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Escritos de León Trotsky (1929-1940)

La conferencia de París: un firme núcleo para una nueva internacional

La conferencia de París: un firme núcleo para una nueva internacional

La conferencia de París: un firme núcleo para una nueva internacional[1]

 

 

1° de septiembre de 1933

 

 

 

La conferencia ya terminó. Todavía no tenemos las actas ni el texto final de la resolución. Sin embargo, ya se pueden extraer las conclusiones fundamentales. Estas son plenamente favorables a la Oposición de Iz­quierda. La mejor forma de apreciarlo es comparar lo que esperábamos obtener con lo que obtuvimos. En las discusiones y correspondencia preliminares nos pusimos de acuerdo en que si lográbamos conseguir cuatro o incluso tres firmas para un documento claro y preciso en favor de la nueva internacional avanzaríamos enormemente. Conseguimos las cuatro firmas con las que contábamos (el Partido Socialista Revolucionario de Holanda, el Partido Socialista Obrero de Alemania y el Partido Socialista Independiente de Holanda, además de la Oposición de Izquierda Internacional), para un documento que constituye el único resultado tangible de la reunión y que puede y debe adquirir importancia histórica.

No logramos este trascendental resultado por algu­na casual combinación o por hábiles maniobras (por el contrario, en este terreno cometimos algunos errores) sino debido a que el paso histórico dado por nosotros maduró plenamente. Pese a los diez anos de persecuciones y calumnias a la Oposición de Izquierda en todo el mundo; pese a que estas calumnias dejaron sus huellas hasta en la conciencia de los adversarios del stalinismo, entre ellos los trabajadores socialdemócratas; pese a todo esto, tres organizaciones que nuclean a unas cuantas decenas de miles de obreros no encontraron otro camino que el de unirse a nosotros en un documento común que se supone será origen de una larga y encarnizada pelea. Se abrió una amplia brecha en el muro que rodea a la Oposición de Izquierda. Podemos estar seguros de que nuevas organizaciones y fracciones empujadas por la situación a la vía revolucionaria se irán convenciendo día a día de que las únicas banderas que pueden nuclear a la vanguardia proleta­ria son las del bolchevismo leninismo.

Dijimos que la Declaración de los Cuatro es el único resultado serio de la Conferencia de París. En cuanto a las difusas declaraciones de la mayoría, no tienen ningún futuro. No resulta difícil entenderlo si analizamos la composición de la conferencia. Si los delegados de las cuatro organizaciones que firmaron la declaración constituían su ala izquierda, el ala derecha la formaban los presentantes del Partido Laborista Noruego, que busca crear una "internacional" escandinava aliándose con la socialdemocracia sueca y holandesa, y en conse­cuencia teme comprometerse con la proximidad de los comunistas. Hay que ser irremediablemente ingenuo o, lo que es peor, un intrigante sin principios para pretende­r la unión o la colaboración con este partido totalmente oportunista o con los pequeños grupos que gravitan alrededor de él, como los miembros del PUP (Partido de Unidad Proletaria) francés, los maximalistas italianos, la Federación Catalana de Maurín, el grupo polaco del doctor Kruk o el partido completamente absurdo de Steinberg (ex comisario del pueblo).[2]

Urbahns representó en la conferencia a lo poco que queda del Leninbund.[3] Pese a sus buenas intencio­nes, si algo demostró Urbahns estos últimos años es su total incapacidad para el trabajo colectivo y para el pensamiento sistemático. Tan sólo su ridícula teoría del "capitalismo de estado", que pone al mismo nivel a la URSS, Estados Unidos, la Alemania de Hitler y la Italia de Mussolini, excluye toda posibilidad de traba­jar en común con él para la creación de una nueva internacional.

El Partido Comunista Independiente sueco (Kil­bom)[4] y el Partido Laborista Independiente británico constituyen un sector especial. Ambas organizaciones están en una encrucijada. El partido sueco es una organización obrera demasiado sólida para seguir la política de Brandler-Thalheimer,[5] que se basa totalmente en la servil esperanza de que Manuilski alguna vez los perdone y los llame al poder. Por otra parte, el partido de Kilbom aparentemente todavía está muy in­fluido por las tendencias derechistas y especialmente por la desconfianza hacia la Oposición de Izquierda. No podrá seguir en su actual posición intermedia. Tendrá que elegir. Tenemos que ayudarlo a elegir correctamente.

Así como el partido de Kilbom oscila entre la Oposi­ción Comunista de Derecha y la Oposición Comunista de Izquierda, el Partido Laborista Independiente oscila entre la Comintern y la nueva internacional. Tal vez no de inmediato, pero es inevitable que los burócratas de la Comintern empujen al Partido Laborista Indepen­diente hacia la nueva internacional. Tarde o temprano nos encontraremos con este partido, o por lo menos con su núcleo revolucionario.

Es absolutamente claro que las resoluciones toma­das por una mayoría tan heterogénea sólo pueden ser de carácter platónico, decorativo. Muchos de ellos están muy dispuestos a "condenar" a la Segunda Inter­nacional, a proclamar su bancarrota, para aplicar en la práctica una política oportunista. Otros están dispues­tos a proclamar la bancarrota de la Tercera Internacio­nal, pero en realidad aplican una línea de compromisos e intrigas muy afín al centrismo burocrático. A los obreros avanzados no les basta con la denuncia a la Segunda y a la Tercera Internacional, ni siquiera con la sola admisión de la necesidad de una nueva. Es necesario aclarar qué internacional queremos: la restauración de la miserable Dos y Media[6] o la unificación de la vanguardia proletaria internacional en base a un programa revolucionario que realmente responda a los problemas de nuestra época. Elaborar tal programa en compañía de Tranmael, Louis Sellier, Maurín[7] y otros, o inclu­so apoyar la ficción de una organización internacional común con ellos, significaría sembrar el caos y la desmoralización ideológica en lugar de la necesaria y escueta claridad.

No podemos pasar por alto el hecho de que dos de nuestros aliados (el SAP alemán y el OSP holandés) no sólo se unieron al bloque de los cuatro que firmó la declaración sino también al comité de la mayoría junto con dos representantes del ILP y uno del partido noruego). Nosotros, la Oposición de Izquierda, no pode­mos esperar y no esperamos nada positivo de este comi­té. Consideramos una flagrante contradicción la participación en el comité de dos de nuestros aliados, el SAP y el OSP (el RSP, el partido de Sneevliet, no entró en el comité). También consideramos un grave error político, que sólo servirá para sembrar confusión y fal­sas ilusiones, la votación del OSP y el SAP en favor de la resolución de la mayoría. Pero sería totalmente equi­vocado renunciar por eso al honesto intento de colabo­ración con estos dos aliados. El hecho de que participen en un bloque con nosotros es un índice del futuro. Su participación en el "comité" es un reflejo del pasado.

La intransigencia revolucionaria no consiste en exigir que se reconozca a priori nuestro "liderazgo", ni en presentarles continuamente a nuestros aliados ultimátums y amenazas de rupturas, de eliminación de firmas, etcétera. Esos métodos se los dejamos, por un lado, a los burócratas stalinistas y por el otro, a algunos aliados impacientes. Somos muy conscientes de que más de una vez surgirán desacuerdos entre nosotros y nuestros aliados. Pero esperamos, más aun, estamos convencidos, de que la marcha de los acontecimientos revelará en la práctica la imposibilidad de participar simultáneamente en el bloque principista de los cuatro y en el bloque sin principios de la mayoría. Sin recurrir a "ultimátums" impropios, reivindicamos sin embargo nuestro pleno derecho no sólo a levantar nuestras ban­deras sino también a plantearles abiertamente a nues­tros aliados lo que opinamos respecto a lo que conside­ramos sus errores. Esperamos de parte de ellos la mis­ma franqueza. Así se fortalecerá nuestra alianza.

Ahora está a la orden del día la elaboración de un documento programático. El manifiesto de la nueva internacional debe dar un panorama general del mundo capitalista moderno (así como de la Unión Soviética), de su economía, su política y sus relaciones internacio­nales. Hay que explicar que las convulsiones de nuestra época (guerras, crisis, barbarie fascista) son conse­cuencia del retraso de la revolución proletaria. Debe­mos señalar que las responsables de este retraso son la Segunda y la Tercera Internacional. Un capitulo especial debe estar dedicado a ilustrar la decadencia de ambas Internacionales. En conclusión, los problemas de la revolución proletaria así como la necesidad de salvaguardar a la URSS exigen la creación de una nueva internacional. Los capítulos finales trazarán el progra­ma de lucha de la nueva internacional.

La tarea de los próximos dos o tres meses es elabo­rar ese documento. Un objetivo de tanta responsabi­lidad sólo se podrá llevar a cabo efectivamente de manera colectiva. Aunque se trata de un documento de carácter internacional, en él deben reflejarse los problemas nacionales más importantes. Seria muy conveniente contar con varios documentos políticos y con material general manuscrito o impreso que podría ayudar en la elaboración de distintas partes del mani­fiesto.

Por supuesto, las secciones de la Oposición de Izquierda harán todos los esfuerzos posibles para dar la más amplia publicidad a la Declaración de los Cuatro. Decenas y centenares de miles de obreros revolucio­narios respirarán con alivio al comprender que hay una salida al impasse revolucionario. ¡Tenemos que golpear mientras el hierro todavía está caliente!



[1] La conferencia de París: un firme núcleo para una nueva internacional. The Militant, 23 de septiembre de 1933. Firmado "G. Gourov".

[2] El Partido de Unidad Proletaria (PUP) francés era un grupo centrista que tuvo muy corta vida, formado por gente que había sido expulsada de Partido Comunista y se había ido del Partido Socialista. Los maximalistas italianos eran una tendencia centrista del Partido Socialista Italiano que continuó militando en el exilio después que Mussolini tomó el poder. La Federación Catalana (o Ibérica), encabezada por Joaquín Maurín, se unió posteriormente con los ex bolcheviques leninistas, dirigidos por Andrés Nin, para crear el Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM). El doctor Joseph Kruk encabezaba un pequeño grupo, el Partido Laborista Independiente de Polonia. I.E. Steinberg era un social-revolucionario de izquierda que fue de comisario del pueblo de justicia en el gobierno soviético antes de la firma del Tratado de Brest-Litovsk en marzo de 1918.

[3] Hugo Urbahns (1890-1946): dirigente del Partido Comunista Alemán, fue expulsado en 1928 y colaboró en la fundación de la Leninbund, que hasta 1930 estuvo unificada con la Oposición de Izquierda.

[4] El Partido Comunista Independiente de Suecia, encabezado por Karl Kilbom, que se había unido a los brandleristas, cambió posteriormente por el Partido Socialista de Suecia.

[5] August Thalheimer (1884-1948): uno de los fundadores del Partido Comunista Alemán, fue expulsado en 1929 junto con Heinrich Brandler y organizó con el la Oposición Comunista de Derecha (KPO).

[6] La Internacional Dos y Media (o Asociación Internacional de Partido Socialistas) fue fundada en febrero de 1921 por partidos y grupos centristas que habían roto con la Segunda Internacional por presión de las masas revolucionarias. Aunque criticaban a la Segunda Internacional, la orientación de sus dirigentes no se diferenciaba básicamente de la de aquélla; su función principal era actuar como contrapeso de la creciente influencia del comunismo entre los trabajadores. En mayo de 1923 volvió a unificarse con la Segunda Internacional.

[7] Martin Tranmael (1879-1967): dirigente del Partido Laborista Noruego (NAP). Louis Sellier (n. 1885): secretario general del Partido Comu­nista Francés en 1923, fue expulsado del PC en 1929 por diferencias tácticas. Fue uno de los fundadores del Partido Obrero y Campesino (POP), centrista, que más tarde se llamó Partido de Unidad Proletaria (PUP). En 1936 fue dipu­tado del Frente Popular. Joaquín Maurín (1897-1973): dirigente del Partido Comunista Español y partidario de la Oposición de Derecha bujarinista, fue expulsado de la Comintern en 1929. Formó el Bloque Obrero y Campesino (también conocido como Federación Catalana), que pasó a formar parte del Buró de Londres-Amsterdam. En 1935 el grupo de Maurín se unió con los ex oposicionistas de izquierda dirigidos por Andrés Nin y Juan Andrade, creando el Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM). En febrero de 1936 fue elegido para el Parlamento en las listas del gobierno del Frente Popular. Cuando estalló la Guerra Civil fue arrestado y encarcelado por las tropas de Franco. Cuando quedó en libertad se exilió y abandonó toda actividad política.



Libro 3