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Cuadernos 15 - Los trotskistas contra Stalin

El peligro del bonapartismo y el rol de la Oposición

El peligro del bonapartismo y el rol de la Oposición

León Trotsky, 21 de octubre de 1928.
Nota: Carta circular. El plenario al que Trotsky se refiere no se realizó hasta noviembre. Este es el primer comentario y análisis de Trotsky sobre la reunión que había tenido Bujarin con Kamenev el 11 de julio para instar a un acercamiento con la Oposición contra Stalin (ver Apéndice de este volumen). De acuerdo con Isaac Deutscher (El profeta desarmado), Kamenev se reunió con algunos trotskistas de Moscú el 22 de septiembre. Probablemente fue en esa oportunidad que les mostró a los trotskistas su registro de la conversación del 11 de julio con Bujarin e instó a Trotsky a hacer una declaración ofreciendo la reconciliación con Stalin sobre la base de luchar contra la derecha. Los trotskistas de Moscú probablemente enviaron el registro de la reunión Kamenev-Bujarin y un informe de su reunión con Kamenev a Trotsky, quien lo recibió unas semanas más tarde. Esta carta del 21 de octubre es la primera referencia de Trotsky a la reunión de Kamenev con los trotskistas de Moscú.
Mikhail Kalinin y Kliment Voroshilov (“Klim”) eran miembros plenos del Politburó. Kalinin era un conocido bujarinista; Voroshilov, comisario de Guerra, era partidario de Stalin, pero los bujarinistas lo consideraban un partidario potencial por el malestar en el ejército campesino. Ambos, sin embargo, se alinearon firmemente con Stalin en el pleno de julio.
A medida que Bujarin quedaba aislado en la dirección, Molotov emergía como el principal vocero y “teórico” de
Stalin. Lev Mekhlis era uno de los secretarios personales de Stalin.
“Kolya Balabolkin”era un nombre burlón que se usaba para Bujarin. Kolya es la abreviatura de Nikolai. Balabolkin es un apellido inventado, surgido de la palabra rusa balabolka (charlatán, bocón, alguien que habla en exceso y con liviandad). Trotsky parece haber empezado a usar este nombre para Bujarin después de leer el informe de su conversación con Kamenev el 11 de julio.
El 30 de septiembre de 1928 el Pravda publicó un artículo muy importante de Bujarin. “Notas de un economista”, que era un ataque a las industrializaciones y el plan quinquenal y un ataque al grupo de Stalin bajo la apariencia de “superindustrializadores trotskistas”.
Este fuerte ataque lleva a Trotsky a analizar el antagonismo entre la derecha y el centro y su importancia para la Oposición, y para explicar las presiones que podrían obligar a los centristas a conformar un bloque con la Oposición de Izquierda, contrastando su perspectiva a la de los conciliadores. También especula sobre la fortaleza del ala derecha y sobre las formas del Thermidor y el bonapartismo. Semyon Budeny, un estalinista, era una figura militar dirigente. Andrei Bubnov, un viejo bolchevique y miembro del Comité Central, había estado a la cabeza de la Dirección Política del Ejército Rojo desde 1924, cuando había reemplazado al entonces oposicionista Antonov-Ovseenko.
Aquí Trotsky plantea la exigencia del voto secreto como una medida que los trabajadores, intimidados por las prácticas arbitrarias del aparato, verían como un medio para defenderse.
Carta-circular (T 3146), dirigida a Ilya Rosengaus, traducida del ruso con el permiso de la Houghton Library, Oeuvres II, segunda serie, agosto 1928/febrero 1929, p. 312-328. Traducida para Cuadernos por Rossana Cortez. Y cotejada con la versión inglesa de The Challenge of the Left Opposition (1928-1929) editado por Pathfinder Press, New York, 1981. Extraida de The Militant, 1 de febrero de 1929. Revisado con la versión rusa original en la Biblioteca de Historia Social.

Queridos camaradas:

Les escribo antes del Plenario de octubre, en todo caso antes que llegue información sobre este tema a Alma- Ata. No tengo nada nuevo que contarles. Solamente quiero recordarles lo que ya se dijo y dar criterios para el análisis de este Plenario inminente.
Se cuenta que Zinoviev asegura que Stalin ha triunfado en julio. Desde el punto de vista político, esto es absurdo. El centrismo se debilitó políticamente por este compromiso. Las alas derecha e izquierda tomaron simplemente ímpetus renovados. Pero el desarrollo del aparato tiene su lógica propia, que hasta el momento, no ha coincidido con los desplazamientos generales del poder en el partido, y en la clase obrera, y que incluso, con frecuencia, va en sentido contrario.
Al abandonar su política, Stalin ha dividido a los derechistas. Ha “separado” de ellos, al menos por el momento, a Kalinin y a Voroshilov, que están totalmente a favor de los nuevos propietarios y a favor del “orden”, pero que actualmente, tienen un miedo terrible de quedar cabeza a cabeza con Rykov, Bujarin y Tomsky, de hecho, los “jefes”.
La situación de los derechistas en el aparato es bastante mala. Después de haber retrocedido políticamente y haberse asegurado su mayoría, Stalin ataca en el terreno de la organización. Basta decir que la candidatura de Molotov en el puesto de presidente de hecho de la Internacional Comunista (en lugar de Bujarin) ya se considera como segura. Sí, antes bromeábamos cuando decíamos que Stalin instalaría a Mekhlis en el puesto de presidente de la I.C. La broma no está lejos de la realidad. Kaganovich1 reemplazó a Uglanov, quien ya tiene una historia en la Comisión Central de Control, por haber incitado a las juventudes comunistas contra Stalin. Se puede juzgar la situación real de los derechistas por lo que se cuenta en Moscú sobre Bujarin que corre clandestinamente a lo de Kamenev por la escalera de servicio y que le promete “liberarlo” de Stalin y Molotov para reemplazarlos por Zinoviev y Kamenev. Kamenev aceptaría gustosamente, por supuesto, pero entiende que las promesas políticas de Bujarin no valen más que sus pronósticos económicos. Si la situación fuera buena, el jefe de la Internacional Comunista, el omnipotente Balabolkin no se pondría a correr detrás de los expulsados de ayer, mientras se da vuelta nerviosamente hacia su sombra2.
¿Cuál es el razonamiento de Stalin? No es difícil adivinarlo: “Si salgo de mis dificultades por medidas centristas, denunciaré a los derechistas como capituladores aterrorizados y los haré bajar una posición en el aparato. Si, por el contrario, la situación se agrava, yo mismo iré a la derecha, es decir que desarmaré a la fracción derechista, luego de haberla despojado políticamente. Diré que han inventado los desacuerdos, que tratan de dividir al partido y... los pondré una posición más abajo. Si las medidas de derecha no dan resultados, haré recaer la responsabilidad del fracaso en los aliados de derecha, los patearé vigorosamente e intentaré nuevamente un curso a izquierda, aflojándole un poco la cuerda a Zinoviev y Kamenev que esperan ponerse firmes, como corderos degollados y que no se atreven a marchar con Balabolkin... y entonces veremos”. Este es el plan de Stalin. Su fuerza está en el aparato. Su debilidad mortal es que no tiene en cuenta a los que son sus jefes, es decir, a las clases. Pero, mientras las clases estén calladas, el plan de Stalin funcionará.
Si bien las grandes líneas del plan de Stalin para nosotros son visibles de lejos, lo son más aún para los derechistas. Por eso ellos también están tan preocupados: no quieren dejarse liquidar de a poco. Pero, al tener que actuar abiertamente, tienen mucho miedo de que Stalin los elimine de un golpe.
El método de Stalin se mostró más claramente durante el Congreso. La cantidad de horas que Bujarin habló fue inversamente proporcional a su influencia, que bajaba día a día. En primer lugar, la política de la derecha en la URSS irrita a los burócratas de los partidos extranjeros por el hecho de la radicalización de las masas y de la presión de la Oposición. En segundo lugar, el aparato está en manos de Stalin y, en la I.C., la religión del aparato no está menos viva que en el partido ruso. Durante el Congreso, Stalin, que estuvo ausente, ganó sobre Bujarin a los nueve décimos de los burócratas reunidos. Stalin no tenía necesidad de estar allí. No tenía nada que decir. Este era el mecanismo impersonal del poder que trabajaba para él.
Está claro que los derechistas, lo quieran o no, están obligados a meterse en el agua fría –es decir que deben tratar de llevar su combate contra Stalin por fuera del aparato. Esto es lo que explica la aparición del artículo de Bujarin “Notas de un economista”3. Esta es la valentía de la desesperanza. Es posible que Rykov y Tomsky lo hayan enviado como explorador. Este artículo no solamente es un documento con impotencia teórica, sino también con un profundo desasosiego político. Esta iniciativa sólo le ha hecho mal a los derechistas. Una verdadera “derecha” decidida a llevar adelante la lucha más allá de los alambres del gallinero burocrático, tendría que haber gritado: “Nuevos propietarios, únanse, si no los socialistas van a robarles...” Ya habían lanzado llamados semejantes en la lucha contra la Oposición, pero tenían un carácter cobarde y equivocado. Sin embargo, para oponerse seriamente al centro, los derechistas tendrían que haber chillado de verdad, con todas sus fuerzas, como las Centurias Negras, como los termidorianos. Pero a Bujarin todavía le falta estómago para eso. Metió un dedo en el agua fría, pero tiene miedo de sumergirse en ella. Se queda en el borde y tiembla ante su propia valentía. Mientras tanto, Rykov y Tomsky esperan a una distancia prudencial para ver lo que va a pasar, para estar listos a esconderse en los matorrales en cualquier momento. Esta es la disposición de los principales actores en la escena burocrática.
Podrán decir que esto, en el fondo, no tiene ninguna importancia. Sería falso. Naturalmente, si las clases se expresaran en voz alta y si el proletariado pasara a la ofensiva política, la disposición de estos actores del aparato perdería los nueve décimos de su importancia; de hecho cambiarían de posición radicalmente, yendo en un sentido o en otro. Pero atravesamos una época –no finalizada aún- de omnipotencia del aparato mientras que, en el país, se acentúa la dualidad de poder. Stalin, Rykov y Bujarin son el gobierno. Ahora bien, el gobierno no tiene un rol sin importancia. Por lo tanto, es necesario estudiar la disposición de los actores burocráticos desde el punto de vista de las clases y no del aparato.
¿Cómo puede materializarse “de verdad” el peligro de derecha? Esta es una pregunta muy importante. Lo esencial es que la derecha tiene su base propia fuera del partido. La derecha es más débil que los centristas en el aparato, pero contrariamente a ellos, tiene una base sólida en el país ¿Cómo puede la fuerza del peligro de derecha realizarse prácticamente? Dicho de otro modo ¿cómo pueden llegar al poder los nuevos propietarios?
Lo que tranquiliza a primera vista, es que los partidos políticos de las clases poseedoras fueron totalmente destruidos, que los nuevos propietarios están atomizados políticamente, que la derecha, dentro del partido, por temor al núcleo proletario, y todavía frenada por el pasado, no puede decidirse a apoyarse totalmente en los nuevos propietarios. Estas son las ventajas legadas por el pasado, pero no son garantías en absoluto. La suma de las condiciones necesarias para el Termidor puede realizarse en un plazo relativamente breve.
Varias veces tuvimos que llamar la atención sobre el hecho de que la contrarrevolución burguesa victoriosa debe revestir la forma del fascismo o del bonapartismo, pero de ninguna manera la de la democracia burguesa con la que sueñan los descerebrados mencheviques. Hasta ahora, Kamenev no lo ha entendido. Durante su última conversación con nuestros camaradas4, él describía la situación del país como si, dentro de un tiempo, Kerensky5 debería estar a las puertas del poder. En absoluto. Si se quiere nombrar a Kerensky, es más correcto decir que en la actualidad, bajo el régimen de la derecha y el centro, el país atraviesa una fase de “kerenskismo a contrapelo”.
La función del período histórico de Kerensky consistió en que, tras de sí, el poder pasaba de la burguesía al proletariado. El rol histórico del período estaliniano consiste en que, tras de sí, el poder está por pasar del proletariado a la burguesía. La dirección post leninista muestra la película de Octubre al revés: el estalinismo es un kerenskismo que va de izquierda a derecha. En un país conmocionado por una gran revolución, un orden burgués no podría tomar una forma democrática. Para triunfar y para defender su victoria, la burguesía tendría necesidad de una concentración superior, puramente militar del poder, que se eleve “por encima de las clases”, pero que tenga al kulak como punto de apoyo inmediato. ¡Helo aquí, el bonapartismo! Termidor no es más que una etapa en el camino del bonapartismo. Esta etapa no debe realizarse obligatoriamente hasta el final. La contrarrevolución, como la revolución, muy bien puede saltar un escalón u otro.
En un golpe de estado termidoriano y más aún bonapartista, el ejército juega un rol, considerable en el primer caso, y decisivo en el segundo. Bajo este ángulo, es necesario examinar con la mayor atención los procesos que se desarrollan en el ejército.
No olvidemos que, en su informe de junio a la conferencia de militantes de Moscú, el “jefe” de la derecha, refiriéndose a su amigo Klim, decía: “Si todavía recurren a medidas extraordinarias, el ejército responderá con una insurrección”. Esta es una afirmación muy significativa –mitad predicción y mitad amenaza- que dice mucho. Por cierto, puede ser tres cuartos amenaza. Pero ¿quién profiere esta amenaza? Los nuevos propietarios por medio del aparato de mando del ejército. El aparato del ejército por medio de Klim. El primer candidato al papel de Bonaparte, si se puede decir, es Klim. Sería muy inocente objetar que haría un Bonaparte tan insignificante. Existieron Bonapartes de diferentes calibres: no solamente Napoleón I sino también Napoleón III, personaje más bien insulso6. Cuando las clases poseedoras tienen necesidad de ellos, hacen –utilizando una frase de Stalin- “príncipes de barro”. Sí, estos acontecimientos pueden volverse de tal manera que Klim (uno de los Klim) se presente como “príncipe”. Seguramente sería un Bonaparte de tercer orden, lo que no le impediría destruirla revolución. Sí, se dice que Klim pasó de la derecha al centro-derecha y que apoya al “Jefe”. Pero estos acuerdos de cúpulas se hacen y se deshacen en 24 horas por efecto de las fuerzas externas. Además, no será forzosamente Klim. Si no es él, será Budienny. No faltarán Bonapartes.
El “Jefe” ha dicho: “Estos cuadros sólo podrán ser destituidos por una guerra civil”7. Klim agrega: “Si ustedes, los obreros, arman mucho escándalo, recuerden que detrás de mí tengo una fuerza poderosa”. Estas dos declaraciones son elementos de bonapartismo. En el primer caso, el aparato del Estado y del partido es el que habla y se ubica por encima de todo, incluso por encima del ejército. En el segundo caso, es el aparato militar el que habla, y mañana puede tener ganas de “poner a los civiles en su lugar”.
Una victoria sin derramamiento de sangre del aparato centrista del partido sobre la derecha no haría desaparecer la perspectiva termidoriana bonapartista, no haría más que modificarla y retrasarla. Una victoria independiente de los centristas –sin la Oposición, sin las masas- no puede lograrse sin una creciente represión, un estrechamiento de las bases de masas del centrismo a través de una fusión de la fracción centrista con el aparato gubernamental de represión, en definitiva, con el aparato de mando del ejército, en donde ya hace mucho tiempo que se liquidó todo punto de vista del partido, porque nadie puede expresar otras opiniones que aquellas que Bubnov recibió la orden de difundir. ¿El resultado de esta fusión será que el “Jefe” montará el caballo blanco, o que rodará bajo los pies del caballo de Klim? Desde el punto de vista de clase, esta es una pregunta sin importancia.
Así, llegamos a la conclusión de que una “victoria” de la derecha llevaría directamente a la vía termidoriana bonapartista, mientras que la victoria de los centristas nos llevaría en zigzag ¿Hay una verdadera diferencia? En última instancia históricamente, no la hay. El centrismo no representa más que una variante conciliadora, en este caso hacia los nuevos propietarios, hacia la sociedad burguesa que se esfuerza por renacer. Pero esto no es más que en última instancia. En la etapa actual, los centristas reflejan mucho más las amplias capas de los que “ascendieron” de las filas de la clase obrera, mientras que las raíces de los derechistas se hunden ante todo en los nuevos propietarios, sobre todo en los campesinos propietarios. Ignorar la lucha que ellos libran sería un gran error. Un error del tipo de los Centralistas Democráticos de deformar las diferencias políticas, de ignorar la lucha entre los dos elementos.
Los centristas no quieren romper abiertamente con los obreros. Les tienen mucho más miedo que los derechistas, que no quieren ofender a los propietarios. Por embrollados que sean los asuntos del partido, por complejos que sean los matices que aporten al cuadro las dificultades entre personalidades (Stalin, Bujarin, Rykov, Tomsky), es precisamente en esta relación entre las capas superiores de la clase obrera y los grupos de nuevos propietarios en donde se encuentra la base de los reagrupamientos del aparato. Debemos distinguirlos para seguir las etapas de su lucha, comprender su significado y sus límites. Esta lucha no tiene gran significación en sí misma sino que rompe las barreras burocráticas de protección, aclara lo que esconde, empuja a las masas a pensar y a ampliar el campo de su intervención activa.
El Plenario de julio fue un momento importante de la retirada de los centristas. Pero sería estúpido creer que fue la última etapa de la lucha, que los centristas han capitulado definitivamente y que a partir de ahora la derecha va a gozar el monopolio. No, por la presión de las contradicciones, la lucha va a estallar con fuerza renovada y no tendrá un rol menor en la historia de la revolución y del partido.
Sin embargo, para nada se deriva de esto que los centristas, en su lucha contra la derecha, van a buscar apoyarse en la Oposición. Ni en los tránsfugas de la Oposición, ni en la propia Oposición. Los centristas le temen más a la Oposición que a la derecha. Los centristas combaten a la derecha, le roban su programa (como Balabolkin que protesta en todas las direcciones, tanto a derecha como a izquierda). Decir que un bloque con tal o cual fracción de los actuales centristas es siempre imposible, sean cuales fueran las condiciones, sería de un doctrinarismo ridículo. Muchos de los centristas actuales irán a izquierda. Si nos hubieran dicho en 1924 que haríamos un bloque con los zinovievistas, no lo habríamos creído. Pero ocurrió que la lucha de los centristas de Leningrado contra los ataques del kulak los llevó a hacer bloque con nosotros y a adoptar nuestra plataforma. Tales zigzag tampoco están excluidos por parte de los centristas dirigentes de hoy, si la presión de la clase los obliga a romper abierta y claramente con los derechistas, y si los acontecimientos los acogotan, tales posibilidades históricas no están excluidas. Puede ser un camino que lleve al desarrollo ulterior y a la consolidación de la línea bolchevique, como lo ha sido el bloque con los zinovievistas. Pero habría que haber perdido la cabeza completamente para orientarse en un bloque con los actuales centristas, tal como están en el presente, en lugar de oponer sistemáticamente de manera irreductible y sin piedad, el núcleo proletario del partido a los centristas.
A largo plazo, los desacuerdos entre la aplastante mayoría de la Oposición y la pequeña minoría de sus filas que “sueña” que se estaría tan bien si se hiciera un bloque con los centristas y si se ahorraran los sacudones y los peligros que amenazan al partido y al Estado, se reducen a estas dos tendencias. Por desgracia, la rica experiencia del pasado muestra que este camino, supuestamente económico, costaría más caro que todo y los que quieren incitarnos a esto, se deslizan hacia el centrismo. No se puede utilizar la pelea del aparato burocrático de los centristas con la derecha como punto de partida de una reforma radical del partido, que sólo es posible con una intervención decisiva de las masas. Esta intervención de las masas, sólo puede organizarla la Oposición de manera verdaderamente bolchevique, porque ella es independiente tanto de la derecha como del centro y que, por esta independencia, puede aprovechar sistemáticamente todas las etapas de la lucha que ellos libran.
Algunas palabras acerca de las opiniones y los consejos de nuestro nuevo amigo Kamenev, durante la conversación ya mencionada. Kamenev, vean, ha descubierto que “L.D. debería hacer un documento en el que dijese: ‘Apelen a nosotros, trabajaremos juntos’. Pero L.D. es un hombre obstinado”, etc. Kamenev, sin embargo, no es ingenuo y por supuesto no cree en lo que dice. Sabe muy bien que una declaración de este tipo no mejoraría la situación de la Oposición desde el punto de vista jurídico, sino que le daría solamente un golpe político al bajarla al nivel de los zinovievistas. Estos últimos obtuvieron una semi amnistía despreciable que los condena a la muerte política, hagan lo que hagan, y esto sólo porque han roto con nosotros. Kamenev lo sabe muy bien. Sus conversaciones y su flirteo sólo tienen como objetivo darle miedo a Stalin que trata con demasiado desprecio a sus futuros aliados.
Kamenev quiere hacer subir su propio precio, de manera de poder traicionarnos una vez más, esta vez en condiciones más favorables. A fin de cuentas, solamente los perfectos idiotas pueden dejarse atrapar por sus encantos.
Sobre este tema, no habrá dos opiniones entre nosotros. Lo que es muy interesante, son los lamentos de Kamenev con respecto a la cantidad y la aspereza de mis ataques contra su capitulación. “Es necesario que trabajemos juntos”, “Que el que hable del pasado se corte la lengua”, “Qué pena que haya habido una ruptura”, “La vida ha confirmado todas las tesis de la Oposición”.
Kamenev tiene una linda voz. Que cante sin temor a Yaroslavsky, demuestra el relajamiento de la influencia del aparato y el aumento de las posibilidades de la Oposición. Esto, nosotros lo inscribimos en su activo. Pero sólo hay que sacar una conclusión: nos hace falta golpear dos veces, tres veces, diez veces más fuerte a los capituladores.
La cuestión de la intervención de las masas en este conflicto (interburocrático) es, ante todo, una cuestión de movilización de la clase obrera sobre todas las cuestiones de su vida interna y externa, empezando por las más simples y las más urgentes.
Sucede que en algunas cartas encontramos el argumento de que no tendríamos plataforma sobre la “cuestión obrera”.
¿Qué quiere decir esto exactamente? ¿Que nuestra plataforma ha envejecido? La parte “obrera” de nuestra plataforma ha sido elaborada lo más concretamente y con el mayor detalle. Tengo miedo de que simplemente se haya olvidado su aplicación. Parece que muchos camaradas han olvidado esta plataforma. No la aplican y no buscan en ella indicaciones, y por eso reclaman nuevos documentos. Es necesario restablecer la continuidad: cada intervención hecha por un bolchevique-leninista debe derivarse de la plataforma, en la medida de lo posible, y basarse en una cita precisa, relacionada con la situación dada. Las tesis, sobre cualquier cuestión, importante o menor, a la orden del día, deberán empezar con una cita de la plataforma. Este documento se basa en una amplia experiencia colectiva; por otra parte, todas las formulaciones fueron elaboradas y discutidas ampliamente. La aplicación de la plataforma a todas las cuestiones tendrá una inmensa influencia desde el punto de vista de la disciplina en nuestras filas, sobre todo entre los jóvenes.
Es evidente que es posible que haya lagunas en la plataforma, tesis perimidas, incluso errores de detalle que demandarán modificaciones, enmiendas o aditivos. Pero es necesario formular con claridad y precisión las enmiendas y aditivos sobre la base de la propia plataforma.
La aplicación de la plataforma en cada etapa dada y a cada cuestión concreta como, por ejemplo, la campaña por las convenciones colectivas, siempre presentará dificultades propias, que no pueden resolverse más que con la intervención de nuestros camaradas en el lugar, en las fábricas y oficios. Nuestra idea directriz esencial, el criterio determinante en este terreno, debe ser el aumento de los salarios reales. En cuanto a su amplitud, hay que negociar con los administradores de las empresas en cuestión, con los organismos soviéticos, con las organizaciones del partido y los sindicatos. Como indica la resolución del XI Congreso del partido, la huelga es un medio extremo, pero no es ni ilícita ni antisoviética, ni dirigida contra el partido. Tomar parte en una huelga, incluso dirigirla, puede ser un deber para un bolchevique-leninista, si se han intentado todos los otros medios para obtener las legítimas reivindicaciones de las masas, es decir, efectivamente realizables. El grado de las posibilidades de su realización puede estar determinado, como acabamos de decir, por negociaciones en el curso de las cuales los representantes de los obreros escuchen todas las explicaciones y examinen con seriedad los libros de contabilidad. Entonces ¿quién debe llevar adelante las negociaciones? Esto depende del grado de descontento de las masas y del vigor de su presión. En circunstancias favorables, los bolcheviques-leninistas podrán reivindicar la elección de comisiones especiales, delegaciones, etc. para dirigir las negociaciones con la administración sindical regional o con el comité provincial del soviet o del partido, para tomar contacto con la redacción de los periódicos y de las instituciones más elevadas, con informes de todo lo que se habla en estas entrevistas y un informe completo en asamblea general de todos los obreros.
El estado de ánimo de los obreros exige de nosotros la mayor determinación y la mayor actividad. Nosotros somos los únicos que podemos suprimir el descontento dirigiéndolo hacia los canales correctos del soviet y el partido. La actual pasividad de las masas, resultado de causas múltiples, expresa una vacilación y una indecisión en las propias masas en un momento en que muchos de los antiguos métodos las han decepcionado pero todavía no han encontrado nuevos métodos.
No nos quedaremos por mucho tiempo en esta encrucijada. Debe producirse una nueva cristalización en el seno de las masas y en ciertas condiciones, puede hacerse a una velocidad vertiginosa. Pero ¿alrededor de qué eje?
¿Burocrático? No se hará alrededor de un eje burocrático. Es imposible. Si no nos convertimos en el eje de esta cristalización, serán los mencheviques, los socialistas-revolucionarios, los anarquistas. Y esto significaría efectivamente que la revolución de Octubre se cae al abismo. Unicamente los bolcheviques-leninistas pueden proteger a la revolución yendo hacia las masas rápidamente y abatiendo, si es necesario, los obstáculos erigidos por los burócratas.
Ir a las masas no significa ceder a la espontaneidad, como tienden a hacer los decistas. O bien se van a romper la cabeza con su política aventurerista, lo que sólo será un mal a medias, o bien van a ayudar al enemigo a que le rompa la cabeza a la revolución, lo que sería mucho más grave. La política de los últimos cinco años nuevamente ha creado un estado de ánimo anti soviético en la clase obrera, en parte formulado y en parte no –a saber, una orientación hacia la propiedad privada. Hay que movilizar la actividad de las masas para que la diferenciación se opere en ellas en un sentido de clase. Contra los propósitos antisoviéticos claros, deliberados, malintencionados, es necesario que reaccionemos con más atención y más cuidado que el aparato. A cada nueva explosión de descontento, debemos ser los primeros en identificar a los mencheviques, socialistas-revolucionarios, anarquistas que tratarían de mezclarse con ellos. Contra los intentos de los agentes de la burguesía, podemos y debemos reaccionar apelando directamente a los obreros.
Podemos estar seguros de que, a medida en que aumente nuestra actividad y se desarrolle nuestra influencia en el ala izquierda de la clase obrera, los esfuerzos de elementos extraños a nosotros e incluso de nuestros enemigos de clase por adherirse a nosotros e inclusive tomar nuestro programa, van a ser cada vez más frecuentes. Debemos estar alertas y poder desenmascarar estos elementos públicamente si es posible. Nuestros flancos y nuestra retaguardia deben estar delimitados de manera clara, con el fin de que las masas sepan cuándo ellas vengan a nuestro encuentro y cuándo se trata de otros que no somos nosotros.
Esto vale sobre todo para los “decistas”. Ustedes recuerdan que, incluso entre nosotros, algunos abordaban esta cuestión desde un punto de vista sentimental (“Buenos chicos, como nosotros”). Algunos incluso se negaban a ver una diferencia en nuestras líneas políticas. Vale la pena destacar que, precisamente, camaradas que ayer nomás proponían una fusión completa con los decistas, hoy están junto a los “conciliadores” y disparan lo más posible contra el “decismo” en nuestras propias filas ¡e incluso califican de “decista” a nuestra propia línea!
Aunque sea desagradable perder el tiempo en cuestiones secundarias, tenemos que ocuparnos un poco de estos “decistas”, para poner de relieve el carácter sectario de su política y el aventurerismo que demuestra. Como los “jefes” de los decistas, que hasta el momento se los hemos dejado a ellos mismos –y tuvimos razón- han parloteado hasta nunca acabar, nos han dado armas serias contra ellos. Es con sus propios documentos y sobre todo las cartas de V. M. Smirnov que nos quedaremos con sus mejores elementos. No debemos ignorar incluso la más mínima herida, si no la gangrena puede amenazar a todo el organismo. Captaremos a sus obreros, por un lado, por medio de una política audaz y resuelta en las cuestiones esenciales y por el otro, con una campaña explicativa.
Todos los materiales que hemos recibido demuestran que se puede y se debe levantar la consigna de voto secreto en el partido y en los sindicatos. La autocrítica ha degenerado mitad en comedia, mitad en provocación. Todo el mundo se da cuenta de esto. Es necesario, en nuestras consignas de transición y, por decir de alguna manera, “parciales”, dar una expresión a las tendencias de los obreros y, mientras tanto, a su todavía no articulado deseo, de desembarazarse de la presión de arriba: “¿Por qué no has votado en contra? – Si se hubiera hecho por voto secreto, habría sido otra cosa.” En todas partes se escucha esto.
¿Las cosas irán hasta el voto secreto o bien las insoportables contradicciones se franquearán saltando etapas? Esta es una cuestión particular. Para el período actual, la consigna del voto secreto en el partido y los sindicatos es vital porque hace resaltar la realidad de la presión burocrática, es decir de hecho, la presión de clase sobre los obreros por intermedio del aparato. La consigna de votación secreta en la etapa actual es la mejor expresión de la lucha que comienza contra la dualidad de poder. La votación pública se instituyó para que el enemigo no pueda votar contra la dictadura del proletariado8. La dualidad de poder en el país hace que los obreros no se atrevan a votar a favor de la dictadura [del proletariado] por miedo a la presión de la burguesía, que es refractada por el aparato. Este es el centro de la cuestión. El apparatchik está en la tribuna y mira lo que votan, o bien la mujer de un obrero que le llama la atención, “Mejor no votar”. En estas condiciones, decir que la votación secreta favorece la pasividad y la indecisión, en verdad, es caer en un doctrinarismo idealista. El que plantea la cuestión de este modo opone la consigna del voto secreto, no a la verdadera situación actual, a la que todavía hay que encontrarle una salida, sino a una situación ideal en la que todos los obreros votan categórica y audazmente según su conciencia.
Si se llevara esta tesis hasta su conclusión lógica, sería necesario abandonar la consigna de voto secreto para “desarrollar el coraje y la actividad”, incluso en una sociedad capitalista. En China es posible llamar al héroe obrero al voto público: pero por esto, al día siguiente, le cortarán la cabeza. Por eso la consigna de voto secreto (en todos los escalones) en China puede adquirir una importancia vital como consigna dictada por la relación de fuerzas de las clases. Aunque, en nuestro país, el régimen social sea básicamente diferente, esta base ya está en gran parte cubierta de inmundicias. Es falso pretender que el carácter actual de nuestras elecciones y de nuestros escrutinios esté determinado únicamente por el grado de coraje y de resolución del obrero. No, en gran medida, está determinado por el cambio de la relación de fuerzas de las clases. Esta evolución encuentra su expresión objetiva en el aparato de gobierno y el conjunto de su mecanismo. No por nada Stalin ha dicho: “A los cuadros sólo los podremos eliminar con una guerra civil”. Ciertamente, hay en esta frase una buena dosis de fanfarronería y de intimidación burocrática. Ante una seria oleada ascendente de la base, el apparatchik se echará atrás, sin ir hasta la guerra civil. De todos modos, tenemos el deber de tratar el camino de las reformas hasta el final, con la fuerte presión de las masas. En la presente etapa, la consigna de voto secreto empuja a las masas, de su pasividad actual, a la actividad. En toda reunión en que se trate la autocrítica, la democracia del partido, etc., los bolcheviques-leninistas pueden y deben decir: “Para que haya autocrítica, hay que terminar con la presión; déjennos votar de acuerdo a nuestras convicciones sin temor de ser despedidos, es decir, con voto secreto. En ese momento, todo el aparato será mantenido a raya”.
Hay que empezar por el partido, antes que por los sindicatos. En cuanto a los soviets, en donde diferentes clases participan en las elecciones, habrá que plantear la cuestión en tercer lugar, después de que se haya acumulado la experiencia necesaria.
En lo que concierne a las perspectivas generales de la lucha, interna y externa, voy a limitarme a consideraciones muy generales, reservándome volver a esto próximamente, con el objetivo de analizar la cuestión de manera más concreta para cada uno de los principales países, como en parte se hizo para China. Una parte importante de los documentos que enviamos al Congreso está dedicada a poner de relieve el lazo indestructible que existe entre nuestra lucha interna y la lucha internacional. Los teóricos del “decismo” no entienden del todo esta relación, en general no tienen línea para las cuestiones internacionales. Hacen bloques accidentales puramente aventureros con gente que ha roto con el marxismo como Korsch9 y cía. En sus últimas declaraciones, V. M. Smirnov no es más que una caricatura de izquierda de Stalin.
Europa conoce actualmente un período de huelgas relativamente animado. En cierto sentido, esta oleada, desde el punto de vista económico, “retrasa”, porque coincide con una situación económica manifiestamente agravada. El retraso de la oleada huelguística ha sido provocado por las pesadas derrotas precedentes, el crecimiento de la influencia de la socialdemocracia y la política burocrática de pasividad de la Internacional Comunista. Una mayor decadencia económica es seguro llevaría la lucha económica al terreno político y favorecería así el movimiento hacia la izquierda de los obreros.
El movimiento se hará con un ritmo diferente según cada país. Pero en un plazo breve, una seria agudización de la situación política en varios países europeos no está excluida. Esto depende de la profundidad, de la duración y de la intensidad de la crisis que viene, no solamente en Europa, sino en Estados Unidos. América superará su crisis a expensas de Europa y puede, por su presión sobre algunos países, Alemania en particular, llevarlos a situaciones revolucionarias. Aquí también se revela la contradicción fundamental a largo plazo entre las tareas de la época y el grado de madurez del partido comunista. El peligro de dejar pasar nuevas situaciones revolucionarias no está descartado para nada, e incluso no ha disminuido.
La aventura de Thallman10 no es una casualidad. El régimen actual es la cantera de los “asuntos de Smolensk” en el plano internacional ¡Y son estos señores de Smolensk y de Hamburgo los que nos condenan y nos expulsan! Su trabajo consiste en deshonrar la bandera del comunismo y en destruir la Internacional Comunista. Cuanto más lo hacen, más demostrarán la gigantesca misión de la Oposición en el plano internacional. Hay que tensar toda nuestra energía para que, en la experiencia de la lucha contra el burocratismo, se formen cuadros verdaderamente bolcheviques, crezcan y maduren. En esto consistirá la diferencia entre los próximos cinco años de la Internacional Comunista y los cinco últimos. Fueron necesarios cinco años para exhumar los sótanos burocráticos y llevar a la arena internacional las cuestiones esenciales y los desacuerdos. Esto ya está conquistado. Ninguna fuerza en el mundo puede hacer desaparecer las posiciones opuestas que se han manifestado ahora. Los cuadros revolucionarios de los partidos extranjeros sólo pueden desarrollarse sobre la base de su propia experiencia. A diferencia de lo que hace el Ejecutivo con la Internacional Comunista, nosotros no tenemos la intención de dirigir a la Oposición Internacional de la manera que la dirige el Comité Ejecutivo de la Internacional. Hay que empezar por un intercambio honesto y amplio de experiencias teóricas, una colaboración en el terreno del análisis marxista de los procesos en curso y una elaboración de las consignas de acción. Los primeros pasos serios se dieron durante el VI Congreso. Queda desarrollarlos, extenderlos y profundizarlos.
El resultado de nuestro combate está indisolublemente ligado a los procesos mundiales. Pero sólo los simples de espíritu podrán sacar la conclusión que, en este caso, importa poco la política interna y en particular, que la política interna de la Oposición es una cuestión indiferente para el destino de revolución de octubre. Nosotros no prometemos construir el socialismo en un solo país, se sabe. No hemos dicho y no decimos que tenemos una receta milagrosa que hace desaparecer todas las contradicciones del desarrollo socialista en el cerco capitalista. Lo que tenemos para ofrecer, es una buena orientación, una visión correcta y, por esto, una correcta línea de clase. El eje de nuestra política interna consiste en mantener el poder en manos del proletariado o, más exactamente, en restituirle el poder usurpado por el aparato y en consolidar ulteriormente la dictadura del proletariado sobre la base de un mejoramiento sistemático de las condiciones materiales de existencia de la clase obrera. No hay otra receta y no se necesita otra.
La Oposición tiene una línea correcta. La tarea consiste en hacer de ella la línea de la vanguardia proletaria. Para esto, necesitamos hacernos conscientes de la importancia de la misión histórica que nos incumbe y ponernos a trabajar con un coraje verdaderamente bolchevique.