Logo
Logo
Logo

Escritos de León Trotsky (1929-1940)

Las fuentes de Manuilski y Cía

Las fuentes de Manuilski y Cía

Las fuentes de Manuilski y Cía.[1]

 

 

Junio de 1930

 

 

 

Últimamente, Manuilski se queja de las caracterís­ticas “bonapartistas” de Trotsky. Los bohemios baratos del New Masses y de otras publicaciones por el estilo le hacen eco. Para ellos, el bonapartismo es la expresión de los rasgos de una personalidad individual, no un régimen que surge de las relaciones entre las clases, de la política de oscilación entre las clases. ¿Dónde tiene los ojos el que afirma que la Oposición es bonapartista justamente ahora, cuando todos los preparativos para el Decimosexto Congreso constituyen una repetición y un ensayo de bonapartismo a nivel del partido?

Pero no queremos plantear cuestiones generales, sino más bien aportar algunos datos históricos sobre la musa inspiradora de Manuilski y sus discípulos estadounidenses y de otras nacionalidades.

En 1923, en Alemania, apareció un libro de Oskar Blum [Russische Köpfe] en el que se describían las características personales de los dirigentes de la revolución. Este libro fue el primero en descubrir en Trotsky las características de un “nuevo corso”. Sin embargo, antes de hacer una evaluación del libro es necesario decir dos palabras sobre el autor.

En el período de la primera revolución, a Oskar Blum se lo consideraba socialdemócrata y marxista, partidario de Plejanov.[2] Durante los años de reacción, se sospechaba que tenía vínculos con la policía. Al llegar a Viena desde Riga le pidió a Trotsky que le ayu­dara a certificar sus credenciales revolucionarias. En base a su propio relato, Trotsky llegó a la conclusión de que no se podía tolerar a Blum en las filas revolu­cionarias. Después de la Revolución de 1917 se hallaron documentos que probaban, más allá de toda duda, que Blum había trabajado para la policía de Riga. Fue arres­tado y liberado posteriormente, por un descuido. Huyó al extranjero, donde publicó el libro sobre los líderes de la revolución. Basta con conocer el carácter del autor para determinar el carácter general del libro: es una calumnia infame.

En Proletarskaia Revolutsia, órgano del Buró de Historia del Partido, apareció en noviembre de 1923, una crítica del libro de Blum. En esa época la campaña de los epígonos contra Trotsky ya gozaba de amplia promoción. Sin embargo, las mentes del partido y de la Comintern todavía no estaban agobiadas por toneladas de chismes, calumnias y toda clase de desperdicios en general, y las publicaciones oficiales mantenían la cos­tumbre de usar el lenguaje que habían utilizado en vida de Lenin. El redactor del artículo de Proletarskaia Revolutsia, sin saber que Blum tenía suficientes razo­nes personales para estar enojado con Trotsky, observó asombrado la especial perversidad del autor para con Trotsky.

“Por eso -dice la crítica- el autor sale en persecución de Trotsky. Utiliza todo: un equipaje de mentiras, calumnias y charlatanería realmente increíble. En la cara, en la barba, en los labios, en todos lados, busca ansioso la confirmación de sus palabras calumniosas. Antes que nada... el poder. ‘Él [Trotsky] quería la revo­lución -dice el libro- para lograr sus propios fines personales. Otros hablaban de la toma del poder porque consideraban que el momento histórico estaba maduro para la transferencia del poder a la última clase sin poder. El hablaba de la toma del poder porque consideraba que él mismo estaba listo para adueñarse del poder (p. 83). En el edificio donde funcionaba el ‘ministerio de Trotsky’ reinaba un orden y una limpieza ejemplares. ¡Ajá! Ese es el secreto del poder personal de Trotsky. En el orden militar y el estilo militar de Trotsky él ve –ajá– los signos del nuevo corso. Y ve una réplica del guardia palaciego y el guardaespaldas - aunque no en librea de oro - ¡en el sencillo uniforme del Guardia Rojo!... El libro termina con una insinuación transparente: ‘El poder material está en sus manos. ¿Ahora qué?’” (Proletarskaia Revolutsia, 23 de noviembre de 1923, PP. 247-248).

Ahora, veamos el artículo de Manuilski sobre la autobiografía de Trotsky. Veamos la crítica de New Masses y el resto de la prensa rastrera. ¿En qué se dife­rencian de Oskar Blum? En nada. ¿Qué han agregado a sus revelaciones? Nada. Sus escritos están plagiados directamente de los de una persona a sueldo de la poli­cía de Riga. ¿No se debe, acaso, a que estos caballeros también tienen mentalidad de mercenarios, irreconci­liables con la mentalidad de los revolucionarios?

En todo caso, resulta obvio quién es la musa de Manuilski. Sin embargo, éste no es el único caso. Exis­te otro, más importante, que, dicho sea de paso, la Opo­sición mencionó en ocasiones anteriores, pero volvemos a plantearlo porque lo avalan pruebas incontrover­tibles.

Es sabido que toda la campaña contra el “trotskis­mo” se inició precisamente en torno a la cuestión del campesinado: a diferencia de Lenin, Trotsky supuestamente subestimó al campesinado en general y al cam­pesino medio en particular. Los epígonos olvidaron el origen de esta leyenda. Sin embargo, tiene sus raíces en la agitación realizada por las Guardias Blancas[3] entre los campesinos durante la Guerra Civil. Lenin aprove­chó la primera ocasión propicia para refutar esta leyen­da. Según sus propias palabras:

Izvestia del 2 de febrero publicó una carta del campesino G. Gulov en la que pregunta sobre la acti­tud de nuestro gobierno obrero y campesino hacia los campesinos medios, y se hace eco de rumores según los cuales Lenin y Trotsky no se entienden y están en profundo desacuerdo precisamente respecto al campesino medio.

“El camarada Trotsky ya contestó en su Carta a Los campesinos medios, publicada en Izvestia del 7 de fe­brero, en la que dice que los rumores relativos a diver­gencias entre él y yo constituyen la mentira mas mons­truosa y descarada, difundida por los terratenientes y los capitalistas o por sus cómplices voluntarios e invo­luntarios. Por mi parte, confirmo totalmente la declara­ción del camarada Trotsky. No hay desacuerdo alguno entre él y yo; y en lo que se refiere a los campesinos me­dios no hay divergencias, no sólo entre Trotsky y yo sino, en términos generales, dentro del Partido Comu­nista, del que ambos somos miembros.

“El camarada Trotsky explica detallada y claramen­te en su carta por qué el Partido Comunista y el actual gobierno obrero y campesino, elegido por los soviets y perteneciente a ese partido, no considera al campesino medio como su enemigo. Suscribo plenamente lo que ha dicho el camarada Trotsky.” (En respuesta a la carta de un campesino, 14 de febrero de 1919, Collected Works, volumen 36. Edición en castellano: V. I. Lenin, Obras Completas, Editorial Cartago, Buenos Aires, 1970, Tomo XXX, p. 314].

Así es como los epígonos y sus funcionarios, inclui­dos los que se autoproclaman amigos de la Unión So­viética, se limitan a repetir a través de los años lo que Lenin consideró en 1919 las mentiras “difundidas por los terratenientes y los capitalistas o por sus cómplices, voluntarios e involuntarios”.

Esta es la triste situación actual. Y no es casual. El centrismo no tiene mucha inventiva. Carece de ideas y su memoria es corta. Cuando esta corriente intermedia, endeble, carente de principios, se lanza a la lucha con­tra el ala revolucionaria, necesita recurrir a las conclu­siones del ala derecha. Carece de conclusiones propias, y su propia naturaleza le impide tenerlas. Y puesto que la dinámica de la lucha obliga al centrismo a multipli­car sus acusaciones contra el “trotskismo”, lo obliga, a su vez, a abrevar en las fuentes más barrosas. Por esta senda, Manuilski y Cía. han llegado a plagiar a Oskar Blum, agente de la Ojrana.[4]

Y ahora, ¿qué?



[1] Las fuentes de Manuilski y Cía. The Militant, 26 de julio de 1930 Firmado “D”.

[2] Jorge Plejanov (1856-1918): fundador de la primera organización marxista rusa, el grupo Emancipación del Trabajo, en 1883. Después de colaborar con Lenin en el exilio en la redacción de Iskra, adhirió al menchevismo, apoyó al gobierno ruso en La Primera Guerra Mundial y fue adversario de la Revolución de Octubre.

[3] Guardias Blancas y blancos: nombres dados a las fuerzas contrarrevolucionarias rusas durante la Guerra Civil.

[4] La Ojrana: policía secreta zarista, encargada de realizar pogromos contra los judíos y perseguir al movimiento revolucionario.



Libro 1