene el objetivo de unir la brecha existente entre el nivel real ­de conciencia de las masas y las necesidades de la revolución socialista. La concepción de Trotsky sobre las consignas transicionales se expone en El programa de transición para La revolución socialista.



Libro 6