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Escritos de León Trotsky (1929-1940)

Leninismo y stalinismo

Leninismo y stalinismo

Leninismo y stalinismo[1]

Respuesta a las Posiciones de Louis Fischer

 

 

Octubre de 1932

 

 

 

Pregunta: "En esa época (1917) Lenin y sus parti­darios estaban convencidos de que sólo una revolución en el extranjero podría salvarlos de una derrota [...] No creían posible sobrevivir a menos que las revolucio­nes en Europa y Asia debilitaran la hostilidad exterior y le dieran a la Rusia roja un respiro para resolver sus problemas internos", dice el señor Fischer[2] ¿Hablaba Lenin de salvar a Rusia de la derrota y el sojuzgamiento sólo en un sentido militar y político inmediato, o tenía en mente la perspectiva total del desarrollo interno de Rusia, desde la dictadura del proletariado hasta la meta comunista final?

Respuesta: Esa afirmación del señor Fischer, como muchas otras, demuestra lo poco familiarizado que esta con la teoría y la historia del bolchevismo. En 1917 no había un solo bolchevique que creyera posible la reali­zación de la sociedad socialista en un solo país, y mucho menos en Rusia. En el apéndice a mi Historia de la Revolución Rusa hago un estudio detallado y documen­tado de las ideas del Partido Bolchevique sobre la Re­volución de Octubre. Espero que este estudio impi­da que en el futuro se atribuya a Lenin la teoría del socialismo en un solo país. Aquí me limitaré a citar un solo párrafo, en mi opinión decisivo. Lenin murió en 1924; tres meses después Stalin expuso por escrito la posición de Lenin sobre la revolución proletaria. Trans­cribo literalmente: "[...] derrocar en un país el poder de la burguesía e implantar el del proletariado no significa todavía el triunfo total del socialismo. El objetivo fundamental del socialismo -la organización de la producción socialista- pertenece aún al futuro. ¿Es posible cumplir este objetivo, es posible alcanzar la vic­toria definitiva del socialismo, en un solo país, sin el es­fuerzo combinado de los proletarios de varios países avanzados? No, es imposible. Para derrocar a la bur­guesía alcanza con el esfuerzo de un país; lo atestigua la historia de nuestra revolución. Para la victoria defi­nitiva del socialismo, para la organización de la pro­ducción socialista, no basta con el esfuerzo de un país, especialmente de un país campesino como Rusia; ello exige el esfuerzo de los proletarios de varios países avanzados […]" Stalin termina así la exposición de estas ideas: "Estos son, en general, los rasgos más característicos de la concepción de Lenin sobre la revolu­ción proletaria." (Problemas del leninismo; el subraya­do es mío.)

Stalin descubrió apenas en el otoño de 1924 que jus­tamente Rusia, a diferencia de otros países, puede construir la sociedad socialista valiéndose de sus pro­pias fuerzas. "Después de implantar su poder y asumir la dirección del campesinado -escribió en una nueva edición del mismo libro- el proletariado victorioso puede y debe construir la sociedad socialista." ¡Puede y debe! La proclama de esta nueva concepción termina con las mismas palabras: "Estos son, en general, los rasgos más característicos de la concepción de Lenin sobre la revolución proletaria." En el transcurso de un mismo año Stalin le atribuyó a Lenin dos concepciones fundamentalmente opuestas sobre el problema básico del socialismo. La primera versión refleja la tradición real del partido; la segunda tomó forma en la mente de Stalin después de la muerte de Lenin, en el proceso de la lucha contra el "trotskismo".

P: ¿Hay motivos para suponer que la revolución mundial (o una serie de rebeliones sociales en el conti­nente eurasiático) dejó de ser "una posibilidad inme­diata" alrededor de 1921?

R: ¿Qué quiere decir "posibilidad inmediata"? En 1923, en Alemania, la situación era profundamente re­volucionaria pero no hubo una estrategia correcta para que triunfara la revolución. En ese momento escribí un estudio sobre el tema, Lecciones de Octubre, que sirvió de pretexto para eliminarme del gobierno. En 1925-1927 se destruyó la revolución en China debido a la fal­sa estrategia revolucionaria de la fracción stalinista. A este último problema consagro mi libro Problemas de la revolución china. Es evidente que las revoluciones alemana y china, en caso de triunfar, habrían cambiado la faz de Europa y de Asia y tal vez de todo el mundo. Una vez más, aquel que ignora los problemas de la es­trategia revolucionaria haría mejor en no hablar sobre la revolución.

P: ¿Es cierto que "una revolución germina sólo en el terreno nacional, que no es la consecuencia del dine­ro, o los folletos, o los agitadores importados, y que los capitalistas contribuirán más que los comunistas a la li­quidación del capitalismo"? ¿Es cierto que la sola existencia de un sistema realmente soviético, casi socialista [...] tiene que acelerar la causa de la revolución en otros países", y que "una fuerte Unión Soviética so­cialista es el estímulo más efectivo para la revolución mundial"?

R: Las posiciones implícitas en esta pregunta se contradicen claramente entre sí. Que la existencia de la Unión Soviética es de una importancia revolucionaria internacional es un lugar común reconocido tanto por los amigos como por los enemigos. No obstante, en estos últimos años, pese a la existencia de la Unión Soviética, la revolución proletaria no triunfó en ningún otro país. En la misma Rusia el proletariado triunfó aunque no existía un estado soviético en ninguna parte. Para triunfar no sólo son necesarias determinadas con­diciones objetivas, tanto internas como externas, sino también algunos factores subjetivos: el partido, la di­rección y la estrategia. Nuestras diferencias con Stalin son fundamentalmente estratégicas. Basta con señalar que si en 1917 hubiéramos aplicado la política de Stalin, hoy no existiría el estado soviético. Por lo tanto, no es cierto que la mera existencia de la Unión Soviética pue­da garantizar el triunfo de la revolución en otros países. Pero también es falso que la revolución madura y se de­sarrolla solamente en el terreno nacional. En ese caso, ¿qué utilidad tendría la Internacional Comunista?

P: Se supone que una economía capitalista, cuanto más se desarrolla, más llega a depender de los otros países. ¿Con la Unión Soviética no sucede así porque marcha hacia una economía socialista?

R: El autoabastecimiento nacional o "autarquía" es el ideal de Hitler, no de Marx y Lenin. La economía socialista no puede rechazar las enormes ventajas que se derivan de la división mundial del trabajo; por el contrario, la extenderá al máximo. Pero en la práctica no se trata de la futura sociedad socialista, con un equilibrio interno ya establecido, sino de un determinado país técnica y culturalmente atrasado que, en interés de la industrialización y de la colectivización, se ve obligado a exportar lo más posible para importar también lo más posible.

P: ¿Es cierto que la teoría de la revolución perma­nente, que constituye la plataforma en base a la cual us­ted combate a Stalin desde 1924, "surgió en un mo­mento de depresión espiritual bolchevique, provocada por una serie de derrotas tanto internas como exter­nas", o esta teoría representa una línea coherente que aparece en "todos sus escritos y actividades políticas desde 1903"? El señor Fischer afirma ambas cosas.

R: La teoría de la revolución permanente, a dife­rencia de la del socialismo en un solo país, fue aceptada por todo el Partido Bolchevique en el período que va de 1917 a 1923. Sólo la derrota del proletariado alemán en 1923 dio un impulso decisivo a la creación de la teoría de Stalin del socialismo nacional. La curva revoluciona­ria descendente dio origen al stalinismo, no a la teoría de la revolución permanente, que formulé por primera vez en 1905. Esta teoría no está relacionada con una determinada sucesión de acontecimientos revoluciona­rios; sólo revela la extensión mundial del proceso revo­lucionario.

P: Se afirma que "Trotsky no habría eliminado la industria artesanal de la Unión Soviética", así como Stalin "habría ignorado la utilidad de la Tercera Internacional". ¿Está usted de acuerdo con que "este cuadro no esta compuesto por blancos y negros; todo es una cuestión de proporciones y matices"?

R: Sólo se puede afirmar eso si se desconoce la his­toria de la lucha entre la fracción stalinista y la Oposición de Izquierda. La iniciativa del plan quinquenal y la colectivización acelerada pertenece enteramente a la Oposición de Izquierda, y tropezó con la oposición cons­tante y áspera de los stalinistas. Como no tengo posibi­lidades de hacer aquí una larga crónica histórica, me li­mitaré a un solo ejemplo. Correctamente se considera a la Dnieprostroi como la mayor conquista de la industria­lización soviética. Sin embargo, Stalin y sus partidarios (Voroshilov, Molotov y otros), pocos meses antes de que se comenzara su construcción se oponían decididamente. Cito la versión taquigráfica de la intervención de Stalin en el plenario del Comité Central del partido de abril de 1926, dirigida en contra de mi actividad co­mo jefe de la comisión de la Dnieprostroi. "Se habla [...] de construir la Dnieprostroi con nuestros propios medios. Pero son sumas muy grandes, de varios cientos de millones. ¿Cómo podemos hacer para no caer en la posición del campesino que ahorró algo de dinero y en vez de reparar su arado y renovar su equipo se compró un fonógrafo y se fue a la bancarrota? (Risas.) [...] ¿Cómo no tomar en cuenta la resolución del congreso de que nuestros planes industriales deben adecuarse a nuestros recursos? Pero el camarada Trotsky evidente­mente no toma en cuenta esta resolución del congreso" (acta taquigráfica del plenario, p. 110).

Simultáneamente, durante varios años la Oposición de Izquierda combatió a los stalinistas en favor de la co­lectivización. Sólo cuando el kulak se negó a entregar cereal al estado, Stalin, presionado por la Oposición de Izquierda, dio un giro pronunciado. Como es un empi­rista, se fue al extremo opuesto, y planteó un lapso de dos o tres años para la colectivización de todo el campesinado, la liquidación de los kulakis como clase y la reducción del plan quinquenal a cuatro años. La Oposición de Izquierda alegó que los ritmos de industrialización estaban por encima de nuestras fuerzas y que la li­quidación de los kulakis como clase en el transcurso de dos o tres años era un objetivo ilusorio. Si quieren, po­demos explicar la situación diciendo que en este mo­mento somos "menos radicales" que los stalinistas. El realismo revolucionario trata de obtener el máximo provecho de todas las situaciones -eso es lo que lo hace revolucionario-, pero al mismo tiempo no permite plantearse objetivos fantásticos -eso es lo que lo hace realista-.

P: Si aceptamos la posición de que la política de Stalin es puramente empírica, esta determinada por las circunstancias y es incapaz de prever nada, ¿cómo se explica el triunfo de la fracción stalinista sobre la Oposición de Izquierda?

R: Ya destaqué la importancia de la estrategia revo­lucionaria. Ahora debo destacar la significación decisi­va de las condiciones objetivas. Sin una estrategia co­rrecta el triunfo es imposible. Pero ni la estrategia más correcta puede triunfar con condiciones objetivas desfa­vorables. La revolución tiene sus propias leyes: en su etapa de culminación empuja al sector mas desarrollado, decidido y clarividente de la clase revolucionaria a las posiciones más avanzadas. Pero en el proletariado, además de una vanguardia, hay una retaguardia, y también están el campesinado y la burocracia. Hasta ahora ninguna revolución produjo todo lo que las masas esperaban de ella. Por eso es inevitable que haya cierta decepción, una disminución de la actividad de la vanguardia, y en consecuencia un aumento del peso de la retaguardia. La fracción de Stalin formó parte de la ola de reacción contra la Revolución de Octubre. Volvamos atrás en la historia: los que dirigieron las revoluciones en los momentos culminantes nunca mantuvieron sus posiciones mucho tiempo después de que cambió la situación. En Francia, el dirigente del jacobinismo murió en la guillotina; entre nosotros, el cambio de dirección se consolidó con los arrestos y las expulsiones. La téc­nica del proceso es más suave, pero en esencia es lo mismo.

P: ¿Cómo concilia usted las críticas que hace a la Unión Soviética en la prensa revolucionaria con sus in­clinaciones revolucionarias? ¿Es cierto que usted "aleja de Rusia a la juventud con inquietudes", "ofrece a los enemigos de la Unión Soviética los mejores argumentos y materiales posibles" y proporciona a los "ex radicales y simpatizantes comunistas una excusa para desconfiar de Moscú y abstenerse de participar en la actividad re­volucionaria"?

R: El estado soviético no necesita de ilusión ni disfraz. Sólo puede aspirar a la autoridad mundial que le otorgan los hechos. Cuanto más clara y profundamente comprenda la opinión pública mundial, y en pri­mera instancia las masas trabajadoras, las contradiccio­nes y dificultades del desarrollo socialista en un país aislado, más valorará las conquistas logradas, menor será el peligro de que, debido a la inevitable revelación de estos errores y sus consecuencias, decaiga el prestigi­o no sólo del actual grupo gobernante sino del propio estado obrero. La Unión Soviética necesita amigos re­flexivos y conscientes, que además de cantar loas en la hora de la victoria sepan aportar su esfuerzo en la hora de la derrota y el peligro. Los periodistas del tipo de Fischer juegan un papel progresivo al defender a la Unión Soviética de la calumnia, la invención maliciosa y el prejuicio. Pero estos caballeros se exceden en su misión cuando pretenden darnos lecciones de devoción al estado soviético. Si tenemos miedo de hablar de los peligros nunca los superaremos. Si cerramos los ojos a los aspectos desagradables del estado obrero que ayuda­mos a crear, nunca llegaremos al socialismo.



[1] Leninismo y Stalinismo. The Militant, 15 de abril de 1933. Cuando Current History [Historia Actual] de septiembre de 1932 publicó el artículo de Louis Fischer La revolución mundial de Trotsky, B.J. Field, que estaba entonces en Prinkipo con Trotsky, lo persuadió de contestarle a Fischer a través de un re­portaje. El 7 de octubre de l932 Trotsky le escribió a Field una carta en la que le decía: "Usted se propone introducir un poco de claridad en la cuestión re­ferente a la lucha entre la fracción de Stalin y la fracción bolchevique a la que pertenezco. No es tarea fácil; por suerte, la Unión Soviética tiene muchos ami­gos en todo el mundo; muchos lo son también de la fracción stalinista [...]. Su artículo, escrito con pleno conocimiento de la literatura existente sobre el tema, puede indudablemente eliminar parte de la confusión consciente e inconsciente. Precisamente por esta razón contesto con mucho gusto las pre­guntas que usted me dirigió. No dudo de que habrá en Norteamérica algunas publicaciones que estén suficientemente interesadas en la política como para dar cabida a su articulo. Por mi parte, espero con el mayor interés los argu­mentos que darán loa adversarios respecto a los inventos que usted refuté y a los hechos que dejó establecidos." (New International Bulletin [Nuevo Bole­tín Internacional], enero de 1936, en el artículo de Field, El sectarismo, el centrismo y Trotsky.) Es evidente que Field no pudo ubicar el reportaje en las revistas a las que recurrió, porque finalmente apareció sólo en The Militant.

[2] Louis Fischer (1896-1970): corresponsal en Europa de The Nation, actuó principalmente en la Unión Soviética, escribió varios libros sobre política eu­ropea. Trotsky lo consideraba un apologista del stalinismo.



Libro 2