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Escritos de León Trotsky (1929-1940)

En vísperas de la segunda guerra mundial

En vísperas de la segunda guerra mundial

En vísperas de la segunda guerra mundial[1]

 

 

23 de julio de 1939

 

 

 

Señoras y señores, les doy la bienvenida a nuestra casa y les agradezco mucho su visita; trataré de responder lo mejor posible a las preguntas que me formulen. Mi inglés es todavía tan malo como lo era hace un año. Hace dos años le prometí a Mr. Herring mejorarlo, con la condición de que Washington me diera una visa para los Estados Unidos, pero parece que no les interesa mucho mi inglés.

Permítanme contestar sus preguntas sin ponerme de pie. Hay once o doce muy importantes. Abarcan casi toda la situación mundial. No es fácil responderlas con claridad porque se refieren a las actividades de los gobier­nos, y no creo que ellos mismos tengan muy claro qué quieren, especialmente en este momento de crisis mun­dial. El sistema capitalista está en una impasse. Por mi parte, no le veo ninguna salida normal, legal, pacífica. Sólo una tremenda explosión histórica puede dar esa salida. Hay dos tipos de explosiones históricas, las guerras y las revoluciones. Creo que habría tanto de unas como de otras. Los programas de los gobiernos actuales, tanto de los buenos como de los malos (si suponemos que también hay gobiernos buenos), los programas de los distintos partidos, los pacifistas y los reformistas, parecen ahora, por lo menos a quien los observa desde afuera, el juego de un niño que corretea por la pendiente de un volcán antes de una erupción. Este es el panorama gene­ral del mundo de hoy.

Ustedes inauguraron una Exposición Mundial[2]. Por la misma razón por la que mi inglés es tan malo puedo juzgarla sólo desde afuera, pero por lo que leí en los periódicos deduzco que se trata de una tremenda crea­ción humana que ubican en la perspectiva del “mundo del mañana”. Creo que esta caracterización es un poquito unilateral. Sólo desde un punto de vista técnico se puede considerar la Feria Mundial de ustedes “el mundo del mañana”. Porque si reflexionamos sobre el verdadero mundo del futuro tenemos que imaginarnos una centena de aviones militares sobrevolando la Feria Mundial con bombas, centenares de bombas; lo que quede después será el mundo del mañana. Por un lado esta grandiosa potencia creativa, por el otro este terrible atraso en el terreno que para nosotros es el más importante, el social; genio creador y, permítanme la palabra, idiotez social; éste es el mundo de hoy

Pregunta: ¿Cómo caracteriza usted la capacidad mili­tar de la Rusia soviética actual?

Respuesta: La potencia militar de la Rusia soviética, o mejor dicho la situación militar de la Rusia soviética, es contradictoria. Por una parte tenemos una población de ciento setenta millones de personas que despertaron con la revolución más grande de la historia, que cuentan con energías renovadas, con una poderosa dinámica, con una industria de guerra más o menos desarrollada. Por otra tenemos un régimen político que paraliza todas las fuer­zas de la nueva sociedad. No puedo prever cómo se equilibrarán estas fuerzas contradictorias. Creo que nadie puede hacerlo, porque hay factores morales que sólo los acontecimientos permitirán medir. De una cosa estoy seguro. el régimen político no sobrevivirá a la guerra. El régimen social, que es la propiedad nacionalizada de la producción, es mucho más poderoso que el régimen polí­tico de características despóticas. Las nuevas formas de propiedad revisten una tremenda importancia desde la perspectiva del progreso histórico. La vida interna de la Unión Soviética, igual que la de su ejército, está signada por las contradicciones entre el régimen político y las necesidades del desarrollo económico, cultural, etcétera, de la nueva sociedad. Toda contradicción social se expre­sa en su forma más extrema en el ejército, porque éste es el poder armado de la sociedad. A los representantes del poder político, o burocracia, los asusta la perspectiva de una guerra porque saben mejor que nosotros que no le sobrevivirán como régimen.

P: ¿Cuál fue la razón real de la ejecución de Tujachevs­ki y los generales?[3]

R: Esta pregunta se relaciona con la primera. La socie­dad nueva tiene sus métodos de cristalización social, la selección de hombres distintos para funciones diferentes. Cuentan con un grupo nuevo para la economía, otro para el ejército y la armada, otro para el poder [administración]; son todos muy diferentes entre sí. La burocracia llegó a ser, durante los últimos diez años, un freno tremendo para la sociedad soviética. Es una casta parasi­taria interesada en su poder, en sus privilegios y sus emolumentos, y hoy subordina todo a sus intereses mate­riales de sector. Por otra parte, las funciones creativas de la sociedad, lo económico, lo cultural, lo militar (que también constituye, en determinado aspecto, una función creativa) cuentan con su grupo selecto de individuos, inventores, administradores, etcétera. En cada rama, en cada sector de la vida social, vemos que estos grupos trabajan unos en contra de los otros.

El ejército necesita hombres capaces, honestos, como los economistas y los científicos, hombres independientes con mentalidad abierta. Todo hombre o mujer de menta­lidad independiente entra en conflicto con la burocracia, y ésta tiene que decapitar a un sector a expensas de otro con el objetivo de preservarse a sí misma. Esta es la explicación histórica obvia de los dramáticos juicios de Moscú,[4] de las famosas pruebas prefabricadas, etcétera. La prensa norteamericana está más interesada, por su parte, en los hechos [es decir, está más interesada en determinados aspectos de los cuales puede dar cuenta], pero nosotros podemos explicarlos objetiva, científica, socialmente. Fue un choque entre dos grupos, entre dis­tintos sectores de la sociedad. Un buen general como Tujachevski necesita auxiliares independientes, otros ge­nerales que lo rodeen, y aprecia a cada hombre de acuerdo con su valor intrínseco. La burocracia necesita gente dócil, bizantina, servil, y estos dos tipos de perso­nas entran en conflicto en todos los países. Dado que la burocracia es dueña de todo el poder, son las cabezas del ejército las que caen y no las suyas.

P: ¿Cómo explica usted la destitución de Litvinov co­mo ministro de relaciones exteriores?[5]

R: En líneas generales se explica por las mismas consi­deraciones que expresé hace unos minutos. Personalmente, Litvinov era un hombre capaz, es un hombre capaz. No es una personalidad política independiente; nunca lo fue. Pero es inteligente; habla varios idiomas; visitó muchos países; conoce muy bien Europa. Debido a sus viajes, a su conocimiento de distintos países, pone en dificultades embarazosas al Politburó que está formado a hechura de Stalin.[6] En la burocracia nadie habla idiomas extranjeros, nadie vivió en Europa y nadie sabe nada de política exterior. Cuando Litvinov presentó sus opiniones al Politburó se sintieron un poquito irritados. Esta es una razón más para su destitución, pero creo que fue también una señal del Kremlin a Hitler de que están dispuestos a cambiar su política,[7] a concretar el objetivo, el propósi­to que les planteó a ustedes y a Hitler hace unos años; porque el objetivo de Stalin en política internacional es el acuerdo con Hitler.

Krivitski publicó un articulo muy interesante en el Saturday Evening Post[8] Observa estos procedimientos desde un punto de vista personal. Estuvo en el servicio de espionaje militar y Moscú le encargó misiones muy delicadas. Lo que dice es muy interesante como confir­mación de un planteo general que nosotros hicimos muchas veces antes de esta revelación. La burocracia de Moscú no desea la guerra. La teme porque no le sobrevi­virá. Quiere la paz a cualquier precio. Ahora la Unión Soviética se ve amenazada por Alemania y sus aliados, Italia y Japón. Un acuerdo con Hitler significaría que no habrá guerra. La alianza con Chamberlain significaría ayuda militar durante la guerra,[9] pero nada más, porque las esperanzas de que una alianza entre Inglaterra, Fran­cia y la Unión Soviética pueda evitar la guerra son infantiles. Recuerden que Europa, antes de la Gran Gue­rra, estaba dividida en dos campos, y eso fue lo que la hizo estallar. Luego Woodrow Wilson propuso la creación de la Liga de las Naciones, con el argumento de que sólo la seguridad colectiva puede impedir las gue­rras.[10] Ahora, luego del colapso de la Liga de las Nacio­nes, se comienza a hablar de que la división de Europa en dos campos, que sería la consecuencia de una alianza entre Inglaterra, Francia y la Unión Soviética, evitaría la guerra. Es infantil. Puede servir únicamente para ayudarse durante la guerra. Es una repetición, en una nueva escala histórica, de la experiencia de hace veinticinco anos. Si la guerra es inevitable es mejor tener aliados, pero lo que desea el Kremlim es evitar la guerra. Y para ello necesita del acuerdo con Hitler. A esto se encamina toda la política del Kremiin. Stalin le informa a Hitler que si no conclu­ye un acuerdo con él se verá obligado a concluirlo con In­glaterra.

P: ¿Qué fuerza tiene el bloque para detener a Hitler? ¿Se orientará la Rusia soviética hacia una alianza con Inglaterra y Francia? ¿O considera usted probable que el acuerdo lo haga con Hitler?

R: No depende sólo de Stalin sino también de Hitler. Stalin declaró que está dispuesto a concluir un acuerdo con Hitler. Hitler hasta ahora rechazó su propuesta. Tal vez la acepte. Hitler desea que Alemania domine el mun­do. Sus formulaciones racionales son nada más que una máscara, como lo es la democracia para los imperios francés, británico y norteamericano. El verdadero interés de Gran Bretaña está en la India; el de Alemania, en apoderarse de la India; el de Francia, en no perder sus colonias; el de Italia, en hacerse de colonias nuevas. En las colonias no hay democracia. Si Inglaterra, por ejem­plo, luchara por la democracia, lo primero que podría hacer es dársela a la India. El muy democrático pueblo inglés no les concede la democracia porque sólo puede explotar a la India utilizando métodos dictatoriales. Ale­mania desea aplastar a Francia y Gran Bretaña. Moscú está absolutamente dispuesto a dejarle vía libre a Hitler, porque sabe muy bien que si éste se dedica durante varios años a destruir aquellos países, Rusia no estará expuesta a los ataques alemanes. Estoy seguro de que proveerán a Alemania de materias primas durante la guerra con la condición de que Rusia no se vea involucrada. Stalin no desea una alianza militar con Hitler sino un acuerdo que le permita permanecer neutral durante la guerra. Pero Hitler teme que la Unión Soviética pueda volverse lo suficientemente poderosa como para conquistar, de una u otra manera, mientras Alemania esté sumergida en una guerra mundial, Rumania, Polonia y los estados bálticos. Entonces las fronteras alemanas se verían directamente amenazadas. Por eso Hitler quería librar una guerra pre­ventiva contra la Unión Soviética, aplastarla y luego co­menzar su guerra por la dominación del mundo. Los alemanes vacilan entre estas dos posibilidades, entre estas dos variantes. No puedo pronosticar cuál será la decisión final. No estoy seguro de si el mismo Hitler lo sabe ya. Stalin no lo sabe porque duda y continúa discutiendo con Gran Bretaña, y al mismo tiempo concluye acuerdos económicos y comerciales con Alemania. Tiene, como dicen los alemanes, dos ollas puestas al fuego.

P: ¿Qué propósitos cree usted que oculta el gobierno de Chamberlain?

R: Creo que los factores que lo mueven son el pánico y la confusión. No es una característica individual de Mr. Chamberlain. No creo que sea más tonto que cualquier otra persona, pero la situación de Gran Bretaña es muy difícil, igual que la de Francia. Inglaterra fue una poten­cia mundial rectora en el pasado - en el siglo XIX -, aunque ya no lo es. Pero cuenta con el mayor Imperio del mundo. Francia, con su población estancada y su estructura económica más o menos atrasada, posee un imperio colonial de segunda clase. Esta es la situación, que hace muy difícil que a un primer ministro inglés se le puedan ocurrir soluciones. Sólo la vieja fórmula de “esperar y ver”. Esto servía cuando Inglaterra era la potencia más fuerte del mundo y tenía suficiente poder como para alcanzar sus objetivos. Pero no ahora. La guerra aplastará y destruirá los imperios británico v fran­cés. No pueden ganar nada con la guerra, sólo pueden perder. Por eso Mr. Chamberlain fue tan amable con Hitler durante el periodo de Munich[11]. Creía que el problema estaba en Europa central y el Danubio, pero ahora comprende que se trata del dominio del mundo. Gran Bretaña y Francia no están en condiciones de eludir la guerra, pero hacen todo lo posible, a un ritmo febril, para lograrlo, amenazadas por la situación que creó el rearme de Alemania. Esa guerra es inevitable.

P: ¿Cómo analiza usted los movimientos de Fran­cia? ¿Es el nacionalismo francés lo suficientemente fuerte como para estorbar la unidad de los intereses capitalistas entre Francia y Alemania?

R: Creo que al comienzo de la guerra todos los go­biernos capitalistas tendrán tras de sí a la inmensa mayoría del pueblo. Pero al final de la guerra ni uno de los gobiernos actuales contará con el apoyo de su pueblo. Por eso temen tanto esta guerra, de la que no pueden escapar.

P: ¿ Todavía cree usted imposible la revolución socialista en un solo país, sin participación mundial?

R: Creo que hay un malentendido en la formulación de esta pregunta. Yo nunca afirmé que es imposible la revolución socialista en un solo país. En la Unión Soviéti­ca hicimos una revolución socialista. Yo participé en ella. La revolución socialista implica la toma del poder por una clase revolucionaria, el proletariado. Por supuesto que no se puede realizar simultáneamente en todos los países. Cada país, de acuerdo a sus condiciones, tiene su momento histórico. La revolución socialista no sólo es posible sino inevitable en cada país. Lo que yo afirmo es que es imposible construir una sociedad socialista en el marco del mundo capitalista. Es un problema diferente, absolutamente diferente.[12]

P: ¿Acaso el gran progreso económico de la Unión Soviética en los últimos cinco años no demuestra la viabilidad de la construcción de un estado socialista en un mundo capitalista?

R: Prefiero interpretar su pregunta como referida a "la construcción de una sociedad socialista", no de un estado socialista, ya que la toma del poder por el proleta­riado significa la creación del estado socialista. El estado socialista es sólo una herramienta para la creación de la sociedad socialista, ya que ésta implica la abolición del estado por considerarlo un instrumento propio de la barbarie. Todo estado es una supervivencia de la barbarie. La pregunta en realidad significa si el progreso económi­co de los últimos cinco años no demuestra la posibilidad de construir una sociedad socialista en un mundo capita­lista.

Según mi opinión, no; no lo veo así, porque el progre­so económico no es lo mismo que el socialismo. Nortea­mérica, Estados Unidos, logró a lo largo de su historia un progreso económico grandioso sobre fundamentos capita­listas. El socialismo significa la igualdad progresiva y la abolición progresiva del estado. El estado es un instru­mento de sumisión. La igualdad implica la abolición del estado. Durante esos cinco años, en la Unión Soviética, junto con el indiscutible progreso económico, creció terri­blemente la desigualdad y hubo un tremendo reforza­miento del estado. ¿Qué significan los juicios de Moscú desde la perspectiva de la desigualdad y la abolición del estado? Dudo que quede una sola persona que crea que hubo justicia en ellos. En Moscú durante los últimos años se purgó a cien mil personas, se exterminó a la Vieja Guardia del Partido Bolchevique,[13] a generales, a los mejores oficiales, los mejores diplomáticos, etcétera. No se abolió el estado. Existe, ¿y qué es ese estado? Es el sometimiento del pueblo a su maquinaria, al nuevo po­der, a la nueva casta, al nuevo dirigente; la burocracia es ahora una casta privilegiada. No es el socialismo y esta casta no se está debilitando. Se niega a morir. Prefiere matar a los demás. Incluso a los mejores elementos del ejército, el instrumento de su propia defensa.

No digo que se deba establecer inmediatamente una igualdad absoluta. Eso no es posible. Pero la tendencia ge­neral tendría que ser de la vil desigualdad burguesa hacia la igualdad; sin embargo, la tendencia actual es absolutamen­te opuesta. Si se hicieran estadísticas se comprobaría que los estratos superiores de la sociedad soviética viven como la alta burguesía de Estados Unidos y Europa, la clase me­dia como la burguesía mediana y los obreros peor que los de un país grande como Estados Unidos. La revolución significó para Rusia un progreso económico. Sí, es ab­solutamente indiscutible. Pero eso no es socialismo. Está muy lejos de serlo. Se aparta cada vez más del so­cialismo.

P: ¿Cómo analiza usted la situación de Japón? ¿Hará la guerra a Gran Bretaña para salvar las apariencias?

R: No creo que Japón pueda sorprender a Gran Breta­ña declarándole la guerra, pero Gran Bretaña no puede eludir la guerra. Y cuando estalle, Japón, por supuesto, utilizará en su beneficio la situación europea. Gran Breta­ña se enfrentará con Japón. No se trata de salvar las apariencias sino muchas vidas.

P. ¿Si Alemania se apodera de Danzig,[14] qué hará Chamberlain?

R: Si Alemania se apodera de Danzig el mes próximo, será la señal de que desea la guerra, ya que conoce la situación. Si Alemania desea la guerra, habrá guerra. Si Alemania se siente lo suficientemente fuerte para ello, provocará la guerra, y Chamberlain tendrá que entrar.

P: ¿Cuál opina usted que es el curso más probable de los acontecimientos en España?

R: Creo que el problema español es sólo una pequeña parte del europeo. Hasta la derrota fue un gran proble­ma. Si los republicanos burgueses, con sus aliados socialistas, con sus aliados comunistas o con sus aliados anar­quistas no hubieran logrado liquidar la revolución españo­la (pues no fue el triunfo de Franco, fue la derrota del Frente Popular),[15] se habría podido tener esperanza de que el proletariado español provocara un gran movi­miento revolucionario en Francia. Lo vimos comenzar en junio de 1936 con las huelgas de brazos caídos. Entonces Europa podría evitarse la guerra. Pero Moscú logró matar la revolución española y ayudar a la vic­toria de Franco. Ello implica que ahora España deja de ser un factor independiente. Por supuesto, la pren­sa socialista de Mr. Norman Thomas y la de Mr. Browder,[16] todavía menos inteligente que aquélla, señalan que Franco no dominará España, que caerá. Pasó casi lo mismo cuando triunfó Hitler en junio de 1933.[17] En ese entonces, igual que ahora, yo opinaba lo contrario. La fuerza de Franco no está en el mismo Franco sino en la bancarrota total de la Segunda Internacional y de la Tercera, en la dirección de la revolución española.[18]

Para los obreros y campesinos de España la derrota no constituye sólo un accidente militar sino una tremenda tragedia histórica. Es el desmoronamiento de sus organizaciones, de sus ideales históricos, de su felicidad, de todas las esperanzas que cultivaron durante décadas, du­rante siglos. ¿Puede imaginarse un ser humano que razona mínimamente que esta clase, en uno, dos o tres años puede crearse nuevas organizaciones, un nuevo espíritu militante y derrotar de esta forma a Franco? No lo creo. España está ahora, más que cualquier [otro] país, muy lejos de la revolución. Por supuesto, si comienza la guerra, y estoy seguro de que así será, el ritmo del movimiento revolucionario se acelerará en todos los países. Ya hicimos la experiencia de la última guerra mundial. Ahora todas las naciones son más pobres. Los medios de destrucción son incomparablemente más efec­tivos. La vieja generación lleva en su sangre aquella expe­riencia. La nueva aprenderá de su propia experiencia y de la generación anterior. Estoy seguro de que la nueva guerra traerá como consecuencia la revolución; en este caso, España participará de la revolución, pero no por iniciativa propia sino a cuenta de los demás.

P: ¿Qué aconsejaría usted a Estados Unidos en cuanto a su orientación en los asuntos internacionales?

R: Tengo que aclarar que no me siento competente para aconsejar al gobierno de Washington, por la misma razón política por la que el gobierno de Washington no considera necesario otorgarme una visa. Nuestra ubica­ción social es distinta que la del gobierno de Washington. Yo podría aconsejar a un gobierno que se planteara los mismos objetivos que el mío, no a un gobierno capitalis­ta, y el gobierno de Estados Unidos, a pesar del New Deal,[19] es en mi opinión un gobierno capitalista e impe­rialista. Lo único que puedo decir es qué haría un gobier­no revolucionario, un gobierno obrero genuino en Estados Unidos.

Creo que lo primero sería expropiar a las Sesenta Familias.[20]  Se trataría de una medida muy buena, tanto desde la perspectiva nacional como desde la mundial; sería un ejemplo muy bueno para las demás naciones. Nacionalizar los bancos; dar trabajo, adoptando medidas sociales radicales, a los diez o doce millones de desocupa­dos; prestar ayuda material a los campesinos para facilitar el libre cultivo. Creo que ello significaría un aumento de la renta nacional de Estados Unidos de sesenta y siete mil millones de dólares a doscientos o trescientos mil millones por año. Y eso en lo inmediato, porque para el futuro es imposible prever el tremendo avance de la potencia material de esta poderosa nación. Por supuesto, esa nación se transformaría en el verdadero dictador del mundo, pero un dictador muy bueno. Estoy seguro de que los países fascistas de Hitler y Mussolini,[21] y sus pobres y miserables pueblos, desaparecerían, en última instancia, de la escena histórica si esa potencia económica que es Estados Unidos encontrara el poder político que reorganice su actual estructura económica, muy enferma por cierto.

No veo ninguna otra salida, ninguna otra solución. Hemos sido testigos, durante los últimos seis o siete años, de la política del New Deal. Despertó grandes expectati­vas. Yo no las compartía. Hace dos años me visitaron. aquí en México, algunos senadores conservadores; me preguntaron si todavía estábamos a favor de las medidas revolucionarias radicales. Les contesté que no veía otras posibles, pero que si el New Deal tenía éxito estaba dispuesto a abandonar mi concepción revolucionaria en favor de la del New Deal. No tuvo éxito; y me atrevo a afirmar que si se elige a Mr. Roosevelt para un tercer gobierno el New Deal también fallará en este nuevo periodo.[22] Pero este poderoso cuerpo económico de Estados Unidos, el más poderoso del mundo, está en des­composición. Nadie indicó cómo detener este proceso. Hay que implantar toda una estructura nueva, lo que no puede hacerse mientras estén las Sesenta Familias. Por eso comencé con el consejo de expropiarías.

Hace dos años, cuando vuestro Congreso votó las leyes de neutralidad,[23] discutiendo con algunos políticos nor­teamericanos les expresé mi asombro de que la nación más poderosa del mundo, con tal fuerza creadora y genio tecnológico, no comprendiera la situación mundial, que quisiera separarse del mundo con la pantalla de papel de las leyes de neutralidad. Si el capitalismo norteamericano sobrevive, y lo hará durante un tiempo, Estados Unidos se transformará en el imperialismo y el militarismo más poderoso del mundo. Ya estamos presenciando los co­mienzos. Por supuesto, este armamentismo crea, de he­cho, una situación nueva. El armamento constituye tam­bién una empresa. Detenerlo ahora, cuando no hay gue­rra, implicaría la mayor crisis social del mundo, diez millones de desocupados. La crisis sería suficiente para provocar una revolución, y el temor a esta revolución constituye también un argumento para continuar con el armamento, que se transforma así en un factor histórico independiente. Utilizarlo se vuelve una necesidad. La cla­se gobernante de ustedes tenía la consigna “Puertas abiertas a China”; eso lo único que significa es pasarles barcos de guerra para preservar, con una tremenda flota, la liber­tad del Océano Pacífico. No veo otra forma de [¿derro­tar?] al Japón capitalista. ¿Quién puede hacerlo si no la nación más poderosa del mundo? Estados Unidos dirá que no quiere una paz alemana. Japón está apoyado por las armas alemanas. Nosotros no queremos una paz ale­mana; impondremos nuestra paz norteamericana porque somos mas fuertes. Esto significa una explosión del mili­tarismo y el imperialismo norteamericanos.

Este es el dilema, socialismo o imperialismo. La demo­cracia no responde a este problema. Este es el consejo que yo le daría al gobierno norteamericano.



[1] "En vísperas de la segunda guerra mundial". Intercontinental Press, 8 de setiembre de 1969. Esta entrevista en Coyoacán, México, fue concedida por Trotsky al Comité de Relaciones Culturales para América Latina, un grupo encabezado por el profesor Hubert Herring, autor de Una historia de América Latina. Trotsky hablo en inglés y la entrevista fue estenografiada por uno de sus secretarios, que después hizo una transcripción sin corregir presentada al grupo. Para este volumen se han hecho, obviamente, unas pocas correcciones estilísticas en el texto. En el momento de esta entrevista, 23 de julio de 1939, Europa se hallaba al borde de la segunda guerra mundial. En marzo las fuerzas fascistas de Franco habían derrotado a las fuerzas republicanas en la guerra civil española y, al mismo tiempo, Hitler había ocupado Checoslovaquia. A través de toda la primavera y el verano, diplomáticos británicos y franceses mantuvieron intensas negociaciones con Moscú; entre bambalinas, Moscú negociaba al mismo tiempo con los alemanes. Un mes después de esta entrevista Stalin firmaría un pacto de “no agre­sión” con Hitler que precipitó la invasión y partición de Polonia y el estallido de la guerra.

[2] La ciudad de Nueva York fue la sede de la Feria mundial de 1939.

[3] Mijail Tujachevski (1893-1937): un destacado comandante militar en la guerra civil rusa, fue nombrado mariscal de la URSS en 1933. Por órdenes de Stalin, él y otros varios notables generales del Ejército Rojo fueron acusados de traición en mayo de 1937 y ejecutados. Sus ejecuciones iniciaron una purga que afectó a veinti­cinco mil oficiales y decapitó al Ejército Rojo en vísperas de la guerra. Después de la muerte de Stalin, Tujachevski y muchos otros generales fueron rehabilitados.

[4] De 1936 a 1938 Stalin condujo tres grandes espectáculos ju­diciales de confesión en Moscú acusando a la mayoría de los dirigentes de la Revolución Rusa de complotar para restaurar el capitalismo. Les principales inculpados en los juicios fueron Trots­ky, en ausencia y su hijo León Sedov. Por medio de estos jui­cios, Stalin consolidó su dominio personal sobre la Unión Soviética.

[5] Maxim Litvinov (1876-1951): un viejo bolchevique; fue comisario del pueblo para asuntos exteriores en 1930-1939, emba­jador en Estados Unidos de 1941 a 1943 y comisionado para asuntos exteriores de 1943 a 1946. Stalin lo utilizó para personifi­car la “seguridad colectiva” cuando buscó alianzas con los imperialistas democráticos y lo hizo a un lado durante el periodo del pacto Stalin-Hitler y la guerra fría.

[6] El buró político fue el organismo dirigente del Partido Comunista ruso, aunque aparentemente estaba subordinado al co­mité central. El primer buró político elegido en 1919 estaba compuesto por Kamenev, Krestinski, Lenin, Stalin y Trotsky. En 1939 sus miembros eran Andreiev, Kaganovich, Kalinin, Jruschov, Mikoian, Molotov, Stalin y Zdanov. Stalin (1879-1953) se hizo socialdemócrata en 1898, se unió a la fracción bolchevique en 1904, fue co-optado a su comité central en 1912 y elegido para el mismo por primera vez en 1917. En 1917 favoreció una actitud conciliatoria hacia el gobierno provisional antes de que regresara Lenin y reorientara a los bolcheviques hacia la toma del poder. Fue electo comisario de las nacionalidades en el primer gobierno soviético, y secretario general del Partido Comunista (Bolchevique) en 1922. Lenin instó en 1923 a que se lo removiera de su cargo de secretario general porque lo estaba utilizando para burocratizar el partido y los aparatos estatales. Después de la muerte de Lenin en 1924, Stalin eliminó gradualmente a sus principales adversarios, comenzando con Trotsky, hasta que se convirtió en virtual dicta­dor del partido y la Unión Soviética en la década del 30. Los conceptos fundamentales que se asocian a su nombre son “socialis­mo en un solo país”, “social-fascismo” y “coexistencia pacífica”.

[7] Adolph Hitler (1889-1945): fue nombrado canciller de Alemania en enero de 1933 y, a la cabeza del Partido Nacional Socialista (Nazi), condujo a Alemania a la segunda guerra mundial.

[8] Walter Krivitski (1889-1941): fue jefe de la inteligencia militar soviética en Europa occidental. En 1937, mientras estaba en París, desertó y reveló numerosos secretos de la inteligencia soviética. Fue autor de En el servicio secreto de Stalin (1939). Murió en cir­cunstancias misteriosas seis meses después del asesinato de Trotsky.

[9] Nevile Chamberlain (1869-1940): fue primer ministro conser­vador de Gran Bretaña desde 1937 hasta mayo de 1940, cuando renunció después de negarle el parlamento un voto de confianza por la continuación de la guerra.

[10] Woodrow Wilson (1856-1924): fue presidente demócrata de Estados Unidos de 1913 a 1921, incluyendo el periodo de la primera guerra mundial. Aunque fue el inspirador de la Liga de las Naciones, no pudo hacer ratificar su existencia por el Senado de Estados Unidos. La Liga de las Naciones, a la que Lenin llamó “la cueva de los ladrones”, fue creada por la Conferencia de Paz de Versalles de 1919, aparentemente como una forma de gobierno v cooperación mundial que impidiera futuras guerras. Su artículo 16 otorgaba poderes de seguridad colectiva que, por lo menos en el papel, planteaba a sus estados miembros la obligación de pedir sanciones contra actos de agresión de otros estados. Su total impotencia se manifestó claramente cuando no pudo hacer nada ante la invasión japonesa a China, la invasión italiana a Etiopía y otros eslabones en la cadena que condujo a la segunda guerra mundial.

[11] En Munich, en setiembre de 1938, el primer ministro británico Chamberlain y el premier francés Daladier firmaron un pacto con Hitler y Mussolini, dando su consentimiento al plan de Hitler de invadir y conquistar Checoslovaquia.

[12] “Socialismo en un solo país” fue la teoría de Stalin, introduci­da en el movimiento marxista por primera vez en 1924, que plantea que una sociedad socialista puede realizarse dentro de las fronteras de un solo país. Luego, cuando se la incorporó al programa y a la táctica de la Comintern, se convirtió en la excusa ideológica para el abandono del internacionalismo revolucionario y se la utilizó para justificar la conversión de los partidos comunistas de todo el mundo en dóciles peones de ajedrez de la política exterior del Kremlin. Una amplia crítica de esta teoría puede encontrarse en el libro de Trotsky La Tercera Internacional después de Lenin.

[13] El Partido Bolchevique fue la tendencia mayoritaria del Partido Obrero Social Demócrata Ruso, a partir del segundo congreso de 1903. Condujo a los soviets al poder en 1917. Los bolcheviques creían que los obreros debían unirse con los campesi­nos pobres, tomando la iniciativa en la lucha contra la burguesía. Los viejos bolcheviques fueron los que se unieron al partido antes de 1917, es decir, los miembros de la “vieja guardia” del partido.

[14] Alemania solicitó la devolución de la ciudad polaca de Gdansk (Danzig) a su territorio, y una franja de tierra a través del corredor polaco para conectarse con la Prusia Oriental. Este fue el pretexto para la invasión de Polonia.

[15] El Frente del Pueblo (o frente popular) fue una coalición gubernamental de los partidos socialista y comunista con los partidos burgueses en torno a un programa de capitalismo liberal Los stalinistas apoyaron esta política con el fin de impedir la transfor­mación socialista de España, ya que por entonces Stalin estaba ansioso por demostrar su lealtad a las democracias burguesas de manera que las mismas lo incluyeran en sus pactos diplomáticos y militaras. El frente popular permitió a la burguesía española per­manecer en el poder durante la crisis de la revolución y la guerra civil (1936-1939), y aseguró la victoria de las tropas fascistas del general Francisco Franco (1892-1975), que organizó el ejército del Marruecos español y, con la ayuda militar de la Alemania nazi e Italia, derribó al gobierno de la República española.

[16] Norman Thomas (1884-1968): fue dirigente del Partido Socialista de Estados Unidos y seis veces su candidato a la presi­dencia después de Debs. Earl Browder (1891-1973): llegó a ser secretario del Partido Comunista de Estados Unidos por directivas de Stalin en 1930, y fue depuesto por las mismas razones en 1945 y expulsado del partido en 1946. Después del pacto Stalin-Hitler en 1939, el PC se pasó súbitamente a una línea “antibélica”; Roosevelt mostró su disgusto procesando y castigando a Browder por falsificación de pasaporte. Cuando el PC cambió de línea nuevamente en 1941, después de que Hitler invadió la Unión Soviética, Browder fue dejado en libertad.

[17] Hitler llegó al poder en enero de 1933 a la cabeza de una coalición de ultraderecha. Recién en marzo el Reichstag le otorgó un poder dictatorial total. La referencia de Trotsky a junio de 1933 es probablemente un lapsus o un error de imprenta.

[18] La Segunda Internacional fue organizada en 1889 como asociación libre de partidos obreros y socialdemócratas, que unían tanto a elementos reformistas como revolucionarios; su sección más fuerte y autorizada fue la socialdemocracia alemana. Su papel progresivo terminó en 1914, cuando sus secciones principales violaron los más elementales principios socialistas y apoyaron a sus gobiernos imperialistas en la primera guerra mundial. Se desintegró durante la guerra pero fue resucitada en 1923 como organización completamente reformista. La Tercera Internacional (o internacional Comunista, o Comintern), se organizó bajo la dirección de Lenin como sucesora revolucionaria de la Segunda Internacional. Trotsky consideró las tesis de los primeros cuatro congresos de la Interna­cional la piedra angular de la Oposición de Izquierda y de la Cuarta Internacional. El séptimo congreso mundial de la Comin­tern, en 1935, fue el último que se realizó. Stalin la disolvió en 1943 como un gesto de buena voluntad hacia los aliados imperia­listas.

[19] El New Deal fue el programa de reformas adoptado durante la Gran Depresión por el presidente Roosevelt como un intento de librarse de la militancia obrera mediante concesiones y aliviar las peores condiciones de la depresión.

[20] La expresión Sesenta Familias está tomada del libro de Ferdinand Lundber. Las sesenta familias de Estados Unidos (Van­guard Press, 1937). El libro, que causó sensación cuando apareció, documentó la existencia de una oligarquía económica en Estados Unidos encabezada por sesenta familias de inmensa riqueza. El autor actualizó su trabajo en 1968 en El rico y el super-rico.

[21] Benito Mussolini (1883-1945): fue el dictador fascista de Italia desde 1922 hasta que cayó en 1943; gobernó entonces sobre una parte de Italia hasta que lo fusilaron los guerrilleros.

[22] Franklin D. Roosevelt (1882-1945): fue presidente demócrata de Estados Unidos desde 1933 hasta su muerte. Fue electo para su tercer periodo presidencial en noviembre de 1940.

[23] Acta de Neutralidad: aprobada por el Congreso de Estados Unidos en 1935, aplicando un embargo de armas obligatorio a ambos bandos en caso de una guerra europea. El Congreso aprobó un acta similar dos años después. El embargo de armas fue levantado por el Congreso recién en noviembre de 1939; en ese momento fue reemplazado por el sistema “cash and carry” (pague y lleve), que les permitió a los aliados comprar elementos bélicos. En diciembre de 1940 los británicos no pudieron pagar más los suministros de guerra, por lo que entró en vigencia el sistema “lend-lea­se” (préstamo y arriendo), comprometiendo los recursos económi­cos de Estados Unidos para la derrota de Alemania.



Libro 6