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Cuadernos 15 - Los trotskistas contra Stalin

Ninguna concesión política al espíritu conciliacionista

Ninguna concesión política al espíritu conciliacionista

León Trotsky, 2 de octubre de 1928
Nota: Esta es una carta a Boris Elzin, uno de los oposicionistas “intransigentes”. Esta carta es de particular interés en razón del análisis de las tendencias conciliacionistas que imperaban en la Oposición.
El 11 de septiembre, Nikolai Uglanov, seguidor de Rykov y Bujarin, y jefe de la organización partidaria de Mos- cú, realizó un informe sobre la situación económica ante una reunión del comité de partido de Moscú. El reporte apareció con cierto retraso en Pravda el 21 de septiembre. En él, Uglanov evitaba el tema de las requisas de granos y no hacía mención alguna sobre la campaña contra los kulaks, al mismo tiempo que atacaba en forma agresiva a la Oposición y rechazaba su análisis acerca de las tendencias centrista y de derecha en la dirección del partido. El comité aprobó una resolución en este espíritu. Por subvaluar la campaña contra los kulaks, el comité fue amonestado en un artículo editorial de Pravda del 15 de septiembre. El 25 de septiembre, Uglanov habló ante el comité del partido de Moscú nuevamente, esta vez insistiendo explícitamente que la causa de los problemas económicos radicaba en el retraso de la agricultura respecto de la industria. Pero Uglanov, junto con otros bujarinistas, cayeron presa de las maniobras de los estalinistas. El mismo día que Trotsky escribió esta carta, el comité de partido de Moscú le envió una carta abierta a los miembros del partido en la que repudiaba la resolución de septiembre. Este fue el comienzo de la campaña abierta contra el ala derecha y sus seguidores.
Mientras tanto, desde finales del verano, la salud de Trotsky se había deteriorado, y empezaron a llegarle rumores de que sería trasladado nuevamente. Los oposicionistas de toda la URSS comenzaron a enviar telegramas a Moscú protestando por el clima insalubre en que se lo obligaba a vivir, y por la falta de adecuada atención médica. Algunos exiliados planearon una huelga de hambre colectiva en su defensa. Trotsky insistió en que estos planes fueran cancelados, por temor de que tales acciones pusieran en aprietos a los miembros de la Oposición involucrados en ellas. También rechazó el rumor de que las autoridades lo trasladarían de nuevo.
En octubre, el bloqueo postal se volvió más severo y Trotsky comenzó a quedar aislado de sus correligionarios y amigos. Con permiso de la Harvard College Library. Traducido del ruso por George Saunders.
Traducido de la versión inglesa del original ruso de The Challenge of the Left Opposition (1928-1929) editado por Pathfinder Press, New York, 1981. Traducido por Mario Iribarren para Cuadernos.

Estimado camarada Elzin:

No le he escrito durante largo tiempo, y yo soy responsable por ello. Para decirle la verdad, pensaba que Liova lo mantenía más o menos al tanto de las cosas. Y aparentemente, eso es lo que sucedió.
En su última carta, usted escribió principalmente acerca de los oposicionistas conciliadores. Usted nos exige que nos pronunciemos contra ellos en forma más contundente. Con su idea básica, no puede haber concesión alguna en esta área, y por supuesto concuerdo con usted en un todo. En la medida en que el conciliacionismo ha buscado adoptar una expresión política propia, ya sea en forma de propuestas particulares, tesis, etc., se ha topado con nuestro rechazo casi unánime. Como resultado de ello, presentamos un frente bastante compacto ante el VI Congreso. Descontando a Serebriakov1, que se hunde cada vez más en el filisteísmo, todos los camaradas firmaron la resolución presentada ante el Congreso. Con esto no quiero decir, en absoluto, que todos los camaradas piensan lo mismo. Indudablemente, hay pequeños matices de diferencia, así como también otros más sustanciales. Hemos visto que los camaradas que abrigan tendencias conciliacionistas han comenzado a buscar puntos de acuerdo no sólo con los centristas (llegando a fabular con puntos de acuerdo que no existen), sino puntos de diferencia con nosotros, que se centran, inexorablemente, en los viejos temas en disputa: los dos partidos y la revolución permanente. Está absolutamente claro que lo que estamos enfrentando aquí es un estado de ánimo, o sea, algo muy resistente a los argumentos. Decidir por adelantado que estos estados de ánimo están inevitablemente destinados a cobrar forma política, y extraer las conclusiones pertinentes, sería por el momento prematuro, como mínimo. Sería totalmente imperdonable empujar a los camaradas en esta dirección cuando las actitudes conciliacionistas se han apoderado de ellos, o bien cuando han perdido pie. Estamos atravesando un reflujo muy profundo del proceso histórico, y las vacilaciones en el estado de ánimo de algunos camaradas son inevitables, por más que no nos gusten. Algunos recobrarán el equilibrio, pero otros lo perderán por completo. Una cosa está clara: no puede haber ninguna concesión política en este respecto.
Por supuesto, usted habrá leído el discurso de Uglanov. Es el “más jugoso” de todos los discursos oficiales del periodo reciente. Especialmente buena es la parte que trata acerca del “nuevo problema” de la Oposición. Otros informes complementan esta parte del discurso de Uglanov, y evidencian que el topo de la historia prosigue su labor infatigable, más allá de los artículos rebosantes de truenos y amenazas que pululan por ahí. Q. E. D. [quod erat demonstrandum: es lo que había que demostrar]
Los camaradas están ahora muy preocupados por el tema de mi transferencia fuera de Alma Ata, pero no creo que esto suceda. ¿Adónde me enviarían? A Rakosvky, que fue enviado a Astrakán por orden del Comité Central, le negaron el derecho de ir a Kislovodsk para curarse, cosa totalmente necesaria para él. Después de todo, la cuestión del “prestigio” –ese fetiche de los débiles– se ha planteado abruptamente. Me siento mucho mejor ahora y estoy trabajando normalmente. Sólo el otoño mostrará qué tan estable es la mejoría. De todas maneras, creo que voy a seguir viviendo aquí. Los camaradas que han enviado telegramas y protestas deberían limitarse a eso. No sería aconsejable dar más pasos desde el punto de vista práctico. No lograrían su cometido y podrían complicar la situación innecesariamente para muchos de nuestros amigos. Insisto en esto muy firmemente.
¿Está usted trabajando sistemáticamente en algo? El Congreso me distrajo un poco de los planes que había hecho con respecto al trabajo de investigación. Espero poder retomarlo este invierno, si el curso de los eventos me lo permite. Le envío un caluroso apretón de manos y le deseo lo mejor.